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LA BONDAD DEL PLACER

PEDRO JOSÉ GÓMEZ SERRANO

Resumen
El artículo toma como punto de partida la polarización de posturas que se dan en nuestra sociedad y en la
Iglesia con respecto a la sexualidad y al valor del placer. En su primera parte, se describe sumariamente la
evolución histórica que condujo a la actitud de recelo respecto del placer sexual que ha caracterizado a la
Iglesia durante la mayor parte de su historia. En un segundo momento, recuerda cómo la primera Encíclica
de Benedicto XVI, Deus caritas est, dibuja las claves de la reconciliación del catolicismo con la vivencia del
amor erótico. Por último, el trabajo ofrece unas sencillas consideraciones sobre la bondad del placer sexual
y sus límites.
«Mas todo placer quiere eternidad». FRIEDRICH NIETZSCHE.
Para la mayoría de nuestros conciudadanos, el he- dio para el comienzo de las relaciones sexuales en
cho de saber que una revista ha decidido dedicar un España se sitúa en los 1 años, aunque es significati-
artículo a reflexionar sobre la bondad del placer no vo el número de quienes se inician a partir de los
pasaría de ser una curiosidad tautológica. El predo- 133. Mientras la Iglesia moraliza la sexualidad hu-
minio cultural del hedonismo resulta tan evidente mana cargándola con un manto de recelo y culpabi-
que constituye una obviedad señalar que el placer lidad, parte de la sociedad banaliza todo acto se-
es bueno. Sin embargo, para quienes se encuentran xual, convirtiéndolo en un objeto más de consumo,
moldeados por la religiosidad cristiana tradicional, con frecuencia despersonalizado. Este mismo mes
el título del presente artículo no dejará de parecer de agosto una joven publicaba en Facebook: «Cam-
sospechoso, cuando no erróneo. Y quizá sea esta bio mi virginidad por una entrada del concierto de
polarización la que hace pertinente un análisis algo Justin Bieber».
más detenido de la naturaleza y los efectos del pla- Parece un momento oportuno para buscar algo de
cer en un número que pretende abordar la vivencia sentido común en este contexto surrealista. No me
de la sexualidad en la sociedad actual desde una siento especialmente apto para formular una visión
perspectiva creyente. cristiana del placer, pero me alegra tener la oportu-
En mi opinión, con respecto a todo lo que rodea a la nidad de afrontar esta problemática en clave positi-
sexualidad vivimos una situación disparatada. En va, dado que, por lo que se refiere a la vivencia de
nuestro país, los menores no están capacitados para la sexualidad en el ámbito creyente, es todavía ne-
comprar legalmente un paquete de tabaco o una cer- cesario «desfacer numerosos entuertos» que han ge-
veza, pero sí pueden abortar gratuitamente. El Papa nerado muchísimo dolor a las generaciones cristia-
sorprende como renovador por decir que podría ser nas adultas y que son causa destacada del aleja-
éticamente legítimo utilizar preservativo en el mar- miento juvenil de la Iglesia.
co de la prostitución, al tiempo que la edad prome-

