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Índice:
1. Moral y ética
A) La moral
B) Relación entre la moral colectiva y el individuo
C) La ética
D) Diferencias entre moral y ética
E) Las funciones de la ética
2. El desarrollo moral del ser humano
3. Teorías éticas
(1) Relativismo ético: Sofistas
(2) Ética Intelectualista o Intelectualismo Moral Socrático: Sócrates
(3) Ética Axiológica o Ética de los Valores: Platón y Scheler
(4) Ética Eudemonista: Aristóteles y McIntyre
(5) Ética Hedonista: Aristipo, Epicuro y Onfray
(6) Ética Iusnaturalista o Ética de la Ley Natural: Santo Tomás
(7) Ética Deontológica o Ética del Deber: Kant y Habermas
(8) Ética Utilitarista: Stuart Mill
4. Conclusiones
1. Moral y Ética
A) La moral: Como vimos en el Tema 10, los animales perciben el mundo como estímulos,
que desencadenan automáticamente en ellos comportamientos programados genéticamente
por medio de instintos. El ser humano, en cambio, no percibe estímulos sino realidades. Este
hecho hace que el ser humano tenga que elaborar sus comportamientos ante las realidades; o
en otras palabras, el ser humano es irremediablemente libre, está obligado a elegir su
comportamiento ante las cosas, las personas y el mundo.
Sin embargo, no es cierto que, a cada instante, todos los seres humanos inventemos nuevos
comportamientos, sino más bien lo contrario: todos los seres humanos nacemos en una
cultura que nos proporciona hábitos de conducta, normas y valores que nos permiten
actuar en el mundo sin tener que ir inventando nuevas soluciones morales en cada momento.
Pues bien, el conjunto de estos hábitos de conducta, de estas normas y de estos valores
que rigen el comportamiento de los miembros una comunidad es lo que se conoce como
moral. En otras palabras, la moral comunitaria (de mi familia, de mi localidad, de mi país,
de mi civilización) es la que me proporciona a mí, como individuo, un criterio para
distinguir entre lo bueno en general y lo malo en general, y por lo tanto, entre aquello que
debo hacer y aquello que no debo hacer. Además, la moral de una comunidad suele estar
codificada en el Derecho (la institucionalización jurídica del código moral de una
sociedad), que distingue entre lo legal y lo ilegal. En conclusión, aunque el ser humano no
posee conductas instintuales y, por ello, es libre; aquello que el ser humano hace con su
libertad natural está restringido y orientado por la moral colectiva de la comunidad en
cuyo seno él nace. Esto es así porque la vida en comunidad requiere constreñir o limitar el
uso de la libertad de los individuos para que la convivencia sea posible. Si cada cual
hiciera lo que creyera correcto e inventara su propio modo de responder ante la realidad, la
vida en comunidad sería tan anárquica que, con toda seguridad, sería imposible.
B) Relación entre la moral colectiva y el individuo: Por todo lo anterior, todo individuo se
ve presionado por su sociedad a actuar de determinados modos en determinadas situaciones,
y se verá más presionado cuanto menos moralmente permisiva sea la sociedad en la que
vive. Pero, aunque todo individuo se vea presionado a actuar de determinado modo
establecido por la moral de la sociedad, el individuo siempre conserva el poder de no
aceptar las normas sociales, de interpretarlas o de alterarlas. Esta situación de cada
individuo en el seno de la moral de su comunidad conlleva varias consecuencias:
B.1) El individuo goza, normalmente, de la libertad de aceptar o no las normas
morales que le dictan qué hacer en diversas situaciones y con su vida en general. La
aceptación o rechazo de la moral colectiva es exclusiva responsabilidad suya.
B.2) Las normas morales siempre son generales, y por lo tanto, la aplicación a
cada caso particular debe ser llevada a cabo por el individuo, que es quien necesita
tener en cuenta la situación en la que se encuentra y las posibilidades que tiene ante
él.
B.3) En las sociedades modernas, amplios sectores de la vida social carecen de
regulación moral establecida. En otras palabras, la moral humana nunca es
exhaustiva, no ofrece reglas morales para todas las situaciones imaginables,
especialmente si la situación es relativamente nueva para la sociedad, por lo que el
individuo debe improvisar moralmente en muchos casos. Por ejemplo, ¿cómo
debemos comportarnos con otras personas en el anonimato de Internet?
B.4) Las normas morales de una sociedad no suelen ofrecer soluciones a conflictos
morales, así que, de nuevo, es el individuo el que debe decidir cómo resolver este
tipo de conflictos.
C) La ética: Mientras que la moral es un hecho universal (en el sentido de que todas las
sociedades poseen códigos morales y valores que dictan comportamientos y permiten
distinguir entre lo bueno y lo malo, lo que debe hacerse y lo que no), la ética es una
reflexión filosófica sobre la moral, y por lo tanto, sólo se da efectivamente a partir de una
fecha determinada (a partir del surgimiento de la Filosofía, con el paso de mito al logos en
la Grecia del S. VI-IV a. C) y en lugares determinados (aquellos que han heredado las
inquietudes intelectuales inauguradas por los griegos, la llamada “civilización occidental”).
En otras palabras, dado que la ética es una de las ramas de la filosofía, aquellas sociedades
que no han tenido o no tienen intereses filosóficos (ej. tribus del Amazonas), o aquellas
sociedades en las que está políticamente prohibido reflexionar sobre la moral (ej. sociedades
autoritarias, teocracias, etc.), la ética sencillamente es una actividad inexistente.
