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El amor en la Edad Media I: Un mundo sin romanticismo

El amor en la Edad media:

Parte I.- Un mundo sin romanticismo


Parte II.- El renacer del amor romántico (próximamente)

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Introducción

Esta entrada sobre el concepto del amor en la Edad Media tiene que estar obligatoriamente
dividida en dos partes, ya que podemos decir que a partir del siglo XII el occidente europeo se
verá sometido a una serie de profundas transformaciones (económicas, sociales, políticas,
ideológicas) que eclosionarán en el llamado Humanismo y el Renacimiento, y donde hasta un tema
en apariecia tan "universal" como el concepto del amor también se verá sacudido por importantes
cambios.

Master E.S. Kissing Couple. 1450/1466.


Staatliche Kunstsammlungen Dresden

Por lo que de manera algo general podemos hacer una distinción entre la Antigüedad Tardía o
Alta Edad Media (s. V-X) y la Baja Edad Media (s.XII-XIV), ya que durante la Alta Edad Media la
mayor parte de las instituciones, como el matrimonio, estuvieron inspiradas en el derecho
germánico, teniendo una concepción más civil que sacramental. Ya hablamos en este post sobre la
visión de la sexualidad en la Alta Edad Media y como la Iglesia fue paulatinamente imponiendo sus
dogmas morales en la Europa occidental
Así pues, a partir del siglo XII, el peso ideológico de la Iglesia Católica ya estará instalado en todos
los ámbitos de la sociedad, por lo que el concepto del amor o del matrimonio, con la introducción
del rito romano, adquirirán un carácter mucho más sagrado.

Por lo que a lo largo de estos posts vamos a adentrarnos en el estudio de un tema en aparencia
tan sencillo pero en realidad tan complejo como el concepto del amor. Primero porque nos toca
recorrer el apasionante mundo de la historia de las mentalidades, es decir, ¿qué pensaban? o
¿qué sentían nuestros antepasados? ¿Qué era para ellos el amor? o ¿qué significaba para ellos el
matrimonio?

Y es que como venimos repitiendo a lo largo de este blog, el primer reto que debemos superar es
evitar caer en analogías o comparaciones que sólo nos pueden llevar a error, ya que solemos
trasladar nuestros sistemas de creencias o valores al pasado y dar por sentado que nuestras más
arraigados creencias siempre han estado ahí.

Por lo que parece necesario aclarar que nuestro concepto de "amor" es un arquetipo
contemporáneo muy diferente al que se podía tener en la Edad Media.  

Matrimonio de Enrique I el Barbudo con Hedwig de Andechs

El problema de las fuentes escritas

A esto hay que añadir la dificultad de saber realmente qué concepto tenía sobre el amor en la
sociedad feudal, ya que los pocos textos que se aproximan al concepto del amor están
protagonizados por la minoría más poderosa de la sociedad: nobles, príncipes y reyes. Por lo que
sus motivaciones e intereses estaban muy alejados (¿o no?) del resto de clases populares.

De esta forma los testimonios directos que nos permiten acercarnos al concepto del amor están
escritos por y para esa minoría de la población. Además suelen ser textos con una clara intención
política, por lo que suelen cantar las miserias o las virtudes de tal o cual familia, por lo que la
posible idea de amor que nos trasladan no tiene término medio: o elogian la honestidad, la virtud
o la fidelidad de tal o cual familia; o nos muestran su peor cara con casos de infidelidad,
depravación o crueldad.

Así pues, apenas nada sabemos sobre el concepto del amor que podían albergar la otra inmensa
parte de la sociedad: el campesinado y las incipientes clases urbanas.

En esta dirección, creemos que es necesario reseñar la condición social de ese campesinado, ya
que en muchas regiones de Europa, donde los mecanismo feudales estaban más arraigados, eran
considerados siervos de un señor y adscritos a un pedazo de tierra, por lo que gran parte de sus
libertades estaban bastante coaccionadas por los poderes feudales.

Campesinos de celebración.

De esta forma, una vez planteados todos estos problemas la mejor forma de enfrertarnos a ellos
sea analizar a sus principales protagonistas: al hombre y a la mujer medieval, y la plasmación más
clara y evidente ante nuestros ojos de ese supuesto "amor": el marco conyugal.

La mujer, como ser imperfecto.


San Justo de Segovia.
"El pecado original"

Los primeros padres de la Iglesia nos transmitieron una imagen de la mujer muy negativa. La
mujer era un ser débil, de naturaleza caprichosa, incluso perversa, fuente de todos los pecados.
Por lo que era obligación del hombre someter a la mujer y era obligación de la mujer servir al
hombre y cumplir con su voluntad.

Así pues, la mujer como ser imperfecto que es no puede alcanzar el verdadero sentimiento
elevado del "amor", ya que éste como expresión máxima de amistad sólo puede darse entre
iguales, es decir, entre hombres, los únicos capaces de comprender este elevado concepto.

Aunque poco a poco, y gracias al éxito que alcanzaron los cultos marianos, la idea de mujer se fue
dulcificando, equiparando los dones de la mujer ideal con los de la Virgen María, a saber: la virtud
y la maternidad. Y estableciendo paralelismo de la imagen de la mujer con la de Maria Magdalena,
una mujer mucho más terrenal, que aunque pecadora es capaz de redimirse de sus pecados.

Por lo que no es casual que esos grandes cambios mentales que se produjeron a partir del siglo
XII, entre los que podemos incluir la concepción del matrimonio o de la idea amor, coincidan en el
tiempo con la extensión de estos cultos marianos por todo el occidente europeo.

El concepto de matrimonio durante la Alta Edad Media

El  matrimonio es la base donde se fundamente el orden social, basado en el concepto latino de
la 'charitas coniugalis' más cercana a la acepción de ternura, amistad o gracia conyugal que a la de
amor. Otra expresión utilizada es 'dilectio', que vendría a significar algo así como amor de
preferencia y de respeto. Jonás de Orleams, en el siglo IX, utiliza la palabra "caritas" para referirse
al amor conyugal,  y dentro del matrimonio sólo podía darse una 'honesta copulatio', es decir, el
sexo dentro del matrimonio sólo estaba permitido con fines reproductivo.

Todo esto nos indica que no existía el matrimonio por amor. Todos los matrimonios eran
concertados. El matrimonio era un asunto de hombres, que se trataba entre iguales y dónde la
opinión de la mujer no contaba para nada. Normalmente eran los representantes masculinos de
ambos cónyuges quienes concertaban el matrimonio, guiándose casi siempre por cuestiones
económicos o hacendísticas.

Hay que recordar que uno de los grandes avances logrados por la Iglesia  fue extender la idea
del consentimiento mutuo en el matrimonio, aunque debieron ser escasísimos los casos donde
una mujer se negase a obedecer la decisión adoptada por su pater familias.
Spiegel des menschlichen Lebens, 1475-76

A esto hay que sumar que la edad de matrimonio de una mujer solía ser muy baja, siendo casi
niñas o adolescentes cuando se cerraban estos acuerdos prematrimoniales, por lo que su opinión
aún tendría menos valor que si fuese una mujer adulta.

Es decir, tanto los sponsalia, ceremonia por la cual se concluía el pacto entre las dos familias,
como las nupcias, se contraían a edades muy tempranas para la mujer. Era socialmente aceptado
que a partir de los 12 años una mujer pudiese ser entregada a otro hombre. Por lo que la mujer
pasaba directamente de su entorno familiar exclusivamente femenino, reservado celosamente, a
la cama de su futuro esposo.

Por todo ello, y como muchas fuentes nos han relatado, a lo largo de la historia, estos primeros
encuentros podían acabar siendo bastante traumáticos para la mujer, por lo que para ellas el sexo
no tenía nada de pasional, ni de romántico, ni de amoroso... por lo que se puede decir que ese
primer paso hacia el amor conyugal no era nada satisfactorio.

Por lo que no nos deben extrañar los numerosos relatos de hombres que una vez cumplido con sus
deberes conyugales, es decir, quedar embarazada a su mujer, preferían acudir a las artes
amatorias de cortesanas y prostitutas.

A todo ello, hay que sumar el mensaje de la Iglesia, a veces único consuelo de estas desdichadas
mujeres, a las que recomendaba siempre el sometimiento a los deseos del marido. Y es que según
las leyes maritales impulsadas por la propia iglesia y bajo un régimen de derecho feudal, el
matrimonio concede al esposo el derecho de disfrute sobre el cuerpo de su mujer, es decir se
convierte en su propietario.

  Para la mentalidad eclesiástica de la época, mientras el cuerpo de la mujer debe ser entregado
a su marido, su alma, es decir su "pasión amorosa", debe ser entregada a Dios.

La situación anversa se traslada al hombre, el hombre enamorado de su esposa, es un hombre


débil y motivo de burla, un hombre debe ser pasional y entregarse a la libertad lúdica.

Un ejemplo nos lo ofrece un capitel esculpido en la Iglesia de Civaux (Poitou), donde vemos la
representación de dos cónyuges juntos, pero a pesar de estar uno en frente de otro, no se miran,
ella mira al cielo, hacia Dios, y él hacia el suelo, hacia el amor terrenal.

Capitel de la Iglesia de Civauz, Poitou.

Cambios fundamentales

Aunque finalmente veremos como, a lo largo de todo el medievo, las distintas disposiciones
emanadas desde las autoridades eclesiásticas y civiles para el control de la sexualidad y el
matrimonio, producirán una transición entre los modelos de sistemas de parentescos
horizontales a sistema verticales, imponiéndose finalmente el sistema de primogenitura y la
familia nuclear.

Donde la normativa eclesiástica, con el apoyo de los poderes seculares, irá cobrando cada vez más
protagonismo en dos frentes fundamentales:

- Cuestiones relativas a la moral sexual, endureciendo sus normas morales, reduciendo


drásticamente las formas de sexualidad toleradas, y prohibiendo prácticas hasta entonces
toleradas, como el incesto o el concubinato.

- La importancia en la configuración del matrimonio monógamo: prohibiendo como hemos dicho


el concubinato y estableciendo la indisolubilidad del matrimonio, así como, el reconocimiento de
la prioridad de los derechos de la descendencia legítima, todo ello como herramientas para la
revalorización de la vida conyugal monógama.

El concepto del amor

Y por fin llegamos a intentar definir el concepto de amor. Se puede decir que en la Europa cristiana
medieval se han venido arrastrando dos concepciones distintas, aunque no necesariamente
contrarias, de lo que es el amor: por un lado, el "Eros", el amor físico; por otro, el "Agapé", el
amor espiritual.

Con todo lo visto hasta ahora parece claro que la visión que predominó, o más bien, la visión que
se trató de imponer desde los círculos intelectuales y religiosos fue esa segunda concepción del
amor, el amor hacia Dios. Por lo que no nos puede sorprender descubrir que en casi ningún texto
medieval se utiliza la palabra 'amor' en sentido positivo.

El amor es un sentimiento irracional, que arratra a los hombres y mujeres hacia la pasión, la
destrucción y el pecado. Por lo que el matrimonio ideal debe tener 'affectio dilectio', pero sin
amor.

Imagen cortesía de la British Library

Y es cómo bien señalan algunos investigadores como P. Ariès o J.L. Flandrin el matrimonio era una
institución tan fundamental para el mantenimiento de la sociedad y el orden establecido que no
debía caer en el peligroso juego del amor, la pasión, o el placer, ya que estos sentimientos podían
hacer tambalear esta sagrada institución, y por ende, a todo la sociedad.

Pero no nos engañemos, ya que puede parecer por todo lo que hemos contado hasta ahora que
en la Edad Media la gente no se enamoraba perdidamente, o que no se cometían locuras de amor,
sería una necedad negar la existencia de un sentimiento tan poderoso e irracional como el amor
apasionado...

Ya contamos en este post, "El rapto de mujeres: de la Antigüedad a la Edad Media", como una de
las maneras más prácticas para que una pareja de enamorados contrajesen nupcias en contra de
la opinión familiar era el secuestro de la novia por parte de su enamorado, ya que una vez puesta
en duda la honra de la mujer, la mejor salida era casarla con su captor.
Incluso contamos con algunos estudios, como el de la historiadora Otis-Court, donde se defiende
la existencia durante todo el medievo de una concepción del matrimonio, basado en el amor y la
atracción mutua, muy similar a nuestros conceptos contemporáneos.

Parte II: El descubrimiento del amor romántico...

A partir del siglo XII se dará un cambio en la concepción del amor de pareja que se venía
arrastrando durante toda la Edad Media, cuyo máximo reflejo es el amor cortés cantado por
juglares y trovadores; quiénes a través de historias de pasión amorosa, como la de Tristán e Isolda,
nos transmitirán las inquietudes y los cambios en la mentalidad de una época.

Un cambio, al menos en apariencia, en la forma de concebir las relaciones de parejas, mucho más
cercano a nuestro concepto moderno de ideal de amor, donde la mujer adopta un rol más
activo en la relación amorosa, y donde se producirá un refinamiento en estas relaciones,
apareciendo un nuevo y noble sentimiento de respeto y afecto mutúo, llamado ahora sí... AMOR.

Un llama de esperanza... Abelardo y Eloisa:

Seguramente, la historia que mejor refleje este cambio de actitudes sea la trágica historia de
amor de Aberlardo y Eloisa, una historia situada en ese siglo XII, y que es el mejor ejemplo de los
dos conceptos aquí mostrados: el matrimonio como una mero asunto económico frente al
matrimonio por amor (y sus terribles consecuencias).

Abelardo y Eloisa

Por un lado tenemos el amor pasional, romántico y verdadero de nuestros protagonistas. Abelardo


un famoso teólogo e intelectual de la época que se enamoró perdidamente de su pupila Eloisa,
sobrina de un importante clérigo. Su apasionado amor les llevó a fugarse y a contraer matrimonio
en secreto, de donde nacería su único hijo.

Por otro, se encuentra el poderoso tío de Eloisa, quien pretendía casar a su sobrina con un
personaje importante. Por lo que acusa a Abelardo de haber seducido con malas artes a su jóven
sobrina y como venganza, contrata a un grupo de matones que asaltan la casa de Abelardo y le
castran a sangre fría.

La pareja después de este traumático suceso se siguió prometiendo amor eterno, pero Abelardo
sumido en una gran depresión, decidió meterse a monje. Y es aquí donde da comienzo la inmortal
historia de amor de Abelardo y Elosia, ya que aunque ella también ingresó como novicia en un
convento, la llamo de su amor duró hasta el fin de sus días, escribiéndose apasionadas cartas de
amor durante más de 25 años.

Una bella, pero trágica historia de amor que nos anticipa "la revolución del amor" que se
producirá en las siguientes centurias, pero todo esto lo veremos en nuestra segunda parte de 'El
amor en la Edad Media': El renacimiento del amor romántico', una viaje que iniciaremos en las
tierras occitanas para escuchar cantar a los más famosos trovadores, y donde pronto se nos unirán
dos grandes genios de la literatura universal: Dante y Petrarca. ¡Os esperamos!

Bibliografía

DUBY, G.:, El amor en la Edad Media y otros ensayos, Madrid: Alianza Editorial, 1990.

DUBY, G.; El caballero, la mujer y el cura: El matrimonio en la Francia feudal

LEIVA BRIONES, L. del P.; El nacimiento del amor en la Edad MediaTristán e Isolda, reflejo de las
inquietudes respecto a la temática amorosa en el siglo XII, Historias del Orbis Terrarum, Nº. 3,
2009, págs. 70-90

MA CÁTEDRA, P., Amor y pedagogía en la Edad Media: estudios de doctrina amorosa y práctica
literaria, Salamanca: Universidad de Salamanca, Servicio de Publicaciones, 1989.

PORTER, P., El amor cortés en los manuscritos medievales, Madrid: S.I. Turner, 2006.

OTIS-COUR, L., Historia de la pareja en la Edad Media: placer y amor, Madrid: Siglo XXI de España,
2000.

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