1. Breve crónica de un terrible malentendido


Durante muchos siglos, la Iglesia presentó el amor a había estado guiada por una frase que había escu-
partir de unas claves sacrificiales, moralistas o ascé- chado, cuando era un joven estudiante, a un anciano
ticas que lo alejaban, lamentablemente, del disfrute y famoso profesor británico –Sir William Beberidge
y de la alegría. En un artículo de Sal Terraél recor- (el «padre» de la «Seguridad Social»)– durante una
daba, hace arios, cómo José Luis Sampedro comen- visita en la que le había acompañado por Madrid en
tó en la clase magistral con la que se despedía de la el año 1945: «Life is serving, not enjoying». Esto
docencia al jubilarse, que toda su labor universitaria es, la vida consiste en servir, no en disfrutar. Esta
concepción de las cosas, que a mí me pareció, en un banquetes, disfrutando a fondo de los placeres habi-
primer momento, profundamente evangélica, no es tuales de la vida. En el campo específico de la se-
correcta. De hecho, contraponer el amor al placer xualidad, dos datos parecen claros.
ha sido una verdadera tragedia, de la que el cristia- En primer lugar, Jesús no fue una persona «obse-
nismo no se ha recuperado aún. xionada», como sí lo ha sido la Iglesia y lo es hasta
En realidad, pocas cosas pueden resultar más satis- el presente. Es decir, Jesús no dio una importancia
factorias para el ser humano que poder amar y sa- crucial a la sexualidad –a la que apenas se refirió–,
berse arriado. Pocas experiencias humanas pueden sino al anuncio y anticipo del Reino de Dios, que
llegar a ser más placenteras y liberadoras que el constituyó el centro de su vida. En segundo lugar, él
amor vivido intensamente. Aunque el reconoci- no parece haber desarrollado una vida de pareja,
miento de su carácter gratificante no impide consta- pero no por rechazo a las mujeres –por las que sen-
tar que el verdadero amor puede conllevar también tía un gran aprecio– o al placer –que nunca conde-
dedicación, esfuerzo y, en ocasiones, mucho sufri- nó–, sino por el carácter absorbente y exclusivo
miento. Lo cual tiene validez para todas las formas que, en su caso, parece haber tenido el servicio al
del amor: la amistad, el compañerismo, la paterni- Reino. En este sentido parece entender la exégesis
dad y el erotismo. Todas ellas pueden ser fuente de actual el oscuro pasaje referido a «los que se hacen
una profunda satisfacción, pero tienen «un precio eunucos por el reino de los cielos» (Mt 19,12).
caro» que muchos no están dispuestos a pagar.
Simplificando abusivamente un fenómeno históri-
Pero donde el malentendido ha alcanzado mayores camente muy complejo, puede decirse que durante
proporciones ha sido en el ámbito de la sexualidad. los primeros siglos de la vida de la Iglesia se produ-
En este terreno, el cristianismo se alejó de sus raíces jo una asimilación de distintas corrientes culturales
judías. Porque para la concepción hebrea de la vida que tergiversaron radicalmente el sentido positivo
la corporalidad, en general, y la sexualidad, en par- de la sexualidad y del placer que genera. En la anti-
ticular, son realidades profundamente positivas a güedad, y ya antes del surgimiento del cristianismo,
través de las cuales se manifiesta la bondad de la existían corrientes de pensamiento reticentes ante al
creación y el don sagrado de la vida. El Antiguo erotismo. Así, por motivos de salud, personalidades
Testamento está lleno de acontecimientos sexuales como Pitágoras, Platón, Jenofonte o Hipócrates re-
«subidos de tono» que forman parte natural de la re- comendaban la continencia sexual, dado que el ex-
velación sin necesidad de censuras y mojigatería. El ceso de actividad podía ocasionar el agotamiento de
Cantar de los Cantares representa una cima a la vez la energía del varón. Pero sería en los cinco prime-
poética y teológica de la literatura, en la que se afir- ros siglos de nuestra era cuando diversas filosofías
ma la excelencia del amor erótico hasta el punto de emergentes tiñeron negativamente la visión cristia-
poder reflejar de modo sublime –y sin negar en na de la sexualidad. Los estoicos mostraron un fuer-
nada su carácter sensual–la alianza entre Yahvé y te recelo ante el placer. Preferían el matrimonio a la
su Pueblo. Algo que, por otra parte, también se re- sexualidad no regulada, pero consideraron la virgi-
fleja en la tradición profética, como ocurre, por nidad y la continencia como estados superiores al
ejemplo, en Oseas o en Jeremías. Si Israel hubiera matrimonio. Para ellos, el abandonarse a las pasio-
tenido una visión negativa de la sexualidad, nunca nes era vergonzoso para un ser humano, y el domi-
habría utilizado este lenguaje para referirse simbóli- nio de las mismas un signo de madurez. La gnosis
camente a la relación con Dios. vino a sumarse a esta visión pesimista del placer se-
xual al considerar negativo todo el mundo material
Por lo que se refiere a Jesús, cabe recordar que no
y corporal. Los gnósticos consideraban el cuerpo
fue un asceta y que, de hecho, fue acusado por los
«un cadáver dotado de sentidos, la tumba que uno
discípulos de Juan de no practicar el ayuno (Mc
lleva consigo a todas partes». A partir del siglo III
2,822), y por los fariseos de ser un «comedor y be-
d.C., una corriente dentro de la gnosis –el mani-
bedor» (Lc 7,31 35). Por lo que nos cuentan los
queísmo– radicalizó aún más, si cabe, el enfrenta-
evangelios, participaba habitualmente en fiestas y
miento dualista entre materia y espíritu, exigiendo a
sus miembros «elegidos» una vida de ascesis total. gerar el daño que la visión agustiniana de la sexua-
El neoplatonismo, una escuela filosófica que tuvo lidad ha hecho a los creyentes. Para él, placer sexual
gran ascendiente en muchos Padres de la Iglesia, y pecado, iban indisolublemente unidos. Citemos
también asumió el ideal de la continencia, hasta el sus propias palabras en un polémico texto contra los
punto de que de su principal exponente –Plotino († maniqueos: «Si se descartan los hijos, los esposos
270)– se llegó a decir que «parecía que se avergon- no son más que vergonzosos amantes, las esposas
zaba de tener un cuerpo». son prostitutas, los lechos conyugales son burdeles,
y los suegros son los chulos».
Pero sería San Agustín quien –traumatizado por su
propia experiencia en el terreno sexual– terminaría Durante un milenio y medio, el disfrute erótico es-
de consolidar el viraje dramático en contra del amor tuvo condenado. Solo a partir del Vaticano lila Igle-
erótico en el cristianismo, al considerar la sexuali- sia Católica ha ido asumiendo, poco a poco, la posi-
dad como un mal necesario para llevar a cabo la re- tividad de la sexualidad humana y el hecho de que,
producción, y el placer sexual como claramente pe- junto a su función reproductiva, tiene otra igual-
caminoso, solo moralmente justificable cuando el mente importante orientada a la expresión y fortale-
acto estaba orientado a la procreación. Llegó a vin- cimiento del afecto en la pareja. Y aunque no me
cular el pecado original con el placer generado en el voy a detener en el asunto, convendría tener en
acto de engendrar. Con ello, la dimensión sexual de cuenta que la estructura biológica de la sexualidad
la persona pasó a ocupar, insólitamente, el centro de humana está configurada para garantizar la su-
la pugna vital entre su condenación o salvación pervivencia de la especie en un contexto que se ha
eternas. El desprecio por la corporalidad, la superio- modificado radicalmente en los últimos cien años
ridad del celibato sobre la vida matrimonial y la es- (esperanza de vida, superpoblación, eliminación de
tigmatización de la mujer estaban inevitablemente enfermedades, etc.). Este cambio radical de contex-
inscritos en esta visión de las cosas, introduciendo to tendría que ser tenido en cuenta a la hora de ela-
un verdadero veneno en la vivencia cristiana de la borar una ética y espiritualidad de la sexualidad
sexualidad para el que no hemos sido capaces de acorde con la realidad actual. Con todo, incluso hoy
encontrar aún un adecuado antídoto. Sin negar el en día, la postura oficial del magisterio mantiene el
carácter absolutamente genial de San Agustín en peaje de que «todo acto esté abierto a la vida» para
numerosos campos de la reflexión teológica, hay legitimar moralmente las relaciones sexuales.
que afirmar con igual énfasis que no es posible exa-

