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Resumen

Prólogo

Antes de que empiece el drama, el director de teatro, el Poeta y el “Gracioso” se reúnen para
hablar sobre la obra. El director quiere teatro lleno, mucha acción y mucho que ver para que
los espectadores puedan mirar boquiabiertos como es debido. Al Poeta, en cambio, lo intimida
una gran audiencia. Una verdadera obra de arte naufraga en momentos salvajes como estos;
solo a través de los años se muestra en su perfección. El Gracioso solo lo encuentra ridículo: el
Poeta debe crear aquí y ahora diversión y alegría, porque la poesía también se puede ordenar.
El director quiere ver acción: ¡Arriba el telón!

Prólogo en el cielo

En el cielo, los ángeles alaban las obras de Dios: las estrellas, cuyo armonioso movimiento
transcurre en resonancia con las esferas, dan testimonio de la perfección de la creación. Pero
el diablo, Mefistófeles, cuenta algo distinto: anda entre las personas, a las que no encuentra en
absoluto ni perfectas ni interesantes. Incluso siente lástima por ellas, porque a pesar de su
inteligencia, no pueden dar grandes saltos. Dios está enojado y lleva la conversación al doctor
Fausto. Mefistófeles también conoce a este erudito. Pide permiso para seducir a Fausto. El
Señor no se opone, porque está seguro de que Fausto conoce el camino correcto y tampoco
permitirá que Mefistófeles lo aparte de él.

Cuarto de estudio de Fausto

En su estudio elevado y estrecho, Fausto cae en un ánimo sombrío. A pesar de sus títulos y
premios científicos, se siente inútil. Piensa que en realidad no sabe nada, que en el fondo es
tan tonto como un necio. Como no puede avanzar en su conocimiento del mundo, Fausto ha
recurrido a la magia. Se enfrasca en la lectura de antiguos hechizos y los libros de Nostradamus
y conjura a un Espíritu de la tierra que, sin embargo, nuevamente se le escapa. Wagner, el
asistente de Fausto, entra en la habitación; quiere copiar algo de su maestro. Pero Fausto está
harto desde hace tiempo de la mente fría y matemática de Wagner. Termina rápidamente la
conversación y sigue absorto en sus pensamientos cada vez más sombríos. Al fin y al cabo,
quiere incluso quitarse la vida para poner fin a su miserable existencia. El cuenco con veneno
ya está en sus labios, pero los coros de Pascua, que de repente oye desde afuera, lo llaman de
vuelta a la vida.

Paseo de Pascua

Fausto va con Wagner a un paseo de Pascua frente a las puertas de la ciudad. La gente saluda
al erudito caballero muy amistosamente y le muestran gran respeto. Wagner admira esta
fama, pero no confía mucho en las personas tontas e ignorantes. Fausto, en cambio, está muy
complacido internamente por la cordialidad y también por la naturaleza fresca de primavera
que lo rodea. Un perro negro se une a los dos paseantes.
La esencia del perro

Cuando Fausto vuelve a entrar en su estudio, el perro no se aleja de su lado. Fausto, inspirado
por el mensaje de Pascua, quiere leer el texto original de la Biblia y traducirlo. Pero avanza
muy lentamente, porque ya se quedó atascado en la primera página: “En el principio era el
Verbo” le parece equivocado. Prueba con “sentido”, “fuerza” y finalmente llega a “En el
principio era el Acto”. Mientras tanto, el perro se convierte en Mefistófeles que, vestido como
estudiante ambulante, se planta frente al doctor. Fausto conversa con él, que primero se
presenta como un “espíritu que siempre niega” y, finalmente, revela su identidad. Un
pentagrama (estrella de cinco puntas) en la puerta de Fausto impide que el diablo salga de la
casa. Fausto triunfa y quiere aprovechar esta oportunidad. Mefistófeles debe mostrarle sus
artes, para lo cual el diablo conjura un coro de espíritus que arrullan a Fausto en dulces
sueños. Mientras el doctor duerme, Mefistófeles le ordena a una rata que roa la tabla de
madera con el pentagrama para que pueda escapar.

