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A - Proyectos editoriales:
Francia) OBJETIVOS:
Circuitos menos prestigiosos. Pequeños cuadernillos de papel rustico, ilustrados, con temas
mas sangrientos, temas gauchescos, cocoliche, payasescos, lunfardo.
Provoca mala reacción en los sectores de la elite.
→ Clásicos Argentinos:
OBJETIVOS:
→ Clásicos Argentinos:
Manuel Galvez. Mucho volumen de los accionistas, eran hombres de fortuna y escultores
prestigiosos- Quiroga.
Aporte importante como difusor de la literatura viva y moderna.
CRITICA: señalaba al libro como objeto de consumo. Destaca sus atractivos + explícitos.
Profesionalización y anti-utilitarismo:
EJ: Editorial Claridad: misión cultural y organización del saber→ a través de distintas
bibliotecas y colecciones, sabiendo que existía un vasto público que podría conquistarse con
los libros adecuados y de precios bajos, presentados de manera atractiva. Les dio lugar a
nuevos escritores, estos llamados, de vanguardia.
Menos costos, mas tirajes y mayor distribución en quiscos y librerías.
El análisis de estos catálogos y de los argumentos utilizados para publicitarlos permite una
primera aproximación al mensaje editorial entre 1920/1930.
Programa:
La edición de libros se ha desviado de su verdadera naturaleza (es una vocación, más allá de las
ganancias) y adopto la actitud de un negocio como cualquier otro bajo un mercado con
condiciones poco favorables* y con directivos que desconocen el medio.
*mercado actual: gastos estructurales para mejorar los bajos beneficios. Mercado concentrado
que convierte al negocio menos rentables que nunca. Las innovaciones tecnológicas
convertirán en superfluas muchas funciones tradicionales del editor.
Pocas cadenas de grandes librerías que tienen altos costos y por ende exigen mas ventas =
muchos bestsellers.
Se demandan productos cada vez más uniformes, así la industria puede su diversidad natural.
Se siguen editando muchos libros valiosos, pero su expectativa de vida es menor.
En la actualidad los autores delegan en sus agentes la venta de sus libros, ya no en los editores.
Necesitan a los editores solo para imprimir, publicita y distribuir sus libros (la distribución
online no exige inversión editorial en muchos de los gastos, y los agentes negocian por más
beneficios sobre el editor en este soporte). Estas funciones son de alto riesgo económico y
pueden dejar de existir → poca ganancia para los editores. Los autores pasaran a ser sus
propios editores.
Los editores dejaran de apuntar al polo cultural con este panorama, como consecuencia de la
transformación.
Cultura→ mas condiciones de mercado normalmente naturales que exige rotación rápida e
indiscriminada de los productos, altos volúmenes de venta incompatibles con un tiempo de los
libros.
Estas tecnologías facilitaran a los lectores y escritores una comunicación más directa y forzara
a los editores a que reconozcan su función reducida y se adapten a la nueva situación.
Combinaran el modo de distribuir los libros, pero no eliminaran la tarea esencial de editar y
monopolizar. La conversión de manuscritos en libros es manual y puede llevar años. La
decisión de aceptar o no un manuscrito, las estrategias de revisión y promoción, la elección
de partidas y tipografías, el apoyo al autor, todo esto solo pueden hacerlo seres humanos más
allá del entorno tecnológico que transforma al resto del proceso.
Las librerías del futuro tienen que ofrecer algo que no pueda la WWW.
Dos perspectivas:
Los libros no eran baratos en el S XVIII y el consumo literario recurrió a bibliotecas circulantes
y fondos de préstamos a la edición de folletín de diarios y periódicos.
Esta “revolución del libro” crea un personaje poderoso económicamente y decisivo en la
implantación de la moda literaria → librero – editor: comprar lo mas barato posible y vender
tan caro como pueda.
El éxito incide sobre la profesionalización del escritor, sobre las posibilidades de vivir de la obra
y sobre las oportunidades de nuevas ediciones.
La expansión del publico lector se vio acompañada por la ampliación de la educación primaria,
seguía el proceso de expansión del público lector.
Se reconoce a los editores como profesionales que explotan esta oportunidad. Las elites no
veían con buenos ojos esta difusión de literatura, subversiva y socialista al alcance del
trabajador urbano y del público.
MUJERES: conformaban una parte sustancial y creciente del nuevo publico adepto a las
novelas.
Los diferentes públicos femeninos y masculinos eran mayores a medida que bajaran en escala
social.
Era más común saber leer que encubrir o firmar, la iglesia quería que se leyera la biblia para no
dar autonomía con la lectura. En las casas se daba la decisión de las tareas: las mujeres leían y
los hombres se encargaban de la escritura.
La escolarización de los niños también vino después de la introducción del publico lector y del
aumento del trabajo para mujeres.
SIGLO XIX
→ Florecimiento de revistas femeninas y de la literatura, antes el papel de la lectora era
resguardar la costumbre, la tradición y el uso familiar, alejada de la vida pública. También de
las revistas de cocina y novelas baratas, consejos de etiqueta, noticias de moda, etc. Sobre
todo, consumidor de novelas y periódicos masculinos.
La imagen ideal de la buena ama de casa parecía incompatible con la lectura, las mujeres
trabajadoras leían, pero consideraban su propia cultura literaria considerándola también una
pérdida de tiempo.
NIÑOS:
1870/1880 → a partir de las leyes de educación → florecieron las revistas para niños y otros
tipos de literatura destinados a satisfacer las inquietudes pedagógicas de las familias educadas.
A findes de siglo se dio una educación primaria universal.
Aumento la demanda de libros de texto en el mercado del libro.
Las escuelas de monitores querían llevar a cabo una alfabetización masiva combinas con el
sentido del deber y la disciplina en el trabajo que exigía la sociedad capitalista.
La demanda de una literatura pedagógica laica fue en aumento, demanda que los impresores
se apresuraron a satisfacer.
Fines de SXIX, invención de la infancia: como fase especifica de la vida con sus propios
problemas y necesidades, surge una floreciente industria de literatura infantil. Al principio solo
se trata de imponer un código moral estricto y convencional a través de la literatura. Se fueron
desarrollando diversas formas de literatura infantil que estimulaban el apetito de la magia y
fantasía (cuentos de hadas).
Los editores “edulcoraban” los cuentos populares para niños del S XIX. Los hermanos Grimm
reforzaron el mensaje moralizante y los valores familiares. Los textos eran dinámicos siempre
abiertos a la asimilación, por parte de nuevos editores, nuevas modas y cambiantes
necesidades del público.
La lectura oral en el SXIX sobrevivió sobre todo en el campesinado en las calles y entre algunos
círculos de la clase media.
Los patrones intentaron controlar el tiempo libre de este nuevo publico lector emanado de las
clases mas desposeídas. Se esperaba que con literatura adecuada se pudiera allanar las
tensiones sociales → se apartarían así de la bebida y el socialismo.
Sin embargo, estos lectores se resistían a aceptar esto, a pesar de que la clase trabajadora
luchaba por emanciparse de la ignorancia y la dependencia.
La necesidad de ganarse la vida cuanto antes impedía una escolarización regular. Muchos
obreros tenían que estudiar al aire libre debido a la estrechez de las viviendas y también el
problema de la luz.
INDUSTRIALIZACION → condujo a los obreros a una visión mas clara del ocio y el trabajo. En
cambio, los artesanos disponían de mas tiempo, su trabajo era más irregular y podía tomarse
vacaciones inesperadas, lo que favorecía la lectura.
LECTURA DEL AUTODIDACTA: por conocimiento y libertad. Mucho sacrificio y autodisciplina
para destacarse de sus compañeros. La lectura era aquí imprescindible. Concentrada y guiada
por un propósito definido. Memorizaban, intensiva, firme intención y determinación de
alcanzar el éxito por muy escasos que fueran los medios da su disposición.
1) Empírica/Teórica:
Estudiar la emergencia y consolidación del “mercado literario” en las sociedades
occidentales, y sus efectos sobre la condición social del escritor, la relación de ste con el
público, etc.
El libro pasa a ser un objeto que se vende, se cotiza y se devalúa → a través de la nueva
figura del editor (ligado al autor a través de una relación contractual).
Sometida a las reglas del mercado determinando por un éxito o fracaso. La literatura se
profesionaliza y un nuevo público, anónimo y heterogéneo, sustituye a los círculos de
consumidores, cuyos gustos y juicios siempre se conocían personalmente.
Estudios dentro de este enfoque que estudian el éxito literario como fenómeno
sociológico → mercado desempeña un papel importante en la distribución, pero
también en la industria de producción. (aceptación de cuentos, etc)
2) Escuela de Frankfurt:
El carácter mercantil de la obra ocupa un lugar cultural. Visión global de la sociedad
capitalista donde las relaciones de intercambio, por ende, la mercancía, constituyen la
explicación e la estructura social de las formas denomínate de la subjetividad. El valor de
intercambios rige las relaciones entre los hombres y con el mundo, degradando toda
actividad y sentimientos humanos de mercancía. Las cosas son buscadas porque pueden
intercambiarse por algo, no en virtud de su valor de uso. Se estandariza el valor del libro al
imprimirle el carácter de mercancía y neutraliza su consumo. Así, cuando el consumidor
cree ejercitar la iniciativa no hace sino realizar estereotipos determinados por el mercado.
CAVALLO – CHARTIER
2 ideas esenciales:
1) La lectura no esta previamente inscrita en el texto: hay una distancia entre el sentido
asignado por el autor/editor y la interpretación del lector.
2) El texto existe porque el lector le da significado. En su relación con este se convierte en
texto.
Grecia: la función de la escritura y del libro en particular fue la conservación del texto. Fijar los
textos y así poder traerlos a la memoria. A partir del siglo V a.c los libros se empiezan a
destinar a la lectura.
La practica de lectura se entendía como ocasión de vida social. La lectura individual era poco
frecuente.
EPOCA CLASICA EN GRECIA: lectura como vida asociativa de la polis, de la lectura como
distribución de un texto. Realizada por unos pocos cultos a muchos analfabetos, se pasa a una
lectura mas difundida. Había diversas practicas de lectura relacionada con la diversidad de
competencias y de funciones.
MODALIDAD DE LECTURA EN ROMA: antes del SII a.c la lectura escrita se limitaba a la casta
sacerdotal y clase gentilicia. A partir de SII -SIII a.c los usos del libro están mas extendidos y
articulados en la sociedad, sobre todo en libros griegos. La lectura era una practica exclusiva de
las clases altas.
La época imperial dio un nuevo giro a una circulación de mayor de la cultura → amplia
circulación de la cultura escrita, panorama de mayor capacidad de lectura y mas demanda de
libros.
TIPO MOVIL: permitió la circulación de los textos a una velocidad y en una cantidad antes
imposible. No fue una revolución fundamental en la lectura. El libro no se vio trastornado por
esta nueva técnica.
SIGLO XIX → alfabetización → fragmento las maneras de leer y de los mercados del libro
→ dispersión de los usos que corresponde a la del mundo social.
LIBRO
AUTOR
Siempre hay una relación originaria e indestructible entre la obra y su autor.
Doble modalidad de circulación de los textos:
1) Los autores no escriben los libros → estos son siempre el resultado de múltiples
operaciones que suponen decisiones, técnicas y competencias muy diversas →
transforman el texto.
2) Movilidad de la significación: se atribuyo primero a distintas intermediaciones de la obra
según la diversidad de edades y humores de sus oyentes. Luego (5 siglos mas tarde) se
atribuye a diferentes maneras de leer las variaciones del sentido de las obras.
3) Enfrentamiento entre las autoridades que intentan imponer el control o el monopolio
sobre lo escrito, y para quienes el saber leer y escribir fue la promesa de un mejor control
de su destino. Autoridad atribuida o denegada a lo escrito.
FORMA: le dieron forma de diferentes libros como si fueran uno único. Cuidando su
apariencia, pero también cuidando las ventas.
Síntomas de desestabilización y alarma sobre todo donde la circulación de textos tiene una
mayor dinámica: EEUU (diferencias entre educación de elites y publica, crisis en la lectura de
calidad) y Europa (fusión de editoriales).
Teoricos IAE
EDITAR, UN OFICIO.
No tenemos en nuestra lengua un termino para definir las funciones del PUBLISHER, por
eso adoptamos el concepto y lo diferenciamos por sus roles y funciones.
Editores tienen a cargo el EDITING, en una traducción o agregan nota de pie uno al
comenzar.
Rol del editor:
EDITOR JR: debe tener visión mas allá del texto, debe entablar relación con mkt para
comunicar cuales son las direcciones del texto. Debe garantizar “error cero” en correcciones.
EDITOR SR: dirige a los Jr tomando decisiones, sobre lleva relaciones con autores y se encarga
de todo lo que conlleva al libro. Quien da el OK final de la corrección del dummie. Coordina
fechas y aporta a MKT. Etapa post-edicion ya no le lleva el Editor Sr.
PUBLISHER: elige al editor Sr que coordinara el área de edición, estructura el proyecto editorial
y habla por su catálogo, estructura del plan editorial y puede intervenir en proceso de
producción.
- la apricion del libro de Henri-Jean Martin 1958 fue fundadora de la historia del libro
moderno.
- Estudiaba con rigor las condiciones técnicas y legales de su publicación, coyunturas de
producción o geografía de su circulación.
- Temas de investigación: oficios y actores en la producción del libro, mutaciones de las
formas de los libros y las modalidades sucesivas de legibilidad.
- Don McKenzie demostró el sentido de un texto, canónico o extraordinario, por
ejemplo: los objetos impresos.
- Escribió→ “sociología de los textos”
- No separar comprensión histórica de los objetos morfológicos que la difunden. -
ARMANDO PETRUCCI: organizado en desigual dominio de lo escrito y lo gráfico.
Fundamental todo lo relacionado a una estructura, escrito, formas, soporte y maneras de
leer.
- La revolución digital obligo a una radical revisión de los gestos y las nociones que
asociamos a lo escrito.
- Lectura frente a la pantalla suele ser segmentada.
- Discontinuidad y fragmentación no tiene el mismo sentido.
- Como diferenciar estas nuevas estructuras en relación con lo tradicional. -
La digitalización permite una biblioteca universal sin muros.
- ¿ES UNA AMENAZA LO DIGITAL?
- Nuestra obligación es comprender mejor y aceptar que los historiadores ya no tienen
hoy el monopolio de las representaciones del pasado.
- La reivindicación de la memoria individual o colectiva, intima o institucionalizada
pusieron en cuestión el saber histórico.
- La historia debe respetar las exigencias de la memoria, pero esto se debe reafirmar la
especificidad de que el conocimiento es propio. Esto supone el ejercicio de la crítica, la
razón de actores y determinaciones que ellos ignoran.
- LUCIEN FEBVRE quiere liberar la historia de la tiranía de los libros y el lazo que ligaba a la
escritura.
- Relacionar los textos con el contexto del momento.
- El escrito transmitido de ser compuesto de manera que se facilite la comprensión.
- Primera modernidad en Francia:
- El recurso escrito ha desempeñado un papel esencial. Ej.: la construcción del estado de
justicia y de finanzas.
- Imposición de reglas de conocimiento también apoyado en escritos. -
Largo proceso de civilización – Norbert Elías.
- Según Kant → promesa de sociedad ilustrada donde cada uno, sin importar posición o
condición, puede ser lector y autor, erudito y crítico.
- Culturas como se designa diversa y desigualmente el uso de escritos, dominarlo y
reproducirlo.
- Según KANT un libro es un objeto material que pertenece a un comprador. - Libro como
discurso al publico que sigue siendo propiedad del autor y solo puede ser puesto en
circulación por su mandatario.
- Texto como cosa inmaterial, de allí la separación de la identidad esencial de la obra y
sus estados o texto ideal y trascendente y formas múltiples de su publicación. -
Propiedad literaria de identidad cual sea el modo de publicación y transmisión.
PROFESOR GARCÍA: Buenas tardes. Respecto de lo que vimos la clase pasada sobre Adorno
y Eco no está en la bibliografía, y tampoco va a ser evaluado en los finales. Lo que quise hacer
es plantearles algunos problemas que se presentan cuando hablamos de la industria cultural.
Simplemente se los daba para reflexionar.
La idea de hoy es ver lo que pasó en Argentina con la edición, cómo se fue armando una
industria editorial. La historia de la actividad en Argentina ha atravesado diferentes crisis, y hoy
no tiene una posición preponderante que en otro momento sí ha tenido. Vamos dar una serie
de fechas, pero no es necesario que se acuerden las fechas exactas, simplemente que al
menos tengan una idea de que periodo estamos hablando. En general, vamos a hablar del
siglo XIX y del siglo XX.
La imprenta llega a Latinoamérica, primero a México, en 1535. Pero a nuestro territorio llega
bastante más tarde, cien años después, en 1630 y llega de una manera muy azarosa. La
primera imprenta la introducen los jesuitas en Misiones, publican algunos textos hasta que los
expulsan unos años después. Los jesuitas editaron textos que servían para uso interno y para
enseñar a los indígenas. No creo que quede algún ejemplar de esas publicaciones.