Los estudios de la psicología contemporánea (J. Piaget, J. Dewey, L. Kohlberg, etc.) acerca del
desarrollo de la moral del individuo tienen gran interés desde el punto de vista de la reflexión ética.
Hacen ver, por ejemplo, que no toda forma de moralidad es igualmente válida, y que hay formas
inmadura o infantiles de moralidad (que pueden subsistir todavía en algunos adultos). Pero lo más
importante es que el estudio científico de la moral, llevado a cabo por la psicología, lleva a una
conclusión clara: la moral no puede reducirse a una pasiva aceptación de los códigos morales de
una sociedad, sino que debe desarrollarse hasta alcanzar una moral personal y autónoma, es
decir, debe convertirse en una reflexión ética acerca de los principios que guían nuestro
comportamiento. Estudiaremos el desarrollo moral del individuo según Kohlberg.
Lawrence Kohlberg (1927 - 1987) se basó en los estudios de Piaget y Dewey, pero adoptó una
metodología empírica. Este psicólogo clasificó en etapas la madurez moral del ser humano, según el
modo en el que distintos sujetos respondían a dilemas morales y clasificando estas respuestas. De
este modo llegó a determinar la existencia de hasta seis etapas o estadios en el desarrollo moral de
todo individuo, que corresponden a tres niveles distintos de madurez moral. Según Kohlberg, esta
secuencia de etapas o estadios es necesaria (no es posible “saltarse” ninguna) y no depende de las
diferencias culturales (obtuvo los mismos resultados en EE.UU., México y Taiwan). Normalmente
los niños se encuentran en el primer nivel (premoral), pero sólo el 25% de los adultos llegan al
tercer nivel, y únicamente un 5% alcanza el sexto estadio. Los niveles de desarrollo moral del ser
humano, según Kohlberg, son los siguientes:
1. Nivel Preconvencional o Premoral: En este nivel, se respetan las normas sociales sobre lo
que es bueno o malo sencillamente atendiendo a las consecuencias (premios o castigos), es
decir, el sujeto sólo responde al poder físico de los que establecen las normas.
A) Estadio 1 - Orientación por castigo o por obediencia ciega:
♦ Lo correcto es la obediencia literal a las normas. Se es incapaz de entender
que existen otros puntos de vista.
♦ La razón para hacer lo correcto es evitar el castigo: “Si no hago esto o lo
otro, me castigan”, “No debo pegar a este chico porque, si lo hago, mis padres me
castigarán”
♦ Es una moral caracterizada por el egocentrismo (sólo existen mis intereses)
B) Estadio 2 - Orientación pragmática:
♦ Lo correcto es obedecer las reglas, pero sólo si favorecen los propios
intereses. Lo correcto es, por lo tanto, lo que me resulta útil y beneficioso.
♦ La razón para hacer lo correcto es servir a los propios intereses,
reconociendo que los demás también tienen los suyos: “Lo hago porque es lo que
más me conviene”, “No debo enemistarme con este chico porque saca buenas notas
en Matemáticas. Quizá si le ayudo en Lengua, el me ayude con las ecuaciones”
♦ Es una moral caracterizada por el individualismo (todos tenemos intereses,
pero los míos son los más importantes)
2. Nivel Convencional: En este nivel el individuo se identifica con un grupo, y en él, el sujeto
intenta cumplir bien con su propio rol. Es decir, el individuo considera bueno responder a las
expectativas de los demás y mantener el orden establecido convencionalmente. De ahí que
sea denominado “convencional”.
C) Estadio 3 - Orientación hacia la concordancia:
♦ Lo correcto es lo que gusta, lo que ayuda o lo que aprueban las personas
del propio grupo (familia, amigos, etc.). Lo mejor es siempre la conformidad a los
“modelos” establecidos por el colectivo al que se pertenece. Surge la capacidad de
ponerse en el lugar del otro.
♦ La razón para hacer lo correcto es la necesidad de ser considerado “bueno”
por los más cercanos: “esto es lo que se espera de mí”, “lo hago porque no quiero
defraudarlos”, “Debo respetar a mis compañeros porque, si no lo hago, decepcionaré
a mi familia”
♦ Es una moral caracterizada por el gregarismo, es decir, por la “regla de
oro”: haz a los demás lo que quieras que hagan contigo.
D) Estadio 4 - Orientación hacia la ley y el orden:
♦ Lo correcto es que cada uno cumpla con su deber, respete a la autoridad
y mantenga el orden social establecido. En otras palabras, se da por primera vez
una perspectiva moral socialmente amplia: se es consciente de los intereses generales
del sistema social al que se pertenece, intereses que están por encima de los de las
personas y grupos que lo componen.
♦ La razón para hacer lo correcto es mantener el orden social: “Me basta con
saber que he cumplido con mi deber”, “Si no actuamos así, sería una catástrofe”,
“Hay que respetar a los compañeros. Si todos nos comportásemos como animales, ¿a
dónde iríamos a parar?”
♦ Es una moral caracterizada por el comunitarismo, es decir, adopta un punto
de vista colectivo.
El ejemplo más claro que ofrece Kohlberg para distinguir entre los tres nieles es el caso real de tres
soldados involucrados en la matanza de civiles en Mylai (Vietnam), durante la Guerra de Vietnam.
Kohlber analiza la madurez moral de Paul Meadlow (soldado raso), William Calley (oficial) y
Michael Bernhardt (soldado) y, para ello, analiza las razones que les llevaron a actuar como lo
hicieron mediante entrevistas personales.