2. La batalla campal entre eros y ágape


En un terreno más teológico, podemos señalar que, cidad de relacionarse amorosamente con los demás.
en definitiva, el cristianismo afirmó el ágape como Los celos, la envidia, la codicia o la violencia nacen
la modalidad cristiana del amor y, al hacerlo, con- de la experiencia de no sentirse radicalmente valio-
denó al eros como sospechoso de egoísmo y bús- so. La sabiduría popular lo expresa señalando que
queda de sí. Aquí concurren dos errores desafortu- «nadie da lo que no tiene». Por otra parte, la bondad
nados: creer que el amor a uno mismo se opone ne- o maldad de una acción no dependen del grado de
cesariamente al amor a los demás y pensar que sufrimiento que conlleva, sino de la vida, justicia y
aquello que se realiza sufriendo tiene mayor valor alegría que es capaz de generar. Por un principio
ético o religioso que lo que se hace disfrutando. Al elemental de salud mental, hay que preferir lo agra-
contrario, el evangélico «amar a los demás como a dable a lo dañino, aunque en ocasiones sea necesa-
uno mismo» (Mt 22,37), antes de ser un imperativo rio aceptar el dolor por un bien moral superior.
moral, es una constatación psicológica elemental. Nada refleja mejor esta actitud que las palabras de
Tratamos a los demás como nos tratamos a nosotros Jesús en el Huerto ele los Olivos: «Padre, si es posi-
mismos. Solo quien está a gusto consigo mismo, ble, aparta de mi este cáliz; pero que no se haga mi
acepta su realidad, se cuida y se valora, tiene capa- voluntad, sino la tuya» (Lc, 22,42).
Y, a pesar de que aún quede mucho por avanzar dica Benedicto XVI, somos seres simultáneamente
para sanear el imaginario colectivo cristiano, creo corporales y espirituales y nos realizamos plena-
que puede decirse honradamente que la reflexión mente cuando eras y ágape logran integrarse.
teológica de las últimas décadas ha tratado seria- Sabiendo, además, que ambos tiene sus tentaciones
mente de rehabilitar el placer y superar la concep- específicas: eras puede caer en la tentación del nar-
ción dolorista y «antiplacentera» de la fe. Lo que, cisismo o el egoísmo, y ágape puede caer en la del
felizmente, ha terminado por alcanzar al propio ma- espiritualismo y el ascetismo, que nada tienen que
gisterio. Así, aunque Benedicto XVI no dedicara ver con lo cristiano. Como saben los psicólogos, el
prioritariamente a la sexualidad su primera encíclica olvido o represión de nuestro carácter corporal, de
Deus caritas est, sí ofreció un planteamiento teórico la dinámica afectiva y sentimental o de las pulsio-
verdaderamente revolucionario y positivo para arti- nes sexuales se suele pagar con actitudes rigoristas,
cular adecuadamente sexualidad y amor. Recorde- insensibles o rígidas y la frustración última de quie-
mos sumariamente su argumentación. nes siguen esta senda vital. De ahí la necesidad de
Eros y ágape son dos términos griegos que pueden que ambas dinámicas se corrijan y complementen
traducirse por «amor», pero que no significan lo mutuamente. El amor erótico, fuertemente enraiza-
mismo. El primero, que tiene una vinculación ex- do en la naturaleza humana, debería abrirse a la di-
presa a la dimensión sexual y afectiva del ser huma- námica de la entrega al otro, sin renunciar a la in-
no, se orienta a la satisfacción de sus necesidades, tensidad del placer que proporciona. El amor de
mientras que el segundo representa el amor de en- ágape –cuyo objeto es más universal– ha de contar
trega u oblación a otros. De hecho, en el Nuevo con nuestras estructuras corporales, materiales, eco-
Testamento se utiliza siempre la palabra «ágape» nómicas, anímicas y psicológicas si no quiere gene-
para hablar del amor cristiano, pese a que ese tér- rar evasión y alienación o incluso la humillación de
mino era mucho menos habitual que otras denomi- sus destinatarios. Aunque sea en un plano distinto y
naciones del amor. Con todo, sin ser idénticos, tam- con otra cualidad, la solidaridad bien practicada –
poco deben considerarse necesariamente opuestos. cuando no suple y respeta al «otro»– es fuente de
Por una parte, el amor erótico tiene una gran capa- un verdadero y legítimo placer que estamos llama-
cidad para hacer salir de sí a cada amante y le alien- dos a cultivar y agradecer.
ta a preocuparse de la satisfacción y bienestar del Las consideraciones anteriores no suponen que sea
amado. No hay mayor placer que el de proporcionar fácil encarnar estos planteamientos, pero sí impli-
placer a aquellos a quienes queremos. Por otra par- can que están puestas las bases para un tratamiento
te, en el amor de ágape –entendido como entrega, del placer en el ámbito creyente que reconozca su
compromiso o solidaridad– se produce también una valor humanizante. Por ello creo que, a pesar de los
profunda satisfacción psicológica, aun cuando no enormes lastres que aún soporta la moral sexual ca-
sea buscada directamente. El libro de los Hechos de tólica, la encíclica de Benedicto XVI ha sido una
los Apóstoles señala con sencillez: «Hay mayor ale- verdadera bendición.
gría en dar que en recibir» (Hch 20,35). Como in-

