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La Dignidad Humana:
¿Una noción de contenido variable para el Derecho?
[Hipótesis de trabajo]
Artículo cortesía del Dr. Asdrúbal Aguiar Aranguren: Presidente
del Instituto Latinoamericano de Bioética y Derechos Humanos

Asdrúbal Aguiar
Doctor en Derecho (Summa cum laude)
Profesor Asociado de la Universidad Católica Andrés Bello
Ex Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos

En la mayoría de los instrumentos internacionales relativos a los


derechos humanos o del hombre -varón o mujer- se alude en
distintas formas y de modo reiterado a la dignidad de la persona
humana. Se hace de esta el fundamento o la justificación del
reconocimiento, del respeto, y de la garantía que se reclama en
favor de tales derechos por parte de los Estados, así como
también el referente necesario e integrador de todo sistema
normativo construido bajo la idea moderna del Estado de
Derecho.

La Declaración Universal de DDHH (1948) cita en su Preámbulo


"que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base
el reconocimiento de la dignidad...."; luego de lo cual prescribe,
en su artículo 1°, que "todos los seres humanos nacen libres e
iguales en dignidad y derechos...". A renglón seguido, además,
sus artículos 22 y 23 disponen el derecho de toda persona a
obtener [del Estado, mediante el esfuerzo nacional y la
cooperación internacional] "la satisfacción de los derechos
económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y
al libre desarrollo de su personalidad", y a recibir "una
remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, a sí
como a su familia, una existencia conforme a la dignidad
humana.....". (Cursivas nuestras)

Por su parte, la Declaración de la ONU sobre la eliminación de


todas las formas de discriminación racial (1963) mencionada a la
dignidad como "principio" en el que se basa la Carta de San
Francisco, para después disponer que la discriminación "es un
atentado contra la dignidad....[y] una negación de los principios
[de ésta]" (Artículo 1°). (Cursivas nuestras)
Los Pactos Internacionales de 1966 son contestes con el
preámbulo de la Declaración de 1948. Sin embargo, al precisar
los distintos derechos de la persona humana que se sustentan en
la dignidad, observan, a manera de ejemplo, que "la educación
debe orientarse en el sentido [de la] dignidad..." (Artículo 13 del
PIDESyC), o que la persona privada de su libertad "será tratada
humanamente y con el respeto debido a la dignidad inherente al
ser humano" (Artículo 10.1 del PIDCyP). (Cursivas nuestras)

Finalmente, la Ley Fundamental de la República Federal de


Alemania, promulgada el 23 de mayo de 1949, es decir, una vez
provocada la ruptura que hizo posible, por obra de la 2ª. Gran
Guerra y en razón de los horrores del nacionalsocialismo, el
restablecimiento de la persona humana en su sitial de fin y no de
objeto o instrumento del orden internacional o del orden interno
de los Estados, fija, prescriptivamente y como regla de conducta
a la dignidad de la persona humana para declararla "intangible" y
para sujetar a los poderes públicos a su respeto y protección.

De modo que, la dignidad humana, según puede colegirse de los


textos anteriores, puede ser base de los valores, de los principios
y de las reglas de conducta; norte, valor o medida con vista al
cual o a partir del cual puede determinarse el grado concreto de
satisfacción de determinados derechos fundamentales;
desiderátum, si se parte de la idea del desarrollo de la
personalidad humana; principio de un ordenamiento jurídico,
como el onusiano; y, asimismo, categoría o ente ideal absoluto e
impermeable [léase intangible] que obliga y sujeta en su
señalada dimensión ética o moral y en sus alcances precisos (¿?)
al orden y a los poderes que tienen encomendada su realización
material.

La dignidad humana, en suma, plantea distintos problemas -


formales y también de contenido: ¿qué es o en qué consiste?- de
cuya resolución dependerán, inevitablemente, las virtudes
heurísticas de uso normativo, ora en el plano técnico, ora en su
dimensión social, ora en su dimensión axiológica, ora en sus ya
señaladas y complementarias o recíprocas dimensiones, en modo
de que ella -la dignidad humana- pueda cristalizar en el Derecho
integrándolo o bien como mero derecho (¿?), exigible en un
plano material y concreto. Por consiguiente, de tal tarea
especulativa e indispensable dependerán el alcance mayor o
menor o las limitaciones a que pueda estar sujeto o no el
ejercicio de los derechos humanos correlativos a la misma
dignidad humana.