• Meadlow recibió órdenes de su oficial, Calley, para disparar sobre los civiles, y las cumplió.
Justificó su comportamiento diciendo que era su deber obedecer órdenes, y que si no
hubiese obedecido, podría haber sido castigado. Además, mantuvo que era justo matar a
civiles desarmados para compensar la muerte de algunos soldados americanos.
• Calley, el oficial que dió la orden, sostuvo que esas órdenes no provenían de él, sino que las
recibió de sus superiores y que ellos esperaban de él que las cumpliera a rajatabla. Quería
ser un buen oficial y ascender en la escala militar. Su deber se limitaba a cumplir órdenes
que venían de arriba, no a discutirlas. Lo bueno y lo justo lo definen los oficiales superiores
de la jerarquía. Aunque reconoce que no estaba de acuerdo con las órdenes que recibió,
decidió que sólo protestaría después de haberlas cumplido, ya que ese es su deber.
• Bernhardt no cumplió con las órdenes de Calley, y disparó al aire, sin herir a nadie. No
entendía por qué tenía que matar civiles desarmados, entre los que había mujeres y niños, y
consideraba que sólo hay que cumplir con las órdenes cuando éstas son justas y razonables.
Bernhardt decía guiarse por “principios morales”, y, en su opinión, los civiles tenían derecho
a seguir viviendo, y la orden era injusta e inmoral.
3. Teorías éticas
Como ya hemos visto, una persona moralmente madura elige libremente algún criterio ético
universal y, desde él, juzga si sus acciones y valores son morales o inmorales. Pues bien, como
hemos visto, la principal función de la ética es proponer sistemas o teorías éticas racionales y con
pretensión de universalidad. Una teoría ética es una teoría filosófica que defiende, por un lado, qué
es “el Bien” o lo universalmente bueno; y por otro, cuál es el mejor modo de alcanzar eso que
se considera bueno, y ambas cosas las hace justificadamente, es decir, buscando un fundamento
racional.
En cualquier caso, vamos a considerar que el relativismo ético, entendido como la doctrina
ética según la cual no existen reglas ni valores éticos universales, es inaceptable por las
siguientes razones:
• La razón humana exige la universalidad de las normas y valores que aceptamos.
Sólo personas moralmente inmaduras pueden conformarse con aceptar que su moral
sólo es válida para ellos mismos, o para el grupo al que pertenecen. A medida que
alcanzamos una cierta madurez moral, nos vamos percatando de que aquello que
hacemos y los valores con los que nos comprometemos tienen que ser razonables, es
decir, deberíamos poder defenderlos con argumentos universales, válidos para todos.
• Lo que parece variar de unas culturas a otras es, en la mayoría de los casos, la
aplicación de un valor moral, no necesariamente los valores mismos. Por
ejemplo, en algunos pueblos (como los esquimales) se facilitaba la muerte de los
ancianos en épocas de escasez; mientras que en nuestra cultura se hace todo lo
posible por prolongar su vida. Sin embargo, lo más seguro en que en ambos casos lo
que se está haciendo es aplicar de manera distinta el mismo valor moral (el amor y el
respeto a los ancianos). En el caso del pueblo esquimal, se facilitaba su muerte
mediante un ritual sagrado y privado con el objetivo de mantener este respeto a sus
personas, y que su muerte inevitable por inanición no fuera pública y profana.
• Por último, si no se admite la posibilida de que existan valores y reglas moralmente
universales, así como la posibilidad de conocerlos y de alcanzarlos (aunque sólo
sea progresivamente), ¿con qué razones podemos rechazar los genocidios, o la
tortura? ¿Qué razones podríamos tener para abolir la esclavitud o la discriminación
en base a la raza, al género o a la religión? ¿Sobre qué fundamentos se sostienen los
Derechos Humanos? Si rechazamos la existencia de valores universales, también
perdemos la posibilidad de criticar y eliminar todas aquellas atrocidades morales
que encontramos en el mundo, así como también nos quedamos desarmados y sin
argumentos ante el posible resurgimiento de prácticas morales atroces del pasado.
Por ejemplo, uno no puede ser moralmente relativista y rechazar, al mismo tiempo, la
esclavitud o el racismo, ya que, aunque las considerásemos algo inmoral, sólo sería
inmoral para nosotros o nuestra cultura, pero no para el esclavista o el racista, o su
cultura. Sin embargo, ¿puede ser la esclavitud o el racismo algo moral? ¿Depende
realmente de la situación, es relativo a la cultura o al momento histórico? Si no lo
pueden ser, ¿no son, entonces, la libertad y la dignidad de la persona dos valores
morales universales?
Por esas y otras razones prácticamente todos los filósofos del pasado y del presente han
luchado contra el relativismo ético. Por ello, pasamos a estudiar a los filósofos según los
cuales sí existen reglas y valores morales racionales y universales (aunque no se pongan de
acuerdo en cuáles son exactamente)
(2) Ética Intelectualista o Intelectualismo Moral Socrático: Sócrates → El bien es
consecuencia del conocimiento
Como su propio nombre indica, el intelectualismo moral socrático fue la teoría ética
defendida por Sócrates, maestro de Platón. Según esta teoría, conocer el bien es hacerlo:
sólo actúa inmoralmente el que desconoce en qué consiste el bien. Nadie hace el mal a
sabiendas, cuando alguien hace algo malo es porque cree que es algo bueno, es decir, es
ignorante. Esta teoría asume, por un lado, que es posible conocer el bien, y además, que
este conocimiento es el único requisito necesario para cumplirlo o alcanzarlo. Sócrates
propone esta teoría como una crítica al relativismo ético de los sofistas, según los cuales no
es posible conocer el bien o lo bueno, ya que este es relativo.
