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Lecturas:
- Rivera, Jorge. “La forja del escritor profesional (1900-1930)”, en: El Escritor y la Industria Cultural,
Ediciones Atuel, Colección Los Argentinos, Buenos Aires, 1998.
- Romero, Luis Alberto. “Libros baratos y cultura para los sectores populares”. Publica CEFYL.
- de Diego, José Luis. “Editores, libros y folletos. Argentina, 1920-1940”, en: La otra cara de Jano. Una
mirada crítica sobre el libro y la edición, Ampersand, Colección Scripta Manent, Buenos Aires, 2015.
Respuesta:
Jorge B. Rivera, en “La forja del escritor profesional (1900-1930)”, hace referencia bajo el
título de “Los proyectos editoriales” a la creación de la Biblioteca de La Nación. Cuenta
que se inició a comienzos del siglo XX ―específicamente a finales de 1901 pero que en su
conjunto duró más o menos hasta 1920―, en el auge de los proyectos editoriales que se
empiezan a desarrollar como respuesta a un nuevo público lector y la modernización de la
sociedad Argentina. Margarita Merbilhaá hace una explicación clara y concreta del rotundo
éxito que tuvo este proyecto, dado gracias a la expansión de la prensa gráfica en Argentina,
los medios técnicos de impresión impulsados por las nuevas linotipos y al sustento en la
renovación publicitaria. Además, la dependencia de la colección respecto al periódico hizo
que las posibilidades técnicas fueran óptimas. Editada por el diario “La Nación”, la biblioteca
se dio como la iniciativa de Emilio Mitre, quien se inspiró en modelos de bibliotecas de
Estados Unidos y Francia. Su propuesta era editar obras de interés, fácil lectura y ediciones
cuidadas, donde las traducciones sean de real valor literario, también se fijaba en el
abaratamiento de precios. No obstante, como objetivo fundamental se proponía a contribuir
al desarrollo de la naciente literatura nacional. Su catálogo fue organizado por José María
Drago, administrador del diario, y por Roberto Payró, encargado de la sección bibliográfica.
Bajo el lema “Al alcance de todos” se destacaba la accesibilidad de la colección, de este
modo las últimas novedades europeas también estaban presentes en sus estantes al
alcance de todos. Alberto Luis Romero, en “Libros baratos y cultura para todos los
sectores”, hace una introducción sobre los cambios de la sociedad porteña que hicieron eco
en la producción impresa y como esto se ve reflejado en distintos proyectos editoriales. Uno
de ellos fue el de esta biblioteca, cuya modernidad se vio reflejada en los aspectos gráficos
de los volúmenes que se ofrecían a la venta todas las semanas: un volumen de tela blanca,
con cantos dorados que permitieron a sus compradores formar su propia biblioteca y, lo
más importante, leer en castellano. Al mismo tiempo, se creó un encuadernado en tela de
color verde, azul o marrón, con letras doradas y líneas orgánicas. En cuanto al precio de
venta, la edición rústica costaba 40 centavos para los suscriptores (50 para el público en
general) y en encuadernado, 1 peso. El éxito fue inmediato. Las ediciones contaban con
prólogos escritos por Payró, hasta 1907 que pasó a ser director de la colección. Se
publicaron en total 875 títulos, en entregas de cuatro veces por mes, y el catalogo estaba
formado por contenidos de lecturas del sector ilustrado de la clase media, entre los que se
destacaban algunos clásicos, folletines novelescos (en los que se podían encontrar autores
como Theuriet, Maeterlink, Bourget, Pardo Bazán y D’Amicis) que fueron fundamentales
para llegar a todos los sectores de la población, especialmente al sector urbano, literatura
francesa, suspenso, de aventuras, utópicas y ciencia ficción, entre tantos. Con esto hay que
destacar dos circunstancias: en primer lugar, en el primer libro de la colección “Tres novelas
picarescas”, se pensaban dos criterios claves: 1) textos en lengua española, lengua
nacional que se quería reafirmar por la amenaza que representaba la mezcla de lenguas
causada por la inmigración. 2) el director publicó en el primer año de la Biblioteca títulos de
autores nacionales. Los primeros de la colección pertenecían a la familia propietaria del
periódico, en la elección de los demás títulos optaron por una literatura realista y por la
novela. Los títulos elegidos suponían la representación de conflictos de la sociedad de su
época, por ejemplo “La gran aldea”, de Lucio V. López; “Facundo”, de Domingo F.