En 1764, hay una imprenta en la Universidad de Córdoba, que se usa muy poco, y dos años
después pasa al Colegio Montserrat, también de Córdoba, donde se hacen una serie de
publicaciones. La circulación de libros y la imprenta no era por entonces algo que se podía
hacer de cualquier manera y sin ningún tipo de complicaciones. ¿Por qué? Primero, porque
estaba la Inquisición que controlaba prácticamente todo, también las publicaciones. Después
estaba el control de España, que permitía la circulación de determinados libros y otros no.
Había un permiso para llevar libros a las colonias, pero estaban prohibidos diversos temas, lo
mismo para imprimir. De hecho, esa imprenta que está en Montserrat, un año después, en
1767, cierra. Y queda cerrada hasta doce años después. En 1779 la imprenta es trasladada a
Buenos Aires, se hace famosa como la imprenta de los Niños Expósitos, que empieza a
producir en 1780 y hace unas 583 publicaciones. Esas publicaciones, en general, eran folletos,
pero también algunos libros. Piensen que la mayoría de los libros que había eran importados
de España y Francia, existía una circulación limitada, no había circuito de librerías ni nada por
el estilo. Sólo había unos dos o tres personajes que hacían el tráfico de libros entre otras
mercancías.
-
Así o como había una circulación de libros muy limitada, tampoco había periódicos. El primer
periódico que hay en Buenos Aires, fue el Telégrafo Mercantil del Rio de la Plata, que es de
1801, y que se imprime con esta imprenta. En 1810 se produce la Revolución de Mayo. ¿Qué
pasó con la distribución de libros? Entre 1800 y 1810, hay una serie de acontecimientos que
suceden en Europa. Los libros que circulan en Buenos Aires, en muchos casos de
contrabando, son en diversos idiomas latín, francés, inglés. Entre ellos se cuentan los de los
ideólogos de la Revolución francesa. La Revolución de Mayo se hace bajo el signo de la
Ilustración, que creía que los libros podían cambiar la historia y el mundo. En ese periodo
también se dieron las invasiones inglesas, que cambiaron la situación del comercio, Buenos
Aires sólo podía comerciar con Europa a través de España, las invasiones inglesas permitieron
que ingresaran al país libros que no solían ingresar antes por las prohibiciones existentes.
Bueno, todo ese caldo genero la Revolución de Mayo que permitió que todas esas ideas se
difundieran a través de una mayor circulación de libros. Pero todavía no se hacían ediciones de
libros aquí salvo algunas excepciones, si aparecen una serie de periódicos que tratan de
difundir ideas, con algunas diferencias, pero todos volcados hacia las ideas de la Ilustración y
de las expectativas de la Revolución de Mayo.
En 1812, en uno de esos periódicos, que se llama Grito del Sud,, aparece un artículo donde por
primera vez se habla de la necesidad de crear una industria editorial. En realizad, el artículo se
publica para fomentar una biblioteca pública. De hecho, en ese entonces se había fundado lo
que hoy es la Biblioteca Nacional. Este autor dice que, para que la cultura avance, era
conveniente la compra o la construcción de imprentas y demás insumos para la impresión.
Dice:
-
“Los mejores auxilios a este fin son el aumento y provisión de buenas imprentas y de diestros
artistas, impresores y encuadernadores, y la abundancia y baratura, del papel, lo que se podría
lograr con facilidad siempre que en estas provincias se establecieran fábricas de imprenta y
papel, teniendo en ellas las bellísimas proporciones de minas abundantes de plomo y de las
materias primas de algodón, pita, lino,cáñamo y cortezas diferentes de árboles...”
-
Se plantea la construcción de imprentas y la fabricación de papel. Pero para que se concrete
esto pasara mucho tiempo. Las fábricas de papel van a aparecer recién en 1870.
-
Bueno, si seguimos avanzando en el tiempo, y vamos a 1822, ya tenemos una Biblioteca
Nacional que cuenta con doce mil volúmenes, que en ese momento es una cifra alta. Ustedes
tienen que considerar que Buenos Aires era una pequeña aldea, digamos, una ciudad pequeña,
donde la cantidad de personas alfabetizadas que leían era muy baja. Y tampoco esos doce mil
volúmenes eran en castellano, sino que la mayoría estaban en francés y en inglés. En 1824 se
publica el primer libro que se podría considerar argentino, que se llama La Lira Argentina, que
es uno de los eventos más importantes de esos años, porque se trataba de una antología de
todo lo que se había escrito de poesía dentro del Rio de la Plata. Pero no se imprime aquí, sino
en Francia, y luego se trae a Argentina.
Si avanzamos un poquito más, en 1826, hay cinco librerías y cuatro imprentas. De todas
maneras, estas librerías no eran como las de la actualidad, sino que eran comercios que,
además de libros, también vendían otras cosas, como papeles, perfumes, jabones, tela, etc.
Respecto de las imprentas, muchas de las impresiones que se hacían eran oficiales. una serie
de instituciones las compraban. Todo esto cuando ya en Europa, como lo han visto con
Alejandro, la industria editorial ya estaba funcionando. Aquí todavía era un trabajo más
artesanal. Otro de los problemas que tenían los impresores era que solamente podían
imprimirá textos, no se podían imprimir ilustraciones, La técnica más avanzada que había para
reproducir imágenes era la litografía, similar al grabado, que consistía en una piedra grabada
con la cual se imprimía sobre el papel. Bueno, no hubo litografías en Buenos Aires hasta 1828,
introducida por algunos franceses que empezaron haciendo ilustraciones costumbristas. ¿Qué
tirajes tenía estas publicaciones? Entre 100, 200, 300 ejemplares, dependiendo de las
circunstancias. Muchos de ellos eran comprados por el Cabildo u otro tipo de institución oficial.
Entramos a una época conflictiva, donde Argentina atravesaba una guerra civil. De hecho, a
San Martín lo habían convocado para que volviera de Chile y participara con su ejército de las
contiendas internas, no lo hizo y, cuando va a Perú, no va con la bandera argentina sino con la
chilena. Avanzando en el tiempo a partir de 1829 domina el panorama político Juan Manuel de
Rosas, una figura compleja discutida incluso hasta hoy. De hecho, los restos de Rosas los
trajeron hace quince años atrás desde Inglaterra donde murió. Hasta ese momento había sido
imposible traerlos, porque generaban una serie de conflictos. Bueno, respecto a lo que a
nosotros nos interesa, había en esa época un grupo de intelectuales que se oponían a Rosas,
donde aparecen las figuras como Echeverría y Mármol, que pertenecían al Romanticismo. Eso
generaba conflictos, pero los problemas estaban más dirigidos a las personas y no tanto a lo
que se publicaba. Se censuraba más la actividad de la persona que los textos mismos, porque
la gente que leía era muy poca. La censura era relativa. Lo interesante es que en esa época
hay una librería en Buenos Aires, que es la librería de Marcos Sastre, en donde se desarrollaba
el Salón Literario. En el Salón Literario se juntaban la mayoría de los opositores a discutir,
supuestamente a conspirar contra Rosas. Bueno, Rosas terminó cerrando la librería más por
ese motivo que por los libros que se vendían en ella.
De los libros que circulaban en Buenos Aires, el 50% eran en francés. De hecho, la cultura
argentina tiene una impronta muy francesa, al menos hasta la década del 80. También la
Revolución de Mayo se hace con influencia de textos en francés de los ideólogos de la
Revolución Francesa. Hay libros de Esteban Echeverría que tienen una circulación muy
importante, donde importante significa unos 300 ejemplares. Publica un libro que se llama Los
consuelos, que en un periódico de la época le hacen una crítica literaria que podemos
considerar la primera. Lo curioso es que, en 1837, se publica Rimas de Echeverría, con un
tiraje de mil ejemplares, muy grande para la época. Y todo eso se hace en un momento donde
esos autores eran perseguidos. Echeverría se exilia a Montevideo. Pero en Buenos Aires es
muy divertido un aviso que aparece en unos de los periódicos que dice: “Viva la santa
federación, muerte a los salvajes unitarios”, y abajo la propaganda del libro de Echeverría.
Por otra parte, Rosas tenía intereses culturales. De hecho protegía a un napolitano llamado De
Angelis, que tenía una imprenta con la que empieza a producir libros. Encabeza un proyecto
editorial importante hace una recopilación de todos los documentos existentes en Argentina
hasta ese momento, una historia antigua y moderna del Rio de la Plata. Publica seis tomos,
entre 1835 a 1838, donde hace una recopilación de costumbres y textos antiguos que todavía
sigue siendo valioso en la actualidad.
Esos años, también aparece una revista muy interesante La Moda, editada por Juan Bautista
Alberdi, y que tiene la aspiración de ser una revista cultural. En un artículo de esa revista
aparece ese conflicto que yo les contaba sobre las industrias culturales y la mercantilización de
la cultura. Y Alberdi plantea, en su revista, La Moda, que “… La frivolidad de sus primeros
números pudo presentar visos de seducción mercantil. Es cierto que se intentó seducir lectores,
pero no para sacarles su dinero sino para hacerles aceptar nuestras ideas.” O sea, aparece
como vergonzoso el criterio mercantil que tenía la revista, que trataba temas de cultura banal,
digamos. Juan Bautista Alberdi fue el cuasi redactor de nuestra Constitución, antirosista junto
con Sarmiento, aunque enemistados.
También aparece una novela considerada la primera novela rioplatense publicada por entregas
en un periódico de Montevideo, Amalia de José Mármol, que era un folletín romántico
afrancesado. Amalia es una mujer de clase pudiente, muy refinada, que tiene un amorío
frustrado por el rosismo. También en ese momento Echeverría escribe El Matadero que se
publica muchos años después, seguramente lo leyeron en la escuela secundaria, es una
historia que tiene que ver con el tema de unitarios y federales. Esto que digo de Rosas es
descriptivo, y no valorativo.
Con la caída de Rosas en 1852 cambia la historia. Urquiza era un personaje asociado con la
modernización. Si ustedes visitan la casa de Urquiza, el palacio San José en Entre Rios, verán
que tiene adelantos que no había en Buenos Aires, como agua corriente. Además, tenía un
puerto donde se empieza a exportar carne congelada. Mientras Rosas era un estanciero
pudiente que representaba los intereses de los estancieros que fundamentalmente trabajaban
con la carne salada y los cueros.
La caída de Rosas va a generar una movida en la industria editorial. En 1855, en Buenos Aires,
había diez imprentas, dos litografías y once librerías. Estas estadísticas no son exactas, pero
son las que hay. No había censos. Y a partir de 1860 se empiezan a generar nuevos
emprendimientos. Se funda una editorial e imprenta llamada Pablo Coni, que empieza publicar
obras traducidas del francés. También hay un personaje importante para el desarrollo del
mundo del libro de la época que se llama Carlos Casavalle, es un imprentero, que primero se
instala en Paraná y luego en Buenos Aires, que hace comercio librero distribuyendo libros en
los países limítrofes: Uruguay, Chile y Paraguay que antes de la Guerra de la Triple Alianza, era
un país muy adelantado. De hecho, tuvo el primer ferrocarril de la zona, tenía astilleros y una
incipiente industria.
Casavalle tenía un asesor, que era una especie de editor, que se llama Juan María Gutiérrez,
un intelectual muy conocido en la época, que le aconsejaba qué libros publicar. Además de
vender libros, también los alquilaban.
Y entre 1864 y 1872 se producen las fundaciones de tres editoriales que son importantes. Una
es Guillermo Kraft, que es taller, librería y editorial. Guillermo Kraft duro casi cien años, porque
llegó hasta fines de la década del sesenta del siglo pasado publicando libros. Luego la librería
Peuser, era librería y editorial, que apareció en 1867 y también llegó hasta 1960-65. Peuser era
una editorial emblemática del siglo pasado, y uno de los libros que publicó fue La razón de mi
vida. De Eva Peron. La tercera que aún existe es la editorial Estrada. en una época eran
famosos sus manuales escolares.
En 1872 se produce un fenómeno editorial atipico con el Martin Fierro de José Hernández. Les
voy a dar una estadística de cuantos leían en 1869. De los varones, el 25% sabía leer, y de las
mujeres el 18%. La mayoría en las ciudades. Bueno, el Martin Fierro es un libro contestatario
para la época, pensado contra las políticas que llevaban a los gauchos a las fronteras y
limitaban sus medios de vida Es un libro que empieza publicándose en una edición muy
pequeña pero que rápidamente tiene nuevas ediciones. Se calcula en seis años ya se habían
publicado más de 20.000 ejemplares. En realidad, no se publica como libro sino como folleto de
unas treinta páginas, que se vendían en el interior del país. De hecho, en los pedidos de las
pulperías, entre la yerba y la ginebra, aparecen tantos ejemplares del Martin Fierro. En realidad,
lo leían unos pocos por la cantidad de analfabetos entre la población de la campaña pero se
leía en voz alta en las rondas de pulpería lo que amplio su público. Les cuento que Hernández
también fue librero durante algunos años en Buenos Aires. Unos años después, en 1879,
Hernández escribe La vuelta de Martin Fierro, que es menos contestataria, pero ya aparece con
una edición en forma de libro. Bueno ese fue uno de los best sellers del momento y un caso
atípico. El otro fue Juan Moreira, del cual hay películas muy famosas. Son dos fenómenos que
traspasan esa barrera que es la alfabetización del momento.
-
ESTUDIANTE: Una cosa que pasa con el Martin Fierro es que era una obra que podía ser
cantada, y por eso entraba más por los oídos que por los ojos. De ahí que se recite en las
pulperías.
PROFESOR: Si eso lo facilitaba, el Martin Fierro tiene una historia muy compleja después. Se
convierte, con Lugones, en el libro emblemático de Argentina, eleva la figura del gaucho, que
todavía hoy está en discusión.
-
La población de Argentina va cambiando y se va ampliando. Si tomamos un censo de 1845, la
población de Argentina es algo así como 3.300.000 personas a partir de mediados del siglo 19
se produce un proceso inmigratorio. Hay una cantidad de inmigrantes que llegan a Argentina.
De hecho, si nos centramos a principios del siglo XX, en Buenos Aires hay la misma cantidad
de inmigrantes que nacidos en el país. Y lo que cambia también es la cantidad de alfabetos. En
1869, había un 25% de varones que sabían leer, mientras que en 1895 había un 49%; y entre
las mujeres era el 18% y en 1895 41%. En 1914, tenemos el 65% de varones y el 60% de
mujeres alfabetizado. La escolarización provoco este fenómeno que tuvo mucho que ver con
Sarmiento.
Sarmiento es otro personaje discutido dentro de la historia argentina. Pero para la industria
editorial tiene importancia, por esto que les digo. Porque gran parte de su estrategia tiene que
ver con la alfabetización. La industria editorial es una industria que depende de la gente que
lee. La construcción de la industria editorial tiene que ver con el aumento de la alfabetización.
La idea de Sarmiento no se resume en civilización y barbarie. Su idea era poblar el país de
europeos cultos y modernos. Pero, si uno lee el Facundo, hay una cierta admiración al caudillo,
además de que es un libro extraordinario por lo bien escrito que está. O sea que Sarmiento es
un personaje controvertido, pero que dentro de la industria editorial tiene mucho que ver porque
generó un proceso de alfabetización impresionante, que ha hecho que durante un tiempo nos
convirtiéramos en un país con una industria cultural poderosa.
Bueno, avanzamos hasta principios del siglo XX, todo lo que les conté hasta ahora es un poco
la prehistoria de la industria editorial, aunque ya había grandes editoriales como Kraft, Peuser y
Estrada, y algunas más que pasan al siglo XX. Otras no llegan.
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Tenemos otro personaje controvertido, que fue presidente de Argentina, Bartolomé Mitre. El
general Mitre es un militar, pero que funda un periódico, La Nación, que todavía existe. Además
de las noticias el diario le daba importancia a la cultura. Mitre había hecho una traducción de la
Divina Comedia de Dante del italiano, que parece que era horrenda. Ustedes saben que
Sarmiento fue presidente, Mitre también lo fue. Digamos, no había una separación de la clase
intelectual, la política y el poder. La Nación se convierte en un diario importante, leído sobre
todo por la clase media ilustrada que se estaba generando en la época, algunos leían en
distintos idiomas. De hecho, circulaban una cantidad de libros en otros idiomas, como francés e
inglés. Pero una parte de esa clase media no conocía otros idiomas, con lo cual se abre un
mercado nuevo el de las traducciones. La Nación introduce un cambio tecnológico
importantísimo, a principios del siglo XX, las linotipos. Antes la imprenta era la de tipos móviles,
donde se tenían que armar las líneas a mano, una por una. La linotipo es una máquina que
arma las líneas de imprenta mediante un teclado. Eso generaba que gran parte de los
tipógrafos quedaran sin trabajo, porque era un proceso más rápido y quedaba un montón de
tiempo de ocioso. Aprovechando esa ventaja uno de los proyectos que tuvieron fue editar libros
para sus lectores, y editan una colección que se llamó Biblioteca La Nación, que empezó en
1901. El proyecto consistía sobre todo en publicar obras relativamente baratas dándoles
prioridad a autores nacionales. La Nación publica esta colección hasta 1920, al ritmo de cuatro
libros por mes, o sea, uno por semana. Se publicó a Roberto J Payró, que era un periodista y
escritor popular en la época. a Enrique Larreta, que es un escritor que hoy se conoce muy
poco. También Manuel Gálvez, que ya no se lee más, pero era un best seller. Pero la mayoría
de los libros que se publicaron fueron traducciones, muchas de ellas del francés, de novelas
que estaban de moda en Europa, sobre todo en Francia. porque se consideraba que el idioma
de la cultura era el francés, a lo que después se va a oponer Lugones.