Para Sócrates, por lo tanto, no sólo el bien es algo que tiene existencia objetiva y validez
universal, sino que, demás, al ser humano le es posible acceder a él. Por ello, Sócrates
concibe la moral como un saber. Del mismo modo que quien sabe de carpintería es
carpintero y el que sae de medicina es médico, el que sabe qué es el bien es bueno, es decir,
moral y virtuoso. En otras palabras, la moralidad puede enseñarse como cualquier otro
conocimiento, y la educación no sólo hace a las personas más sabias, sino además
moralmente mejores. Por lo tanto, para Sócrates no hay personas malas, sino ignorantes, y
toda persona sabia es, necesariamente, una persona buena. De esta teoría se siguen
consecuencias curiosas, como que, según Sócrates, a los criminales no hay que castigarlos,
sino educarlos.
(3) Ética Axiológica o Ética de los Valores: Platón y Scheler → El bien lo establecen los
valores universales
Escandalizado ante el relativismo de los sofistas e influido por su maestro Sócrates, Platón
(S. IV a. C) defiende la posición más opuesta posible al relativismo sofista: no sólo existen
los valores morales universales, sino que éstos existen independientemente del ser
humano, es decir, independientemente de si el ser humano los conoce o no, e
independientemente de si el ser humano se compromete con ellos o no. Para Platón, los
valores son Formas, Ideas o Arquetipos esenciales, eternos, perfectos y subsistentes que
existen en un mundo diferente de mundo sensible, que él denomina mundo de las Ideas o
mundo inteligible. La Justicia, el Valor o la Prudencia serían los “modelos” de las acciones
justas, valientes o prudentes, y éstas serían “copias” imperfectas y temporales de sus
modelos perfectos y eternos.
En el fondo, Platón está apelando a una experiencia cotidiana que todos compartimos:
podemos considerar, por ejemplo, que el mundo es injusto. Pero, ¿cómo sabemos esto? ¿con
qué estamos comparando el mundo tal y como es, para saber que es injusto? Según Platón,
debemos conocer, de algún modo, el valor de la Justicia. Si no fuera así, la ausencia de
justicia no indignaría a nadie. Pero, aunque conocemos la Justicia, no la podemos encontrar
en ningún sitio: no hay nadie perfectamente justo, ni ninguna sociedad perfectamente justa.
La Justicia no existe en el mundo que nos rodea, por lo tanto, según Platón, debe existir en
un mundo diferente de este: en el mundo de la Ideas.
Los valores, entendidos como Ideas, Formas o Arquetipos eternos, poseen según Platón
varias características:
• Los valores demandan su cumplimiento por sí mismos. Vivimos la Justicia, por
ejemplo, como una exigencia moral a la que entregarse, no como un concepto
racional sobre el que pensar. Por lo tanto, los valores son ideales que aspiran a
convertirse en realidades a través de nuestro comportamiento.
• Esta exigencia a la que nos someten los valores puede asumirse o rechazarse
libremente. Sin embargo, comprometerse con los valores garantiza gozar de una vida
realmente humana; o en otras palabras, los valores humanizan a quienes se
comprometen con ellos. Quien elige rechazar los valores queda condenado a una
vida embrutecida, es decir, meramente animal (“bruto” significa animal).
• No podemos conocer los valores (así como el resto de Ideas) mediante los sentidos,
ya que éstos nos proporcionan conocimiento de cómo es el mundo y de cómo somos
nosotros, pero no de cómo debería ser el mundo, y de cómo deberíamos ser
nosotros. Por ello, los valores se pueden conocer mediante una facultad diferente de
la sensibilidad: el entendimiento o razón para Platón. En resumen, es la razón la
que nos revela cómo debería ser el mundo, mientras que los sentidos sólo nos revelan
cómo es actualmente.
• Conocer los valores eternos, tal y como existen en el mundo de las Ideas
independiemente de nosotros, nos sirve para poseer un criterio desde el cual medir
la realidad que nos rodea. En otras palabras, el valor moral de un acto dependerá
de su capacidad para realizar o no el valor ideal. Por ejemplo, una acción será
justa en la medida en la que realiza la Justicia, y las acciones más justas serán
simplemente las que son mejores “copias” del “modelo” de Justicia. En las acciones
injustas, en cambio, se ausenta la Idea de Justicia.
• Sin embargo, ninguna acción alcanzará la perfección del ideal eterno al que
aspira. Por ejemplo, ninguna acción justa será tan justa como la Justicia en sí. Por
ello, los valores marcan una dirección hacia la cual dirigir nuestras aspiraciones
morales, son el horizonte que, aunque nunca lo podamos alcanzar, orientan y guían
nuestra actividad moral.
• Los valores están ordenados en una jerarquía: el valor supremo es el Bien, y, en
orden, los siguientes son Verdad, Justicia y Belleza. El hombre sabio, el filósofo,
intenta por todos los medios que sus acciones sean, por lo tanto, buenas, verdaderas,
justas y bellas. Según Platón, además, si uno consolida su compromiso con estos
valores, se convierte en un hombre virtuoso, es decir, un hombre que vive según las
virtudes de la Prudencia, el Valor, la Templanza y la Justicia (consideradas las
“Virtudes Cardinales” por muchas doctrinas éticas posteriores, como el cristianismo)
En resumen, los valores, para Platón, son entidades subsistentes, eternas y perfectas
que conocemos mediante la razón o entendimiento, que demandan de nosotros su
complimiento, que sirven como criterio para determinar el valor moral de nuestros
actos y que, ya que no son completamente realizables, orientan nuestra actividad
moral dándole una dirección hacia la cual avanzar interminablemente.
