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Resumen de Fausto

Prólogo en el cielo
En el cielo, los ángeles alaban las obras de Dios: las estrellas, cuyo armonioso movimiento transcurre en resonancia con las
esferas, dan testimonio de la perfección de la creación. Pero el diablo, Mefistófeles, cuenta algo distinto: anda entre las
personas, a las que no encuentra en absoluto ni perfectas ni interesantes. Incluso siente lástima por ellas, porque a pesar de
su inteligencia, no pueden dar grandes saltos. Dios está enojado y lleva la conversación al doctor Fausto. Mefistófeles
también conoce a este erudito. Pide permiso para seducir a Fausto. El Señor no se opone, porque está seguro de que Fausto
conoce el camino correcto y tampoco permitirá que Mefistófeles lo aparte de él.
Cuarto de estudio de Fausto
En su estudio elevado y estrecho, Fausto cae en un ánimo sombrío. A pesar de sus títulos y premios científicos, se siente
inútil. Piensa que en realidad no sabe nada, que en el fondo es tan tonto como un necio. Como no puede avanzar en su
conocimiento del mundo, Fausto ha recurrido a la magia. Se enfrasca en la lectura de antiguos hechizos y los libros de
Nostradamus y conjura a un Espíritu de la tierra que, sin embargo, nuevamente se le escapa. Wagner, el asistente de
Fausto, entra en la habitación; quiere copiar algo de su maestro. Pero Fausto está harto desde hace tiempo de la mente fría
y matemática de Wagner. Termina rápidamente la conversación y sigue absorto en sus pensamientos cada vez más
sombríos. Al fin y al cabo, quiere incluso quitarse la vida para poner fin a su miserable existencia. El cuenco con veneno ya
está en sus labios, pero los coros de Pascua, que de repente oye desde afuera, lo llaman de vuelta a la vida.
Paseo de Pascua
Fausto va con Wagner a un paseo de Pascua frente a las puertas de la ciudad. La gente saluda al erudito caballero muy
amistosamente y le muestran gran respeto. Wagner admira esta fama, pero no confía mucho en las personas tontas e
ignorantes. Fausto, en cambio, está muy complacido internamente por la cordialidad y también por la naturaleza fresca de
primavera que lo rodea. Un perro negro se une a los dos paseantes.
La esencia del perro
Cuando Fausto vuelve a entrar en su estudio, el perro no se aleja de su lado. Fausto, inspirado por el mensaje de Pascua,
quiere leer el texto original de la Biblia y traducirlo. Pero avanza muy lentamente, porque ya se quedó atascado en la
primera página: “En el principio era el Verbo” le parece equivocado. Prueba con “sentido”, “fuerza” y finalmente llega a “En
el principio era el Acto”. Mientras tanto, el perro empieza a aullar y a gruñir. Fausto se molesta y quiere echar afuera al
animal. Entonces el perro se convierte en Mefistófeles que, vestido como estudiante ambulante, se planta frente al doctor.
Fausto conversa con él, que primero se presenta como un “espíritu que siempre niega” y, finalmente, revela su identidad.
Un pentagrama (estrella de cinco puntas) en la puerta de Fausto impide que el diablo salga de la casa. Fausto triunfa y
quiere aprovechar esta oportunidad. Mefistófeles debe mostrarle sus artes, para lo cual el diablo conjura un coro de
espíritus que arrullan a Fausto en dulces sueños. Mientras el doctor duerme, Mefistófeles le ordena a una rata que roa la
tabla de madera con el pentagrama para que pueda escapar.
El pacto con el diablo
Pero pronto Mefistófeles aparece de nuevo frente a Fausto y le ofrece un pacto. Quiere servirle al doctor aquí y cumplirle
todos sus deseos, si Fausto hace lo mismo por él “allá”. Fausto acepta gustoso esta oferta, porque de todos modos duda del
más allá. Incluso extiende el pacto a una apuesta, pues no cree que alguna vez haya algo en la tierra que pueda satisfacerlo
por completo, ya que se conoce a sí mismo como alguien que siempre quiere más de lo que puede obtener. Por tanto, la
apuesta dice que si Mefistófeles consigue envolver a Fausto en la diversión terrenal de tal manera que olvide su desasosiego
y pueda salir al instante, entonces el diablo puede disponer de él libremente. El diablo pedante quiere poner el trato por
escrito y firmarlo con sangre. Mefistófeles quiere ahora lanzarse al mundo con Fausto. Pero primero intercambia la ropa con
el doctor y le da una conferencia satírica sobre las ciencias a un estudiante que entra; para lo cual, no dejó títere con
cabeza. Después de que el estudiante se marcha, Fausto y Mefistófeles inician el viaje y alzan el vuelo en el manto mágico
de Mefistófeles.
