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VIRUS DE MARBURGO.

La enfermedad por el virus de Marburgo (MVD) buenos es una enfermedad


altamente virulenta y se propensa a epidemias asociada con altas tasas de
letalidad (entre el 24 al 90%). Se transmite por contacto directo con sangre, fluidos
corporales y/o tejidos de personas infectadas o animales salvajes (por ejemplo,
monos y murciélagos frugívoros). La letalidad de la enfermedad por el virus de
Marburgo (EVM), que causa el virus que lleva este nombre, es de hasta el 88%,
pero podría ser mucho menor si se atendiera debidamente a los pacientes. La
EVM se identificó por vez primera en 1967 tras registrarse simultáneamente brotes
en Marburgo y Frankfurt (Alemania) y en Belgrado (Serbia). Aunque los virus de
Marburgo y del Ébola son virus distintos, ambos pertenecen a la
familia Filoviridae y ocasionan enfermedades con características clínicas similares.
Ambas son raras, pero las tasas de letalidad de sus brotes pueden ser elevadas.
Dos grandes brotes que ocurrieron simultáneamente en Marburgo y Frankfurt
(Alemania) y en Belgrado (Serbia) en 1967 permitieron identificar la enfermedad
por vez primera. Estos brotes se asociaron al trabajo en laboratorios con monos
verdes africanos (Cercopithecus aethiops) importados de Uganda. Posteriormente,
se han notificado brotes y casos esporádicos en Angola, Kenya, la República
Democrática del Congo, Sudáfrica (en una persona que había viajado
recientemente a Zimbabwe) y Uganda. En 2008 se notificaron dos casos
independientes en viajeros que habían visitado una cueva habitada por colonias
de murciélagos Rousettus en Uganda. Inicialmente, la infección humana por EVM
se debe a la estancia prolongada en minas o cuevas habitadas por colonias de
murciélagos Rousettus. La transmisión entre personas ocurre por contacto directo
de la piel lesionada o las mucosas con sangre, secreciones, órganos u otros
líquidos corporales de personas infectadas, así como con superficies y materiales
contaminados con dichos líquidos, como ropa personal o de cama. Se han
descrito casos de transmisión al personal sanitario que atiende a pacientes con
EVM presunta o confirmada, a través del contacto estrecho sin las debidas
precauciones de control de las infecciones. El contagio a través de materiales para
inyección contaminados o de pinchazos con agujas se asocia a una mayor
gravedad de la enfermedad, a un agravamiento más rápido y, posiblemente, a una
mayor tasa de letalidad. También se puede dar esta transmisión en las
ceremonias funerarias en que los dolientes tienen contacto directo con el cuerpo
del difunto.

La infectividad persiste mientras haya virus en la sangre. El periodo de incubación


(es decir, el intervalo entre la infección y la aparición de los síntomas) oscila entre
2 y 21 días. La EVM empieza bruscamente, con fiebre elevada, cefalea intensa y
gran malestar, así como con frecuentes dolores musculares. Al tercer día pueden
aparecer diarrea acuosa intensa, dolor y cólicos abdominales, náuseas y vómitos.
La diarrea puede persistir una semana. En esta fase se ha descrito que los
pacientes presentan «aspecto de fantasma» debido al hundimiento de los ojos, la
inexpresividad facial y el letargo extremo. En el brote europeo registrado en 1967,
la mayoría de los pacientes presentaron una erupción cutánea no pruriginosa de 2
a 7 días después del inicio de los síntomas. Muchos enfermos tienen
manifestaciones hemorrágicas graves a los 5 a 7 días y los casos mortales suelen
presentar alguna forma de hemorragia, a menudo en varios órganos. La presencia
de sangre fresca en los vómitos y las heces suele acompañarse de hemorragia
por la nariz, las encías y la vagina. El sangrado espontáneo en los lugares
venopunción donde se administran líquidos o se extraen muestras de sangre
puede ser especialmente problemático. Durante la fase grave de la enfermedad,
los pacientes presentan persistentemente fiebre elevada. La afectación del
sistema nervioso central puede producir confusión, irritabilidad y agresividad. Se
han descrito asimismo casos ocasionales de orquitis (inflamación de uno o ambos
testículos) en la fase tardía de la enfermedad (a los 15 días de su inicio). En los
casos mortales, el óbito suele producirse a los 8 o 9 días del inicio de los síntomas
y se suele preceder de grandes pérdidas de sangre y de choque.