Sarmiento; “Alma de niña” e “Irresponsable”, de Manuel T. Podestá; “En viaje”, de Miguel
Cané, “La novela de la sangre”, de Carlos O. Bunge; “Amalia”, de José Mármol, “La Bolsa”,
de Julián Martel, “Juvenilia”, de Miguel Cané, “Amar al vuelo”, de Enrique Rivarola, “Una
excursión a los indios ranqueles", de Lucio V. Mansilla y el best-seller “Stella”, de Emma de
la Barra. Aquí hemos nombrado títulos de los primeros cinco años de la Biblioteca. El
mismo criterio también explica una de las innovaciones del catálogo que, a partir de 1916,
publicó por primera vez los relatos de viajeros ingleses a Argentina de la primera mitad del
siglo XIX (los hermanos Robertson, Haigh, Bond y Proctor), especialmente traducidos por
Carlos Aldao. Por último, se destaca que “La Biblioteca de La Nación” fue la primera
iniciativa de edición a gran escala realizada en Argentina.
Respuesta:
Respuesta:
Claridad privilegió el pensamiento y la literatura europea del siglo XIX, en especial la rusa y
francesa, en una concepción de “obras selectas”.
4. Enumeren los elementos que les dan estas lecturas para definir a Antonio
Zamora (Director de Claridad) como “editor moderno”.
Respuesta:
Antonio Zamora
Respuesta:
Leyendo los textos de Rivera (“La Forja del Escritor Profesional 1900-1930”) y de
Diego (“Una Mirada Crítica Sobre el Libro y el Editor”), el primer vínculo que me
parece interesante entre los libros, folletos y revistas es el de los altos tirajes, su
estrategia estética capaz de atraer a los lectores y objetivos socio-mercantiles, que
tienen en común la tendencia a abaratar los costos de producción y aspirar a la alta
popularidad en sus años. Esto me parece importante ya que, si bien estas formas de
lectura llegaban a determinados sectores de la sociedad y en algunos aspectos se
consideraban como algo degradante a la cultura —porque no a todos los lectores del
siglo XIX o XX veían como algo bueno estas formas lecturas, como por ejemplo: el
de los folletines de tendencia gauchesca—, tomaban un mismo objetivo de transmitir
cultura o de explotar determinados contenidos que se saben tendrán éxito comercial.
Me parece que aquí se puede mencionar los polos culturales y comerciales vistos en
el texto de Bourdieu.
Otro vínculo a destacar es que todos estos movimientos textuales se dieron en el
auge de la alfabetización y crecimiento de un público masivo de lectores con gustos
de lectura individuales. El estado mediante la creación de nuevas escuelas, la
iglesia, y los partidos de agrupaciones políticas compitieron para entender las
demandas de esos nuevos sectores, por esto se multiplicaron los clubes las
sociedades de fomento, los centros y comités, las bibliotecas, los kioscos y se fue
generando una cultural letrada. Esto me parece importante también, porque con la
creación de los espacios de distribución de estos materiales físicos de lectura,
significaban por un lado, para los autores, una fuente de trabajo que añadida a los
periódicos y magazines, así como una forma de convivencia de los escritores
reconocidos con profesionales de los folletos, quienes encontraron un modo de
sustento y fama efímera.
Otro punto que a mi opinión es importante es que tanto en folletos, como en libros o
magazines se apreciaba en menor o mayor medida la estrategia de un género en
común: el Romance. También algunos tendían a mostrar situaciones referentes a las
historias argentinas, como una mirada a ciertas políticas o ideologías marginales. Un
ejemplo de esto que no corresponde al siglo XIX, pero que está cerca es el “Martín
Fierro”: primero aparecido como una historia contada oralmente, luego distribuido
en folletines como símbolo nacional argentino, y luego “La Vuelta de Martín Fierro”
como un libro de mucho éxito. Un ejemplo que si es del siglo XIX es la editorial Tor
que publicaba desde el Capital de Marx hasta Mi lucha de Hitler, o sea, no
consideraba el tema ideológico. Es importante para mí todo esto debido a que la
historicidad y el romanticismo en esos años influye como base de muchos proyectos
emergentes.
Nosotros, Claridad, Babel: fueron editoriales que fundaron revistas que editaron
libros. Con esto destaco que hay un vínculo entre revisas folletos y libros: se pueden
publicar o editar en un mismo espacio editorial en distintas colecciones. Aunque este
dato no es de tanta importancia, un dato importante es que tanto novelas, revistas,
libros o folletines responden a la necesidad y política de su propio medio de edición
o distribución.