Así las cosas, para precisar si la dignidad, en el plano del


Derecho internacional o del Derecho constitucional, expresa
nominalmente un valor, un principio, una mera regla de conducta
u otra idea más obligante aún (P. Comanducci), se ha de indagar
qué es ella o a que busca referirse la susodicha dignidad humana
cuando se le usa como recurso conceptual, valorativo,
explicativo, fundamentador o cristalizador de los derechos de la
persona humana, entre éstos, el primordial: el derecho a la vida
(principio único fundamental y sagrado, según J.Desclos) ó, si se
prefiere, en la otra vertiente del pensamiento, el derecho a una
vida "digna". ¿Es, acaso, o puede ser la dignidad humana una
noción de contenido variable para o según el mismo Derecho?
¿Cabe o no delimitar el núcleo de la dignidad para luego precisar
el núcleo intangible de los derechos que en la misma encuentran
su razón de ser?

De la dignidad humana mucho se habla: A ella nos referimos de


ordinario dando por supuesto lo que es: sea por intuición, sea
por revelación, sea por mero ejercicio de racionalidad y conforme
a la óptica intelectual que se asuma. Incluso, visto que la
dignidad <> o <>, para la mayoría resulta trivial o inútil indagar
acerca de la misma. Lo ha dicho con precisión Arturo Ardao: "el
hombre ostenta aquella interior dignidad que le viene no de ser
un hombre, sino de tener la dignidad de un hombre".

Sin embargo, el tema no deja de ser exigente e impostergable en


cuanto a su desentrañamiento y con vistas a la labor de los
juristas. Piénsese que si nunca antes como hoy se han esgrimido
los derechos humanos, como paradigma de la civilización, hoy
como nunca antes éstos han sido objeto de constante y reiterado
desconocimiento e irrespeto. De modo que, parecería que no le
basta al hombre <> dignidad si carece de conciencia renovada
acerca de la misma y sobre su real significado.

El reencuentro con una cultura universal de los derechos


humanos y la aceptación de que la vida humana se realiza en el
hombre mismo -en "sí" y en su "otredad - no parecería ser
posible sin que el propio hombre se reencuentre con la "verdad",
con "su" verdad: la dignidad inmanente de la que ha sido dotado
desde el mismo momento de su ser.

La Encíclica Redemptor Homines es más que ilustrativa en cuanto


a lo anterior: "No se equivoca el hombre al afirmar su
superioridad sobre el universo material y al considerarse no ya
como partícula de la naturaleza humana o como el cemento
mismo de la ciudad humana". Tanto es así que Juan Pablo II
pudo decir a los jóvenes reunidos en el Stadium de Caracas y
durante su visita pastoral a Venezuela que "la respuesta [al ]
interrogante [¿qué sentido tiene la vida?] está ... en [v]uestro
mismo Ser, creado a imagen y semejanza de Dios".

Siendo así, entonces, el descubrimiento del Ser es la condición a


partir de la cual éste puede ser capaz de reconocer los límites
admisibles a su esencia humana y al desarrollo de su
personalidad; en modo tal de que el Ser sea y no deje de ser lo
que es: Ser digno ó Ser "en" dignidad. Dentro de estas
perspectivas, lógicamente, puede advertirse cómo la dignidad
humana pasa a ser no sólo <> sino <> en relación con el
hombre y con el sentido de su existencia humana. Quizá sería la
dignidad, en esta hipótesis, un valor o, mejor aún, no sería ella
susceptible de ser valorada, puesto que, al expresar o identificar
al mismo <> y en su esencia o en su naturaleza, ella es -la
dignidad humana- una suerte de ente ideal exigente (¿Valor
superior o absoluto?) a partir del cual y con fundamento al cual
se ordenan la existencia y la convivencia humanas y los derechos
cuyo ejercicio puede o no hacer valiosas tal existencia o tal
convivencia.

Cobra sentido, pues, cuanto sostiene Antonio Enrique Pérez


Luño: "La dignidad humana supone el valor básico
fundamentador de los derechos humanos que tienden a explicitar
y satisfacer las necesidades de la persona en la esfera moral". O,
dicho de mejor manera por Angel Sánchez de la Torre en escrito
de Germán Bidart Campos: "Los derechos humanos parten de un
nivel por debajo del cual carecen de sentido: la condición de
persona jurídica, o sea, desde el reconocimiento de que en el ser
humano hay una dignidad que debe ser respetada [luego de
reconocida] en todo caso, cualesquiera que sea el ordenamiento
jurídico, político, económico y social, y cualesquiera que sean los
valores prevalecientes en la colectividad histórica.