Desde un punto de vista clínico, puede resultar difícil distinguir la EVM de otras
enfermedades infecciosas como el paludismo, la fiebre tifoidea, la shigelosis, la
meningitis y otras fiebres hemorrágicas víricas. Para confirmar que la causa de los
síntomas es el virus de Marburg se emplean los métodos de diagnóstico
siguientes:

 prueba de inmunoadsorción enzimática (ELISA);


 pruebas de detección de antígenos;
 prueba de seroneutralización;
 reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa (RT-PCR);
 microscopía electrónica; y
 aislamiento del virus en un cultivo celular.
El manejo de muestras de los enfermos expone a un riesgo muy alto y las pruebas
analíticas de muestras no inactivadas deben realizarse en condiciones de máxima
biocontención. Todas las muestras biológicas para transporte nacional o
internacional se deben envasar con el sistema de triple envase. Por el momento,
no se han autorizado tratamientos ni vacunas para luchar contra la EVM. No
obstante, la terapia de apoyo mediante rehidratación oral o intravenosa y el
tratamiento de determinados síntomas mejoran la supervivencia. También se
podría probar el uso compasivo o mediante acceso ampliado como terapia para la
EVM de algunos anticuerpos monoclonales en desarrollo y ciertos antivíricos que
se han utilizado en estudios clínicos para tratar el ébola, como el remdesivir y el
favipiravir,. La Agencia Europea de Medicamentos concedió una autorización de
comercialización a las vacunas Zabdeno (Ad26.ZEBOV) y Mvabea (MVA-BN-Filo)
contra la EVM. Esta última contiene un virus denominado Vaccinia Ankara
Bavarian Nordic que se ha modificado para que exprese proteínas del virus del
Ebola-Zaire y de otros tres virus del mismo grupo (familia Filoviridae). Aunque esta
vacuna podría proteger contra la EVM, todavía no se ha demostrado su eficacia en
ensayos clínicos. Se considera que el huésped natural del virus de Marburgo es el
murciélago de la fruta, cuyo nombre científico es Rousettus aegyptiacus. Estos
murciélagos no padecen enfermedad detectable; en consecuencia, la distribución
geográfica del virus de Marburgo podría coincidir con la suya. La fuente de la
infección humana en el primer brote de EVM fue Cercopithecus aethiops o mono
verde africano, tras su importación desde Uganda. La inoculación experimental al
cerdo de distintos virus del ébola ha revelado que estos animales pueden
infectarse por filovirus y que lo eliminan de su organismo. Por consiguiente, el
cerdo puede ser un huésped que amplifique los brotes de EVM. Aunque todavía
no se ha confirmado que otros animales domésticos puedan estar involucrados en
los brotes de filovirus, deben considerarse, por precaución, como posibles
huéspedes amplificadores, hasta que se demuestre lo contrario. En las
explotaciones porcinas africanas se deben aplicar medidas preventivas para que
los animales no se infecten por contacto con los murciélagos de la fruta, pues
podrían propagar el virus y causar brotes de EVM o contribuir a su aparición. El
virus de Marburgo pertenece a la familia Filoviridae, que contiene tres géneros
incluyendo Ebolavirus, Marburgvirus, y Cuevavirus.