Pero al mismo tiempo en que se publicaba para estas clases cultas, se publican en Buenos
Aires una serie de folletines, por entregas, en castellano, en lunfardo, inclusive en dialectos, y
que iban dirigidos a las clases más bajas con mucho éxito.
Unos años después, en 1915, hay otro proyecto editorial similar al de La Nación, que es la
Biblioteca Argentina de Ricardo Rojas, que básicamente lo que hace es recopilar textos
emblemáticos de Argentina que ya no pagan derechos. Ricardo Rojas era un intelectual muy
importante de la época. Es autor de un libro muy emblemático que se llamó El santo de la
espada sobre la biografía de San Martín. Otro proyecto muy similar fue La Cultura Argentina
dirigido por José Ingenieros un autor medianamente popular hasta la década del sesenta del
siglo pasado que en su colección publica también textos de derechos libres. Estos eran todos
proyectos que estaban dirigidos a un público de clase media.
Entre 1915 y 1920 hay toda una serie de publicaciones de kiosco, donde se difundía literatura
de fácil acceso, para el entretenimiento. Eran pequeños folletos con alrededor de veinte
páginas, muy baratos, alrededor de diez centavos, de tal manera que se podían comprar muy
fácilmente. A muchos intelectuales de la época les daba vergüenza escribir para estas
publicaciones de bajo nivel, y por tanto publicaban con seudónimos. Allí publicó Horacio
Quiroga, por ejemplo. Pero este tipo de publicaciones tenían tirajes muy altos para la época.
Podían tirar hasta 30.000 ejemplares. Piensen que la población del país en ese momento era
aproximadamente de seis millones de personas. Estos son censos de la época, no son
exactos. Entonces, 30.000 ejemplares comparado con la población de la época eran tirajes
muy altos.
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ESTUDIANTE: Incluso ahora es un tiraje alto.
PROFESOR: Si. Ahora sería un tiraje alto. En otro momento tuvimos tirajes de 100.000
ejemplares. Cuando yo era chico, las historietas ocupaban ese lugar. Hoy las historietas son
algo de culto. El Eternauta yo lo leía cuando salía en las revistas. Hoy se llaman novelas
gráficas, y son de culto, pero antes era algo marginal. Pero tenían esos tirajes.
ESTUDIANTE: Pero la historieta es distinta a la literatura porque tiene otro tipo de lenguaje, un
lenguaje visual.
PROFESOR: Por supuesto. Pero esa es otra discusión.
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Les voy a contar una historia divertida. Manuel Gálvez, que era un personaje best seller de la
época, un señor con dinero, además. Los escritores, como consideraban que los editores eran
todos chupa sangre, porque a veces se les pagaba a los autores menos de lo que merecen,
deciden armar una cooperativa. Entre ellos estaba Horacio Quiroga, y otros escritores
conocidos de la época. ¿Cómo funcionaba? Bueno, todos ponían dinero y publicaban un libro,
y con la ganancia de ese libro publicaban el siguiente. Según la cantidad de ventas se les
pagaba a los autores. Pero ahí aparece un problema: ¿A quién se publica? ¿Cómo seleccionar
los textos? ¿Por la calidad de los textos o por el que ponía más dinero? ¿Hay solución? No.
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ESTUDIANTE: Depende del perfil editorial que tenga.
PROFESOR: Pero era una cooperativa. Entonces, uno dice: “Yo puse $100, y él puso $20, y mi
libro es mejor que el tuyo”. Bueno, esa era una discusión que había entre los escritores. De
todas maneras, publicaron una cantidad de libros, alrededor de 68 títulos.
Esta cooperativa tiene un conflicto particular con Quiroga. Quiroga era un personaje
complicado, no era alguien que tenía dinero. siempre estaba por ganar una fortuna, pero nunca
la terminaba de ganar. Finalmente se suicida. No sé por qué.
ESTUDIANTE: Estaba muy enfermo.
PROFESOR: Si, pero no todo el que está enfermo se suicida.
ESTUDIANTE: Tenía cáncer, y cuando se suicida ya estaba mal.
PROFESOR: Bueno, la cuestión es que Quiroga publica un libro y dice que lo han estafado.
Porque vendieron mil libros a $10, son $10000, y a mí me están dando $800. Es una estafa
clara. ¿Por qué aparece esa discusión? Bueno, justamente porque Gálvez estaba asumiendo
el papel del editor. Esa cooperativa era una editorial, y una editorial tiene determinados gastos,
como los costos de impresión. Entonces, evidentemente no podían pagarle lo que Quiroga
pretendía. De todas maneras, esa cooperativa es muy interesante porque ahí escriben muchos
autores que después van a ser muy reconocidos.
Buenas noches. La semana pasada habíamos hecho un repaso de los orígenes de la edición
moderna; las condiciones históricas, sociales, técnicas, en las cuales aparece esta figura
profesional cuya historia es reciente en la historia, este profesional que surge al diferenciarse
de los oficios de los que procede: la librería y la impresión. Habíamos visto también cuál fue la
evolución de los soportes de la escritura, y habíamos atribuido dos razones al desarrollo y
universalización de la escritura: la preservación y la difusión. Y habíamos visto la tensión entre
las funciones de preservar y distribuir, una tensión que ha ido modificando los soportes de lo
escrito en una tendencia que siempre fue hacia una mayor ligereza y un menor tamaño. Lo cual
muchas veces, si no siempre, se produjo a expensas de la durabilidad, es decir, mayor difusión
y menor capacidad de preservación.
Esto nos encuentra, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, con un universo en el cual
identificamos algunos actores y algunas estructuras que son nuevas en la época, pero que en
buena medida van a tener utilidad hasta el presente. Tenemos por un lado los oficios de los
que el editor se desprende para constituirse como una figura autónoma: por un lado los oficios
de la impresión, es decir, los de la manufactura, de la transformación material; y, por otro lado,
los oficios de la librería, es decir, los que tienen que ver con la puesta en el mercado de un
producto, el conocimiento de la demanda, la creación de consumidores. También notábamos la
aparición dos actores nuevos, que son metamorfosis también de figuras preexistentes: la
transformación del lector medieval o renacentista, que es parte de una muy pequeña elite que
accede a corpus de obras bastante acotados y que, en la modernidad, se convierte ya no en el
lector sino en el consumidor de libros. Va a importarnos menos identificar al individuo como
agente del acto de leer, y lo que empezamos a ver es el desarrollo de los mercados que se
forman en la sociedad industrial de masas. Y con la aparición del mercado vemos la
“invención”, por así decir, de autores profesionales, es decir, la profesionalización del autor
como alguien que podrá vivir de la remuneración que obtiene por las compras que ese
mercado de masa hace de sus libros.
Este es el cuadro de partida. Como todo cuadro, tiene continuidades y rupturas con lo que le
antecede y con lo que viene a continuación. Una de las continuidades más notables es la
continuidad del formato del libro. El formato del libro de la era industrial es un formato
preindustrial, que es el códice. El códice sustituyó al rollo, es decir, a ese papiro de márgenes
relativamente angostos pero de longitud muy grande que se enrollaba sobre sí mismo y, al
desplegarse, iba permitiendo avanzar en la lectura. El códice es un pliego de papel que se
dobla sobre sí mismo para conformar cada uno de los cuadernillos que van a integrar el libro.
Este formato, el formato del códice, cuadernillo hecho de grandes hojas que se doblan sobre sí
mismas y se unen para ser luego colocados entre tapas, va a ser, desde antes de la revolución
industrial, y va a seguir siendo después, el formato privilegiado para la transmisión de lo
escrito. Y es un formato privilegiado porque es el formato de más éxito entre todos los que se
han probado.
Bill Gates, fundador de Microsoft, dijo alguna vez que el libro es un dispositivo tecnológico tan
sofisticado, tan bien concebido, tan eficiente que, si no existiera, habría que inventarlo. Y eso
es lo que explica la perduración de este formato. Su éxito, naturalmente, responde a sus
atributos: permite reunir una inmensa cantidad de información en un volumen enormemente
reducido; permite ordenar esa información y facilitar el acceso a ella a través de recursos muy
ingeniosos, que hoy nos parecen elementales o naturales pero que había que diseñar, y cuyo
valor nos cuesta a veces ponderar, como los índices de capítulos, de conceptos, de nombres;
el libro nos permite asimismo jerarquizar la información estableciendo, a través del manejo
tipográfico, distintos niveles para los textos; permite complementar la información con
ilustraciones, con gráficos, con cuadros, etc. Es un recurso de una potencia inmensa que
podemos agrupar en series muy claras, muy ordenadas, muy fácilmente identificables,
organizando la relación de unos libros con otros.
Parece que lo que estoy diciendo es una tontería, pero no lo es: debemos reparar en las
propiedades de ese dispositivo, que es un laboriosísimo resultado de múltiples ensayos que la
cultura ha ido haciendo para poder registrar lo escrito de un modo que satisfaga todas estas
necesidades de conservación, de ordenamiento, de consulta, de jerarquía, de legibilidad, de
accesibilidad, de transportabilidad, etc.
No voy a hacer una teoría, que me encantaría poder hacer, pero no soy historiador y no tengo
los recursos profesionales, pero uno podría hacer una teoría acerca del modo en que esta
necesidad de conservar y distribuir la información, que se traduce en el diseño del soporte de lo
escrito que sucesivamente van mejorando sus capacidad, es también uno de los ejes de la
producción de sociabilidad. De lugares de poder en los cuales la biblioteca desempeña un
papel esencial, de ciudades que construyen bibliotecas como sitios de sociabilidad y también
de jerarquía del público, también de afirmación de los poderes del Estado, también de la
conservación de la memoria de una sociedad, también de sitios privilegiados para la producción
de conocimientos y transmisión de lo conocido. Uno podría pensar a las ciudades en relación
con sus bibliotecas, y a las bibliotecas como un concepto especial para acomodar estos
objetos. Pero sin llegar a esos extremos, que son más literarios que científicos, lo que sí es
evidente es que este dispositivo que conocemos como libro ha dado pruebas de una eficiencia
y una robustez funcional y material que le ha permitido atravesar los siglos.
¿Qué es lo que vemos en el mundo de la edición? Desde que la edición aparece
profesionalizándose, como una industria con sus propias regla y actores, con sus propias
formas de decidir, ¿qué ha ocurrido con el libro en ese periodo? Lo que vemos durante la
primera etapa de la edición industrial es poco significativo: el códice, la forma que soporta al
libro, sigue básicamente inalterada, los papeles se siguen produciendo fundamentalmente del
mismo modo, la encuadernación se hace con las mismas técnicas. Es recién a finales del siglo
XIX y principios del XX cuando empezamos a ver una serie de cambios técnicos en este objeto,
que van a hablarnos de los cambios en la industria. En las vísperas de la Segunda Guerra
Mundial, en los años 1940, empiezan a sentirse los rumores de un profundo cambio que va a
alterar a la industria toda. Por un lado, en Alemania se hace un experimento que es
trascendente: homogeneizar formatos. Hasta ese momento, cada libro tenía una dimensión que
era decidida por el editor, y muchas veces por el diseñador. Pero en Gran Bretaña se lanza un
experimento que será de muy alto impacto, la puesta en el mercado de un nuevo sello que
modifica la lógica de la edición, que es el libro de bolsillo, el pocket book, que aparece bajo la
marca Penguin en 1937. Hay ahí tres elementos. Primero, la homogenización del formato. Es
decir, los libros comienzan a tener medidas estándar. Luego, la incorporación de la tapa blanda
como una opción alternativa a la encuadernación a la tapa dura. Y tercero, la existencia de
libros que son la versión económica de libros que ya han sido probados en los mercados en
ediciones más costosas y de precio más alto. Si, por un lado, la unificación de los formatos nos
permite afirmar que el mundo de la edición se alinea con las lógicas industriales que exigen
homogeneización de procesos y de productos para incrementar la rentabilidad, las otras dos
modificaciones, la introducción de la tapa blanda y la introducción de libros orientados a un
mercado de bajo precio, son, una vez más, la confirmación de que, en la tensión entre
preservar por una parte, y distribuir o difundir por la otra, se toman decisiones a favor de este
último propósito.
Nos resulta difícil entender hoy el impacto que tuvo en la industria editorial la decisión de
encuadernar libros con una cartulina, que es sólo un poco más pesada o más rígida que el
papel en que se imprime el interior. Hasta ese momento, la impresión de los interiores se hacía
en papeles de fibras vegetales y la encuadernación se hacía en pieles naturales. Este cambio,
que consiste, por un lado, aceptar que el libro no va a tener más tapas duras sino una cartulina
ligera, y que además vamos a hacer algunos libros que no implican una decisión editorial sobre
un contenido inédito, sino la adecuación de un contenido para duplicarlo en otro formato que le
dé una circulación más económica, esas decisiones son las que dan el rostro a la edición
durante todo el siglo XX.
Esto nos permite identificar un primer dato novedoso. Cada libro puede ser publicado en
diversos formatos. Cada contenido puede tener expresión en distintos objetos materiales.
Tenemos, así, una edición cuidada, encuadernada en tapas duras, que irá destinada a un
mercado reducido que va a pagar un sobreprecio por la calidad industrial; y que va a hacerlo o
bien por prestigio o bien por la intensidad de la utilización. Una biblioteca querrá tener un libro
encuadernado en tapa dura, para que, en los sucesivos usos de los lectores que recurren a la
biblioteca, el libro se deteriore menos. Tenemos un nuevo mercado, que es el mercado de la
edición en tapa blanda. Y ese mercado es el que va a permitir desarrollar una cadena de
comercialización específica para los libros que tienden a convertirse en libros de masas, ya no
solo libros para las elites. Y un tercer formato, que es el libro de bolsillo, que consiste en
republicar libros, que ya habían sido editados en tapa dura o en gran formato, para distribuirlos
a través de canales específicos que tienen una oferta reducida básicamente de libros muy
populares a una precio muy bajo: kioscos de diarios y revistas, las tiendas de conveniencia,
kioscos donde hay diversidad de productos, etc. Y es importante que ustedes se queden con
esta idea de diferentes formatos para un mismo contenido en función de los públicos a los que
se dirigen esos formatos y de los diversos usos que esos públicos van a dar a los libros.
Voy a hacer un pequeño paréntesis y formular una pregunta acerca de qué es lo específico de
la industria editorial en el conjunto de las industrias culturales y del conjunto de las industrias
en general. ¿Qué piensan ustedes que es lo que hace a esta industria algo particular?
“Particular” debe ser entendido técnicamente: ¿qué es lo que debemos identificar como algo
casi exclusivo de esta actividad y que, por su carácter exclusivo, define formas de
funcionamiento, lógicas de operación, reglas de mercado, etc., que le son propias? ¿Qué es lo
que ustedes se imaginan como propio del mundo del editor?
ESTUDIANTE: La capacidad de discriminar públicos y hacer productos en función de los
públicos.
PROFESOR: La industria del mueble también hace mesas para gente de un alto poder
adquisitivo, mesas populares, pupitres escolares, mesas de comer. Digo, tiene una perfecta
capacidad para discriminar públicos y hacer productos en función de los públicos y de los usos.
ESTUDIANTE: La distribución y generación de diferentes contenidos de información a una
gran masa de gente.
PROFESOR: Pero eso no la diferencia ni de la televisión, ni de la industria del cine, ni de la
industria periodística, que produce contenidos para grandes masas de gente.
ESTUDIANTE: La divulgación del conocimiento.
PROFESOR: Una vez más, otras industrias culturales también distribuyen conocimiento. Y la
industria editorial no necesariamente preserva y distribuye conocimiento. Es decir, también
produce cosas que son muy distintas del conocimiento, produce información, entretenimiento…
ESTUDIANTE: Organizar la información.
PROFESOR: Si estuviéramos hablando hace 50 o 60 años, yo diría que sí, que la industria
editorial organiza la información. Hoy evidentemente hay recursos para organizar la
información mucho más eficientes que la industria editorial. A tal punto que la industria editorial
ha perdido buena parte de su privilegio en la organización del conocimiento. Por ejemplo, hace
30 o 40 años una sección importante de una librería eran las enciclopedias. Hoy no hay
enciclopedias en las librerías, porque, en ese sentido, lo digital es mucho más eficiente que lo
analógico.