► La ética de los valores de Platón fue puesta al día (o “actualizada”) por el filósofo Max
Scheler (1874 - 1928), y su filosofía moral, que fue un éxito rotundo en toda Europa, ha
influido en el pensamiento filosófico de todo el S. XX, por ejemplo, en la filosofía de Ortega
y Gasset, en la de X. Zubiri y en la de Aranguren, filósofos españoles.
• Según Scheler, el hombre se encuentra rodeado de un “mundo de valores”, y éste no
es un mundo a parte del mundo real. Los valores residen en las cosas, y por ello,
son objetivos: el hombre no los inventa ni los crea, sino que los descubre, los
reconoce en las cosas. Pero, aunque los valores están en las cosas, son
independientes de ellas. Las cosas simplemente son “portadoras” de valores. En
pocas palabras, el mundo de los valores, aunque reside en el mundo real (y no en un
mundo a parte, como defendía Platón), es autónomo e independiente de este mundo.
• Scheler afirma que podemos conocer estos valores, y, como Platón, rechaza que
puedan conocerse mediante los sentidos, pero, contra Platón, también rechaza que
puedan conocerse mediante el entendimiento o la razón. Según él, los valores son
conocidos mediante una facultad específica: la intuición sentimental. Por ello,
afirma Scheler, los sentimientos no son puramente subjetivos, sino que pueden
descubrir realidades objetivas. Por lo tanto, cuando contemplamos una cosa
cualquiera, la intuición sentimental nos hace descubrir en ella su valor; o más bien,
descubrimos el conjunto de valores que residen en ella de un modo más o menos
acabado o perfecto, y también qué valores son superiores a otros.
• Scheler, siguiendo a Platón, propone una “ética axiológica” o “ética de los valores”,
es decir, una ética regida por el reconocimiento de los valores objetivos que residen
en las cosas. Esos valores, según Scheler, atraen al sentimiento humano y lo fascinan,
y por ello, exigen su cumplimiento. En otras palabras, los valores deben ser
realizados o, si se encuentran realizados en cierta medida, mantenidos en su
realidad. De ahí que la ética axiológica de Scheler propone un principio ético
universal según el cual “donde los valores están realizados, no atentar contra su
existencia; donde su existencia esté amenazada, manatenerlos; y donde no están
realizados e incluso los contravalores dominan, realizar los valores positivos”.
• Estos valores se clasifican, como en Platón, en una Jerarquía. Su clasificación va
dede los menos importantes pero más fundamentales hasta los más importantes pero
menos fundamentales:
◦ 1. Valores sensibles (alegría/pena). Tipo humano: el “vividor”
◦ 2. Valores de la civilización (útil/perjudicial). Tipo humano: el “técnico”
◦ 3. Valores vitales (noble/vulgar). Tipo humano: el “héroe”
◦ 4. Valores culturales:
• Estéticos (bello/feo). Tipo humano: el “artista”
• Éticos (justo/injusto). Tipo humano: el “legislador”
• Especulativos (verdadero/falso). Tipo humano: el “sabio”
◦ 5. Valores religiosos (sagrado/profano). Tipo humano: el “santo”
(6) Ética Iusnaturalista o Ética de la Ley Natural: Santo Tomás → El bien es lo establecido
por Dios como bueno
“Iusnaturalismo” se descompone en dos conceptos latinos, “Ius” que significa ley, y
“naturalis” que significa natural. La ética iusnaturalista es, por lo tanto, la ética de la ley
natural. Fue defendida, principalmente, por Tomás de Aquino (S. XIII d. C)
El iusnaturalismo ético es la teoría ética según la cual existe una ley moral, natural y
univeral que determina lo que está bien y lo que está mal independientemente de las
opiniones o creencias del ser humano. En otras palabras, el iusnaturalismo ético defiende
que la ley moral es objetiva, y por lo tanto, el ser humano puede conocerla e interiorizarla,
pero no es ni puede ser creación suya, sino que la recibe de una instancia externa.
Según Tomás de Aquino, Dios ha creado al ser humano a su imagen y semejanza y, por ello,
en su misma naturaleza puede encontrar el fundamento del comportamiento moral. Las
personas pueden encontrar en su alma una ley natural, innata, inmutable y universal que
determina lo que está bien y lo que está mal. Esta ley natural participaría de la ley divina.
Sin embargo, esta ley natural innata, en virtud de la cual los seres humanos pueden
reconocer los valores morales y comportarse de acuerdo con ellos, no obliga como las leyes
físicas, pues el ser humano es intrínsecamente libre de acatarla o violarla. Ahora bien,
gracias a esta ley moral natural, inmutable y universal, que Dios regala al ser humano,
valores como el derecho a la vida se nos presenta de forma completamente natural y
evidente, impidiendo toda duda razonable acerca de su validez y verdad.
La ley natural posee tres principios:
1) Conservación de la vida
2) Perpetuación de la especie
3) Promoción de una vida en sociedad buscando el bien y la justicia
Según el aquinate, toda ley moral o política tiene que partir de la ley natural que todos
llevamos impresa en nuestra alma desde el momento de la Creación. Por ello, todas aquellas
doctrinas morales o políticas que contradigan sus principios, o llegen a conclusiones que los
invaliden, deben ser necesariamente falsas e inmorales. Así, la ley moral natural es un
criterio infalible para determinar si determinadas doctrinas éticas son realmente morales, o
si determinadas legislaciones son realmente legales, ya que, como mínimo, deben partir de
estos principios y, como mucho, expandirlos a casos particulares de cara a su aplicación
concreta. Por ello, según Tomás, aquellas personas o sociedades que contravienen estos
principios morales innatos, eternos y objetivos deben ser incapaces de poder captarlos
racionalmente, y las causas de este hecho sólo pueden ser las pasiones del cuerpo, las
costumbres perversas o la aberración de la propia naturaleza. Por lo tanto, si uno ha
dominado sus pasiones, ha desarrollado unas costumbres rectas y posee uso de razón, llegará
a la conclusión de que esta ley moral es objetiva, univeral y eterna.
Dice Tomás de Aquino: “La ley natural, en cuanto a los primeros principios comunes, es la
misma para todos los hombrs, tanto por la rectitud de su intelección como por el
conocimiento de ésta. Pero en tuanto a ciertos preceptos particulares, que son a modo de
conclusones derivadas de los principios comunes, es la misma para todos en la generalidad
de los casos, pero pueden fallar en algunos: sea a causa de algunos impedimentos
particulares, sea en cuanto a su conocimiento, y esto porque algunos tienen la razón
pervertida por las pasiones y por las malas costumbres, o por la mala disposición natural.”
(7) Ética Deontológica o Ética del Deber: Kant y Habermas → El bien es cumplir con el
deber
La ética deontológica, o deontologismo, es defendido por Immanuel Kant (S. XVIII). Kant
parte de un rechazo de tres características comunes a todas las teorías éticas del pasado:
su carácter heterónomo, material e hipotético.
• Todas las teorías éticas, según Kant, son éticas heterónomas, es decir, son éticas en
las que el bien supremo lo establece una instancia diferente de la razón humana.
Para Platón, son los valores los que dictaminan al hombre lo que debe hacer. Para
Aristóteles, la naturaleza humana ha definido de antemano cuál es el sentido de la
vida de cada cual. Para Tomás de Aquino, es Dios quien establece qué es lo que está
bien y lo que está mal, etc.
• Todas las teorías éticas son éticas materiales, es decir, son teorías éticas que
proponen qué debemos hacer para alcanzar aquello que es bueno, para acceder al
Bien. Por eso, la ética tiene un contenido concreto que consiste en una serie de
normas (“huye de los excesos”, “busca el placer”, “obedece la ley natural”, etc.) que
nos señalan qué es preciso hacer para alcanzar el bien (la felicidad, el placer, etc.)
• Todas las teorías éticas son hipotéticas, es decir, son teorías éticas que sólo obligan
al cumplimiento de sus normas de forma condicional. En otras palabras, uno sólo
está obligado a cumplir con las normas morales que proponen (por ejemplo, practicar
las virtudes éticas y dianoéticas) si quiere alcanzar el bien supremo (la felicidad).
La ética kantiana, en cambio, posee las características contrarias, es decir, es una ética
autónoma, formal y categórica.
• La ética deontológica kantiana es autónoma, es decir, es el propio ser humano el
que, por medio del uso de su razón, establece sus propias normas y valores. El ser
humano debe decidir, sin recurrir a instancias externas, lo que es correcto. Por lo
tanto, es el uso de su razón, de forma autónoma e independiente, la que fundamenta
y justifica las normas y valores con los que uno se compromete, sin necesidad de
recurrir a nada superior y externo a la propia razón.
• La ética deontológica kantiana es formal, es decir, no es una teoría ética que nos
diga qué debemos hacer, sino que se limita a decirnos cómo debemos hacerlo. En
otras palabras, la ética kantiana no tiene materia o contenido, no consiste en una lista
de normas y preceptos que tenemos que seguir. Sólo debe decirnos cómo actuar para
comportarnos correctamente, no qué hacer.
• La ética deontológica kantiana es categórica, es decir, es una teoría ética que obliga
en todos los casos y en todas las situaciones. En otras palabras, la ética de Kant no
propone un bien supremo y una serie de normas que debemos seguir para alcanzarlo,
ya que en ese caso, si no queremos alcanzar ese bien supremo, no estamos obligados
a seguir las normas morales que lo alcanzan. La ética kantiana obliga a todos los
seres humanos independientemente del bien supremo que quieran alcanzar.
Para Kant, por lo tanto, sólo una ética autónoma, formal y categória puede ser realmente
universal, y además, sólo este tipo de teoría ética puede garantizar la autonomía moral
propia de un ser libre y racional como el ser humano. Las normas morales no pueden venir
impuestas desde fuera (ni por la naturaleza, ni por Dios, ni por el Estado, etc.) sino que debe
ser la razón humana la que debe darse a sí misma su propia ley moral. El sujeto que, por
medio de uso de su razón, se de su propia ley moral a sí mismo, tendrá garantizado que esta
ley moral es universal, pues será válida también para todo ser racional, es decir, para todo
ser humano.
Pues bien, ahora que sabemos que la ética deontológica de Kant es autónoma, formal y
categórica y por qué lo es, ¿cómo articula Kant estas características en una teoría ética
coherente? Lo hace diseñando una ética deontológica, es decir, una ética del deber.
“Deontología” viene del griego, “deón” significa “deber” y “logos” significa “estudio”.
“Deontológico” significa, en español, referente o relativo a los deberes. Una ética
deontológica es, por lo tanto, una ética basada en los deberes, o, sencillamente, una ética del
deber.
Para Kant, la moralidad o inmoralidad de las acciones no depende de sus consecuencias.
Por ello, una acción puede ser buena aunque sus consecuencias no sean buenas, y una acción
puede ser mala aunque sus consecuencias sean malas. Por ello, las acciones, normas y
valores son buenos por sí mismos, independientemente de sus consecuencias, es decir, de lo
que se siga de ellas. El único criterio para evaluar las normas y valores, y determinar si son
buenos o malos, es comprobar que se adecuen a nuestro a nuestro deber. En pocas palabras,
una acción es buena si debo hacerla, y mala si no debo hacerla. Por ello, Kant no ofrece
unas normas morales de conducta, sino un criterio para determinar si cualquier norma ética
que queramos adoptar es realmente moral o no, si debo hacerla o debo evitarla ¿Cuál es este
criterio?
Para determinar si una norma es realmente moral o no lo es, según Kant hay que utilizar
como criterio el imperativo categórico, cuya formulación dice así: Actúa de modo que
puedas querer que la norma que rige tu acción particular pueda convertirse en una
norma universal1. Este imperativo, realmente, no depende de ningún fin o bien supremo, y
no nos dice exactamente qué tenemos que hacer. Sólo es un criterio que sirve para saber
qué normas son morales y cuáles no según si concuerdan con nuestro deber o no lo hacen.
En otras palabras, el imperativo categórico establece cuál es la forma que debe tener una
norma para ser moral: sólo aquellas normas que sean universalizables (que puedan
convertirse en ley moral universal) serán realmente normas morales, es decir, buenas.
1 “Obra sólo según aquella máxima [o norma] de la que al mismo tiempo puedas querer que se convierta en norma
universal” Kant, Critica de la Razón Práctica
Ejemplos: Veamos el caso del robar. Imaginemos un padre de familia en una situación tal
que su familia y él mismo están muriendo de inanición. Parecería razonable pensar que, si
no encuentra otros medios para dar de comer a su familia, recurrir al robo sea lo moralmente
preferible. Pero, según Kant, la norma particular que rige este robo es “es bueno robar
cuando me conviene”. ¿Podríamos querer que esta norma, que rige la acción de esta persona,
se convirtiera en una norma universal según la cual “todo el mundo debe robar cuando le
resulte conveniente”? La realidad es que no, no podemos querer vivir en un mundo en el que
esta norma es un deber universal, porque no existiría la propiedad privada. Pasa igual con la
mentira: imaginemos que estamos escondiendo a un amigo judío de la persecución nazi, en
la Alemania de mediados del S. XX, e imaginemos que un policía nazi toca a nuestra puerta
y nos pregunta si estamos escondiendo a alguien. Parece natural pensar que, en este caso, lo
moralmente correcto es mentir, sin embargo, según Kant no sería así. Porque la regla que
estoy siguiendo en este caso es “es bueno mentir cuando me conviene”, y no puedo querer
realmente vivir en un mundo en el que es un deber universal que “todo el mundo debe
mentir cuando le conviene”, porque entonces sería un mundo en el que la verdad no
existiría. Igualmente con las promesas. Uno podría pensar que, aunque haya prometido
guardar un secreto, hay circunstancias en las que no tiene ya sentido mantener la promesa.
Imaginemos que la persona a la que se lo prometí ya ha muerto, y que no tendrá ninguna
consecuencia revelar el secreto, o incluso es conveniente para sus hijos o quien sea. En este
caso, tampoco podríamos romper la promesa, porque mi acción individual sigue una norma
que dice “es bueno romper una promesa cuando es conveniente”, la cual no puedo querer
que se convierta en la ley universal “todo el mundo debe romeper promesas cuando es
conveniente”, porque en un mundo así las promesas no tendrían sentido, y no existirían.
► La ética deontológica ha sido puesta al día o actulizada por Jünger Habermas (1929),
bajo el nombre de Ética Discursiva.
La ética discursiva es heredera y continuadora de la ética deontológica kantiana, ya que, al
igual que ésta, la ética del discurso es formal y procedimenta, porque no establece normas
concretas de acción, sino el procedimieto para determinar qué normas tiene validez moral.
El criterio para detemrinar qué normas son éticas es similar al kantiano, aunque formulado
de forma distinta. Si en Kant tenía validez aquella norma que podía convertirse en ley
universal, para las éticas discursivas una norma es moral cuando es aceptable por la
comunidad de diálogo, cuyos participantes tienen los mismos derechos y mantienen
relaciones de libertad e igualdad. Dicho de otro modo, ante la pregunta: ¿es esta norma
ética?, debemos tener en cuenta no sólo si es aceptable por nosotros, sino si sería aceptada
por esta comunida de discurso. En definitiva, como afirmó Kant, es norma moral aquella que
es válida para todo ser racional, pero Habermas actualiza esta exigencia, afirmando que es
norma moral aquella que es válida para toda la comunidad de hablantes. Lo que diferencia
esta ética discursiva de la ética kantiana es que quien decide si una norma es universalizable
no es un individuo solitario, sino toda la comunidad de hablantes libres y racionales en
diálogo.