El género Marburgvirus contiene solamente una especie conocida como el


marburgvirus de Marburgo, generalmente llamado virus de Marburgo. Su genoma
contiene una molécula lineal, no segmentada, y de una sola fila del ARN que esté
de una polaridad negativa. Los virus Marburg y Ébola son filovirus filamentosos
distintos entre sí, pero que causan enfermedades clínicamente similares,
caracterizadas por fiebre hemorrágica y pérdida de sangre en los capilares. La
infección por el virus Ébola es ligeramente más virulenta que la infección por el
virus Marburg. La mayoría de los brotes de infecciones por los virus Marburg y
Ébola se han originado en África Central subsahariana y Occidental.  Los brotes
de virus Ébola se han relacionado con el consumo de carne de animales
silvestres en las zonas afectadas o sopa hecha con murciélagos. También se
han producido infecciones por los virus Ébola y Marburg después de manipular
tejidos de animales infectados.
Los filovirus son muy contagiosos. 

Los seres humanos no transmiten la infección hasta que se desarrollan los


síntomas. Los síntomas y signos persisten en los pacientes supervivientes
durante el tiempo que se necesita para desarrollar una respuesta inmunitaria
eficaz. Típicamente, los pacientes que sobreviven eliminan el virus por completo
y ya no lo transmiten; sin embargo, el virus del Ébola puede persistir en algunos
sitios inmunoprivilegiados (ojo, encéfalo, testículos). El virus puede volver a
surgir a partir de estos sitios y provocar secuelas tardías o recaídas y se
sospecha la transmisión sexual desde los supervivientes a individuos
susceptibles. Varias vacunas se evalúan en ensayos clínicos. Una vacuna contra
el Ébola, rVSV-ZEBOV, se está empleando en el brote actual en la RDC con
buenos resultados y se utiliza con éxito en escala limitada al final del brote de
Ébola de 2016 en África occidental. La vacuna contra el Ébola rVSV-ZEBOV fue
aprobada por la US Food and Drug Administration en diciembre de 2019 para su
uso en personas de 18 años y mayores. El Ministerio de Salud de la República
ha aprobado el uso de una segunda combinación de vacunas de Ad26.ZEBOV y
MVA-BN-Filo para su uso en el país fuera de la zona del brote.

Para evitar la propagación, los pacientes sintomáticos con posible infección por
virus Ébola o Marburg deben ser aislados en instalaciones de contención
específicas. Las unidades estándar de cuidados intensivos en los hospitales
públicos no son adecuadas. Las instalaciones de contención especiales
proporcionan un control total de los efluentes líquidos y productos respiratorios.
Los miembros del personal en contacto con los pacientes deben estar
completamente cubiertos con trajes de protección con contención interna de
gases respiratorios. Debe disponerse de personal capacitado para ayudar a las
personas en contacto con los pacientes a quitarse la ropa de protección. Deben
seguirse los protocolos para ponerse y quitarse la máscara, las gafas o caretas,
la bata y los guantes La esterilización minuciosa del equipamiento, las barreras
hospitalarias y la educación de la comunidad lograron reducir las epidemias
previas. Todos los pacientes en los que se sospecha la enfermedad, y también
los cadáveres, requieren aislamiento estricto y manipulación especial.

Debido a que los virus de Marburgo y Ébola pueden persistir en el semen y ser
transmitidos sexualmente, la Organización Mundial de la Salud (OMS)
recomienda a los pacientes que hayan tenido alguna de las dos infecciones y a
sus parejas sexuales abstenerse de todo tipo de relaciones sexuales o usar
condones de manera correcta y sistemática. La identificación del virus del Ébola
en las personas que han sido infectadas recientemente (unos pocos días) es
difícil porque los síntomas iniciales, como la fiebre, pueden estar causados por
infecciones más frecuentes. Sin embargo, si las personas con estos síntomas
viven o han viajado a zonas donde se está produciendo el Ébola, los médicos
sospechan la enfermedad. Los Centros para el control y prevención de
enfermedades disponen de protocolos destinados a los profesionales de la salud
para permitirles evaluar a los viajeros procedentes de dichas zonas.