ESTUDIANTE: Transformar algo inmaterial en algo material.
PROFESOR: Ese podría ser un rasgo específico, pero uno podría decir que las películas hacen
lo mismo: transforman la idea de un guionista o de un director en un objeto físico que luego se
convierte en una imagen mental en el espectador.
No estoy haciendo una pregunta tramposa, sino que es difícil de encontrarle respuesta. Lo
particular de la industria editorial es la cantidad de productos diversos que pone en el mercado.
Mientras cualquier industria, aun las que ofrecen grandes diversidades de cosas, propone
cientos o pocos miles de productos diversos cada año, la industria editorial propone ciento de
miles de productos diferentes cada año. Solo en español se producen aproximadamente cien
mil títulos nuevos por año. En inglés se producen unos 250.000 títulos nuevos en EEUU, más
otros 250.000 que hacen los propios autores, sin pasar por las editoriales tradicionales, como
autoedición. Quiero decir, no hay actividad que provea tal diversidad de productos nuevos con
una característica adicional, y es que, si bien existe el consumo de masas, no existe en el
mundo del libro el consumo masivo. O sea, existe el consumo de masas en la medida en que
muchas personas pueden comprar un mismo título, pero nunca va a ser consumo masivo en el
sentido técnico de que la misma persona pueda comprar muchas veces el mismo título. En las
industrias que producen bienes para el consumo de masas, el objetivo no sólo es que muchas
personas compren la misma pasta dental, sino que quien compra una pasta dental la siga
comprando durante muchos años. En el libro no tenemos esa repetición de la compra.
Entonces, estamos proponiendo cientos de miles de opciones diferentes a un público que sólo
va a comprar una de ellas y que, si lo hace, lo va a comprar una sola vez. Esto va a plantear
infinidad de problemas y desarrollar infinidad de estrategias para hacer que mínimamente
funcione bien una industria que está proponiendo cientos de miles de títulos diferentes a
cientos de miles de compradores potenciales, cada uno de los cuales sólo va a comprar una
vez uno de esos productos.
ESTUDIANTE: ¿Con Internet no pasaría algo similar?
PROFESOR: Internet está produciendo una saturación informativa terrible, y hay una
sobreoferta de todo, etc. Pero hay una diferencia, y es muy importante. Para encontrar algo en
Internet, no es necesario que ese algo tenga una existencia física en algún sitio. Por tanto, los
límites del espacio no son límites al acceso. En el caso del libro, Una librería puede tener
30.000 libros diferentes, si es una gran librería. Y parte del problema siempre fue cómo poner
una oferta tan inmensa en contacto con un consumidor que sólo puede encontrar esa oferta por
medios muy indirectos o en un local físico con las medidas limitadas. Hay problemas ligados a
la lógica de la búsqueda, de la circulación de información, etc. Yo diría, aunque quizá no sea del
todo correcto, que en Internet todo está al alcance de todos y, buscando, se lo encuentra. En la
industria editorial, hasta que se pudo digitalizar la información, no todo estaba al alcance de
todos: en algún sitio (en muchos sitios, de hecho, en la mayor parte d elso sitios posibles) un
libro podía no estar.
Decía que el primer gran cambio, en la primera mitad del siglo XX, era el que estaba centrado
en estos tres aspectos. Un segundo gran cambio se produjo después de la Segunda Guerra
Mundial, y tuvo su origen en EEUU. Apareció la generación conocida como la del baby boom,
conformada por las parejas que, después de la guerra, veían un horizonte de prosperidad y de
paz, en un momento en que el capitalismo, en los países centrales, estaba produciendo un
crecimiento muy robusto, y la universalización de la educación permitía un nuevo progreso
social efectivo. Una época, como estudiaron los economistas, que ha sido la de la menor
brecha de desigualdad en los últimos 200 años. En ese momento, las familias de esa clase
media creciente y pujante, que se estaba expandiendo por EEUU, decide abandonar el centro
de las grandes ciudades, donde la vivienda es cara y reducida, para instalarse en ciudades
periféricas, ciudades-dormitorio, barrios en los que hay espacios con verde, donde hay
posibilidad de criar a los hijos con un pequeño jardín y un perro, etc. Esa idea del sueño
americano de postguerra se produce a una velocidad muy alta. Esto provoca un cambio en la
disposición demográfica importante. Las familias jóvenes salen del centro de la ciudad, y en
esos nuevos barrios se instalan pequeños comercios que abastecen los consumos más
inmediatos, y en las autopistas los grandes centros comerciales, donde se realiza el
abastecimiento más permanente.
¿Qué significa esto y por qué nos importa? Significa que, de tener 200 o 300 grandes librerías
en el centro de la ciudad, se pasa a tener miles y miles de pequeñas librerías en todos estos
barrios periféricos urbanos. Librerías que, en vez de tener 30.000 títulos, tienen 2500, donde va
a estar el libro para arreglar el jardín, para la educación y cuidado del perro, donde va a estar la
novela fácil para leer el fin de semana, en las que la oferta editorial estará muy recortada,
orientada a satisfacer las necesidades inmediatas de esos públicos. Pero el problema que esto
plantea es que una industria editorial que tenía los dispositivos adecuados para distribuir libros
en las zonas céntricas de la ciudad en una cantidad relativamente acotada de librerías, se ve
de pronto en la necesidad de abastecer una red inmensa de miles y miles de puntos de venta.
Y esto en un territorio como el de EEUU. Porque, en Francia la, industria editorial es muy
robusta y no se produce este traslado a las zonas periféricas. No hay una eclosión demográfica
en los países europeos, por tanto las librerías siguen estando en las zonas céntricas, y la
eclosión de títulos diferentes se canaliza por los modos tradicionales. Pero, en EEUU, esto se
convierte en el gran desafío de la industria editorial.
¿Y qué hace la industria editorial? La industria se fija qué otras actividades han tenido un
problema semejante y cómo lo han resuelto. Identifica a la industria láctea como una industria
que tuvo que dar una respuesta a un problema parecido. Una industria que tiene pocos centros
de producción, no produce cerca del consumidor. Como la industria editorial que produce en
New York, en Boston, en Chicago y en California. Pero no produce en cada pueblo. Una
industria que tiene que llegar a miles de comercios, y tiene que llegar con rapidez, porque la
industria láctea tiene fecha de vencimiento de sus productos. Y la industria editorial, por
cuestiones de marketing, tiene que abastecer a todo el canal de modo simultáneo. Porque, si va
a haber una nota de crítica de un libro en un diario nacional, ese libro tiene que estar distribuido
en todo el país. Para dar respuesta a las nuevas exigencias de la distribución en una gran
cantidad de pequeños puntos de venta distribuidos ampliamente en todo el territorio, se
contrataron ingenieros que habían hecho esta transformación en la industria láctea para que
resolvieran el problema del almacenamiento y la logística. Esos ingenieros desarrollaron una
red de centros de distribución y subcentros de distribución, con grandes camiones y pequeñas
camionetas que pudieran abastecer rápidamente el mercado norteamericano de un modo
eficiente y simultáneo.
Pero esto, que daba la respuesta, generó un nuevo problema, y es que esa red de distribución
es terriblemente costosa. En lugar de tener tres camionetas que en dos días distribuyen en 300
librerías del centro de la ciudad todos los libros, tener una red con centros y subcentros,
camiones, camionetas, etc., el costo de este aparato logístico es muy alto. Y un aparato
logístico se hace rentable si las cargas que transporta son siempre las más altas posibles. Esto
obliga a la industria editorial a empezar a producir libros, no con la lógica de la decisión editorial
que estaba vigente hasta ese momento, sino con la lógica de quien tiene que llenar camionetas
para hacer rentable el sistema. Con lo cual el volumen de producción aumenta
exponencialmente pero, como el mercado para cada título no se amplía, lo que se amplía es la
cantidad de títulos que se publica. Y la industria editorial empieza a contratar a escritores
profesionales a los que les encomienda la redacción de biografías de deportistas, de chismes,
de manuales de autoayuda, de libros de horóscopos, de novelas temáticas, porque necesita
mantener abastecida esa terrible red de distribución. Eso genera un mercado de lectores de
categoría, en el sentido de categorías temáticas. Se desarrollan lectores de novelas románticas,
de misterio, de westerns, de ciencia ficción, etc.
Tenemos así un panorama que se ha ido conformando en lo que, por lo demás, es común a la
lógica del capitalismo, de segmentación y especialización. Vemos, entonces, que un mismo
contenido puede tener diversos formatos, y vemos cómo los públicos son segmentados por
temáticas, y vemos cómo los canales de comercialización se especializan en función de los
públicos que deben atender. Y así hay pequeñas librerías locales barriales en estas zonas
suburbanas, hay grandes librerías en los centros comerciales instalados en las autopistas, hay
librerías de fondo, que mantenienen los fondos editoriales vivos, en las zonas céntricas de las
grandes ciudades.
Todo esto, que no ocurrió de este modo entre nosotros, sí incidió en nuestras prácticas locales,
por diversas razones. Primero, porque la base tecnológica, las impresoras, los papeles, las
técnicas de encuadernación, se universalizaron, se volvieron globales, e incidieron en los
modos locales de hacer los libros. Porque la producción de títulos, escalada de este modo para
atender distintos mercados, aunque aquí no respondía a la necesidad de una logística
semejante, sí produjo una oferta disponible que empezó a publicarse en nuestro idioma, sea
comprando derechos de edición, sea imitando los desarrollos hechos afuera en desarrollos
locales. Porque los públicos tienden a compartir gustos, intenciones, etc., entonces, cuando se
van poniendo de moda zonas enteras de la actividad, eso ocurre en países centrales y también
en países periféricos, aun en aquellos aspectos en los que los procesos no han sido iguales
aquí que en los mercados centrales. Necesitamos saber cómo ha evolucionado la industria
para entender qué es lo que tenemos hoy entre las manos. Entonces, yo creo que vale la pena
entender estos grandes procesos que configuran una industria, que además está cada vez más
globalizada, con actores que son multinacionales, etc.
La dimensión del comercio no ha reflejado en nosotros las mismas características que yo
describo en el mercado norteamericano, que es el que marcó la pauta desde los años 1930.
Porque esos barrios periféricos urbanos se desarrollaron aquí mucho más tarde. Aquello que
en los EEUU comenzó apenas terminada la Segunda Guerra Mundial, aquí empezó muy
tímidamente a partir de los años 1980-90, y todo en una escala mucho menor, que no involucra
a todo el país, a todo el territorio, porque la cantidad de centros urbanos de grandes
dimensiones es más acotada, y solo en algunos de ellos se desarrollaron periferias de clases
medias acomodadas.
Este aumento de la producción, en este salto en la producción de decenas de miles de títulos
nuevos, que se van a comercializar en muchos puntos de venta, pero no necesariamente en
puntos de venta mucho más grandes (por el contrario, dijimos que las librerías de los barrios
periféricos son pequeñas, y las librerías del centro de la ciudad, aun cuando en ocasiones son
grandes, no siempre lo son, porque el metro cuadrado comercial en la zona céntrica de las
ciudades es muy caro), esta eclosión de títulos provoca tempranamente una crisis, que es la
crisis de la exhibición y del contacto de la oferta con la demanda. Cuando tenemos decenas de
miles de títulos propuestos al mercado, y las librerías no pueden exhibir y sostener esa oferta,
la demanda no puede entrar en contacto con esa oferta, entonces empieza una crisis de oferta
muy fuerte y, a la vez, un cambio en la lógica de la perduración: dado que cada título tendrá
poco tiempo de exhibición porque será desplazado por las siguientes novedades, los
contenidos comienzan a ser cada vez menos duraderos, dando así nacimiento a lo que hoy
conocemos como fast books.
La tecnología viene a resolver en alguna medida esa dificultad, introduciendo una clasificación
universal, que va a estar impresa en la contratapa de cada libro, y que lentamente se expande
por todo el mundo como forma de codificación, que es el ISBN. El ISBN es un código que
identifica, primero, al país productor, luego, a la editorial que lo produjo, luego, el área temática
en la que está inscripto el libro, y finalmente el libro mismo. Y esto permite, asociado con
lectores de código de barras, hacer un manejo de la información mucho más eficiente que
cuando todo esto debía hacerse a mano y era imposible de controlar. El ISBN y los lectores de
código de barras empiezan a permitir una administración del stock, permiten saber al librero
qué tiene, saber quién lo puede proveer si no lo tiene y encomendarlo al distribuidor, saber
cuánto vendió de cada título, incluso armar sistemas de reposición de recompra de los títulos
en función de las ventas reales que tiene. Pero lo que no soluciona esto es la relación del
espacio físico en donde la oferta puede estar disponible respecto del total de la oferta que hay
en el mercado. Es decir, se resolvió el problema de la información, pero no el problema de la
exhibición, cada vez más crucial.
Es entonces cuando aparece el primer jugador que, centrado en este problema, busca una
solución. Y ese jugador es Amazon. Amazon empieza como un intento de solucionar la crisis
que la oferta le provoca a la industria salteando la restricción que el espacio físico impone.
Amazon no nace como una empresa de venta de libros digitales sino como una librería virtual
de libros físicos. Hace que el lugar de la vidriera de una librería tradicional, y de las mesas de
una librería tradicional, en la que la oferta está exhibida, sea el monitor de la computadora del
cliente, la pantalla como acceso a toda la oferta disponible. Lógicamente, esta innovación sólo
puede darse a partir de la eclosión de Internet, que es, por un lado, lo que permite que todos
los consumidores potenciales puedan conectarse con esa oferta, pero también que estén
disponibles los recursos tecnológicos para que esta plataforma, que es Amazon, sepa qué
editores hicieron qué libros, qué distribuidores los distribuyen, y qué existencias hay y en qué
lugar. No es sólo la conectividad del consumidor con la plataforma, sino todos los recursos de
información que permiten que lo que pasa en la pantalla del consumidor responda a la realidad
de una oferta inmensa, y a las condiciones de aprovisionamiento que el proveedor, en este
caso Amazon, puede darle al cliente final.
También estamos viendo el regreso de muchos recursos antiguos. A mediados del siglo XIX,
cuando el mercado del libro comienza a desarrollarse, la librería no es el lugar principal de la
venta. La venta se hace básicamente por suscripción o puerta a puerta. Y uno de los
principales mercados para la venta puerta a puerta es el libro religioso, la Biblia, que miles de
vendedores llevan por todo el país, en todo el mundo, vendiendo a crédito. Quien mantuvo el
modelo de venta de libros religiosos es una empresa alemana creada en el siglo XX por una
familia, los Bertelsmann. Teniendo el contacto con los consumidores, ellos armaron clubes de
libros, y agregaron al libro religioso otros libros de otros editores para familias que pagaban una
cuota mensual y podían elegir cada mes, de un catálogo, lo que querían comprar. El modelo fue
tan exitoso que Bertelsmann se convirtió en la editorial más importante de Alemania, en
términos de producción y de venta, y hoy es el centro del grupo editorial más grande del
mundo, dueño de las principales editoriales norteamericanas y europeas, dueño de Random
House, que aquí es dueña de Sudamericana, de Penguin, etc. Eso es herencia de la venta de
Biblias puerta a puerta. Hoy volvemos con estos mecanismos que Internet provee. Volvemos a
mecanismos de suscripción, de venta directa, etc.
Entonces, tenemos un primer panorama de cómo ha evolucionado el mundo de la edición
desde que aparece a finales del siglo XVIII, principios del siglo XIX, hasta ahora, cuáles han
sido los cambios más importantes. Hablamos del mundo de la edición, pero en realidad casi
siempre estamos hablando de un sector de la edición, que es el libro comercial, el libro que va
a librería. ¿Qué es aquello de lo que no estamos hablando cuando hablamos de esto? No
hablamos de algunos segmentos que tienen lógicas muy particulares, que en algunos casos
iremos viendo a lo largo del curso, pero son modulaciones particulares sobre la base de este
gran paisaje que pintamos cuando nos enfocamos en el libro comercial. Por ejemplo, no
estamos incluyendo los libros jurídicos; ni tampoco los libros de texto escolar, que son libros
que no circulan fundamentalmente en librerías, o que tiene mecanismos de promoción y de
prescripción muy diferente que los libros que sí circulan en librerías. No estamos hablando de
una serie de subsectores de la edición. Estamos hablando de lo que ustedes ven en las
librerías, que es la parte central del mundo de la edición. Central en términos de cantidad de
títulos, de volumen de ventas, de empresas dedicadas a hacerlo, de profesionales que
participan de la actividad.
Si mencionamos Amazon, fue porque Amazon es la última modulación del mundo tradicional de
la edición. Amazon vendiendo libros físicos. Es la última inflexión de técnicas vinculadas con la
búsqueda de una mayor eficiencia para poner libros físicos en contacto con usuarios y facilitar
la venta de esos libros. Amazon, como decía, vino a resolver el cuello de botella que hay entre
las decenas de miles de títulos y los cientos de miles de eventuales compradores conectados.