3. El placer sexual y la humanización del placer


Un acercamiento honesto al fenómeno del placer res humanos no nos diferenciamos tanto del resto
nos muestra que este es, primeramente, un instru- de los animales. El placer es resultado de un proce-
mento de la naturaleza para garantizar la su- so bioquímico. Ciertos estímulos sensoriales (o psi-
pervivencia de la especie. Así, comer y beber pro- cológicos) hacen que nuestro organismo libere unas
porcionan un indiscutible placer al hambriento y al sustancias (endorfinas, noradrenalina, oxitócica, se-
sediento. Con la misma lógica, el deseo sexual es el rotonina...) que producen sensaciones que nuestro
medio que propicia el encuentro entre macho y cerebro convierte en muy agradables. Los placeres
hembra para generar nuevas vidas. En esto, los se- más intensos y automatizados suelen estar asocia-
dos a la satisfacción de las necesidades más ele- La alimentación puede ilustrar de un modo sencillo
mentales, aunque el proceso de humanización per- lo que intento poner de relieve. La nutrición es una
mite la aparición de placeres vinculados a la realiza- necesidad fundamental de todos los seres vivos; por
ción de funciones más altas. Así, un matemático consiguiente, experimentamos placer si comemos
puede experimentar un verdadero placer resolvien- cuando tenemos hambre. Pero ese placer puede au-
do un problema; un, melómano, asistiendo a la re- mentar en cantidad y, sobre todo, en calidad si co-
presentación de una pieza de ópera; y un creyente, memos con personas queridas. La «comensalidad»
participando en una celebración litúrgica. incluye pero va mucho más allá de la necesidad de
alimentarme, e introduce en los sentimientos de
amistad, familiaridad e incluso fraternidad, que es-
En general, la adecuación de los estímulos al senti- tán muy asociados en todas las culturas a la comida
do que lo recibe genera las diversas modalidades de compartida. Y si esa mesa común se realiza con
placer. Una melodía agradable proporciona placer a motivo de una fiesta (individual o colectiva; profa-
través del oído; un suave masaje, a través de la piel; na o religiosa), entonces alcanza el nivel del senti-
la contemplación de un paisaje o de un cuadro, a do: el más profundamente humano. En un cumplea-
través de la vista... El cuerpo reacciona positiva- ños, en una fiesta patronal o, más aún, en una Euca-
mente a estos impactos sensoriales del mismo modo ristía, la comida en común, especialmente prepara-
que lo hace negativamente a situaciones de priva- da, expresa y realiza la vocación a la comunión y el
ción o agresión que son vivenciadas a través del do- valor profundo de la vida, esto es, su sentido. De
lor. De este modo, «placer» y «dolor» funcionan, ahí el extraordinario placer de las comidas familia-
respectivamente, como imanes que atraen a la per- res cuando hay un acontecimiento positivo que con-
sona hacia lo que es positivo para su bienestar cor- grega y el gran dolor con que se vive la imposibili-
poral y la alejan de peligros y realidades que pue- dad de celebrar un banquete porque los lazos del ca-
den dañarla. No es casual que los psicólogos actua- riño se han roto y los miembros de la familia no se
les nos animen a escuchar el lenguaje de nuestro hablan.
cuerpo y atender sus necesidades para evitar un cú-
Indudablemente, no tienen el mismo valor placente-
mulo de enfermedades.
ro ni el mismo significado antropológico la comida
No obstante, el ser humano es complejo. Por ello es en solitario de lo que hay en la nevera, la comida rá-
necesario hacer dos precisiones adicionales. En pri- pida con los compañeros de trabajo, la comida tran-
mer lugar, conviene constatar que, en ocasiones, no quila y bien guisada en el hogar un fin de semana,
es cierto que lo más placentero sea lo mejor para la el banquete familiar extraordinario o la celebración
persona, y lo más doloroso lo peor para ella. Las te- comunitaria de la Cena del Señor. Todas esas co-
rribles experiencias de las adicciones –que generan midas alimentan, pero no del mismo modo; obvia-
un placer maligno– y de las dificilísimas deshabi- mente, el placer estrictamente culinario no es el
tuaciones –que reclaman un dolor positivo– consti- mismo, pero, sobre todo, no lo es el propiamente
tuyen un claro ejemplo de esta realidad. En segundo humano. En cierto sentido, tiendo a pensar que
término, me parece oportuno sugerir que la realiza- nuestra sociedad ha sofisticado el nivel de las sen-
ción del ser humano se produce en la medida en que saciones físicas (olores, sabores, colores, etc.) a
acontece un proceso que integra y profundiza las costa de empobrecer el nivel de los sentimientos
sensaciones (origen del placer corporal) hasta lle- (vinculado sobre todo con las relaciones personales)
varlas al terreno del sentido (o meta última). Cuan- y especialmente el del sentido último de lo que vivi-
do la experiencia logra armonizar sensaciones, sen- mos. Y el caso es que el placer nos pone en contac-
timientos y sentido, se produce el camino de la más to directo con la vida –nos revitaliza–, pero también
plena humanización. Vivir exclusivamente en el nos hace percibir su carácter efímero. Con respecto
ámbito del placer y el dolor corporales implica si- al sexo podemos hacer un planteamiento análogo.
tuarse en el terreno común de la condición biológi- Existe un nivel de la sexualidad en el que prima el
ca animal, positivo pero insuficiente. componente pulsional o instintivo y en el que la es-
timulación de ciertas zonas erógenas genera un gran frecuencia proporciona placer sexual es una perso-
nivel de excitación primero y de placer después. na, un sujeto, que nunca debería ser utilizado o ins-
Que este «mecanismo corporal» funcione correcta- trumentalizado para satisfacer las necesidades de
mente es positivo y signo de salud física. Es el pla- otro, por muy legítimas que fueran. Y hay que reco-
no de las sensaciones. En un segundo nivel, la se- nocer que, dada la complejidad afectiva del ser hu-
xualidad se convierte en el instrumento por excelen- mano, no resulta fácil discernir cuándo se da el res-
cia de la comunicación afectiva. El cariño, la ternu- peto mínimo y la libertad necesaria para que la bús-
ra, el enamoramiento, el deseo de fecundidad y la queda de placer sexual sea aceptable. Nuestra capa-
pasión encuentran un camino privilegiado de expre- cidad de autoengañarnos y de engañar a los demás
sión en la sexualidad. Por último, también en ella es elevada. Máxime, cuando nuestros deseos e inte-
puede atisbarse de modo eminente el misterio de reses están en juego. Y, como las experiencias clíni-
vida y amor que somos, nuestra necesidad de fideli- ca y psicológica señalan, la utilización o la manipu-
dad y comunión, la fragilidad y el deseo de eterni- lación sexual generan mucho daño y degradación
dad que –como señalaba Nietszche– late en todos en sus víctimas.
nosotros. Hemos de reconocer, agradecidos, la El extraordinario logro consistente en recuperar la
enorme fuerza que tiene la sexualidad para abrirnos valoración positiva del placer sexual ha ido pareja,
al otro como distinto y hacernos descubrir nuestra por desgracia, con un «abaratamiento del produc-
necesidad profunda de complementariedad y unión. to». Podemos constatar a nuestro alrededor cómo la
¡Cuántas veces la atracción sexual ayuda también a sexualidad se trivializa y se convierte en mero me-
buscar vías de reconciliación y a consolidar la rela- dio de disfrute, como ocurre, por otra parte, con
ción de la pareja...! otros aspectos de la vida en la sociedad de consu-
Pienso que, aunque la vivencia más plenamente hu- mo. También en este terreno se ha hiperdimensio-
mana de la sexualidad se da en el terreno de la co- nado el nivel de la búsqueda de sensaciones placen-
municación, el encuentro y el amor, otras formas de teras y se va debilitando la calidad y solidez de los
ejercerla –ampliamente extendidas en la actualidad– vínculos afectivos, por no hablar del carácter sagra-
deberían considerarse más bien como realizaciones do del amor. Como corresponde a nuestra cultura
pobres o insuficientes, más que intrínsecamente narcisista, se multiplican las publicaciones de «tec-
malas, a no ser que dañen por la falta de respeto o nología de la excitación», al tiempo que nos conver-
de libertad a sus protagonistas. Porque, a mi modo timos en «analfabetos emocionales» y «sordos a la
de ver, aquí se encuentra el quid de la cuestión mo- trascendencia» que habita también en el misterio
ral de la sexualidad: Mientras lo que proporciona del erotismo.
placer alimenticio es una cosa, un objeto, quien con

4. Y vio Dios que era bueno


Para terminar esta sencilla reflexión podría formu- bién ciertos modos de buscar el placer sexual pue-
lar algunas conclusiones: den llegar a ser patológicos y dañar seriamente a
sus actores.
Como creyentes, debemos comenzar por rehabilitar
el placer y considerarlo un bien de la creación y un Siendo bueno, el placer no es el valor máximo de la
ingrediente imprescindible para alcanzar una vida vida según el Evangelio. Por eso no podemos com-
sana, lograda y feliz. El cristiano puede y debe dis- partir el eslogan de un conocido anuncio televisivo:
frutar de los distintos placeres de la vida sin miedo «la vida es una sucesión de pequeños momentos de
ni censuras; con libertad y gratitud. placer». Esto es lo que parece creer nuestra socie-
dad cuando sitúa el horizonte vital en disfrutar al
Al mismo tiempo, se constata que no todo placer es
máximo.
bueno. Al igual que algunos alimentos sabrosos
pueden perjudicar seriamente la salud –pensemos Para los cristianos el placer es importante, pero el
en el exceso de grasas, sal, azúcar o alcohol–, tam- amor es definitivo. Por ello, tiene que configurar
todo tipo de relaciones –también las sexuales– y, cho más acierto: «Ama y haz lo que quieras».
además, en su versión evangélica –de justicia para Y para desdramatizar un poco un asunto que se ha
los pobres, de generación de fraternidad universal y tratado en la Iglesia de un modo demasiado solem-
de apertura al misterio de Dios– tiene prioridad en ne, quiero recordar unas palabras que escuché hace
caso de conflicto. treinta años a mi simpático profesor de derecho ca-
Por todo lo señalado, y tras haber criticado la postu- nónico. Cuando alguna persona de más de 40 años
ra negativa de San Agustín con respecto al placer venía a confesarse por haber caído en la tentación
sexual, me parece oportuno recuperar otra de sus de la lujuria, solía decirle: ¡Lo suyo no es pecado, lo
conocidas sentencias para discernir evangélicamen- suyo es un verdadero milagro!
te nuestro comportamiento en este terreno con mu-

SEXUALIDAD Y CELIBATO: UNA PERSPECTIVA ANTROPOLÓGICA


RUFINO MEANA, SJ.

Resumen
Se aborda el tema de la vivencia de la sexualidad en personas célibes. El artículo tiene tres partes. La pri-
mera consiste en una exposición sumaria de algunas afirmaciones generales que enmarcan el punto de par-
tida del autor. En la segunda parte se habla de algunos conflictos vividos por célibes en relación con su se-
xualidad, con una especial mención a Internet. En la tercera parte se exponen algunos aspectos psicosocia-
les que, siendo cuidados, podrían ayudar a que las personas célibes vivan su opción felizmente. Se hace es-
pecial hincapié en la necesidad de promover relaciones de intimidad en tres niveles: con Dios, interpersonal
e institucional.

Todavía hoy, ver juntas las palabras «sexualidad» y ciones de célibes provienen de un contexto cultural
«celibato» produce en algunas personas una cierta que maneja con más naturalidad estos aspectos, y
sensación de inconsistencia. Durante arios, muchos es importante que puedan irse encontrando los es-
célibes han encontrado en el silencio un modo de pacios para dar «carta de ciudadanía» a esta amal-
compaginar ambas realidades; y aunque es cierto gama de sensaciones y vivencias que llamamos
que esta postura de cierta discreción es suficiente «sexualidad», sin tener que esperar a que sea una
para muchos, también es verdad que, a fuerza de si- dificultad. Las líneas que vienen a continuación
lencios, se va perdiendo la capacidad para enun- pretenden contribuir a esta tendencia, y lo hacemos
ciarse a uno mismo en aspectos muy relevantes y con conciencia de la infinidad de temas y matices
reales de la naturaleza humana. Las nuevas genera- para los que no encontramos espacio aquí.

1. Algunas afirmaciones generales


No entraremos a justificar a fondo cada una de las su causa que descentra a la persona y recompo-
afirmaciones que hacemos a continuación. Cada ne la integridad de sus sistemas motivacionales
una de ellas podría ser objeto de discusiones y de y su autoconciencia, incluida la conciencia de
más de un artículo. Sencillamente, se trata de expo- las propias necesidades. Se trata de una opción
ner nuestra posición de partida. personal, pero, sobre todo, es un carisma, como
Cozzens nos recuerda cuando afirma que los ca-
 En la Vida Religiosa y Sacerdotal, el celibato
rismas son talentos fundados sobre una aptitud
brota de un profundo enamoramiento de Jesús y
natural, sobre un potencial humano. A veces,
por buenas que sean las intenciones y por más  En nuestra cultura, el ejercicio de la genitali-
que se den todos los elementos formales –ora- dad está sobredimensionado. Ha pasado de ser
ción, generosidad, orden, etc.–, no hay sujeto tabú a escalar posiciones que han traspasado la
psíquico para que el carisma del celibato acam- frontera de la mera normalización. J. de la Torre
pe con sosiego y vocación de permanencia. dice que «la revolución sexual se ha convertido
Además, es importante una constante y actuali- muchas veces en un nuevo magisterio moral [...]
zada determinación de permanecer en este tipo parece que habría solo una manera liberadora de
de vida; no es una cuestión de voluntarismo, vivir la sexualidad». Las razones son múltiples,
aunque haya que poner voluntad. Todo artista pero, además de diversos asuntos sociocultura-
que se siente empujado a crear por la fuerza de les como la regulación de la natalidad, la pre-
su don sabe que necesita largas horas de esfuer- vención de enfermedades, el creciente ideal de
zo y disciplina para alcanzar lo que desea. mujer liberada de las cargas de la maternidad,
 Somos seres sexuados. El ser humano no puede etc., la sexualidad ha ido adquiriendo un alto va-
renunciar a su naturaleza sexual; las hormonas lor como reclamo comercial. Reclamo con un
nos habitan y operan en nosotros. En cualquier contraefecto: la publicidad modela el ideal de
persona sana, además de servir a otros propósi- persona como individuo altamente erotizado. La
tos, regulan en gran medida los estados emocio- sexualidad se presenta como puro placer físico,
nales, las necesidades y los deseos de orden se- desprovista de su carácter de comunicación an-
xual. También en los célibes hacen que un va- tropológica mediante la que se compartirían ma-
rón y una mujer sigan experimentando necesi- tices poco transmisibles en otros lenguajes. El
dades y deseos sexuales, vivan emociones y objetivo a alcanzar, entonces, es el mero bienes-
atracciones de mayor o menor intensidad. La tar egocéntrico hecho de placer físico y de au-
persona casta sabe distinguir a la persona que le toimagen satisfactoria: ser un sujeto con un va-
atrae físicamente, la conversación que no termi- riado y abundante ejercicio de la sexualidad.
naría, la compañía que repetiría... La sexualidad  Se puede vivir sanamente sin genitalidad. Mu-
es una realidad viva también en los célibes; no cha gente lo hace. Más de lo que está dispuesto
experimentar su pulso es señal de algún tipo de a admitir un mercado que pretende ofrecer una
disfunción. imagen del ser humano con taras si prescinde de
 Las relaciones sexuales son acontecimientos la genitalidad. Es cierto que, en algunos casos,
polisémicos y multifuncionales. No se pueden la abstinencia sexual puede ser expresión de un
analizar desde un solo punto de vista, sino que problema personal que necesitaría ser conside-
poseen múltiples niveles de significado: son el rado en un contexto terapéutico (timideces pato-
modo de dar vida, un lenguaje interpersonal, lógicas, rechazo de la vivencia sexual por razo-
una fuente de placer físico, etc. Además, como nes diversas, anorexias sexuales varias). Sin em-
hemos mencionado, la sexualidad es un sistema bargo, patologías aparte, se pueden dar circuns-
motivacional que cumple su función en el equi- tancias en las que una persona no mantenga re-
librio de fuerzas que es el psiquismo humano. laciones sexuales sin que ello suponga una con-
Es capaz de compensar o anular estados caren- dición enfermiza. Es importante afirmar, con
ciales, como la necesidad de autoestima, la ne- Max Scheller, que el hombre es el animal capaz
cesidad de tener vivencias de apego, la necesi- de decir «no» a la satisfacción de sus instintos.
dad de alcanzar estados libres de ansiedad, etc. Satisfacer el instinto sexual no es necesariamen-
Dimensiones que en el célibe se ven necesitadas te más saludable, ni psíquica ni físicamente, que
de ajuste para que el «noejercicio» de la sexuali- lo contrario. La práctica clínica nos muestra dia-
dad no sea una fuente de descompensación en riamente a personas sexualmente activas con los
alguno de los otros sistemas (desequilibrios nar- mismos problemas emocionales e interpersona-
cisistas, ansiedades incomprensibles, vivencias les que puede padecer un célibe. Todo depende
de soledad, etc.). del «porqué» de esa opción vital y, por tanto,
del equilibrio resultante entre todos los sistemas tinto engrandecido más por el exceso que por la es-
motivacionales mencionados. casez. Afirmar que las perversiones, en concreto la
pedofilia, son consecuencia de un celibato mal vi-
Es importante, además, que tengamos claro que el
vido es una falsedad fruto de la ignorancia, de la
ser humano sano no se convierte en un pervertido
malevolencia o de ambas cosas.
por el hecho de permanecer casto. En los últimos
años se ha ido vertiendo la equivocada idea de lo Con todo, no podemos obviar que la persona célibe
contrario cuando se han asociado diversos desma- que pretende vivir como si su dimensión sexual no
nes, como la pedofilia, con el celibato. Un celibato existiera, reprimiéndola, termina comprometiendo
mal discernido tal vez se manifieste con vivencias la misión de la Iglesia. Se irá convirtiendo en un
de tensión/insatisfacción de diverso orden (el enfa- sujeto «raro», incapaz de vivir y convivir con natu-
do permanente, la sensación de estrés poco justifi- ralidad, que en algún momento de debilidad perso-
cada, tendencias narcisistas o posesivas, etc.), pero nal puede verse impulsado a adoptar comporta-
las parafilias8 no surgen de la insatisfacción sexual. mientos descontrolados, no necesariamente perver-
Provienen, más bien, de un proceso evolutivo per- sos, e incongruentes con la vocación enunciada.
sonal perturbado por algún episodio traumático Por eso creemos que conviene promover un realis-
(abusos o maltratos en la infancia, por ejemplo) o mo lúcido y humilde, más que la apariencia de
como consecuencia de la escalada en un ejercicio cumplir con un ideal prístino.
desenfrenado de la sexualidad al servicio de un ins-

2. Algunas dificultades
a) Vivencias encontradas
Como en otras opciones vitales, la castidad entraña que todo célibe tiene que cuidar si desea perma-
renuncias e insatisfacciones. Dado que nuestro pre- necer en su estado.
sente contexto sociocultural no siempre ayuda a b) Necesidad de sentirse «normal» en una socie-
afrontar estas dificultades, hace falta contar con su- dad hipersexualizada. No es que se vea apura-
jetos suficientemente maduros, capaces de decidir do por un estado de necesidad biológica o emo-
deliberadamente sobre su futuro; al menos con su- cional; lo que no soporta es verse «distinto»,
ficiente capacidad para evitar autoengaños y buscar perdiéndose algo. Estaríamos ante una persona
apoyos con un cierto grado de dificultad para vivir con-
traculturalmente. Se puede observar en perso-
Coincidimos con Mons. Uriarte cuando dice que la
nas con una identidad poco consolidada y nece-
vida célibe es siempre un equilibrio delicado que
sitada de maduración. Hay veces en que esta
puede desvirtuarse; estamos ante un camino en el
maduración es posible, pero otras veces es de-
que es importante la constante conciencia de la de-
masiado tarde.
terminación tomada. Esto no siempre es fácil; por
c) Búsqueda de gratificación compensatoria. El
eso, desde un punto de vista puramente descriptivo,
placer sexual como contrapartida frente a dis-
nos podemos encontrar con, al menos, cuatro este-
placeres varios (falta de creatividad en su acti-
reotipos combinables de célibes con problemas re-
vidad, déficits en la autoestima, carencias rela-
lacionados con la sexualidad:
cionales, falta de habilidades para compensar
a) Enamoramiento normal. El vértigo ante la sole- estados de soledad, etc.). Pueden darse relacio-
dad y la necesidad de familia y de ternura física nes sexuales ocasionales emocionalmente des-
conducen a la persona a un estado de proclivi- vinculadas o actividades autoeróticas de diversa
dad al enamoramiento. Son situaciones relativa- consideración. Obviamente, hay que estudiar la
mente comunes que nos sitúan ante una persona naturaleza de los displaceres vividos y ver si es
normal y nos remiten a un adecuado discerni- posible otro equilibrio personal que no pase por
miento de sus circunstancias y a la indispensa- la compensación sexual.
ble «profilaxis comportamental y relacional» d) Vida sexual activa y descomprometida con el
voto o la promesa de celibato. En estos casos responsable que, por diversos avatares o por
sería necesario discriminar tres grandes grupos: puro descuido personal, han ido entrando en
quienes no ven contradicción y entienden el ce- una espiral de incongruencias que, en ocasio-
libato como un estado más espiritual que físico; nes, les sorprende a ellos mismos cuando caen
quienes poseen una notable inmadurez antropo- en la cuenta de dónde se encuentran. Sobre
lógica y viven vidas fragmentadas, enunciando todo en este último caso, nunca se puede cerrar
deseos para los que no ponen la mínima dispo- la posibilidad de «segundas conversiones». La
sición de su parte, y seguramente son incapaces historia de la Iglesia está llena de personas que
de cualquier género de compromiso personal en se han levantado de situaciones muy complica-
la vida; y, en tercer lugar, quienes viven esta das y se han convertido en auténticos sacra-
circunstancia tras años de compromiso serio y mentos vivos.
B) La amenaza del «cibersexo»
En un apartado sobre dificultades de los célibes en materiales relacionados con el sexo tenía ciertas
torno a la sexualidad no podemos dejar de mencio- limitaciones. Por ejemplo, no en todas partes se
nar Internet. La irrupción de «La Red» ha traído in- podía adquirir pornografía ni esta era accesible
contables ventajas y avances. La cultura y la alta 24 horas al día 7 días a la semana. Hoy hay, li-
divulgación se vuelven infinitamente más accesi- teralmente, millones de páginas web permanen-
bles; la comunicación está generando nuevos y más temente accesibles.
ricos modos de ser sociedad; la posibilidad de diá-  Anonimato: no es necesario entrar en un local
logo intercultural es una realidad mucho más con- en el que uno puede ser reconocido; se puede
creta y apasionante; etc. Por supuesto, la Red tam- operar en la red con pseudónimos incluso con
bién es un potencial instrumento para todo uso ilí- falsas identidades muy elaboradas.
cito y/o inmoral. Esto no significa que podamos ni  Aislamiento: A juicio del autor, posiblemente el
debamos demonizar Internet. Hoy es impensable factor más potente. El cibersexo ofrece la opor-
un mundo sin este recurso, y tampoco podemos tunidad de separarse del mundo real (¿insatis-
imaginar una Iglesia que dé la espalda a un elemen- factorio?) en una actividad en la que la vivencia
to tan esencial en nuestra sociedad. del tiempo está muy distorsionada.
En el tema que nos ocupa, la persona célibe se en-  Económicamente asequible: la oferta de porno-
cuentra ante una ventana que puede poner a su al- grafía gratuita es una realidad abrumadora.
cance todo aquello que no desea que ocupe un lu-  Fantasía: Es un contexto perfecto para explorar
gar prevalente en su vida. En el proceloso mar de todas las fantasías sexuales imaginables sin
Internet, la pornografía y el cibersexo habitan con riesgos ni responsabilidades.
bastante buena salud y al alcance de quien quiera Ante esta posible dificultad para la vida celibataria,
alcanzarlos. Es una potencial dificultad que afecta a no es fácil ofrecer soluciones generales que sirvan
todos, de cualquier edad, sexo o condición, inclui- de soporte a quienes sientan que su voluntad fla-
dos los célibes. Las consecuencias éticas y psicoló- quea, aparte de apelar a la necesaria madurez per-
gicas de este modo de ejercicio de la sexualidad sonal. Excluida la alternativa de «vivamos como si
son claras, particularmente en niños y adolescentes, no existiera Internet», otras soluciones para quienes
pero además en algunos casos estamos hablando de experimenten dificultades a este respecto pasan por
auténticas adicciones. evitar los ordenadores en espacios privados o la
A juicio de Delmónico, hay cinco factores que ha- instalación de filtros que impidan el acceso a conte-
cen que el cibersexo sea un fenómeno universal tan nidos sexuales. Sobre todo, poner el problema so-
atrayente: bre la mesa, acompañado del deseo de encontrar
soluciones. Algunas comunidades lo han hecho con
 Accesibilidad: Antes de Internet, el acceso a
razonable éxito.
3. Apoyos a la vida célibe
A) Aspectos psicosociales
Richard Sipe realiza un estudio sobre el celibato se y quedar en segundos planos de interés.
que es bien conocido y, en algún aspecto, criticado. Aunque no hay atajos posibles, se trata de un
Es un autor tremendamente exigente a la hora de asunto de calidad contrastada, más que de
determinar que una persona es verdaderamente cé- cantidad. Es sabido que hay quienes emplean
libe y presenta unas estadísticas de éxito franca- muchas horas en presunta oración sin lograr au-
mente descorazonadoras, en las que no vamos a en- totranscenderse, sino, más bien, todo lo contra-
trar. Lo traemos aquí porque, a pesar de su a priori rio, entrando en complicadas espirales narcisis-
escéptico, tiene que reconocer la presencia ejem- tas y las consecuencias de una autoimagen en-
plar y admirable de verdaderos célibes entre todos grandecida o rigorismos represivos varios.
los que dicen serlo. Lo interesante es que se atreve  Comunidad. El célibe cultiva su conciencia de
a entresacar algunos factores psicosociales comu- comunidad. Ha encontrado la respuesta a la
nes a las personas que viven su celibato felizmente pregunta «¿Quiénes son mi madre y mis her-
de un modo integrado y maduro. manos?». La comunidad no es una realidad
Pensamos que algunos de estos factores son aspec- abstracta. Se trata de personas con sus circuns-
tos que forman parte de lo que es el sujeto psíqui- tancias y su humanidad, con quienes se experi-
co. Realmente, no están al alcance de una decisión menta un fuerte vínculo basado en la experien-
personal, pero se podrían considerar en un contexto cia religiosa común. Hay célibes cuya comuni-
de selección de candidatos. Habla de: sentir que se dad no son solo otros célibes ni viven junto a
tienen cubiertas las necesidades personales básicas ellos.
(para nosotros, los mencionados sistemas motiva-  Trabajo. Encuentran en su actividad un modo
cionales); capacidad para afrontar el estrés; poseer de expresar su vocación, pero también sus habi-
una identidad estable en tiempo y situación; capaci- lidades y energías. Valoran el tiempo y la pro-
dad de establecer orden y prioridades para alcanzar ductividad, pero más aún la generatividad: dejar
objetivos; amor por la sabiduría y capacidad de algo de uno mismo en lo que se hace. Por eso
goce estético. no es infrecuente que tengan hobbies que com-
pensen las deficiencias o insatisfacciones que
Otros aspectos comunes que enumera Sipe nos pa- toda obligación estrictamente laboral puede
rece que sí entrarían en la esfera de lo que un célibe traer.
puede decidir cultivar o potenciar como profilaxis
 Actitud de servicio. Servir supone tener la con-
personal. Los comentamos a continuación:
ciencia de agradecimiento que viene de experi-
 Oración-Interioridad. Sipe subraya que nunca mentar que todo lo que somos nos ha sido dado
se ha encontrado con un célibe integrado que por otros y por el Creador. También supone
no tenga muy acentuada esta dimensión. La ejercitar la sensibilidad por las necesidades de
oración remite a la Fe y, por tanto, a la razón otros; es algo que puede ser entrenado; hay que
primera de su compromiso; pero también habla aprender a mirar y vivir allí donde esas necesi-
de la capacidad de la persona para transcender- dades son más obvias.