La Bodega de Auerbach
En la taberna estudiantil Bodega de Auerbach de Leipzig, los dos viajeros son testigos de una borrachera salvaje. Cuando
aparecen Mefistófeles y Fausto, los estudiantes quieren escuchar a los recién llegados. Pero Mefistófeles logra
sorprenderlos con un truco de magia: taladra agujeros en la mesa y los rellena con tapones de cera. A continuación, los
borrachos perplejos ven cómo sale vino de los agujeros y, por cierto, de la variedad que desean. Cuando uno de los
estudiantes derrama unas gotas y salen llamas del vino, los bebedores sospechan que se trata de brujería y se abalanzan
sobre Mefistófeles. Pero este los hechiza y se aleja rápidamente con Fausto, a quien, de todos modos, no le ha agradado la
fiesta.
La cocina de la bruja
Fausto y Mefistófeles entran en la cocina de una bruja, pero la dueña de la casa no está ahí. Fausto quiere una poción que lo
rejuvenezca. Cuando finalmente la bruja regresa, le prepara un brebaje que realmente hace posible el milagro. El doctor ve
en un espejo la imagen de una hermosa muchacha. De inmediato, queda cautivado por ella; se despiertan su placer y su
deseo. Mefistófeles le promete que enseguida verá en persona a la muchacha.
Gretchen
Fausto se encuentra con la joven Margarita en la calle. Está atónito por su belleza, pero también alaba su pureza y le
divierte la respuesta desdeñosa con la que ella rechaza su pedido de acompañarla. En cuanto Mefistófeles se le acerca,
Fausto le pide que le “consiga” a la joven. Fausto expresa este deseo con tal falta de escrúpulos que al propio Mefistófeles le
parece demasiado apresurado. Gretchen es tan piadosa, casta y virtuosa que no tiene poder sobre ella. Pero incluso
Mefistófeles debe ajustarse al tempestuoso celo amoroso de Fausto y le promete urdir una treta para que conozca a la
joven. Fausto también le ordena a Mefistófeles que le procure un regalo. Por la noche, ambos entran a hurtadillas en la
habitación de Gretchen y ocultan un joyero con valiosas alhajas en su armario. Huyen rápidamente cuando Gretchen entra
en la habitación. Mientras se desviste, descubre el joyero. Queda casi cegada por las alhajas y se pregunta quién le ha traído
este regalo.
La ironía del destino
Fausto se reúne de nuevo con Mefistófeles. El diablo está furioso porque la madre de la muchacha llegó a ver las alhajas
que le dieron. Inmediatamente se dio cuenta de que algo no estaba bien y se las llevó directamente al pastor, quien
“desinteresadamente” se apropió de las joyas para el tesoro de la iglesia. Pero mientras que Mefistófeles está furioso por
esta ironía del destino, Fausto solo piensa en Margarita, que suspira por el regalo. Le dice al diablo desconcertado que
simplemente consiga nuevas joyas.
Cita para cuatro
Mefistófeles le endilga a Gretchen una nueva alhaja. Esta vez no se la enseña a su madre, sino a su vecina  Marta. De
repente, aparece Mefistófeles. Entrega un mensaje del esposo de Marta, el cual, según dice, murió en Padua. En esta
ocasión, Mefistófeles se cita con ambas damas y anuncia también la presencia de Fausto, que confirmará como testigo
ficticio la muerte del marido. A Fausto no le entusiasma este juego de mentiras. Sin embargo, la cita para cuatro tiene lugar.
Fausto pasea con Gretchen mientras la vecina acosa patentemente a Mefistófeles. Gretchen juega con una flor el juego de
“Me ama, no me ama” y Fausto le confiesa su amor. Los dos se encuentran en el pabellón del jardín, donde se besan.
Gretchen también sucumbe ante el galante doctor.
Una noche de amor con consecuencias
Mefistófeles sigue atizando el fuego de la pasión de Fausto, que probablemente sabe el peligro que puede implicar su
relación con Gretchen. Después de todo, no le importa. Se encuentra nuevamente con Gretchen, quien lo involucra en una
conversación sobre religión y le explica que Mefistófeles le repugna. Acuerdan pasar una noche de amor en la habitación de
Gretchen. Para que la madre no se entere, el doctor le da a Margarita un frasco con una poción para dormir que, sin
embargo, resulta mortal para la madre.
La desgracia de Gretchen
En la fuente, Gretchen debe presenciar cómo se burlan de otra muchacha. Ha andado vagabundeando con un tipo que
ahora la ha dejado embarazada. Resulta evidente que Gretchen teme sufrir el mismo destino. En un nicho, un lugar entre
los muros interno y externo de la ciudad, Margarita le implora su ayuda a María, la Madre de Dios. El hermano de
Gretchen, Valentín, un soldado, regresa a la ciudad. Ya es un secreto a voces que Gretchen tiene una aventura amorosa.