Imaginen el reloj de arena, donde hay miles de granos de un lado y miles de granos de otro
pero un conducto muy estrecho para que esos granos pasen. Esos conductos son los canales
comerciales tradicionales. Y lo que hizo Amazon fue ensanchar ese conducto sin límite. Dejó de
haber un límite en la circulación de información. Porque, en definitiva, la vidriera es un sistema
de información. Lo que hace la vidriera es ordenar los títulos disponibles para que un
consumidor eventual se informe de su existencia. El diseño de la tapa, el orden mismo de la
vidriera, la ubicación, deben estar al servicio de atraer al consumidor. La librería es un canal
comercial, pero también es un sistema de información. Pone libros en mesas, los organiza en
estantes, hace una señalética, es un modo de ordenar la forma en la que un comprador
eventual puede hallar aquello que busca, o encontrar aquello que, sin saber lo que buscaba,
puede satisfacer un deseo impreciso, difuso. Amazon viene a perfeccionar este sistema
imperfecto. Que es imperfecto porque los sistemas de información físicos son mucho menos
eficientes que los sistemas digitales. Y, además, si aun el librero hubiese sido perfecto para
exhibir lo que sabe que su público va a querer, no puede exhibir más de lo que la superficie de
su librería le permite. Amazon destruye esa restricción. Pero este Amazon que vende libros
físicos a través de una plataforma digital sigue en la misma lógica de la actividad tal como la
describimos, es decir, la venta de libros en una librería.
En la década de 1990, cuando apareció Amazon, se hablaba de libros digitales, pero sólo
dentro de la industria editorial. La Unión Internacional de Editores es la organización que
agrupa a las cámaras nacionales de editores de todo el mundo. Como todos los sectores
empresariales, los editores se agrupan en cámaras, y esas cámaras participan de una
asociación internacional. Los propósitos de esta asociación son defender la libertad de
circulación, entre otros, y realizar cada cuatro años un congreso internacional, donde los
grandes protagonistas de la industria discuten temas profesionales, ven las tendencias
mundiales en la actividad, etc. En 1986, el congreso se hizo en la ciudad de México y, ante un
auditorio de 2000 editores del mundo, apareció un señor japonés que hablaba pausado, casi
como pidiendo disculpas por estar ahí, y dijo: ustedes están acabados. Del bolsillo sacó un
pequeño disco, chatito: Aquí -dijo- están las obras completas de Shakespeare, y en este otro
está la Enciclopedia británica entera. El japonés presentó al mundo de la edición lo que luego
se convirtió en algo muy habitual, el CD-ROM. Un disco compacto de memoria física.
Eso provocó un gran trauma. Porque los editores trabajábamos con recursos digitales, pero no
pensábamos tener productos digitales. Trabajábamos con procesos digitales porque, desde
fines de 1950 y principios de 1960, numerosas tecnologías digitales fueron sustituyendo las
tecnologías analógicas en los procesos de producción, sobre todo, y en primer término, en la
producción de la tipografía. Antes usábamos los grandes linotipos, que se habían inventado en
el siglo XIX y que se utilizaron hasta el último tercio del siglo XX, primero para imprimir libros
periódicos y luego se extendió al libro en general, unas máquinas inmensas con unos hornos
en los que se fundía una aleación de metales que, a medida que el operador tipeaba en un
teclado las letras, bajaba el metal fundido y caía en unas matrices en las que se enfriaba, y
armaba líneas de plomo que se ponían en un caja de madera, y esa caja de madera se
utilizaba para imprimir las páginas. Se montaban 8 o 16 de esas cajas con unas morsas, y con
eso se imprimían las grandes hojas, para después hacer los códices. Yo utilicé esa tecnología,
de la misma manera en que se hacía en el siglo XIX. Con la diferencia que, en lugar de un
horno de carbón, tenía un enchufe que iba a la corriente eléctrica. Pero ya desde fines de la
década de 1950 y principios de 1960 empiezan a utilizarse tecnologías frías en la producción
de tipografías, a diferencia de las anteriores que eran tecnologías calientes. Primero se utilizan
las máquinas de IBM, con una esfera que giraba e iba impactando en el papel que luego se
utilizaba para fotografiar, etc. Y luego ya con las PCs, Appel hizo el primer software para
edición de texto en una computadora portátil. Pero todo lo que hacíamos digitalmente
terminaba en un producto físico, un libro material que se podía caer al piso y hacía ruido.
Cuando este hombre presenta el CD-ROM, aparece, por primera vez, la posibilidad de que los
procesos digitales terminen en productos digitales. Y eso inauguró enloquecida una carrera por
el desarrollo de contenidos digitales. Uno de los que corre primero, porque tiene los recursos
tecnológicos, es Microsoft. Y Microsoft desarrolla una enciclopedia digital llamada Encarta. Eso
fue una revolución. Yo tengo en mi casa una enciclopedia que era de mi abuelo, que se llama
“Diccionario enciclopédico hispanoamericano”, editada por una editorial española, y son 25 o 28
tomos. El primero se publicó en 1890, y el tomo de la “z” se publicó en 1920. Cuando era
jovencito, trabajé haciendo textos para una enciclopedia, que nunca supe cuál era, porque me
contrataban medio clandestinamente. Yo vivía en México, y había un español que viajaba a
México, se instalaba en un hotel, y ubicaba a gente muy joven que estudiaba Letras o que tenía
alguna cualidad, y les encargaba palabras para que le hicieran los desarrollos. Pero fíjense
como todavía en 1980 se hacían enciclopedias a máquina. Y si eso ya llevaba tiempo, en 1890
llevaba años y, cuando se terminaba el conocimiento quedaba desactualizado, y entonces se
hacían apéndices, que son como ocho tomos más. Y consultar esa enciclopedia llevaba al
menos siete minutos encontrar la entrada. Porque, claro, el procedimiento que hace la mente es
el proceso que hace la computadora: dividir el rango de búsqueda a la mitad, y ver si lo que se
busca está en la primera o en la segunda mitad. Pero cuando uno va a la Encarta, uno pone
“pia”, y ya está, aparece en la pantalla la palabra “piano”, además aparece la imagen del
instrumento, y uno puede presionar una tecla y oír cómo suena el instrumento. Se vuelve
fascinante. Y es organización de la información. Ese dispositivo extraordinario que era el libro,
que había hecho muchas cosas, de pronto muestra que puede hacer todas esas cosas pero con
mucho más esfuerzo y tiempo que el mundo digital. Esa fue la primera irrupción de lo digital en
el mundo editorial, y hubo una gran competencia entre distintos jugadores para posicionarse. Y
lo primero en que se abordó fue justamente en los diccionarios enciclopédicos.
A principios de 1990, yo dirigí el Fondo de Cultura Económica Argentina, habíamos abierto una
librería en Avenida Santa Fe, y queríamos que esa librería fuera muy innovadora. En el centro
de la librería incluimos un espacio digital, donde no sólo vendíamos sino que también
mostrábamos cómo usar esos productos. Y eso parecía que estaba muy bien. Pero un día se
hundió todo. ¿Por qué? ¿Por qué desapareció la Encarta?
ESTUDIANTE: Por Internet.
PROFESOR: Por Internet. Claro, porque la Encarta seguía siendo digital, pero local. Es decir,
estaba apegada a la misma lógica de toda esa historia de la edición de la que yo vengo
hablando desde que empezamos este curso. Era un modo de organizar información, de uso
local e individual, porque necesitaba un lugar físico donde tener la computadora y colocar el
disco. Internet aparece y rompe con eso. Entonces, cambia toda la idea de identidad entre
soporte y contenido. Porque la Encarta sigue todavía siendo un producto cuyo contenido reside
en el mismo soporte en que yo hago la consulta de ese contenido.
ESTUDIANTE: Tampoco se puede actualizar.
PROFESOR: Entre otras cosas no se puede actualizar, claro. Pero lo que hace Internet es
desarmar ese vínculo que, hasta que Internet aparece, había sido inevitable para el usuario.
Porque lo digital ya había separado el contenido de su soporte. Pero para el usuario eso no era
así. Internet permite separar el contenido del soporte.
La actividad editorial en la historia argentina, continuación.
Profesor: Horacio García
-
Buenas tardes. En la clase anterior empezamos a explicar cómo se formó la industria editorial
en Argentina. Habíamos llegado hasta el año 1916-21, en que se funda la Cooperativa Editorial
Buenos Aires que era un emprendimiento de Manuel Gálvez. Y ahora vamos a avanzar con
una editorial emblemática, que se llamó Tor. Ya no existe más, pero fue una de las editoriales
más importantes de su época, empezó a desarrollar la edición de libros teniendo en cuenta la
masividad más que la calidad. El editor, Torrendell, tenía la idea de vender los libros lo más
barato posible, y para eso tenía que hacer grandes tiradas para abaratar los costos. Es una
editorial pensada como una editorial masiva, y editaba con un criterio de selección que daba
prioridad a la venta. Publicaba desde el Capital de Marx hasta Mi lucha de Hitler, o sea, no
consideraba el tema ideológico. Trata de abarcar la mayor cantidad posible de público lector
con sus libros, que eran de una calidad relativa. Incluso se comenta que algunos libros los
recortaba. Ustedes saben que para imprimir los pliegos tienen entre 8, 16, 32 páginas, si el
número de páginas excede a un múltiplo de estas se tiene que imprimir más pliegos. Bueno, él
hacía una serie de reducciones para que los pliegues le den justo y ahorrar papel e impresión.
Además, tenía toda una estrategia de marketing o publicidad. En un momento en que tenía
dificultades para vender, se le ocurrió hacer una campaña publicitaria que consistía en lo
siguiente: vendía los libros por kilo. Él tenía tres locales, uno muy importante en Florida. La
estrategia era vender los libros por kilo sin importar los títulos ni los tamaños. Esto generó una
movida importante de ventas. Pero a su vez se encontró con una crítica muy feroz de los
escritores de la época, porque decían que eso desvalorizaba su trabajo, esta crítica hizo que no
perdurara por mucho tiempo esa modalidad. También tenía estrategias para evitar el pago de
derechos. Por ejemplo: estaba de moda Freud, pero él no tenía los derechos, entonces se le
ocurrió otra idea brillante: contrató a un peruano que era poeta, y figuraba con un seudónimo
como autor de los libros, que escribía resúmenes, contaba las ideas de Freud. Y así sacaba
títulos como “Freud y la sexualidad” publico varios libros sobre Freud sin pagar derechos. Eran
todas estrategias que tenía que ver con el aspecto comercial. Edito una serie de clásicos
importantes, griegos, franceses, alemanes y novelas de folletín que eran masivas. Tor fue una
editorial que duró desde 1916 hasta la década de 1950. Y desapareció porque había aparecido
otro criterio editorial. Fue una editorial importante en la medida que divulgó material de lectura
que de otra manera no hubiera llegado a una masa grande de lectores. Pero no tenía como
principal objetivo la formación cultural sino el aspecto comercial. Si les interesa el tema hay un
libro de Carlos Abraham La editorial Tor que la describe muy bien.
Otra editorial importante, que es del año 1922, la funda Antonio Zamora, la editorial Claridad.
En realidad, es una editorial que está inspirada en el pensamiento socialista. Su política era
educar al pueblo, a la clase baja y media baja por lo cual trataba que los libros fueran de un
precio accesible para todos. Publicaba un abanico muy grande de temas que se suponía
servían para la educación popular. Editó desde El matrimonio moderno, que era un libro de
educación sexual, hasta textos de Marx.
Edito también literatura de autores argentinos, por ejemplo, en Claridad aparecen los libros de
Roberto Arlt.
Otras editoriales que publicaban en la misma época fueron la de un editor llamado Samuel
Gleizer, que publicaba a los intelectuales de la época como Borges, Mallea, Macedonio
Fernández y muchos más. Otra editorial era Babel (Biblioteca Argentina de Buenas Ediciones
Literarias) fundada por Leonardo y Samuel Glusberg, donde publicaron Leopoldo Lugones,
Ezequiel Martínez Estrada y otros personajes de la época, este proyecto luego se llamaría
Anaconda. Entre 1920-28, había dos grupos literarios antagónicos, aunque que se mezclaban
algunos componentes, Florida y Boedo. Florida era la calle pituca de Buenos Aires, y en ese
grupo estaban Borges, Marechal, Girondo entre otros personajes que ya se olvidaron. Mientras
que los otros se reunían por el barrio de Boedo ligados a la Editorial Claridad, entre los cuales
estaba González Tuñón, Barletta, Cesar Tiempo y Roberto Arlt. Es complicado nombrar
autores, porque muchos han sido importantes en ese momento, pero hoy han desaparecido.
Por ejemplo, Gleizer publicaba a Enrique Amorín, Carlos de La Púa, León Pagano, son
nombres que ya no resuenan
En 1928 hay una exposición del libro argentino en el teatro Cervantes, que es una de las
primeras exposiciones donde se muestra este desarrollo de la industria editorial. Una
exposición que diez años después va a París con libros argentinos y tiene el elogio de muchos
intelectuales de Francia, entre ellos Paul Valery.
También en esos años aparece una revista que se llama Proa, entre sus fundadores están
Borges, Guiraldes y Girondo es una revista de vanguardia
que va acompañada por un proyecto editorial que no dura demasiado, pero publica libros
emblemáticos como Don Segundo Sombra y Espantapájaros.
En la misma época la editorial Colombo, editaba libros raros casi para bibliófilos. O sea que ya
existían diversos proyectos editoriales. Incluso Tor y Claridad exportaban a Latinoamérica.
En 1931 se funda la editorial Sur, que es parte de la revista Sur de Victoria Ocampo, es más
importante por el enfoque cultural que por su aspecto comercial. En ese círculo estaban José
Bianco, Cortázar, Bioy Casares, Borges, Silvina Ocampo. Su importancia fue introducir algunos
autores que no circulaban por Argentina.
Estas editoriales no sólo publicaban autores nacionales sino también una gran cantidad de
traducciones. Y esto tiene una importancia que vamos a ver más adelante. También habían
aparecido revistas que trataban de cubrir espacios para lectores, proponían planes de lectura
publicando capítulos de libros, cuentos y poemas, una de ellas llamada El Hogar tenía como
columnista a Borges. Empezó a tener importancia la crítica literaria y la promoción a través de
los medios gráficos. En ese momento sólo existía la radio y los medios gráficos. La radio tenía
muy poca participación en esto, salvo los radioteatros que reproducían historias de libros
conocidos que servían de alguna manera para promocionar su venta.
En ese momento el mercado editorial en idioma español tenía como principal editor a España,
luego le seguía Argentina, luego México y algo Colombia. Pero en 1936 estalla la guerra civil
en España, que fue una guerra muy sangrienta donde mueren millones de personas, y gran
parte del país queda destruido. Una de las cosas que destruye es la industria editorial. Por lo
tanto, Argentina se convierte en un polo editorial que toma el lugar de España, convirtiéndose
en el principal editor de libros en español cubriendo toda el área idiomática.
Terminada la guerra el bando nacionalista de Franco, con respecto a la cultura, tenía criterios
totalmente distintos al de la república. Entonces, cuando triunfa Franco, las editoriales cambian
su catálogo y dejan de producir libros que podrían ser conflictivos para el gobierno, esto
también fue por un tiempo aprovechado por las editoriales argentinas.
En ese momento se producen varias fundaciones de editoriales que han llegado hasta nuestros
días. En 1938 aparece la editorial Losada, que sigue existiendo hoy, aunque no tiene la
importancia que tuvo en ese momento. Muchos de los españoles exilados de España
empezaron a publican en Losada. En 1940 se funda la editorial Emece, hoy está dentro del
grupo Planeta. La editorial Sudamericana, que existe todavía y que es parte del grupo Random,
y la editorial Rueda, ya casi desaparecida, pero fue la primera en editar Ulises de Joyce y a
Marcel Proust en español. Después hay una serie de editoriales que son menos conocidas,
Nova, que publicaba mucho material de crítica literaria. Paidós, que fue pionera en la
publicación de psicología y psicoanálisis, que sigue existiendo dentro del grupo Planeta.
Sigmar, que también sigue existiendo y publica textos infantiles. Otra que todavía existe es Kier,
que edita textos de filosofía oriental y demás, Ricordi, que edita textos de música. Esto se los
cuento para que vean que se cubrían todas las áreas. También existía la publicación de libros
técnicos de editoriales que ya no existen. Hay una que todavía existe que se llama Albatros,
pero que ha cambiado su especialidad. Había una serie de editoriales que publicaban libros de
medicina, derecho, etc. Entonces, la edición argentina cubría todas las áreas. O sea que,
cuando alguien dentro del área idiomática quería un libro, compraba libros argentinos. Se armó
un núcleo editorial importante.
En 1938 también se funda la Sociedad Argentina de Editores, que unos años después, en
1941, se convierte en la Cámara del Libro, se funda para defender el interés de los editores.