Habermas (pero también Apel, Rawls, etc.) ha desarrollado una ética discursiva y
procedimental de este tipo. Según este filósofo, sólo tienen validez aquellas normas
aceptadas por consenso en una situación ideal de diálogo. Esta situación ideal debe cumplir
una serie de requisitos. Entre los más importants, están lo siguientes:
• Todos los afectados por una determinada norma deben participar en su discusión
• Todos los participantes del diálogo deben tener los mismos derechos y las mismas
oportunidades de argumentar y defender su postura
• No puede existir coacción de ningún tipo entre los participantes
• Todos los participantes deben intervenir en el diálogo teniendo como finalidad el
entendimiento y el consenso
En resumen, como dice Habermas, “únicamente pueden aspirar a la validez aquellas
normas que consiguen (o pueden conseguir) la aprobación de todos los participantes de un
discurso”
(8) Ética Utilitarista: Stuart Mill → El bien es lo útil o lo que tiene las mejores
consecuencias para todos
El utilitarismo surge como una reacción crítica a la ética kantiana, y el filósofo utilitarista
más conocido es John Stuart Mill (S. XIX d. C). Mientras que para Kant el valor moral de
una acción reside en su conformidad con el imperativo categórico, y no en sus
consecuencias, para el utilitarismo son precisamente las consecuencias de una acción el
factor que determina si una acción es moral o inmoral.
El utilitarismo es una teoría ética cercana al hedonismo y al eudemonismo, ya que también
defiende que el mayor bien del ser humano es el placer y la felicidad. Sin embargo, se separa
de éstos al afirmar que las acciones, las normas morales y los valores deben ser juzgadas de
acuerdo con el principio de utilidad. Según este principio, una acción o norma es buena
cuando sus consecuencias son útiles y es mala cuando sus consecuencias son inútiles . Se
entiende por utilidad como “la propiedad de cualquier acción de producir beneficio,
ventaja, placer o felicidad”. Por ello, se podría formular la máxima del utilitarismo de este
modo: son buenas aquellas acciones cuyas consecuencias conducen a la máxima
felicidad posible para el mayor número de personas posible.
Otra de las principales diferencias entre el utilitarismo y el hedonismo clásico es que el
primero va más allá del ámbito personal. Cuando los utilitaristas afirman que el fin de toda
acción correcta es la felicidad, y que una acción es moral cuando es útil de cara a alcanzar
dicha finalidad, no entiende por felicidad el interés o placer personal, sino el máximo
provecho para el mayor número de personas, como hemos visto. El placer o felicidad es, por
lo tanto, un bien común, un bien general, y no un mero bien personal. De esta forma, el
utilitarismo abandona el carácter egoísta presente en las éticas hedonistas de la Antigüedad,
e inaugura un nuevo modo altruista de entender la ética.
Stuart Mill distingue entre placeres inferiores y placeres superiores: hay placeres más
estimables que otros según promuevan o no el desarrollo moral propio del ser humano. Esto
le lleva a firmar: “Es mejor ser una criatura humana satisfecha que un cerdo satisfecho; es
mejor ser un Sócrates insatisfecho que un loco satisfecho”.
Stuart Mill resume su sistema ético en el siguiente texto: “La doctrina que acepta la utilidad
o el principio de la mayor felicidad como fundamento de la moral, sostiene que las acciones
son justas en la medida en que tienden a promover la felicidad general, e injustas cuando
tiente a producir lo contrario de la felicidad. Se entiende por felicidad el placer y la
ausencia de dolor; por infelicidad el dolor y la ausencia de placer.
Para dar una visión clara del criterio moral que establece esta teoría, habría que decir
mucho más particularmente qué cosas se incluyen en las ideas de dolor y placer […]. Pero
esas explicaciones suplementarias no afectan a la concepción de la vida en la que se apoya
esta teoría ética: a saber, que el placer y la exención de dolor son las únicas cosas
deseables […] lo son o por el placer inherente a ellas mismas, o como medios para la
promoción del placer y la prevención del dolor.”
4. Conclusiones
Esta diversidad de teorías puede causar una cierta sensación de desconcierto: “Y todo esto, ¿para
qué?”. Unas cuantas indicaciones breves pueden ayudar a aclarar un poco el panorama de la ética
contemporánea:
• Las teorías éticas responden a una urgente necesidad: poder contar con otro tipo de
racionalidad además de la racionalidad científica y técnica. La ciencia explica lo que es o lo
que hay, la técnica o tecnología nos muestra lo que se puede hacer y cómo hacerlo, pero sólo
la ética responde a la pregunta más importante: lo que es bueno que haya, lo que se
debe hacer. Una sociedad que ha olvidado qué es lo que debe haber en el mundo, y que se
limita a tener en cuenta lo que hay y lo que puede haber, es una sociedad sin rumbo ni
objetivo. ¿No deberían servir todas las ciencias y la tecnología contemporánea para crear un
mundo mejor? Si no es así, ¿para qué sirven, en el fondo?
• Las diversas teorías éticas no son tan excluyentes entre sí como parece. Su oposición
radica, sobre todo, en los fundamentos que cada una encuentra a la actividad moral del ser
humano. Por ejemplo, ni Kant ni Tomás de Aquino niegan el derecho de los seres humanos a
ser felices, lo que rechazan es que esta búsqueda de la felicidad pueda ser el fundamento
racional de las normas morales y los valores. En la práctica, la ética contemporánea
busca la conciliación de las diversas perspectivas. Por ello, se intentan elaborar teorías
éticas que concilien los dualismos éticos clásicos, por ejemplo, entre felicidad y placer, entre
deber y felicidad, o entre la importancia de que las acciones respondan al deber y la
importancia de que las acciones tengan las mejores consecuencias.