Para el hermano, que siempre ha elogiado el carácter virtuoso de su hermana, esta es la mayor humillación. Ve a Fausto y a
Mefistófeles en la ventana de su hermana y ataca a ambos. Fausto apuñala al hermano de Gretchen con una espada dirigida
por Mefistófeles. Antes de morir, Valentín acusa en voz alta a su hermana de prostitución. Gretchen está conmocionada;
además de su propia vergüenza, ahora también es responsable de la muerte de su madre y su hermano. En la catedral, a
donde huye, solo se escuchan las canciones del Juicio Final.
La noche de Walpurgis
Mientras Gretchen sufre, Mefistófeles lleva a Fausto al monte Brocken para asistir a la celebración de la noche de Walpurgis
que realizan las brujas y los brujos. Fausto se une al alboroto y participa en las bromas vulgares de los espíritus malignos
que van al Brocken. Pero finalmente tiene una visión de Gretchen, a la que ve con la garganta cortada. Mefistófeles quiere
distraer a Fausto y dirige su mirada a un teatro diletante que representa El sueño de la noche de Walpurgis.
El fin de Gretchen
Fausto se enteró de la desgracia de Gretchen. Está en prisión en espera de su ejecución, porque ella, abandonada por todo el mundo,
asesinó a su hijo. Fausto culpa a Mefistófeles de esto, pero el diablo lo niega; después de todo, solo hizo lo que Fausto le ordenó que
hiciera. Mefistófeles y Fausto galopan en caballos mágicos rumbo a la ciudad. Cuando Fausto entra en la celda para liberar a Gretchen, al
principio ella, antes de reconocerlo, lo toma por el verdugo. Fausto le dice que se apresure, pero Gretchen, perturbada mentalmente,
solo piensa en el asesinato del niño. Cuando finalmente Mefistófeles también se presenta, ella reconoce en él al diablo, le pide
misericordia a Dios y se queda en el calabozo, mientras Fausto y Mefistófeles huyen al amanecer. Mefistófeles da a Gretchen por
juzgada, pero una voz “desde arriba” anuncia su salvación. Aquí termina el drama. El destino de Fausto se cumple en el Fausto II

Personajes
Fausto: Personaje principal. Un gran sabio que estaba cansado de la ciencia de los viejos libros. Tenía un ávido deseo por el
conocimiento y el poder. Creía en dioses de la naturaleza, magia, alquimia y dioses de la antigua Grecia.
Mefistófeles: Personaje principal. Es el diablo, aunque no representa al mal, hace críticas a la naturaleza humana y es la vía
para descifrar el universo oscuro y de la mitología para satisfacer todas las aspiraciones de Fausto.
Margarita: Personaje secundario. Primer amor de Fausto, quien muere por el remordimiento al haber aceptado los halagos y
amores clandestinos de Fausto. De corazón noble y religiosa.
Wagner: Personaje secundario: Fámulo de Fausto quien plantea al principio de la historia muchas cuestiones que son temas
para resolver en los capítulos posteriores.
Helena: Personaje secundario. Personaje mitológico, semidiosa de la Antigua Grecia y personaje principal en la historia de la
batalla de Troya, la Iliada. Con su extrema belleza y perfección enamoraba a todo hombre que la miraba.
Euforión: Personaje secundario. Es un ser puramente alegórico fruto de la unión de la belleza griega (representada por
Helena) y el romanticismo (representado por Fausto), unión de la cual nace el genio de la poesía moderna, personificado en
Lord Byron.
Homúnculo: Personaje secundario. Un hombre miniatura, que ciertos alquimistas pretenden haber creado artificialmente por
medio de procedimientos espagíricos. Tales criaturas son transparentes, incorpóreas pero están dotadas de maravillosa
inteligencia y por sus actos y poderes pueden compararse a los espíritus elementales.
Otros personajes: Isabelita, Marta, El emperador, el astrólogo, el bufón, el director, el general mayor, el trinchante mayor, el
arquitecto, el heraldo, damas, jardineras, el Canciller, etc
Otros personajes mitológicos: Brujas, Fórcidas, Esfinges, Coros de ángeles, diablos, Proteo, Nereidas, Tritones, Sirenas,
Quirón, Manto, Nereo, Ninfas, Ericto, Tesalia, Pluto, Clamoreo, Cloto, Laquesis, las Furias, las Parcas, las Gracias,
Hegemone, Eufrosina, las Madres, etc.

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