Empieza a haber un gremialismo organizado de editores.
Les voy a dar unos datos de qué se publicaba. Estos datos no son exactos, hoy hay
estadísticas mejores, porque está el ISBN con el cual es mucho más fácil controlar todo esto.
Pero es lo que tenemos. Por ejemplo, en 1936 se publicaron 823 novedades con un tiraje de
2.880.000 libros. El promedio era de 3500 ejemplares por título. En este momento el tiraje es
menor. En 1937 se publica más o menos la misma cantidad. Pero en 1938 de 880 novedades
se pasa a 1736, o sea, el doble. El tiraje pasa a 7.000.000 de ejemplares, y aumenta la
cantidad de ejemplares por título, alrededor de 4000. ¿Qué está marcando esto? Que aparece
la industria argentina ocupando el bache que había dejado la industria editorial española. Un
año después, en 1939, hay 2160 títulos nuevos, y 9.000.000 de ejemplares. La población era
de 14.000.000 de personas. ¿Cómo se explica eso? Por las exportaciones. En 1936 se
exportaron 47.500 ejemplares, esto empieza a subir hasta llegar al año 1946 que se exportan
alrededor de 2.000.000 de ejemplares. Esto tampoco es exacto porque acá sólo está registrado
lo que sale por la aduana. Lo del correo, que era importante, no está registrado. Juntando estos
datos, se calcula que en el año 1942-43 se exportaban entre 12 y 13.000.000 de ejemplares de
libros. Más o menos, alrededor de 1940, se exportaba el 40% de la producción de libros
argentinos. Y entre los años 1940 y 1950 el 80% de los libros que se vendían en España eran
de edición argentina. Con limitaciones, porque había libros que no se podían vender, como los
autores españoles prohibidos y otros autores de distintas nacionalidades que se consideraban
inconvenientes, por la censura que era muy dura.
Ahora, esta venta de ejemplares de libros no era solamente de autores argentinos. Es
imposible tener una industria editorial importante solamente editando autores nacionales. Si
ustedes ven las editoriales españolas se van a encontrar con gran cantidad de traducciones. Y
si uno revisa los catálogos de Argentina de esta época se va a encontrar con que hay una gran
cantidad de traducciones. ¿Qué importancia tiene esto? A veces hay toda una discusión sobre
traducir y publicar autores extranjeros con el criterio que quita espacio a los autores nacionales.
Pero no se puede promocionar una industria sólo con autores nacionales. Y al revés, a caballo
de muchas de las traducciones se introducen autores argentinos en otros países. Si uno revisa
la inserción que tienen algunos autores españoles en Argentina se va a dar cuenta de que
entraron de esa manera. Mirando el catálogo de Anagrama, por nombrar un sello importante, se
va a encontrar con una gran cantidad de traducciones. La otra importancia que tiene el traducir,
¿cuál les parece que es? Ustedes saben que los libros siempre están en diálogo con otros
libros, los autores con otros autores. Si uno elige los autores y libros importantes y los traduce,
elige los temas de los que se habla y discute. Tiene su importancia, porque eso convierte a un
país en un centro cultural. Por ejemplo, la mayoría de los autores de la década de 1950 que
escribía novelas, como modo de consagrarse, querían publicar en Sudamericana, como
ejemplo García Márquez. Todo el mundo quería publicar en Argentina. Hasta que empieza el
boom de la literatura latinoamericana, donde ya se empieza a compartir el centro con
Barcelona. Pero, antes de eso, los autores de novelas querían publicar en Sudamericana, que
era la editorial que los consagraba. También estaba Emecé, que abre una línea distinta que
después de especializa en best sellers. La cuestión es que la industria argentina tenía los
derechos para publicar muchos de los autores más conocidos dentro del área idiomática.
Bueno, todo eso estaba acompañado por otras industrias culturales como el cine. Entre 1938 y
1956 hay un crecimiento muy fuerte del cine argentino. El cine argentino junto con el mejicano
cubrió un bache que dejó EEUU que estaba en guerra, y los estudios estaban lanzados a hacer
películas que le daban importancia a la guerra y a la propaganda, dejando de lado todo lo
demás, como las comedias y los westerns. Y ese lugar lo cubrió Argentina y los mexicanos.
Entonces, si revisan la filmografía de la época se van a encontrar con que hay versiones de
clásicos de todo tipo, y hay una serie de comedias, como las de teléfono blanco, que circulan
por toda Latinoamérica, reemplazando las de EEUU. Ahí aparece, por ejemplo, Mirta Legrand,
que empezó a trabajar a los 16 años, creo. También se hacen policiales, como “La bestia debe
morir” en base a un conocido libro policial. Hay grandes estudios en Argentina que llegaron a
hacer 30 películas por año. Entonces, el cine también acompaño esta movida.
Bueno, ustedes saben que del año 1936 a 1955 hay una serie de acontecimientos políticos. En
el año 1945 Perón es elegido presidente, después de una serie de presidentes de facto. Ese
periodo tuvo algunos altibajos económicos. Tuvo un periodo de auge seguido de uno de caída,
y luego otro de auge. Y eso se nota si uno revisa la producción editorial. Por ejemplo, en 1947
se producen alrededor de 23.000.000 de libros, pero, al año siguiente, baja a 15.000.000. La
mayor cantidad de libros se produjo en 1953 con casi 51.000.000 de ejemplares, con 11.000
tirajes por título, y las novedades eran 4600. O sea que del año 1936 a 1953 se quintuplican la
cantidad de títulos que se publican, y se duplican la cantidad de ejemplares que se producen.
De esto un 40% va al exterior. Ya en el año 1956 bajan los tirajes a 7000, y 18.000.000 de
ejemplares producidos. Por otra parte, con Perón se produce un cambio social. Hay un ascenso
de clase muy fuerte, lo que hace que se cree un público nuevo. Mucha gente accede a la
universidad, aumenta la matrícula primaria y secundaria. O sea, se genera una clase media
mucho más fuerte durante todos esos años. Además, si uno revisa los catálogos, no había
censura. Entonces, la industria editorial se desarrolla sin ningún problema. Aunque dentro de la
Cámara del Libro se produce una división entre los que eran peronistas y los que eran anti
peronistas. Pero, en general, es un momento de auge para la industria editorial facilitada por el
hecho que había una guerra europea. Eso se aprovechó. Porque una industria editorial no
puede ser importante si sólo vende para el mercado interno. Y eso lo saben muy bien los
españoles. Ellos han construido una industria editorial para vender a toda el área idiomática y
además tienen políticas que no cambian independientemente de la fuerza política que gobierne,
cosa que en Argentina no sucede.
PROFESOR KATZ: Buenas noches. Hoy vamos a intentar entender una dimensión adicional
del objeto del que se ocupa la edición, el libro. Una dimensión adicional respecto de lo que
comentaba la clase pasada, cuando hablaba de las funciones del libro. Decíamos que el libro,
la escritura, ha tenido como función la de preservar y distribuir contenidos textuales. Pero en la
cultura moderna, en la sociedad capitalista, en el mercado, el libro tiene una característica que
lo hace particular. El gran sociólogo francés Pierre Bourdieu, que estudió con mucho
detenimiento las industrias culturales en general, y la del libro en particular, decía que el libro es
un bien que posee un doble carácter: es, a la vez, mercancía y significación. Esto quiere decir
que, por las características del sistema de mercado en las que participa el libro, el libro es un
objeto sujeto a las reglas de la oferta y la demanda como cualquier otro. Desde cierto punto de
vista, el carácter mercantil de un libro tiene un nivel de autonomía muy importante respecto de
las significaciones que ese libro contiene. El objeto-mercancía (el objeto libro en tanto que
mercancía) está sujeto a algunas reglas de distribución, de circulación y de valorización que no
corresponden a las reglas de producción, de circulación y de valorización que ese mismo tiene
en tanto conjunto de significaciones. Cuando decimos que el libro es, a la vez, mercancía y
significación, estamos diciendo que todos los libros, independientemente del valor simbólico
que les atribuyamos, son en algún punto significante y en algún punto mercancía. Y los modos
de valuar sus aspectos mercantiles y simbólicos responden a leyes diferentes.
Desde el punto de vista de la mercancía, tenemos que considerar al libro como un objeto
industrial, es decir, como un objeto que va a ser fabricado a partir de matrices de producción,
por medios técnicos de reproducción, cuya lógica fundamental consiste en que, a mayor
cantidad de unidades producidas, menor es el costo de producción de cada unidad. Esta regla,
que sirve para todas las mercancías del mundo industrial, no así necesariamente para el
mundo digital, es fundamental para entender los diferentes modos de funcionamiento de las
organizaciones editoriales en función de la cantidad de unidades que se pueden fabricar de
cada uno de los títulos que corresponden a una organización editorial. En tanto mercancía,
entonces, el libro es un objeto industrial, cuyo costo de producción será menor en función de la
cantidad de unidades industrialmente fabricadas, y será menor en función de la menor
diversidad y complejidad de los procesos editoriales necesarios para su producción. Y tendrá
un precio que estará determinado no solo ni principalmente por los costos de su producción ni
por la rentabilidad que se espera obtener, sino por los productos alternativos que la
competencia propone a los consumidores potenciales.
Desde el punto de vista de la mercancía, el proceso del libro es ciego a la idea del lector y a la
idea del autor. Lo que nos importa es entender cómo se fabrican, cómo ingresan en los
circuitos de comercialización, cómo se lo hace visible a los consumidores potenciales, y cómo
se convierte en un objeto adquirido por uno de esos consumidores. No nos importan las lógicas
de apreciación de su contenido, no nos importa la práctica de lectura, no nos importan los
modos de valorizar aquello que el libro vehiculiza. En cambio, desde el punto de la
significación, el libro nos pone en la obligación de entender cuáles son sus usuarios
potenciales, cómo ponerlo en valor como un objeto atractivo para esos usuarios, y cómo apelar
a los intermediarios que permitan monetizar su contenido para que los usuarios específicos
deseen obtenerlos.
Dado que ambos aspectos del libro son relativamente autónomos, vamos a encontrarnos con el
hecho, a primera vista sorprendente, de que existen casos -para nada excepcionales- de obras
a las que los sistemas de creación cultural les otorgan el máximo aprecio posible, mientras que
los mecanismos de asignación de precio los consideran por debajo de la media del mercado.
Por ejemplo, hay numerosas ediciones del Quijote, una de las más grandes obras de la cultura,
a precios muy por debajo de algunas novelas de género que no podrían soportar más que una
estadía temporal en el estante de la librería. Es decir, el valor que está asociado con el
contenido, que tiene que ver con el carácter simbólico de la obra, no tiene una correlación
necesaria con el precio con el que la mercancía circula en el mercado.
ESTUDIANTE: Inaudible.
PROFESOR: Lo que digo es que, tanto los aspectos mercantiles del libro como los aspectos
significantes del libro, están sometidos a reglas de producción, de circulación y de valorización.
Pero que las reglas que operan en una de las esferas no son las mismas reglas que operan en
las otras esferas. Tomando el ejemplo del Quijote, es evidente que la regla que opera para fijar
el precio tiene que ver con los costos de producción de un libro que cualquier editor puede
fabricar, dado que se trata de una obra que está en el dominio público. Entonces, el precio se
reduce a remunerar a los actores que intervienen en los procesos de producción y circulación y,
en la medida en que una edición en particular no agregue un valor especial (por ejemplo, a
través de prólogos, de notas, de ilustraciones, o bien de las características de su manufactura)
funcionará como lo hacen todas las commodities, es decir, aproximando su precio a su costo.
Lo cual, como es obvio, no tiene nada que ver con la valorización del contenido. Por el
contrario, la valorización del contenido de una obra tiene que ver con los sistemas, que no son
necesariamente mercantiles, de asignación de valor. Lo muy apreciado, desde el punto de vista
del contenido, no se corresponde con su precio. Un libro con buenas críticas no vale más que
una obra que tiene malas o ninguna crítica.
El precio y el valor son dos lógicas diferentes impuestas por sistemas de actores diferentes, y
están fundamentalmente disociados entre sí. Lo interesante de señalar tal disociación es que
nos permite entender claramente cómo hay un aspecto del libro que es el mercantil, y otro
aspecto del libro que es el significante, y que ambos pueden ser estudiados por separado. Y
nosotros debemos estudiarlos por separado porque los modos de maximizar el valor en uno de
estos aspectos no tienen que ver con el modo de maximizarlo en el otro aspecto.
ESTUDIANTE: Inaudible.
PROFESOR: Por supuesto que el contenido es un argumento de venta. Por supuesto que es
necesario remitir a los mediadores adecuados para que se cumpla el proceso o el ciclo
mercantil. Pero no necesariamente el valor que esos medios le atribuyen se traduce en el
precio. Se traduce en el contacto con el mercado potencial.
Desde el punto de vista mercantil, desde el punto de vista de sus aspectos mercantiles, los
libros tienden, en la sociedad de masas, a convertirse en commodity. Un commodity es una
mercancía cuyo precio tiende a ser su costo. Cuando nosotros hablamos, en Argentina es muy
frecuente, del precio de los cereales, y decimos que la soja vale 400 dólares la tonelada, es
indiferente para ese precio que esa soja se haya producido en Santa Fe o en Córdoba, o en
Brasil, en Rusia o en EEUU. Porque, para una variedad determinada, ningún productor puede
hacer que su soja valga más que la soja del competidor. Entonces, el mercado controla el
precio de toda la soja ofrecida y demandada por medio de un mecanismo de arbitraje -el
mercado, en este caso concretamente los mercados globales de granos. Los productores
tienden a agregar valor a los productos para separarlos de su carácter de commodity, pero en
el caso de ciertos bienes lo único que los productores pueden hacer es mejorar su
productividad, ya que el objeto final es igual para cualquier oferente. Pero, cuando no se tratan
de bienes como la soja, o el petróleo, permanentemente hay una tensión entre la tendencia a la
commoditización y la tendencia a la diferenciación.
El primer recurso de diferenciación de la industria editorial es la propiedad intelectual. La
propiedad intelectual tiene una característica que le es propia, y es que es irrenunciable e
intransferible. Esto quiere decir que un autor no puede renunciar a los derechos de propiedad
sobre su obra ni puede transferírselos a un tercero. Lo que el autor hace es ceder su derecho
de reproducción o de uso a favor de un editor. Lo que el autor transfiere es el derecho de
reproducción, no la propiedad intelectual. Y nadie que no haya recibido por medio de un
contrato ese derecho para reproducir puede fabricar un objeto con esa obra. Ese derecho tiene
vigencia hasta 70 años después de la muerte del autor. Después de 70 años de la muerte del
autor las obras pasan a lo que se llama “dominio público”. Es decir, cualquiera puede
reproducirlas, pero no puede afectar la autoría de la obra. Ese derecho de autor hace que él o
sus herederos hasta 70 años después de su muerte sean los únicos que puedan otorgar
licencias de reproducción bajo la forma de contratos de edición, y es lo que permite a aquel que
obtiene el derecho de reproducción buscar una renta monopólica. Una renta monopólica es
aquella parte de la renta que se puede obtener porque nadie más puede explotar esa misma
obra. Es decir, es un pequeño diferencial de precio que los editores pueden obtener de la
edición de libros protegidos por las leyes de propiedad intelectual. Por eso, hay muchas
ediciones de dominio público, de obras de autores clásicos, a precios muchos más bajos que
obras recientes que carecen de toda calidad en relación a aquellas que son de dominio público.
ESTUDIANTE: Inaudible.
PROFESOR: Cuando una obra cae en el dominio público, ustedes van a encontrar decenas de
ediciones diferentes, la mayor parte de las cuales compiten entre ellas por el precio. Cuando
una obra de dominio público es un texto obligatorio en la escuela secundaria, por ejemplo, la
forma de competir es, o bien haciendo la edición muy económica, para que el precio sea muy
bajo, es decir, para que el precio tienda al costo, o hacer una edición crítica para diferenciarse,
agregando valor, para separar todo lo posible el precio del costo.
Entonces, lo que tenemos en términos de relación entre el costo y el precio son o bien el
carácter monopólico de la explotación de una obra que está controlada por la propiedad
intelectual del autor, vivo o muerto hace menos de 70 años, o los agregados editoriales o
industriales que un editor introduce para que haya un diferencial en la oferta de esa edición
respecto de otras, y poder obtener así un precio también diferente. Si toman, por ejemplo, las
ediciones de clásicos, van a tener ediciones populares, que muchas veces se hacen
reutilizando traducciones que también están en el dominio público, es decir, traducciones de la
primera mitad del siglo XX por ejemplo, que se retocan un poco para modernizarlas, pero que
no tienen ni derecho de traducción ni derecho de autor, y entonces se hacen ediciones de los
clásicos muy económicas. Del otro lado hay ediciones como las de editorial Gredos, por
ejemplo, que son ediciones en traducciones recientes, anotadas, con prólogos, estudios
críticos, etc., que aumentan el precio.
ESTUDIANTE: Salió un libro ilustrado de García Márquez. ¿Eso sería un diferencial?