Los estudios realizados desde su descubrimiento muestran una notable


conservación de su secuencia para los cinco serotipos del Ébola, dato que indica
una acusada estabilidad genética. Las partículas típicas del filovirus contienen un
único RNA monocatenario de polaridad negativa y lineal, dispuesto en una
nucleocápside helicoidal. El material genético tiene 19 Kb de longitud y codifica
para siete proteínas estructurales. La nucleocápside contiene las proteínas NP,
que forma parte de la estructura y la proteína L, con función de ARN polimerasa,
indispensable para la replicación viral. La cápside está compuesta por la proteína
estructural VP30 y la glicoproteína (GP) necesaria para la entrada a la célula
hospedara. Los viriones tienen un diámetro de 80 nm y una longitud que puede
alcanzar los 14 000 nm. Por microscopía electrónica suele observarse como un
filamento que puede presentarse de forma alargada y retorcida. La cubierta
lipídica los hace sensibles a los disolventes de las grasas y a los detergentes
comunes. Los virus pueden persistir durante semanas en la sangre a temperatura
ambiente. En los humanos y en los modelos animales, los virus de Ébola y
Marburgo se replican bien en casi todos los tipos celulares, incluidas las células
endoteliales, los macrófagos y las células parenquimatosas de numerosos
órganos. El blanco inicial es el sistema fagocito mononuclear. Una vez
aumentados los títulos de viriones, las células parenquimatosas y los fibroblastos
pueden servir como sitios de replicación viral. La entrada del virus a la célula es
por un mecanismo de micropignositosis en regiones de membrana ricas en
colesterol. Estudios demostraron que el virus se une a la proteína ligadora de
manosa (BLM) gracias a las azúcares presentes en las GPs. Esta unión a la BLM
es indispensable para la unión del virus a los receptores de leptina tipo C
expresados en la superficie celular; lo que favorece el posterior proceso de
micropignositosis. La replicación vírica se asocia con la necrosis celular por lo que
es un virus citopático. Entre los hallazgos importantes en la microscopia óptica se
incluyen la necrosis hepática con cuerpos de Councilman (inclusiones
intracelulares que guardan relación con amplias acumulaciones de nucleocápsides
víricas), la neumonitis intersticial, los nódulos gliales en el cerebro y los pequeños
infartos.

Este virus es capaz de interferir con la activación y la diferenciación de las células


dendríticas, siendo este otro mecanismo para interferir con la respuesta inmune. Se ha
demostrado en distintos experimentos que las proteínas VP35 y la VP40 presentan
dominios antagonistas de la respuesta inmune. La acción conjunta de estos dominios es
responsable de la inhibición de la maduración de las células dendríticas. Además, disminuye
los niveles de moléculas coestimuladoras como el CD80 y el CD86. También antagoniza con
la formación de clúster, indispensables para el intercambio de antígenos. Por tanto, las
acciones de la VP35 y la VP40 inhiben la presentación de los antígenos y
consecuentemente, la activación de los linfocitos  T vírgenes como parte de la respuesta
celular a la infección. La inmunidad humoral también se encuentra afectada en la infección
por el virus. Se ha demostrado que la IgM contra el virus se hace detectable después de la
segunda semana y los niveles permanecen elevados hasta dos meses después de la
infección. Por su parte, los niveles de IgG se hacen detectables entre los 15 y 20 días
después de los primeros síntomas y pueden mantenerse elevados por años después de la
recuperación de la enfermedad. La mayoría de la inmunorreactividad de los sueros
obtenidos de 54 sobrevivientes del brote del Ébola de Gulu en Uganda durante 2000 al
2001 fueron frente a las proteínas virales NP y GP1-649. Los títulos de anticuerpos
permanecieron detectables a los dos y diez años de la infección, pero el número de
pacientes positivos disminuye con los años. Sin embargo, en un grupo de 12 víctimas solo
cuatro muestran anticuerpos frente al virus. Este estudio demuestra que la respuesta
inmune humoral es un factor a considerar en el pronóstico de los enfermos.

Sin embargo estudios de la GP de la superficie del virus han mostrado que un glicano que
se encuentra en la subunidad GP1 denominado cap está involucrado en los mecanismos de
evasión de la respuesta de anticuerpos.

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