El pacto con el diablo

Pero pronto Mefistófeles aparece de nuevo frente a Fausto y le ofrece un pacto. Quiere
servirle al doctor aquí y cumplirle todos sus deseos, si Fausto hace lo mismo por él “allá”.
Fausto acepta gustoso esta oferta, porque de todos modos duda del más allá. Incluso extiende
el pacto a una apuesta, pues no cree que alguna vez haya algo en la tierra que pueda
satisfacerlo por completo, ya que se conoce a sí mismo como alguien que siempre quiere más
de lo que puede obtener. Por tanto, la apuesta dice que si Mefistófeles consigue envolver a
Fausto en la diversión terrenal de tal manera que olvide su desasosiego y pueda salir al
instante, entonces el diablo puede disponer de él libremente. El El diablo pedante quiere
poner el trato por escrito y firmarlo con sangre. Mefistófeles quiere ahora lanzarse al mundo
con Fausto. Pero primero intercambia la ropa con el doctor y le da una conferencia satírica
sobre las ciencias a un estudiante que entra; para lo cual, no dejó títere con cabeza. Después
de que el estudiante se marcha, Fausto y Mefistófeles inician el viaje y alzan el vuelo en el
manto mágico de Mefistófeles.

La Bodega de Auerbach

En la taberna estudiantil Bodega de Auerbach de Leipzig, los dos viajeros son testigos de una
borrachera salvaje. Cuando aparecen Mefistófeles y Fausto, los estudiantes quieren escuchar a
los recién llegados. Pero Mefistófeles logra sorprenderlos con un truco de magia: taladra
agujeros en la mesa y los rellena con tapones de cera. A continuación, los borrachos perplejos
ven cómo sale vino de los agujeros y, por cierto, de la variedad que desean. Cuando uno de los
estudiantes derrama unas gotas y salen llamas del vino, los bebedores sospechan que se trata
de brujería y se abalanzan sobre Mefistófeles. Pero este los hechiza y se aleja rápidamente con
Fausto, a quien, de todos modos, no le ha agradado la fiesta.

La cocina de la bruja

Fausto y Mefistófeles entran en la cocina de una bruja, pero la dueña de la casa no está ahí.
Fausto quiere una poción que lo rejuvenezca. Cuando finalmente la bruja regresa, le prepara
un brebaje que realmente hace posible el milagro. El doctor ve en un espejo la imagen de una
hermosa muchacha. De inmediato, queda cautivado por ella; se despiertan su placer y su
deseo. Mefistófeles le promete que enseguida verá en persona a la muchacha.

Gretchen

Fausto se encuentra con la joven Margarita en la calle. Está atónito por su belleza, pero
también alaba su pureza y le divierte la respuesta desdeñosa con la que ella rechaza su pedido
de acompañarla. En cuanto Mefistófeles se le acerca, Fausto le pide que le “consiga” a la joven.
Fausto expresa este deseo con tal falta de escrúpulos que al propio Mefistófeles le parece
demasiado apresurado. Gretchen es tan piadosa, casta y virtuosa que no tiene poder sobre
ella. Pero incluso Mefistófeles debe ajustarse al tempestuoso celo amoroso de Fausto y le
promete urdir una treta para que conozca a la joven. Fausto también le ordena a Mefistófeles
que le procure un regalo. Por la noche, ambos entran a hurtadillas en la habitación de
Gretchen y ocultan un joyero con valiosas alhajas en su armario. Huyen rápidamente cuando
Gretchen entra en la habitación. Mientras se desviste, descubre el joyero. Queda casi cegada
por las alhajas y se pregunta quién le ha traído este regalo.

La ironía del destino

Fausto se reúne de nuevo con Mefistófeles. El diablo está furioso porque la madre de la
muchacha llegó a ver las alhajas que le dieron. Inmediatamente se dio cuenta de que algo no
estaba bien y se las llevó directamente al pastor, quien “desinteresadamente” se apropió de
las joyas para el tesoro de la iglesia. Pero mientras que Mefistófeles está furioso por esta ironía
del destino, Fausto solo piensa en Margarita, que suspira por el regalo. Le dice al diablo
desconcertado que simplemente consiga nuevas joyas.