PROFESOR: Sí. Un libro ilustrado también hace la diferencia. Ilustraciones, aparatos críticos,
ediciones bilingües, que en el caso de la poesía traducida son frecuentes, todo aquello que
permita poner en valor un libro para obtener, no solamente un precio diferente, sino también el
interés de un mercado diferente, de un público diferente. Por supuesto, para que esto ocurra, la
necesidad de actuar a través de mediadores en el sistema simbólico es importante. Porque, si
no lo hiciéramos, no tendríamos modo de poner en valor la calidad de ese aparato crítico o el
interés de la obra de un autor.
Observar que el libro tiene un doble carácter, que por un lado es mercancía y por el otro es
significación, nos va a permitir entender un primer modo de ordenar a las casas editoriales en
el mercado de la edición. Hay muchos criterios para ordenarlas, pero yo voy a proponer uno, y
es el de las editoriales que se orientan al polo comercial, es decir, aquellas que ponen énfasis
en los aspectos mercantiles del libro, y las casas que se orientan al polo cultural, es decir,
aquellas que ponen el acento en el aspecto significante. De más está decir que no hay
editoriales puramente del polo comercial ni puramente del polo cultural. Dado que todo libro es,
a la vez, mercancía y significación, cualquier editorial tendrá que atender simultáneamente las
cuestiones comerciales vinculadas con la mercancía que hace la base de su operación, y
cuestiones simbólicas que tienen que ver con la puesta en valor de los contenidos de los libros
que edita. Cuando decimos que hay editoriales que ponen énfasis en uno de los dos aspectos
decimos que tienden a privilegiar uno de esos dos aspectos, y no que no se ocupan del otro.
Ambos tipos de editoriales, y todos los tipos intermedios entre estos dos extremos, tienen como
objetivo crear valor. Nosotros dijimos, pero vale la pena repetirlo, que estamos hablando de
empresas, de organizaciones que operan en los mercados, y que por tanto deben crear valor
para sus accionistas. Voy a hacer una salvedad para anticiparme a las críticas que muchos de
ustedes probablemente hagan, y es la siguiente: cuando decimos que hablamos de empresas
que deben crear valor para los accionistas no quiere decir que hablamos solamente de
empresas mercantiles. Y no quiero decir que los accionistas son solamente aquellos que
esperan retirar utilidades o dividendos, resultado de la operación mercantil de las
organizaciones. Es evidente que la parte principal, en términos de volumen, de la producción
editorial la hacen empresas de esa naturaleza. Pero en este universo hay una gran cantidad de
organizaciones que hacen libros, que ponen los libros en el mercado, y que operan con una
lógica empresarial, pero su objetivo principal no es maximizar la ganancia sobre el capital ni
ofrecer a sus accionistas grandes dividendos.
Por ejemplo, editoriales universitarias son organizaciones empresarias que tienen que estar
constituidas bajo algún tipo de forma legal que les permita contratar, producir, vender e
ingresar dinero en sus respectivas cuentas bancarias, pero que pueden tener por objeto
subsidiar el acceso a los contenidos de conocimiento de los estudiantes de universidades.
Entonces, pueden tener una lógica comercial, pero no orientada a maximizar la ganancia, sino
a maximizar la difusión de las obras. Eso no quiere decir que funcionen con una lógica
diferente. Tenemos que entender que funcionan con la misma lógica que una empresa
mercantil. Pero que tiene, entre sus propósitos, no maximizar utilidades, sino maximizar el
acceso de los estudiantes a los contenidos. Por lo tanto, puede tener la decisión estatutaria o
política de perder una cierta cantidad de dinero por año, de contar cada año con recursos
adicionales, que la universidad va a proveer, para compensar las pérdidas que le genera
subsidiar el precio de los libros. Pero, cuando uno analiza los procesos, los procesos son
idénticos, con la salvedad que, lugar de tener una política orientada a maximizar el precio y la
rentabilidad, va a tener otra política. Pero la tenemos que entender del mismo modo. Si no lo
hacemos del mismo modo, nos quedamos sin herramientas para tomar decisiones al servicio
de la política que queremos llevar adelante. Eudeba, la editorial de la Universidad de Buenos
Aires, es una sociedad de economía mixta. Es decir, es una sociedad mercantil que es, a la
vez, pública. Eudeba no quiere ganar dinero. Pero el gerente de Eudeba tiene un presupuesto
cada año. Tiene que saber qué parte de ese presupuesto va a recuperar por la venta de los
libros en los que invierte, y qué parte no va a recuperar porque la universidad le va a proveer
los fondos para que mantenga su actividad en función de los intereses que la universidad le
pide a la editorial que satisfaga. Pero el gerente tiene que gestionar con la lógica de una
organización empresarial, mercantil. Tiene que saber qué porcentaje sobre el capital no va a
ganar, y tiene que saber qué porcentaje va a perder. No puede perder cualquier cosa. Puede
perder aquel porcentaje del capital que la universidad le permite, porque es el que puede
reponer. Porque la universidad tiene un presupuesto, y una parte de ese presupuesto la puede
asignar al subsidio del precio de los libros de Eudeba. Pero el gerente de Eudeba no puede
perder una cantidad cualquiera, tiene que perder lo que puede, aquella cantidad que le ha sido
permitido perder. Hago esta salvedad para que quede claro que, cuando hablamos de
organizaciones editoriales que operan con una lógica empresarial, incluimos entre ellas, por
ejemplo, a las editoriales que pueden tener por objeto facilitar el acceso a la lectura, pero que
aun estas tienen que ser gestionadas con herramientas semejantes a todas las otras.
Decía, entonces, que las empresas orientadas al polo comercial tienen por objeto maximizar la
renta sobre la inversión. Las empresas del polo cultural tienen por objeto, por su parte, la
producción de capital simbólico. De algún modo, lo que es común como herramienta para
entender lo que hace cada uno de estos tipos de empresa es la noción de tiempo. Porque en
función de qué idea de tiempo maneje cada empresa, vamos a entender a qué tipo de lógica
responde. Y hablamos de tiempo porque el tiempo es aquello que nos permite medir los dos
logros posibles a los cuales cada uno de estos tipos de organizaciones aspira. La renta, o la
ganancia, para decirlo con palabras más familiares, es una función del tiempo. No medimos la
renta en sí, sino que la medimos en función del tiempo que transcurre entre que hacemos una
inversión y esa inversión madura y da resultados. Toda la lógica del mundo mercantil tiene que
ver con la valorización en el tiempo de las inversiones. Y normalmente se mide la rentabilidad
contra la rentabilidad que promete una inversión que carece de riesgo. Si un inversor dispone
de una cierta dotación de capital, y tiene alguna alternativa de obtener una renta sin riesgo,
cualquier renta alternativa que incluya algún riesgo, tendrá que ser superior a aquella contra la
que se mide.
Básicamente, hoy, en el mundo capitalista, la inversión libre de riesgo son los bonos del tesoro
de EEUU, que dan una rentabilidad, actualmente muy baja, en otros momentos más alta. Esa
inversión se mide en el periodo en el cual está expresada: es una renta anual. Es decir, la tasa
de interés que paga el tesoro por recibir dinero es una tasa de interés que se mide en periodos
anuales. Alguien que invierte dinero en el mundo editorial para ganar dinero, asumiendo que al
invertir en una empresa está tomando un riesgo, va a ir a buscar tasas crecientemente altas.
ESTUDIANTE: ¿Tasas crecientemente altas respecto de qué?
PROFESOR: Respecto de lo que no tiene riesgos.
Cuando la empresa editorial es una empresa que tiende al polo comercial, va a intentar acortar
lo más posible el tiempo de maduración de las inversiones. Porque, si la expectativa es la de
obtener una rentabilidad muy alta, cuanto más cortos sean los ciclos de la inversión, mayor va
a ser la rentabilidad. Es decir, si yo edito un libro hoy, y demoro cinco años en venderlo,
aunque tenga una tasa de ganancia muy alta, la tengo que distribuir en cinco años para poder
evaluar realmente cuál es la utilidad de ese negocio. Si la misma tasa la tengo en tres meses,
incrementé por 20 veces la rentabilidad. La rentabilidad está en función del tiempo, no es una
variable absoluta. El 20% de ganancia sobre la inversión, obtenido a lo largo de cinco años, es
muchísimo menor que ese porcentaje obtenido en tres meses.
ESTUDIANTE: ¿El tema de la rentabilidad se aplica también al librero?
PROFESOR: Si. Pero de otro modo. Porque el librero no decide el precio, entonces tiene que
buscar otros recursos para trabajar su rentabilidad. Pero también vamos a ver librerías
orientadas al polo comercial y librerías orientadas al polo cultural, con expectativas de
rentabilidad diferentes.
ESTUDIANTE: Inaudible.
PROFESOR: Lo que estamos midiendo es la tasa de retorno de la inversión.
Si el tiempo es lo que define el éxito de la inversión, en términos de la tasa de retorno, cuanto
más rápido se venda un libro, más ganancia va a producir en el ciclo completo de la inversión.
Y eso va a hacer que las empresas editoriales que tienen por objeto s maximizar la rentabilidad
decidan editar libros cuya venta es cada vez más rápida. ¿Cuál es el libro que más rápido se
puede vender? Aquel que tiene una demanda previa. En términos de Bourdieu, eso se
denomina “subordinación cínica a una demanda preexistente”. ¿Por qué cínica? Porque no
importa cuál es el sistema de sentidos que se va a atender, sino que se va a tomar en
consideración que la demanda preexistente garantice la rápida circulación de las obras
producidas.
ESTUDIANTE: Inaudible.
PROFESOR: Generar una expectativa es un modo de producir una demanda para que la
inversión se realice más rápidamente.
Pero una cosa es generar una expectativa y otra cosa es ir a satisfacer demandas
preexistentes. No es lo mismo. Todo editor va a hacer lo posible para generar una expectativa
en el público para el cual el libro se edita. Tratar de generar una expectativa es cuidar el libro,
cuidar el autor y cuidar el negocio. Pero eso no es lo mismo que tomar decisiones en función de
las demandas preexistentes. Demandas preexistentes que pueden ser puntuales y
llamativaspero que pueden ser más regulares. No como el caso de las sagas, sino como el
caso de las obras de género. Hay una demanda construida para la novela romántica. Entonces,
vamos a buscar autores de novelas románticas para intentar satisfacer esa demanda que
sabemos que está ahí. No es sólo el libro de coyuntura el que satisface una demanda
preexistente. Hay una serie de mercados en los que podemos suponer demandas
preexistentes.
Lo contrario de una demanda preexistente es la construcción de un público. Y la construcción
de un público supone recurrir a mecanismos de intermediación muy complejos y muy
sofisticados. Por ejemplo, yo dirigí durante mucho tiempo, en Argentina, el Fondo de Cultura
Económica, una editorial mexicana, básicamente académica, y esta editorial decidió, en los
años 40, editar un libro de sociología de un autor alemán que no era muy conocido en nuestro
idioma. En los años 40 la circulación era más lenta, los puentes entre la cultura alemana y la
iberoamericana eran escasos. Un grupo de españoles que había estudiado en Alemania había
conocido la obra, editada en alemán a principios de los años 20, y luego de su regreso a
España algunos de ellos se exiliaron en México por la guerra civil. Como eran académicos e
intelectuales muy atentos a la producción intelectual alemana, llevaron al Fondo de Cultura
Económica autores alemanes antes de que fueran traducidos al inglés o al francés
(consideremos además que, con la Segunda Guerra Mundial, buena parte de los intercambios
intelectuales y académicos entre Alemania y los países aliados se habían interrumpido). La
obra a la que me refiero era la obra maestra de un sociólogo poco conocido fuera de Alemania,
un libro de 1200 páginas. Una obra de 1200 páginas implica un esfuerzo económico y técnico
inmenso. En épocas en que esto se hacía con máquina de escribir, donde cada corrección
debía ser hecha a mano, en épocas en que se componía la tipografía con linotipo, la
producción de una obra de semejante extensión y complejidad era costosísima, y consumía un
tiempo enorme -de hecho, la traducción se realizó entre cinco personas, todos ellos
académicos. Entre esos intelectuales españoles y sus colegas mexicanos se consideró que se
trataba de un libro sumamente importante. Por supuesto que se trataba de una editorial que
contaba con los recursos para hacerlo, y cuya función era construir capital simbólico, no
maximizar la rentabilidad. Entonces, se decidió hacerlo. La obra era Economía y sociedad de
Max Weber. La primera edición de 3000 ejemplares demoró 20 años en agotarse. ¿Por qué?
Porque hubo que construir lectores. No había lectores para un libro de sociología innovador de
1200 páginas. Lo que había era un grupo muy reducido de personas que habían estudiado en
Alemania, que conocían la obra del autor y su valor, que empezaron a dar seminarios de
doctorado a unos cuantos jóvenes sociólogos. Pasaron los años, y estos estudiantes que
hicieron el seminario con los que habían sido discípulos de Weber en Alemania empezaron a
dar clases de grado. Entonces, esos pocos estudiantes comenzaron a darle clase a algunos
más, y así sucesivamente. De este modo se fue construyendo un público para una obra que,
después de 30 años, agotó una edición entera cada dos años, y terminó vendiendo muchas
decenas de miles de ejemplares
La construcción de un lectorado es el proceso opuesto al de la identificación de una demanda
previa. En un caso, buscamos la demanda previa cuando queremos maximizar la renta, para
que la inversión circule rápidamente, nos devuelva liquidez, y podamos volver a invertir para
volver a hacer el ciclo de la inversión y la ganancia. En el otro caso, construimos un público que
en el futuro va a ser un mercado consistente para un libro, una disciplina, un conjunto de
autores, etc.
Un ejemplo diferente lo da el mismo Bourdieu cuando analiza dos casos del mercado editorial
francés a fines de los años 1950. Un caso es el de una novela que gana uno de los grandes
premios literarios, y que vende en un año muchos miles de ejemplares, varias decenas de
miles, pero en poco tiempo deja de vender y pasa al olvido. El mismo año se publicó
Esperando a Godot de Samuel Beckett, una obra que el primer año vendió apenas unos
cientos de ejemplares, pero a partir de entonces cada año vendió exponencialmente más, y
llegó a vender varios millones de ejemplares con el paso de los años -y aun hoy sigue
vendiendo. Son, entonces, dos lógicas diferentes. La del gran premio literario que rápidamente
produce una demanda, que de hecho es la demanda que el prestigio del premio le aporta a la
obra, pero no produce un mercado futuro, y la del autor cuya obra va construyendo un público
hacia el futuro que cada vez es más amplio y más estable.
ESTUDIANTE: ¿Hacer libros para la universidad es satisfacer una demanda previa?
PROFESOR: Es una muy buena pregunta. Si son libros de texto, sí. Si son libros de
investigación, no. Si esta cátedra tuviera un libro de texto, y les vendiéramos a ustedes a
principios del cuatrimestre 500 ejemplares, vendemos 500 ejemplares por año que, para un
libro de esta disciplina, es muchísimo. En muchas cátedras se hace eso. Se produce una
demanda y se le vende algo. Pero eso es un libro de texto. Ahora, si la cátedra hace un libro de
investigación sobre el estado de la edición en Argentina hoy, por más que lo ponga en la
bibliografía no va a vender 500 ejemplares, va a ser útil para los que hagan investigación en la
disciplina, para que dentro de tres años lo usen en algún seminario de doctorado de sociología
o historia de la edición. Ahí no hay una demanda previa sino que hay que construirla.
ESTUDIANTE: Inaudible.
PROFESOR: No toda la atención de una demanda preexistente es pecaminosa, desde el punto
de vista intelectual, moral, ético, político, etc. Digo, muchas veces se satisface una demanda, y
es bueno hacerlo. Cuando hay mucha gente que quiere estudiar el tratamiento de la leucemia
para tratar pacientes con leucemia, es bueno que haya editores que editen y ofrezcan libros
sobre la leucemia. Claro que hay un mercado. Hay pacientes con leucemia y médicos que los
tratan, y editores que distribuyen el conocimiento. No estás esperando a que aparezca una
enfermedad que no existe para que compren el libro que vos publicaste sobre una enfermedad
que no existe. Y, sin embargo, estás haciendo algo que es muy digno. Por eso tenemos que
hacer el esfuerzo de sacar lo moral de las descripciones, porque en todos los casos es posible
dar el contraejemplo de algo que parece muy amoral y no lo es, y de algo que parece
extraordinariamente moral y tampoco lo es. Entonces, saquemos los juicios de valor y
pensemos los mecanismos.
ESTUDIANTE: Inaudible.
PROFESOR: Las editoriales jurídicas en Argentina han sido ejemplares a nivel idiomático.
Muchas de ellas comenzaron publicando leyes y códigos, pero luego empezaron a agregar los
comentarios, que son centrales para el desempeño de la profesión y para la formación de
profesionales. Y luego comenzaron a agregar a los comentarios bibliografía de otro tipo:
filosofía del derecho, filosofía política, etc., e hicieron corpus y catálogos extraordinarios.