Dejando a un lado, por ahora, la precisión de la dignidad ora


como valor intangible y pleno [que vale por sí mismo y no por
comparación], ora como valor básico (H.Nogueira Alcalá) de
referencia, ora como principio (J.González Pérez) de función
variable, o como regla de conducta, nos resulta inexcusable
mencionar, a propósito de la circunstancia que da origen a la
presente comunicación, que la dignidad humana aparece citada
de una manera vertebral en el artículo 1° de la Declaración
Universal de la UNESCO sobre el Genoma Humano y los
Derechos Humanos (1997). Pero, al referirse ésta al genoma
como "la base de la unidad fundamental de todos los miembros
de la familia humana" y al declararlo luego como "patrimonio
común de la Humanidad" para concluir prohibiendo la clonación
con fines de reproducción de seres humanos (Artículo 11
ejusdem), observa que el mismo -el genoma humano- es la base
del reconocimiento de su dignidad intrínseca".

Esta prescripción, por su carácter reciente y por tocar al tema


que más angustia a las generaciones actuales de cara al
porvenir: el extraordinario desarrollo de las investigaciones
científicas y tecnológicas en la biología, en la genética humana o
en la medicina y sus aplicaciones, nos lleva a una reflexión de
fondo; que, en cierta forma, sirve de hilo conductor a nuestras
precedentes explicaciones. Si se entiende que la dignidad
humana fragua en el genoma humano, vale decir, en el mapa
genético de la vida -aun admitiéndose que nadie puede ser
reducido "a sus características genéticas" sin contrariar su
dignidad y menos sino se respeta el carácter <> y <> de cada
ser humano-, casi se predica que la dignidad como elemento
moral es extrínseca al Ser ontológico. Además, admitido que el
"mapa genético" es uno y único para cada individuo -de ser
cierta esta primera aproximación al texto de la Declaración de la
UNESCO-, podría sostenerse como absurdo que somos iguales en
cuanto a "tener" un mapa genético pero desiguales en dignidad;
siendo que, a tenor del mencionado instrumento internacional, la
dignidad se fundamenta en el genoma y cada humano tiene
genoma pero uno no igual al de otro.

Al margen del absurdo dialéctico citado, si predica de cierto el


texto del señalado instrumento internacional (quizá como
algunos otros relacionados con los derechos humanos) la idea de
la dignidad moral como asidero de sus mandatos específicos,
pero no así de la dignidad interior de cada persona humana. La
dignidad interior, de suyo sería absoluta ["no se conquista ni se
pierde, es una dignidad ontológica como axiológica"=
axioontológica], en tanto que la moral admitiría estar sujeta a la
variabilidad histórica y a la capacidad o a las posibilidades con
las que cuente el hombre en su proceso de personalización o de
perfectibilidad.

En conclusión de lo dicho, si la dignidad puede ser o no un


concepto de contenido variable; por lo mismo, si, según sea el
plano en que se le sitúe o el contexto normativo dentro del que
se encuentre inserta, es o no valor absoluto o principio
estimativo [variable] o principio [estructurador o institucional
derivable en regla] o regla específica de conducta [estimable en
su aplicación], cabría concluir que los derechos anudados a la
dignidad interior no admiten limitación alguna; en tanto que,
aquellos relacionados con la personalización podrían quedar
reducidos o moderados a tenor de la circunstancias temporales
predominantes o por requerimientos del Bien Común. "Dios creó
al hombre -lo dice la Gaudium et Spes- no para vivir
aisladamente, sino para formar sociedad". Cuando el hombre
pasa de la soledad unitaria a la convivencia -su libertad queda
limitada por la libertad de los otros- la dignidad cobra significado,
pues sin perder su nucleo originario (ontológico), trasciende al
orden intersubjetivo.

Queda, sin embargo, la interrogante obligada. Admitida la


posible variabilidad del concepto de dignidad humana en su
proyección externa y, asimismo, admitido que la tarea de un
jurista no es la de un operador cibernético, pues aquel, a
diferencia de éste, tiene el deber de estimar e interpretar la
norma y no sólo de ensamblarla dentro de un supuesto fáctico o
matemático dado: ¿cabe fijar un nucleo impermeable mínimo
para la dignidad y, de él existir, cual es o cuanto tiene de
contenido dicho nucleo? ¿En su proyección exterior, cabe la
historicidad del concepto de la dignidad humana o tal
historicidad, quiérase o no queda atada a un presupuesto óntico
y permanente que es esencia inmutable del hombre? Y, de ser
esto así ¿cuál es tal presupuesto y cuál la medida de su alcance?

29-10-2000

En: http://www.sideme.org/doctrina/articulos/art0011-ve.htm

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