Cita para cuatro

Mefistófeles le endilga a Gretchen una nueva alhaja. Esta vez no se la enseña a su madre, sino
a su vecina Marta. De repente, aparece Mefistófeles. Entrega un mensaje del esposo de Marta,
el cual, según dice, murió en Padua. En esta ocasión, Mefistófeles se cita con ambas damas y
anuncia también la presencia de Fausto, que confirmará como testigo ficticio la muerte del
marido. A Fausto no le entusiasma este juego de mentiras. Sin embargo, la cita para cuatro
tiene lugar. Fausto pasea con Gretchen mientras la vecina acosa patentemente a Mefistófeles.
Gretchen juega con una flor el juego de “Me ama, no me ama” y Fausto le confiesa su amor.
Los dos se encuentran en el pabellón del jardín, donde se besan. Gretchen también sucumbe
ante el galante doctor.

Una noche de amor con consecuencias

Mefistófeles sigue atizando el fuego de la pasión de Fausto, que probablemente sabe el peligro
que puede implicar su relación con Gretchen. Después de todo, no le importa. Se encuentra
nuevamente con Gretchen, quien lo involucra en una conversación sobre religión y le explica
que Mefistófeles le repugna. Acuerdan pasar una noche de amor en la habitación de Gretchen.
Para que la madre no se entere, el doctor le da a Margarita un frasco con una poción para
dormir que, sin embargo, resulta mortal para la madre.

La desgracia de Gretchen

En la fuente, Gretchen debe presenciar cómo se burlan de otra muchacha. Ha andado


vagabundeando con un tipo que ahora la ha dejado embarazada. Resulta evidente que
Gretchen teme sufrir el mismo destino. En un nicho, un lugar entre los muros interno y externo
de la ciudad, Margarita le implora su ayuda a María, la Madre de Dios. El hermano de
Gretchen, Valentín, un soldado, regresa a la ciudad. Ya es un secreto a voces que Gretchen
tiene una aventura amorosa. Para el hermano, que siempre ha elogiado el carácter virtuoso de
su hermana, esta es la mayor humillación. Ve a Fausto y a Mefistófeles en la ventana de su
hermana y ataca a ambos. Fausto apuñala al hermano de Gretchen con una espada dirigida
por Mefistófeles. Antes de morir, Valentín acusa en voz alta a su hermana de prostitución.
Gretchen está conmocionada; además de su propia vergüenza, ahora también es responsable
de la muerte de su madre y su hermano. En la catedral, a donde huye, solo se escuchan las
canciones del Juicio Final.

La noche de Walpurgis

Mientras Gretchen sufre, Mefistófeles lleva a Fausto al monte Brocken para asistir a la
celebración de la noche de Walpurgis que realizan las brujas y los brujos. Fausto se une al
alboroto y participa en las bromas vulgares de los espíritus malignos que van al Brocken. Pero
finalmente tiene una visión de Gretchen, a la que ve con la garganta cortada. Mefistófeles
quiere distraer a Fausto y dirige su mirada a un teatro diletante que representa El sueño de la
noche de Walpurgis.

El fin de Gretchen

Fausto se enteró de la desgracia de Gretchen. Está en prisión en espera de su ejecución,


porque ella, abandonada por todo el mundo, asesinó a su hijo. Fausto culpa a Mefistófeles de
esto, pero el diablo lo niega; después de todo, solo hizo lo que Fausto le ordenó que hiciera.
Mefistófeles y Fausto galopan en caballos mágicos rumbo a la ciudad. Cuando Fausto entra en
la celda para liberar a Gretchen, al principio ella, antes de reconocerlo, lo toma por el verdugo.
Fausto le dice que se apresure, pero Gretchen, perturbada mentalmente, solo piensa en el
asesinato del niño. Cuando finalmente Mefistófeles también se presenta, ella reconoce en él al
diablo, le pide misericordia a Dios y se queda en el calabozo, mientras Fausto y Mefistófeles
huyen al amanecer. Mefistófeles da a Gretchen por juzgada, pero una voz “desde arriba”
anuncia su salvación. Aquí termina el drama. El destino de Fausto se cumple en el Fausto

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