Después tuvieron una deriva muy particular por la tecnología. Pero de eso vamos a hablar en
otro momento.
Todo lo que dije es cierto, y nos sirve todavía hoy para entender muchas cosas. Pero, a la vez,
hoy hay que tomarlo con una precaución que hace 30 años no era necesaria. Porque las
lógicas de la producción de públicos han cambiado radicalmente en varios sentidos. Pero el
principal es la ruptura de la idea del canon asociado con cualquier disciplina, sea de creación o
de conocimiento. El canon fue algo que vertebró la cultura, y fue la conformación más o menos
imaginaria de un conjunto de obras que, para cada disciplina o para la vida plena del hombre
ilustrado, tenían que estar en el horizonte de su saber, por haberlas leído o por la aspiración de
leerlas. El canon fue esencial en la conformación de la cultura moderna. Pero hace ya mucho
tiempo, antes de la irrupción de lo digital, que el canon se rompió, y ya no hay horizontes de
lectura compartidos. En la cultura occidental, durante mucho tiempo, podíamos hacer una
mención y sabíamos que el otro entendía nuestra referencia, porque compartíamos lecturas. La
ruptura del canon significa que ya no tenemos esas masas que aspiran a leer lo mismo.
NUMERO 5:
El libro y su doble carácter, esa peculiaridad que nos permite analizarlo a la vez como una
mercancía y como significación.
Entre el modo en que jerarquizamos el contenido y el modo en que le damos precio a una
mercancía no necesariamente hay una relación o, más bien, esa relación no es lineal: no
necesariamente a mayor “valor simbólico” hay mayor “valor mercantil”, o precio.
Para que un libro llegue a conocimiento público, puede ser una referencia bibliográfica en un
programa universitario, puede ser una crítica en un medio especializado, puede ser un
comentario de boca a boca entre un circuito de lectores, la promoción hecha por un booktuber,
una nota al pie en otro libro. La mercancía circula por unos canales; el contenido circula por
otros canales.
Una empresa editorial del polo comercial lo que va a intentar hacer es acelerar la
recuperación de inversión para realizar la ganancia y poder reinvertir, y volver así a generar
utilidad. Y, para hacer esto, hay que contar con lo que también Bourdieu llama una demanda
preexistente, que es el mecanismo más adecuado: editar aquello que sabemos que hay gente
que está esperando leer, contenidos que tienen un público ya disponible.
En toda organización editorial hay cuatro conjuntos de actividades que deben ser
realizadas. LOGICA INDUSTRIAL, LOGICA FINANCIERA, LOGICA COMERCIAL Y LOGICA
EDITORIAL.
b) hay otra serie de procesos que tiene que ver con las tasas de ganancia que se
espera obtener sobre las inversiones que se realizan. Es decir, con el control de los
procesos que, atentos a los costos, a los precios y a las cantidades, en determinados períodos
de tiempo, van a permitir anticipar y ajustar los resultados financieros de una organización
editorial. Esta segunda es la lógica financiera, la que coordina todos los procesos
vinculados con la rentabilidad del capital.
c) una tercera lógica es la que va a coordinar todos los procesos vinculados con
la producción de mercados y el encuentro entre la mercancía y sus
consumidores eventuales, es decir, la que va a ocuparse de los canales de
comercialización, de los precios en función de los perfiles de los consumidores, de la difusión y
el marketing; ésta es la lógica comercial.
d) por último, en una empresa editorial hay que tomar decisiones acerca de los
contenidos que van a ser transformados en mercancía, es decir, las decisiones
orientadas a constituir lo que llamamos, en la jerga, el catálogo de una casa editorial. Es el
conjunto de decisiones que va a decidir si se va a conformar un catálogo temático o no
temático, si está orientado a un público profesional o general, si es más o menos especializado,
si aspira a ser un conjunto coherente o concebido como una sucesión de productos autónomos,
cada uno de los cuales tendrá un destino independiente del de los otros, etcétera. Y este
conjunto de decisiones está encuadrado en lo que llamamos la lógica editorial.
Estas cuatro lógicas que regulan cuatro conjuntos de actividades que toda organización
dedicada a la producción de libros, se presentan indistintamente si son editoriales grandes o
pequeñas.
Las decisiones que parecen no conflictivas entran frecuentemente en conflicto entre sí. Las
decisiones que se toman en cada uno de estos ámbitos pueden ser contradictorias con las que
se deben tomar en los otros ámbitos.
El modo en que estos conjuntos de actividades se ordenan exige que haya una definición
preliminar acerca de cuál es la lógica dominante en cada organización editorial. Y la lógica
dominante estará correlacionada con el polo de la actividad editorial en el que esa casa
editorial esté inserta, o el polo hacia el cual tienda, sea el comercial o el cultural. POR
EJEMPLO, EL POLO COMERCIAL DOMINARA UNA LOGICA FINANCIERA. EN UN POLO
CULTURAL, EL DENOMIANTE SER LA LOGICA EDITORIAL la que predomina por encima de
las demas.
Hay libros que a partir de que son best seller en digital se pasan a papel…
Cada título que se edita con esa lógica debe tener un tratamiento independiente, seguir sus
propias reglas, y funcionar por sí mismo. Si funciona, no arrastra otros libros y, si no funciona,
no arrastra a otros libros. Por supuesto, hay excepciones: algunos autores funcionan como
marcas, y tienen un público propio y relativamente estable; algunas obras, como dije, “de
género”, también.
Recupero esta historia para mostrar cómo los grandes grupos buscan, en una mezcla de
ediciones orientadas al polo comercial y de catálogos del polo cultural, obtener márgenes de
ganancias muy altos con el best seller y pisos de facturación estables con el long seller o con el
libro de catálogo orientado al polo cultural.
Un best seller es aquel cuyas ventas fueron las mejores, las mejoras ventas. Hay reglas de
producción de best sellers que no necesariamente son infalibles. Porque hay que interpretar
qué ocurre con el mercado, hay que buscar al autor adecuado, la circulación adecuada. No es
fácil producir best sellers. Hay libros que se contratan sólo si pueden ser un best seller.
Efectivamente hay casos de libros pensados como best sellers que se convierten en long
Sellers.
Las empresas del polo cultural toman decisiones con el propósito de obtener cifras de venta
estables, regulares. Para las empresas del polo cultural, la solidez financiera, y de hecho los
beneficios económicos, se obtienen con las reimpresiones, es decir, con la nueva fabricación
industrial de un título, sin necesidad de incurrir en los costos de desarrollo del contenido.
En las editoriales del polo cultural hay una inversión muy grande en los desarrollos del
contenido. ¿Qué es el desarrollo del contenido? Libros que deben ser traducidos, escritos en
lenguajes especializados, que llevan índices de nombres, índices de contenidos, notas al pie, y
muchas tipografías con especialidades, o ilustraciones, gráficos, etc.
Un editor del polo cultural vive del catálogo, es decir, vive de un fondo editorial que reimprime
permanentemente y que le da liquidez sin exigir gran esfuerzo.
TEÓRICO GARCÍA 5
Los distintos actores de la actividad editorial: editor y publisher, autor, agente literario y agente
editorial, traductor, corrector y director de colección.
“Los autores no escriben libros, escriben textos que los editores transforman en
objetos impresos” Sr. McKenzie
¿qué deberíamos tener para armar una editorial? En principio, deberíamos tener dos cosas.
¿Qué se les ocurre? DINERO Y UN PLAN DE NEGOCIOS, UNA POLITICA EDITORIAL.
Vamos a empezar a distinguir distintos actores de la actividad editorial. Estos actores no hay
que identificarlos con personas, sino más bien con funciones. Esos actores pueden cumplir
distintos roles.
PROFESOR: Hay una configuración de la Feria en la cual la pelea por los espacios es una
pelea por la predominancia en distintos sectores. Hay un pabellón al cual van las grandes
corporaciones a buscar la centralidad. Pelean por el espacio, por el tamaño, por la atractividad
del diseño del stand y por lo que ese diseño comunica. Hay stands cuyo diseño comunica muy
agresivamente una voluntad comercial muy intensa, una voluntad de venta muy marcada. Por
otra parte, hay otros que buscan una condición más reposada para la revisión de los títulos. Si
ven nuestro stand, que está compartido por siete editoriales del polo cultural, lo que nosotros
pretendemos, dentro de lo que la Feria permite, que no es mucho, es crear una condición
semejante a una librería, donde se pueden ver los libros, leer las contratapas, seleccionar el
objeto con más criterio. Y hay otros stands en donde la exhibición en grandes pilas de best
sellers o de los que quieren serlo son fuertes estímulos a la demanda.
Uno podría decir que hay dos conductas en la edición, que no están tipificadas en los análisis
que hicimos hasta ahora pero que son reconocibles: Es la orientación del editor a la demanda o
la orientación del editor al producto. Y pueden ver que en algunas editoriales los editores están
muy orientados al producto. Por ejemplo, Adriana Hidalgo, para hablar de una editorial que nos
es familiar, porque es una de las editoriales independientes argentinas con un catálogo
extendido, con una imagen de marca más clara, tiene una fuerte orientación al producto. El
editor de Adriana Hidalgo selecciona aquello que le parece a él que merece ser publicado. En
otras editoriales la orientación es a la demanda, esto es, a satisfacer lo que el editor supone
que es el interés del público. Y ese doble criterio en la Feria se exhibe con mucha claridad.
Porque ahí tienen a los editores hablando de sus libros. Cuando van a la librería, es el criterio
del librero el que organiza la oferta, y por tanto hay una intermediación entre el editor y el
público, y esa intermediación es la librería. La librería también genera discursos sobre la
edición según la ubicación, el diseño del local, el tipo de exhibición. Los fondos editoriales que
ofrece y el modo en que los organiza producen un discurso sobre la edición. En la Feria
ustedes tienen la posibilidad de tener el discurso del editor desintermediado, que abarca desde
el diseño de su stand a la ubicación en la pabellón, a la organización interna de sus títulos, a la
selección de lo que ofrece, etc. Entonces, ahí hay algo muy interesante para observar.
Quienes hayan ido a la Feria traten de revisar su visita en estos términos, y quienes no han ido
o quienes van a volver a ir piensen también en acercarse a la Feria entendiendo que lo que
están viendo, además de librerías y distribuidoras, son editores proponiendo su trabajo.
Hasta ahora vimos cuestiones muy generales, muy teóricas, diría, aunque sin pretensión de
hacer una teoría de la edición sino más bien de organizar los conocimientos de un modo que
sea útil para ustedes. Hemos visto cuestiones sobre el origen del editor tal como la modernidad
lo diseñó, y que se prolonga hasta hoy. Hemos visto cuestiones vinculadas con el libro como
objeto y como bien cultural. Hemos visto cuestiones vinculadas con las organizaciones
editoriales y el modo en que podemos organizarlas en función de algunos criterios. Por último,
hemos visto cómo todo esto se articula en lo que llamamos las cuatro lógicas de la edición.
Hoy vamos a dedicarnos, y posiblemente también la semana que viene, a un tema que es
importante si lo entendemos bien. Quiero decir, si lo entendemos más allá de lo que el título del
tema sugiere. El título del tema es costo y precio. Ustedes en otras materias van a ver teorías
del costo y criterios de fijación de precios de manera robusta, consistente y bien fundamentada.
El costo es una de las grandes áreas de la administración de empresas. En la Facultad de
Ciencias Económicas hay materias enteras dedicadas al costo. Es un gran problema el de los
costos. Y es un gran problema de la economía política. También es un problema el tema de los
precios: ¿Quién fija un precio, cómo se fija, con qué margen, etc.? Nosotros no vamos a tratar
de competir con esos saberes tan específicos. No vamos a centrarnos en el concepto de precio
y de costo. Sino que vamos a tratar de entenderlos de un modo que nos sea útil para integrar
actores y procesos de la actividad editorial.
¿Por qué estos dos temas nos son útiles para integrar actores y procesos y comprender mejor
cómo se organizan las cosas en el ecosistema editorial en general? El costo es la expresión de
todos los procesos e insumos que son necesarios para transformar un texto en un libro. Todos
los procesos que permiten la transformación de esos textos en objetos impresos, en libros, se
condensan en la idea del costo. Si entendemos de qué modo se construye un costo, vamos a
entender cuáles son todos los actores y todos procesos que contribuyen a la transformación de
ese texto en un libro. Vamos a entender las relaciones entre ellos, y vamos a entender cómo
determinado tipo de libro tiene una estructura de costos que lo hace más proclive a ser un libro
del polo comercial, y qué estructura de costo lo hace más proclive a ser un libro del polo
cultural.
Con el precio pasa otro tanto. ¿Qué es un precio? Ustedes me pueden decir que un precio es
lo que vale algo. Es una respuesta bastante tautológica, en tanto uno de los términos repite al
otro. Pero, vamos un poco más allá. ¿Qué es un precio?
ESTUDIANTE: Es el costo más la ganancia que uno quiere obtener.
PROFESOR: Bueno, ahí hay una vía de exploración. ¿Qué más?
ESTUDIANTE: El valor que el consumidor está dispuesto a pagar.
PROFESOR: Eso es muy importante.
ESTUDIANTE: Inaudible.
PROFESOR: Él está diciendo que hay una distancia entre aquello que llamamos costo y
aquello que llamamos precio, que esa distancia es arbitraria, y que en esa distancia está
contenida la rentabilidad del operador que tiene la capacidad de fijar un precio.
ESTUDIANTE: El precio es algo que se regula por el mercado, por la oferta y la demanda.
PROFESOR: Es una respuesta análoga a decir que el precio es lo que está dispuesto a pagar
el consumidor.
Yo diría dos cosas. Primero, tengamos en cuenta que la idea de precio es relativa al
enunciador. Lo que para uno es un costo, para el otro es un precio. El precio de un libro para el
productor es el costo para el consumidor. El consumidor dice cuánto me costó, el vendedor fija
el precio. El precio es la inversa del costo. Siempre está en relación con alguno de los actores.
Esta obviedad nos interesa porque vamos a hablar de costo y de precio, y entonces tenemos
que saber que hablamos del costo, desde la perspectiva del editor, y del precio, desde la
perspectiva del editor. O sea, el editor está en el centro de este sistema. Y no es gratuito que
dice “en el centro”. Vamos a hacer pivotear hacia un lado del editor toda la estructura del costo,
y hacia el otro lado del editor todo el precio.
Las cosas que han dicho del precio son razonablemente correctas. Ahora, yo no diría que el
precio es lo que alguien está dispuesto a pagar. El precio es lo que el proveedor, el productor, el
vendedor fija como el valor de transacción para un bien. Si nadie está dispuesto a pagarlo, ese
precio nunca va a encontrar un consumidor. No es que el consumidor está dispuesto a pagar
algo, fija el precio y lo paga. Porque, si no, estaríamos funcionando en una economía muy
diferentes. Pero no es del todo falso que el mercado regula precios. Y tampoco es del todo
exacto que se regule en función a la oferta y a la demanda. Porque la oferta y la demanda fija
un precio en mercados de competencia perfecta, de información perfecta y de commodities. Ahí
donde hay una capacidad de establecer una renta monopólica, el mercado no fija precios. Por
ejemplo, el mercado no fija el precio del gas, lo fija el Estado o el productor. Ahora, el mercado
fija el precio de la soja. La cantidad de soja mundial que se transa en la bolsa de Chicago,
encuentran lo que los compradores están dispuestos a pagar por esa cantidad el precio de
equilibrio. Ahí sí es el mercado el que fija el precio. En el caso de productos o bienes
complejos, como es el libro, como lo son buena parte de los bienes de la economía
contemporánea, que no son commodities, la fijación del precio es en parte determinada por el
mercad, en parte determinada por el producto libro, y en parte determinada por la demanda.
Después vamos a ver como cada uno de esto incide.
En 1950-60, en occidente, gran desarrollo de las clases medias, una industria metal-mecánica
en ascenso, una transformación socio-económica muy importante después de la Segunda
Guerra Mundial, mercados muy pujantes, una economía que crece, y una oferta muy limitada:
heladeras. Pero hay tres o cuatro modelos de heladera. Entonces, la diferencia de precio entre
una heladera y otra es muy relativo. Son heladeras con prestaciones y cualidades muy
parecidas, muy poca diferenciación, y el precio es más o menos el mismo. En 2020 hay 700
modelos diferentes de heladeras. Entonces, no sólo es el mercado el que fija el precio de las
heladeras.
Entonces, podríamos decir que el precio es un sistema de remuneraciones. El precio va a
remunerar el trabajo y el capital de todos aquellos que participan de la cadena de valor del
libro. Es decir, el valor-precio del libro lo vamos a desagregar en lo que ese valor paga una vez
que el libro como mercancía es realizado, es decir, es adquirido por un consumidor final.
Entonces, lo que tenemos son dos sistemas: el sistema costo y el sistema precio. Y los dos
sistemas son indicadores de la participación en el precio final de todos los actores
involucrados.