B) Poner en juego la intimidad


«Para ver tu rostro, te miras a un espejo. Para saber quién eres, te miras en el rostro de un amigo» EMILIO
LLEDÓ
La soledad es uno de los temidos fantasmas del ser de sus antecesores, cultivar experiencias de intimi-
humano, y muy especialmente de las personas céli- dad interpersonal, además de la intimidad con
bes. Como hijos de su cultura, los célibes contem- Dios. En términos generales, las personas que per-
poráneos necesitan, seguramente más que muchos manecen célibes, siendo felices, tienen contextos
de intimidad interpersonal que satisfacen sus nece- primero, la relación íntima con Dios. Más compli-
sidades de apego. cado se ha ido haciendo el segundo aspecto, las re-
laciones íntimas interpersonales. Se ha pasado, de
Cozzens dice que «disfrutamos de intimidad con
las grandes cautelas con respecto a las «amistades
otra persona cuando somos capaces de estar ante
particulares», frustrando a priori toda relación que
ella sin nuestras habituales defensas y más capaz de
fuera más allá de lo formal «por si acaso...», a una
disfrutar de intimidad con uno mismo, capaz de
situación en la que resulta difícil pronunciarse so-
mirarse sin defensas, en verdad, «como Dios le
bre este tema. Es cierto que la intimidad comparti-
mira a uno». Esto es ser capaz de acompañarse, to-
da puede conducir al enamoramiento, a la genera-
lerarse, criticarse, consolarse; en definitiva, autore-
ción de lobbies de presión, a dificultar la movilidad
gular los propios estados emocionales mediante
y la obediencia, a la secularización del religioso/a
una conciencia refleja y una conciencia crítica salu-
(si sus relaciones son de otro contexto). Sí, todas
dables. Aprender a hacerlo requiere práctica y
estas y otras dificultades pueden planear sobre las
acompañamiento para evitar distorsiones; saber ha-
«relaciones íntimas». Sin embargo, a nuestro jui-
cerlo será esencial para poder compartirse en una
cio, hay que buscar equilibrios aceptables, porque
relación de intimidad, también con Dios.
es peor encontrarse con personas castas pero inca-
El anhelo más hondo del ser humano maduro es la paces de intimidad humana, viviendo a medias y, a
sed de intimidad: la necesidad de conocer y ser co- la postre, teniendo una «significatividad sacramen-
nocido, apreciar y ser apreciado por otra persona. tal» poco menos que nula. Recordemos que el céli-
Por satisfacer esta necesidad, que conduce a la be es alguien significativo porque muestra más que
amistad y el amor, se pueden sacrificar muchos nadie lo que nos hace «imagen y semejanza de
otros aspectos física o psíquicamente placenteros. Dios»: la capacidad de amar.
Hirigoyen dice: «nuestros pacientes vienen a veces
El tercer punto tiene que ver con la vivencia de per-
a quejarse de frustración sexual, pero la verdadera
tenencia. El individuo ha de experimentar que
problemática sigue siendo el aislamiento afectivo».
comparte con su institución los códigos que le ex-
En ocasiones, este vínculo entre sexualidad e inti-
presan (que son el lenguaje, los ritos, las tradicio-
midad constituye todo un descubrimiento para al-
nes..., pero también las opciones institucionales y
gunas personas con altos niveles de actividad se-
la visión de futuro). En las relaciones interpersona-
xual emocionalmente desvinculada que terminan
les es frecuente la experiencia de sentirse formula-
por experimentar una desconcertante e inquietante
do en alguna vivencia expresada por otro y deci-
soledad. Desde otro punto de vista, algunas perso-
mos que esto produce cercanía emocional, aprecio,
nas célibes insatisfechas en la esfera de la intimi-
afecto, comunión, intimidad. En el contexto de la
dad emprenden la búsqueda de la satisfacción de
vida religiosa y sacerdotal es esperable que suceda
ese anhelo por la vía del ejercicio de la sexualidad
algo equivalente también con la institución a la que
emocionalmente desvinculada. Suele ser un calle-
se pertenece. Ese es un difícil reto no solo para
jón sin salida, fuente de frustración, culpa y enorme
cada individuo, sino, muy especialmente, para
desorientación.
quienes ocupan el turno de gobierno. La tentación
Estamos, por tanto, ante el reto de favorecer lo más para estos puede ser pedir a sus sujetos que asuman
posible la puesta en juego de la propia intimidad como propio, sin más, lo que ellos estiman que es
como apoyo y sostén de la vida célibe. A este res- lo institucionalmente adecuado. Aunque este es-
pecto, entendemos que existen tres terrenos que fuerzo de comprensión es importante, el reto para
han de ser cultivados al mismo tiempo: la relación el gobernante reside en concebir la institución
con Dios, las relaciones interpersonales y el víncu- como una realidad en cuya naturaleza está el no po-
lo con la institución de referencia. Por razones de der dejar de sentirse impactada por la vivencia per-
extensión, no podemos entrar en detalle en cada sonal de cada individuo que la compone. No se
uno de ellos. puede hacer como si los disidentes no existieran,
La mística y la espiritualidad se han ocupado del porque ello genera personas desafectadas y deterio-
ra la institución, fragmentándola en sectores en- y permanencia. En el caso de la Iglesia y los grupos
frentados. El cuerpo institucional será fuerte en la de Vida Religiosa, supone que quien gobierna tiene
medida en que cada uno de sus individuos experi- conciencia de provisionalidad en su cargo y de pro-
mente una relación de intimidad con sus modos de piedad compartida, que le hace humilde y confiado
proceder corporativos, es decir, en la medida en en que hay un Espíritu inabarcable que gobierna
que cada sujeto sienta que posee con el organismo más allá de los propios criterios y capacidades.
institucional puntos de comunión y complicidad Esto nos conduciría a mirar con calma los claroscu-
que le permiten vivir sin defensas, vulnerables, con ros y dinámicas del gobierno y la obediencia.
confianza. Las empresas multinacionales contem- Como es lógico, no lo haremos aquí; baste con esta
poráneas son muy conscientes de que en este punto mención a uno más de los elementos importantes
se juegan la clave de su estabilidad, y los nuevos en el equilibrio personal del célibe en el mundo
paradigmas organizacionales buscan esta relación contemporáneo.
de intimidad como ingrediente esencial de su éxito

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