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“Desde sus primeras manifestaciones míticas, la

creación de autómatas y simulacros de lo


humano tiene profundas raíces en la búsqueda
de los hombres para allanar el camino hacia la
autoconciencia mediante una rebelión contra la
omnipotencia y la crueldad asesina de la
divinidad: en buena medida el androide es,
además de espejo cóncavo, juguete del niño
moderno que remedia en su ficción de vida
automática su angustia de separación del padre.”
(El legado de los monstruos. Tratado sobre el
miedo y lo terrible, Ignacio Padilla).

Nunca había escuchado una metáfora de Frankenstein con un espejo cóncavo, me fascinó. Los
espejos cóncavos son esos espejos que usan los dentistas para verte las caries antes de que
escuches el maldito ruido de la fresa penetrar en tus dientes hasta tu cerebro, que más que
quitarte las caries te quita dos que tres neuronas con las cuales ya contabas para después.
Nacho Padilla tiene razón cuando dice que los autómatas son una forma de hacernos más fácil
nuestra exploración de la autoconciencia, o como me gusta pensarlo: el alma.

Los autómatas nos “facilitan” el cómo conocernos a nosotros mismos, pues en cada invento
robótico, androide, clonación o “monstruo” como la creación del Dr. Victor Frankenstein,
estamos proyectándonos en todo el sentido de la palabra; no sólo como creadores, sino
también como seres que fueron creados y que necesitan verse a sí mismos, tal y como
funciona un espejo. De ahí la relación con el espejo cóncavo, ya que los objetos en él se
amplifican, aunque algunas veces, mejor dicho muchas, el reflejo de la amplificación es
borroso, deforme, incierto y hasta terrible.

Así pasa cuando el hombre, con todo y sus creaciones muy tecnológicas tratando de conocerse
a sí mismo, no observa mas que un reflejo amorfo de lo que es sin poder distinguir
absolutamente nada. O como me gusta pensarlo a mí, el reflejo borroso, deforme, incierto y
hasta terrible es lo que realmente eres sin importar que creas que la imagen que viene del
espejo cóncavo es una mentira. ¿Qué pasaría si en realidad el espejo cóncavo, más que reflejar
el cuerpo, reflejara el alma? ¿Qué tal si en el fondo en verdad somos tan horribles como
nuestras creaciones porque nos proyectan lo terrible que somos? ¿Quién será el verdadero
monstruo, Frankenstein o su creador?

Es así como llegamos a otra película inspirada en Frankenstein (1818) de Mary Shelley: Victor
Frankenstein (Paul McGuigan, 2015) que basa la historia en un Igor –spoiler alert: inexistente
en la novela– interpretado por el mago más famoso de nuestra era, Daniel Radcliffe, y con
James McAvoy como Victor Von Frankenstein. Les platicaré lo poco que sé de Victor
Frankenstein:

La película cae en los lugares comunes como una creación violenta, y vengativa de un científico
loco. Para hacerme entender mejor: son como las películas de Sherlock Holmes del famoso
ironman en vida, dejan para nunca lo más importante de las obras literarias, como el suspenso,
las discusiones entre personajes y sobre todo la sensibilidad de los mismos, lo profundos que
son; y en el caso de Frankenstein de Mary Shelley, denosta una de las creaciones más
importantes y famosas en el mundo de la literatura, también considerada la primera obra de
ciencia ficción. El “monstruo” repugnante de Shelley tiene una sensibilidad que horroriza
gracias a las verdades que encarna, y su “fealdad” y “horror” provienen paradójicamente de la
belleza del personaje, así es, de la belleza y la brutalidad de su autoconciencia, ¿no me creen?

La creación del Dr. Victor Frankenstein, sin nombre propio que le diese personalidad y
habitante de un cuerpo fragmentado el cual no pasó por la infancia, adolescencia y juventud es
una triste, extraña y miserable criatura que simplemente nació de la noche a la mañana como
una víctima de un experimento, pues él nunca pidió ser creado. La criatura que Mary Shelley
dibuja en la obra de 1818 es un recordatorio de cómo nos hace sentir el haber sido tirados y
creados en este mundo sin haberlo pedido; ya sea por Dios o por quienes ustedes quieran y
crean, pues vivir será increíble pero no cabe duda que tiene sus malos momentos. Y con esto
no quiero ser fatalista y decir que la vida no vale nada y que comienza siempre llorando y que
llorando siempre se acaba, no, para nada.

Mi punto es que la creación del Dr. Frankenstein encarna el alma del ser humano, el cuerpo del
experimento literalmente está a flor de piel, es un alma que puede hablar con la boca
infestada de verdad. Por eso, el “monstruo” de Shelley es una explicación sobre nosotros
mismos para decirnos de dónde venimos, cómo somos y qué sentimos al estar en el mundo,
pero como todo experimento, para adentrarnos en nuestra autoconciencia, que en el caso de
la obra de Shelley es una prueba muy exitosa. El “monstruo” nos hace darnos cuenta de lo
monstruosos que somos, pues en este caso, si pensáramos en el “monstruo” del Dr.
Frankenstein como un reflejo de nosotros en un espejo cóncavo, deforme y espantoso,
podemos decir que la refracción en sí es una imagen fiel de nosotros, no de nuestro cuerpo
claro, sino de nuestra alma. Y eso nos duele hasta causarnos pánico.

Es así como lo verdaderamente terrorífico en Frankenstein es que el “monstruo” traspasa las


barreras de lo humano, ya que no necesitó tres ojos, dientes gigantes, vestirse de payaso
asesino o vomitar en nombre de los dioses para causarnos miedo y asco. Lo único de lo que se
valió fue el ser más humano que su propio creador, valga la re(bus)nancia de lo que diré: más
humano que los humanos encarnado un alma en vida. Y eso sí que es terrorífico hasta la
muerte. El alma sin duda es espantosa.

Cuando una de nuestras creaciones nos escupe en la cara, y es más humano que el propio
humano, nos hace sentir nostálgicos como en el caso del famoso Terminator o simplemente
devastados como la creación del Dr. Frankenstein. No somos capaces de soportar que alguien
es mejor y menos si es una creación que vino de nosotros, es algo que nos causa repulsión
hacia nuestro Ser, casi queremos tragarnos las tripas de la panza cuando lo escuchamos. Lo
terrorífico en la novela de Shelley no es más que la presencia de un alma errante, sufrida y
desesperada por el mundo que lo rodea, que más que causarnos miedo nos hace sentir dolor,
un dolor que hemos tenido desde que nacimos.

No hay peor dolor que el indagar en nuestra autoconciencia para explorarla y saber que lo
único que hay en el fondo es un humano terrible ahí en lo oscuro, llámase alma o como
ustedes quieran, donde nadie, ni tú, ni yo, ni mente alguna han puesto pie. ¿Te atreverías a
reflejarte en un espejo cóncavo y saber cómo eres en realidad?

http://libertimento.com.mx/main/frankenstein-el-monstruo-que-somos/

2) introducción
desarrollo
tesis conclusión
3)la tesis del autor es bastante profunda, refiriéndose a como el monstruo somos nosotros, y
como nos vemos reflejados en el.
4)ejemplo
Cita de autoridad
Comparación

5)Subjetivemas deictico

6) pregunta retorica
Cita de autoridad
Ejemplo

7) en la conclusión habla sobre como nuestra autopercepción nos juega en contra y somos
conscientes de nuestro aspecto físico o nuestra alma, jugándonos en contra con la autoestima.
El habla sobre lo difícil que sería vernos tal como somos.

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