Respuesta:
Tanto las grandes, medianas e independientes editoriales, así como los grandes proyectos
vistos a partir de Rivera, Romero y Diego, se ven dominados en su conjunto por sus leyes
institucionales determinadas dentro del campo editorial con aspectos relativamente
autónomos. Sabemos que lo que pone en juego a las editoriales dentro de este campo tiene
que ver con el prestigio, la trascendencia y el reconocimiento, por lo que juegan en base a
dos polos: uno de capital económico y el otro de acumulación de bienes culturales que, si
bien son distintos entres sí, es imposible separar uno del otro completamente en tanto el
libro como mercancía-significación. Mientras mayor capital financiero y estrategias, mayor
será el poder de las editoriales en su accionar dentro de su campo. A su vez, esto lleva a la
competencia de grandes editoriales por acaparar el más alto rango. Un ejemplo de esto es
la editorial Tor que tenía una estrategia marcada en sus años: vendía los libros por kilo sin
importar los títulos ni los tamaños. Esta decisión, si bien representó quejas, también elevó
considerablemente sus ventas. Tor, Editorial Colombo, el Pequeño Libro Socialista,
Sopena y Revista Leoplan comparten características de tirada, costo y distribución,
aspirando a alcanzar un amplio público. Solo una parte de sus integrantes eran lectores, o
en muchos casos se limitaban a la curiosidad de revistas o folletines. Aunque de fines
culturales, son empresas que aspiran a vender lo que editan con argumentos convincentes.
Estos argumentos de venta dan nueva significación a los libros, ya que atribuyen las
carencias y necesidades que van definiendo una imagen de ellos. Aquí claramente tenemos
ejemplos de empresa de polo comercial que prioriza el margen de éxito de ventas en obras,
en donde va a dominar una lógica financiera que está vinculada a la rentabilidad. Una
empresa editorial del polo comercial lo que va a intentar hacer es acelerar la recuperación
de inversión para realizar la ganancia y poder reinvertir, y volver así a generar utilidad. Y,
para hacer esto, hay que contar con lo que también Bourdieu llama una demanda
preexistente, que es el mecanismo más adecuado: editar aquello que sabemos que hay
gente que está esperando leer, contenidos que tienen un público ya disponible. Por otro
lado, tenemos proyectos como la Biblioteca de la Nación, Samuel Glusberg que se
dedicaba a reeditar autores hispanoamericanos y fundó Babel, Editorial Claridad
(inclinada a las ideólogas políticas), Proa, que editaban revistas, el movimiento de Rojas e
Ingenieros contribuir a la cultura del país con textos coloniales y gauchescos, Manuel
Gálvez, fundador de la cooperativa en su afán de editar autores argentinos rechazados por
el mercado. También hay editoriales como América Unida, que contribuyo a la literatura
científica, poner al alcance de toda las clases sociales libros de estudio e investigación, por
ultimo ofrecer a los noveles autores una tribuna para el conocimientos de sus obras.
Editorial Sur, que es parte de la revista Sur de Victoria Ocampo, su importancia fue
introducir algunos autores que no circulaban por Argentina. Aquí hay ejemplos de proyectos
y empresas de polo cultural, dedicadas asumir riesgos en valor del arte simbólico, cuya
lógica dominante será la lógica editorial, designándose a que público irá destinada cada
obra o catalogo. En el polo cultural, la pretensión es la de crear un lectorado, un público
para determinados contenidos que no tienen ese público al momento en que decidimos
editar una obra determinada. Su mayor capital viene de las reediciones, un fondo capital y,
en su mayoría, clásicos contemporáneos.
Para terminar, señalo que el enfoque de Bourdieu permite evidenciar que las prácticas de
selección de obras no son cuestiones de gustos personales, sino que responden a reglas
que estructuran al campo editorial. También se puede decir que estas empresas, aunque no
estemos muy seguros, pueden inclinarse hacia ambos polos pero con uno dominante.
b) Relacionen con el texto Los nuevos lectores del siglo XIX, de Martin Lyons,
comparen los procesos que se dieron en Europa en ese siglo con los que
ocurrieron en las primeras décadas del siglo XX en nuestro país.
Respuesta:
Vistos los proyectos editoriales y los objetivos vistos en los textos de Rivera, Romero y
Diego, comparados con las maneras de leer vistas en el texto de Lyons, se puede decir que
ya desde el siglo XIX los contenidos editoriales se adecuaban a las necesidades y gustos
de los públicos lectores nacientes, editando reeditando obras según la ideología dominante
de la época (ideología religiosa, política, etc.), con folletines, libros culturales, literatura de
escasa cultura y más de entretenimiento dirigidas a los distintos sectores de nuevos
lectores como una estrategia de venta y éxito bastante cambiante. También se podría decir
que los procesos ocurridos en el siglo XIX fueron como un impulso para el proceso de
creación de las modernas editoriales y movimientos dados durante el del siglo XX.
En el texto de Lyons, se dejan ver una serie de procesos que cambiaron las formas de leer
en el siglo XIX que también en parte se dan de forma distinta en la Argentina del siglo XX: