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Volumen primero
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
I.S.B.N
Depósito legal
A mis abuelos
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
SINOPSIS
La primera entrega de Klaüs Zayin y las siete formas del amor se presenta como una
novela infantil dirigida al público adulto de todas las edades. Esta afirmación que de
por sí podría suponer una incongruencia no debe interpretarse como tal; la obra nos
ofrece una innocua visión retrospectiva en la cual podremos encontrar reflejados
capítulos de nuestra propia infancia y que, además, tiene la intención de forjar una
empatía hacia el protagonista de manera que accedamos voluntariamente a
acompañarle en su viaje.
***
Klaüs Zayin y las siete formas del amor es algo más que una novela, aunque también
es una novela más. El relato servirá principalmente como excusa para introducir un
ensayo en el que por primera vez se sintetiza y esquematiza el amor.
Podemos diferenciar dos estilos muy distintos dentro del mismo libro: por una parte el
contenido del propio ensayo; por otro lado la historia de Klaüs, en la que descubrimos
la psicología del personaje a través de su infancia y sus experiencias por el paso de
la pubertad, adolescencia y madurez que nos sirven para ilustrar con ejemplos cada
una de las siete formas del amor que conocerá a lo largo de su vida.
Quiero dedicar esta novela a todos aquellos que hasta ahora han seguido buscando
como yo la respuesta al misterio del amor, aquí la encontrarán finalmente.
K.M. Koffer
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
MOMENTOS
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DEADSTAR
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
EL CAFE AZUL
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
PRELUDIO
Poco se imaginarían los egipcios, Pitágoras y Patrick Süskind que darían fruto a la
Trigonometría del Amor, a ellos quiero dar las gracias sentidamente y también al
encargado de la copistería que hay cerca de mi casa. He aquí una novela que sirve
para elucidar un ensayo inherente que yo mismo he desarrollado acerca del amor y
que para mí significa la respuesta a todo lo que me había cuestionado sobre él
durante tantos años.
¿Intrigante no?
Voy a comenzar con conceptos sencillos y poco a poco iré entrando en materia,
espero que disfrutéis de esta enseñanza que no ayuda sino a conocer el misterio del
amor en su totalidad. Parto de que la idea principal de la cual se deben despejar las
incógnitas es el anhelo que compartimos la inmensa mayoría de nosotros por
encontrar la mitad que nos completa. Debo advertir al respecto de estas primeras
páginas en las que se expone la teoría que son sin duda alguna las que requieren
una especial atención, puesto que sobre ellas se sostiene el verdadero sentido de la
obra. Por otra parte considero que también se pueden obviar o ser leídas sin
detenerse a reflexionar sobre sus intenciones, en cuyo caso recomiendo comenzar
directamente en el capítulo Génesis para no aburrir a aquellos lectores que prefieren
el género novelístico.
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
La segunda parte de la teoría la conforman los principios del amor que conocí en el
ensayo del escritor Patrick Süskind, el novelista autor entre otras obras de El perfume
adaptada en la famosa película homónima de Tom Tykwer. Este ensayo se titulaba
Entre el amor y la muerte y pese a ser muy escueto, (apenas era grueso como un
cuaderno) en él encontré la sed por los mitos de la antigua Grecia y un breviario de
los tipos del amor que define el autor con sencillos ejemplos haciendo acopio de las
lecciones de Goethe, Platón, Keist y Ovidio.
Así pues, reconozco los tipos de amor según los ejemplos del libro como tres, estos
se pueden considerar las formas de amor singulares y los he consignado mediante un
sistema que sirve para diferenciarlos rápidamente y a su vez hacer que destaquen
por el nexo que les une.
Tenemos tres tipos de amor:
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EL AMOR CONYUGAL
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Ahora que ya tenemos definidos los tres tipos de amor, de los que por lo menos he
intentado concretar brevemente la esencia de la belleza de cada uno, volvemos a la
simbología de la pirámide que he considerado el Amor perfecto. Los tres lados
serían las tres formas simples del amor y el triángulo resultante representa la armonía
entre ellos. Un triángulo equilátero del cual tendemos a pensar que nos hace culminar
y completa nuestra vida sentimental en el momento en el que logramos llegar a su
vértice superior, como si fuese alcanzar la cima de una montaña metafóricamente,
pero esto no es así.
El Amor Perfecto del que hablo en este apartado de la Trigonometría del Amor no es
aquel que se basa en creer que se debe alcanzar la meta definitiva que nos complete,
pues éste tipo de amor no es comparable a subir por una escalera en el que cada
peldaño significa una nueva dificultad en el camino y que una vez arriba se da por
concluida la experiencia. El Amor Perfecto que todo mundo anhela sería encontrar a
alguien que pudiese cubrir la necesidad que tenemos de poseer las tres formas
singulares del amor en una sola persona, lo verdaderamente traumático es descubrir
que a veces la realidad no se ajusta a nuestros deseos.
Al tipo de experiencia a la que sí se puede acceder la llamaré Amor de Realidad,
que pese que no tiene la forma del Amor Perfecto utiliza la fórmula más correcta y
coherente en la que se puede vivir el amor, ahora os desarrollaré el porqué:
Traslademos el semblante de la escalera a la geometría, para empezar necesitamos
una base desde la que comenzar la ascensión, el suelo. Esta puede ser cualquiera de
las tres formas singulares del amor de las que os he hablado; todo tiene un comienzo
así que podemos partir de una relación en la que se sienta Amor Platónico a
consecuencia de idealizar a una persona; o una relación basada en la atracción
meramente hormonal (que le llaman Amor a primera vista); o finalmente una relación
que comience con una bonita amistad o una convivencia saludable.
En definitivas cuentas, se parte de una de las tres formas singulares, esperando
llegar a una forma de amor compuesta. También debo reseñar que no es fácil vivir, a
mi criterio, únicamente de una sola de las tres formas del amor. Nuestra ambición nos
exige y nos empuja a querer abarcar más de una de las formas, a poder llegar a
conocer las tres que a lo largo de la vida se nos presentan. Así, aquellos que piensan
que pueden vivir únicamente de uno de los tres tipos de amor singulares se obligan a
prescindir de los otros dos y ello conlleva muchísimos problemas en la psique debido
a que nosotros mismos creamos una barrera represora de nuestros deseos y, por lo
que pude aprender del libro Introducción al psicoanálisis de Freud, cualquiera de los
deseos que nosotros enterremos en lo más profundo de nuestros subconscientes
terminará por germinar, aparecerá en forma de psicopatologías que pueden traernos
problemas y dañar con ello la relación que intentamos sostener basada en uno solo
de los tipos de amor.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Eso sí, hay un momento en la vida de todas las personas en el que por fin se toma
conciencia y se consigue diferenciar, a veces contra voluntad, el Amor Perfecto del
Amor de Realidad. La mayoría de la gente llama comúnmente al Amor Perfecto "el
Amor que sale en las películas" y no podría buscarse un símil más adecuado. A
consecuencia de la madurez la mayoría de nosotros terminamos por aceptar el Amor
de Realidad como alternativa discriminando el Amor Perfecto debido a que nos
parece inalcanzable. Al igual que sucede en el Teorema del Trabajo Perfecto
considero que se pueden conjugar dos de las formas pero no las tres a la vez,
sencillamente porque en la vida real no es viable.
Todas las formas singulares del amor, cualesquiera de las tres, son compatibles entre
ellas, pero únicamente de dos en dos. La tercera siempre es discordante puesto que
siempre será contraria a una de las dos que ya habíamos agrupado. Entonces,
además de las tres formas del amor singulares que hemos enunciado, tendremos
también tres formas más resultantes de conjugarlas entre ellas de dos en dos; sin
contar el Amor Perfecto que consideramos la suma total de las tres. En total
siete. Imagino que puede resultar un tanto confuso así que lo explicaré de manera
sintetizada en el siguiente apartado.
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
INTERLUDIO
EL JARRON, DESCUBRIR QUE NO ERES EL PRIMERO
Mientras corregía alguno de los sinónimos del capítulo en el que describo el Amor
Conyugal he visitado por casualidad una de mis páginas de internet preferidas:
Wikipedia, y he descubierto que la tesis que estoy escribiendo parece ser que ya
había sido reconocida por el psicólogo Robert Sternberg, lo que él llama Teoría
triangular del Amor. En un principio me he desilusionado un poco al conocer que la
maravilla que creía haber descubierto ya había sido analizada por otros antes que yo.
Fuera de sentirme frustrado me motiva aún más el hecho de pensar que he llegado
hasta aquí basándome sólo en mis experiencias sin tener conocimiento de la
existencia de la Teoría Triangular de Sternberg hasta este momento. Está claro que a
partir de aquí debo incluir lo que he aprendido de Robert Sternberg para contrastarlo
con lo que yo había denominado Trigonometría del Amor, si hiciera caso omiso sería
un hipócrita y si la desestimase sin haberla leído sería un completo ignorante. Me doy
cuenta de que en realidad es fascinante descubrir que alguien ya había llegado a la
misma conclusión.
Imaginaos un alfarero fetén, que una noche se ve a sí mismo en sueños modelando
un jarrón que cree que es único en el mundo. Al despertar se ilusiona, pues
comprende que una gran idea le ha sido revelada por casualidad.
A la mañana siguiente pone todo su empeño en usar esa magnífica idea que le
propició el sueño onírico para crear su pieza de alfarería más singular, la que él había
soñado. Una vez ha trabajado en el torno y consigue darle forma a la pieza de sus
sueños la mira y se siente orgulloso de ella. ¿Cómo reaccionaría si un día
descubriese que alguien en el mundo ya había hecho ese mismo jarrón? ¿se
frustraría al pensar que el jarrón que le había sido revelado en sueños ya no es tan
singular como él creía? En este caso, creo poder afirmar que la emoción de conocer
la existencia de un jarrón parecido al de mis sueños me despierta dos nuevos
sentimientos:
El primero humildad, porque veo que no soy un descubridor de las Américas y que lo
único que he hecho es alcanzar una playa en la que alguien ya había desembarcado
antes. El segundo sentimiento es orgullo; así es, me siento muy orgulloso de mí
mismo por haber llegado a desarrollar una teoría acerca de algo tan suntuoso como
es el amor, que ya había sido revelada antes por un eminente psicólogo. Camino
pisando las huellas de una persona de la que ahora mismo siento admiración, que no
conocía hasta este momento y que fueron mis propios pasos los que me han llevado
hasta ella. Hoy ha sido un gran día pues hoy he visto la misma pirámide que conocí
en mis sueños.
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Las diferentes etapas o tipos de amor pueden ser explicados con diferentes
combinaciones de éstos elementos.
De acuerdo al autor, una relación basada en un solo elemento es menos probable
que se mantenga que una basada en dos o en los tres.
Las siete combinaciones de Sternberg: Tres de ellas son una única forma de amor,
luego hay otras tres en la que se combinan entre dos y el amor perfecto según
Sternberg, el "consumado" es la que combina las tres a la vez.
1.- "A" Cariño: En este caso, no debe tomarse en un sentido trivial. Este es el cariño
íntimo que caracteriza las verdaderas amistades, en donde se siente un vínculo y una
cercanía con la otra persona, pero no pasión física ni compromiso a largo plazo.
2.- "B" Encaprichamiento: Es lo que comúnmente se siente como "Amor a primera
vista", pero sin intimidad ni compromiso, este amor puede desaparecer en cualquier
momento.
3.- "C" Amor Vacío: A veces, un amor más fuerte se deteriora en un amor vacío,
donde hay compromiso, pero la pasión y la intimidad han muerto. En las culturas
donde existen los matrimonios arreglados las relaciones suelen comenzar con un
amor vacío.
4.- Amor Romántico: "A+B" Las parejas románticas están unidas emocionalmente
(como en el cariño) y físicamente, mediante la pasión.
5.- Amor Sociable: "A+C" Es frecuentemente encontrado en matrimonios en que la
pasión se ha ido, pero hay un gran cariño y compromiso con el otro. Suele aparecer
hacia aquellas personas con las que compartes tu vida, pero sin deseo sexual ni
físico. Es más fuerte que el cariño, debido al elemento extra que es el compromiso. El
amor que se encuentra en la familia es una forma de Amor Sociable, así como en
profundos amigos, que pasan mucho tiempo juntos en una relación sin deseo sexual.
6.- Amor Fatuo: "B+C" Se da en relaciones en que el compromiso es motivado en su
mayoría por la pasión, sin la influencia estabilizadora de la intimidad.
7.- Amor Consumado: "A+B+C" Es la forma completa del amor. Representa la
relación ideal hacia la que todos quieren ir pero que aparentemente pocos alcanzan.
Sin embargo, Sternberg señala que mantener un amor consumado puede ser aún
más difícil que llegar a él. Enfatiza la importancia de traducir los componentes del
amor en acciones. "Sin expresión", advierte, "Hasta el amor más grande puede morir".
El amor consumado puede no ser permanente. Por ejemplo, si la pasión se pierde
con el tiempo, se puede convertir en un amor sociable.
Basado en el estudio El triángulo del Amor de Robert Sternberg.
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
A) Cariño.
B) Encaprichamiento.
C) Amor vacío.
A) Amor Conyugal.
B) Amor Carnal.
C) Amor Platónico o espiritual.
Él los llama cariño y amor vacío; yo los llamo cariño y compromiso. Un Amor Vacío
viene a significar "desprovisto de amor" con lo cual no podemos tenerlo en
consideración. Es la negación de los siete tipos de amor, es la Nada, sencillamente
un convenio por el que dos personas viven juntas sin necesidad de que exista
atracción, cariño o amor espiritual recíproco. Así pues, a lo que él llama Amor Vacío
no debe incluirse dentro de nuestro triángulo, se quedará fuera. Es francamente
lamentable que este tipo de contratos sigan aún vigentes en nuestra sociedad actual.
Pese a que han existido durante toda la historia de la humanidad por suerte hoy en
día la gente es más consciente de que no pueden vivir comprometidos con alguien
del que no sienten ninguna de las formas del amor. Hoy en día se está despreciando
el compromiso sin amor gracias al divorcio, que es la gran solución al Amor Vacío, a
vivir en la nada.
Lo siguiente que quisiera destacar es que Sternberg también conjuga lo que él
denomina Amor Vacío con las otras dos formas de amor singulares, esto le lleva
crear:
- El A + C: Amor Sociable: Que únicamente es el elemento "A" de mi teoría. El Amor
Sociable de Sternberg no se basa en la conjugación de dos tipos de amor sino en el
cariño y un compromiso... lo cual nos lleva a determinar que se trata del Amor
Conyugal.
- El B + C: Amor Fatuo: Que únicamente es el elemento "B" de mi teoría. El Amor
Fatuo de Sternberg tampoco se basa en la conjugación de dos tipos de amor sino en
una serie de relaciones sexuales totalmente frívolas que finalmente obligan, debido a
leyes que ha venido imponiendo la sociedad hasta hoy, a que la pareja contraiga
matrimonio ya sea porque la mujer haya quedado encinta; por no vivir en pecado; por
imposición de las normas de los padres o qué sé yo... están coaccionados a
comprometerse sólo por el hecho de haber mantenido relaciones sexuales, lo cual
nos lleva a determinar que se trata del Amor Carnal.
Para concluir quisiera soslayar el comentario que hace acerca del Amor Consumado
que nos propone Sternberg, el cual debería ser el equivalente al Amor Perfecto de
nuestra teoría.
Según su apreciación éste es prácticamente imposible, o que en el mejor de los
casos se puede llegar a él pero solo de manera intermitente. Según mi teoría no tiene
razón de ser, pese a que él también se aproxima bastante a lo que es la idea del
Amor Perfecto. Utilizaremos un problema de matemáticas o ciencias como símil:
Se podría decir que Sternberg, pese a que ha empleado la fórmula correcta para
resolver el problema, ha errado al introducir el valor de uno de los elementos, con lo
cual en el resultado final le han salido decimales y afirma sobre el mismo que ha de
ser así, con decimales. Dice que el resultado, el Amor Consumado (Amor Perfecto) es
más difícil mantenerlo que llegar a él.
En parte tiene razón, pero en su ecuación no resulta el Amor Perfecto, el resultado
que nos propone es una aproximación. En realidad, lo que para él es el Amor
Perfecto solo es lo que yo he llamado anteriormente Amor Realista.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Así pues, afirmo que no es posible vivir el Amor de las películas ya que este depende
de la armonía de las tres formas. Siempre habrá una de las tres que esté en
discordancia y que se descartará porque no puede mantenerse. Pero no pretendo
desilusionar a nadie, para aquellos que buscan y desean para sí el Amor Perfecto
debo decirles que no se desanimen, que es posible puesto que yo he visto resolver
este problema con mis propios ojos. Aunque no podamos alcanzar el Amor de las
películas sí que podemos alcanzar el Amor Realista, que será el que nosotros
mismos hagamos perfecto; el Amor Realista será aquel amor útil o conjugado que
mejor se adapte a lo que nosotros esperamos del amor una vez hemos conseguido
descartar una de las tres formas en discordancia que necesariamente ha de ser la
que nosotros consideremos más superflua, de lo contrario siempre la añoraremos.
Así, pese a que no lleguemos al Amor Perfecto del que os hablo como "ideal", si que
podremos lograr un amor perfecto para nosotros que será "real".
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EL PORQUE DE LA
INCONGRUENCIA
EN EL AMOR PERFECTO
Así tenemos que el desarrollo según las películas de lo que generalmente la gente
asocia al Amor Perfecto evoluciona de la siguiente manera:
-Enamoramiento platónico: En un principio no correspondido, finalmente aceptado por
ambos. Todo empieza con una forma singular del amor como ya os había descrito
anteriormente.
-Enamoramiento apasionado: Es el momento en el que despierta el deseo entre
ambos. Una vez aceptado el enamoramiento se construye una de las formas de amor
conjugado, el Amor Platónico junto con el Amor Carnal.
-Enamoramiento romántico, vida conyugal: Es lo que les espera, aunque lo que
sucede en ese momento es que concluye la historia, como si el casarse fuese la meta
en el amor... los que están casados ya saben de lo que les hablo.
Os he comentado con anterioridad que nuestra tesis no contempla tal meta y es que
sólo al final de la película se encuentran por primera vez las tres formas simples del
amor. El amor conjugado resultante de la suma del Amor Platónico y el Amor Carnal
se verá afectado con la llegada del Amor Conyugal, puesto que como dictamina
nuestra teoría no pueden coexistir los tres a la vez.
En este caso lo normal es que el Amor Platónico desaparezca ya que al consumarse
el deseo carnal se vuelven a poner los pies en la tierra y desaparece la neblina
cegadora del Amor Platónico, dando paso a otro tipo de amor conjugado que seria la
suma del Amor Conyugal y el Amor Carnal.
Basándome en este ejemplo estipulo que en cuanto la pareja contrae matrimonio y
termina el filme, dejando entrever que los protagonistas son felices porque alcanzan
el "Amor Perfecto", en realidad es a partir de ahí cuando dejan de tenerlo puesto que
en ese mismo momento cambian la forma de amor conjugado que mantenían. Cabe
preguntarse si preferirán la nueva forma de amor conjugado o si estaban mejor en la
anterior, antes de comprometerse. Eso dependerá de cada pareja, por supuesto.
Tal y como os he advertido al principio del apartado, con esta ilustración he
pretendido dilucidar la inverosimilitud del Amor Perfecto. Únicamente existirá en las
películas de esta forma, mientras se besan.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Por el momento hemos hablado ya de cuatro de las formas del amor que sostiene
nuestra tesis:
- Las tres formas simples: Amor Conyugal, Amor Carnal y Amor Platónico.
- La forma única del Amor Perfecto.
Tal y como os he enunciado con anterioridad contemplamos siete formas del amor,
con lo cual nos quedan tres más por mencionar que son las formas del amor
conjugadas. Antes de comenzar quisiera que leyerais lo que he encontrado en
Wikipedia acerca del numero siete que considero de lo más interesante:
Extraído de Wikipedia:
<< El siete es un número misterioso y mágico. Muchos aspectos de la vida del
hombre son regidos por este número. Son siete días los que tiene la semana, los
mismos que ocupó Dios para formar la tierra. Son siete los mares del planeta. El
pueblo hindú ha descubierto siete chacras o puntos de energía en el cuerpo, siete
maravillas del mundo, siete pecados capitales, siete calamidades. Dante describe
siete infiernos, los metafísicos hablan de siete niveles de conciencia, Blancanieves se
acompaña por siete enanos, el arco iris tiene siete colores, son siete las notas
musicales, las botas de siete leguas, siete vidas tiene un gato y la serpiente de siete
cabezas, entre otras muchas.
Siete proviene del latín séptem, séptimo. De acuerdo a la Real Academia
Española, es un signo o conjunto de signos con que se presenta el número siete.
Buscando el origen de este número, observamos que los primeros sistemas reales de
numeración que conocemos pertenecen a egipcios y sumerios. Lo egipcios adoptaron
el 10 como base para su numeración, partiendo de que la mano tiene cinco dedos y
las dos manos 10.
Con el tiempo el sistema decimal fue suplantando al sexagesimal, pero en los
cálculos matemáticos de los sacerdotes y sabios el sistema sexagesimal continuó
siendo indispensable para verificar cálculos complicados, a la vez que se convertía en
una especie de numeración secreta. Sin embargo se encontraron con números que
eran difíciles de transcribir con dicho sistema, el primero de los cuales era 1/7; les era
imposible expresar la séptima parte de algo mediante fracciones sexagesimales
pues se requería de complicadas operaciones.
Esta irreductibilidad del número siete hizo que lo consideraran mal agüero y lo
atribuyeron a los demonios divinos, los cuales eran siete veces siete; es decir,
totalmente irreductibles. De aquí se deducía que lo más prudente era no emprender
ningún trabajo en los días 7, 14 y 28 de cada mes.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Ese fue uno de los orígenes de la semana, y si bien el Génesis y demás libros
sagrados de los hebreos hicieron desaparecer el sentido maléfico del siete, todavía lo
sacralizaron más.
El Uno de los pitagóricos no es la unidad uno menor de 1,1 y mayor de 0,9, sino que
es la unidad fundamental; toda cosa que exista es uno y dos será la dualidad como
otro opuesto al primero. De aquí que el número sea la alternancia entre la unidad y la
dualidad, entre lo impar y lo par, entre lo limitado y lo ilimitado.
De acuerdo a esta interpretación griega de los números, el siete es la unidad
universal. Tiene un parentesco con el cuatro, símbolo de la tierra, que representa la
realización de la unidad del mundo.
Esta semejanza hace que al siete se le atribuyan los siete astros errantes o planetas
(Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, luna, sol). Cuando procede del 6+1 se
representa por una estrella de seis puntas con un punto en su centro, es el equilibrio
tendiendo a la interioridad, revelando el misterio de la circulación de las fuerzas de la
naturaleza.
Los esotéricos denominan al siete como número del destino. Este denota a
alguien que está solo la mayoría del tiempo, pero a diferencia de otros, a estas
personas les gusta la soledad, porque son soñadores y un poco filósofos.
Este número concierne más al conocimiento y el desarrollo espiritual que con la
parte material de la vida.
En la cultura judía el número siete desempeña un papel fundamental en la fonética y
es el que domina el ciclo del año. Cada séptimo días es su Sabbat; el séptimo mes es
sagrado; el séptimo año es un año sabático. El año del jubileo era determinado por el
número siete, multiplicado por siete. La fiesta de los Azimos (pan) duraba siete días,
lo mismo la festividad de la Pascua judía. También se habla de los siete frutos de
Israel, siete cielos, siete cámaras del paraíso; siete categorías de las almas judías, los
siete pastores de Israel (Abraham, Isaac, Yaacob, Moisés, Aarón, David y Salomón).
En la antigüedad se determinaba que las Curadoras debían cumplir ciertas
condiciones. Ser la séptima hija de una séptima hija o el séptimo hijo de un séptimo
hijo, se dice que daba poder de curar por medio del tacto. Se aceptaba el siete como
el más sagrado de los números y los séptimos hijos poseían "doble vista" y el arte de
ver el futuro. Esta tradición se fue perdiendo con el tiempo, a medida que las familias
dejaban de ser tan numerosas. Todavía en la época victoriana se usaba como
tradición, en familias numerosas, que el séptimo hijo cursara la carrera de medicina. A
estos hijos se les conocía como el Hijo Séptimus.
Lo curioso de esto es que estas concepciones míticas del siete también la
encontramos en otras culturas precolombinas de América Latina. Entre los aztecas
siempre aparece el número siete, número también sagrado para estas civilizaciones,
contándose el Templo Siete Mazorcas, relacionado con el Maíz, alimento principal en
estos pueblos >>
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
El triángulo es una superficie plana lograda a partir de la conexión de tres líneas que
a su vez parten de tres puntos en el espacio. Esto lo pregona Boethius, estudioso de
las teorías geométricas platónicas.
El triángulo tiene un significado vasto para diversas culturas y religiones. Nombraré
algunos significados interesantes a continuación.
Para los seguidores de Pithagoras el triángulo es el símbolo del fuego, aunque
también de la tierra. Debe tenerse en cuenta la disposición de las figuras: si el
triángulo está apuntando hacia arriba significa cosas como el hombre, la montaña o la
divinidad de Cristo. En el caso contrario simboliza la mujer o lo femenino, la
naturaleza humana y la caverna. Un triángulo invertido color rosa simboliza en ciertas
ocasiones el orgullo gay.
Los Libros Masones lo llaman Delta Resplandeciente y relacionan su forma con la
delta griega capital que era un triángulo isósceles con 108 grados en el ápice y 36
grados en los dos ángulos inferiores. Este triángulo correspondía al Número de Oro.
Cada uno de los triángulos está relacionado, para ellos, con un elemento terrestre: el
equilátero (tres lados de igual longitud) a la tierra, el del ángulo hacia la derecha al
agua, el escaleno al aire y el isósceles (la base es mayor que los lados) al fuego.
También para ellos significa duración (la línea base) siendo los otros dos lados la
oscuridad y la luz. De esta forma se origina la triada cósmica.
Son numerosas las simbologías atribuidas a este elemento geométrico tan simple
pero evidentemente muy adorado.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Por ejemplo, para representar a la diosa madre (la Shakti) se utiliza un triángulo rojo
con la punta hacia abajo, es el símbolo de su feminidad; más aún, simboliza una parte
de la diosa (la vulva) que es su esencia, el principio femenino. Shiva, que es su
pareja, se representa con un triángulo blanco con la punta hacia arriba. Cuando se
representa su unión el resultado es una estrella de seis puntas (como la estrella de
David). Estas imágenes triangulares se ven habitualmente rodeadas por el círculo que
las sacraliza y realza.
Si los Pink Floyd, Storm Thorgerson e Hipgnosis han pensado en todo esto, nos
es básicamente desconocido. Podemos en cambio opinar que han elegido todo un
símbolo simple pero místico, tan antiguo como tan moderno y que supone la totalidad.
Así como el prisma en el citado álbum es perfecto por ser equilátero, del mismo modo
podemos pensar de este álbum como algo que no les será fácil de olvidar a las
futuras generaciones de amantes de la buena música.>>
Información extraída de internet.
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<< El siete (7) es el número natural que sigue al seis (6) y precede al ocho (8). Es el
cuarto número primo. El siguiente número primo es el once (11). El polígono de siete
lados recibe el nombre de heptágono.
El siete es un número muy recurrente en la cultura. Son siete los días de la semana,
siete los colores del arco iris y siete los pecados capitales.
El origen de esta popularidad está en la observación del cielo por los antiguos
astrónomos. La inmensa mayoría de las estrellas no cambiaban de posición las unas
respecto a las otras durante el año. Sin embargo, observaron siete cuerpos celestes
que sí lo hacían. El Sol y la Luna, los dos primeros, evidentemente formaban parte de
ellos. Los otros cinco eran los planetas que pueden verse a simple vista, Mercurio,
Venus, Marte, Júpiter y Saturno, y que los pueblos antiguos consideraban estrellas
móviles.
Estos siete cuerpos celestes dieron a los días de la semana sus nombres: Lunes
(Luna), Martes (Marte), Miércoles (Mercurio), Jueves (Júpiter) y Viernes (Venus). En
español Sábado procede de la fiesta hebrea Sabbat y Domingo de la palabra latina
Dominus, el señor (Dios). No obstante, en inglés, por ejemplo, se mantienen los
nombres originales de estos dos días: Saturday (Saturno) y Sunday (Sol).
El 7 es el resultado de la suma entre 3 (lo celeste) y 4 (lo terrenal).
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Los siete colores del arco iris: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo, violeta (se
ven siempre en este orden de fuera hacia adentro, sin contar los colores que no
pueden verse a simple vista: infrarrojo y ultravioleta).
Los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
Las siete artes: pintura, escultura, arquitectura, literatura, música, danza, cine.
Los siete mares: expresión que se usa al hablar de gran amplitud de los mares.
Las Siete Maravillas del Mundo: La Gran Muralla China, La Ciudad de Petra, El Cristo
Redentor, Machu Picchu,Chichen Itza, El Coliseo Romano y El Taj Mahal..
Los siete sabios de Grecia: Quilón de Esparta, Bías de Priene, Cleóbulo de Lindos,
Periandro de Corinto, Pítaco de Mitilene, Solón de Atenas, Tales de Mileto.
Roma, la ciudad de las siete colinas: Capitolio, Quirinal, Viminal, Esquilino, Celio,
Aventino, Palatino.
Los siete reyes de Roma: Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio,
Tarquinio Prisco, Servio Tulio, Tarquinio el Soberbio (de 753 a. C. hasta 509 a. C.).
La guerra de los siete años: conflictos internacionales desarrollados entre 1756 y
1763, para establecer el control sobre Silesia, una región histórica ubicada en las
actuales Polonia, Alemania y República Checa.
La guerra de las siete semanas: conflicto militar entre Austria y Prusia que dio
nacimiento a Alemania en 1866.
República de los Siete Países Bajos Unidos: Frisia, Groninga, Güeldres, Holanda,
Overijssel, Utrecht, Zelanda; agrupados desde de la Unión de Utrecht (1579), hasta la
ocupación francesa (1795).
El romance de Los siete infantes de Lara: poema, uno de los más importantes
cantares de gesta Castellana.
Las siete edades del hombre: la infancia, la niñez, el amante, el soldado, el adulto, la
edad avanzada, la senilidad (según William Shakespeare).
Las siete frases pronunciadas por Jesús en la cruz:
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Este triángulo presenta una alteración en el orden de los factores con respecto al que hay en la
portada hecho con símbolos.
C: Amor Conyugal ( A )
D: Amor Carnal (B)
P: Amor Platónico ( C )
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
A estas alturas de la tesis faltarían por concretar tres formas más del amor que
sostiene mi teoría que son las formas de amor conjugadas; os he hablado ya de las
tres formas simples y os he hablado también de la inverosímil forma del Amor
Perfecto. Como su propio nombre indica, las formas conjugadas dependen de que se
avengan entre ellas dos de las tres formas singulares del amor antes mencionadas,
Amor Conyugal, Amor Platónico y Amor Carnal.
El resultado obtenido de combinarlas de dos en dos son tres nuevas formas más, que
sumadas a las cuatro que ya teníamos hacen el total de siete. Estas nuevas formas
del amor son las siguientes:
- Amor Romántico,
- Amor Apasionado,
- y Amor Incondicional.
Debo aclarar que los nombres se me han ocurrido sobre la marcha y sus apodos solo
pretenden ofrecer una manera rápida de diferenciarlos entre ellos, atendiendo al
adjetivo que considero que más se ajusta en cada uno de los casos. Cualesquiera de
estas tres formas del amor serán consideradas formas conjugadas o formas de Amor
Realista del que también hemos hecho mención antes, las llamo así porque son
totalmente compatibles con la vida real a la vez que se ven afectadas por la misma.
Las formas de amor conjugadas, a diferencia de las formas simples, son estables y
por supuesto muchísimo más enriquecedoras. Serán sostenibles siempre y cuando
ambos compartan los mismos sentimientos, también requiere la necesidad de
sincerarse, tanto entre ellos como cada uno consigo mismo. Es importante que
ambos aprueben el tipo de relación que pretenden mantener pues así no fracasarán
nunca. En el momento en el que uno de los dos esconde sus sentimientos, ya sea por
evitar discusiones o por necesidad de ocultar algo, entonces se golpea los cimientos
de la relación que puede terminar derrumbándose como un castillo de naipes.
Paso a sintetizar el concepto de cada una de ellas en los tres siguientes capítulos.
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
AMOR ROMANTICO
Cuando una relación sólida de este tipo fracasa se debe a que probablemente uno de
los dos miembros de la pareja llegaba a la conclusión de que:
1.- No siente de verdad una de las formas simples en las que se apoya la forma
conjugada, en ese caso uno de los dos vive la forma conjugada y el otro la forma
simple, con lo que se puede determinar que uno de los dos no esta siendo del todo
sincero con el otro. Pongo dos ejemplos de las dos posibles disfunciones:
- El primer caso sería el de una persona a la que su pareja no le atraiga realmente,
pero se aferra a una relación conyugal debido a diversas causas: aceptación social,
embarazo no deseado, necesidad de vivir en pareja, etc... En conclusión, uno vive el
Amor Romántico mientras que el otro únicamente Amor Conyugal. Así que pese a
sentir cariño y querer de forma fraternal a su pareja tal vez preferiría otra de las
formas del amor, esto le llevaría a buscar el Amor Carnal fuera de casa o a desear un
Amor Platónico no realizado.
- La otra posibilidad es que la pareja se atraiga de verdad, pero no quiera realmente
mantener una relación conyugal por diversas causas: sed inevitable de amor carnal
además del que tiene con su cónyuge, búsqueda de una relación con otra persona
que no sea su pareja y aun así sigue con esta mientras no consigue lo que quiere,
miedo al compromiso, etc.. En conclusión, uno de los dos vive el Amor Romántico
mientras que el otro únicamente Amor Carnal. Así, pese a que éste desea el sexo con
su pareja tal vez prefiere tener sexo con otras personas, o le gustaría realizarse en un
Amor Conyugal con alguien que considerase más afín, o desea un Amor Platónico no
realizado.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
2.- La forma conjugada del amor que están viviendo no es la que uno de los dos
deseaba para sí, con lo cual pretenderá vivir otra de las formas del amor conjugada
con otra persona, ya sea dejando a su pareja actual o intentando vivir al mismo
tiempo ambas formas de amor conjugado.
Por ejemplo, un caso en que una persona con su pareja legítima vivía una forma de
Amor Romántico (Conyugal + Carnal), y él en realidad pretendía un Amor Apasionado
(Platónico + Carnal).
Al buscarse una nueva amante con la que mantendría este tipo de amor deberá
entregar el Amor Carnal tanto a su cónyuge legítimo como a su amante, con lo que
seguramente el deseo hacia su cónyuge legítimo se irá degradando. Éste lo puede
advertir y acabará dándose cuenta, lo que conlleva celos, conduce a malentendidos y
al distanciamiento entre ambos.
Así, podemos determinar que todas las formas del amor conjugado que contienen la
forma simple del Amor Conyugal son las más laboriosas, puesto que piden doble
esfuerzo: por un lado el mismo Amor Conyugal que ya de por sí debe trabajarse de
manera continua, por otra parte el Amor Carnal que necesita también su espacio y su
dedicación dentro de la vida en común.
Llegando a un equilibrio entre ambos se consigue este Amor Romántico que tiene lo
bueno de los dos anteriores y también los inconvenientes y consecuencias de los
mismos; aun así cabe destacar que si los dos consortes se sienten realmente a gusto
con este tipo de relación la posibilidad de que fracase es mínima, tal vez sea para la
gran mayoría de personas la más enriquecedora de las tres formas del amor
conjugadas.
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
AMOR APASIONADO
Así pues, pese a ser otra de las formas estables, el Amor Apasionado es de las tres
formas conjugadas la más complicada de mantener y no porque sea insostenible, al
contrario, es más difícil de degradar que el Amor Romántico puesto que la pasión en
este caso se ve muy potenciada. El problema es que el Amor Apasionado no
contempla la forma del Amor Conyugal y lo más normal es que, por lo menos uno de
los dos amantes pretenda consolidar la relación añadiendo el Amor Conyugal.
Una vez se acepta el Amor Conyugal, la forma del Amor Apasionado desaparece y se
transforma en una de las otras dos, con lo cual podemos llegar a la conclusión de que
el Amor Apasionado es volátil; es duro y a la vez frágil como un cristal.
Normalmente los casos en los que perdura el Amor Apasionado son aquellos en los
que la pareja asume que no dispondrán nunca del Amor Conyugal, véase por ejemplo
el caso de Romeo y Julieta a los que se les prohibió que contrajeran matrimonio
debido a que cada uno de ellos pertenecía a una familia que estaba enfrentada con la
otra. También es muy corriente el caso en el que en una pareja de amantes que
mantengan una relación basada en la forma del Amor Apasionado haya uno de los
dos que ya esté casado con otra persona o tal vez ambos lo estén y deciden
mantener el idilio a escondidas de sus parejas legítimas. Esto es lo que hoy en día
conocemos socialmente como "tener una aventura". En mayor o menor grado
siempre habrá uno de los dos que se plantee la posibilidad de conseguir tener una
relación conyugal, está claro que siempre habrá uno más dispuesto que el otro, en
ese caso se encuentran con un problema y es que deben aceptar divorciarse de su
actual pareja o huir de sus ataduras para poder vivir juntos en diferentes condiciones.
El perfecto Amor Apasionado sería aquel en el que ambos desestiman
conscientemente el Amor Conyugal, no es muy común pero eso no significa que no
sea posible.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Conocí el caso del sr. Godoy, un cómico reconocido y hombre divorciado que en una
de sus obras de teatro comentaba que actualmente mantenía una relación con una
mujer de la cual estaba muy enamorado, pero que cada uno vivía en su casa. Es
decir, cada uno disponía de su espacio puesto que ambos eran personas maduras e
independientes y simplemente se encontraban para tener relaciones sexuales o hacer
vida de enamorados sin ningún compromiso ni atadura. Para mucha gente es un
planteamiento irrisorio de la vida en pareja puesto que no conciben el hecho de que
haya personas que no deseen compartir la vida conyugal; ellos sencillamente
encontraron la manera de dirigir la forma de amor conjugado que más les convenía.
También es un factor clave la sinceridad, como en todos los tipos de amor
conjugados, si uno de los dos pretende tener relaciones con otras personas exige que
la pareja conozca la situación y entonces la acepte o la rechace ya que, no habiendo
compromiso, no se deberían pedir explicaciones. En ese sentido cada caso es
diferente, cada pareja pondrá las condiciones que más les convengan. La mayoría de
las veces la condición cegadora del Amor Apasionado puede traer consecuencias
negativas, aquellos que pretenden una relación de estas características estarán
expuestos a varias dificultades, paso a relatarlas:
En conclusión, sin lugar a dudas esta forma del amor conjugada es más compleja que
la anterior ya que requiere de amplia experiencia en el terreno emocional y precisa
conocer bien a la otra persona, pues es necesario poder confiar plenamente. Necesita
mucho más que el Amor Romántico de la sinceridad entre ambos amantes.
- La cuarta y última sería el declive del Amor Carnal. El deseo sexual es, dentro de las
formas del amor singulares, el más débil ante el paso del tiempo pues con los años se
le puede perder interés. Aun así, el hecho de que esté conjugado con el Amor
Platónico hace que el deseo persista sobretodo debido a la incertidumbre acerca del
compromiso entre ambos. Es el misterio que envuelve la relación el que se encarga
de alimentar el deseo, pero siempre estará expuesto a venirse a menos.
Así pues, para que un Amor Apasionado no fracase, debemos ser conscientes de que
requiere una madurez emocional importante, no solamente de uno mismo sino de
ambos. Uno puede ser maduro para aceptar este tipo de relación y el otro por su
parte desestimarla, ya que al no existir un compromiso formal puede suceder que
éste pretenda tener otras parejas; el caso es que debe existir entre ambos lo que se
conoce como compromiso de amor, es decir, son pareja porque ambos quieren
realmente pero no aspiran a vivir juntos por los motivos que tengan.
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EL AMOR INCONDICIONAL
Con lo cual, aquel que adquiere esta forma de amor sabe que es, de las tres, la más
sufrida y la más ardua pero a su vez es también la más fuerte. Al contrario que las
otras formas del amor conjugadas esta es la que una vez obtenida sería
prácticamente inalterable.
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LA EXPERIENCIA DEL AMOR
Una vez definidos los tres tipos de amor conjugados ya tenemos las siete formas de
las que consta la Trigonometría del Amor. Para concluir con la exposición únicamente
nos queda argumentar y esclarecer en qué se basa la Experiencia del Amor; el Amor
propiamente dicho que todo el mundo desea vivir. En síntesis, la Experiencia del
Amor se fundamenta en que durante el transcurso de nuestra vida podamos llegar a
conocer los tres tipos de amor real o conjugado, se trata de que vivamos por etapas
el Amor Romántico, el Amor Apasionado y el Amor Incondicional. Una vez
desestimado el Amor Perfecto al considerarlo inviable ya estamos listos para
comenzar por una de las tres formas del amor real en una relación con otra persona
empezando desde el principio.
Hemos hablado anteriormente de que el supuesto del Amor Perfecto como forma
geométrica debería ser un triángulo, y que según nuestra teoría estaría compuesto
por las tres formas simples del amor: El Amor Conyugal, el Amor Carnal y el Amor
Platónico.
En el caso de la Experiencia del Amor, si trasladamos el símil a la geometría, también
podemos construir un triángulo con las tres formas del amor conjugadas como
vértices. Ahora podéis volver a la página del título donde se muestra el triángulo
obtenido de las tres formas del amor conjugadas. Como el resultado es la misma
figura podemos determinar que la Experiencia del Amor sería la forma de alcanzar la
culminación y que una vez conocemos las siete formas del amor nos es revelado el
misterio.
En una fase inicial, el individuo conoce las formas singulares del amor. Para
comenzar, dentro del seno de su familia conocería el Amor Conyugal, después
experimentará el Amor Platónico durante su infancia y finalmente en la pubertad
terminará por descubrir el Amor Carnal cuando desarrolle su sexualidad.
En una tercera fase el sujeto ya ha vivido en una o varias de las formas del amor
conjugadas y es entonces cuando comienza a afianzarse en su realidad cotidiana a
una de ellas. A partir de ahí sucede que el amor real se consolida, nos comenzamos
a cuestionar la relación que estamos manteniendo y la sometemos a análisis para
determinar si estamos cómodos en ella o por el contrario no nos llena plenamente.
Las causas de que una relación no nos llene plenamente serán las siguientes:
1.- Que ansiemos vivir alguna de las otras formas del amor conjugado que no hemos
llegado a conocer. Una vez consolidado el amor real estaremos conviviendo
cotidianamente con él y puede que el misterio nos arrastre a querer descubrir los
tipos de amor conjugado que no hemos llegado a vivir con nuestra pareja .
2.- Que la forma del amor conjugada que estamos viviendo no se ajusta a nuestros
deseos. Al individuo le gustaría permanecer en alguna de las formas del amor que ha
conocido antes y que no es la que está viviendo cotidianamente con su actual pareja.
Finalmente, un cuarto estado dentro de las fases de la Experiencia del Amor sería el
que pertenece a la madurez. En esta etapa hemos logrado nuestro objetivo, hemos
llegado a conocer las tres formas del amor conjugadas y conseguimos afianzarnos en
la que más nos conviene junto a otra persona. La estabilidad emocional a partir de
este periodo es la auténtica recompensa que nos brinda la Experiencia del Amor, la
meta real a la que aspirábamos sin saberlo. Gracias a la amistad, la confianza, el
sexo y la espiritualidad alcanzamos un grado superior de humanidad que nos gratifica
como el resto de sabiduría que se nos brinda en el transcurso de nuestras vidas. La
misión se ha completado con éxito, hemos conocido el amor.
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
GENESIS
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
VUELVO EN MI
Salí a la calle para oír silbar al viento que sonaba igual que siempre,
si me hubiese visto ayer ni me conocería,
parece que me dice algo
pero en realidad solo arrastra consigo sinfonías del pasado
que doblan como campanadas del día anterior.
ESCAPAR
No puedo creer que aún siga aquí después de tanto tiempo. Siempre pensé que los
primeros logros vendrían solos en cuanto hubiese cumplido la mayoría de edad, pero
cada día estoy más convencido de que mis metas están ahí fuera y yo permanezco
enclaustrado en mí viviendo la vida de una forma que no pretendo.
No quiero seguir así, de eso ya me he dado cuenta. Vuelve a ser sábado por la noche
y en lugar de estar viviendo como quisiera me encuentro una vez más cenando la
misma pizza que pido siempre porque no me atrevo a pedir otra distinta; hundido en
el sofá en casa de Ernesto donde siempre tomo la misma posición; sentado en el
mismo sitio en el que llevo sentándome desde hace ya demasiado tiempo, en
compañía de Rubén e Ignacio que por ahora parecen más preocupados de lo que
sucede en el partido de esta noche que de lo que acontece en sus propias vidas. Me
siento solitario aunque esté con ellos.
Quiero salir de aquí y quiero comenzar a vivir de ahora en adelante, necesito conocer
lo que me rodea, a la gente, a las chicas, conocer el amor, vivir aventuras de verdad.
No me importa sufrir, la semana pasada terminé emborrachándome y a final de la
noche me deprimí tanto que acabé tumbado en el asiento de atrás del coche de
Ernesto preguntándome el ya habitual ¿Qué estoy haciendo con mi vida?
- Es que me aburro - les dije - Necesito ir por ahí y conocer tías buenas - entonces los
tres se echaron a reír con mi ocurrencia.
- Y ¿adónde vas a ir? en este pueblucho no hay nada que hacer - me sugirió Ernesto.
- ¡Qué va!, me piro pa mi queli. Estoy hasta la polla de que siempre hagamos lo
mismo, creía que habíamos quedado que este finde saldríamos.
- Y ¿a qué bares quieres ir? además, aunque salgamos por ahí tampoco te vas a
comer una rosca - volvió a sugerirme Ernesto molesto con mi impertinencia.
- Y recuerda que si conoces chatis que estén buenas, tráetelas - insistió Ignacio
reiterándose en la broma.
- Ya iré la semana que viene - pensé - Lo más importante es que al fin he conseguido
salir de ahí.
- ¡Que duermas bien! - me dijo. Por detrás se les oía reír a los otros dos.
- A ver si conoces a alguien de camino a tu casa, pero que esté buena ¿eh? - también
se asomó Rubén el simpático a despedirme.
- ¡Ta luego peña! - les dije sonriendo sin reparar en sus desprecios. No tenía nada
que perder, aunque no fuese hoy el día sabía que acababa de dar el primer paso. No
me quedaré ahí a esperar nada, volveré cuando tenga lo que quiero y si puedo os
rescataré a vosotros también.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
La calle estaba tan solitaria como yo, caminaba resguardándome bajo el resplandor
de las farolas procurando pisar las piezas de la acera de tres en tres, que era la
distancia máxima que me permitía el paso. Cualquiera que me hubiese visto me
tomaría por loco, tan solo eran las doce y ya apenas circulaban coches, la luz en las
ventanas de todos los edificios había desaparecido. El pueblo entero se había
convertido en un autentico desierto de hierro y hormigón en el que únicamente oía
mis pasos, mi respiración y mi pensamiento.
Llegué a mi casa que estaba toda a oscuras, mis padres se habían acostado ya así
que entré tanteando hasta llegar a mi habitación.
Me tumbé boca arriba en la cama con los ojos abiertos; seguía sin ver, pero poco a
poco una tenue luz azul que se colaba por los agujeros de la persiana comenzó a
disipar la oscuridad y a darle forma a todo.
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- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
HAZ DE LUZ
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
OTRA REALIDAD
EL ORIGEN DE KLAUS
Nació en diciembre, pocos días antes de terminar el año, lo cual le influyó mucho a lo
largo de su vida puesto que siempre fue el más pequeño de la clase; con algunos de
sus compañeros se llevaba incluso un año entero de diferencia. Klaüs vivió su vida
así, a la sombra de los demás; ya desde su paso por la guardería tuvo que rodearse
de niños más mayores que él que solían hacer que se sintiera ingenuo o
sencillamente le tomaban el pelo por ser el más pequeño.
Otro de los momentos que mantuvo en el recuerdo, a la temprana edad de tres años,
fue el día en el que concluyó su paso por el jardín de infancia. Estaban despidiéndose
de él en la puerta, la profesora le entregó a sus padres los trabajos manuales que
Klaüs había hecho durante el curso y también un colgador de madera con un dibujo
serigrafiado de Baloo de El libro de la selva.
Su maestra al despedirse articuló por primera vez una de esas frases que nadie
quiere escuchar cuando las cosas van a cambiar:
- Ahora que ya eres un niño grande empezarás a ir al colegio ¿no te hace ilusión?
Fue entonces cuando descubrió lo mucho que le acobardaban los cambios. El era
feliz y su vida hasta entonces siempre había sido así.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
¿Por qué tenían que cambiar de pronto las cosas? Por descontado que a su edad
aún no intuía que eso iba a ser solo el comienzo. Tras el primer choque con lo que
sería su destino Klaüs pasó un agradable verano junto a sus padres en un
apartamento cercano a la playa; durante el tiempo de ocio consiguió olvidar por
completo las palabras de su profesora y sólo recordó su pronóstico cuando finalmente
regresaron de las vacaciones. Se percató entonces de que comenzar las clases en el
colegio era ya inevitable; tal y como ella predijo se estaba haciendo mayor. Su primer
día de clase en la escuela, el mes de septiembre en el que no había cumplido aún los
cuatro años, fue sin lugar a dudas el día que siendo consciente lloró más de toda su
vida. Su madre le dejó en la escuela después de haberle oído llorar durante horas y
haber soportado sus pataletas desde el día anterior. Aquella resultó ser una semana
intensa pues además de la escuela había conocido también su primer domingo
funesto; el día en que empezaron las clases fue un lunes y el domingo anterior había
sido terriblemente triste y melancólico. Mientras su madre le bañaba a última hora de
la tarde él estaba aterrado, pasó nervios, sintió tristeza, incertidumbre y desconcierto.
Sus padres, sus abuelos, los amigos de sus padres... todo el mundo le decía que
debía sentirse feliz porque en el colegio lo pasaría muy bien y haría muchos amigos.
Menudo engaño claro... pero qué iba él a saber.
Durante el primer y segundo día en la escuela Klaüs fue lo más parecido a una
plañidera, sólo dejaba de llorar cuando llegaba a casa; entonces se sentía a salvo, no
podía imaginar que al día siguiente debería volver al colegio ya que nadie le había
explicado que la semana laboral comenzaba el lunes, terminaba los viernes y que
debía asistir a la escuela los mismos días en que sus padres iban a trabajar.
Terminaban las clases y solía pensar que el tormento había acabado para siempre,
entonces era feliz. Tardó en acostumbrarse al hecho de que cada día iba a tener que
asistir a la escuela; cada semana al llegar el lunes quería que fuese la última.
...
El hedor tan desagradable que emanaba una clase llena de críos, mezcla entre sudor,
manzana y fetidez; lo incómodas que eran aquellas batas azules almidonadas en
exceso que les hacían ponerse; el sonido de los puzzles de madera al caer sobre la
mesa y las sillas al arrastrarse; el olor de las ceras de colores; los desayunos
envueltos en papel de plata; la colonia de las niñas y el sabor del agua de la fuente
que había en el patio fueron las sensaciones más intensas que guardó de su paso por
el preescolar.
...
Por suerte para Klaüs existían también los sábados, el día en el que nadie le
despertaba pronto. Solía levantarse eufórico, veía los dibujos en televisión durante
toda la mañana, después comía en casa con sus padres y por las tardes recibían
visitas. Unas veces venían a verles sus tíos con su primo, que era algo mayor que él;
otras venían los amigos de sus padres con sus hijos e incluso en alguna ocasión
habían sido sus abuelos los que iban a visitarle.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
En unos meses Klaüs vivió sus primeras navidades como si fueran un sábado
interminable. Para su sorpresa, el día de navidad nada más levantarse encontró la
alfombra del comedor llena a rebosar de grandes cajas envueltas en papel de regalo;
sus padres le contaron que los Reyes Magos le habían traído aquel montón de
juguetes debido a su buen comportamiento y que estos eran todos para él.
Se sucedieron los días de alegría y fiesta en los que se reunió toda la familia y los
amigos repetidas veces. A la semana siguiente celebraron también el cumpleaños de
Klaüs y el día antes de año nuevo cayó la nevada más intensa que hubiese
acontecido en Yímbale desde hacía muchos años.
***
EL BUENO DE KLAUS
Era domingo por la tarde y había salido a pasear con sus padres por el centro de
Yímbale, llevaba consigo un tebeo de los muchos que tenía por casa. Hasta entonces
se conformaba con mirar los dibujos, pues de aquellas aún no sabía interpretar la
escritura y eran su padre o su madre los que le leían los tebeos en voz alta por las
noches a modo de cuentos. Mientras paseaban rambla arriba sus padres,
encontraron una pareja con la que mantenían amistad y se detuvieron a conversar.
Se estaba haciendo de noche cuando todavía continuaban parloteando sin parar. A
Klaüs le desesperaba el aburrimiento, era tarde y ya no quedaban niños en la calle
con los que jugar.
Cansado de esperar decidió sentarse en un portal a mirar los dibujos del tebeo; el
aburrimiento le llevó a ojear las páginas repetidas veces y finalmente, cuando vio que
aún podían estar allí un buen rato, se preguntó si con lo que le habían enseñado en el
colegio sería capaz de descifrar el significado de aquellos globos blancos llenos de
caracteres. La mayoría de aquellas letras ya las conocía, poco a poco comenzó a
comprender que al conjugar las vocales con las consonantes se creaban fonemas,
que a su vez creaban palabras que también le resultaban familiares. Iba muy
despacio, pero fue un paso agigantado para él.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Cuando leyó su primera frase se emocionó sobremanera pues era consciente de que
había aprendido a leer por sí mismo; desde entonces se propuso leer todos los
tebeos que tenía en su casa. Sus padres también reconocieron la proeza, les alegró
comprobar que su hijo estaba tan apasionado por la lectura. Algunos de los chicos de
su clase no aprendieron a leer hasta dos cursos más adelante y desde aquel día se
sintió especial, como si fuese distinto al resto. Puede que tal vez sí lo fuera.
Conocerle de verdad era sin lugar a dudas un cometido difícil, Klaüs se servía de la
lectura para descubrir el mundo y vivió durante muchos años inmerso en una realidad
distinta a la de los demás. El caso es que el perfil que daba a conocer en el mundo
real no era demasiado agradable en contraste con sus cualidades y aquella primera
impresión que causaba de la que ya os hablé anteriormente. Hay varios episodios de
su infancia que vale la pena reseñar y que nos permitirán hacernos una idea de la
evolución en su configuración emocional.
El vaso de leche
Cada mañana, durante todo el curso, su madre le acompañaba al colegio; antes de
salir de casa le hacía tomar un vaso de leche que él llegó a detestar, aquel hábito
terminó por convertirse en un verdadero suplicio para Klaüs. En realidad a él le
gustaba tomar leche, sobretodo aquellas tardes en las que se quedaba en casa de su
abuela después de comer y la tomaba en un tazón grande con cacao mientras veía
los dibujos animados; por las mañanas era muy distinto, el primer sorbo solía
quemarle los labios y la punta de la lengua pues su madre la servía hirviendo la
mayoría de las veces. Además, se formaba una especie de membrana por encima del
lácteo, de la que ella decía que era nata, que se le pegaba en el paladar cuando la
bebía produciéndole arcadas. El último sorbo era desmedidamente dulce ya que con
las prisas nunca le daba tiempo a que se disolviese bien el azúcar y solía quedar un
gran poso en el fondo de la taza. Aquel momento se le hacía inacabable. Una vez se
lo había tomado, aunque fuese a regañadientes, salían de casa camino a la escuela;
la mayor parte de las veces, justo después de las primeras arcadas, terminaba
vomitando. Así comenzaba el día Klaüs, durante muchos años arrastró consigo la
sensación de ser una persona débil y enferma, pues no era muy normal que un niño
con su edad vomitase prácticamente todas las mañanas.
La profesora pasó de considerarlo un llorica a sentir verdadera compasión por él, así
que un día optó por comunicarles a sus padres que no creía conveniente seguir
llevándole a las clases de natación. La última de las veces que estuvo en la piscina
volvió a desarrollar otitis por segunda vez. Básil y Cloe salieron a recogerle con el
coche; de vuelta a casa, y pese al dolor, se sintió pletórico pues a partir de entonces
volvería a disfrutar de los dibujos animados de los sábados. Unos meses más tarde
hubo una mañana en la que durante el recreo su profesora le llamó la atención. Klaüs
se extrañó ante su reclamo, lo primero que pensó era que pretendía escarmentarle
por haber hecho algo malo. Para su asombro, la maestra le entregó una medalla de
un metal similar al bronce que llevaba su nombre grabado. La medalla era de la
piscina y la profesora le dijo:
- Me han dicho que te la diese ya que no pudiste ir tú mismo a recogerla.
Klaüs acababa de recibir el primer galardón de su vida, consciente de que no lo
merecía en absoluto pues ni siquiera había aprendido a nadar y lo único que llegó a
asimilar fue lo mucho que odiaba la natación. Contento ante su logro le dio por reírse,
aquella condecoración era una completa estupidez. En su casa también se lo tomaron
a broma.
***
UN PEQUEÑO UNIVERSO
Sin querer, algo que hasta entonces parecía tan cotidiano se acababa de convertir,
sin saber muy bien por qué, en un momento verdaderamente embarazoso. Comenzó
a sentir vergüenza cuando después de ir al baño tenía que acudir a su madre para
que viniese a limpiarle. Cloe andaba por la cocina y puede que al llamarla ella no le
hubiese oído si tenía el grifo del agua abierto, Klaüs volvió a insistir; mientras
esperaba sentado en el retrete se miraba los pies y pensó que tal vez iba siendo hora
de que aprendiese a limpiarse por sí mismo.
- Son los bebés los que llaman a su madre para que venga a limpiarles el culo - le
solía decir su padre cada vez que él la llamaba.
- Esta vez tengo que aprender, o seré un niño pequeño toda la vida - pensó. Y en
cuanto llegó su madre le pidió, un tanto ruborizado, que por favor le enseñase cómo
lo debía hacer para poder limpiarse él solo.
- Es muy fácil, ¿ves? Tienes que hacerlo así - le explicaba Cloe. Ella siempre estaba
dispuesta a enseñarle. Por su parte Klaüs aborrecía tener que pedir ayuda con tal de
no molestar, desde que comenzó a leer se había ido volviendo cada vez más retraído.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Cuál es mi nombre
Por suerte para él el ritmo de las clases en su segundo año escolar estaba siendo
mucho más sosegado en comparación con el del año anterior; el clima había
cambiado debido principalmente a su nueva profesora, una señora de verdad
simpática y que nada tenía que ver con la maestra que habían tenido en el pasado
curso. El caso es que desde que aprendió a leer se veía algo más motivado para ir a
la escuela, atrás quedaron los lloros y la angustia.
Hasta entonces habían aprendido a escribir las vocales y también habían comenzado
a sumar, cada vez le parecía todo más complicado. Por suerte para él en aquel
segundo curso volvieron a comenzar desde el principio. La primera consonante que
su maestra les enseñó fue la "y" griega. Tal como ella les contó, la "y" griega era una
letra que venía de visita en barco desde una isla muy lejana para encontrarse con sus
hermanas las cinco vocales; la "y" griega decía ser también una vocal, aunque sus
hermanas las vocales discrepasen. Fueron las mismas vocales las que determinaron
que aquel nuevo tipo de letra se trataba de una consonante y no de una vocal como
ellas. A partir de ahí la maestra puso los cimientos para presentar las consonantes a
sus alumnos, comenzando por la be, luego la ce, etc...
No era demasiado habitual en él que se levantase para preguntar, pero le pareció que
una consulta inteligente podría servirle para ganarse puntos ante su profesora y
finalmente se decidió a ir. Klaüs Zayin rezaba el cuaderno, no supo antes de la
existencia de su apellido porque hasta entonces lo desconocía, a él siempre le habían
llamado solo Klaüs.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Cuando ya sepáis todas las letras del abecedario - continuó la profesora - entonces
os pondré a escribir vuestros nombres para que los aprendáis, así podréis ponerle el
nombre vosotros mismos a vuestros dibujos.
A media mañana durante la hora del recreo salían a jugar al terrado del edificio de la
escuela. Desde allí arriba podían ver a los chicos mayores jugando a baloncesto en el
patio de abajo, les llamaban los Grandes. La mayoría de los Grandes parecían
bastos, hostiles y maleducados; paradójicamente siendo más mayores parecían estar
menos civilizados que ellos.
- ¡Eeh! ¿Qué haces? ¡Lo has tirado! - le replicó Klaüs sin salir de su asombro.
- ¡Se siente! - fue la respuesta que le propinó éste mientras se marchaba sonriéndose
maliciosamente.
Durante el resto del día se concentró en desviar toda su rabia hacia el mezquino
compañero que parecía no darle ninguna importancia a lo sucedido.
La maestra fue incapaz de hacer nada por él, ni siquiera cuando le llamó la atención a
su compañero Klaüs se sintió verdaderamente satisfecho. Aquel día fue víctima de la
primera injusticia de su vida, aún tardaría unas cuantas semanas en conseguir
abandonar el desconsuelo.
También fue en el segundo año escolar cuando Klaüs conoció la existencia del
comedor del colegio, la gran mayoría de sus compañeros de clase se quedaban a
comer allí a mediodía y le habían sugerido en alguna ocasión que él también se
quedase. Cuando les preguntaba por su experiencia unos le habían dicho que comían
muy bien; otros le decían que la comida estaba asquerosa. A Klaüs le horrorizaba
pensar que pudiese llegar un día en el que por obligación tuviese que quedarse a
comer en el comedor del colegio que olía a frito, a lejía y al siempre característico
hedor corporal propio de los niños que aromatizaba toda la escuela.
Cada día sobre la una salía de clase y le venían a recoger a la puerta su abuela o su
abuelo para regresar a casa de ellos y comer. Desde siempre había sido su abuela
Bruna quien le consentía haciéndole la comida que a él más le gustaba para así
tenerle contento. Por poner un ejemplo de cuán consentido llegaba a estar, Klaüs
había dejado de comer pescado únicamente porque en una ocasión se encontró con
las espinas al comerlo y, como de costumbre, lo terminó devolviendo. Así pues,
fueron sus abuelos quienes le mal acostumbraron a que siempre comiese lo que él
quisiera, más que nada para evitar sus lloriqueos. Cultivó con ello una nueva
debilidad; sentía miedo de comer fuera de casa y no solo porque con toda seguridad
terminaría vomitando sino que a esto se le sumaba el temor a hacer el ridículo
delante de los demás. Este complejo le acompañó durante años, limitándole en las
relaciones a lo largo de su vida.
El abusón
El caso es que en cuanto salió al patio lo primero que encontró fue un corro de chicos
mayores que le miraban con desaprobación, su ilusión se esfumó al instante.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¡No puedes jugar con nosotros mocoso! - le decía uno de los Grandes con un
timbre de voz remilgado y pedante - Eres un mocoso así que vete a jugar con tus
amigos los mocosos - la desfachatez del energúmeno provocaba las risotadas de los
otros dos miembros de su séquito.
Tan ofendido se sintió Klaüs que intentó defenderse del tonto abusón respondiéndole
a sus reproches; lo único que consiguió fue que, durante el resto la hora que duró el
recreo, aquellos matones se empeñaran en perseguirle y propinarle coscorrones.
Asustado, Klaüs se dirigió una vez más a su profesora para contarle lo que le
sucedía; en esta ocasión ella debió tomar cartas en el asunto puesto que al día
siguiente aquel chico rollizo y estúpido volvió a amenazarle por haberse chivado a su
maestra. Así estuvieron varios días: Klaüs huyendo y él buscándole para atizarle.
Aquella misma tarde al salir del colegio coincidió junto a la puerta con uno de sus
primos que estaba también en la clase de los mayores; desesperado le reclamó
auxilio. Su primo fue de inmediato a amenazar al tarugo abusón y le amedrentó para
que no se le ocurriera volver a acercársele. Su elocuente intervención zanjó
finalmente el asunto, a razón del percance la profesora debió informar a los padres de
Klaüs sobre el mismo, ya que estos poco después optaron por apuntarle a clases de
kárate.
El primer lapso
Acababan de entrar en el aula cuando la profesora repartió una lámina para cada uno
de sus alumnos, en la lámina había dibujado un castillo para colorear. Cuando la
maestra terminó de entregar las hojas volvió al estrado y les encomendó que cogieran
sus lápices de colores porque deberían colorearlo como les pareciese. Entonces cada
uno de ellos comenzó a pintar su castillo, Klaüs se puso a observar cómo lo hacían
los otros chicos para ver qué combinación de colores era la más apropiada.
- ¡No te copies! - le exclamó uno de ellos al tiempo que cubría su trabajo con el brazo.
- Menudo idiota - pensó Klaüs. Al acto abandonó su curiosidad por ver cómo lo hacían
los demás y se sentó a colorear el suyo.
Klaüs no entendía lo que le decía y por lo pronto se puso muy nervioso. Repasó
varias veces aquel dibujo en el que tanto se había esmerado, a él le parecía que la
lámina estaba bien; además, aquella vez se había asegurado incluso de no salirse de
los bordes de la ilustración al colorear.
Le pidió apurado a su compañero que por favor se explicase. Tal como el compañero
le dijo, resultaba que la figura del castillo tenía una puerta y dos ventanas que no
debían colorear, puesto que se suponía que debían ser del mismo color blanco de la
hoja. Le comentó también que la profesora les había advertido de ello al comenzar,
seguramente desatendió sus instrucciones mientras jugaba con el punzón que había
encontrado junto a una de las patas de su silla. Entonces Klaüs sintió pánico por
haber hecho el trabajo mal, estuvo a punto de salirse de la cola dudando incluso si
debía entregar el dibujo a su maestra, por si ésta al ver el error que había cometido
se disgustaba. Finalmente, y a contra conciencia, entregó la lámina mezclándola en la
pila junto con la de los demás niños que fueron a darle las suyas en el último
momento. Durante las siguientes clases no dejó de pensar en el ridículo que iba a
hacer delante de la profesora por no haber atendido a sus instrucciones. Fue al final
de la misma semana cuando ella repartió los dibujos corregidos, en el suyo había
dibujado con bolígrafo unas horribles cruces de color rojo que marcaban los errores.
Avergonzado, Klaüs procuró pasar desapercibido y devolvió raudo el trabajo a su
maestra. Se prometió a sí mismo estar más atento la próxima vez.
***
MIS PADRES
- Muy bien Klaüs - le dijo su maestra - Ya puedes volver a sentarte. Ahora tú, Jorge.
Era cuanto sabía acerca de mis padres, la profesora no me concedió más tiempo
para seguir leyendo lo que había escrito sobre ellos, aunque con eso era ya
suficiente. Mientras los demás chicos de la clase seguían su turno uno por uno
hablando de los suyos comencé a reflexionar, a soñar despierto.
Asfixia
Un domingo por la tarde, de aquellos en los que rehusaba bañarme, mi padre, harto
ya de oír cómo me quejaba sin cesar, me cogió por los pies y bromeando me hundió
la cabeza en la bañera como quien moja un bizcocho en el chocolate.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Comer
Hubo una temporada durante el segundo curso en que los viernes estuve
quedándome a comer con mi madre en casa. Ella no era tan permisiva conmigo como
lo era mi abuela y en una ocasión nos las tuvimos durante la hora de la comida. Días
atrás le había hablado a mi madre de cómo me sentía respecto al tema del comedor
escolar, le conté que uno de mis compañeros me decía que para él lo mejor del
comedor eran los espaguetis. Al día siguiente mi madre me tenía preparado un plato
de espaguetis, un plato rebosante que me pareció una montaña interminable. De la
receta de los espaguetis diré que únicamente consistía en la misma pasta hervida con
sal y salsa de tomate para condimentarlos. Empecé a comerlos y la verdad es que a
primera impresión no me parecieron ninguna maravilla, tampoco me hacía ninguna
gracia que llevasen salsa de tomate; aun así seguí comiéndolos en atención al detalle
que mi madre había tenido conmigo escuchando mis problemas. Transcurrían los
minutos haciéndose eternos, el plato de espaguetis no se acababa nunca y llegó un
momento en el que estos se quedaron fríos e intragables. Cloe se cansó de oír cómo
me quejaba sin parar y me obligó durante un buen rato a comerlos de la manera que
fuese.
Me decía que bastante molestias se había tomado al preparármelos y que los había
hecho porque precisamente había sido yo mismo el que se los pidió. Total que una
vez más los espaguetis terminaron por provocarme nauseas y mi madre se puso
histérica al ver que no le hacía ningún caso; por lo menos estuvimos una hora más
sentados a la mesa, yo llorando encima de los espaguetis y mi ella protestando.
Tardé mucho tiempo en volver a comerlos.
Regalar
El olor que desprende una tienda de juguetes es altamente cautivador para un niño.
En una de las vitrinas habían montado la maqueta de un castillo medieval con piezas
de Lego; mi padre y yo, que nunca antes habíamos visto nada igual, estuvimos
comentando lo bonita que era y pensé que la próxima vez que les pidiese un regalo a
mis padres sería ese. Cloe se acercó al mostrador para pedirle al vendedor lo que yo
quería.
- Sal fuera con tu padre - me dijo - Que ya he terminado de comprar.
Ambos salimos de la tienda y poco después apareció mi madre con una gran bolsa.
Además de la caja del proyector me pareció intuir que habían comprado algo más, tal
vez un regalo para mi primo Sergio. Cuando llegamos al coche abrieron la bolsa y me
mostraron que junto al Cinexín también estaba el castillo medieval de Lego.
- Abrelo, que es para ti - me dijo mi padre contento.
Aquel acto de generosidad desmedida hizo que todos los berrinches de la hora de
comer se disipasen como vaho en el cristal de un espejo ante el aire del secador. Me
emocioné de veras, así que procuré agradecerles el gesto con mis mejores modales
durante todo el tiempo que pude. Disfruté tanto de aquella sensación que la intenté
guardar conmigo, prometí que siempre rescataría esa generosidad hacia los demás
pues me di cuenta de que también mis padres estuvieron encantados de verme tan
feliz aquel día.
***
EL GIGANTE DE ACERO
- ¡Dejadme en paz de una vez! - les gritó desesperado. Los Grandes se habían
pasado la hora entera del recreo intimidando al pobre y desamparado Klaüs,
amenazándole con darle tirones de orejas y capones. Desde el principio no debía
haberles dado lugar a que le tomasen el pelo.
- ¡Ven aquí niño! ¡si queremos ser tus amigos! - le decía el orondo y estúpido
cabecilla mofándose de él mientras sus secuaces le reían las gracias como hienas
dementes.
-¡Os he dicho que paréis! ¡me tenéis harto! - Klaüs volvió a salir corriendo para huir de
sus captores, se estaba asfixiando de tanto escapar y habían conseguido volverle
loco con tanta persecución.
- Ja ja ja ¡Pero ven, rico! ¡Ven que no te hacemos nada! ¡Que solo queremos hablar
contigo! - le gritaba uno de los crueles esbirros durante la carrera. Finalmente Klaüs
se detuvo, agotado se apoyó sobre sus rodillas para recuperar el aliento y terminó
abandonándose a su suerte.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¿Ahora qué vas a hacer? ¿Eh tontín? - le dijo el tercero rebosando maldad en el
momento en que le agarró. Ya le habían cogido antes y la experiencia le decía que
cuanto más les suplicase clemencia más le atizarían. No tendrían compasión de él,
todo lo contrario, cuanto más le viesen sufrir más disfrutarían con la reprimenda.
- ¡Socorro! ¡Ayuda! - suplicó por última vez. Los demás chicos que merodeaban por el
patio debieron creer que se trataba de alguna especie de juego y por eso no se
dignaron siquiera a acercarse para socorrerle. Con toda seguridad habría otros que
se mantuvieron al margen con tal de no correr la misma suerte. La horda hizo un
corro alrededor de él, Klaüs se limitó a cerrar los ojos mientras les oía cantar
sandeces al tiempo que le empujaban en todas direcciones. Esperó en tensión la
primera colleja y justo cuando sintió que le iban a golpear sonó un estruendo al otro
lado del patio. Los atacantes enmudecieron y el corro se disolvió al instante.
Abrió los ojos para comprobar qué era lo que estaba sucediendo, se percató
rápidamente de que donde antes estaba la puerta de entrada al colegio había ahora
una gran nube de polvo, todavía caían cascotes debido al impacto. El gigante de
acero permanecía al otro lado del muro arrodillado y sosteniendo la reja que acababa
de arrancar; en sus manos, esta parecía estar hecha de débil alambre. Se alzó
despacio y soberbio, era aún más alto que el dintel de la misma puerta pero aun así
avanzó implacable y terminó por derribar la pared a la altura de sus hombros.
Aún tenía los ojos abiertos como dos faros cuando el gigante de acero lo tomó con
una mano tal como si se tratase de un cucurucho de helado. También se puso a gritar
emulando a un jabalí acorralado mientras su torso desaparecía bajo los dedos de frío
metal. El gigante cerró su puño; al abrirlo sólo quedó de él, junto con sus piernas, una
masa color negro que era su ropa pegada a un coágulo de carne ensangrentada.
Klaüs permanecía impávido, expectante a ver si el inmundo agresor recibía su
merecido. El cabecilla de la banda de matones, que se encontraba boquiabierto ante
los acontecimientos, se orinó encima en el mismo instante en que el monstruo clavó
su mirada inerte sobre él. Sus piernas flojearon y su grasiento trasero cayó contra el
suelo, se oían los lamentos de otros chicos en el patio que anunciaban su desgracia.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Ahora ya sabía que iba a ser el próximo y no quería morir, así que se puso a correr
como una niñata tonta, llorando y marraneando.
- ¡¿Y ahora qué?! ¡¿Eh?! ¡Ahora vas a pagar, gordo asqueroso abusa-enanos! - el
gigante de acero le extendió la mano a Klaüs para que saltase sobre ella, después le
colocó amistosamente sobre su hombro de manera que pudiese presenciar el
espectáculo de ver al desdichado abusón corriendo despavorido por su vida. No
había prisa, era cuestión de aguardar unos pocos segundos a que le llegase su
inapelable juicio. Apenas caminó cinco pasos con sus titánicas piernas cuando ya
habían alcanzado al matón. Todos los niños desaparecieron del patio cediendo la
parcela para el improvisado campo de batalla.
- ¡Ven rico, ven! ¡Que sólo queremos hablar contigo! - gritó Klaüs entre carcajadas.
Ahora el monstruo de magnas dimensiones sujetaba entre el pulgar y el índice la
pierna del estúpido abusón que gimoteaba igual que un bebé.
Colgado bocabajo como una sabana del tendedero, el gigante acercó al matón hasta
la fuente y lo hundió repetidas veces golpeando su cabeza contra el fondo, el muy
idiota se ahogaba de tanto llorar y tragaba agua entre sollozos.
- Klaüs, baja de las nubes de una vez - le decía la profesora - ¿Se puede saber de
qué diantre te estabas riendo?
- Qué lástima que al final se haya salvado - pensó - ...pero no volverá a tener tanta
suerte.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
TEMER LA INCERTIDUMBRE
- ¡Anda Klaüs! cuéntales a estos señores ese chiste tan divertido que tú te sabes - le
decía Básil exaltado por la conversación.
Tras las distendidas vacaciones de verano llegaba la hora de volver a casa, estaban
comenzando a agotarse las horas mientras sus padres hacían de nuevo las maletas.
Durante todo el mes de agosto estuvieron hospedándose en un apartamento enfrente
mismo de la playa y aquella misma tarde vendrían los caseros a cobrarles el resto de
la pensión. El apartamento no era muy grande pero tenía la particularidad de que al
ser la última altura del edificio poseía una terraza magnífica desde donde podía verse
la costa de punta a punta. El horizonte trazaba el límite entre el cielo y el mar, una
bonita estampa ajena totalmente a la vida cotidiana del joven Klaüs.
Sentados a la mesa que había en la terraza, sus padres y un matrimonio mayor que
eran los arrendatarios tomaban café mientras hablaban de cosas de adultos; Klaüs
apareció en escena jugando a que su muñeco de Skeletor se precipitaba al vacío
desde la cornisa.
- ¡Klaüs! no juegues tan cerca de la barandilla que te puedes caer - le reprendió su
madre.
- Vale, vale ¡Hay que ver cómo eres! - le contestó con picardía. Su respuesta
despertó la simpatía del señor casero.
- Cuéntales el chiste ese que te contó tu abuelo, hombre - le demandó una vez más
su padre.
- ¡Bueeno! - aceptó Klaüs resignado - Os contaré el chiste...
La pareja le observaban divertidos ante su natural descaro. Dejó el muñeco sobre la
mesa y se preparó para transmitirles la ocurrencia de su abuelo con la misma gracia
que le ponía él.
- ¿Sabéis cual es el colmo de una aceituna? - les preguntó divertido.
Tras un momento de reflexión en la que el casero dejó entrever el esbozo de una
sonrisa finalmente terminó por demandarle:
- No, ¿Cuál es?
- Pues, ir a esquiar... ¡Y romperse un hueso!
Su representación fue un tremendo éxito, sus padres se echaron a reír, acto seguido
los caseros. Después del instante de alboroto Klaüs se aventuró a contarles otro
chiste motivado por la sorprendente acogida de su público. Los adultos le permitieron
un segundo, pero esta vez pareció no hacerles tanta gracia como la anterior y
sencillamente se limitaron a agradecerle su actuación.
- Este chiste me lo contó mi abuelo - les explicaba Klaüs.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Ya lo has dicho antes, guapo - le contestó la mujer del casero - Lo has hecho muy
bien, tu abuelo debe de ser un señor muy divertido.
- Sí que lo es. Tengo ganas de volver a casa para verles.
- ¿Es que no lo has pasado bien en el apartamento? - le sugiere el casero.
- No es eso. Sí que me lo he pasado muy bien yendo a la playa... pero es que ya les
echo de menos; al abuelo y a mi abuela.
- Sobretodo a la hora de comer ¿verdad? - apunta Cloe con argucia, entonces
volvieron todos a reír.
Estaba cayendo el sol cuando terminaron despidiéndose de los arrendatarios, Klaüs
aprovechó para tumbarse a leer en la cama del apartamento por última vez mientras
en la habitación de al lado sus padres cerraban las maletas y se disponían a bajarlas
al coche.
- Vayámonos Klaüs - le dijo su padre.
- ¿Puedes pedirle a los caseros si me dejarían llevarme la lamparita que hace
música? - le preguntó él.
- No. Déjala ahí donde está. Ya la volverás a ver el año que viene - le respondió Básil
que acarreaba con las maletas más grandes.
Cuando finalmente cargaron el coche emprendieron la marcha de vuelta a casa.
Durante el viaje de regreso Klaüs se tumbó una vez más en el asiento trasero;
mirando fijamente al techo quedó hipnotizado dentro del tapiz de puntos del mismo,
comenzó a recordar los días felices que había pasado en la playa junto a sus padres,
los nuevos amigos que había hecho y sobretodo los desayunos a base de pan
baguette con mantequilla de cada mañana. Era una lástima que una temporada tan
buena tocase a su fin y además se hiciese tan corta; ahora que volvía a casa podría
encontrarse de nuevo con sus abuelos y jugar con los juguetes que no llevó al
apartamento... pero volver también implicaba retomar la rutina y comenzar de nuevo
en el colegio.
Klaüs había terminado los dos primeros cursos de preescolar y hasta entonces todo
parecía acontecer a un ritmo vertiginoso. Cuando llegase septiembre se convertiría
sin remedio en uno de los Grandes, entonces jugaría a baloncesto en el patio de
abajo y sería él quien miraría hacia arriba para ver a los pequeños.
Tal vez tuviesen un profesor en lugar de una profesora como venía siendo costumbre,
eso le recordaba tristemente la historia que le había contado su abuelo en la que se
vio obligado a escapar de un austero profesor y sentía pánico de que a él pudiese
sucederle lo mismo. También le temía a las cátedras complicadas, cuando
comenzase el nuevo curso en el colegio con toda seguridad las lecciones se volverían
más embrolladas y le exigirían mayor concentración y responsabilidad. El nuevo
planteamiento no dejaba indiferente al joven Klaüs que ya llevaba unos días
conjeturando acerca de lo que le depararía la escuela en el ciclo próximo.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Se avecinaba otro gran cambio y una vez más le atemorizaba la tensa incertidumbre
de no saber ver más allá de los mismos acontecimientos. A la vuelta aún podría
disponer de varios días para disfrutar de su tiempo de ocio, aunque sabía seguro que
en cualquier momento su madre terminaría por anunciarle el retorno inminente a la
escuela.
- Ya me preocuparé de eso cuando suceda - pensaba, y el transcurrir de los días
terminó llevándole hasta la tarde de otro domingo luctuoso previo al comienzo de un
nuevo curso escolar.
La suerte estaba echada.
***
VANIDAD
Una vez aseado, Klaüs se dirigía a la cocina dispuesto a tomar el primer vaso de
leche del nuevo curso escolar. Había pasado la noche entera dando vueltas en la
cama y se encontraba agotado, por el momento la cosa no parecía haber cambiado
mucho respecto al año anterior salvo que en lugar de llevarse una bolsa de tela con
su almuerzo al colegio ahora debía cargar con una mochila en la que llevaba también
los libros de texto.
La mochila olía aún a nueva y su fragancia combinada con el olor del papel impreso
le motivaban a comenzar las clases con algo más de entusiasmo. En cuanto
terminaron de desayunar, su madre y él salieron de casa y llegaron al edificio de la
escuela poco antes de la hora, esta vez entraban por la puerta principal tal y como lo
hacían los Grandes. En el patio se encontraron con largas filas de niños que
esperaban frente a sus respectivas clases; los chicos de mayor edad formaban la
primera cola, así que Cloe le acompañó hasta la última pues allí era donde
aguardaban sus compañeros de clase. Aquella mañana en el patio de la escuela se
respiraba un ambiente distinto, parecía como si toda la diversión hubiese tocado a su
fin; los chicos se comportaban con seriedad y mantenían un orden perfecto en las
filas. Estaba asustado, debía haber llegado finalmente uno de los momentos que más
estuvo temiendo desde que tenía uso de razón, por lo visto estaba a las puertas de
hacerse mayor; en cuanto entrase por la puerta se despejaría su incógnita. Ahogado
por la tensión, Klaüs se sentó cerca de la ventana manteniendo la prudencia, ni muy
cerca ni muy lejos de la tarima donde se sentaría su profesor. A diferencia de las
mesas del parvulario los pupitres tenían un cajón justo debajo de la tabla; mientras
aguardaban empleó un momento para colocar en él sus libros, el estuche y su
desayuno. La puerta se cerró cuando el maestro entró en el aula; el nuevo profesor
era un hombre anciano, con el cabello cano y unas grandes gafas de pasta marrón.
Se hizo un prudente silencio en la clase y acto seguido comenzó a pasar lista.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Día a día
Su abuela era quien se encargaba de despertarle por las mañanas una vez que su
madre se marchaba a trabajar. Entonces le vestía, le aseaba y le calentaba el vaso
de leche que Cloe había dejado previamente en un cazo sobre los fogones. Llevaba
días sin vomitar de camino al colegio pese a que en alguna ocasión había tenido que
contener las arcadas. Bartolomé empleaba la primera hora enseñándoles
matemáticas, poco después llegaba el recreo; de vuelta el profesor les ponía
ejercicios de sumas o restas para resolver y finalmente a la una del mediodía sonaba
el timbre dando por terminadas las clases de la mañana. Era su abuelo Pepe quien
venía a esperarle a la salida de la escuela y de ahí regresaban a casa para comer.
Aunque su madre no lo aprobase, la abuela de Klaüs continuaba cocinándole
únicamente aquello que sabía que a él le gustaba.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Una vez habían terminado de comer, los tres se ponían a jugar una partida a las
cartas hasta que llegaba la hora de que Klaüs regresara al colegio. Entonces era su
abuela Bruna la que le acompañaba de vuelta. Por las tardes dedicaban la clase a la
lectura de un libro de literatura juvenil, para Klaüs era su hora más ociosa pues podía
jactarse de saber leer perfectamente bien delante de los demás. Escuchaba cómo
sus compañeros leían con dificultad y se percataba de cuánto les costaba seguir el
ritmo, ya que no entendían algunas de las palabras e incluso les fallaba la
pronunciación o la entonación en las frases. La gran mayoría de ellos aborrecían la
hora de lectura; solo unos pocos, al igual que Klaüs, también sabían leer
correctamente desde el principio de curso. Tendía a pensar grandilocuente que aun
siendo el más pequeño de la clase era con total certeza el que mejor leía de todos.
Cuando el reloj que había sobre la puerta del aula daba las cinco volvía a sonar el
timbre y Bartolomé les despedía hasta el día siguiente mientras recogían los libros de
lectura. Cuando los habían guardado todos en el armario tomaban sus carteras y se
disponían para marchar. Cloe le esperaba a la salida para regresar juntos a casa.
Después de merendar Klaüs se quedaba viendo la tele mientras su madre planchaba.
La tarde se tornaba triste en cuanto comenzaba a caer el sol, era entonces cuando
llegaba Básil; luego cenaban y, al terminar, Klaüs se iba a la cama a leer.
Una vez apagadas las luces su padre o su madre se turnaban para ir a arroparle y
darle las buenas noches.
- Hasta mañana. Que descanses - le decían. En ocasiones Básil tenía el detalle de
traerle una pieza de chocolate a la cama.
Poco antes de conciliar el sueño, en la oscuridad de su habitación, meditaba a solas
sobre aquellos aspectos de la vida cotidiana que tan abstraído le tenían. Recordaba
momentos que habían acontecido en el colegio; conversaciones que había mantenido
con sus abuelos; escenas de los dibujos animados que había visto por la tarde o
rememoraba fragmentos de la lectura del día hasta que caía vencido por la propia
somnolencia. Mañana será otro día Klaüs, colmado de experiencias por descubrir.
***
SIEMPRE HAY ALGUIEN
Desde el primer momento en que la oyó leer se dio cuenta de que había conseguido
cautivarle por completo; leía despacio, segura de su pronunciación y a la vez con un
timbre adorable. Durante el tiempo en que ella intervenía Klaüs llegaba a sentir
verdadero deleite, seducido por su voz como aquellos desdichados marineros que
escuchaban el canto de las sirenas. Laura era una niña que a diferencia de las demás
se advertía exquisitamente instruida y de buenas maneras. Reflexiva y formal, a
pesar de su corta edad poseía una eminente feminidad que le otorgaba una
sensualidad singular; sensualidad con la que llegó a embelesar en algún momento a
todos y cada uno de los chicos de la clase; sensualidad que sirvió para dar comienzo
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Valiéndose de las apariencias Klaüs conjeturó sobre aquella mujer que debía tratarse
de una persona de carácter estricto, pues parecía más una institutriz que una madre
afectuosa; de todas formas con él había sido cordial y halagadora. La tensión durante
el encuentro llegó justo después y no fue debido al firme temperamento de la madre
de Laura, mientras regresaban camino a casa Klaüs sintió sin motivo aparente
verdadera vergüenza de hablarle a su compañera, se dio cuenta de que era incapaz
de dirigirle la palabra y prefirió escuchar en silencio cómo conversaban entre ellas; a
Laura en cambio se la veía muy segura a la hora de intervenir, como cuando recitaba
en la escuela.
Durante el camino de vuelta Klaüs estuvo interrogándola en secreto con todos sus
sentidos, su compañera era aún más bonita de cerca pues su belleza no residía
únicamente en el timbre de su voz. Tan cautivador como su modo de hablar era su
perfume o su elegante y femenino aspecto; ya de por sí las colonias que usaban las
chicas solían oler muy bien pero en ningún caso habían conseguido embriagarle tanto
como la fragancia de Laura, resultado de la combinación de su perfume con el aroma
del champú de su cabello; algo así como una mezcla entre caramelos de fresa, flores
y fruta de verano. Laura vivía una calle por detrás de su casa, justo al lado del garaje
donde encerraba su padre el coche. ¡Qué intrigante coincidencia! vivían tan cerca el
uno del otro que tal vez con el tiempo podrían llegar a ser amigos. Klaüs estaba
verdaderamente interesado en que eso sucediera.
- ¡Hasta mañana! - se decían al despedirse.
Todos los días sonaba el timbre a las cinco y Klaüs esperaba con impaciencia el
momento en el que Laura y él regresarían a casa juntos. El hecho de que les
acompañaran sus respectivas madres durante el trayecto le hacía sentir bastante
incómodo pues se avergonzaba de que Cloe le tratase como un crío delante de ella.
***
ENSIMISMADO
Tras varios días regresando a casa juntos finalmente terminaron por conversar.
Mientras sus respectivas madres hablaban sobre los detergentes con los que lavaban
la ropa Laura aflojó un poco el paso y se puso a la altura de Klaüs, que andaba unos
metros por detrás de ellas contemplando los escaparates.
- ¿Tú has pasado ya la varicela? - le preguntó Laura.
- Sí, la pasé el año pasado - le contestó nervioso. Era la primera vez que se dirigía a
él y se dio cuenta de lo cohibido que se sentía al hablarle.
- Yo también la pasé el año pasado y lo pasé fatal. Me pasé una semana en la cama
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
pasando mucha fiebre - ella le hablaba, pero Klaüs apenas sí conseguía prestar
atención a sus palabras; se percató de que se redundaba la mayoría del tiempo pero
aun así no le dio importancia, se encontraba como fascinado mirándole la nuca. Laura
llevaba el pelo corto, a la altura de los lóbulos justo debajo de los pendientes de perla,
dejando a la vista su cuello que era terso, delicado y escultural. El instante se
prolongó mientras pudo contener la respiración, en cuanto volvió a tomar aire sintió su
perfume más cerca que nunca y cayó nuevamente presa de su encanto.
- ¿Klaüs?... te estaba hablando - le dijo. Recuperó el concierto con la realidad cuando
ella se puso a mirarle fijamente a los ojos para ver si le encontraba. Klaüs se sonrojó
al sentirse descubierto y Laura se echó a reír al verle tan embobado.
- ¿Qué te ha pasado? - le preguntaba divertida - ¿Te has ido de paseo?
-Eh, no... - le contestó apurado - Estaba aquí, pero estaba pensando en algo.
- Pues ya me dirás en qué estabas pensando.
- No, nada... cosas mías - le contestó para escabullirse.
- Ah... vale - poco después se hizo el silencio durante un rato, Klaüs no dejaba de
pensar en aquello tan hermoso que acababa de ver y Laura no dejó de sonreirle
durante todo el camino de vuelta.
- Eres un poco raro ¿eh? - le dijo, y su comentario despertó la risa en ambos. La
madre de Laura cayó en la cuenta de que se andaban divirtiendo y le dedicó una
sonrisa de aprobación a Klaüs.
- A su madre le gusto - pensó - Entonces seguro que a ella también.
Estaba oscureciendo cuando llegaron al cruce en el que se solían despedir, Cloe se
dirigió a él y le dijo:
- Es una lástima que a partir de ahora ya no nos vayamos a ver tanto - Klaüs se
sorprendió de su afirmación y reaccionó al instante.
- ¿Por qué? - le preguntó asustado
- ¿No te acuerdas que lo hablamos? - le sugería Cloe. Aún estaba sorprendido, ni
siquiera sabía de qué le estaba hablando.
- ¿No te acuerdas Klaüs? - le recriminaba ahora sensiblemente enfadada - Te dije
que mañana comenzabas las clases de kárate...
- ¿Quéé? - le contestó Klaüs con desencanto. A su madre no le hizo ninguna gracia
su reacción y se limitó a lanzarle una mirada ruda.
Cloe estaba en lo cierto, justo después de las vacaciones él le habló de las clases de
kárate a las que iban sus compañeros y ella le había apuntado por las tardes después
del colegio. Por casualidad sus padres tenían unos amigos en el barrio cuyos hijos,
que debían rondar los veintitantos, habían comenzado a impartir clases de kárate
para niños en un gimnasio cerca de su casa.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
***
POSTINERO
- ¿Tú tienes video? - le preguntó uno de sus compañeros de kárate durante la clase.
- Sí, mis padres compraron un Uve hache ese y la primera película que cogimos fue
El retorno del yedi que acababa de salir - le contestaba Klaüs.
- Se dice yedai - le corrigió.
- Se dice yedi - le rebatió Klaüs.
- Se dice yedai, ¿y has visto la de Cocodrilo Dandí? - prosiguió el chico en voz baja.
El Sempai había salido un momento y, mientras, ellos permanecían a la espera en
posición de saludo: firmes y presentando los puños a la altura de la cintura. Klaüs
dedicó un momento a inspeccionar la sala para no ser sorprendido por el profesor
durante la conversación con su compañero. Del gimnasio emanaba una fuerte mezcla
de olores, una combinación que incluía el clásico aroma a pino de la lejía que
empleaban para desinfectar, madera de parquet y plástico de las colchonetas.
- No, no la he visto. Ya la alquilaré. ¿es buena? - le consultó Klaüs a la vez que
procuraba prestar atención por si regresaba el maestro. El castigo por hablar durante
la clase era hacer veinte flexiones.
- Sí, es muy buena. Ya la he alquilado dos veces, a mí me gusta mucho. Me llamo
Yod - tras unos instantes de amena conversación el chico se terminó presentando.
- Yo me llamo Klaüs y mi primo... - dejó por terminar la frase que estaba articulando
cuando advirtió que alguien subía por la escalera y guardó silencio de inmediato.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¿Tu primo qué? - le preguntaba Yod. Klaüs miraba al frente y fue en ese mismo
momento cuando apareció el Sempai.
- Yod ¿otra vez te pillo hablando? - le preguntó el maestro haciendo gala de un
semblante severo y autoritario. Como no encontró respuesta le mandó al rincón a
hacer veinte flexiones. Yod se fue para el rincón lamentándose.
- Y si te oigo hablar otra vez... ¡harás cuarenta! - sentenció el profesor.
En el gimnasio las clases se regían por unas normas muy estrictas, tal como les
instruía su Sensei la disciplina era fundamental y sobretodo debían aprender a
obedecer sus ordenes. Cada tarde comenzaban corriendo durante aproximadamente
diez minutos, después el Sensei les exigía hacer algunos ejercicios de calentamiento
y finalmente su Sempai les instruía en los ejercicios llamados Katas, estos eran una
serie de movimientos sincronizados que debían reproducir siempre en el mismo
orden; algo así como un baile a base de puñetazos y patadas.
Klaüs lo pasaba francamente mal durante el tiempo en que les hacían correr
alrededor de la sala, terminaba agotado tras los diez minutos de carrera. Por fortuna
el resto de la clase era más sosegado, incluso descubrió que tenía cierta facilidad
para asimilar los Katas y el orden de sus movimientos. Las flexiones eran sin lugar a
dudas otro de los puntos negros de las clases de kárate así que optó por obedecer en
todo momento para no tener que hacerlas.
Se sucedieron las semanas de forma rutinaria, tanto en la escuela como en el
gimnasio hasta que, una vez más, se presentaron las vacaciones de navidad justo
cuando un frente frío trajo las primeras tormentas invernales. Klaüs llevaba
esperándolas con impaciencia mucho tiempo antes de que acabase incluso el verano.
Les solía preguntar a sus padres por ellas pues el recuerdo de las navidades pasadas
perduraba gratamente en su memoria.
- ¿Cuándo va a ser navidad? - les había preguntado a sus padres a mitad de agosto.
- Pero ¿Cómo preguntas por la navidad si aún estamos en verano? - le contestaban.
- Ya pero ¿Cuánto falta más o menos para que sea navidad? - les insistía Klaüs.
- Por lo menos faltan ciento veinte días - le respondió Básil.
- ¡Ah bueno! Entonces no queda tanto - les sugirió aliviado al conocer su respuesta,
inmediatamente consiguió que sus padres se pusieran a reír a costa de su sentido
optimismo.
Los días se habían hecho eternos durante la espera, llegó la última clase de kárate y
con ella el pistoletazo de arranque para las fiestas de navidad.
- La semana próxima haremos una exhibición en el mismo gimnasio a la que podéis
invitar a asistir a vuestros padres y a dos amigos por alumno - les anunció el Sempai.
- Invitaré a Laura - pensaba Klaüs.
Debía contar con otro, así que además de a Laura también invitó a un compañero
suyo que se llamaba Jorge, un chico con el que solía jugar durante el recreo y que al
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
igual que ella también vivía cerca de su casa. A la mañana siguiente les comunicó
emocionado a sus dos compañeros que estaría encantado de que pudiesen asistir al
evento con lo que ambos aceptaron después de consultar a sus respectivas madres.
Klaüs había conseguido atraer a Laura hacia su vida, durante la exhibición no le quitó
ojo de encima, estaba dispuesto a demostrarle a la chica que también podía ser
objeto de deseo tal como ella lo era para él.
Los Grandes fueron los primeros en actuar rompiendo unas tablas de un solo golpe;
el grupo de los pequeños en el que se encontraba Klaüs interpretaron un Kata todos a
la vez y tras ellos el profesor rompió unas tejas de un cabezazo.
Laura debía quedar impresionada y con su participación en el evento Klaüs ganó para
sí una importante victoria moral. Después de la exhibición las navidades estaban ya al
caer.
***
DÍAS DE LLUVIA
La calle estaba inundada por un espectro en escala de grises. Eran las ocho y media
de la mañana y camino del colegio el cielo se mostraba cubierto hasta sus confines
por una gran nube color algodón, tal como si ésta fuese la nave nodriza de los
Visitantes acechando a la tierra. Antes de salir de casa Cloe le había calzado con las
botas que compraron la tarde anterior en la zapatería, ella las llamaba Botas de Agua
aunque no estaban hechas de agua sino que servían para evitar mojarse los pies en
los días de lluvia. Las gotas golpeaban contra la tela del paraguas en un compás
constante que inducía al relax, las bocas de alcantarillado exhalaban un extraño
humo blanco y los coches circulaban creando olas que rompían contra la orilla de la
calzada.
- ¡Mira por donde andas! ¡Me estás mojando entera Klaüs! - protestó su madre
cuando en un descuido Klaüs acercó demasiado el paraguas contra ella. Los demás
se sonrieron ante el despiste.
Klaüs: ¿Visteis ayer Escubi Dú? - les propuso para cambiar de tema.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Jorge: Sí, fue buenísimo. Cuando Shagui se comía el bocata, luego Escubi se
escondía, y luego salía un fantasma que era un buzo.
Laura: Yo estuve viendo Luz de Luna.
Laura: No, es una serie. La vi ayer con mi hermana. Vamos un poco tarde ¿no?
La madre de Laura iba delante, durante el camino estuvo dirigiendo al grupo por
aquellas aceras en donde los balcones de los edificios eran más anchos para así
procurar que se mojasen lo menos posible. Igualmente Klaüs y Jorge no
desperdiciaban cualquier oportunidad para saltar dentro de los charcos que iban
encontrando conforme avanzaban.
Madre de Laura: ¡No saltéis dentro de los charcos! ¡que salpicáis a la gente, hombre!
- les regañó.
Klaüs: ¿Por qué llueve? - le preguntó a Jorge cuando ambos se quedaron atrás
chapoteando con sus botas en el agua de un gran charco.
Jorge: Lo que pasa es que las nubes se juntan para que no nos caigan encima las
lágrimas.
Jorge: Mi madre dice que las nubes sirven como de colador, así las lágrimas se
hacen trocitos pequeños y se convierten en gotitas de lluvia.
Jorge: Porque las lágrimas de Dios son muy grandes y si nos cayeran encima nos
podríamos ahogar.
Laura: Ja ja ja ja.
Laura: Sí hombre, es lo que usa tu mamá para colar el zumo y quitarle la pulpa.
Klaüs: Ah sí, la red esa. Mi madre la usa a veces para quitarle la nata a la leche.
Laura: (dirigiéndose a Jorge) - Klaüs quiere decir la nata que se hace encima de la
leche cuando está muy caliente.
Fue entonces cuando Jorge dio un último salto dentro del charco, y lo hizo con tanta
fuerza que sin querer salpicó por completo el pantalón de Klaüs. El agua entró a
través calándole la ropa, la bota y los calcetines.
Cloe: ¿Lo ves? Eso te pasa por no hacer caso. Ahora vas a ir todo el día con el
pantalón hecho un cristo.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
PIDE UN DESEO
Aquel invierno tampoco nevó, ya llevaba dos años seguidos sin nevar lo cual
contribuyó a que las navidades fuesen un tanto anodinas. Como mandaba la
costumbre, el día después de nochebuena se reunieron otra vez toda la familia para
celebrar un gran banquete. Klaüs volvió a recibir muchos presentes, entre ellos un
juego de Trivial, un microscopio y un juego de química; regalos que eran más propios
de un niño Listo de la clase y que le hacían creer que era esa realmente su condición;
de hecho ser un empollón no era mérito de reproches por aquel entonces.
Tras el día de navidad llegó también su cumpleaños, sus padres celebraron una fiesta
en casa e invitaron a unos ocho o nueve de los compañeros que iban a su escuela,
entre ellos de nuevo Laura y Jorge. Emocionado ante el acontecimiento empleó las
últimas horas de la tarde, antes de comenzar la fiesta, para plasmar en papel su
particular inspiración y estuvo dibujando durante varias horas. Dedicaba tanto tiempo
a leer y a ver la televisión que finalmente terminó por conjugar el ocio con su
imaginación para crear algo. De entre los bocetos apareció el personaje de Raid, del
que se servía para poder vivir la inmensa vida imaginaria que poseía a través de sus
tebeos; en ellos visitaba el castillo de los fantasmas, revivía situaciones estúpidas de
series de televisión tales como Scooby Doo, Fraggle Rock o Barrio Sésamo y
reproducía también momentos de sus entonces idolatradas películas Cazafantasmas
y La guerra de las galaxias.
Poco antes de que comenzasen a venir los invitados terminó de dibujar dos historias
de Raid en sendos folios, había hecho uno para Laura y otro para Jorge.
Durante el transcurso de la fiesta les entregó ilusionado aquellos dibujos en los que
había empleado desmedida dedicación, la primera impresión de ellos fue recibirlos
con agrado mientras Klaüs les hablaba sobre el significado y el humor de cada una de
las viñetas. Después del primer vistazo ambos abandonaron la lectura para seguir
jugando y, al marcharse, tanto Laura como Jorge olvidaron sus hojas sobre la cama,
a lo que Klaüs terminó por sentirse decepcionado con su obra. Tal vez sus tebeos no
eran tan buenos como él pensaba.
El comienzo
Una noche durante las vacaciones de navidad se produjo un acontecimiento singular,
totalmente trascendental en la vida imaginaria de Klaüs puesto que tal suceso le
otorgó un presente que ni siquiera los mismísimos Reyes Magos podrían haberle
concedido. Básil le avisó para que saliese al balcón con él y señalándole el cielo le
mostró una mancha que brillaba esplendente entre la oscuridad.
- Tenemos mucha suerte de poder verlo esta noche - le dijo.
Klaüs observaba atónito la estrella fugaz pero aun así seguía sin encontrarle el
entusiasmo. Básil proseguía:
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Este cometa gira alrededor del sol y solo una vez cada setenta años podemos
observarlo desde la tierra. Lo más probable es que no lleguemos a verlo una segunda
vez - su padre contemplaba el fulgor del astro mientras le hablaba.
- De los cometas dicen que pueden cumplir un deseo a todos aquellos que los
contemplan. Si piensas un deseo se te cumplirá.
Klaüs no vaciló un segundo, cerró los ojos y mientras pensaba en Laura le pidió al
cometa:
- Quiero conocer el amor.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
EL AMOR PLATONICO
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
EL VIAJERO
Los libros, la televisión y el cine nos muestran lugares en los que no hemos estado.
Algunas veces consiguen despertar nuestra curiosidad y esta nos empuja a
aventurarnos en viajes para conocer de cerca los parajes de ensueño que se ilustran
a través de los medios.
Al viajero que quiso conocer el misterioso enclave del amor le bastó con visitar su
comarca, y aun así su travesía le llevó más lejos que a aquel que llegó hasta los
confines del mundo, pues en ella pudo vivir.
La verdadera pregunta que debería hacerse la gente a la hora de embarcarse en un
viaje no sería “¿Adónde voy?” sino “¿Hasta dónde quiero llegar?”
Puesto que el rumbo en realidad lo marca uno mismo; ya sea en Egipto o en una
estación de autobús cerca de nuestra casa se trata de vivir.
No se debe esperar encontrar la esencia de la vida en lugares remotos pues las
cosas que uno de verdad precisa las llevamos con nosotros.
Sencillamente se trata de saber adónde quieres llegar y así, viviendo cada momento,
las experiencias conducirán nuestro bajel a buen puerto.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
EL PRIMER BESO
Era tan solo un niño, y además colmado de imaginación, pero aun así Klaüs Zayin no
las tenía todas consigo cuando le dijeron que pensar en un deseo mientras se
contemplaba una estrella fugaz era la fórmula mágicapara que éste se cumpliera. Por
lo pronto no era consciente de lo que le había pedido al astro ¿Qué podía saber un
niño tan pequeño acerca del amor? ¿Qué podía saber un niño tan pequeño acerca de
nada?. El cometa surcó el cielo dejando tras de sí su refulgente estela y desapareció
entre los últimos edificios allí donde le alcanzaba la vista.
Claro está que lo único que un niño como era entonces Klaüs podía conocer del amor
eran los besos de los cuentos y los de las películas. Aquel beso que se entregaban
los protagonistas al final del relato o del filme evidenciaban el comienzo del camino
hacia el matrimonio; con aquel gesto se sellaba el compromiso para siempre,
prometiendo felicidad imperecedera para ambos. Klaüs le había pedido al cometa
conocer el amor mientras fantaseaba con besar a Laura ya que entonces ella lo era
todo para él. Tal vez si hubiese tenido la posibilidad de reflexionar acerca de su deseo
,y conocer mejor las condiciones y los riesgos a los que se exponía, probablemente
no lo hubiese codiciado de la misma manera... aunque de no ser así nunca se le
hubiese conferido la maravillosa experiencia de conocer el misterio del amor.
Una vez más tras las vacaciones de navidad se retomaron las clases en el colegio,
era la primera ocasión en la que Klaüs podía sentirse verdaderamente ilusionado por
el hecho de regresar a la escuela, pues allí siempre se podría encontrar con Laura.
Durante las clases la solía mirar, se deleitaba fantaseando con besar sus labios tal y
como se besaban los enamorados en la televisión; cada momento que tenía la
oportunidad de escuchar su voz se transformaba en una valiosa ofrenda para él.
Junto con su recién descubierto primer amor llegaron también sus primeros amigos:
Manuel, Carlos y Yod. Los tres guardaban mucho en común con él ya que a ninguno
de ellos les entusiasmaba particularmente el jugar a fútbol ni a baloncesto con los
demás niños; tampoco jugaban con las niñas, formaban algo así como un grupo
alternativo. Según el día, a sus juegos se incorporaban aquellos chicos que habían
sido excluidos del equipo de fútbol, o los que se habían enfadado con el mundo y no
tenían a nadie más con quien jugar; según el día iba alternándose la composición de
la cuadrilla, pero al final los que conformaban el grupo con asiduidad eran ellos
cuatro. Los mismos Mosqueperros eran cuatro también, así que no les sobraba ni les
faltaba nadie.
Y es que entonces había comenzado ya la división por género entre los niños y las
niñas dentro de la misma clase. A la hora del recreo se repartían para jugar por los
tres patios del colegio: el patio cubierto, el pequeño y el grande. Las niñas
acostumbraban a jugar en el patio cubierto a la comba, a balón prisionero o a voleibol.
Los niños jugaban a diversos deportes en el patio pequeño y de manera ocasional en
el patio grande con los Grandes.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Por contra Klaüs y sus nuevos amigos solían jugar al escondite o al pilla-pilla en
cualquiera de los tres patios, otras veces pasaban la hora entera del recreo sentados
en las escaleras de la puerta de la entrada hablando sobre las películas que habían
visto o los dibujos animados que hacían últimamente por la tele. Una mañana en la
que conversaban sobre los videojuegos, que por aquel entonces comenzaban a
existir en los primeros ordenadores personales de los que muy pocos podían
disponer, fue cuando por casualidad el ordenador de su primo Sergio les sirvió como
nexo en común para afianzar su amistad.
- Mi primo Sergio tiene un Amstrad - les decía Klaüs.
- ¡Es el mismo ordenador que tengo yo! - le respondía Manuel - ¿Tiene juegos de
cartucho?
- Sí, tiene uno de naves que no me gusta que se llama Salamander, otro de Kung fu
que es el mejor, y otro que se llama Usas.
- ¿Usas? - le preguntaba a su vez Carlos - ¿Ese de qué va?
- Va de dos personajes que uno lanza rayos y el otro da patadas, es como un
laberinto y salen zombis que los tienes que matar - le contestó Klaüs.
- ¿Zombis? ¡Uauh! - se exclamaba Carlos entusiasmado.
- Sí, ese me gusta mucho - continuaba Klaüs - Nos tiramos horas jugando a ese, mi
padre nos dice que se nos va a poner cara de pantalla.
- ¿Le podrás decir a tu primo que me lo deje? - le pidió Manuel - Yo tengo muchos
juegos en cinta pero ninguno de cartucho.
- Se lo puedo decir cuando le vea - le dijo Klaüs.
- Vale, así le enseño los que yo tengo. Les quiero pedir a mis padres que me compren
uno de cartucho que se llama Naitmare - por lo pronto Manuel les propuso invitarles a
él y a Carlos a asistit a su fiesta de cumpleaños.
- ¿Puedo ir yo también? - le pedía Yod a Manuel estirándole insistentemente de la
manga.
- No sé, supongo que sí - le contestó.
El beso
Estaba a punto de concluir el tiempo de recreo cuando Klaüs aún deambulaba por el
patio grande jugando al escondite con sus nuevos amigos. Aquella vez se había
escondido muy bien y estaban tardando mucho en encontrarle. Desde su escondrijo
les veía pasar corriendo, buscándole por todas partes como desesperados mientras
él permanecía oculto detrás de una de las columnas frente a la puerta del aula de los
Grandes.
Oyó pasos tras de sí y pensó que en contra de lo que parecía ya habían conseguido
encontrarle, se exaltó tanto como si le fuesen a dar caza unos furtivos. Por fortuna
esta vez no se trataba de ninguno de sus amigos sino que era Laura la que se
acercaba corriendo hacia él; se extrañó de la situación, pues no era demasiado
habitual que ellos dos jugasen juntos, Laura solía ocupar el patio cubierto con las
demás chicas. Cuando llegó frente a él se detuvo por un momento, acto seguido le
propinó un fuerte beso en los labios y tal como vino se fue a toda prisa. Klaüs cayó
sentado por su propio peso, acababa de vivir un mágico instante en el cual terminó
por estallar en júbilo. Regresó a clase exaltado y con el corazón latiéndole a un ritmo
trepidante, se mantuvo eufórico durante el resto del día y prácticamente durante una
semana entera. Gracias a aquel inequívoco gesto de amor acababa de sellar su
compromiso con Laura, la niña más bonita de la clase, y ya no albergaba ninguna
duda acerca de lo que sentía por ella. El cometa le había concedido finalmente su
deseo, mucho antes incluso de lo que él esperaba. A partir de entonces ya no debía
sentirse afligido si por las tardes no la veía en el camino de vuelta a casa. Creyó con
rotunda seguridad que el beso que le entregó Laura le había convertido en su pareja
y que ya solo era cuestión de esperar pues, tal y como sucedía en las películas, con
el paso los años llegaría a ser su esposa. Cuán pletórico se sentía, entonces no podía
imaginar que el regalo del astro se convertiría con los días en una auténtica
maldición, ingenuo de él ni siquiera se dio cuenta de que aquel beso, de forma
contraria a como sucedía en los cuentos de hadas y en el celuloide, le convirtió en
sapo y le trajo consigo una trágica corriente de infinita melancolía.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
ENAMORADO
Cálida humedad la de sus labios, que se apercibían mullidos al contacto con los míos.
Suavidad la de sus gélidas mejillas al rozarse con mi piel.
Obsequio para el enamorado era la armonía de fragancias que colmaron el momento,
pues aún creo recordar su aliento que junto al sabor dulce de su boca le era
eternamente fiel.
Tener tu rostro tan cerca me seduce y me adormece, siento estar narcotizado.
Me acaricias con tu cabello en la frente y en el profundo mar de tus ojos me baño.
¡Sálvame! estoy perdido, si me besas vuelvo a ver la luz del faro.
Guíame hasta tu orilla, o en la nostalgia de tu amor naufrago.
De entre la neblina que enturbiaba sus pupilas comenzó a vislumbrarse una gran
mancha azul. Cuando Klaüs reconoció la mancha como la esponja con la que se
estaba bañando el resto de los colores resurgieron en gradiente disipando lo que
antes había sido una albina estampa entre la niebla. Recuperó la sensación de
encontrarse sumergido en el agua y despertó por completo cuando su madre le
salpicó cerca de los ojos.
- ¡Klaüs! - le decía Cloe - ¡Que te estás quedando dormido!
- No, no... ya está. Ya estoy aquí - se excusó.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
LONTANANZA
Trabajar
Ya desde el momento en que abandonó la guardería y había entrado en la escuela
tenía la certeza de creer que el hecho de hacerse mayor conllevaba volverse una
persona seria y responsable. Eso a él le creaba desasosiego, pues no tenía intención
de crecer tan pronto; no quería que llegase el momento en que debiera ponerse a
trabajar tal como lo hacían sus padres; no quería madrugar y levantarse cada día a
aquellas desatinadas horas de la mañana en las que ni tan siquiera había amanecido
aún.
Durante la noche se despertó acongojado después de una pesadilla horrible en la que
había ido a visitar una vieja y lóbrega fábrica con su madre.
Aquella fábrica albergaba un centenar de bañeras dispuestas de manera ordenada en
filas, columnas y todas con un número de serie. En cada una de ellas estaba
asignado un operario y en una de aquellas bañeras trabajaba cada día su padre.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Alergias
Cada día que pasaba se le hacía más cuesta arriba; cada tarde le costaba más ir a
kárate. La mayor parte del tiempo se encontraba agotado y su Sempai, lejos de
tenerle consideración, no hacía más que exigirle un esfuerzo desmedido. Klaüs se
aquejaba constantemente de las agujetas que llevaba arrastrando durante varias
semanas, su profesor le sugirió que necesitaría beber agua con azúcar para que se le
aliviasen pero al cabo de unos días éstas aún no habían desaparecido. En adelante
comenzó a sentirse todavía más cansado e incluso solía ahogarse durante el
ejercicio; el pesar de tener que asistir a las clases de kárate se convirtió en el mismo
que vivió cuando estuvo yendo a natación. Klaüs habló de ello con su madre pero fue
incapaz de decirle que no quería ir más por tal de no disgustarla.
Una tarde salieron de excursión con sus compañeros del colegio, Bartolomé les
llevaba al campo para descongestionarles de las angostas clases de matemáticas en
las que ya habían comenzado a multiplicar. A las seis estaban de regreso; durante el
camino de vuelta Klaüs se detuvo a recoger una ortiga para jugar y poco después
empezaban a escocerle los ojos como si hubiese estado inhalando cayena en polvo
por la nariz; inmediatamente se los frotó con las manos para aliviarse el picor, pero
lejos de amainar este se volvía cada vez más insoportable. En unos minutos Klaüs no
podía respirar profundamente, notó cómo la capacidad que tenían sus pulmones para
albergar oxígeno había disminuido de forma considerable; el aire no conseguía llegar,
sus pulmones no se llenaban más que un pequeño soplo a cada vez y con cada
respiración se escuchaba un molesto pitido que provenía de su interior. Los ojos se le
pusieron rojos, curiosamente permanecían secos como la arena del desierto a la par
que lloraba; la garganta y la piel del cuello le ardían incandescentes. El profesor le
devolvió a casa y su madre le llevó al médico a toda prisa.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Retiro
Desde entonces Klaüs pudo volver a hacer sin prisas el camino de vuelta a casa,
aunque por desgracia había dejado de coincidir con Laura y para colmo tampoco la
podría ver ni tan siquiera los fines de semana, ya que ahora los pasaría fuera en un
campamento de montaña con la caravana que sus padres se acababan de comprar.
El camping era el refugio perfecto para aquellas personas que, aquejadas del estrés
cotidiano, deseaban descansar plácidamente al sesegado amparo de la montaña,
pero Klaüs no pretendía eso en absoluto; él necesitaba vivir como los demás niños,
hacer amigos en Yímbale, conocer al resto de sus compañeros de clase, coincidir con
Laura de vez en cuando y ver los dibujos de la tele para luego poderlos comentar con
su cuadrilla a la hora del recreo. La mala fortuna le apartó de todo aquello y desde
entonces cada fin de semana fue condenado sin justo juicio al retiro espiritual más
propio de las personas maduras. En el campamento no había ni tan siquiera niños
con los que jugar, toda la gente que acudía allí eran de la edad de sus padres o
incluso más mayores. La sobria tranquilidad de las montañas le arropó en su tristeza,
se acostumbro a la soledad y a tener únicamente trato con la gente adulta o consigo
mismo. La mayoría del tiempo lo pasaba solo, contadas veces jugaba con su padre al
balón y en el mejor de los casos venían sus tíos con su primo a visitarles.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Básil y Cloe hacían lo posible por invertir su tiempo en él: le enseñaron a jugar a las
cartas, a las damas, al dominó... pero aun así Klaüs se sentía triste en el retiro de la
montaña. Después de comer prefería sentarse solitario junto al río en un compungido
marco invernal, lanzando piedras contra el agua mientras pensaba en aquel beso que
le había dado Laura, en sus complejos y sobretodo en el futuro, tan confuso cuanto
más tiempo llevaba de vida.
El gélido invierno hizo bien su trabajo, terminó por congelarle a Klaüs su joven ánimo
y le convirtió en un niño melancólico de pocas palabras; una conversación con él
resultaba de lo más extravagante puesto que por su cabeza se habían sucedido ya
análisis exhaustivos sobre la trascendencia de su ser más propios de un anciano que
de los que pudiera plantearse un niño de seis años. Obstinado, apático y quejicoso
fueron los rasgos que se marcaron en su personalidad durante aquel año en el que
estaba a punto de cumplir los siete. Por suerte para él, siempre podía vivir en sus
libros; en el camping los libros de aventuras se sumaron a los tebeos dentro la vida
imaginaria de Klaüs, mientras leía se evadía de pensar, dejaba tranquilos a sus
padres y estos a su vez se congratulaban de su pasión por la lectura. En realidad
aquella era la única manera que tenía Klaüs para escapar de aquel mundo absurdo
en el que un niño de seis años vivía la melancolía como si de un poeta vetusto se
tratase. Fue siempre consciente de que aquello no debía ser normal pero
resignándose lo aceptó, pues no le gustaba la idea de tener que enfrentarse a sus
padres, de hecho desdeñaba el tener que enfrentarse con nadie.
***
KLAUS, PEQUEÑOS PROBLEMAS
Klaüs y su abuelo Pepe salían muchas tardes a pasear por el campo, por aquel
entonces el pueblo en el que vivían no había crecido aún, la mitad del término
municipal eran viñedos con una gran explanada al fondo donde se encumbraba una
colina de altos pinos. Antes de tomar el camino hacia la colina se detenían en un
cañaveral cerca del río, allí cogían una caña cada uno, la pelaban y la usaban como
bastón para asistirse en su ascenso. En el campo uno puede apreciar que se respira
mucho mejor que en el pueblo, Klaüs procuraba no tocar las plantas que el médico le
había aconsejado evitar, pues corría el riesgo de que volvieran a provocarle una
reacción alérgica y con ello echar a perder el grato paseo. Pepe era un hombre de
pocas palabras que a la vez se implicaba mucho en su educación, procurando dar
respuesta a todas las preguntas que le hacía de forma que él las pudiese entender.
A Klaüs ya le habían surgido dudas acerca de la vida de sus padres, del trabajo, de la
escuela, sobre las chicas, sobre Dios, sobre la muerte... Había hecho muchas
preguntas a Básil y a Cloe que ellos solían esquivar diciéndole:
A punto de cumplir los siete años vivía ahogado en un mar de dudas, aparte de los
complejos que había ido adquiriendo en su camino también acarreaba muchos
miedos, todos ellos derivados de la ignorancia que por aquel entonces era su peor
enemigo. Se vio con la necesidad de tener respuesta a muchas cosas ¿por qué
habiendo tantos libros a su disposición no era capaz de encontrar en ellos conclusión
a las cuestiones más importantes de la vida? ¿Acaso nadie se las había planteado
antes?
La primera vez que Klaüs tuvo que esforzarse por aprender algo en el colegio fue
cuando dieron las tablas de multiplicar. Por el momento todo lo que habían aprendido
en matemáticas era cuestión de lógica mecánica y de hacer muchos ejercicios, solían
emplear cuadernos de sumas y restas que a él le resultaban harto sencillos, la
mayoría de las veces los hacía a modo de pasatiempo cuando permanecía los fines
de semana recluido en su particular claustro de la montaña. Las tablas de multiplicar
le exigieron prestar atención y aprender a memorizar. Cloe le echaba una mano en su
empresa: los viernes por la tarde, cuando iban al ambulatorio de Yímbale para que
Klaüs se vacunase, su madre le hacía aprenderse por lo menos una de las tablas.
Ella, como su abuelo, también le explicaba las cosas de manera que las pudiese
entender.
Así fue como Klaüs aprendió a multiplicar, una vez más mucho antes que la mayoría
de los chicos de su edad; todavía pertenecía a aquella índole de niños aventajados
que cada vez competían más duro entre ellos por ver quién era el más listo de la
clase. A él siempre le disgustó tener que jugar a ese juego pues yase consideraba
inteligente de por sí; aunque la realidad era que en clase pasaba las horas distraído
mientras le daba vueltas a todo aquello que procuraba entender acerca de su vida. A
los ojos de los demás tenía el perfil clásico del niño que vivía en las nubes: en clase
procuraba no molestar, pero uno podía darse cuenta de que tampoco seguía las
explicaciones como el resto, salvo cuando les hacían leer, entonces sí prestaba
atención, sobretodo mientras esperaba el turno de Laura.
Arte
A su afición por leer se le sumó una nueva cualidad, fue su padre el que consiguió
despertar en él el interés por el dibujo y la pintura. Los propietarios del campamento
al que iban los fines de semana convocaron un concurso de dibujo para todas las
edades al comienzo de la primavera y Básil le convenció para que participase
presentando una lámina.
- Te he visto dibujar y lo haces bastante bien - le confesó Básil. Ante tal halago Klaüs
fue incapaz de negarse a participar por tal de no defraudarle.
Después de comer se puso frente al río en el que solía quedarse para lanzar piedras
al agua y comenzó a dibujar la escena incluyéndose en ella como si estuviese
viéndose a sí mismo desde algunos metros por detrás. Luego regresó a la caravana
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Tras el veredicto del jurado su dibujo no ganó ningún premio, pero Klaüs se sintió tan
orgulloso de su esfuerzo que procuró continuar dibujando con frecuencia a partir de
entonces.
Segregación
A Yod le conocía desde que tenía uso de razón, estuvieron juntos en la misma
guardería y entonces ya era un rebelde a la temprana edad de cuatro años. A Manuel
le conoció a raíz de la charla sobre ordenadores durante el recreo y Carlos apareció
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Jorge, el compañero en el que más se había volcado Klaüs el año anterior, terminó
por juntarse con los chicos que jugaban al fútbol. Poco tiempo después ya casi ni se
hablaban, Jorge hizo nuevos amigos con los que jugar y él desatendió la pérdida sin
otorgarle la menor importancia puesto que en aquel momento se encontraba
absorbido por la ilusión de componer su fenomenal cuadrilla.
Gafas
Una tarde de aquellas en las que no debía asistir al curso de dibujo, Klaüs Zayin se
encontraba sentado frente al televisor cuando su madre le advirtió:
A lo que él le respondió aclarándole que de tan lejos no conseguía ver bien, Cloe lo
interpretó como un gesto de rebeldía por su parte pero no tardaron mucho más en
darse cuenta de lo que de verdad estaba sucediendo. Fue aquella misma semana,
durante la clase de matemáticas, cuando Klaüs se dio cuenta de que no veía lo que
estaba escribiendo el profesor en la pizarra; no veía absolutamente nada. Se había
ido a dormir con total normalidad la noche anterior y al día siguiente era incapaz de
distinguir el color de la tiza en la pizarra. Se echó a llorar desconsolado y fue a
contarle a Bartolomé lo que le sucedía. A la mañana siguiente le llevaban al oculista
para hacerle sus primeras gafas. Klaüs fue el primero de su clase en llevarlas, la
aparición de las gafas marcaron un antes y un después para el resto de su infancia
pues sumaron un complejo más en su lista. Entonces no era común que los niños
llevasen anteojos y él era tan pequeño que los cristales se advertían enormes en la
configuración de su cara. Durante mucho tiempo sus compañeros pudieron llamarle
gafotas cuando pretendían insultarle; el primer año que comenzó a llevarlas los
chicos aún no tenían tan desarrollada su maldad característica como para emplear la
limitación de Klaüs a modo de ultraje, aunque en adelante terminaron por hacerlo
para así referirse a él despectivamente. El doctor le dijo en su consulta que si llevaba
siempre las gafas puestas cabía la posibilidad de que llegase un día en que se
corriegiría su miopía y tal vez, cuando fuese más mayor, podría dejar de usar las
gafas. Con el paso de los años tuvo oportunidad de comprobar que esto no iba a ser
así, más bien al contrario pues cada vez que visitaban al oculista la pérdida de visión
se había agraviado y la graduación de los cristales de sus gafas iba en constante
aumento.
Ira y venganza
Klaüs odiaba sus gafas tanto como cuando escupes enfadado contra el viento y este
te devuelve tu propia saliva directa hacia la cara. Desde que comenzó a llevarlas su
primo Sergio no dejaba de chincharle, durante algún tiempo tuvo que tragar con
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Cuando la paciencia flaqueaba terminaba dándoles las quejas a sus padres, aunque
sabía sobre seguro que en la mayoría de los casos saldría perdiendo y la reprimenda
iría finalmente para él. Su primo, por ser mayor, contaba sin razón aparente con el
privilegio de Básil y Cloe, y bajo ningún concepto ellos iban a regañarle por portarse
mal; para reprenderle ya estaban sus padres aunque luego estos no hicieran nada al
respecto.
Salieron un sábado por la mañana, Básil, su primo Sergio y él para jugar a la pelota
en el polideportivo de Yímbale. Ya durante el trayecto en coche Sergio estuvo
torturándole a base de clavarle su dedo en sendos costados de la cintura a modo de
cosquillas lacerantes; un rato podía ser soportable, pero la cosa ya duraba
demasiado. Estaba harto.
El balón le llegó a los pies cuando tenía a su molesto primo a unos diez metros de
distancia aproximada, Klaüs chutó contra él con todas sus fuerzas y la pelota se
estampó en su estúpido rostro como si de un cañonazo se tratase. El golpe le giró la
cara tal como si hubiese recibido un bofetón correctivo y consiguió acallar su
fastidioso carcajeo al instante. Klaüs se echó a reír triunfal al comprobar que él mismo
había conseguido hacer justicia, su primo comenzó a quejarse de dolor y Básil, que lo
había visto todo como un árbitro riguroso, cargó contra él como nunca antes lo había
hecho. Jamás había visto a su padre tan enfurecido; Básil consiguió intimidarle de
veras cuando le cogió por los hombros zarandeándole mientras le soltaba una
reprimenda a gritos. Él se puso a llorar aterrorizado ante la colérica respuesta de su
padre, que cogió a Sergio de la mano y ambos se fueron hacia el coche dejando a
Klaüs solo en la pista.
Cuando su padre hubo arrancado comprendió que la cosa iba en serio, entonces se
acercó sollozando hacia ellos. Al verle llegar, Básil bajó la ventanilla un poco para
continuar amenazándole nuevamente con marcharse y dejarle allí, le hizo saber con
sus peores maneras que su comportamiento no le parecía normal. El le pidió perdón
a su primo en repetidas ocasiones, pero Básil desoyó sus disculpas y aún se ensañó
más. Ya se le habían agotado las fuerzas para llorar y fue entre sollozos cuando su
padre le dejó subir por fin al coche para volver a casa. A partir de ese momento
comenzó a sentir temor hacia su padre; la antipatía junto con su complejo perduraron
aún por varios años.
***
LAS RAICES DE KLAUS
En el mes de julio Klaüs vivía la mayoría del tiempo con sus abuelos; sus padres aún
debían trabajar mientras no llegase agosto y pudieran irse los tres a veranear a un
apartamento que alquilaban en la playa. Eran sus abuelos maternos quienes se
encargaban de cuidar de él. De hecho, hasta llegada la pubertad, convivió más con
ellos que con sus propios padres. Era su abuela Bruna la que cada día le hacía de
comer y era su abuelo Pepe el que jugaba con él en cuanto habían terminado.
Llegó un momento en el que las vacaciones de verano habían conseguido eclipsar
por completo a las de navidad. La singular maravilla de la estival época del año
residía en que durante el día se prolongaban las horas de luz debido a que, una vez
adelantados los relojes de común acuerdo con el resto de la humanidad, el sol se
ponía más tarde que en invierno. Además, los chicos disponían de tres meses para
poder olvidarse de las aburridas clases en la escuela; aquellas tardes invernales en
las que oscurecía en cuanto salía del colegio le deprimían profundamente, bastante
se debatía ya con su personalidad melancólica como para que encima las estaciones
no le acompañasen. La cálida irradiación solar propia del verano le implementaba a
Klaüs renovada lozanía y vitalidad.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Pretérito
La madre de su abuelo Pepe también se llamaba Cloe y un año antes aún vivía con
ellos. Su bisabuela era una anciana que vestía de negro riguroso, tenía la piel
maculada y llevaba siempre el pelo grasiento recogido en un moño; olía como a
ropero viejo, mezcla con su sudor que en ocasiones resultaba agrio al olfato. A Klaüs
no le inspiraba demasiada confianza aquella mujer debido más a su mal carácter que
a su terrorífico aspecto, sentía compasión por ella debido al hecho de verla tan
decrépita. Se sucedieron algunas semanas en las que la anciana se mantuvo recluida
en su habitación sin salir, aún transcurrieron algunos días hasta que la llegó a echar
en falta y una mañana, al ver que ya no estaba en casa, les preguntó a sus abuelos
por ella.
Klaüs se acercó hasta la cocina para consultarle a su abuela Bruna:
- ¿Dónde está la mamá Cloe? - Klaüs llamaba mamá Cloe a su bisabuela mientras
que a su madre la llamaba únicamente Cloe o mamá a secas.
- La mamá Cloe se ha ido - le contestó.
- Y... ¿adónde se ha ido? -le preguntó Klaüs, aunque conocía de sobras cuál sería su
respuesta.
- La mamá Cloe estaba muy mayor y se murió - le dijo su abuelo Pepe desde el
comedor.
- Sí, estaba ya muy mayor - añadió ella con gesto triste y compasivo.
Como de costumbre Bruna pretendía protegerle de cualquier factor traumático,
siempre procuraba mostrarse afectuosa con él; todos los días solía recordarle lo
guapo que era y lo mucho que le quería. Su abuela era una mujer a la que no le
gustaba discutir de ninguna de las maneras, por eso Klaüs jugaba con ventaja a la
hora de requerirle cualquier cosa que se le antojara pues sabía que ella nunca se
negaría a darle lo que él quisiera.
Su abuelo Pepe también era una persona digna de mención, no era tan cariñoso
como lo podía ser su abuela pero sí era igual de permisivo con él. Tampoco le
afanaban demasiado las discusiones aunque con los padres de Klaüs se enzarzaba a
menudo debido a su carácter obstinado. Por lo visto a la edad de cuarenta años
habían operado dos veces del corazón a su abuelo Pepe; durante la primera
intervención perdió todo su cabello y el pelo de su cuerpo, después de la segunda el
médico se hizo responsable de la situación y comunicó a la familia que, con
seguridad, el órgano central de su cuerpo dejaría de bombear de forma correcta
aproximadamente a los seis meses. Cuando Klaüs le conoció, su abuelo Pepe debía
tener unos sesenta años, con lo cual había vivido casi veinte años más de los que le
había diagnosticado el doctor. Para aquel hombre cada día era un día magnífico en el
que seguía vivo, y esa fue la majestuosa virtud que le intentó transmitir a su nieto.
Juntos jugaban a pelota en el extenso pasillo de su casa; pintaban y hacían dibujos
en un cuaderno; jugaban también al parchís o a las cartas; salían a dar largos paseos
por Yímbale... y aunque no hablaban mucho entre sí su abuelo Pepe procuraba
disponer de tiempo para dedicárselo a él.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Sus abuelos maternos fueron la mejor compañía que pudo tener durante su infancia,
pues de ellos conoció el cariño.
Por parte de Básil Klaüs tenía también otro abuelo y otra abuela, aunque con estos
tenía una relación diametralmente opuesta a la que mantenía con sus abuelos
maternos. A ellos apenas les llegó a conocer, incluso sentía pereza de ir a verles
pues eran los domingos por la tarde cuando sus padres les solían visitar y lo cierto es
que a Klaüs le parecía desperdiciar las tan valiosas horas previas al lunes. Sus
abuelos paternos eran unas personas estiradas y soporíferas, no sabían transmitir
ningún tipo de afecto y en su compañía él solía sentirse incomodo, pues no se
mostraban demasiado accesibles. Incluso Básil les trataba siempre de usted aunque
fueran sus propios padres. Klaüs no tuvo mucho tiempo para tomarles cariño ya que
fueron ellos los primeros de la familia directa en fallecer.
***
LOS GRANDES TEMPLOS DE CULTO
- ¿Aún no te has atado los cordones? átatelos o te vas pegar un costalazo - le decía
su abuelo Pepe al tiempo que bajaban las escaleras.
- Bueno pues ahora cuando bajes te los ato yo, pero pon atención a ver si aprendes
para la próxima vez - sentenció.
- Vale yayo... ¿Me comprarás una piruleta cuando pasemos por el quiosco? - le
preguntó Klaüs mirándole con el semblante lastimero que solía emplear para
mendigar los favores de su abuela Bruna.
El quiosco que había frente a la plaza de Yímbale era lo más parecido a un gran
bazar de aquellos del país de las mil y una noches, un minúsculo pabellón de apenas
cuatro metros cuadrados ubicado en el mismo centro de la rambla por donde solían
pasear y que ponía a la disposición del transeúnte todo aquello que pudiese hacer
que un niño como él perdiese la cabeza. Lo primero que se advertía al llegar era el
grato aroma de la imprenta en el papel de diario, poco después la sinfonía de
fragancias que emanaban las tintas con las que se estampaban las revistas colgadas
a ambos lados de la caseta; los múltiples olores de los dulces que guardaba el
quiosquero en coloridos recipientes de plástico transparente y finalmente el olor a
salado que desprendían las bolsas de pipas, maíz tostado y gusanitos que colgaban
de una cuerda dispuesta a modo de tendedero.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
En un quiosco puedes encontrar de todo, por nombrar algunas de las cosas que a
Klaüs le perdían la vista:
Desde los tebeos y álbumes con sobres de cromos de las series que se emitían en
televisión; gran surtido de chicles de fresa y menta, nubes de azúcar, palotes de
fresa, ositos de gominola, caramelos e incluso en verano polines con sabor a naranja,
limón y cola. Pipas, maíz tostado, gusanitos, patatas fritas, pistachos (su abuelo a
este género le llamaba comúnmente cascaruja); también los juguetes propios del
recreo tales como canicas, peonzas, coches y aviones a escala, bisutería para niñas,
bolas de goma de aquellas que podían botar más de dos metros de altura, sobres con
pequeños soldaditos o indios y vaqueros fabricados en plástico, botes para hacer
pompas de jabón, laberintos hechos de plástico con varias bolitas de acero que
debían encajar a la vez en sus respectivos agujeros, artículos de broma, combas,
recortables, trompetas, silbatos, cuadernos para colorear y pequeños puzzles con los
personajes de los dibujos animados que venían en minúsculas cajitas.
Fumar
- Enseguida vuelvo, voy un momento a comprar tabaco - Básil estacionó cerca del
quiosco de la rambla y colocó las luces de emergencia. Mientras, Klaüs y su madre se
quedaron aguardándole dentro del coche. Poco después regresó y pudieron retomar
la marcha.
- ¡Mira Klaüs! Te he comprado chicles de fresa de los que te gustan - le dijo su padre
en el mismo momento en que le entregaba un buen puñado de chicles.
- ¡Gracias papá! - le contestó entusiasmado. Klaüs le temía a su padre la mayoría del
tiempo, aunque no podía negar que detalles así también los solía tener a menudo.
Después de arrancar el auto Básil bajó la ventanilla y se encendió un cigarrillo. Nunca
antes le había visto fumar.
- ¿Qué haces? ¿Qué has comprado en el quiosco? - le preguntó indiscreto.
- Tabaco... ¿Quieres probar? - le respondió. Cloe no tardó en mostrar su descontento.
- ¡No le des de fumar! – su madre estaba a punto de disgustarse de verdad. Básil sólo
la miró por un segundo y de alguna forma se entendieron, pues ella terminó por
otorgarle su consentimiento callando.
- Toma hijo, acércatelo a la boca con la mano y haz como si chupases para tragar el
humo. Mira ¿ves? se hace así - Básil le acercó el cigarrillo hasta los dedos; Klaüs
estaba entusiasmado con que su padre le permitiese hacer cosas de mayores, así
que sin dudarlo tomó el cigarro por el filtro e imitándole aspiró confiado esperando
descubrir la esencia del deleite adulto. La reacción no se hizo esperar.
- No toques la punta que podrías quemarte ¿eh? - añadió.
- ¡¡Bluaaaarj!! (toses) - con la primera bocanada Klaüs pudo sentir la aguda asfixia tal
como si hubiese respirado directamente del tubo de escape de un autobús; entre
fuertes toses comenzó a vomitar dentro del coche.
- ¡Básil! ¿Estás loco? ¡Mira lo que has hecho! - Cloe le obligó a detener el coche de
inmediato mientras Básil reía divertido con la escena.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¡Ya verás como se guardará bien de fumar en el futuro! - sentenció este cuando de
golpe tornó a su semblante serio - ¡Y ahora voy a tener que limpiar el coche otra vez!
***
IDILICO VERANO
Cloe estaba barriendo, Básil fregaba las habitaciones en las que ella había barrido y
Klaüs vaciaba encima de la cama el resto de los juguetes que quedaban dentro del
armario. Las vacaciones tocaban a su fin después de prácticamente un mes entero
viviendo en el apartamento que sus padres alquilaban junto al mar. Cada año iban al
mismo sitio a veranear: un pequeño pueblo marinero con una sola avenida que lo
atravesaba de costa a costa; a un lado de la acera se alzaban los bloques de
apartamentos y en el otro comenzaba la playa. La entrada del edificio de
apartamentos y la dorada arena de la costa apenas se distanciaban treinta metros
entre sí. Durante el mes de agosto la familia vivía alejada de la urbe y sustituían sus
particularidades por el sosiego de aquel pueblo del litoral. Allí los bloques de
viviendas no tenían más de tres plantas; el apartamento que alquilaban era un ático y
este gozaba de una terraza casi tan grande como el mismo piso. Cada mañana se
levantaban entre las diez y las once de la mañana, Básil era el primero en levantarse
y, una vez aseado, salía a comprar el periódico, cruasanes y una barra de pan. Antes
de que regresara, Cloe había puesto el mantel en una mesa de plástico blanco que
sacaban a la terraza, convertida ahora en un mirador, y allí desayunaban. El suelo de
aquel terrado era de color azafrán, que terminaba contrastado con el profundo azul
del mar y éste a su vez con el celeste azul del cielo; en la misma perspectiva se
encontraba una barandilla de madera pintada de blanco que dividía la vista y entre
sus barrotes quedaba aprisionado el oleaje.
Así pues, Klaüs consiguió abandonar en pocas semanas todo el bagaje de melancolía
que había acumulado durante el año. Pensó que en adelante siempre podría
refugiarse allí, en aquel lapso temporal que era el mes de agosto.
Terminó de recoger sus cosas y cerraron la maleta una vez que su madre hubo
guardado la ropa; un año más se había acabado su estancia en el apartamento de la
costa aunque no con ello sus vacaciones, le quedaba el consuelo de que aún
disponía de un par de semanas para acomodarse a la realidad cotidiana antes de
retomar las soporíferas clases en la escuela. Deseaba prolongar lo más posible
aquella sensación de bienestar y proyectarla en su vida ordinaria; esperaba que al
regresar todo fuese distinto y no le volviese a invadir de nuevo su identidad
nostálgica.
***
GRANDES AMIGOS
Cada año que pasaba temía que fuese el último de su infancia, le aterraba
sobremanera el verse un día siendo una persona gris cargada de responsabilidades y
a su vuelta de las vacaciones regresaba siempre con aquel incondicional pánico.
Retomar las clases después del verano significaba adaptarse nuevamente a los ya
acostumbrados cambios: nuevo profesor, nuevas materias, nuevos libros y nuevo
modelo de comportamiento.
Todos sintieron gran alivio al encontrarse con Bartolomé en el estrado ya que en
principio les correspondía cambiar de profesor para el nuevo curso. Por unos
instantes se rumoreaba en la clase que Bartolomé estaba allí para sustituir al aún
desconocido maestro, que tal vez no había podido asistir ese primer día por verse
indispuesto.
Una vez pasó lista pudieron comprobar desahogados que Bartolomé iba a seguir con
ellos en aquel segundo curso de educación básica y eso venía a significar que las
cosas no iban a cambiar demasiado por el momento.
- Dicen que más vale malo conocido que bueno por conocer ¿no? - les bromeó
Bartolomé a sus alumnos.
Niño hiperactivo
Klaüs recordaba haber coincidido con él a su paso por la guardería, estuvieron juntos
en la misma clase y ya desde entonces Yod había sido un rebelde que volvía locos a
sus profesores, a sus padres y también a sus compañeros; un niño travieso y
disperso que comportaba un importante reto para todo aquel que tratase de conseguir
su atención.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Niño travieso
Carlos poseía un carácter diametralmente opuesto al de Yod, sin duda alguna era
todo lo contrario a un niño hiperactivo pues solía vaguear y dormirse en clase. Al igual
que Klaüs también leía tebeos en abundancia y le apasionaban los ordenadores.
Cuando se juntaban a la hora del recreo ilustraba las conversaciones con sus
extraordinarias experiencias.
Todo el mundo sabía que los padres de Carlos Letz eran demasiado permisivos con
él, tanto que se podía llegar a creer que rozaban el desinterés por su propio hijo. Muy
probablemente Carlos, a sus siete años, había jugado a más videojuegos, había visto
más películas y leído más tebeos que nadie en su clase; tal vez más incluso que la
mayoría de los Grandes.
A su corta edad ya había conseguido ver aquellas películas de terror del videoclub
que a los demás niños les prohibían sus padres les hablaba de Tiburón, de Piraña, de
Viernes Trece, de La Cosa y de Pesadilla en Elm Street. Carlos era un pozo sin fondo
de experiencias asombrosas, coincidir con él a la hora del recreo les aseguraba una
conversación de lo más interesante. Sería esa la razón por la que ningún padre
quería que su hijo tuviese a Carlos Letz como amigo, puede que estuviese demasiado
liberado para su edad.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Fue aquel año cuando Klaüs cumplió los siete y por navidad sus padres le regalaron
su primer ordenador, un Spectrum Sinclair 128K que durante las fiestas había salido
al mercado como uno de los artículos más asequibles en el panorama de las nuevas
computadoras. El Spectrum Sinclair no era ni mucho menos tan avanzado como el
ordenador de su primo, pero era al fin su propio ordenador. Desde que lo estrenó
Carlos iba a visitarle todos los fines de semana para jugar con él. En un principio sus
padres estuvieron muy contentos de recibir en casa al nuevo amigo de Klaüs, por
desgracia un desafortunado incidente les costó el que Carlos no pudiese ni asomarse
por allí.
Carlos Letz llamaba al timbre de su portal todos los sábados muy temprano. A las
ocho de la mañana los padres de Klaüs aún estaban durmiendo y él, que medio
dormitaba metido en la cama, se levantaba en pijama para abrirle. Ya en su
habitación los dos se ponían a jugar con el ordenador y luego, cuando sus padres se
habían despertado, desayunaban los cuatro juntos. Desde el principio a Básil no le
hizo ninguna gracia que Carlos viniese tan pronto y ni mucho menos que armasen
jaleo mientras él estaba durmiendo; desde un primer momento desdeñó aquella
costumbre de su hijo y su amigo.
Una mañana Básil y Cloe salieron a comprar y les dejaron solos en casa. Carlos y
Klaüs, que estaban viendo la tele apaciblemente en el comedor, se desmadraron en
el mismo instante en que sus padres cerraron la puerta tras de sí. En un derroche
júbilo y euforia comenzaron a luchar entre ellos a cojinazos mientras ambos se reían
a carcajadas. Los cojines del sofá volaron en todas direcciones hasta que el último
cojín salió despedido, la mala fortuna hizo que este fuese a golpear contra uno de los
globos de cristal de la lámpara del comedor que se precipitó contra el suelo
haciéndose mil pedazos. No les dio tiempo ni a pestañear. Asustado, Klaüs corrió a
buscar la escoba y el recogedor tal como hacía su madre cuando algo se rompía;
mientras comenzaba a barrer los fragmentos de lo que antes había sido el globo de
cristal entraron sus padres por la puerta y entonces comenzó la verdadera batalla
campal. Básil volvió a ponerse tan furioso como aquel día en que salieron a jugar a
pelota con su primo, su rostro enrojeció de inmediato y se puso a gritarles
escandalosamente tal como si se tratase del ataque de histeria de un desequilibrado.
No paró de abroncarles a los dos lanzándoles todo tipo de malsonantes juramentos
hasta que al final, desatando su feroz cólera, agarró a Carlos por el brazo y lo sacó de
malas maneras cerrando la puerta a sus espaldas con un tremendo golpe. Básil
castigó a Klaüs encerrándole en su habitación y este no cesó de llorar durante el
resto del día. Su madre abogaba por él, apaciguaba a Básil persuadiéndole para que
entendiera lo muy injusto que resultaba que se hubiese puesto así por una simple
travesura, todo aquello le parecía exagerado. Aún pasaron algunos días sin que
Klaüs pudiese ni siquiera acercarse a Básil, cada vez que le miraba a la cara este
cambiaba la expresión de su rostro para mostrarle su displicencia. Estaba aterrado
ante la exagerada locura de su propio padre que no cesaba en su enfado de ninguna
de las maneras.
El tiempo restauró nuevamente la calma pero aun así llegó a comprender que debía
permanecer siempre en constante estado de alerta pues en cualquier momento Básil
podía reiterarse en su execrable comportamiento.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Desde entonces su padre no le pasó el más mínimo error sin explotar con sus ya
característicos arrebatos de furia descontrolada.
También desde aquel día Carlos abandonó la costumbre de ir a casa de los Zayin por
las mañanas para jugar; a partir de entonces únicamente se veían en el recreo y
aquella amistad que tuvieron nunca más volvió a ser la misma. Continuaron jugando
juntos en el patio de la escuela, pero Carlos le guardó las distancias pues estuvo muy
dolido con él por su proceder. El lunes siguiente después del malhadado contratiempo
ambos hablaron sobre lo sucedido, Carlos le transmitió que consideraba injusto el que
Básil le hubiese echado de aquella manera tan degradante; insistía en que toda la
culpa había sido de Klaüs y que era él únicamente quien debía haber cargado con la
responsabilidad. Aún estuvo molesto por unos días pero no fue nada que el tiempo no
pudiese devolver a su sitio.
Niño rico
Cuando daban las once en el reloj de pared que había al lado de la puerta del aula
sonaba el timbre y todos los niños bajaban al recreo. Klaüs no iba a jugar ni al patio
cubierto, ni al patio pequeño, ni al patio grande; en lugar de eso se encontraba con
Carlos Letz y Manuel Nekasim en las escaleras de entrada al colegio para conversar
y allí pasaban la hora hablando hasta que no venía un profesor que les mandara
marcharse a jugar a otra parte; poco después se les terminaba añadiendo Yod.
Manuel vivía en una casa muy grande cerca del colegio, sus padres la compraron a
muy buen precio hacía unos años cuando esta estaba prácticamente en ruinas. El
matrimonio Nekasim se había ocupado de reformarla por completo, con su
perseverancia y esfuerzo consiguieron convertir aquella mansión más propia de la
familia Munster en una de las mejores casas de todo el pueblo en que vivían.
Manuel era el único de la cuadrilla que tenía hermanos, concretamente una hermana;
también era el único que disponía de un jardín con piscina en su casa; seguro que
además era el niño que contaba con mayor número de juguetes a su disposición de
todo Yímbale. Los señores Zayin y los Nekasim se habían conocido cuando
coincidían a la hora de recogerles a la salida de la escuela. Casualmente se llevaban
muy bien y aquella relación tan buena fomentó la aprobación por parte de sus
respectivos padres para que Manuel y Klaüs fuesen amigos, justo lo contrario de lo
que sucedió con Carlos Letz. Así, ya no era solo el hecho de que Klaüs y Manuel
fuesen compañeros en la escuela, también se veían los fines de semana en los que
iba a visitarle acompañado por sus padres. La casa donde vivía Manuel tenía dos
plantas conectadas entre sí por una amplia escalera construida con mármol y madera
de roble, en la planta superior se encontraba su habitación y allí tenía un ordenador
Amstrad que era igual que el de su primo Sergio ¿demasiado ordenador para un niño
tan pequeño? En realidad no. Puede que Manuel fuese el más inteligente de los
chicos de su clase; tal como sucedía con Carlos Letz, Klaüs sentía fascinación por su
compañero. Ya fuese hablando sobre videojuegos, sobre libros o sobre películas
Manuel Nekasim disponía siempre de recursos para ofrecer una conversación
interesante a quienes le rodeaban.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
En ese sentido Klaüs se juntó durante los primeros años de su infancia con niños que
tenían un perfil similar al suyo, pues ellos tampoco jugaban al fútbol o se dedicaban a
molestar a las niñas como hacían el resto. Con el tiempo fueron Manuel y Carlos los
que se convirtieron en amigos inseparables aunque él no otorgaba demasiada
importancia a aquel pequeño detalle puesto que siempre se sintió integrado en el
grupo que ellos mismos acababan de formar. Aquellos amigos se encargaron de
llenar su vida tanto dentro del colegio como fuera de el. Su amistad fue lo mejor que
recibió durante aquel año, ya que además de proporcionarle una grata compañía
también le sirvió para apartar de sí la melancolía que le provocaba su amor platónico.
Con cada nuevo curso que pasaba las chicas se apartaban más aún de los chicos y
de su relación con Laura poco quedaba ya por aquel entonces. Todas las tardes la
escuchaba leer como de costumbre, pero ahora procuraba esquivarla pues comenzó
a sentir una inexplicable vergüenza cada vez que hablaba con ella. Desde que Klaüs
se dedicaba a hacer el tonto con sus amigos se podía distinguir con claridad el
abismo de madurez que les separaba, aunque él todavía conservaba aquel valioso
beso que le había entregado Laura y que le hacía sentirse seguro de sus
convicciones; consideró la situación como un mero bache propio de la edad y llegó a
la conclusión de que, cuando fuesen mayores, podrían retomar la relación ya como
personas adultas en el momento en que la habían dejado: justo después de aquel
beso.
***
EL HONOR DEL CAPITAN LETZ
Por lo pronto la frenética melodía del piano del Saloon se había detenido en seco.
Sentado a la mesa sostenía la mano de cartas esperando al último cambio cuando
levanté la vista y me percaté de que mis rivales en el juego no estaban atendiendo en
absoluto a la partida. Todas las miradas que antes se dirigían a la baraja apuntaban
ahora tras de mí, en los ojos de alguno de ellos se podía leer espanto y sobresalto.
Me temo que ya sé lo que está sucediendo. De entre el ahogado silencio comenzaron
a reconocerse dos sonidos en aquel preciso instante: primero fue el bascular
estrepitoso de la vieja puerta batiente de madera al abrirse; el segundo fue el tintineo
de las espuelas acompañando el firme paso de unos tres o cuatro hombres que se
dirigían hacia nuestra mesa. Les había oído al llegar mientras agavillaban sus
caballos en el viejo mástil junto al abrevadero, el trote de sus monturas no me era
familiar así que ya presentía que vendrían a por mí.
- ¡Zayin! condenado granuja... ¡por fin te encuentro! - exclamó una voz ronca a mis
espaldas; por su tono brusco al hablar dejó claro que se estaba refiriendo a mi
persona.
Uh, creo que ahora sí le estoy haciendo enfadar. Esa voz es la de Carlos Letz el
cuatrero, más vale que me gire a ver su cara sucia antes de que me dispare a sangre
fría. ¡Qué poco me gustan estas situaciones inusitadas!
- ¡Eres menos de fiar que el hijo bastardo de una gallina! ¿Cómo te atreves a
hacerme burla de esa manera? - desde luego que Carlos siempre había sido
ingenioso con sus improperios, ¡menuda inventiva! esta vez sí que terminé girándome
por completo para mirarle directamente a sus ojos de carcamal. Al verle me pareció
encontrarme cara a cara con mi difunta bisabuela, Carlos iba ataviado con un poncho
negro y un ridículo gorro del mismo color que tenía en su cinta una pluma marrón con
rayas negras; si pretendía parecer el malo de la película lo había conseguido con
creces, a lo mejor también vino con un caballo negro. Este Carlos es lo que no hay.
- ¿Qué demonios quieres de mí ahora? ¿Has venido otra vez para retarme por lo de
la vejación de tu padre? - tratándose de él estaba claro que no podía venir por otra
cosa.
- Voto al diablo que eres osado Letzy, aprovecharé la circunstancia para que me
rasuren en la barbería. Así me verás más guapo - y era bien cierto, necesitaba un
afeitado con urgencia.
- ¿Vamos a continuar o qué? - les dije a mis rivales en el juego cuando estos
recuperaban ahora la compostura - ¡Vuelve a la partida Yod! y pídele al tabernero un
refresco de mi parte.
- Pídeselo tú, que nunca pagas nada - me contestó Yod que aún andaba inquieto
esperando a que desaparecieran de la escena Letz y sus secuaces.
- Está bien, con lo que saque de esta mano os invito a todos a una ronda - pretendía
dejarles claro que no tenía intención de perder. El Crupier repartió el último cambio
cuando de pronto me percaté de que Carlos me había retado a un duelo de verdad.
Era harto lamentable que terminásemos enfrentándonos por una tontería así, al fin y
al cabo tampoco había para tanto.
Al descubrir mis cartas mostré orgulloso el póquer de reinas que tenía ante la atenta
mirada del resto de jugadores. Satisfecho con mi jugada me dispuse a retirar las
fichas de la mesa cuando Manuel se pronunció inesperadamente.
- No tan rápido Zayin - y al soltar sus cartas mostró una escalera de color que dejaba
en ridículo a mi Póquer invencible.
A medida que avanzaba la tarde me fui poniendo más nervioso, jugaba intranquilo y
apenas volví a arriesgar en mis apuestas. Pensaba en que tal vez hubiese bastado
con pedirle disculpas a tiempo para no tener que terminar retándonos.
Seguramente ahora ya era demasiado tarde, miré el reloj que estaba junto a las
escaleras de madera que subían hacia las habitaciones y me di cuenta de que había
llegado la hora.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
PRIMER CONTACTO
Cuán extrañas resultan las reacciones de la gente en determinadas ocasiones.
Durante la hora de matemáticas previa al recreo, a Klaüs le había mantenido turbado
la idea de un posible enfrentamiento con Carlos motivado por su reacción ante la riña
de Básil.
Por alguna razón singular, Carlos Letz había conseguido pasar por alto el
resentimiento y se mostraba tan normal como de costumbre; todo el tiempo que Klaüs
invirtió preocupado imaginando su posible contienda terminó resultando infructuoso.
Reparó en que el infortunado suceso no había dejado mella en el trato de su
compañero hacia él, era como si nada hubiese sucedido.
- Klaüs, el otro día estuve en casa de Manuel y estuvimos jugando al juego de Kungfu
que nos dijiste - le explicaba Carlos sonriente como no cabía esperar.
- ¿Habéis jugado? ¿habéis visto al gordo que os decía que tira fuego por la boca? -
Klaüs aún permanecía atónito mientras conversaba con él, le desconcertó que ni
siquiera le hubiese mencionado el tema de la discusión.
- Sí, sí que lo vimos; pero ese es solo el segundo malo que sale y es muy fácil. Nos
pasamos el juego dos veces ayer por la tarde - todo parecía indicar que Carlos Letz le
había levantado el castigo; continuaron durante el resto del recreo sin mentar el tema
y Klaüs dio por sentado que tácitamente habían conseguido resolver el conflicto.
- Al final no hemos tenido que sacar las pistolas - pensó Klaüs en voz alta.
- Qué raro eres a veces, Klaüs - Le añadió Manuel con un gesto de simpatía y
confusión, no pudo hacer otra cosa que reírse ante su inusitada ocurrencia.
La chica
Una vez cada cierto tiempo el profesor tenía por costumbre reconstituir las parejas de
alumnos que se sentaban juntos en los pupitres, desde el comienzo del segundo
curso la más importante de las novedades que presentaba la clase era que las mesas
estaban dispuestas de dos en dos. Las chicas, que solo eran nueve en toda la clase,
procuraban a sentarse siempre juntas; el resto eran chicos, alrededor de unos treinta.
Normalmente Bartolomé acostumbraba a sentar en las primeras filas a aquellos
alumnos que podían ser más conflictivos o aquellos que se viesen más necesitados
de la ayuda de su profesor. El orden lógico indicaba que cuanto más atrás te
mandaban sentar, tan listo podías considerarte. La mayoría de las chicas se sentaban
atrás y por esta vez Klaüs tuvo la suerte de poder ingresar en la élite.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Klaüs, te toca sentarte con Nuria - dispuso Bartolomé - Y tú Yod vente más para mi
vera, que si no te me desmadras - ambos intercambios suscitaron distintas
reacciones en el aula. Si bien por una parte el comentario que dirigió hacia Yod
provocó algunas risas, el resto estaban aún sorprendidos por la decisión de
Bartolomé al juntar a una chica y a un chico en pupitres aledaños.
- ¡Klaüs tiene novia! - se escuchó desde las primeras filas. La importuna observación
desató las risotadas de la clase y Klaüs, que andaba recogiendo sus cosas para
trasladarse, se ruborizó al instante. A su nueva compañera también le había hecho
gracia el comentario pues, cuando él llegó portando la cartera para sentarse a su
lado, ella le recibía con una burlona sonrisa.
- ¡Hola novio mío! - espetó la chica haciendo guasa acorde con la situación.
- Ho-Hola - articuló Klaüs entrecortado. Nuria era otra de las chicas monas de la
clase, era rubia, tenía los ojos claros y contrariamente al carácter de Laura ésta
parecía un tanto descarada. Supuso que sentarse a su lado le haría sentirse cohibido
la mayoría del tiempo, tal vez sólo con los días llegaría a acostumbrarse. Pasaron su
primer rato juntos guardando un riguroso silencio que resultó ser una calma tensa, en
cuanto Bartolomé les dejó tiempo para realizar los ejercicios de multiplicaciones Nuria
Jerpah insistió nuevamente en mantener conversación.
- Klaüs ¿qué has hecho este fin de semana? - le preguntó empleando una voz dulce
que parecía encubrir perfidia.
- Eh... fui a la montaña el sábado - Klaüs procuraba mantener un tono débil por tal de
que el profesor no le cazase parloteando en su primer día con la nueva compañera.
- ¡Oh, qué bonito! - musitó Nuria con gesto de burla - Y ¿lo trasplantaste tú?
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- No, claro que no. Lo hizo mi padre - terminó por contestarle enojado ante su desdén.
- ¡Zayin! ¿Quieres guardar silencio para que tus compañeros puedan trabajar? - A
Klaüs se le subieron los colores cuando su profesor le regañó, guardó silencio al acto
mientras su nueva compañera le miraba divertida. Sólo pasó un breve instante hasta
que Nuria volvió a preguntarle otra vez.
- Sí, ten - Sacó el que tenía en su estuche y se lo prestó. También tomó la prudente
decisión de contestarle con monosílabos, así era menos probable que Bartolomé le
volviese a reñir, de paso tal vez terminase por aburrir a su charlatana compañera y
esta le dejaría tranquilo para poder hacer sus ejercicios de matemáticas.
- Diez - le contestó.
- ¿Y cuanto te da a ti el tercero?
- Veintidós.
- ¿Y el cuarto?
- Me da cuarenta
- ¿Y el quinto?
- A ese aún no he llegado - le argumentó Klaüs al ver que no podía responderle.
- ¡Oye! ¿De qué vas? ¡No te copies listo! - fue la insolente respuesta de Nuria Jerpah
a su desafortunada consulta.
- ¡Zayin! No pienso avisarte ni una sola vez más, a la próxima te saco al pasillo - en
esta ocasión Bartolomé le estaba avisando muy seriamente, y agotar su paciencia no
era algo que sucediese a menudo. Klaüs le dedicó un gesto de inequívoco desprecio
a su compañera que volvía a divertirse disfrutando con su desgracia.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¡Ingrid! mira que sacapuntas más chulo me ha regalado Klaüs - le comentaba a otra
de las chicas.
***
KLAÜS Y EL DÍA DE LOS ENAMORADOS
La mejor forma de sobrellevar un infausto día lluvioso es contemplarlo a cubierto
como mero espectador, las gotas de lluvia corrían por el cristal de la ventana lateral
del coche tal como si hiciesen carreras las unas con las otras; al principio
permanecían estáticas por un tiempo mientras el paisaje se mostraba desdibujado
pasando a toda velocidad tras la improvisada pista de competición y, cuando uno
menos lo esperaba, las gotas arrancaban a correr hasta llegar al borde contrario de
goma negra que sujetaba el vidrio. Klaüs apostaba contra sí mismo cuál sería la
próxima gota de lluvia que arrancaría a correr desbancando del primer puesto a la
que acababa de salir. Cloe le rescató de su enajenamiento cuando propuso un nuevo
tema de conversación para romper con el silencio establecido dentro del coche.
- Klaüs ¿Sabes que día es hoy? - le preguntó desde el asiento delantero sin volver la
vista.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¿No le vas a regalar nada a tu Laura? - le interrogó esta vez Básil empleando su
habitual picaresca maliciosa.
- ¡Claro que no! - le respondió molesto y con el tono de rubor subido una vez más.
- Esas bromas solo te hacen gracia a ti - le reprendió Cloe - No te pases con el crío.
- ¡Eso! ¡No vaya a ser que coja un trauma! - bromeó Básil de nuevo. El hizo oídos
sordos al resto de la disquisición paterna y retomó sus apuestas en la carrera de
gotas de lluvia, aun así tomó nota de lo que le había dicho su madre. Llegaron a casa
sobre las siete después de haber pasado el fin de semana en la montaña, Klaüs
encendió la televisión y en aquel momento estaban dando un especial de Snoopy y
Carlitos sobre el día de San Valentín.
- Venga va. He hecho una tarjeta de San Valentín para ti, no te cuesta nada decirme
que sí - le insistía Lucy de nuevo.
- Me cuesta menos decirte que no - fue lo último que articuló Shroeder antes de que
ella, con una mueca avinagrada, le diese una patada al piano.
Todos y cada uno de los personajes de Snoopy y Carlitos tienen su media naranja,
lamentablemente ninguno de ellos llega a ser nunca correspondido por su pretendido.
Las trágicas desventuras amorosas conmovieron a Klaüs que aquella tarde se vio
reflejado en el débil Charlie Brown.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Yo tampoco tengo valor para decirle lo que siento por ella - meditaba frente al
televisor. Cloe salía de la cocina mientras secaba el último de los vasos y Klaüs, al
verla, cambió de canal pues sintió vergüenza de que su madre le encontrase sumido
en la melancolía del desamor.
- ¿Y a Laura? supongo que a ella sí que vas a regalarle algo ¿no? - su envenenado
dardo se clavó certero en el talón de Klaüs. Hecho una furia se levantó para rogarle a
Bartolomé que le cambiase de sitio.
- ¡Mira que eres tontito Klaüs! - le espetó Nuria mientras que éste recogía sus cosas.
Bartolomé accedió a cambiarle de sitio con la condición de no oírle hablar ni una sola
vez con quien fuese su nuevo compañero. El aceptó encantado.
- ¡Tú estás loco niño! - Nuria continuó con su ofensiva cuando Klaüs se había sentado
ya en su nuevo pupitre.
- Señorita Jerpah - le reprendió Bartolomé al oírla - Espero no tener que avisarla más
puesto que ahora no podrá echarle la culpa a su compañero ¿Le ha quedado claro?
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
SAN VALENTÍN
La oficina era un caos cuando he llegado esta mañana. Mientras colocaba las
carpetas en el armario de los expedientes me he dado cuenta de lo mucho que te
estaba echando de menos. Mucha gente sostiene que el día de los enamorados es
una festividad absurda basada únicamente en el lucro y en el consumismo, pero
entonces ¿Por qué me siento así? ¿Por qué le doy tanta importancia?
Considero que al igual que en el día del padre, el día del niño, el día de la mujer
trabajadora, el día de la comadreja voladora y su etcétera... San Valentín es un
reconocimiento social establecido en el que se le otorga un día al culto, en este caso
al culto del amor.
Durante años me ha invadido la melancolía al salir a la calle en un día como este y
ver a la gente disfrutar abiertamente de su enamoramiento. Los que se besaban
apasionadamente me hacían sentir envidia, pero mucha más sentía hacia aquellos
que, por la calle, caminaban solos llevando consigo un regalo o unas flores.
Podemos decir que la gente normalmente viene y va, presumimos de no saber
adonde ni por qué e incluso nos parecen carentes de rumbo. Estas afirmaciones no
son aplicables en el día de San Valentín pues todos aquellos que portaban un
presente tenían muy claro hacia donde se dirigían.
Hoy, que por fin sé hacia donde me dirijo, en consideración con todas aquellas
personas que desearían verse tan afortunados como yo me gustaría hacerles saber
que no pienso defraudarles y traicionar el sentimiento que albergan de poder sentirse
enamorados.
No puedo sino animarles recordándoles que aún somos muchos los que queremos
mantener del día de los enamorados, fuera de toda altanería, su significado inherente
con el verdadero amor. Debemos demostrarles lo mucho que nos importa y que lo
honramos pues somos nosotros, los enamorados, el reflejo de todas sus esperanzas.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
<Salieron a las cinco del colegio en cuanto sonó el timbre, Klaüs miraba la hora en el
reloj digital que le había comprado su abuelo; Cloe se había entretenido enseñándole
a decir la hora durante uno de aquellos viernes por la tarde mientras esperaban su
turno en el ambulatorio para que le administrasen las vacunas. Aún estaba
aprendiendo a usar el reloj pero resultaba evidente que sus padres ya se andaban
retrasando, les buscó a través de la gente a la vez que aprovechaba para curiosear
entre los padres de sus compañeros. A la salida tanto los niños como los mayores
armaban siempre un buen alboroto. Klaüs llegó hasta Jorge que se encontraba junto
a sus padres y los de otros chicos de su clase. En cuanto le vieron solo los padres de
Jorge le aconsejaron permanecer a su lado mientras que Básil y Cloe no vinieran a
recogerle. Al momento los adultos retomaron la conversación que mantenían sobre la
profesión de la madre de Jorge y fue entonces cuando entre los niños se extendió
aquella pregunta: ¿Qué quieres ser de mayor?
Todo el mundo parecía tenerlo muy claro, Klaüs se dio cuenta de que él no se lo
había planteado nunca, de hecho ni siquiera sabía con exactitud de qué trabajaba su
padre; acerca del empleo de Básil solo sabía que pasaba el día entero fuera de casa
y que apenas se veían escasas horas por la tarde antes de cenar. Jorge quería ser
médico, Laura también, Manuel empresario, Rafael futbolista... Klaüs no supo qué
responder y en cuanto le preguntaron dijo:
- No lo sé.
También le venía a la cabeza una imagen de lo más tétrica que le había enseñado
Básil y que pertenecía a uno de sus libros infantiles: en el cuento de Ali-babá se
encontraba una ilustración en la que aparecían él y su mujer viviendo en un
cochambroso barracón de un pueblo decrépito. Aquella estampa, pintada a la
acuarela con colores apagados en los que predominaba el marrón y el sepia, los
presentaba como dos figuras macilentas que parecían sufrir la desidia de la pobreza y
el hambre. Dicha ilustración resultaba tan miserable que Klaüs procuraba esquivarla
cada vez que lo leía, sentía pánico de aquellas noches en las que no podía escapar
de las preguntas sin respuesta y de las imágenes de tristeza. En ocasiones el
cansancio le ayudaba a dormirse en cuanto se metía en la cama, pero otras veces,
cuando no conseguía conciliar el sueño de ninguna de las maneras, la oscuridad le
asolaba de una forma atroz; era entonces cuando se quedaba solo con aquellos
pensamientos tan macabros que no podría evadir mientras no lograra dormirse>
- Esta tarde ya no haremos clase. Entregad este sobre a vuestros padres cuando
lleguéis a casa... ¡y sobretodo no lo abráis! - les dijo bromeando.
Aquel sobre contenía una octavilla con las notas de su evaluación, Básil y Cloe las
revisaron durante unos instantes y al parecer estaban tan contentos con sus
calificaciones que decidieron hacerle un regalo como recompensa por el esfuerzo; las
vacaciones se presentaban de lo más prometedoras.
Como cada año por aquellas fechas, sus padres aún debían trabajar hasta agosto
mientras que Klaüs pasaría el mes de julio con sus abuelos. Una de las primeras
tardes que se presentaba calurosa, salieron los tres a pasear; durante el trayecto a
Básil le dio por entrar en un extraño edificio que parecía algo así como un colegio
pequeño. Una vez allí, y sin motivo aparente, se sentaron los tres a esperar en un
despacho que se encontraba prácticamente vacío. Mientras Klaüs se distraía mirando
los pósters y el mobiliario de oficina sus padres mantenían una conversación con un
hombre que Klaüs estimó que debía tratarse del director del centro. Instantes
después terminaron de dialogar entre ellos y finalmente las miradas de los tres
adultos se dirigieron hacia él; fueron sus padres quienes le anunciaron entonces que
a la semana siguiente comenzaría unas clases por las tardes en aquel centro cultural.
Se quedó taciturno y consternado, hacía sólo un par de días que había acabado el
colegio y, cuando por fin llegaban las vacaciones, sus padres pretendían apuntarle a
más clases. El disgusto fue tal que allí mismo les pidió explicaciones a gritos.
Mientras sus padres trataban de persuadirle para hacerle entender que las clases no
iban a ser como en el colegio Klaüs se angustiaba y se enojaba por momentos.
- No tendrás deberes, y solo será por las tardes - le decía el director del centro
consolándole amistosamente.
- ...y conocerás a más chicos con los que podrás jugar - añadió su madre.
Aquel parloteo le sonaba como al mismo discurso que tuvo que oír cuando intentaron
convencerle de lo muy genial que era la escuela. Desoyendo sus quejas y razones
por completo, Básil y Cloe le apuntaron aquella misma tarde en la que él se marchó
del despacho rabiando de indignación; una vez más volvería a perderse las series
que daban en la tele ¿Por qué se empeñarían sus padres en fastidiarle de esa
manera? ¿Acaso no tenían suficiente con que fuese a la escuela durante el resto del
año? Klaüs pasó unos días hecho una furia, tratando a sus padres con desdén en
cuanto le dirigían la palabra.
Así, durante el mes de julio, Klaüs estuvo asistiendo con desgana a las clases del
fastidioso centro cultural. Sí que era cierto que nada tenía que ver con el colegio,
unos monitores se encargaban de proponerles actividades para que se distrajeran:
hacían murales, jugaban a juegos, pintaban, cantaban... tampoco estaba tan mal,
pero ya desde el primer día Klaüs no entró con buen pie; sus padres no debían
haberle obligado a que fuese, y ni mucho menos haberle ocultado las verdaderas
intenciones que tenían aquella tarde en que salieron tranquilamente a pasear.
***
CREMA COCHINILLA
Los padres de Yod también habían apuntado a su hijo para que asistiese a las clases
en el centro cultural. Normalmente acostumbraban a juntarse durante el recreo con
Carlos y Manuel, pero allí estaban ellos dos rodeados por un grupo de niños a los que
no conocían de nada. Aquella tarde el monitor les enseñaba a pintar un mural, había
estado dibujando en una lámina de cartón las figuras que luego los niños debían
colorear con sus témperas. Transcurrió algo más de una hora y Klaüs, que había
permanecido ensimismado en su obra pictórica, se detuvo a observar a Yod Heber
que se había apartado del resto y ahora jugaba con un bote de pintura. Klaüs se
acercó a él con curiosidad.
- ¡He inventado una nueva forma de pintar! acabo de descubrir la Crema Cochinilla,
¿quieres probarla? - le decía Yod Heber riendo mientras le acercaba la brocha a la
boca.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Sí, así - y Yod le dedicó una mueca en la que hinchaba los carrillos a la vez que
sacaba la lengua. Ambos se echaron a reír. Yod se había cogido uno de los botes de
pintura y se distraía batiendo la mezcla con la brocha, tal como si se tratase de un
brujo removiendo su pócima en un caldero.
- Tienes que echarle más hormigas, aún no está espeso - le dijo Klaüs contagiado
con su buen humor e imitándole también en su impertinente forma de hablar.
- ¡Eso! y algo de césped tampoco le vendría mal... por el sabor más que nada.
- Esos niños son tontos, deberían castigarles - murmuraban. En realidad debían sentir
envidia al ver lo bien que se lo estaban pasando Klaüs y su amigo Yod, los demás
chicos también se reían de vez en cuando con sus monerías aunque trataban de
disimularlo a modo de desaprobación.
Klaüs trató de salir a buscarla pero el profesor le detuvo rogándole con las mejores
maneras que dejasen de hacer guarradas, él también debía estar disfrutando del
espectáculo, tanto que no les insistió mucho más, seguramente esperaba ver qué
sería lo próximo que se les ocurriría.
Así lo hicieron, se iban alternando uno tras otro para escupir en el bote mientras se
reían a carcajadas. Yod también sugirió que hicieran pis pero desde luego no estaban
tan locos como para hacerlo, lo compensaron agregándole mocos a la mezcla. Llegó
un punto en el que, revolcándose por el suelo, casi no podían ni escupir; a Klaüs le
asfixiaba el asma y a su amigo le había entrado un hipo infernal.
Cuando por fin pintaron su parte del mural con la Crema Cochinilla comenzaron a
llegar las primeras impresiones, algunos de sus compañeros no vieron con buenos
ojos la Iniciativa Cochinilla ya que los más aplicados habían hecho un verdadero
esfuerzo por pintar su parte bien. Una vez terminado el mural éste representaba un
paisaje silvestre muy colorido en el que, en uno de los lados, asomaba un
manchurrón de suciedad que era lo que ellos bautizaron como El árbol cochinillo. El
monitor les defendió delante de sus compañeros argumentándoles que el arte era así
y que no todos tenían por qué entenderlo.
Sonó el timbre y volvieron cada uno a su casa; Klaüs continuaba riendo durante la
cena mientras les contaba a sus padres lo sucedido, por unos instantes ellos lo
encontraron divertido. La juerga con Yod y su Crema Cochinilla se prolongó durante
todo el mes de julio, aquel curso en el centro cultural ya no le parecía tan mala idea
después de todo y les agradeció finalmente a sus padres el haberle apuntado.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
EL PRIMER EXAMEN
Eran aproximadamente las nueve de la mañana cuando aguardaban para entrar en
clase haciendo una fila en el patio, una vez más atrás quedaban ya los siempre
ociosos y radiantes días de playa. En cuanto volviese a sonar el estridente timbre de
la escuela daría comienzo Tercero de Básica. En la fila le esperaban Manuel y Carlos;
él se alegró al encontrarles de nuevo tras el paréntesis vacacional, se unió a ellos y
charlaron divertidos comentando cómo les había ido el verano. Poco después llegó
Yod Heber, en un primer momento se le veía muy afectado por tener que volver al
colegio pero en cuanto les vio desapareció la aflicción de su rostro y entre carcajadas
volvieron a rememorar las bromas de la Receta Cochinilla, Carlos Letz y Manuel
Nekasim también lo encontraron gracioso. Durante la charla Klaüs se despistó un
instante para ver si Laura había llegado ya y la encontró al principio de la cola; allí
estaba, espléndida como siempre, conversando entusiasmada con las demás chicas.
Otro año más Laura le obsequiaría con su presencia y le deleitaría con su voz al leer,
él sintió vergüenza por adorarla de aquella forma tan desmedida y no se atrevió
siquiera a acercarse para saludarla. Ya encontraría el momento, tal vez más adelante.
- Me llamo señor Adler - les decía a la vez que lo escribía en la pizarra - A estas
alturas todos deberíais saber leer mi nombre, de lo contrario significa que la escuela
ha cometido un grave error y deberíais estar dos cursos por detrás aprendiendo a leer
junto con los parvulitos - Adler les estaba abroncando antes incluso de comenzar a
enseñarles nada.
Como si se tratase de un rudo sargento, Adler les hablaba a gritos y sin consideración
alguna, también les acostumbró a que oyeran de él un lenguaje soez y ordinario la
mayoría del tiempo. Los primeros días en clase fueron muy duros, las horas se
sucedían muy despacio en el colegio. Klaüs presentía que el tan temido momento de
convertirse en una persona responsable había llegado, por suerte se consolaba
pensando que ahora podía contar con sus nuevos amigos pues ellos vivían en la
misma situación que él y su desdicha compartida le amparaba un poco más en sus
miedos e incertidumbre. Ahora ya no se sentía tan solo como antes.
Ocurrió que una mañana, nada más llegar, el profesor les entregó una hoja a cada
uno y les dijo:
¿Un examen? A Klaüs le sonaba que eso de hacer exámenes les correspondía más
bien a los Grandes. En la hoja que les entregó aparecía ilustrado un esqueleto
humano con unas flechas señalando hacia algunos de los huesos, la semana anterior
el profesor les había hablado de ellos en la primera clase que dieron de ciencias
naturales pero era imposible que pudiese recordar el nombre de todos ellos. Durante
el tiempo establecido se puso tan nervioso que apenas pudo rellenar la mitad. Esperó
un poco para ser de los últimos en entregarlo, su primer examen había sido un
fracaso en toda regla aunque le aliviaba el hecho de que muchos de sus compañeros
también estaban en su misma situación. O por lo menos eso pensaba él.
En el recreo encontró a Manuel y Carlos hablando sobre cómo les había ido el
examen, por lo visto Manuel sí que se había enterado de que Adler les haría un
control y estuvo estudiando el día antes por la tarde. Manuel Nekasim fanfarroneaba
jactándose de lo bien que le había ido y de lo fácil que le había resultado la prueba,
Carlos asentía con la cabeza mientras recordaban las preguntas y sus respuestas. El
resto de los chicos de su clase iban acercándose a ellos para comentar la
experiencia, prácticamente todos se habían reunido entorno a Manuel poniendo en
común las soluciones para saber si habían errado en alguna de las respuestas. Klaüs
se mantuvo alejado del corro y no se pronunció, se había quedado de piedra al
sentirse acorralado por sus propios compañeros.
Tal vez no había oído bien a Adler, lo más probable era que en el momento en que lo
anunció él estuviese despistado pensando en cualquier otra cosa; el caso es que
Klaüs no recordaba para nada que el profesor hubiese dicho que al día siguiente iba a
ponerles un examen. Durante toda la mañana tuvo que disimular, en casa se guardó
de decirles nada a sus padres ¡Qué bochornoso espectáculo le propiciaría su padre
cuando se enterase de que no había estudiado para su primer examen! Hasta
entonces aún no se le había presentado la necesidad de estudiar nada salvo las
tablas de multiplicar. Cuando llegó por la tarde a su casa se puso a repasar el nombre
de los huesos, pues tenía un imperecedero sentimiento de culpa. Se fue a la cama
por la noche sin dejar de darle vueltas a aquel lamentable incidente; la osuridad se
vuelve más luminosa cuando tratas de solucionar los conflictos diarios.
Fue entonces cuando sintió verdadero pavor, ahora además debía dar cuentas sobre
aquella nota en su casa y decepcionaría a sus padres cuando estos se enterasen de
que ya en tercero de EGB había suspendido su primer examen. Se estaba poniendo
rojo por momentos mientras en la lejanía oía a sus compañeros sonreírse y comentar
las buenas notas que habían obtenido. Abochornado, tapaba con el brazo su tres
circunscrito para que los demás no lo vieran, Adler pasó por la mesa de algunos de
los niños, les recogió sus exámenes y les dijo:
- Procurad estudiar esta vez, porque mañana pienso repetirles el examen a aquellos
que no hayan conseguido aprobar.
Klaüs respiró tranquilo y por un momento pudo serenarse, había suspendido pero la
buena fortuna le brindaba una segunda oportunidad para poder salvar la embarazosa
situación. Llegó por la tarde a su casa y lo primero que le dijo a su madre era que
debía ponerse a estudiar, pues al día siguiente tendría un control. Cloe se sintió
orgullosa al comprobar que ya en el primer examen su hijo se tomaba los estudios
con tanto tesón; Klaüs le devolvía la mirada de forma intermitente, quería parecerle
preocupado por estudiar y no por intentar disimular el fallo que había cometido.
Tal y como les había prometido el día anterior, Adler repartió de nuevo los exámenes
y lo hizo para todos. Algunos de los chicos se levantaron en quejas al considerar que
ellos no tenían por qué repetirlo si ya lo habían aprobado la vez anterior. El profesor
se pronunció irascible:
Y así fue, Klaüs obtuvo una calificación de excelente y se sintió recompensado por su
esfuerzo. Había tenido mucha suerte de que el profesor prescindiera finalmente del
primer resultado, Adler era rudo y muy estricto, pero en esta ocasión también se
había mostrado justo y condescendiente. Durante el recreo Klaüs pudo contrastar las
respuestas con sus compañeros, se sintió aliviado al no tener que ocultarse ni
disimular más, sin embargo fue Manuel quien indiscreto le preguntó por la nota que
había sacado en el anterior examen. No tuvo más remedio que mentirle con tal de no
verse rebajado: le respondió que había sacado un seis y que ahora había obtenido un
excelente. Manuel le miraba suspicaz ante su afirmación, conocía su secreto, sabía
que le estaba mintiendo y pretendía desmerecer su calificación que consideraba
injusta... pero no le quedó más remedio que rehuir el tema y continuar jugando.
Klaüs se presentó feliz en casa mostrándoles a sus padres con orgullo la excelente
puntuación y estos por su parte le felicitaron sentidamente; estaban emocionados con
su dedicación y aquella misma tarde también pudieron verle preparando a conciencia
su segundo examen de ciencias naturales, esta vez sobre los músculos.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Pocas veces había visto Klaüs a su padre tratarle de una forma tan gentil, hacía
mucho tiempo que no le veía tan contento con él y pensó que en adelante las cosas
probablemente cambiarían pese a su mal genio. Lo cierto es que cambiaron, pero a
peor.
***
EL DESCENSO
Abrió los ojos una primera vez y encontró a sus padres reunidos entorno a él; Cloe se
había sentado al borde de la cama y su padre, que en otras circunstancias estaría ya
en el trabajo, permanecía de pie junto a la puerta mirándole impávido. Poco después,
mientras Klaüs se incorporaba para desvelarse, su madre se dirigió a él y le dijo:
- Klaüs, ahora nos vamos al tanatorio, la yaya Bruna vendrá y te llevará al colegio... tu
abuelo se ha muerto esta madrugada y mañana será el entierro.
Ambos le dieron un beso y al momento se marcharon cerrando la puerta tras de sí
con un suave golpe de la cerradura. El se quedó desvelado en la cama mientras
esperaba a que llegase su abuela. Aquellos macabros vocablos: muerte y entierro,
golpeaban sin cesar contra las paredes internas de su cerebro, una y otra vez, como
el doblar de una campana en el más profundo de los silencios. Su sudor estaba
empapando las frías sabanas por momentos, la oscuridad de la habitación le aterraba
tanto que se levantó a subir la persiana para que nuevamente irrumpieran los áureos
haces de luz solar; como cada mañana, le devolverían la vitalidad de la que tanto
había llegado a depender.
En el transcurrir del día y del resto de la semana Klaüs estuvo reflexionando acerca
de su propia mortalidad y lloró desconsolado al conocer el funesto e inexorable
destino que en su condición como ser humano debía asumir. Aún tardó varias noches
en recuperar el sueño habitual, sus párpados se habían vuelto livianos; en ocasiones
tenía dificultad para distinguir si sus ojos permanecían abiertos o cerrados y sólo
terminaba durmiéndose cuando sus razonamientos conseguían agotarle. Con el
tiempo llegó a tomar conciencia de que jamás podría escapar de sí mismo, pues era
su propio existencialismo el que le tenía tan atormentado. A partir de entonces
procuraba leer siempre algún tebeo justo antes de acostarse para así darle un respiro
a su joven córtex, naufrago en un mar de preguntas sin respuesta.
...
- Carlos: si tú pudieses pedirle un deseo a Dios ¿Qué le pedirías? - le preguntaba Yod
durante la hora del recreo.
- Yo le pediría ser invisible, para poder ir donde quisiera sin que me viese nadie y
hacer siempre lo que me diese la gana.
- ¡Si fueses invisible nadie te vería tontaina! Te podría atropellar un coche, matarte y
nadie te encontraría jamás - le señaló Carlos haciendo gala de su agudeza habitual.
- ¡Pero sería invisible sólo cuando yo quisiera, cara huevo! - le contestó nuevamente
Yod, molesto ante su afilada observación.
- ¿Yo?... creo que pediría ser inmortal. Para poder vivir eternamente y no morir
nunca.
- Yo si pudiese pedir un deseo pediría que me concediesen tres, gastaría dos y con el
último volvería a pedir tres más - sentenció.
***
GOLPE A SUS CONVICCIONES
- ¡Eh! ¡Qué peste! ¡Aquí huele a peo y yo no he sido! - se exclamó Yod Heber.
- Es fácil saberlo - apuntó Yod - ¡ha sido el que tenga las manos rojas!
- Ha sido Klaüs - profirió Manuel mirándole con desprecio - se está mirando las
manos.
Puede que fuese mera casualidad, tal vez algunos lo llamarían destino y otros dirían
que era de esperar; lo que está claro es que resultó un duro golpe, un choque con
aquella realidad de la que Klaüs no solía ser partícipe la mayoría de las veces y que
consiguió doblegar los cimientos sobre los que se sostenían sus convicciones.
Caminaba agazapado por el corredor, intentando pasar inadvertido bajo las ventanas
que daban a las aulas donde impartían las clases. Estaba apunto de terminar la hora
del recreo y seguían sin encontrarle, aquella mañana la cuadrilla había decidido jugar
al escondite y aunque probablemente le andarían buscando como desesperados
nadie cayó en la cuenta de investigar en el corredor.
En la parte trasera del edificio del colegio había un pasillo estrecho, de apenas un
metro de ancho, que era la distancia que quedaba entre el bloque y el muro que
rodeaba la escuela. Aquello era el corredor. Al comienzo del pasillo los profesores
habían puesto una cadena para advertir a los niños de que no debían acceder por
aquella parte del recinto, a Klaüs y a sus amigos ya les habían llamado la atención en
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
varias ocasiones al haberse aventurado a entrar allí sin permiso, eso lo hacía aún
más arriesgado y emocionante.
En el corredor no había nada, solía emplearse para ir de una punta a la otra del patio
en menos tiempo. Las ventanas de las aulas estaban orientadas hacia aquel lado y lo
único que debían procurar para pasar inadvertidos por allí era cruzarlo agachados sin
que les viesen desde arriba. Cuando Klaüs miró la hora en su reloj digital ya casi
había terminado el recreo, entonces decidió salir finalmente de su escondite y, en
cuanto abandonó el corredor, se dio cuenta de que ya no quedaba nadie en el patio
grande. Volvió la vista hacia un tumulto que venía del patio cubierto donde solían
jugar las niñas y reparó en que la mayoría de sus compañeros estaban allí. Se dirigió
corriendo hacia la aglomeración sin saber cual sería el motivo de tal alboroto. La
barrera de niños era infranqueable y apenas sí podía ver lo que sucedía. Poco
después se abrió un claro entre la multitud y de entre el gentío salieron corriendo
Laura y Javier, ruborizados y riéndose, mientras sus compañeros les cantaban
aquellas irritantes tonadillas que cantan los niños de forma despectiva a los
enamorados.
Por un segundo los ojos cálidos de Laura coincidieron con los de él, que no se dio ni
cuenta de la cara de bobo que se le había quedado. El tiempo se detuvo y el
momento transcurrió sosegadamente, el cabello de Laura se sacudía liviano mientras
corría alejándose de la muchedumbre, su sonrisa reflejaba en su rostro la felicidad
desmesurada del entusiasta y su mirada se posó sobre Klaüs, pero esta se percibía
desprovista de interés; comprendió entonces que se había convertido en algo así
como un mueble de recibidor para ella. El tiempo recuperó de repente su velocidad
habitual, los demás chicos siguieron a la pareja por todo el patio y él se quedó
absorto en el mismo sitio, en el mismo momento. Un lodo oscuro había penetrado en
su organismo tal como si hubiese acabado de beber petróleo directamente de la
botella, el color del día se tornó en matices gris ceniza y las negras nubes se
cernieron hasta donde a Klaüs le alcanzaba la vista. Sonó el timbre para volver a
clase, pero aunque lo oyó no consiguió despertar.
***
EL ADVERSARIO
Klaüs esperaba su turno para beber de la fuente que había en el patio pequeño pocos
minutos antes de entrar en clase. Delante suyo estaba Javier y, haciendo gala de un
extraño gesto de cortesía, al verle le cedió el caño. A punto estuvo Klaüs de no
acercarse ni tan siquiera al grifo motivado por la rabia que profería hacia él, por lo
pronto tenía sed y la aplacó contra su voluntad, lo que no conseguía mitigar era la
animosidad que le invadía cada vez que le tenía cerca suyo. Javier era otro de sus
compañeros el cual se reconocía incluido dentro del círculo de chicos que el año
anterior ya sabían leer perfectamente; así pues, según las normas que habían sido
impuestas de forma inapelable en su clase, era un rival directo que bajo su punto de
vista competía para despojarle de su bien más preciado: el amor de su dulce Laura.
Una mañana, Javier, que ya llevaba un tiempo advirtiéndole con que se distraía
demasiado durante las clases debido a sus constantes observaciones y comentarios
acerca de todo, tomó la decisión de pedirle al profesor que le cambiase de sitio. De
forma repentina Klaüs fue despojado de todo el prestigio que había podido cosechar
mientras compartía asiento con su compañero; por otra parte le hizo ganar mala
prensa, los chicos más aplicados rehusaban sentarse con él para que no les
sucediera lo mismo que a Javier, no querían que él se convirtiese en un estorbo que
distrajera su atención y les hiciese tener malas calificaciones. Estas presunciones
corrieron como la pólvora y boicotearon su intento de llegar a conseguir la aceptación
y el reconocimiento que anhelaba. Cada día a partir de entonces podía experimentar
gestos inequívocos de desaprobación por parte de sus compañeros, la mayoría de
ellos eran los que rendían culto a la popularidad de su antiguo colega de pupitre.
- La avaricia rompe el saco - le había dicho su abuela en cierta ocasión. Tal vez se
refería a eso.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
SOBRE LA POPULARIDAD
Jose Mª Pallarés
***
DESGARBADO KLAUS
Todo cuanto acontecía en aquella etapa de su vida parecía parte de un elaborado
plan maléfico de confabulación para atentar contra su fortaleza emocional y le estaba
llegando a convencer de que en realidad sólo era un pusilánime. Durante el
transcurso de las semanas había ciertos momentos que Klaüs trataba de evitar
pasando desapercibido, o por lo menos pretendía que se sucedieran de la forma más
apresurada posible. Hasta entonces conoció situaciones molestas como era
madrugar, comer con sus padres cuando no le hacían lo que él quería o las veces en
las que su padre se ponía hecho una furia. Aquel año experimentó también
situaciones verdaderamente embarazosas en el colegio.
El estricto profesor al que solían llamar Adler, que era su apellido, les hacía intervenir
durante sus explicaciones saliendo a la pizarra para hacer los ejercicios delante de
toda la clase. Muchos eran los niños que pasaban en la pizarra momentos de
interminable angustia, Adler parecía disfrutar humillando públicamente a aquellos
chicos que consideraba que no prestaban suficiente atención, que veía poco
espabilados o que les advertía distraídos durante sus explicaciones. Por eso Klaüs
procuraba pasar inadvertido ante el juicio del tiránico Adler, intentando mantenerse
siempre en estado de constante vigilia para que no le pillase desprevenido y ser
capaz de contestar correctamente en todo momento. Pero lo que le fueron imposibles
de disimular eran sus ocasionales faltas de atención.
Adler cargaba contra todos por igual: a algunos les gritaba, a otros les tiraba una
pieza de tiza a la cabeza para recuperarles de su abstracción y de vez en cuando
amenazaba con tirar de las orejas a los más rebeldes. Klaüs le temía de verdad.
El principal problema con Adler radicaba en que aparte de ser un déspota en toda
regla también poseía carisma y con ello cosechaba la admiración por parte de
algunos de sus alumnos. La mayoría de las veces solía llamarles la atención
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Klaüs se sintió intimidado en sus clases, Adler impartía las asignaturas más arduas
dentro del programa de tercero de EGB que eran: Matemáticas, ciencias naturales y
educación física. Sí, has leído bien, el profesor dictador también se prestaba a hacer
las dotes de entrenador de sus discípulos, representando el papel de Clint Eastwood
en El sargento de hierro. Lo más probable es que esos fueran los momentos que
daban sentido a su existencia. Las clases de gimnasia se convirtieron en el nuevo
calvario que semanalmente atormentaba a Klaüs, junto con el inexpugnable vaso de
leche hirviendo de cada mañana y los siempre imprevisibles ataques de cólera de su
padre. La educación física que recibieron de los cursos anteriores no tenía nada que
ver con la disciplina paramilitar que les impartía Adler. Era muy contradictorio que un
profesor de gimnasia fuese también un fumador compulsivo; les llamaba al orden con
su negro silbato y les descalificaba continuamente como si estuviese entrenando a los
soldados de un ejército mediocre.
El rencor que sentía hacia ella después de haberla visto en aquella situación con
Javier terminó derivando en un odio profundo, pues Klaüs concluyó que le había
traicionado. Sentimientos de animosidad luchaban enfrentados contra el principio que
había establecido para ella: la adoración desmedida que imperaba hasta el momento.
Cuando se encontró metafóricamente hundido en el lodo, Javier le colocó el pié sobre
la cabeza para que se hundiese todavía más; desde la lejanía podía escuchar la
crepitante risa de Adler mientras con sus propios ojos advertía cómo Laura le miraba
con gesto impasible. Ni tan siquiera sus padres parecían preocuparse lo más mínimo
por su situación, durante las dos horas que duraba el viaje en coche de camino al
camping Klaüs trataba de transmitirles cuán desamparado se sentía; no les contaba
todo estrictamente para no parecerles un ridículo, y es probable que debido al hecho
de omitir algunos detalles Básil y Cloe terminaban restándole importancia a sus
conclusiones diciéndole que era demasiado pequeño aún para entenderlo y que sus
problemas eran solo nimiedades. Klaüs les pedía ayuda y ellos no parecían
entenderle lo más mínimo, ya no se sentía suficientemente cómodo con nadie como
para poder compartir sus dilemas. Ahora sí que se encontraba solo de verdad, una
vez más volvería a encontrar refugio en su amado desierto de arena blanca donde
cualquier nueva lluvia de caligrafía era siempre una bendición.
- Estoy leyendo.
***
SARGENTO ADLER
Klaüs iba buscando a Manuel Nekasim durante el recreo, recordaba haberle visto salir
corriendo en dirección a clase y desde entonces no había regresado. Se acercó a una
de las papeleras del patio grande para tirar el envoltorio de su segundo Bollycao y
llegó caminando hasta donde se encontraban Carlos y Yod, que permanecían
sentados en el primer peldaño de las escaleras de entrada.
- ¿En serio? ¿Se ha traído el ordenador? ¿Y le han dejado sus padres? - Klaüs se
quedó sorprendido, atónito ante la noticia.
Volvió la vista hacia donde Yod Heber le estaba señalando y vio a Manuel salir de
una de las aulas del edificio de la escuela. Se dirigía raudo hacia donde se
encontraban ellos llevando consigo su cartera, que esta vez se veía colmada hasta
reventar.
- Pero ¿Cómo has conseguido que tus padres te dejasen traerlo? – para empezar no
obtuvo respuesta, Manuel estaba demasiado ocupado montando el ordenador. Luego
conectó el monitor y el reproductor de cintas a las ranuras de entrada del teclado,
introdujo uno de los juegos que tenía en cartucho de los que tanto les había hablado y
poco después la pantalla se iluminó ante la atenta mirada de los chicos que se
mostraban fascinados.
- Mira Klaüs, este es el Naitmare del que tanto te había hablado - le dijo Manuel
Nekasim mientras aparecía la presentación del videojuego.
- Pero... oye una cosa - le insistió Klaüs nuevamente - ¿Dónde has enchufado el
ordenador para que funcione?
...
Cloe: ¿Tú te has visto? - le dijo divertida - Esta noche no han servido de nada las
pinzas.
mientras dormía.
Cloe: Pues sí chico, ni con las pinzas hay manera de sujetar el edredón, cualquier día
amaneces en el suelo - Cloe tenía razón, desde siempre había sido muy movido en la
cama. Ella le decía a modo de broma que todo el nervio que no quemaba durante el
día lo gastaba por las noches - ¿Tuviste un mal día ayer? - le preguntó finalmente.
Klaüs: No, bien - le contestó colocándose las zapatillas. Desde que le habían dicho
que levantarse con el pie izquierdo traía mala suerte procuraba aguardar un momento
para que el primero en tocar el suelo fuese siempre el pie derecho.
Cloe: Te suele pasar cuando has tenido un día movido, a la mañana siguiente te
levantas con la ropa de la cama hecha un higo. ¿Te acuerdas de cuando os dio a Yod
y a ti por la tontería aquella de la Crema Cochinilla?
- ¡Sí mamá! - Klaüs dejó el peine en el cajón del mueble del aseo, abrió el grifo un
buen rato y mojó el cepillo de los dientes por la punta antes de dejarlo de nuevo en el
bote. Se miraba en el espejo y sabía que hacía mal, pero es que no tenía ningunas
ganas de lavarse los dientes. Poco después salieron de camino hacia el colegio.
Volteretas
- ¡Despertad holgazanes! - les gritaba Adler enloquecido a la vez que hacía sonar su
silbato. Acababan de cambiarse en los vestuarios y el chándal aún estaba frío, de
buena mañana era un verdadero suplicio hacer clase de gimnasia.
- ¡No os quejéis u os haré dar veinte en lugar de diez! - Adler no era muy amante de
la compasión, o por lo menos no pretendía demostrarlo. Solo habían dado cinco
vueltas al patio grande cuando la mitad de los chicos se encontraban ya exhaustos;
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
continuaron durante un rato más y poco después Adler les reunió a todos con un
toque de silbato en el centro de la pista.
- A ver... volteretas... ¡Hoy haremos volteretas! - les propuso mientras tosía - Os voy a
enseñar a hacer volteretas hacia delante y hacia atrás.
- Seguro que sacará a Carlos o a Yod para hacer la demostración - pensaba Klaüs.
Ellos eran sus cabezas de turco favoritos.
- Mira Cah-ar-lons - le decía Adler sonriéndose despiadado - Hoy amoh a hacer ohrl-
teretas.
Aquello parecía más un disparatado espectáculo de circo que una clase de educación
física, el humor del profesor dejó de hacerle gracia desde el momento en que se dio
cuenta de que él mismo podía ser el próximo, entonces compadeció a su compañero
y procuró evitar reírse a su costa. Carlos apoyaba la cabeza de forma ridícula contra
la colchoneta, con gran esfuerzo intentaba levantar las piernas para voltearse hacia
adelante sin conseguirlo. Adler le permitió hacer unos cuantos más de sus
esperpénticos intentos y terminó por convertir a Carlos Letz en el hazmerreír de la
clase por un día.
Cuando ya le había humillado suficiente, el profesor le echó una mano para terminar
de degradarle; Carlos se había puesto rojo como un tomate y se encontraba sofocado
por el esfuerzo, Adler le tomó por las piernas, le puso cabeza abajo y, entre las
sonoras risotadas de los demás alumnos, le acompañó el cuerpo hacia adelante para
que pudiese dar finalmente la vuelta completa.
- ¿Lo has visto Cah-ar-lons? ¿A que no era tan difícil? - Adler le despidió del ejercicio
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
con una cariñosa palmadita en la espalda. Carlos Letz asintió cabizbajo y regresó a la
fila abochornado.
- ¿Dónde está el otro? ¡Kla-aü-aüs! - gritó Adler esta vez, el eco de las risas se
escuchaba de fondo.
***
DIOS TE VE, KLAUS
- ¡Lo que hubiese dado por tener un tebeo ahora mismo! - pensó Klaüs Zayin
mientras observaba a la gente en la sala de espera del ambulatorio. Los viernes por
la tarde los invertía siempre así, esperando su turno para que el doctor le
administrase la vacuna semanal. Hacía ya algún tiempo que el asma se le había
agraviado debido a nuevos contactos con los reactivos de sus múltiples alergias: al
polvo, al polen, a la humedad o al pelo de los gatos. Desde que comenzaron con las
clases de educación física Klaüs debía administrarse con regularidad el inhalador
contra el asma, pues tendía a ahogarse frecuentemente ante cualquier tipo de
actividad aeróbica. Ya fuese corriendo, jugando en el recreo o durante el ejercicio
físico, terminaba respirando siempre con dificultad; doblegándose apoyaba las manos
sobre sus rodillas y exhalaba agotado debido a que su capacidad pulmonar no le
permitía recibir la cantidad de oxígeno necesaria para poder continuar.
Antes no hubiese tenido ningún reparo, ahora era incapaz de atreverse con ninguna
de las dos cosas. Permaneció sereno, mirando a ninguna parte y recordando lo último
que le acababan de enseñar en el colegio; los viernes por la tarde hacían religión, una
asignatura extraña de verdad que continuaba manteniéndole intrigado.
Hasta entonces en las clases de educación religiosa les habían hecho leer pasajes de
la Biblia, un libro que tenía muchísimas páginas, la letra muy pequeña y los párrafos
muy comprimidos en los que era fácil perder el hilo puesto que aparte de las
complicaciones antes mencionadas también resultaba aparentemente
incomprensible. No lo comenzaron a leer desde el principio, el profesor les hacía
empezar a leer a partir de una referencia numérica que distinguía los segmentos.
Klaüs presentía que en cada uno de aquellos párrafos existía una enseñanza vital
que, tal y como les había referido el profesor al inicio del nuevo curso, les llevaría a
conocer la verdad acerca de todo y a dar respuesta a aquellas preguntas que ellos,
por ser niños, aún no podían ser capaces de contestar por sí solos. Por fin alguien
conseguía entender que él necesitaba de esas respuestas; al principio se entusiasmó,
no obstante con los días aquellas nuevas enseñanzas, lejos de despejar incógnitas,
abrían vacíos mucho más amplios donde se albergaban otros interrogantes.
Por lo visto todo el mundo aceptaba la posibilidad de que existe un Dios omnipresente
que te ve cuando haces travesuras, que se enoja cuando te enfadas con tus padres o
que te premia cuando te portas bien. Eso le recordaba la historia que le habían
contado sus padres sobre los Reyes Magos: Ya desde que era pequeño conocía la
existencia de un día en el que los tres Reyes Magos premiaban con regalos a
aquellos niños que se habían portado bien durante el año y a su vez traían carbón
para los que se habían portado mal. Klaüs tenía tan solo cuatro años cuando conoció
las condiciones que debía respetar para poder recibir a cambio los regalos de sus
majestades. Ser bueno durante todo un año era una gesta prácticamente imposible,
ya lo había intentado una vez cuando era muy pequeño; convencido de sus
posibilidades pretendía ser un ejemplo de bondad para que los Reyes no tuviesen
objeción alguna a la hora de premiarle.
Retrospectiva
Hubo un día cuando aún tenía cinco años en el que, estando en la cocina, Básil le
mandó coger una botella de gaseosa del armario que tenía a sus pies.
Desafortunadamente Klaüs la cogió por el tapón, este estaba medio suelto y justo
antes de entregársela a su padre en las manos la botella resbaló estrellándose
contra el suelo y vertiendo todo su contenido. Ya os podéis imaginar la reacción de
Básil, una vez más se convirtió en energúmeno mientras él lloraba aún asustado por
el sobresalto que se había llevado al rompérsele la botella. Básil comenzó a lanzarle
los juramentos de costumbre, terminó tachándole de inútil y poco después le mandó a
su cuarto con malas maneras. Como siempre Cloe apareció en escena para enfriar la
situación, intercedió para recriminarle a su padre que no debía ponerse así y ni
mucho menos culpar a Klaüs por un accidente que podía haberle sucedido a él
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
mismo.
Total que, mientras sus padres conversaban en la cocina, Klaüs terminó en su cuarto
sollozando a oscuras mientras pensaba en lo mucho que detestaba a su padre por
comportarse de esa manera. Cuando se hubo calmado, tras el susto y los nervios,
volvió a ponerse triste; su esfuerzo por portarse bien durante todo el año había
fracasado. Aquel incidente consiguió truncar sus esperanzas, en adelante ya no
importaría nada que tratase de mejorar su conducta pues acababa de manchar su
expediente anual por completo.
...
Fue aquel mismo año en el que un sábado por la tarde, en vísperas de navidad, Klaüs
jugaba al escondite en su casa con Velma, la hija de unos amigos de sus padres,
mientras ellos charlaban en el comedor. Le tocaba esconderse a él esta vez y a
Velma buscarle; la oía contar hacia atrás desde su cuarto y ya no le quedaba mucho
tiempo para poder ocultarse. Corriendo se deslizó por debajo de la cama de sus
padres intentando hacer el menor ruido posible al respirar, desde la oscuridad veía
cómo Velma encendía la luz y cómo sus pies se detenían frente a la cama. Pasaron
unos cuantos segundos de intrigante espera, poco después Velma se agachó de
pronto y exclamó:
- ¡¡Te pillé!!
Ambos se echaron a reír divertidos. Entonces Klaüs hizo por salir de debajo de la
cama de sus padres cuando, al girarse para mirar hacia el otro lado, se percató de
que todos los regalos de navidad estaban allí. Se quedó pasmado y le pidió a Velma
que se dieran un momento para descansar antes de retomar el juego, no podía creer
lo que había visto.
- Pero ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaban allí aquellos regalos? ¿Habían llegado
los Reyes Magos antes de hora?
No tardó en descubrir que la explicación más lógica era que aquellos regalos se los
habían comprado sus padres y no los Reyes Magos, comenzó a sospechar de ello
desde el mismo día en que hicieron la cabalgata en Yímbale pues era muy extraño
que sus majestades estuviesen desfilando por las calles de su pueblo y poco después
aparecieran en televisión... con diferente atuendo y con unas carrozas mucho más
lujosas. Había gato encerrado. A sus cinco años Klaüs consiguió despejar una de las
incógnitas propias de los niños de su edad: ¿Existen los Reyes Magos? la respuesta
estaba muy clara: No. Por el momento procuró ser cauto y no revelar nada, pero le
era imposible contenerse de contarle a todo el mundo aquella verdad que acababa de
descubrir. Llegaron las navidades y la noche antes de que los presuntos Reyes
Magos pasasen para dejarle sus presentes Klaüs no podía conciliar el sueño; pese a
que había descubierto ya los regalos todavía no las tenía todas consigo. Al fin y al
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Klaüs, emocionado, únicamente fue capaz de comunicarles que iba a beber agua y
enseguida regresaría a la cama para intentar dormirse. Bebió, y tal como les prometió
a sus padres volvió a meterse de nuevo en la cama. No solo se puso contento por
haber encontrado sus regalos, también había descubierto que estaba en lo cierto y
que lo de los Reyes Magos no era más que un cuento para niños; una vez más volvía
a quedar claro que se desmarcaba por delante del resto.
...
Volviendo a lo de Dios, Klaüs tenía la impresión de que su principio era pues el
mismo que el de los Reyes Magos. Pese a que todo el mundo parecía aceptar el
dogma de su existencia él se guardó mucho de promulgar lo que pensaba acerca de
Dios. Se vio obligado a reservarse su opinión para no levantar sospechas y que le
adjudicasen la etiqueta de rebelde; era muy importante guardar las formas dentro de
clase para legitimar la aprobación de sus compañeros, tan debilitada últimamente.
***
EL SUPLICIO LLEGA A SU FIN KLAUS,
O TAL VEZ NO
De alguna forma Klaüs Zayin había conseguido burlar la guardia del gigante de un
solo ojo y sus dos hermanos, ahora les observaba ocultándose detrás de la pata de
una de las sillas viendo cómo depositaban una esperpéntica jaula encima de la gran
mesa de madera. La escena resultaba de lo más tenebrosa. Mirando a su alrededor
se encontró en un lugar parecido a un sótano o una mazmorra, muy probablemente el
castillo del gigante Polifemo y sus hermanos. Las paredes eran de piedra oscura y
enmohecida; un único haz de luz solar penetraba desde la claraboya situada a una
altura de vértigo iluminando la tabla de la mesa. Desde su escondite podía oír los
gritos de auxilio; todos sus compañeros de clase habían sido apresados por los
gigantes y yacían dentro de aquella jaula macabra hecha de madera y alambre. El
gigante Polifemo, para divertirse, colocó a sus cautivos en el interior de una prensa y
les fue aplastando hasta reducirlos a la mitad de su tamaño normal. Oírles gritar de
dolor le estremeció hasta tal punto que el vello de sus brazos se le erizó como si se
tratase de un cepillo hecho con agujas. Sus compañeros de clase y Bartolomé eran
ahora unos cubiletes humanos, unos pequeños cilindros en los que se perfilaban sus
rostros y la forma de sus extremidades ahora inservibles; lo único que podían hacer
era pedir auxilio pues ya no tenían forma de escapar. Los hermanos de Polifemo
avivaban el fuego de la marmita donde comenzaba a hervir el puchero; en él,
Bartolomé, Laura, Manuel y los demás acabarían siendo parte de la receta.
Klaüs respiraba con dificultad, aunque en parte se encontraba aliviado por haber
conseguido escapar de tan cruel destino. No había tiempo que perder ahogándose
con crisis asmáticas, decidió que se tragaría su vulnerabilidad y a efectos lo
consiguió: inhaló una bocanada de aire como quien bebe un vaso de agua lleno hasta
los topes y los efectos angustiantes del asma se desvanecieron. Ahora que los tres
gigantes habían salido de la mazmorra, en busca de los ingredientes que le faltaban a
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
su puchero debía aprovechar para rescatarles y dar fin a aquel tétrico banquete. Trató
de saltar desde el suelo para alcanzar la tabla de la mesa pero lo vio tan imposible
como alcanzar el balcón de un tercer piso con un solo brinco. Tampoco se creyó
capaz de escalar por las patas, los brazos no le daban lo suficiente como para rodear
el diámetro de ninguna de estas. Oía a sus compañeros gritar y sollozar
desconsolados, él era incapaz de hacer nada por ellos; luego pensó en quién pudiera
ser tan fuerte o tan astuto como para resolver aquella situación, tal vez conseguiría la
ayuda necesaria en su profesor de kárate. Klaüs salió agachándose para pasar por
debajo de la puerta, de pronto se encontraba en el gimnasio explicándole a su Sensei
lo ocurrido y acto seguido se presentaban en la mazmorra acompañados por un
pequeño ejercito de karatekas; pero ¿Cómo podrían hacer frente a los gigantes
siendo tan pequeños? ¿Cómo conseguirían salvar a los compañeros de Klaüs para
evitar que fuesen devorados?.
El rostro del gigante era deforme, frunció el ceño sobre su gran ojo; su boca era
infecta y mostraba una sonrisa siniestra llena de vacíos donde antes había otras
piezas dentales; su barba se apercibía húmeda y sucia de los pedazos que rebosaron
al sorber de la cuchara. Se levantó estrepitosamente de su silla para abalanzarse
sobre ellos y cazarlos, los karatekas huyeron frenéticos, endemoniados; Klaüs fue
incapaz de moverse y los pasos del gigante sonaban cada vez más cerca. Lo último
que pudo ver fue su nauseabunda bocaza expeliendo un aliento cenagoso justo antes
de despertar.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
De pronto sintió calor, abrió los ojos y de nuevo fue devuelto a su habitación, a su
lecho, justo antes de que los gigantes consiguiesen apresarle para convertirlo en su
cena. La pesadilla le había dejado sin aliento, se puso a buscar el spray contra el
asma en el primer cajón de la mesita de noche pero no consiguió encontrarlo así que
se levantó de la cama angustiado y comenzó a registrar en los bolsillos de sus
pantalones. Ahí estaba. Se administró dos dosis, contuvo la respiración unos
segundos y al exhalar sintió cómo la normalidad en su respiración se iba
restableciendo; después volvió a meterse en la cama, el reloj marcaba las siete y aún
era pronto para levantarse e ir al colegio. Trató de recuperar el sueño mientras oía
correr el agua en la ducha, la cama era ahora más confortable que cuando se
despertó. Klaüs permanecía arropado sin llegar a dormirse recordando la tétrica
mazmorra de la que acababa de escapar. Estaba desconcertado, sobretodo por
algunos de los detalles del sueño que para nada concordaban con la realidad: En él,
los alumnos de su clase habían sido reducidos a un pequeño grupo de unos quince
cuando en realidad solían ser alrededor de cuarenta. El profesor que les acompañaba
no era el actual Adler sino Bartolomé, el que había sido su tutor el pasado año y el
anterior. También habían quedado atrás los que fueron sus compañeros en la escuela
de kárate y su Sempai, lo último que compartió con ellos había sido una exhibición en
el pueblo vecino de Yímbale pues semanas después Klaüs abandonaría las clases.
Llamaban claramente la atención las asociaciones generadas dentro del propio
sueño, que eran del todo inverosímiles.
- ¿Qué hacían en su sueño aquellas personas que ya nada tenían que ver con su
vida actual?
- ¿Por qué eran protagonistas junto a él en la lucha contra unos gigantes repulsivos?
- ¡Cuán diferentes se ven las pesadillas cuando uno consigue escapar de ellas!
Oyó el ruido de la persiana al subir, sin darse cuenta se había vuelto a quedar
dormido y ahora su madre la estaba levantando para que la claridad fuese
despertándole. Mientras fingía lavarse los dientes permaneció con la mirada estática,
contemplando su propia imagen en el espejo; pensó en lo mal que le quedaban
aquellas gafas y lo mucho que le afeaban, él seguía sintiéndose guapo como antes
pero ahora era incapaz de apreciarlo ya que sólo podía encontrarse consigo mismo
cuando se las colocaba, sin ellas únicamente alcanzaba a ver su rostro borroso y
desdibujado. Debía aceptar que siempre iba a ser así. Lejos de darle un aspecto
intelectual, los anteojos le propiciaban una apariencia de pardillo que él mismo
reconocía como odiosa. Si Adler podía suponer que Klaüs era un patoso, sólo con su
apariencia se lo terminaría de confirmar.
A primera hora tenían clase de matemáticas con él, últimamente Adler se mostraba
mucho más cercano y relajado que antes. Gracias a sus malas maneras y a su
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
En cuanto a la vida que vivía Klaüs en aquel momento cabe constatar que en tercero
de EGB empezó a conocer la monotonía de la vida de a diario. Antes, sobretodo
cuando subían al camping los fines de semana, ya se había percatado de que existía
el aburrimiento y que era de lo más aflictivo; ahora, sin darse apenas cuenta, lo que la
nueva etapa le reportaba era una prolongación de días que se asemejaban mucho
entre ellos, demasiado como para no levantar sospecha.
Hasta entonces prácticamente todos los días había podido experimentar sucesos que
despertasen su curiosidad: descubría nuevas impresiones, nuevos sentimientos,
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Por primera vez podía concretar que su vida seguía igual, pues cada mañana se
levantaba de la cama a la misma hora; permanecía en clase las horas que
dictaminaba el horario escolar; salía al recreo y jugaba con Manuel, Carlos y Yod; al
mediodía uno sus abuelos venía a recogerle a la salida, comía con ellos y veía un
fragmento de alguna película de dibujos animados en el video Beta de su abuelo
Pepe mientras no fuese la hora de regresar a clase; después volvía al colegio; su
madre le esperaba a la salida cuando eran las cinco en punto; ya en casa veía los
dibujos un rat más hasta que comenzaba el telenoticias y finalmente se iba a dormir.
- Los regalos que vienen en cajas grandes siempre hacen el triple de ilusión - le decía
su primo Sergio haciendo alusión a la bicicleta de montaña que sus padres le
acababan de regalar.
- Ja ja ja, tienes razón - asentía Klaüs divertido ante su acertada elucidación - Voy a
la cocina a beber agua.
- Póntela del grifo, que la de la nevera está friísima como diría tu yayo - le advirtió
Cloe al oírle.
Las fiestas transcurrieron como de costumbre, solo que esta vez resultaron algo más
sobrias. ¿Por qué? ¿Quién era el culpable de que las cosas no fuesen como antes?
A los pocos días ya estaba de vuelta en el colegio sin apenas rozar la depresión a la
que solía sumirse cuando regresaba. El ritmo acelerado que estaban tomando los
nuevos episodios de su vida le llevaron a preguntarse si tal vez no estaba yendo todo
demasiado deprisa. Los días no parecían tan largos como antes, las estaciones se
sucedían fugazmente y atrás quedaba más de lo que parecía que debía venir en
adelante ¿significaba eso que estaba dejando de ser un niño? Se aterró al pensar
que pronto estaría saliendo del colegio para ponerse a trabajar y recordó una vez más
el sueño en el que vio a su padre en la fabrica de bañeras.
Retomaron las clases de matemáticas de Adler, que esta vez impartía en sus
lecciones las fracciones y los tantos por ciento. Durante el intervalo de tiempo que les
dejaba el profesor para hacer los ejercicios Klaüs empleó lo que había aprendido
sobre porcentajes para aplicarlo a aquello que más importancia tenía para él en aquel
momento; con ellos determinó que, a sus nueve años de edad, había vivido ya más
de una décima parte de su vida y se sintió abatido por su propia conclusión. Un haz
de luz anaranjado procedente del encendido sol de la tarde resplandecía sobre su
pupitre, el silencio se había adueñado de la clase mientras cada uno trabajaba en los
nuevos ejercicios del libro ¿Estaría alguien pensando lo mismo que él en aquel
preciso instante? Levantó la mirada de entre las hojas de su cuaderno y un breve
golpe de vista le sirvió por respuesta. El fulgor de la siempre prodigiosa luz solar le
devolvía como de costumbre a la vida, pero ¿Qué sentido tenía entonces vivir?
***
* SE GENEROSO CONTIGO MISMO *
La medalla que me otorgaron en primero de preescolar fue el último contacto que
tuve con las clases de natación hasta los siete años, entonces tenía solo cuatro y
pasaron tres más hasta que conseguí aprender a nadar, seguramente todos los
demás chicos de la escuela ya lo habrían conseguido a esas alturas. Tenía la certeza
de que ambos, tanto Manuel como Carlos, sabían nadar pues llegó a mis oídos que
algunos fines de semana ellos iban juntos a la piscina municipal. De Yod también lo
suponía aunque prefería creer que no era así, por lo menos para no sentirme tan
inepto. La realidad era que me había quedado atrás, hacía ya demasiado tiempo que
pospuse las clases de natación y a mis siete años todavía usaba el flotador cuando
iba a la playa.
- ¿Qué demonios tiene que ver toda esta historia con el amor? Está claro que el libro
se titula Klaüs Zayin y las siete formas del amor y por ahora, del amor, solo hemos
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
En el transcurso de esta novela advertiréis que Klaüs Zayin toma muchos rasgos de
la personalidad de la gente con la que se rodea, pero eso no significa que termine
siendo exactamente igual que alguno de ellos. Para descubrir nuestra personalidad
propia debemos aprender de la de los demás, tanto de las personas que parece que
nos son afines como de las que nos parece que no lo son. Solo así, como si se
tratase de montar un puzzle a base de ir reuniendo piezas, podremos construir una
identidad para nosotros mismos que de verdad nos guste y de la que podamos llegar
a enamorarnos para enamorar con ella a los demás. En un sinfín de ocasiones a lo
largo de vuestras vidas deberéis tragaros el orgullo para poder progresar, para poder
dejar atrás los obstáculos que se os presentan y que os impiden llegar más lejos.
Muchas veces tendréis la posibilidad de evitarlos pero es preferible que los superéis,
pues a lo que algunos llaman problemas no son sino experiencias que nos ayudan a
ser mejores; al igual que en las matemáticas, resolver los ejercicios más difíciles nos
ayuda a consolidar lo que hemos aprendido. En esta historia Klaüs estaba convencido
de que era incapaz de aprender a nadar, no le quedó más remedio que enfrentarse
finalmente a su soberbia aceptando la vejación de que le enseñasen en unas clases
rodeado de niños pequeños. Aquel fue su primer gran triunfo pues por vez primera
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Anilla
El primer día de las clases de natación me rodeé de niños que eran más pequeños
que yo, entonces tenía siete años y ellos rondarían los cinco. Pese a que el resto
tampoco sabían nadar yo me sentía igualmente humillado por no saber a mi edad; era
como un repetidor de los del colegio. En mi clase hubo un niño que repitió segundo
de básica porque no sabía leer y me pareció muy lamentable, en esta ocasión era yo
el que se encontraba en su situación; me convencí a mí mismo de que algún día
debía aprender y que el bochorno de asistir a un curso con niños pequeños era el
precio que debía pagar por haber evitado el problema durante tanto tiempo. Fue otro
duro golpe contra mi orgullo, en la piscina se me veía de lejos pues era él más alto de
la fila; a su vez también parecía el más torpe. Me esperé a ser el último en lanzarse al
agua, estaba atemorizado ante mi inminente ridículo.
Entonces la monitora me dio la orden con su silbato de tirarme al agua y, al verme sin
escapatoria, me lancé como pude. Caí como una bola de plomo, haciendo continuos
aspavientos con los brazos para mantenerme en la superficie. Me hundí; luego luché
por salir a flote durante un instante de auténtica angustia pero cada vez estaba más
agotado. Finalmente me abandoné a mi suerte, me desmoroné y acabé
hundiéndome. Me escocían los ojos, me entró agua por la nariz y aun así trataba de
tener la boca cerrada; la imagen borrosa que percibía del fondo de la piscina (no
llevaba las gafas) terminó por difuminarse y se fundió en negro, de la oscuridad
apareció la luminosa niebla anaranjada que se extendía girando en espiral y me sentí
como adormecido. Noté cómo de pronto algo tiraba de mi cabeza, como si un brazo
fuerte me rodease el cuello acompañándome hacia la superficie. Volví a respirar, tosí
el agua que había tragado mientras la monitora me sostenía con un gancho que
parecía un gigante brazo de paraguas, me agarré a él y me ayudó a salir. Durante el
resto de aquella primera clase hicimos los ejercicios cogidos a una tabla que nos
servía de flotador y mi cobardía se fue amainando; a medida que transcurrían los días
le perdía el miedo a nadar pese a que aún me costaba lanzarme al agua. La semana
siguiente ya nadaba por mí mismo, estaba muy contento y deseaba que acabasen las
clases para dejar por fin el grupo de los pequeños. Aún me quedaba mucho por
aprender.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¿Lo ves como no era tan difícil? - y sonriéndome me dejó por fin marchar hacia los
vestuarios.
La odié durante las siguientes clases por haberme visto sometido de aquella manera,
después recapacité y me di cuenta de que lo había hecho por mi bien. Está claro que
no se lo agradecí nunca pero supongo que ella tampoco lo pretendió. Ojalá hubiese
encontrado a alguien como la monitora de natación para que me hubiese enseñado a
montar en bici; mi padre me quitaba las ruedas de atrás y mientras me decía que no
me preocupase, que él jamás me soltaría me soltaba una y otra vez. Me pelé tanto las
rodillas de cuantas veces me caí que terminé desistiendo y aún es hoy que no sé
montar del todo bien en la bicicleta.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
De nuevo volvió a transcurrir el mes de julio en compañía de sus abuelos sin mayor
preocupación que la de asistir por las tardes al centro cultural, él esperaba poder
encontrarse allí con Yod tal y como sucedió en años anteriores, pero por lo visto esta
vez sus padres no le habían apuntado. La primera tarde que pasó en el centro se
encontró solo, rodeado únicamente de aquellos chicos a los que no conocía de nada.
Se sintió desubicado igual que cuando comenzó en preescolar, estaba claro que
aquel no era su sitio.
Las circunstancias le exigían ahora que aprendiese de una vez por todas a integrarse
en un grupo de niños donde no conocía a nadie y que le parecían de lo más vulgar.
Después de una semana aún no había conseguido entablar amistad con ninguno de
ellos, más bien se evidenciaba un clima de notable austeridad hacia él con cada tarde
que pasaba. Estaban pintando un mural cuando de pronto uno de los chicos le
sacudió un manotazo accidentalmente y le rompió las gafas.
- ¡¿Pero qué haces?! - se exclamó al oír sus gafas estrellarse contra el suelo.
- Sí claro ¡Ha sido sin querer evitarlo! - y Klaüs se dirigió a su tutor para explicarle lo
sucedido. Fue un verdadero fastidio pasar el resto día con uno de los cristales rotos.
A la mañana siguiente Cloe pidió unas horas libres en su trabajo para poder
acompañarle a la óptica y encargar unas gafas nuevas, iguales que las anteriores,
pero que aún tardarían una semana en llegar. Mientras no se las traían Klaüs tuvo
tiempo de conocer los aspectos más lamentables de su limitación: cuando iba por la
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
calle lo veía todo borroso, era incapaz de distinguir los rostros de la gente ni tan
siquiera a un metro de distancia; no podía leer las señales de tráfico y por descontado
tampoco sus tebeos al irse a dormir; no podía jugar a pelota ni tampoco ver la
televisión; tanto al pasear como estando en su propia casa debía prestar especial
atención para no chocar con cualquier tipo de obstáculo y, en consecuencia a todo
esto, al final del día terminaba mentalmente fatigado.
- La miopía es una incapacidad muy cruel - pensaba Klaüs frente al televisor mientras
estrujaba el gesto intentando recuperar algo de nitidez - pues es una ceguera en toda
regla que debemos asumir como tal. Le restamos importancia debido a que hoy por
hoy disponemos de recursos tales como las gafas que corrigen la disfunción
cómodamente, pero en el momento en que no podemos disponer es cuando nos
damos cuenta de lo mucho que dependemos de ellas.
Pepe - ¡Pues vaya desastres me estás haciendo! y ¿para qué vale el expirimento?
Klaüs: Es un veneno.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
TIEMPO Y TROFEOS
Klaüs se acercó nadando hacia la orilla, buscando un sitio donde pudiese ponerse en
pie para quitarse las gafas de bucear. Como llevaba sumergiéndose toda la mañana
llegó un punto en el que se le había empañado mucho el cristal y ya le costaba ver
bajo el agua. Entonces dirigió la vista hacia la costa y creyó divisar a su madre
haciéndole señales desde la toalla para que volviese. Sus amigos ya se habían ido a
casa así que probablemente debía ser la hora de comer, salió del agua y se tendió
boca arriba en la toalla para secarse.
Entreabrió los ojos y a través de la sombrilla contemplaba el sol del mediodía que
calentaba todo su cuerpo proporcionándole aquella sensación de grato bienestar tan
propia del verano; toda la semana había transcurrido igual, pero la rutina durante el
mes de agosto era más satisfactoria que durante el resto del año. A él le encantaba
aburrirse en vacaciones, no tenía nada que ver con los letárgicos fines de semana en
el camping de la montaña ni tampoco con la monotonía de la vida escolar cotidiana;
entonces se convertía en un entusiasta de la pasividad. Cada día bajaban a la playa
después de desayunar, allí se encontraba con sus amigos y se divertían jugando
durante toda la mañana hasta la hora de comer. Después harían la siesta y más
tarde, sobre las seis, saldrían a pasear los tres o irían a pescar con Básil. A finales de
agosto concertaban un concurso de pesca infantil en el que acostumbraba a
participar, la primera vez que su padre le apuntó él no estaba muy entusiasmado con
la idea pero finalmente, con su ayuda, quedó en segundo lugar y esto le alentó para
seguir acudiendo. Cada año desde entonces competía en el concurso y varias veces
llegó incluso a conseguir situarse en el primer puesto.
Hasta ahora pensar en el futuro le sobrecogía, pues tenía la sensación de que todo
acontecía precipitadamente. Si su vida continuaba avanzando a ese ritmo tan
frenético pronto se haría mayor, comenzaría a asumir las responsabilidades propias
de los adultos y lo que era peor, terminaría trabajando. Después de meditar sobre la
teoría que él mismo había formulado acerca del tiempo empezó a ver un poco de
claridad en las perspectivas de su porvenir. Era inevitable que con cada año que
pasase en el colegio las clases se complicarían más y más; las asignaturas se
volverían más peliagudas; los profesores probablemente pudieran ser aún más
estrictos que Adler y con ello las posibilidades de que le obligasen a repetir curso se
incrementarían.
- Ojalá todos los días fuesen así de estimulantes - pensó mientras saboreaba su
helado de vainilla - Mañana me presentaré al concurso de pesca, seguro que gano - y
así lo hizo.
A la mañana siguiente se levantó pronto y salió a pescar junto con los demás
competidores, había algunos niños que parecían más hábiles que él pero eso no le
importó, tenía claro que la fortuna iba a estar de su lado aquella semana y seguro que
le ayudaría a ganar. Una vez terminado el concurso los jueces pesaron las cantidades
que cada uno de los niños había conseguido capturar y Klaüs quedó en el primer
puesto. Ilusionado con su victoria recibió el trofeo de campeón de manos del alcalde
del pequeño pueblo costero, después les llevaron a todos a desayunar chocolate con
cruasanes. Está claro que la suerte sonríe siempre a los optimistas.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Podemos señalar con acierto cuándo empiezan y cuándo terminan las estaciones,
disponemos de calendarios que nos indican el día exacto en el que, según lo
establecido, abandonamos el invierno para ingresar en la primavera. Pero
¿podríamos determinar con la misma exactitud cuándo evolucionamos de una de las
etapas de nuestra vida a la siguiente?
Unas afirmaciones que yo considero que son del todo irreflexivas y desacertadas,
pues siendo niños la gran mayoría de nosotros estamos deseando hacernos adultos
para poder disfrutar de los privilegios de serlo. La misma sociedad nos traza unas
pautas de conducta y nos muestra unas directrices que nos deben servir para lograr
alcanzar lo que nos venden como un símil de la perfección: la madurez. Bien de
todos es sabido que en la infancia nuestros padres y tutores empleaban prototipos de
madurez para mostrarnos lo que es correcto y lo que no, solían recriminarnos por
nuestro comportamiento infantil y convertían de forma subliminal la formalidad y la
razón en nuestras mayores aspiraciones. Por el momento ya podemos conjeturar que
las estaciones de cada persona dependen del psique y no de la edad estipulada por
un calendario; sucede igual que en las estaciones del año: el hecho de que podamos
determinar el día en que comienza el verano no significa que la meteorología propia
de la primavera se interrumpa ineluctablemente el veintiuno o veintidós de Marzo.
Todos tenemos un miedo inherente a los cambios, esto es debido a que en nuestra
infancia debemos aprender a adaptarnos a las circunstancias que nos rodean en las
cuales estamos, sin lugar a dudas, expuestos de forma constante a lo desconocido.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Por eso determino que no se les debe exigir a los niños que dejen de comportarse
como tal, muy al contrario, debe honrarse el candor, la espontaneidad y la ingenuidad
de los infantes. Hay un momento para cada edad y no podemos desdeñar nuestra
infancia en pos de madurar lo antes posible pues en ese caso estaríamos dejando
atrás la primera de las estaciones de nuestra vida que, a diferencia de las estaciones
del año, sólo se suceden una vez.
Para aquellos que hoy añoran su niñez me gustaría persuadirles a que hagan uso de
esa nostalgia y les permitan a sus chicos disfrutar abiertamente de la inocencia, así
como ellos disfrutan ahora de su tan ansiada edad adulta. Hay gente que alude que
tenemos mucho por aprender de nuestros hijos, pero si nosotros hemos sido niños
antes...
***
REALIDAD FANTASTICA
Ante todo quería darte las gracias a ti, por haber llegado tan lejos. Ahora mismo te
adentras en la segunda mitad de la primera parte, bastante más confusa que la
primera pero también más dinámica. Como habrás podido advertir, esta novela no
entraña ningún misterio inherente ni nos sumerge en una embrollada trama con un
final inesperado. Esta historia persigue exponerse mediante un hilo argumental que
se basa en el tiempo lineal de la vida de Klaüs y que, como es lógico, nos suena
conocido pues por lo general todos hemos seguido una trayectoria similar en nuestro
génesis.
Esta semana aparecía una nueva obra de Zafón a la venta y han estado hablando por
la radio de las cifras millonarias que le reportará la publicación. Yo no ambiciono ni
pretendo eso pese a que pueda sonar a mera altanería. Por supuesto que me
gustaría ser rico al instante, como todos, pero no quisiera lucrarme a costa de algo
que creo que debería estar al alcance de quien se interesase por voluntad propia.
Hace mucho tiempo que abandoné toda esperanza de poder vivir sin trabajar y
también la de trabajar en aquello que de verdad me gusta; con eso no quiero decir
que no considere el ser escritor un oficio legítimo, al contrario, sucede del mismo
modo que en los demás tipos de arte ya sea con la pintura, con la música, etc... Soy
incapaz de ponerle precio a lo que considero el proceso creativo de cada uno.;
subastar la historia, los sueños, la realidad… los sentimientos de muchas personas al
fin y al cabo. Muchas empresas dedicadas a la divulgación de arte en cualquiera de
sus formas deberían reconsiderar su postura teniendo en cuenta que el total de sus
ganancias provienen de privatizar ideas que deberían estar al alcance de todos. Así
pues, me he propuesto que sólo publicaré para aquellos a los que de verdad les
gustaría tener una edición en formato de papel de Klaüs Zayin y las siete formas del
amor. Este criterio es lo que yo considero más coherente, ejemplo de ello está en mi
afición por coleccionar discos.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
***
EL HACHA DE ORO
Había sido una hermosa tarde de domingo, llegaba el ocaso y el sol se escondía tras
el horizonte, a estas alturas poco quedaba ya de la radiante luz escarlata de la gran
esfera. Klaüs el campesino se disponía a regresar a su hogar después de salir a talar
leña en el bosque, en realidad no la necesitaba pero había hecho de la rutina un
hábito ameno para los domingos.
Una vez que hubo descendido del monte se detuvo un momento en la laguna a
descansar antes de continuar la marcha. Se postró ante ella dispuesto a beber,
estaba agotado de acarrear el fardo con la madera pues había recogido algo más de
la que acostumbraba a cargar habitualmente. Se colmó las manos con el agua
vidriosa de la laguna que ahora resplandecía bajo el último de los haces de luz del
crepúsculo; se mojó la cara para refrescarse y recuperar el aliento después del
esfuerzo; luego bebió. Cuando sació la sed se secó la barba con su camisa y se
sentó en la orilla a respirar la cálida y sutil brisa que suspiraba la montaña en las
luengas tardes de verano.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Sobresaltado, Klaüs soltó el fardo y sin pensarlo dos veces se remangó e intentó dar
con el hacha a toda prisa. Estaba oscureciendo, si no conseguía encontrarla ahora
probablemente las corrientes de la laguna la arrastrarían hacia el fondo y quedaría
enterrada en el lodo. Acababa de perder la mejor de sus herramientas; continuó
rastreando, la buscó sin fortuna y terminó por abandonar cuando, abatido, perdió toda
esperanza de poder localizarla.
La noche se había cerrado, la luna iluminaba el lago creando un áureo cordón que
trazaba un sendero en línea recta a través del agua en dirección hacia el astro. De
pronto percibió una tenue luz que centelleaba en la oscuridad, alzó la vista y de entre
los destellos celeste y blanco vislumbró a la ninfa del pantano. Era la primera vez que
se manifestaba ante él pero su inesperada aparición no le turbó en absoluto, había
oído hablar antes de ella y de su belleza, era un espectáculo insólito y cautivador
como un eclipse o una lluvia de cometas.
Entonces retiró el brazo del agua y se incorporó para poder deleitarse con su propio
asombro mientras durase el instante. Admiró boquiabierto su presencia, le
conquistaba a su vez una sensación de serenidad que probablemente hacía muchos
años que no sentía. Recordó a su madre recitándole las historias que contaban en el
pueblo sobre la ninfa del pantano, él la escuchaba arropado en la cama, entonces era
solo un niño pero nunca llegó a olvidar aquella escena pues era uno de los momentos
que su memoria conservaba con más afecto.
<Su rostro era reflejo de la misma noche, su cabello era del color del vacío eterno y
sus ojos eran claros, tan claros como un glaciar en medio de un océano profundo,
cualquiera que los había visto podía tener la sensación de contemplar la luna como lo
hacen los poetas embelesados y los melancólicos. Es su espíritu el que cautiva sin
remedio, un vendaval de lluvia de una tarde de invierno de la que bien se podría decir
que tenía la misma luz que la última hora de la humanidad. Implacable pero
seductora, así era.>
- Acércate - le dijo, y él se acercó. Puso un pie sobre el agua y sintió que podía
avanzar firmemente por el camino que reflejaba Selene. Sus pasos le llevaron como
en sueños hasta el centro del lago, se detuvo cuando advirtió que la claridad que
emanaba el aura de la ninfa no le permitía acercarse más.
Con un grácil gesto descubrió uno de sus brazos que hasta entonces permanecía
bajo la túnica azabache. En su mano sostenía indudablemente un hacha aunque esta
se veía más ostentosa que la que había perdido Klaüs en el lago. El hacha que le
mostraba la ninfa había sido fraguada con oro. Le preguntó:
-¿Tal vez ésta? - inquirió de nuevo, luego levantó el otro brazo tan delicadamente
como lo hizo con el anterior y esta vez le mostraba una refulgente hacha de plata.
Parecía muy valiosa, tal vez valía más de lo que podría reunir Klaüs trabajando
durante toda su vida.
- No, ninguna de esas dos herramientas son mías, mi hacha es mucho más humilde.
La ninfa se sonrió, el resplandor que emanaba su aura se volvió más intenso y cegó
al modesto campesino que se desequilibró y cayó sobre su rodilla derecha. Cuando
pudo volver a abrir los ojos se percató de que la aparición del lago se había situado
frente a él, extendió sus brazos y le presentó las tres hachas: la de oro, la de argento
y la suya.
- Ten, humilde campesino. Todas te pertenecen ahora pues estoy convencida de que
eres el más indicado para poseerlas y hacer buen uso de ellas.
***
KLAUS EN EL BUCLE
La mochila no daba más de sí y Klaüs comenzaba a desesperar porque no
encontraba la manera de introducir en ella todos los libros de texto que le hacían falta
para el día siguiente. En la primera reunión de padres, previo comienzo del curso
escolar, ya se habían escuchado quejas manifestándose en desacuerdo con el
exorbitante volumen de libros y material escolar que el colegio exigía para poder
seguir las clases; por lo visto estas quejas habían sido desatendidas y finalmente no
se adoptó ningún tipo de medida al respecto.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
La cartera debía pesar una tonelada por lo menos, en ella había metido los libros, el
diccionario, su estuche con los bolígrafos, el juego de reglas, otro estuche para los
rotuladores y aún debía guardar sitio para que su madre pudiese poner el desayuno.
No hubo forma de que entrase la carpeta así que decidió que la llevaría en la mano,
cerró la cremallera de su mochila como pudo y la dejó junto al armario, la verdad es
que daba la impresión de que las costuras podían estallar de un momento a otro. Se
quedó observándola mientras tomaba asiento en su cama, pensó que probablemente
cada día a partir de entonces debería cargar con aquella descomunal talega hasta el
fin de su paso por la educación básica. Supuso que si todos los demás lo hacían, él
también terminaría acostumbrándose.
No era casualidad que las vacaciones terminasen así, como siempre en el día más
fatídico de la semana. A las seis de la tarde del último domingo antes de retomar las
clases Klaüs leía un tebeo tumbado en su cama, en cuestión de unas horas volvería a
desvanecerse el sueño de libertad que vivía cada verano y la habitación presentaba
un marcado aire melancólico al que ya se estaba acostumbrando; comenzaba a ser
previsible. Mientras leía en la soledad de su cuarto le invadían recuerdos de las
clases del año anterior: las matemáticas de Adler, su primer examen, los momentos
embarazosos en las clases de educación física, las vejaciones... todo eso estaba a
punto de volver en cuanto despertase a la mañana siguiente. Aquellos privilegios que
le otorgaban las vacaciones serían fulminados nuevamente, cada año que pasaba le
resultaba el verano aún más efímero.
Por primera vez había conseguido resignarse a su destino inmediato, mientras leía
sus tebeos podía librarse de pensar en lo nefasto que era regresar a todo eso.
Entonces recordó a sus amigos: a Manuel, a Carlos y a Yod; ellos eran como siempre
lo único que tenía de bueno volver a la escuela.
- Me parece bien - le respondió Klaüs sin levantar la vista de entre las viñetas.
- Vamos a ir los tres, sino tu padre se va a enfadar - y con esta última frase Cloe
sentenció la conversación, él se puso los zapatos malhumorado mientras su padre
regañaba entre dientes desde el pasillo.
eterno pues, como quedaba claro que Básil no estaba de muy buen humor, pasaron
todo el camino sin dirigirse la palabra. Bastante tenía Klaüs con saber que al día
siguiente comenzaba las clases para encima tener que aguantar los berrinches de su
padre; salir aquella tarde no le pareció una buena idea desde el principio.
Una vez allí avistaron por casualidad a los señores Nekasim y la expresión en el
rostro de Klaüs volvió a iluminarse. Manuel estaba con ellos, también Laura y sus
padres, también Yod con los suyos. Los cuatro estuvieron al escondite por el patio del
centro cultural en el que solía pasar los meses de julio ¡Qué emocionante volver a
verles después de tanto tiempo! Laura le pareció tan guapa como de costumbre.
Klaüs conversaba con Manuel acerca de sus vacaciones mientras Yod intentaba
trepar un árbol y Laura, que ahora les había abandonado, permanecía atendiendo al
concierto junto con sus padres. Por lo visto prefería la compañía de estos a jugar al
escondite con Klaüs y sus amigos, o tal vez estaba realmente interesada por la
música. Ya era más que evidente la diferencia de madurez que existía entre los
chicos y las chicas a esa edad, puede que Laura solo estuviese jugando a hacerse la
mayor para que ellos se sintieran como unos críos y dárselas de interesante. Desde
luego no sabía lo que se perdía por no jugar al escondite.
- ¡¿A que no me pillas?! ¡Cara de papilla! - canturreaban - Rabia rabiña, cara de piña.
Mientras jugaban a perseguirse Manuel se reía sin cesar, pararon un momento para
que Klaüs recuperase el aliento y pudiese administrarse el spray contra el asma. Fue
entonces cuando Manuel le dijo:
- No paras de mirarla Klaüs... ¿Es que te gusta la Laura?- le comentó con cierto aire
de picardía.
Tan solo se le pudo escapar una estúpida risita mientras se le subían los colores.
Ambos comenzaron a reírse y él, dejándose llevar por el frenesí del momento, acabó
confesándole que así era. En realidad sentía y había sentido mucho más que eso,
pero sí, con decir que Laura le gustaba Manuel debía tener suficiente.
Empleando un molesto tono de burla Manuel le amenazó con decírselo a ella; estaba
claro que debía tratarse de una broma puesto que Manuel no sería capaz de hacer
algo así. El seguía riéndose divertido pero ahora a Klaüs ya no le parecía todo tan
gracioso. Manuel echó a correr en busca de Laura mientras Klaüs le perseguía y le
tiraba de los brazos con tal de que no se le acercase para contarle nada; ambos
terminaron agotándose.
- ¡Aaaah! ¡No te me acerques con eso! ¡Qué ascoo! - exclamó Klaüs huyendo de él.
Klaüs se quedó petrificado, la miraba a la cara y ella tenía una clara expresión de
curiosidad mezclada con escepticismo; en segundo plano Manuel permanecía todo lo
serio que podía estar, pero no cabía duda de que se le escapaba la risa porque le
había contado algo.
- ¿Eso es la cosa que tanto me iba a impresionar? - le dijo mientras le miraba a los
ojos como intentando adivinar si estaba mintiendo.
- ¡Eso es! - sentenció rotundo sin poder disimular su alivio. Creía haber salvado la
situación pero la expresión de Laura dejó de ser curiosa para ser únicamente de
escepticismo, intuyó que le estaban tomando el pelo y se marchó enojada.
Klaüs cogió a Manuel por el cuello y le apretó con todas sus fuerzas mientras este se
reía como un poseso.
Aburrido ya del tema, Manuel regresó con sus padres y él terminó jugando a solas
con Yod. El concierto concluyó y volvieron para casa, esta vez más distendidos pues
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Laura les había comentado que ya conocía al tutor que iban a tener en el próximo
curso del colegio, se llamaba Eduardo y resulta que era muy joven en comparación
con los profesores que habían tenido anteriormente ¿Significaba eso que iba a ser
menos estricto que los anteriores por ser más joven? si seguían avanzando cursos y
con ello se incrementaba la dificultad ¿Era posible que el nuevo profesor fuese aún
peor que el tiránico Adler? En cuanto se levantase por la mañana al día siguiente
tendría respuesta a todas sus preguntas. Volvió a ponerse nervioso justo antes de
acostarse y apenas durmió unas horas aquella noche.
***
COMENZAR CON MAL PIE
- Klaüs ¿dónde vas? - le preguntaba su madre - ¿No se te olvida algo? - no obtuvo
respuesta alguna. Klaüs había cargado ya con su mochila y estaba dispuesto a salir
por la puerta, no sabía de qué le estaba hablando.
- ¡Puaj! ¡Otra vez no! - puso el grito en el cielo cuando la membrana láctea que su
madre llamaba comúnmente nata se le pegó en el paladar y la lengua. Convulsionó
espasmódicamente debido a las arcadas que le produjo tan desagradable sensación.
- ¡No vomites! - le gritó Cloe. Por suerte todo quedó ahí y cuando Klaüs terminó con
su particular tormento matinal salieron de camino para el colegio.
Hacía una mañana espléndida y era una verdadera lástima, pocos días antes podía
haber aprovechado que el tiempo acompañaba para bajar a la playa, pero ahora ya
no. Klaüs permanecía en fila aguardando para entrar en el aula; esta vez escuchaba
expectante a sus compañeros comentar lo que habían oído acerca de Eduardo, el
profesor que iba a ser su nuevo tutor en el cuarto curso. Entonces llegó Yod con su
madre, Klaüs se reavivó y le hizo sitio junto a él en la cola. Como venía siendo
costumbre estuvieron repitiéndose el uno al otro las mismas chorradas de las que se
solían reír recordando a su vez las películas que habían visto durante el verano. Poco
después llegaron juntos Manuel y Carlos aunque en esta ocasión, en lugar de
dirigirse hacia donde estaban Yod y Klaüs, se quedaron en la parte de atrás de la cola
manteniendo lo que parecía una conversación similar a las que solían tener los cuatro
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
pero solo entre ellos dos. Klaüs quiso restarle importancia al detalle, aun así no pudo
evitar sospechar de aquel extraño comportamiento que mostraban sus amigos; ahora
parecían más unidos entre ellos que antes. Sintió celos momentáneos de su
compenetración y del deje de efusiva afabilidad que se proferían. Mientras pensaba
en ello se percató de que estaba desatendiendo las palabras del pobre Yod,
probablemente no se había dado cuenta de nada de lo que estaba sucediendo; era
injusto que Manuel y Carlos les diesen de lado de una forma tan descarada, debía ser
prudente y andarse con pies de plomo. Ya en la clase, tras un breve discurso del
director de la escuela al que Klaüs no consiguió prestar atención en ningún momento,
tomaron asiento en sus pupitres situándose más o menos como estaban ubicados el
año anterior y esperaron a que entrase Eduardo. El primer día siempre aguardaban
en silencio a que llegara el nuevo maestro, esta costumbre era solo provisional pues
se perdía a medida que iba transcurriendo el primer trimestre; ni siquiera Adler con su
carácter rudo y autoritario fue capaz de erradicar este hábito.
Eduardo hizo su primer comentario en cuanto entró por la puerta y con aire fascinado
se expresó por vez primera ante sus alumnos:
- ¡Guau! ¡Qué calladitos estáis! - el comentario les pilló por sorpresa y se oyeron risas
por toda el aula. El sabía que sus alumnos estaban nerviosos y se los ganó en su
primera intervención. Klaüs no se veía muy convencido de que resultase tan genial
tener un profesor joven y dicharachero, al fin y al cabo estaban en cuarto, el año
anterior había sido bastante duro y presumiblemente cada curso que superasen sería
el comienzo de un escalón aún más pronunciado por el que deberían ascender.Luego
reflexionó acerca de su situación y su futuro en la escuela por primera vez: Estaba en
cuarto, lo que significaba que solo le quedaban cuatro cursos más para que
concluyese su trayectoria por los ocho en total que debía cumplir en la Educación
General Básica. Vivía ahora el ecuador de su vida escolar y ya comenzaba a
vislumbrarse el camino de la responsabilidad y el final de la infancia, estaba aterrado
con esta premisa, hacerse mayor le parecía el final ¿Qué había hecho él para que le
impidiesen vivir feliz?
Con Zayin terminó de pasar lista, lo primero que hizo el nuevo profesor fue
distribuirles por el aula como convino. A Klaüs lo puso en primera fila junto con Cliff
Shamen, el chico orondo de la clase. Acto seguido Eduardo se les presentó, según
les contaba había concluido sus estudios en la universidad y aquel sería su último
curso dando clase puesto que al año siguiente debía prestar el servicio militar.
Todo aquel discurso le venía de nuevo a Klaüs, nunca antes había conocido a nadie
que no fuese tan joven como para no haber hecho el servicio militar ni tan mayor
como para haber terminado los estudios, fue una nueva perspectiva a su concepción
de la trayectoria que había supuesto para la vida. ¿Iría él a la universidad?
desconocía por completo que después de la educación básica se debiera seguir
estudiando. ¿Y el servicio militar? Sería terrible tener que pasar un año entero en el
ejército rodeado de gente desconocida. Supuso que iría junto con sus amigos… pero
claro, si hacía el servicio militar muy probablemente le apartarían de su familia por
una larga temporada... su abuela no cocinaría para él, sus compañeros le tomarían
por un patoso cuando le hiciesen salir a correr y lo peor, no podría llevarse las pinzas
que su madre le ponía en la cama para sujetar las sábanas y así evitar que se cayese
por las noches. El futuro pintaba más negro de lo que él mismo podía imaginar, tal
vez debería conocer más a fondo a Eduardo para poder hacerse a la idea de que
aquello que vendría después del colegio no era tan malo como él pensaba. Aun así
Eduardo era profesor a su edad, lo cual dejaba claro que si las cosas le iban bien
sería porque él era una persona lista de verdad ¿Sería Klaüs tan listo como lo era
Eduardo cuando fuese mayor?
Eduardo repartió una hoja con los horarios de las clases que impartirían durante la
semana. A diferencia de los años anteriores este sería el primero en el que tendrían
varios profesores para cada una de las asignaturas. Anteriormente en los dos
primeros años de su estancia en la escuela tuvieron dos profesoras, una para cada
curso. Cuando pasó de párvulos a primero de básica tuvieron como profesor a
Bartolomé y al curso siguiente repitieron. El año anterior había tenido como tutor al
rancio de Adler del que aprendió a obedecer sin rechistar y que tantas veces le ultrajó
con su lenguaje vil y tabernario. Ahora se abría una nueva etapa en su aprendizaje
dentro de la escuela, Eduardo se encargaría de impartirles la mayor parte de las
asignaturas tales como matemáticas, ciencias, lenguaje, plástica y dibujo.
Desafortunadamente Adler continuaría siendo su profesor de gimnasia. Para la
asignatura de Religión contarían con un nuevo maestro que se llamaba Agapito y que
por lo visto era a su vez el director de la escuela; otra de las novedades eran las
clases de educación musical con el hermano Genaro.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Por primera vez desde que estaba en el colegio le daban algo para programarse la
semana, eso estaba bien pues así sabría en cada momento cuándo debía ponerse a
fingir estar enfermo para no ir a las clases de educación física de Adler. De pronto un
fuerte hedor le trajo de vuelta a la realidad, su nuevo compañero Cliff Shamen
desprendía un hediondo olor a ácida sudoración que jamás había experimentado
antes; cuando Eduardo tomó asiento en su silla una vez repartidos los horarios Klaüs
aprovechó para saludarse con su nuevo compañero.
Shamen era uno de los chicos más mayores de la clase y también era el que, sin
duda alguna, pesaba más de todos ellos. Siempre estaban detrás de él los profesores
debido a su enfermedad pues no era un chico gordo como los que Klaüs había
conocido anteriormente, lo suyo era un problema de salud que hacía que la gente de
su alrededor le compadeciera. Cliff Shamen formaba parte del círculo de amigos de
Jorge y por alguna extraña razón no solían coincidir a la hora del recreo, aún no
habían tenido oportunidad de conocerse hasta ese momento.
Una de las cosas buenas que aprendió en el pasado curso con Adler fue consultar el
diccionario, lo sacó de su cartera dispuesto a emplearlo en pos de deslumbrar al
profesor con su primera redacción y hacer que el percance de cuando pasó lista por
la mañana quedase enterrado en el recuerdo.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¿Me dejas tu goma? - fue lo siguiente que le oyó decir a Shamen. Klaüs le prestó su
goma y cuando éste dejó de utilizarla no se la devolvió sino que la puso en su
estuche.
***
TE QUEDARAS ATRAS
Lo mejor de comenzar el año escolar era sin duda el olor que tienen los libros aún por
estrenar; olían a nuevo, la cartera se impregnaba con el aroma de las inmaculadas
libretas cuyas hojas estaban todas en blanco esperando a ser colmadas de nuevos
conocimientos. Adler le había insistido mucho a Klaüs con que debía mejorar su
escritura, según él la letra que hacía era horrenda, demasiado pequeña y desviada
además de la cuadricula, serpenteando entre las líneas de margen. Desde los
primeros años de párvulos hasta entonces habían escrito siempre a lápiz, Adler fue el
primero que les había obligado a escribir algunos dictados que luego repasarían con
bolígrafo de tinta azul. Aquel iba a ser el primer curso en el que únicamente
emplearían el bolígrafo para escribir y Klaüs temía por su nueva libreta, pues la tinta
no podía borrarse con la goma. Eduardo les haría utilizar una libreta de un color
distinto para cada una de las asignaturas: la libreta amarilla la usarían para
matemáticas, la verde para ciencias, etc...
Aún no concebía del todo lo de llamar Edu a Eduardo pues le parecía que era tutearle
demasiado; un profesor es un profesor, pensó que sería arriesgado tomarse tantas
confianzas como para llamarle por su apodo pero estaba claro que él no iba a ser
menos que los demás.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Están muy chulos esos dibujos Klaüs... ¿cómo lo haces? - comentó mientras
señalaba con el dedo el dibujo que estaba haciendo.
Desde luego no iba a destacar en gimnasia ni jugando a fútbol, lo suyo era más el ser
un cerebrito o un artista. Eduardo les llamó la atención en un par de ocasiones para
que bajasen la voz y se dedicasen cada uno a su lámina, igualmente prosiguieron con
lo suyo. Cliff parecía disfrutar del dibujo tanto como él.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Primero se hace una redonda que será la cabeza, luego le dibujas los ojos y la nariz.
Le haces el cuerpo y luego los detalles - le explicaba Klaüs satisfecho con su nueva
faceta de mentor.
- Pues ya te dejaré los míos y tú me dejas los tuyos - Shamen comenzaba a ocupar
espacio en su vida ¿Quién lo iba a decir que el chico más extraño de la clase fuese a
convertirse en uno de sus amigos? Por las tardes Shamen olía especialmente mal, su
sudor se hacía más hediondo y era molesto de verdad. No tuvo tiempo de seguir
reflexionando en si la amistad con Cliff sería una carga para él porque en ese preciso
instante apareció Yod Heber junto a su mesa y les dijo:
Los tres se echaron a reír y el profesor les llamó la atención por última vez.
En esta ocasión habían conseguido enfadar a Edu que les observaba desde su tarima
con un gesto de irritación. Yod volvió a su silla y Klaüs se quedó serio del todo, era la
primera vez que hacía enfadar al profesor con su comportamiento, no pretendía
enojarle pero lo había hecho. En la mirada de Eduardo se podía percibir desconfianza
y sospecha, Shamen había sido el culpable de que el profesor añadiese a Klaüs en
su lista de los posibles alumnos conflictivos así que procuró permanecer serio durante
el resto de la tarde; si Shamen le hablaba él le hacía callar para que no volviesen a
regañarles.
A la mañana siguiente Eduardo les devolvió las libretas con los problemas de
matemáticas corregidos, Klaüs se ruborizó al comprobar que la página en donde
había hecho el ejercicio estaba toda garabateada con anotaciones de color rojo.
Eduardo no se andó con miramientos a la hora de corregir y en su trabajo había
encontrado muchos errores, también hizo mención a su letra comentándole que era
desastrosa y que debía mejorarla.
- Los que tengáis que corregir el ejercicio deberéis hacerlo otra vez durante la clase
de hoy y volvérmelo a entregar - les planteó Eduardo - Para aquellos que lo tenían
bien les dejo éste otro y que lo hagan a continuación.
Solo era el segundo día de clase y Klaüs ya se había quedado atrás, ¿qué pensarían
sus padres al ver la libreta con tantas correcciones? Le había hecho sentir mucho
más humillado Eduardo con sus tachaduras de color rojo que con cualquiera de los
discursos denigrantes que les profería Adler el año anterior. Lo tomó como un aviso,
se puso manos a la obra y volvió a esmerarse todo lo que pudo, revisó las faltas que
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
había cometido y antes de terminar la clase lo entregó de nuevo. Ahora que había
terminado con el ejercicio anterior debía hacer también el segundo que les había
puesto Edu en la pizarra. Se estaba quedando atrás, debía aplicarse mucho para
poder estar siempre al día.
- A los que os he nombrado ya podéis recoger y marchar a casa. A los que no,
deberéis quedaros y pasar a verme por aquí antes de iros - les comunicó mientras se
sonreía. El se puso muy nervioso mientras aguardaba su turno, después de ver cómo
Eduardo les daba las quejas a algunos de sus compañeros finalmente le llamó:
- Zayin, esta letra es una porquería - dijo - más vale que te esmeres un poco en
hacerla bien porque sino lo vas a tener muy complicado conmigo este año. Además,
no me has corregido todas las faltas que te puse. Venga, me lo haces otra vez y
luego me lo presentas de nuevo esta tarde.
Klaüs se echó a llorar de la impotencia delante de todos; esta vez se había esmerado
de verdad en hacer el ejercicio y aun así no era suficiente, encima no había sido
capaz de corregir todo lo que Eduardo le señaló y se sentía tonto por haberse
despistado al arreglarlo. Para colmo no disponía de tiempo suficiente al mediodía
como para repetir el ejercicio por tercera vez y así enmendar su error presentándolo a
primera hora de la tarde. Cuarto de básica estaba siendo un año desastroso nada
más comenzar.
- Venga hombre, no llores - le dijo Eduardo - No llores más y hazlo bien, que tú
puedes.
- ¿Qué te ha pasao que llevas lo ojos rojos como si hubieses llorao? ¿Te han hecho
algo?
clase llena de niños a los que no conocía de nada; y como su padre se enterase de
todo esto...
- Cógele la punta al pan - le propuso su abuelo al verle tan decaído - Que está
cujriente.
***
EL LISTÓN DEMASIADO ALTO
En lugar de comer, Klaüs Zayin aprovechó la hora que tenía para volver a rehacer el
ejercicio que Eduardo le había obligado a repetir por tercera vez. Se serenó después
de un buen rato desahogándose, luego cogió la libreta y se dispuso a reescribir el
problema de matemáticas, procuró estar bien atento para no errar como en los
intentos anteriores y también se esmeró en hacer la letra lo mejor que pudo. Ya
desde el primer día aquel nuevo curso se planteaba imposible ¿Cómo iba a pasar un
año entero preocupándose de cuidar la letra a cada momento? dudas como esta le
abstraían continuamente de su trabajo mientras trataba de concentrarse sin
conseguirlo. Contemplaba su libreta y cada vez la veía con menor nitidez, no era
debido al efecto de su miopía, sabía lo que estaba sucediendo puesto que ya había
vivido la misma sensación en otras ocasiones.
La caverna
interior. Pensó que debía ser prudente y no hacer ruido al andar para no despertarles,
si advertían su presencia seguro que se pondrían a batir sus asquerosas alas y a
emitir grotescos chillidos tan cerca suyo que le repugnarían y le harían enloquecer.
Klaüs se detuvo buscando en la oscuridad el destello de los ojos de los murciélagos,
pero allí no había nada.
La débil luz que ahora quedaba tras de sí perfilaba el contorno de las estalactitas que
descendían amenazantes desde el techo de la gruta, era como un foso de contención
puesto del revés; si la fuerza de la gravedad diese un vuelco de ciento ochenta
grados de forma repentina, o si el techo se precipitase sobre él, Klaüs terminaría sus
días atravesado por aquellas lanzas de piedra.
De pronto los avistó entre las estalactitas, jamás en su vida hubiese podido imaginar
que existieran unos seres como aquellos, seguro que eran vampiros, parecían
oscuros sacos de arena que colgaban del techo de la cueva esperando precipitarse
sobre sus víctimas en cuanto estas pasasen por debajo; trataban de permanecer
inmóviles pero se les veía balancearse con cada golpe del viento, la terrorífica visión
y el soplo repentino de aire le produjo un escalofrío que le estremeció, sintió un shock
de corriente eléctrica sobre la piel y notó cómo se erguía el bello de sus brazos desde
las muñecas hasta los hombros. Se encogió por el repelús, nuevamente la gélida
corriente recorrió su espalda y entonces comenzó a sudar. Klaüs sintió desfallecer su
confianza en todo. No sabía hacia donde se dirigía y tampoco sabía si aquel túnel le
llevaría a alguna parte; tal vez la caverna terminaba en una pared de fría piedra y lo
más probable es que se viese obligado a retroceder; tal vez llegaría un punto en el
que la oscuridad le engulliría como si se hubiese adentrado en el conducto digestivo
de un ser gigantesco; tal vez la opacidad de la cueva fuese cada vez más intensa
hasta que finalmente no le permitiría ni siquiera percibir la luz del exterior para dar
con el camino de regreso.
Respiró hondo y se dispuso a dar media vuelta para salir de allí, pensó que lo mejor
sería recular y volver por donde había venido, así que el siguiente paso lo dio hacia
atrás evitando hacer ruido para no despertar a los vampiros de su letargo. En cuanto
apoyó el talón en el suelo se oyó un campanazo ensordecedor que retumbó por toda
la gruta, acto seguido oyó chillar a los murciélagos que ahora se descolgaban todos a
la vez del techo para salir volando; se quedó petrificado, con los ojos como platos
puestos en la escena que parecía transcurrir a una velocidad sumamente lenta. Se
acercaban hacia él, podía ver los sanguinarios ojos de aquellos infectos animales
brillando en la oscuridad; cada vez estaban más y más cerca; uno de ellos, tan
grande como uno perro, se encontraba justo delante suyo, el sonido que producía el
batir de sus alas era repugnante y se disponía a abalanzarse sobre Klaüs de forma
vertiginosa con un semblante endemoniado. Vio los colmillos asomar de entre sus
fauces, eran pequeños y afilados como agujas; el vampiro estaba a punto de
morderle y ya no podía escapar, su cuerpo no respondía, cerró los ojos
abandonándose a su suerte y oyó nuevamente el campanazo ensordecedor
recorriendo la caverna, haciendo que todo su cuerpo temblase.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Del blanco aparecieron anchas rayas color gris que cada vez se definían mejor,
también se comenzaban a discernir unos borrones que se estaban convirtiendo en
palabras, los bordes se perfilaron y de nuevo apareció la libreta con los problemas de
matemáticas delante de sus narices, luego se dibujaron los límites de la mesa,
apareció el estuche y por último volvió a sentir el bolígrafo entre sus dedos.
Eran las dos y tenía media hora para terminar el ejercicio que Eduardo le había hecho
repetir por tercera vez. Se alegró de haber vuelto justo a tiempo, seguía sin comer
pero eso ahora no era tan importante.
...
Terminó sus deberes, los primeros verdaderamente complicados que había tenido
hasta entonces en su vida escolar, y regresó al colegio justo a las tres. En cuanto
llegó a la puerta de la escuela la fila de alumnos de su clase estaba entrando en el
aula, se puso el último y respiró aliviado después de la carrera que se dieron él y su
abuelo Pepe para no llegar tarde; no creyó que Eduardo fuese capaz de mandarle
repetir el mismo ejercicio una cuarta vez, por lo menos le reconocería el afán que
ponía en mejorar. Se sentaron en sus pupitres y aguardaron en silencio a que llegase
Eduardo, de pronto un nuevo personaje que desconocían por completo entró por la
puerta y tomó asiento en el pupitre que le correspondía a los profesores. Sin mediar
palabra pasó lista con voz rígida y potente, no se presentó hasta que no terminó de
nombrar a todos los alumnos.
El último del listado era Klaüs, pues su apellido seguía siendo el único que terminaba
en zeta; ya se había acostumbrado a que siempre fuese así. En cuanto el maestro le
mencionó él respondió afirmativamente y entonces hizo una breve pausa en la que
mantuvo silencio durante unos instantes. Aquel hombre misterioso que iba a ser el
nuevo profesor de lenguaje se tomó un momento ordenando sus papeles y finalmente
se dio a conocer ante la clase. Su nombre era Geón, un hombre de mediana edad
más joven que la mayoría de los profesores que dirigían la escuela pero no tanto
como Eduardo, la primera característica que resaltaba de su apariencia es que
ostentaba un bigote amplio que le revelaba un porte serio y ponderoso.
Les pidió que abriesen el libro por la cuarta página y uno por uno fueron leyendo en
voz alta la primera lección. Así lo hicieron durante toda la clase, Geón parecía
interesado en conocer cuales eran aquellos alumnos que presumiblemente le iban a
comportar más problemas; por su mirada se podía discernir que procuraba analizar a
cada uno de ellos en su turno de lectura. Klaüs fue el último en leer, cuando Geón le
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
pidió que interviniese sintió aquella mirada indiscreta directamente sobre su persona,
la percibía mientras leía y le incomodaba sobremanera. En repetidas ocasiones se dio
cuenta de que andaba balbuceando y de que perdía el hilo al cambiar de una línea a
otra, Geón le llamó la atención cuando se saltó un trozo de la lectura y le hizo volver
atrás comenzando desde el principio. Procuró serenarse para no causarle una mala
impresión a su nuevo maestro, que no dejaba de inspeccionarle en ningún momento.
Sonó el timbre que anunciaba el cambio de clase, Geón dio por finalizada la
intervención de Klaüs y aprovecho un último instante de su hora lectiva para
comunicarles su intención de que durante el curso mejorasen su nivel de lectura y
caligrafía. Les advirtió que cada semana les iba a exigir que le presentasen los
ejercicios de unos cuadernos de ortografía que deberían adquirir en la librería, así
mismo también anticipó que les mandaría comprar un libro de lectura cada dos meses
de los que deberían hacer un trabajo acerca de la obra y su contenido. ¿Les iban a
hacer leer libros? Klaüs adoraba leer. Puede que el listón estuviese más alto que
nunca pero tal vez la asignatura de lenguaje con Geón podría llegar a ser su vía de
escape.
- ¡Qué rollo! nos van a hacer leer - se lamentaba Cliff Shamen. Está claro que no
siempre llueve a gusto de todos.
***
MALAS NOTICIAS EN TU AGENDA
Geón salió por la puerta y acto seguido entró Eduardo. Según estipulaba el horario en
aquella segunda clase de la tarde debían hacer dibujo pero aún así lo primero que
hizo el joven profesor fue recoger las libretas de matemáticas de aquellos alumnos
que todavía tenían pendiente rectificar el ejercicio del día anterior. Cada vez eran
menos los que debían corregirlo, entre ellos se encontraba Klaüs; por descontado que
debía tratarse de un error pues él sabía que no podía estar incluido entre los últimos
de la clase. Le indignaba pensar que sus amigos, Laura o los demás chicos que
destacaban por su intelecto, pudiesen equipararle con aquellos de sus compañeros
que aún no sabían leer con soltura, que hacían mal los ejercicios de matemáticas
cuando salían a la pizarra o aquellos que eran tan zoquetes que en lugar de invertir
tiempo leyendo se pasaban el día jugando a fútbol o hablando de motos y coches.
Klaüs no era ni pretendía ser como ellos, sus gafas le infligían un marcado aire
intelectual para el cual debía estar a la altura. Uno por uno fueron pasando por el
púlpito para entregarle la libreta con el ejercicio nuevamente corregido; de los seis o
siete chicos que la presentaron antes que él sólo dos tuvieron la aprobación de
Eduardo, Klaüs era el último como siempre y a medida que se acercaba su turno iba
perdiendo la confianza en sí mismo y en su trabajo. Revisó de nuevo el problema y
encontró un error en el primer vistazo, se apresuró a corregirlo pero en lugar de
solucionarlo lo convirtió en un tachón que afeaba el resto de su labor.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¡Qué desastre! - sentenció indignado. Lo único que se le ocurrió entonces fue que al
entregarle la libreta podría disimular el borrón tapándolo con su dedo pulgar,
resultaría arriesgado pero era eso o nada, haciéndolo bien tal vez Eduardo no se
daría cuenta...
- ¡Zayin! Ven acá - espetó Eduardo mientras se sonreía. Él se levantó con gesto
desconsolado para dirigirse a la tarima del horror.
- A ver esa libreta... - Edu se mantuvo en silencio durante una pausa muy corta;
haciendo ver que verificaba el ejercicio con un golpe de vista se pronunció a
continuación:
- Mira Zayin, esto está francamente mal. Mejor dicho, está F-A-T-A-L.
Cerró los ojos por un instante y luego los volvió a abrir. Se percató de que aún estaba
allí, con la mirada de Eduardo clavada en la suya, el tumulto comenzó a cejar y el
profesor volvió a dirigirse hacia él de nuevo.
¿Que si me parece bien? - pensó Klaüs - Me parecería bien tener una pistola láser
como la de las películas y ajusticiarte ahora mismo disparándote en la cabeza - es
evidente que su discurso imaginario no concordó para nada con la que fue su
respuesta.
- Puedes volver a tu sitio que ya está todo dicho. ¡Ah! y no te olvides de traerme la
agenda - volvió a su sitio y sacó su agenda de la cartera ante la atenta mirada de Cliff
Shamen, Klaüs no se atrevía a mirar a su alrededor porque sabía que todo el mundo
le estaría mirando igual que él. Prefirió entregar raudo la agenda para que terminase
cuanto antes aquella truculenta representación.
- ¡Hay que ver cómo se ha puesto! - fue su comentario al eco de las últimas risas de
sus siniestros compañeros.
- ¡Ahora no te ríes tanto! ¿Eh? - Klaüs se sonrió maléfico, pensó que lo del aceite
hirviendo debería incluirlo en su lista de tres deseos.
La clase prosiguió con normalidad para el resto, no para Klaüs; menudo disgusto iba
a darles a sus padres cuando les entregase la nota en la agenda ¿Para qué quería
reunirse Eduardo con ellos? ¿Iba a ser tan pérfido de decirles a sus padres que
pensaba de él que era un vago y un despistado? Continuaba en el aula, veía
gesticular a Eduardo e incluso podía oírle, pero no le escuchaba porque estaba ya
muy lejos de allí; se había marchado una vez más. Imaginaba a Básil y a Cloe
conversando con Eduardo entorno a la mesa colmada por montañas de papeles de
una lóbrega sala que apenas recibía luz,. Su madre escuchaba atentamente al
profesor y su padre mantenía un gesto constante de preocupación y desaprobación.
¿Cómo iba a ser capaz de darles a sus padres una noticia tan desagradable? tal vez
su primera reacción fuese enfadarse con él, o tal vez fuesen a ver al necio de
Eduardo y le propinarían una buena lección; eso es, seguro que sus padres se
reunirían con él y le harían bajar los humos...
- ¡Que se prepare! - masculló Klaüs entre dientes mirándole desde su pupitre, ellos no
iban a permitir que un necio como él humillase a su hijo.
Salió a las cinco del colegio y Cloe ya le esperaba en la puerta, estaba lloviendo y
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
corrió a refugiarse bajo el paraguas que ella llevaba consigo. Aquella tarde llovía a
mares, hicieron todo el camino de vuelta a casa apresuradamente, llegaron
empapados y en cuanto entraron por la puerta su madre le descalzó y le pidió que se
quitase la ropa mojada para que no pillase un resfriado.
Klaüs se sentó a ver Scooby Doo ¿dónde estás? mientras su madre le preparaba un
bocadillo de tortilla para cenar; cada tarde era igual, en cuanto acababa Scooby Doo
esperaba a que comenzase Bola de Dragón que eran los últimos dibujos animados
que hacían en televisión antes de que dieran el telenoticias. En cuanto empezaba el
telenoticias se podía conjeturar que el día había terminado y ya solo quedaba cenar e
irse a la cama a dormir. Es lo que hacía cada tarde desde que abandonó las clases
de kárate, dibujo y natación; la televisión siempre le había despertado curiosidad, a
cualquier hora del día podían estar haciendo un programa sumamente interesante. La
tele, como la solían llamar, era un instrumento muy eficaz contra el aburrimiento pues
se podía aprender mucho de ella.
- Em... no, nada... nada, nada - cerró los ojos de agotamiento, narcotizado por el
dulce sabor del chocolate.
Pensó que ya tendría tiempo durante el día siguiente para cavilar la manera de
decirles que debían reunirse con su profesor.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Lo que muchos consideraban un verdadero martirio significaba para Klaüs una grata
ocasión en la que podía oxigenarse de las angostas clases de Eduardo. Leer siempre
había sido su vía de escape preferida, aunque fuese a través de los intrincados
párrafos de las sagradas escrituras.
¿Acaso era él el único que sentía verdadero fervor por conocer las respuestas a
aquellas preguntas que tantas noches le impidieron dormir?
El paraiso
<Al principio era la nada en la que existía Dios, cuya imagen por lo visto era la de un
hombre anciano con una barba exuberante que vestía una túnica blanca y usaba
como cinturón un cordón de oro. Entonces Dios vivía en la nada y como se aburría
mucho decidió que de su magia particular crearía nuestro universo, que es todo
aquello que conocemos: El sol, la luna, los astros, el cielo, el mar, los animales, las
plantas, las montañas... y finalmente, después de tanto trabajar, decidió crear al
hombre (varón) para que viviese en aquel paraje de ensueño que había fundado para
él. ¡Qué generoso!
Lo siguiente que le dio por crear antes de abandonar para siempre su cometido fue a
la mujer, que estaba hecha de una costilla del hombre (Puaj) cuando este a su vez
fue confeccionado con barro a la imagen y semejanza de Dios pero sin la túnica ni el
cordón de oro. La mujer era un ser hermoso, que no tenía barba como el hombre
(varón) ni como Dios y que por tratarse de su último modelo poseía unas formas más
estilizadas y unas maneras más refinadas que los anteriores, o algo así.
Dios los puso allí para que viviesen en el paraíso como cuando Klaüs jugaba con sus
muñecos He-man y los ponía en el castillo de Grayskull. En aquel entonces todo era
felicidad para ellos puesto que no pasaban frío aunque estuviesen desnudos todo el
santo día, tampoco les atacaban las fieras que habían desperdigadas por allí porque
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
en un principio todos los animales eran buenos y mansos, tampoco tenían que
cocinar ni hacerse las camas porque no existían. Ambos eran esbeltos y atractivos,
se querían y encima no tenían padres ni suegras que les importunaran.
Definitivamente eso sí que era el paraíso>
Klaüs se imaginó viviendo en un sitio así, con Laura claro está. Los dos estarían
desnudos en aquel paraje de ensueño y ella se acercaría para besarle ¡en la boca!
Ahora se estaba alejando otra vez del espectro terrenal y decidió que ya le daría
oportunidad a su imaginación más tarde, aquello que les estaba narrando el profesor
era sumamente interesante. Desde que comenzó el nuevo curso no había vuelto a
ocurrir nada más entre Javier y Laura, no avistó ningún tipo de acercamiento entre
ellos y eso era buena señal puesto que significaba que ella no estaba de verdad
interesada en Javier y continuaba con su corazón libre aguardando a que lo ocupase
un príncipe de verdad. Aún no estaba todo perdido, le echó un vistazo rápido a su
queridísima Laura, que se encontraba en su pupitre tan bella como siempre, y
recuperó el hilo del relato de Agapito.
<... Laura, que era como se llamaba la primera mujer del paraíso, le pidió a Klaüs, el
hombre varón, que cogiese para ella una manzana que había en un árbol en cuyo
tronco se enroscaba una serpiente. Entonces él recordó que en cierta ocasión
mientras merendaban Dios les había ordenado que no cogiesen manzanas de aquel
árbol, pues si lo hacían les desterraría del paraíso por desobedecerle. En el caso de
que esto llegase a suceder deberían apañárselas sin su ayuda y auguró que el
futuropara ellos iba a ser francamente infortunado en adelante, pues volverían a estar
expuestos a todo tipo de penurias: Las fieras se volverían salvajes, tendrían que
cocinar y hacerse las camas, deberían trabajar para ganarse el pan con el sudor de
su frente, enfermarían y se morirían... vamos, que les quitó las ganas de probarlas.
Laura persuadió a Klaüs para que cogiese una de aquellas manzanas aun a
sabiendas que Dios se lo había prohibido de forma tan contundente; él no entendía
para qué demonios se iba a complicar la vida y en un principio desatendió sus
palabras, no se sentía para nada tentado a probar el fruto de aquel árbol, había
cientos de miles de árboles a su alrededor y no comprendía por qué a ella se le había
metido en la cabeza que necesitasen probar aquellas manzanas precisamente.
Tampoco llegaba a comprender qué le había dado a Dios con eso de proteger aquel
ejemplar si total, salvando la serpiente, era igual que los demás. Dios debía haberse
vuelto loco de tanto trabajar, desde luego a Klaüs le parecía una soberana estupidez
que se pusiese así por un simple árbol de nada... pero bueno, les permitía vivir de
gorra en el paraiso y a él no le costaba respetar su decisión por muy excéntrica que le
pareciese.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Con los días Laura se volvió aún más pesada con el tema, cuando se iban a dormir él
la advertía turbada y pensativa, parecía como si a todas horas se alentase en su
cabeza aquella obsesión disparatada. Cada vez le hacía menos caso a Klaüs y
cuando él se acercaba para besarla se daba cuenta de que ella no cerraba los ojos al
hacerlo y andaba mirando para otro lado, como si estuviese pensando en las
musarañas... en realidad estaba pensando en la condenada manzana ¿Cómo podía
ser tan obstinada?
- Olvídalo, no pienso hacerlo - le decía Klaüs malhumorado por lo cansina que llegaba
a resultar su compañera.
- Me he fijado que son más rojas que las demás - le explicaba ella mientras
desayunaban - Seguro que si son más rojas es porque son más buenas - Klaüs
asentía con un gesto de sarcástica aprobación. Todo el día igual, estaba tan
empecinada que ya ni siquiera se mostraba cariñosa y él desesperaba.
- ¡No ves que no llego estúpido! ¡En realidad no te cuesta nada coger una para mí! Si
me quisieras de verdad me regalarías una...
Gritó su nombre hacia el cielo pero por lo visto no estaba disponible, Dios estaría
descansando aún después de su sobresaliente labor al crear el mundo y no iba a ser
Klaüs quien le despertase.
- ¿Lo ves? ¡Te lo dije! seguro que las guarda para él...
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Klaüs no oía nada más que bla, bla, bla y bla. Desesperado se acercó al árbol
sagrado y le preguntó a la serpiente:
- Dásela ya y que se calle ¡Por el amor de Dios! me está poniendo la cabeza como
una campana - le respondió el áspid. Dado que su consejo era justamente lo que
necesitaba escuchar, y no tenía ganas de soportar ni un minuto más los comentarios
persuasivos de Laura, cogió una manzana y se la entregó a ella.
- ¿Cómo? No no, la manzana la querías tú y aquí la tienes, haz con ella lo que te dé
la gana pero a mí no me involucres más - Klaüs se sentía desbordado con las
impertinencias de su compañera.
Pensó que ya no le venía de ahí y con el mismo coraje de aquel que se tira de un
avión sin paracaídas le dio un gran mordisco. La tan exacerbada mística de la fruta
sagrada desapareció en cuanto Klaüs se percató de que esta sabía exactamente
igual que las demás.
- ¡Te pillé!
- Tío, ahora sí que la has hecho buena - fue la observación locuaz que le hizo la
serpiente mientras contemplaba la escena con los ojos como platos.
...
Se hizo un breve silencio en la clase, el profesor se dio cuenta de que todos sus
alumnos le prestaban atención encarecidamente, era sencillo impartir una materia en
la que estuviesen los chicos tan atentos.
- ¡Qué historia tan fantástica! Y qué lástima que al final les expulsasen del paraíso...
El no había hecho nada malo en realidad, sólo hizo lo que ella le dijo que hiciese -
concluyó.
***
SOLO DE VEZ EN CUANDO
Aquella mañana por fin obtuvo respuesta a una de las preguntas que consideraba
fundamental. La legitimidad de la exposición era incuestionable debido a su
procedencia, Agapito de por sí era la misma personificación de la sabiduría, el
profesor más longevo de todos cuantos había en aquel colegio, que a su vez era el
director del mismo; un hombre reconocido por su devoción a la fe cristiana que no
dudaba en reafirmar sus planteamientos teológicos cuantas veces fuese necesario;
todo un ejemplo de integridad y entereza. Abandonó el aula bajo la atenta mirada de
los alumnos, que permanecían embelesados con su dialéctica; a la salida se cruzó
con Eduardo en el pasillo y le saludó efusivamente:
- Ahí te los dejo, no te asustes si les encuentras con cara de pasmados - reía el
director mientras le propinaba un palmetazo en la espalda a Edu en señal de
complicidad. En apariencia su relación con el resto del profesorado resultaba
elogiable, todos parecían aceptar de muy buena gana el talante de Agapito, lo cual
hacía que su personalidad fuese aún más cautivadora.
Eduardo comenzó la siguiente clase haciendo callar a todos aquellos que todavía
andaban comentando el relato que les había expuesto Agapito sobre el origen, acto
seguido comenzó a repartir unas fotocopias para ilustrar las que serían sus clases de
Ciencias Naturales.
- Deberíais compraros un clasificador para poner todas las fotocopias - les comentó
Eduardo.
- Joder, ¿todavía tenemos que seguir comprando cosas? - se quejó uno de los
alumnos.
- Solo vas a necesitar el clasificador para Ciencias Naturales, ¡pídele a tus padres que
te lo compren hombre! - le respondió el maestro pasando por alto completamente el
taco que acababa de soltar.
Klaüs se quedó estupefacto ante la actitud de su compañero David, que no solo había
empleado una de las palabras prohibidas en clase sino que además la había dirigido
hacia su profesor y este ni se lo había reprochado.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Era la primera vez que sucedía algo así, anteriormente cualquier tipo de falta hacia la
autoridad del profesor o cualquier muestra de lenguaje soez y barriobajero hubiese
significado la expulsión directa al pasillo, un castigo de copiar cien veces la frase No
diré la palabra joder en clase o pasar la mañana entera de cara a la pared. Estas
habían sido siempre las amonestaciones lógicas que los maestros dictaminaban para
los alumnos con un mal comportamiento. Hasta entonces Klaüs no había tenido
ningún encontronazo con este tipo de medidas disuasorias; en el peor de los casos,
alguno de sus profesores (presumiblemente Adler), les había llegado a castigar
enviándoles a pasar el resto del día en una clase del curso inferior a modo de
reprimenda. Les mandaba con los pequeños como él mismo solía decir. Yod
acostumbraba a ser uno de los mártires comunes, blanco habitual de toda sospecha
debido a su hiperactividad que le hacía indómito y turbulento. En realidad no es que
fuese indisciplinado o desobediente, solo que a causa de su peculiar carácter
resultaba por completo ingobernable.
¿Iba a sentar precedente esta nueva forma de comunicación con el tutor? Le aterraba
la idea de una posible anarquía en el aula. Estaba reflexionando sobre lo ocurrido
cuando se percató de que todo el mundo permanecía en silencio, volvió la vista hacia
Eduardo y se encontró con su mirada clavada en él.
- Ya era hora ¿no Zayin? Estábamos esperando a que bajases de la luna de Valencia
- nuevamente Eduardo provocó las risotadas de los demás alumnos a su costa.
- ¿Ya les has enseñado la agenda a tus padres? - inquirió, y seguidamente Klaüs
cometió un error del que entonces no creyó que llegara a arrepentirse.
- Muy bien, así me gusta... - Eduardo se lo había creído y continuaba con la clase -
Bueno, continuemos: En el grupo de los animales encontraremos los invertebrados...
Había conseguido salir airoso de su delito, uno de los primeros que perpetró
conscientemente. Ahora solo quedaba armarse de valor para presentarles la agenda
a sus padres lo antes posible, quedaba claro que Eduardo no era tan listo como lo
pintaban.
Sonó la campana del recreo y Klaüs guardó la fotocopia en la carpeta, por la tarde ya
intentaría ir a comprar el portafolios; lo más importante ahora era esquivar a Eduardo
para que no le interrogase de nuevo, por lo menos hasta que no hubiese entregado la
nota en casa. Klaüs salió de clase con la autoestima alta, se sentía astuto cual zorro
por haber sido capaz de engañar a su profesor sin que este se diese cuenta en
absoluto. Una vez más quedaba claro que él no era como el resto, cualquiera en su
lugar hubiese sido víctima del desconcierto y le hubiesen pillado el engaño de
inmediato.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Mentir y embaucar debían ser habilidades propias de la gente sagaz, en las que él
podría destacar debido a su inteligencia; tenía la posibilidad de estar por encima del
resto aunque debía procurar ser cauto a la hora de utilizar su talento; se prometió a sí
mismo que emplearía su capacidad de mentir en su justa medida, sólo de vez en
cuando.
En el recreo se encontró con Manuel, con Carlos y con Yod dispuestos a jugar al pilla-
pilla como siempre. Luego hablaron sobre los últimos muñecos He-man que le habían
comprado a Manuel durante el verano y Carlos les contó que había visto una película
en su videoclub que parodiaba a La guerra de las galaxias. Primero desayunaban y
después jugaban, Cloe le ponía prácticamente cada día un par de Bollycaos. Klaüs
comenzó a pedírselos pues dentro del envoltorio, junto con el desayuno, venía un
cromo de esqueletos en monopatín con llamativos eslóganes en inglés simulando los
graffitis que se hacían con aerosol en las paredes y que por aquel entonces estaban
tan de moda. Como el primero de los cromos le gustó se propuso hacer la colección y
con la ayuda de algunos de sus compañeros ya había conseguido juntar unos
cuantos.
Cada día esperaba a la hora del recreo para ver cuál sería el siguiente; de vez en
cuando le salían cromos que ya tenía y entonces procuraba cambiarlos en el patio
con otros chicos que también los coleccionaban. A la hora de mostrarlos debías
reconocer como Tengui los cromos que tenías y como Falti aquellos que te faltaban,
luego se trataba de negociar para conseguir tus Faltis.
La mañana trascurrió con toda normalidad, sonó la una y a la salida del colegio le
esperaba su abuelo como todos los días para acompañarle y volver juntos a casa.
Aquel año el camino de regreso lo hacían junto con Laura, Jorge o Cliff que muchas
veces volvían ellos solos a casa sin que les acompañasen sus respectivas madres o
abuelos. En alguna ocasión le habían preguntado a Klaüs por qué su abuelo llevaba
siempre peluca y gafas de sol oscuras; ciertamente su apariencia resultaba
extravagante, desde luego que no había nadie más en todo el pueblo que tuviese un
semblante parecido. Entonces su abuelo Pepe les explicaba la historia de su nefasta
operación de corazón a la que debía la pérdida de todo su cabello y el bello de su
cuerpo. Los chicos se solían mostrar intrigados ante su relato, a Klaüs no le parecía
nada extraordinario pues su abuelo siempre había sido así.
- Bueno pues ya le diré a mi abuelo Pepe que no nos acompañe, que ya puedo volver
con vosotros - le respondió él.
Y así lo hizo, mientras comían Klaüs les pidió a sus abuelos que le dejasen volver al
colegio solo aun a sabiendas de que su madre podría no estar del todo de acuerdo
con su decisión. Sus abuelos, condescendientes, no se opusieron a su propuesta.
Cuando dieron las dos y media sonó el interfono, Shamen desde la calle le pidió que
bajase y él así lo hizo; se despidió de sus abuelos y se reunió con sus compañeros
para hacer, por primera vez, el camino de vuelta en compañía de los chicos de su
edad sin el control de los adultos.
Cliff Shamen comía maíz tostado, le acompañaba un chico llamado Marcos que era
también de su clase pero con el que aún no había tenido mucha relación; le había
visto antes en el centro cultural y por lo que sabía de él no era uno de los alumnos
más aventajados del curso, más bien al contrario, tenía fama de atontado. Shamen y
Marcos venían hablando de unos dibujos animados que él no había visto nunca; ellos
eran muy diferentes de Manuel, Carlos y Yod.
Klaüs consideró que su apuesta había sido un gran acierto pues sentía que tendría la
oportunidad de ampliar los horizontes en el terreno de las amistades. En la siguiente
calle se detuvieron y Cliff llamó al timbre de una de las casas, de la portería apareció
Jorge y este les dijo:
- ¡Si que habéis tardado hoy! - les recriminó a modo de broma - ¿Os habéis dormido?
Cuando terminó de reflexionar sobre el tema se dio cuenta de que ya hacía un buen
rato que había comenzado la clase y él no estaba prestando atención. Geón escribía
en la pizarra, por un momento se giró para comprobar que estuviesen todos atentos;
ahí estaba de nuevo Klaüs haciendo ver que seguía su explicación sin titubeos. A
mitad de la clase Geón les pidió que presentasen el cuaderno de ortografía para
corregirles el primero de los ejercicios, en el aula se produjo un aluvión de protestas
después de las primeras reacciones de sorpresa y desconcierto.
- Ayer os dije que tendríais que hacer el primero de los ejercicios y que hoy os lo
corregiría - les comunicó Geón enfurecido.
- ¡Sí que es verdad! que yo lo oí - Replicaban otras voces del aula, entre ellas la de
Laura que se había girado para mostrar su descontento ante la queja de alguno de
sus compañeros.
Por un instante los alumnos, ofuscados, discutían acerca de si era verdad o no que
Geón les había mandado el día anterior hacer el ejercicio para el día siguiente. Tras
el tumulto el maestro se pronunció de nuevo:
- Está bien. Todos aquellos que tengan el ejercicio que me lo presenten, y los que no
que me traigan la agenda que voy a ponerles una dedicatoria para sus padres.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
ANGUSTIOSA ESPERA
En cuanto Klaüs llegó por la tarde a casa le entregó la agenda a su madre y con aire
de indignación le dijo:
Cloe leyó la nota que Geón les había dedicado y mientras lo hacía el tiempo
transcurría despacio en medio del silencio de la cocina; Klaüs observaba su expresión
intentando captar los primeros indicios que le pudiesen mostrar si debía ponerse a la
defensiva o cambiar de táctica radicalmente y victimizarse. Le estaba poniendo
nervioso el ver a su madre releer y estudiar tan detenidamente la nota del maestro.
Por fin se dirijo a él mirándole como uno de esos jueces que miran por encima del
cristal de sus gafas tratando de parecer rigurosos y severos y le preguntó:
- ¡Porque no nos dijo que tuviésemos que hacerlo! - replicó Klaüs de inmediato - Todo
el mundo le ha dicho lo mismo en clase, nos hemos quejado todos porque nadie se
había enterado de que teníamos que hacerlo.
Klaüs se vio contra la espada y la pared y eso que ella aún no había encontrado la
otra nota de Eduardo.
- ¿Y por qué no nos habías dicho nada? ¡Si me lo hubieses dicho habríamos ido a
comprarlo! - el tono de su madre se había convertido en acusador y no cabía duda de
que había comenzado a echarle la bronca.
- ¡Pues te lo podías haber apuntado en ésta agenda tan bonita que tienes! que para
algo te la hemos comprado.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Bueno mira, no le digas nada de esto a tu padre que ya sabes que se pondrá como
una moto, pero ahora mismo vamos a comprar el cuaderno y haces el ejercicio.
- ¿Por qué no me lo has dicho antes y habríamos ido a comprarlo? - cuando Cloe
parecía haber concluido la reprimenda volvió con lo mismo. El seguía llorando y era
incapaz de responderle, por su cabeza solo concurrían imágenes de Geón
amonestándole y de su padre chillándole en medio de un ataque de cólera de los
suyos. Ahora ya no venía de ahí que viese la otra nota en la agenda así que mientras
se serenaba le balbuceó:
- En la página de atrás hay otra nota de Eduardo, pero me la ha puesto para que os
reunáis con él – ahora empleó un tono más despreocupado al darle la noticia
intentandp hacerle creer que ésta no era una nota mala.
- ¡Noo! ¡Esa nota es de ayer! - le dijo afligido, las lágrimas volvieron a colmar su
espacio visual y de nuevo regresó con los sollozos.
- ¿Y por qué no nos la enseñaste ayer?
Entonces ya le daba igual cual resultara el desenlace, aunque fuese para mal estaba
deseando que llegase el lunes para poder olvidar todo aquel malentendido; prefería
salir de dudas antes que seguir angustiado como estaba, pensando día y noche en lo
que le pudiese pasar.
Klaüs especulaba: Seguro que Eduardo no tendrá miramientos y les contará mentiras
sobre mí a mis padres para que me odien... al fin y al cabo me tiene manía y esta es
una buena oportunidad para volver a dejarme en ridículo... y encima delante de
ellos... ¿Qué le he hecho yo?... ¿Cómo es posible que la escuela pueda permitir que
un tipo así imparta clases?... si no me esfuerzo de verdad y le demuestro que no soy
un bobo Eduardo será capaz de decirles en la reunión que probablemente acabaré
repitiendo curso si no me espabilo.
***
HEROE DEL FRACASO ESCOLAR
El domingo precedente al gran encuentro fueron a visitar a los amigos de sus padres
y a sus hijos, Edan y Velma. Para Klaüs aquella visita era como darse un respiro, lo
mejor que le podía pasar en pos de amenizar aquellas tristes tardes de domingo. Las
tardes en las que jugaba con Edan y Velma formaban parte de los momentos que
merecían realmente la pena, siempre había sido así. Edan tenía un par o tres de años
más que Klaüs y sin lugar a dudas se había convertido en un referente para él, pues
en su forma de ser encontraba paralelismos con su propia personalidad; Klaüs veía
en Edan el reflejo de lo que con seguridad le depararía el futuro. Físicamente era un
chico alto de carácter apacible, llevaba gafas de pasta como Klaüs y con ello lo más
probable fuese que en su clase tendría la misma fama de sabidillo que él. Ambos
habían ido a la misma escuela de kárate y también estuvieron juntos en las clases de
natación, aunque Edan iba siempre al curso de los mayores. En su habitación tenía
un ordenador de esos en los que los juegos se cargaban mediante cintas de casete,
ambos compartían aficiones similares puesto que a Edan también le gustaba leer
tebeos y coleccionaba figuras de acción de superhéroes Marvel.
Cualquier cosa que le gustase a Edan era digna de captar su atención: las películas
de La guerra de las galaxias, los muñecos de los Transformers, los dibujos animados
del inspector Gadget, los tebeos de los Pitufos, los juegos de mesa... una visita a su
cuarto siempre tenía mucho que ofrecer.
La cabecera de la noticia no era mucho más estridente que la misma fotografía: Edan
aparecía retratado sentado en su pupitre y con aire despreocupación se giraba hacia
atrás para brindarle una sonrisa ingenua a la cámara de la periodista que le tomó la
instantánea.
Sin querer había sido proclamado el retrato del fracaso escolar aunque nadie lo
hubiese dicho por su apariencia de joven aplicado e intelectual. Comentando el
incidente con los padres de Klaüs la madre de Edan abordó el tema abiertamente y
puso de manifiesto los múltiples problemas que este tenía para adaptarse a la
escuela; así pues no era una mera coincidencia el que la fotografía de Edan
apareciese ilustrando al alumno prototipo del fracaso escolar, por lo visto la estampa
era fiel al contexto de la noticia.
Hablaron durante toda la tarde acerca del colegio, de Eduardo, de las asignaturas, de
Agapito, de Geón e incluso de un profesor de sexto curso que se llamaba Jacinto que
al parecer era el más despótico de todos los profesores que había tenido Edan hasta
entonces. Advirtieron muy seriamente a Klaüs sobre este último profesor, por lo
general los adultos no solían fallar en cuanto a sus predicciones y vaticinios. La
madre de Edan hablaba maravillas de Eduardo y a Klaüs le sonaba cada comentario
como una ofensa; de aquellas aún no acostumbraba a pronunciarse pues respetaba
el criterio de los adultos más que nada en el mundo. A las alabanzas se sumó el
propio Edan que vino a ofrecer su punto de vista, en cuanto escuchó la conversación
corroboró la afirmación de su madre y dándole una palmadita en el hombro se dirigió
a él y le dijo:
- Si crees que Eduardo te tiene manía es porque todavía no conoces al Jacinto, que
ese sí que tiene tela marinera. ¡Que no te pase nada chaval!
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Nunca antes se habían dirigido hacia él en ese tono, como si de verdad formase parte
del colectivo de la vida adulta. Edan ya les hablaba a los mayores con total
naturalidad, parecía que también fuese uno de ellos; incluso articulaba frases hechas
de lenguaje coloquial como lo del tiene tela marinera. Entendió lo que le quería decir
más que nada por el contexto, pues nunca antes había oído esa expresión tan
singular. Se limitó a asentir mientras los padres de Edan reían al comprobar cómo su
hijo utilizaba los sarcasmos.
Velma, la hermana de Edan se levantó del sofá para irse a su habitación a jugar.
Velma y él siempre habían jugado juntos, ahora ya hacía un tiempo que Klaüs no se
relacionaba con las chicas desde que en el colegio se produjo la disociación radical
de sexos. Sintió un poco de vergüenza pero al fin y al cabo Velma solo era una niña
de apenas seis años, a ella poco le importarían esas cosas. Acabó de beberse el
zumo que le habían puesto, dejó el vaso sobre la mesa y se levantó para luego
dirigirse hacia la habitación de Velma. Sus padres se quedaron charlando en el
comedor y Edan volvió a su cuarto para terminar con los deberes. Lo que pasó a
continuación requiere de un capítulo aparte, pues nada tiene que ver con cualquier
cosa que le hubiese sucedido anteriormente.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
EL FETICHE
Cuando Klaüs entró en la habitación de Velma esta recogía los juguetes que tenía
sobre la cama. La primera impresión que uno recibía al entrar en su cuarto era la de
penetrar en una especie de santuario de la feminidad: la colcha que cubría la cama
era de un color rosa intenso, al igual que la lámpara y la alfombra que estaba bajo sus
pies. El rosa también era el color que predominaba entre sus juguetes y toda la
habitación irradiaba una especie de perfume que despertaba la curiosidad de Klaüs.
Pocas veces habían jugado en su cuarto porque él no quería que relacionasen sus
gustos con los de las chicas; de hecho en sus primeras navidades, además de los
coches y el castillo de los Masters del Universo, Klaüs pidió también en su carta a los
Reyes Magos que le trajesen una casita maletín de muñecas. Las razones no podían
ser más obvias: una de sus vecinas le había hablado de aquel juguete y él lo pidió en
su carta para que pudiesen jugar juntos.
...
Poco después de las fiestas encontró a uno de sus compañeros de clase (Telobes,
que tendrá relevancia en el futuro de la novela) y este le preguntó qué le habían
traído los Reyes. Klaüs le fue contando; en el transcurso de su inventario le dijo
abiertamente que le habían traído una casita maletín y fue entonces cuando su
compañero se escandalizó y exclamó:
...
Desde siempre habían jugado los tres: Klaüs, Edan y su hermana Velma. Ella era un
par o tres de años más pequeña que él y se conocían muy bien pues sus padres les
habían criado juntos. Velma fue la primera niña en su vida y de ella aprendió cuán
diferentes eran de los niños. La mayoría de las veces era considerada un estorbo por
ser la más pequeña, ya que no solía entender los juegos de mesa, no sabía jugar con
el ordenador o prefería peinar a sus muñecas antes que construir un fuerte. Aquel día
fue el primero en el que iba a jugar con una niña a solas. Klaüs observaba con
detenimiento la pequeña habitación estampada en rosa que olía a perfume de
muñecas; las paredes eran blancas, el armario era grande y la cama ocupaba la
mitad del habitáculo.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¡Ponte este collar que te quedará muy bien! - le sugirió Velma divertida. Klaüs se
resistía a ponérselo para no perder su calidad de varón. Forcejeando se cayeron al
suelo riéndose.
- ¡Uy! ¡Te has despeinado! Déjame que te peine con el cepillo que así estarás más
guapo - nunca antes ninguna chica que tuviese menos de treinta años le había
llamado guapo, y ni mucho menos le sugería que se peinase. Continuó forcejeando
pero, aunque Velma resultase un tanto pesada, lo que al principio le parecía que iba a
ser un suplicio terminó convirtiéndose en un juego seductor.
Velma pasaba el cepillo por la cabeza de Klaüs con una suavidad que le producía
verdaderos escalofríos irradiándole desde la nuca hasta los brazos. La punta
redondeada de las púas del cepillo al contacto con la piel de su cabeza le provocaban
un cosquilleo de lo más agradable; sentía verdadera vergüenza ante la situación pero
a su vez experimentaba una sensación de relajación que le dejaba adormecido y
embriagado.
- Si mi novia va a ser Laura no tengo de qué avergonzarme por jugar con otra chica -
pensó. Su razonamiento le desinhibió por fin y pudo disfrutar abiertamente de los
juegos de niñas.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¿Te enseño mi ropa? - le dijo a Klaüs. Entonces cerró la puerta para poder abrir su
armario y la fragancia de chica volvió a adueñarse de la habitación; esta era ahora
más intensa que nunca. Bajo la pila de ropa emergía un pequeño montón de
braguitas y de calcetines. Junto a él había un paquete de pañales de niña que a Klaüs
le llamaron la atención de una manera especial: una extraña y repentina curiosidad
que le hacía sentir pudor y a la vez indecencia.
- ¡Ya has visto bastante! - exclamó Velma riéndose mientras cerraba el armario con
un portazo.
- No, ya no llevo - Le respondió burlona y relamida - es solo por si algún día no puedo
más y se me escapa el...
Se echaron a reír los dos y sin saber muy bien lo que sucedía comenzaron a tontear.
- ¡Sí que se me escapa, sí! - le contestó riendo - Creo que me tengo que poner uno -
y el mismo instante se volvió pecaminoso, su amiga se bajó los pantalones y las
braguitas mientras reía exaltada. Klaüs se quedó helado a la vez que sentía su
cuerpo hervir como agua sobre un fogón. El clima de la habitación se había vuelto
húmedo y extremadamente cálido a la vez, similar al que hay en una sauna. Acababa
de ver sin querer la parte más íntima y secreta de toda mujer, su olfato despertó al
conocer el aroma propio de la misma y sin saberlo tuvo su primera erección motivada
por el sexo opuesto. Embriagado por la impúdica visión comprobó la puerta para
asegurarse que estaban a salvo de la vigilancia de los adultos, entonces comenzó a
sudar y a sobrexcitarse, el corazón le palpitaba golpeando contra su pecho como el
más grande de los tambores de un desfile. No había vuelta atrás y él aún quería más.
Volvió a mirarla y vio como ella cogía el pañal dispuesta a ponérselo.
- ¿Me queda bien? - le preguntó Velma con una voz que a Klaüs le sonó a lascivia.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Te... te queda muy... bien - balbuceaba. No podía hacer otra cosa que mirarla por
todos lados.
- ¿Qué andáis haciendo por ahí, chicos? - la voz de la madre de Velma rompió el
momento en mil pedazos y la realidad cobró vida de nuevo en la escena. Ella se quitó
el pañal mientras aún se andaba riendo y lo guardo rápido en el armario dando un
golpe con la puerta.
- ¡Nada! estamos jugando - exclamó Klaüs al oír a sus padres dirigiéndose hacia la
habitación. Velma estaba apunto de subirse el pantalón y fue solo un segundo antes
de que su madre entrase por la puerta cuando todo regresó a una relativa normalidad.
- ¿Qué hacíais? - les preguntó ahora Cloe dirigiéndose a Klaüs. Justo detrás, Básil le
miraba burlón y también el padre de ella.
- ¡Estábamos jugando! - Klaüs pasó una vergüenza terrible al pensar que sus padres
podían estar sospechando qué era lo que había ocurrido en el cuarto de Velma.
Durante un buen rato se sentó en el sofá con ellos para relajarse.
- ¿Qué habéis estado haciendo? - le insistió de nuevo su padre con el mismo aire de
burla.
- ¡Nada! ¡Ya te lo he dicho que estábamos jugando! - Klaüs se exaltó y sus padres lo
notaron.
- Bueno ya está bien ¿vale? - concluyó Cloe - Ahora quedaos un ratito tranquilitos y
tranquilizaos un poco que estáis los dos muy revueltos.
Tanto Klaüs como Velma evitaron mirarse mientras estaban en el comedor con sus
padres; allí no había pasado nada, poco a poco todo recobraría la normalidad ¿todo?
No, no todo... él ya no era el mismo de hacía unas horas. Cuando por fin volvieron a
casa después de la visita su madre le dio un baño y luego le metió en la cama. Klaüs
observaba el armario pensativo mientras ella le arropaba.
-¡No ha pasado nada! ¡Ya te he dicho que estábamos jugando! - le respondió molesto
ante su insistencia.
Klaüs creía recordar que la última vez que vio un paquete de ellos Cloe los guardaba
en los estantes de arriba, y ahí todavía no llegaba por sí solo. Resultaría excitante
volver a tener en sus manos un pañal como el que se puso Velma. Tal vez la próxima
vez que jugase en su casa tendría oportunidad de repetir. ¿Cómo se vería él con uno
de esos pañales puestos? Entonces bajo sus sábanas volvió a sentir la sutil erección.
Aquello no estaba bien, más le valdría quitarse de la cabeza todo lo que había
sucedido aquella tarde. Mañana era el día en que sus padres iban a ir visitarse con
Eduardo, gracias a la ayuda incondicional de Velma aquello era lo que menos le
preocupaba en aquel momento.
***
UNA DETRÁS DE OTRA
A la mañana siguiente Klaüs se despertó antes que su madre, se había desvelado al
escuchar a Básil duchándose así que debía ser temprano y muy pronto todavía para
levantarse e ir al colegio. Aún podía aprovechar para volverse a dormir, poco después
se percató de que era incapaz de hacerlo puesto que no dejaba de pensar en lo que
había sucedido el día anterior. Recordaba el sofoco que sintió al ver a Velma bajarse
las braguitas y colocarse el pañal con aquella actitud tan libidinosa. Nunca antes
había visto los genitales de ninguna chica aunque cierta vez en clase había oído
comentar que, en lugar de la pistolita de los niños, ellas no tenían nada. En realidad sí
tenían algo, tenían como una rajita; está claro que algo debían tener pues de lo
contrario no podrían hacer pis. Ciertamente nunca se había cuestionado nada
parecido, el pudor que le inculcaron en la escuela le obligaba a evitar interesarse por
esas cosas; eso era más propio de los niños maleducados que no de él, pues bajo su
criterio se consideraba poseedor de la mentalidad propia de un joven adulto.
Salió del baño, cogió su mochila y se la cargó a las espaldas, luego se tomó
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¿Por qué no nos dijiste nada de la nota en la agenda? ¡¿Eh?! ¡¿A qué estabas
esperando?! - Básil le interrogó sin medir ni una sola de sus palabras, Klaüs se exaltó
y comenzó a llorar amedrentado ante aquel ataque intimidatorio repentino.
- ¡No llores para hacerte la victimita! ¡Te has pasado toda la tarde viendo la tele y
seguro que no has hecho nada de los deberes que te habían mandado en el colegio! -
El tono de su padre adoptó un semblante colérico desesperando por completo a
Klaüs que no sabía cómo reaccionar ante su última acusación - ¡Ya hablaremos
mañana de todo esto! ¡Pero de momento te vas a quedar sin tele por lo menos hasta
el año que viene!
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Básil, tampoco exageres que sólo es un crío - Tras el chaparrón, su madre acudió
como siempre a poner orden. Finalmente Básil se fue a la cama acompañado de su
enojo, ella se quedó con Klaüs hasta que dejó de llorar. Cuando se percató de que su
padre se había dormido aprovechó el momento de sosiego para hablar con él.
- Eduardo nos ha dicho que sueles estar despistado en clase y que no te ve muy
aplicado en tus deberes - le confió su madre.
- ¡Es que me tiene manía! - replicó - ¡Desde que comenzó el curso que no me deja en
paz! - a Klaüs le ponía nervioso tener que dar tantas explicaciones sobre su
comportamiento, nunca antes había tenido que darlas.
- Bueno mira, tu padre es como es y se pone nervioso porque quiere que hagas las
cosas bien. El Edu dice que debes mejorar la letra y que debes estar más atento en
clase. En todo caso estarás unos días sin poner la televisión para que tu padre vea
que le haces caso y cuando se le pase ya verás como poco a poco volverá todo a la
normalidad.
Cloe siempre se mostraba más compresiva que Básil así que él aceptó sus
condiciones; una vez se serenó le dio las buenas noches y ambos se fueron a dormir.
Después de toda la bronca se sentía aliviado, por lo menos ya había pasado lo peor,
la incertidumbre de no saber lo que iba a suceder era lo que más le angustiaba y
ahora ya se había quitado un peso de encima. Eduardo se la había jugado y él
todavía no sabía muy bien qué debía hacer para que le dejase en paz, supuso que tal
y como le aconsejaba su madre debería esmerarse más en esas cosas a pesar de
que no estuviese demasiado convencido de poder estar a la altura. Si Eduardo le
hacía repetir curso su padre no se lo perdonaría, eso era demasiada presión para
cualquiera.
Al día siguiente todo seguía como siempre, sonó el timbre y al terminar la clase de
ciencias naturales Eduardo se dirigió a él antes de que saliese al recreo:
- Así me gusta. Igualmente me vas a tener que dar los cromos esos que te llevas al
patio, te los devolveré cuando lo considere oportuno - Estaba claro que Eduardo
pretendía fastidiarle de una manera u otra, Klaüs accedió a dárselos ya que no tenía
alternativa. Aquella fue la última vez que volvió a ver su colección de cromos de los
esqueletos en monopatín.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
PAUTAS DE COMPORTAMIENTO
Durante la hora de religión Agapito les hizo sacar las libretas y les pidió que se
preparasen para un dictado, la mitad de la clase consternada no conocía aún el
significado de esta práctica y le pidieron explicaciones al profesor.
- ¿No os hacía Adler hacer dictados? - les preguntó dirigiéndose a toda la clase.
- Sí - le contestó Laura.
Agapito comenzó con su dictado, las diez sentencias que pronunció eran ni más ni
menos que los diez mandamientos que se incluían en la Biblia.
En sus clases de religión Agapito les hablaría sobre la leyenda del arca de Noe en los
anales de la prehistoria cristiana. Les habló también de la vida de Jesucristo y de la
relevancia de su figura como símbolo de la religión católica.
- Es para que se puedan casar ¡tonto! - respondió de pronto Nuria Jerpah - por eso
tenían que ser chico y chica ¿no, profe?
- Así es - asintió.
- Amarás a Dios sobre todas las cosas - rezaba la primera de las sentencias, Klaüs
conocía la existencia de Dios por lo que referían sobre él en la televisión o en las
películas, también en los libros. Por lo visto Dios tenía la exclusiva sobre el mundo y
todo aquello que en él habitaba; decidía sobre todo y sobre todos y no había acción
posible en nuestro universo que escapase a sus designios. ¿Cómo no iba a amar a
una persona así? Amar tal vez no, pero por lo menos mostrar respeto y servidumbre a
aquel que era dueño de su vida sí. Nadie es tan tonto como para morder la mano de
aquel que le alimenta.
- No tomarás el nombre de Dios en vano - ésta segunda no la entendía muy bien pero
por el contexto venía a significar que no debía hacerse burla de Dios. Bueno, era
comprensible bajo el criterio de la orden anterior. Es fácil respetar a alguien que
puede hacer que caigas por un precipicio o te mueras de hambre si así lo conviene.
- Santificarás las fiestas - está claro que Klaüs se mostraba a favor de las fiestas,
cualquier día en el que no tuviese que asistir al colegio era un día digno de santificar.
Rió divertido ante sus propias conclusiones.
Cloe siempre había cuidado de él y salido en su auxilio en todo momento así que
confió una vez más en su palabra.
- No robarás - ¡Por supuesto! ¿Quién es capaz de robarle algo a los demás? En cierta
ocasión Klaüs se vio tentado con robarle un cromo de los Transformers a su primo
Sergio y finalmente optó por arrebatárselo cuando este estuvo despistado. Aquella
misma noche su conciencia le torturó tanto que terminó confesándole a su madre lo
que había sucedido. Ella le dio una lección acerca de lo deshonrado que era robar y
Klaüs, confiado de su juicio, terminó por devolver el cromo de la misma manera en
que se lo llevó.
Eso era todo; la síntesis del buen comportamiento estaba recogida en los diez
mandamientos de las tablas de la ley y seguro que todos aquellos que se
consideraban dignos ciudadanos los respetaban y cumplían al pie de la letra. Una
buena manera de demostrarle a Eduardo que él estaba a la altura de sus clases sería
prestarse a cumplir con ellos rigurosamente; no solo sería un alumno modélico sino
también una persona sumamente religiosa que se ceñiría a las reglas. Klaüs pensaba
convertirse en un ejemplo para todos los demás.
***
APLICADO A LA FUERZA
Klaüs, sentado en el escritorio, observa la oscuridad que hay más allá del haz de luz
del flexo; la habitación cobra una nueva dimensión en cuanto a espacio y su pequeño
universo se acaba prolongando hasta el infinito. En las sombras no se perciben más
que aquellos objetos que son irradiados por el foco, próximos a su resplandor
contrastan los que aún se encuentran lo suficientemente cerca como para que se
puedan distinguir sus apagadas siluetas. La penumbra absorbe los colores de todo
cuanto escapa al fulgor de la bombilla fundiéndose en la profundidad del negro
eterno. Pequeños rayos centellean de forma casual soliviantando su sobriedad, pero
allí no hay nada, solo el vacío.
- Si te preguntan qué quieres ser de mayor, tú les respondes que quieres ser
pensionista - por lo visto se trataba de una respuesta divertida que, aunque Klaüs no
la llegaba a comprender muy bien, debía ser una forma de rechazar el hecho de
trabajar.
- No pasa nada, prefiero seguir con esto - le respondió Klaüs con seriedad,
haciéndose claramente el interesante.
- Em... nada. Bueno, como he acabado de hacer los deberes pues estaba copiando
cosas de la enciclopedia de El Cuerpo Humano.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Muy bien, así me gusta - concluyó. Tras un breve silencio le acarició el pelo, se dio
media vuelta y antes de salir de la habitación le dijo por último:
- Venga, ve a dormir que es tarde y mañana hay que levantarse pronto que tienes que
ir al colegio. Que mañana es viernes ya y viene el sábado - Klaüs no le estaba
mirando a la cara en aquel momento pero intuyó que se lo decía sonriendo ¡menuda
falta de autenticidad tenía aquella mueca! podía haberse guardado la cólera que
profirió contra él el día del enfado y haberle puesto esa misma cara a la hora de
hablar sobre su trayectoria escolar.
...
...
Klaüs recogió sus rotuladores de colores y cuando los tuvo guardados en el estuche
metió todo en la cartera y apagó el flexo. Bienvenido otra vez a la inmensidad del
cosmos, de nuevo puedes descansar plácidamente.
***
LEJOS DEL CENTRO DEL UNIVERSO
Uno de los golpes más duros que experimenta un joven en el comienzo de la
pubertad es el momento en el que toma consciencia de que inesperadamente ha sido
destronado de su potestad como centro del universo; todo cuanto giraba a su
alrededor hasta entonces va eludiendo su fuerza centrípeta y sus órbitas se van
expandiendo dirigiéndose hacia otros astros.
Era la fiesta de cumpleaños de Alberto, uno de los chicos de la clase que en el actual
año del reinado de Eduardo había despuntado sobremanera y se había hecho con el
titulo de Chico más inteligente de la clase. Su porte no dejaba lugar a dudas: Alberto
llevaba gafas igual que Klaüs, a diferencia de que las suyas eran de titanio y le
otorgaban un aire de pequeño ingeniero; por aquel entonces eran una gran novedad
pues todo el mundo solía llevarlas de pasta.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Desde que comenzó el cuarto curso Alberto había sido merecedor en muchas
ocasiones de los elogios de Eduardo, Geón, Agapito e incluso el despótico Adler lo
consideraba un alumno aventajado en gimnasia, todo lo contrario de su opinión
respecto a las aptitudes de Zayin el patoso. En su fiesta de cumpleaños Alberto había
reunido a más compañeros de los que pudo reunir Klaüs en la suya y eso a él le
provocó cierta envidia.
Allí estaban Yod, Manuel, Carlos, Javier, Jorge, Cliff… incluso de las nueve chicas
que habían en la clase él consiguió que viniesen cuatro. También estaban en su fiesta
otros chicos que reconocía como compañeros suyos, pero con los que entonces no
tenía la suficiente confianza para invitarles a su cumpleaños.
La comida en la fiesta no era nada del otro mundo: junto con las típicas patatas fritas
en platos de plástico y las botellas de dos litros de refrescos variados la madre de
Alberto les había preparado dos bandejas con sándwiches cortados por la mitad en
forma de triángulo; dentro llevaban varias clases de embutido y, además, un
centímetro de algo color blanquecino semejante a la mantequilla que otorgaba a los
bocadillos una apariencia bastante deplorable. Tal vez fuese mayonesa o margarina,
el caso era que Klaüs se quedó sin hambre pues ninguna de las dos opciones
resultaba particularmente de su agrado. Aquella combinación tan tradicional de las
fiestas infantiles le mantuvo al margen de los bocadillos e intentó pasar desapercibido
comiendo únicamente patatas mientras sostenía su sándwich sin probar bocado. Una
vez más se sintió avergonzado al verse excluido por tener aquellos gustos tan
limitados; de ninguna manera pretendía parecer un asqueroso, pero es que él era así.
La madre de Alberto debió advertir su actitud pues al poco se acercó hacia él para
preguntarle si por casualidad no le gustaban los bocadillos. Klaüs se apresuró a
responderle con toda la efusividad que pudo:
- ¡Claro que me gustan! ¡Me encantan los bocadillos con... esto! - cuando terminó de
hablar le dio un pequeño bocado en la punta al sándwich y lo masticó haciendo ver
que le encantaba. Automáticamente la madre de Alberto se despreocupó del
comensal y en cuanto se dio media vuelta Klaüs aprovechó para escupir el trozo de
bocadillo en una servilleta. Aquella cosa blanca les otorgaba un sabor
verdaderamente asqueroso, era dulce y a la vez estaba fría, no casaba con el salado
del embutido y hacía que todos los sándwiches de la mesa fuesen un auténtico
fiasco.
Alberto comenzó a desenvolver sus regalos, cuando abrió el suyo se limitó a mirarlo
por un segundo y acto seguido lo colocó en la mesa junto con los demás. Quedó claro
que Alberto no demostró demasiado interés por el plumier y Klaüs, que permanecía
atento a su reacción, se sintió bastante decepcionado. Había esperado de él un gesto
de efusivo agradecimiento por lo menos, pues era un estuche genial. Después de
abrir su presente continuó con el resto, todos acabaron sobre la mesa en una pila y
más tarde la madre de Alberto los llevó a su cama; le habían regalado tantas cosas
que entre los papeles de envolver y los propios regalos no se podía distinguir de qué
color era el edredón que la cubría.
- ¿Qué haces aquí? - Alberto entró sobresaltado en la habitación y había visto cómo
Klaüs, con las luces apagadas, miraba los regalos con curiosidad mostrando una
clara actitud de vigilancia.
- No hacía nada - le contestó él. Raudo se alejó de los regalos y salió de la habitación
ante la atónita mirada de Alberto que, suspicaz, dio un vistazo a su alrededor a ver si
allí había ocurrido algo.
Carlos se fue junto con Manuel cuando vinieron los padres de éste. Los chicos que
habían quedado a última hora salieron a jugar al parque que había cerca de donde
vivía Alberto, él se llevó consigo la pelota de fútbol que le acababan de regalar y la
estrenaron jugando un partido.
Klaüs pudo darse cuenta por sí mismo de que no pintaba nada allí: la merienda no
había sido de su agrado; cada vez que Alberto recibía atenciones se sentía molesto y
ni que decir de los regalos, había sentido más celos aquella tarde que en toda su
vida. Aquel día el mundo tal y como lo conocía había estado girando entorno al
anfitrión de la fiesta que en aquella ocasión no había sido él; esta fue la primera vez
en la que se percató de que estaba dejando de ser el centro de atención.
***
EL SENTIDO DE LA JUSTICIA
Klaüs contemplaba la escena a salvo sobre la cima de un montículo. Los caníbales de
Plutón, unos escalofriantes monstruos sanguinarios devoradores de seres humanos,
habían comenzado con su cometido de conquistar la tierra y tuvieron la brillante idea
de empezar nada más y nada menos que por su casa. Dirigió la vista hacia la piscina
y se percató que estos la habían dejado sin agua; en su lugar la habían llenado con
personas que con toda probabilidad terminarían siendo pasto de los hambrientos
alienígenas.
...
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
De camino a la escuela coincidió con Jorge, Marcos y Laura que venían hablando
precisamente sobre los sueños y pesadillas más raros que habían tenido. Entonces
fue cuando Klaüs comenzó a recodar lo mal que lo había pasado aquella noche en la
que no consiguió ayudar a los presos para que escapasen de ser víctimas de la
voracidad de los caníbales de Plutón. Aislado de la realidad revivió su ensoñación
hasta el momento en el que se dio cuenta de que estaba apunto de entrar en clase.
Geón les esperaba para pedirles los cuadernos de ortografía.
Tras una aletargada hora con Geón llegó el turno de las clases de educación religiosa
de Agapito, la asignatura que más motivación despertaba en Klaüs de todas cuanto
se impartían en el colegio por aquel entonces posiblemente junto con plástica y
dibujo. Agapito les había hablado ya en sus clases de Eva y Adán; les había hablado
de Moisés, de las tablas de la ley y por último la semana anterior les había contado a
modo de chascarrillo la historia de Noé y el arca con la que salvó a las especies del
diluvio universal. Aquella mañana se disponía a aleccionarles con la historia del juicio
de Salomón, que fue otro de los apólogos de contenido ético que perduró con el paso
del tiempo y que sirvió de engranaje central para el resto de los principios morales
que adquirió Klaüs Zayin en el transcurso de su vida.
Equitativa sentencia
<Klaüs Zayin, que era un rey de Israel reconocido por su magnífica sabiduría pero
mucho más por la paciencia pertinaz que invertía en sus súbditos, recibió una
mañana a uno de sus guardias que le trajo en audiencia a dos mujeres, éstas venían
vociferando y discutiendo a gritos desde antes de entrar en la cámara donde su
majestad impartía juicio para solventar los problemas cotidianos de la plebe. Klaüs ya
había sentido cómo alborotaban en la calle desde la ventana de su biblioteca
predilecta, pudo suponer que vendrían derechas a demandarle un veredicto así que
dejó lo que tenía entre manos y bajó para apoltronarse en el trono de la sala de
audiencias. Las dos damas no guardaron ni tan siquiera las formas ante él y solo los
guardias las reprendían para que no se sacasen los ojos la una a la otra.
- Silencio por favor, guarden silencio - demandó el sabio rey que ni aun haciendo uso
de su autoridad era capaz de provocar el cese de la algarabía que se proferían.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Su majestad: Estas dos mujeres están discutiendo por la maternidad del infante.
Ambas se declaran madres legítimas del niño y pese a que está claro que eso es
imposible no sabemos distinguir cuál de ellas dice la verdad y cuál está mintiendo.
Las hemos traído a su judicatura para que emita una sentencia justa - tras la
explicación el soldado se retiró y se dispuso de nuevo a contener la violencia de las
féminas que no abandonaban en la contienda.
- Hijas del vulgo: ante vuestra actitud de obstinada lucha por la legítima custodia del
retoño no puedo sino ofreceros la más armoniosa de las justicias. Como soy incapaz
de desenmascarar a la presunta impostora he preferido optar por considerar que
ambas partes tienen razón, y pese a que no concibo la posibilidad de que nazca un
infante del seno de dos madres al mismo tiempo, deseo creeros a las dos y otorgaros
mi sentencia de forma equitativa. Que la mitad de este niño que os otorgaré os
devuelva la felicidad a cada una.
Ante la incredulidad de las dos mujeres el rey Zayin se dispuso a cortar al bebé en
dos sin contemplaciones. Su espada estaba en el aire cuando finalmente una de ellas
se derrumbó y lanzándose a sus pies le imploró:
- ¡Piedad! Entrégueselo a ella, prefiero que viva bajo la tutela de esa pérfida mujer a
que se le derogue la gloria de vivir. Atienda a mis humildes suplicas ¡se lo ruego! -
procurando no mostrarse conmovido Klaüs bajó la espada y devolvió la criatura a los
brazos de su madre genuina que arrancó a llorar ante la clemencia del sabio rey.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¿Por qué se lo entrega a ella? ¡La madre auténtica soy yo! - le recriminó al rey Zayin
aun cuando uno de los guardias todavía la agarraba por el brazo.
- Te diré el porqué, mujer perversa: Está claro que aquella de las dos que no
concebía el sentimiento de la maternidad solo obraba por avaricia y por causas
desleales. Tú hubieses sido capaz de estar ahí inconmovible ante la ejecución de tu
presunto hijo por tal de ver como ella se quedaba sin su bien más preciado y salirte
con la tuya. Si no era para ti no debía ser para nadie, pensaste - el sabio rey se sentía
molesto ante los importunos plañidos y quejas de la falsa madre, estaba comenzando
a varear la posibilidad de ajusticiarla severamente.
- Pero ¿cómo podéis tener la certeza de que vuestro decreto ha sido indefectible?- le
insistió por última vez la mezquina mujer con palabras de plebeya.
- Sin lugar a dudas, aquella que procura por la vida del pequeño no eres tú y con eso
tengo suficiente para llegar a mi conclusión. Lleváosla lejos de mi presencia; ver tan
de cerca la avidez de los miserables me produce nauseas - concluyó el rey. >
- ¡Qué historia tan genial! A mí también me gustaría ser tan justo como el rey
Salomón - les comentaba Manuel Nekasim durante el recreo.
Como todos los días Carlos, Manuel, Yod y Klaüs se habían encontrado en las
escaleras de entrada al colegio para mantener otra de sus reuniones secretas
mientras los demás chicos jugaban a fútbol en el patio grande. Desde que habían
comenzado el presente curso escolar podían disponer de aquel patio para jugar, en
ocasiones compartiéndolo a su vez con los chicos del quinto curso; igualmente los
cuatro amigos seguían reuniéndose al margen del resto de sus compañeros, a veces
se unía a ellos algún tránsfuga de los que solían jugar a fútbol o alguna de las chicas
de la clase que no se avenían con las demás y prefería juntarse con ellos ni que
fuese para jugar al escondite. Ser justo era una cualidad que por lo visto despertaba
atractivo en la mayoría de las personas.
- Seré justo - se propuso Klaüs - Me ganaré el respeto de los demás siendo justo -
estaba claro que no conocía los peligros de esta actitud que pretendía hacer suya.
Por la tarde, cuando salió del colegio, su abuela Bruna le estaba esperando a la
salida y Klaüs ya temió que algo hubiese sucedido. Ella no le contó nada en un
principio, fue al llegar a su casa cuando le explicó que un pariente lejano había
enfermado gravemente y que le habían traído a un importante hospital de la capital
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
para hacerle un tratamiento con urgencia. Mientras hacía los deberes a la luz del flexo
escuchó sin querer la conversación que mantenía su abuela con Cloe por teléfono. Le
oyó decir a su abuela Bruna que se iba a quedar con él y que ya le acostaría cuando
llegase la hora de dormir; fuera lo que fuese lo que hubiera sucedido era sin duda
algo que a él no le debía incumbir. Tal vez era algo de gravedad como cuando murió
su abuelo paterno, los días lo dirían. Terminó con sus deberes de ortografía y
después con los de matemáticas, cuando se disponía a ponerse a dibujar su abuela
le llamó para cenar y luego se fue a la cama a leer un tebeo. Estaba tan agotado que
se durmió antes de que ella viniese a darle las buenas noches.
***
FUERA DE LUGAR
Se despertó a la mañana siguiente con el tintineo de la cucharilla que solía oír cuando
Cloe removía el café soluble en la leche, aunque en un primer momento todo parecía
estar en orden pronto se dio cuenta de que ya había sonado el despertador y su
madre no había acudido para darle los buenos días como era de costumbre. Oyó
unos pasos que se acercaban a su habitación pero por el sonido no podían ser otros
que los de su abuela Bruna.
- Buenos días cariño - le dijo su abuela cuando al abrir la puerta se dio cuenta de que
Klaüs estaba ya despierto - ¿Has dormido bien?
- Están en el hospital, han ido a ver al primo Justo que lo han traído aquí para que lo
operen. Ya te he preparado el desayuno.
Klaüs estaba contento de ver a su abuela Bruna de buena mañana, además de ser
tan cariñosa con él calentaba la leche a la temperatura idónea. Su abuela le ayudó a
lavarse el pelo tal como lo hacía su madre y luego le vistió. Después le acompañó a la
escuela.
- Al mediodía vendrá a recogerte tu tía Rosa, que yo iré con tus padres a ver al primo
Justo - le dijo antes de darle un beso para despedirse de él. Klaüs entró en el aula
después de que hiciesen fila como cada mañana, luego rezaron un Padre Nuestro y
comenzaron la clase de ciencias naturales con Eduardo.
El primo Justo era un pariente lejano. Su abuelo Pepe le había hablado en cierta
ocasión de que lo pasaba muy bien cuando se juntaba toda la familia, pero que tenía
especial amistad con Justo pues habían salido en muchas ocasiones a recoger juntos
la fruta del huerto, habían jugado a las damas... en definitivas cuentas decía de él que
se trataba de un chico muy vital y entrañable.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Por lo visto debían someterle a una operación bastante delicada. Allí donde él vivía
no tenían hospitales que le garantizasen el éxito total de la intervención y por eso le
trajeron a uno de los más importantes de la ciudad aledaña a Yímbale.
Según lo convenido era la una del mediodía cuando encontró a su tía Rosa
esperándole a la salida de la escuela, así que durante el resto de la semana Klaüs se
trasladó a casa de sus tíos. Ni que decir tiene que las especialidades culinarias de su
tía no eran especialmente de su agrado, tampoco la cama donde debía dormir era lo
suficiente confortable para su gusto. El clima que respiraba era extraño, denotaba
tirantez. En ningún caso era un ambiente austero, pues estaba en familia, pero sí que
se sentía incomodo entre ellos. Tanto sus tíos como su primo mostraban cierto
desapego, quedaba claro que debían pensar de él que era un mimado y un
malcriado. Seguro que durante su estancia les daría mucho que hablar.
Los castigos que les imponía el sargento Adler no tenían nada que ver con los de Edu
pues éste solía hacerles copiar cincuenta o cien veces una frase absurda que
contenía el motivo del castigo: No comeré chicle en clase - podía ser un buen
ejemplo.
Pasó la semana sumido en una infinita melancolía, como siempre con la nariz metida
entre sus tebeos. También aprovechó para dedicarle tiempo a los deberes
procurando llevar al día sus quehaceres escolares. El lunes siguiente fue cuando
Cloe y Básil volvieron para rescatarle, él no cabía en su gozo. Al regresar a casa su
felicidad contrastaba con el desasosiego de sus padres que, agotados por todo el
periodo que estuvieron de visitas en el hospital, durmieron durante el resto del día.
Por lo visto el primo Justo que él ni tan siquiera conocía había fallecido el fin de
semana después de la intervención; ellos ya habían ido incluso al funeral y volvieron
a casa cuando todo había acabado.
Pero, si su primo Justo era joven... ¿cómo podía ser que hubiese muerto ya? ¿No era
lo normal que fuese la gente verdaderamente anciana la que moría? Presa del pánico
ante la incertidumbre de tantas incógnitas que se le planteaban no conseguía
concebir el sueño, pensando en cómo alguien que no había llegado aún a la vejez
podía haber muerto inesperadamente a causa de una enfermedad. Klaüs era
propenso a tener enfermedades, pensó en lo terrible que sería para él si algún día
enfermase tanto como para morir de forma repentina igual que su primo Justo; tenía
miedo a que todo acabase. Cada vez se iba haciendo más mayor y cada vez se
acercaba más a la edad adulta, con ello a la vejez y con ello al final de sus días. Todo
estaba yendo demasiado rápido ¿Qué había venido a hacer? y ¿qué sentido tenía
vivir si al final terminas muriendo? ¿Hay alguna posibilidad en el mundo de
convertirse en inmortal y vivir para siempre? También pensó en sus abuelos, ellos
eran ya ancianos y con toda seguridad, al igual que se había ido ya su abuelo
paterno, algún día también se irían su abuelo Pepe y su abuela Bruna a los que tanto
quería.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¿Por qué debe morir la gente?- se preguntaba - Tiene que haber algo realmente
bueno más allá de esta vida insulsa que no sea solo pasar por el colegio, trabajar y
después morir.
Necesitaba tener respuestas fiables sobre un tema tan importante como ese; al igual
que sucedía con el resto de temas importantes la gente los omitía y debía
conformarse siempre con oír:
- Ya lo sabrás cuando seas mayor - estúpida frase que causaba recelo a la curiosidad
de Klaüs.
En clase de religión le había oído hablar acerca de ello a Agapito, él les habló sobre
el cielo y el infierno. Al cielo iban, después de morir, a pasar el resto de la eternidad
los chicos buenos; al infierno iban los chicos malos. ¿Quién decide lo que es bueno y
lo que es malo? y ¿quién dictamina si te has portado bien o si te has portado mal? La
idea de someterse a tal juicio final le resultaba terrorífica, debía comenzar a portarse
bien desde ya para poder optar a la salvación eterna.
***
COMPARACIONES Y COMPLEJOS
Vísteme despacio que tengo prisa solía recordarle su madre por las mañanas
mientras le andaba vistiendo. Después de sobrevivir al claustro en casa de sus tíos
Klaüs celebraba la vuelta a la normalidad, a la rutina de costumbre; una rutina que de
todas formas era agradable si se comparaba con el hecho de enfrentarse a la vida en
el exterior. Cloe le colocó de espaldas contra la pared y fue a buscar su cinta métrica.
- Uno treinta y siete ¿has estado creciendo esta semana? - le preguntaba su madre
divertida.
Y era cierto. Durante el tiempo que pasó con sus tíos únicamente en una ocasión tuvo
la oportunidad de entablar una conversación fuera de lo banal con su tía Rosa, fue
una de aquellas tardes en las que se encontraban ellos dos a solas y la charla se
sucedió sin más remedio. Su tía le hablaba de los vínculos familiares:
Rosa: Tu tío Joaquín es tu tío auténtico, porque es el único hermano que tiene tu
padre - le decía ella mientras hacía tintinear su cucharilla contra la taza de café.
Rosa: Sí, verás: Tu padre sólo tiene un hermano, que es Joaquín; tu tío, mi marido -
le explicaba con paciencia - Como tu madre no tiene más hermanas tu tío Joaquín y
yo somos los únicos tíos legítimos que tienes. Y el Sergio el único primo, porque es
hijo único como tú.
Rosa: No puedes tener más tíos. Los demás familiares que conozcas serán primos
segundos o tíos de tus padres.
Su tía tomó una revista de labores que tenía sobre la mesa y se puso a hojearla
mientras conversaban.
Rosa: No, él es... bueno, era primo segundo tuyo - le contestó su tía sin apartar la
vista de la lectura. A Klaüs le dio la sensación de que ella ya se había cansado de
contestar a su interrogatorio.
Rosa: ¡Anda, que estás tarumba! ¡Pues será primo de tu madre o de tu padre digo yo!
Malhablado
Telobes era un chico escuálido, pertenecía al grupo de chicos que jugaban al fútbol
con lo cual quedaba en entredicho que tuviese aficiones similares a las de Klaüs. Una
tarde en la que Cloe y él fueron de visita a ver a los padres de Telobes tuvo la
oportunidad de conocerle.
- ¿Y los ordenadores? ¿Te gustan los ordenadores? - Klaüs Insistió en buscar puntos
en común con él.
- Sí que me gustan, bueno yo no tengo ordenador pero mi primo Sergio tiene uno con
un juego de básquet que es un flipe - Es un flipe, que venía de flipar, una palabra
propia del vocabulario de su primo Sergio que venía a significar alucinar o alucinante;
discurría Klaüs.
Desde luego su perfil concordaba con el característico de aquellos chicos a los que
solo les gustaban las motos, los coches y el fútbol. Aun así consiguió llevarle hacia el
nexo que tenían en común.
- ¿Pues sabes que tu primo Sergio es mi primo también? - le dijo Klaüs clamando a
su asombro.
- No digas palabrotas que te van a castigar - le aconsejó - Que te lavarán la boca con
jabón - Klaüs pudo comprobar de reojo la cara de asombro que se le había quedado a
su madre; a él jamás se le hubiese ocurrido decir palabrotas y ni mucho menos
delante de sus padres. Se veía claro que aquel chico estaba muy mal educado y el
hecho de que aborreciese la lectura también decía mucho al respecto.
El chico, que se encontraba recién duchado, sin mostrar ningún pudor se puso el
pijama delante de él mientras veía el fútbol en la televisión. Klaüs le echó un vistazo
al pene de Telobes pudiendo comprobar que lo tenían parecido, de un tamaño muy
similar, y eso le supuso un alivio. La semana anterior había visto el de su padre
mientras este orinaba y le pareció muy grande en comparación con el suyo, que no
era mucho más grande que su propio pulgar. También había visto el pene de alguno
de los chicos que iban con él a kárate cuando era más pequeño y se había percatado
de la gran diferencia de tamaño que existía con el de él, lo que contribuía a
incrementar la sensación de bochorno que experimentaba al cambiarse con los
demás en el vestuario. Nada peor para un joven en el comienzo de la pubertad que
sentirse distinto al resto, y más si está acomplejado por su propio cuerpo.
- Supongo que ya me crecerá - pensó para sí, y al ver que no era el único que podía
tener aquel complejo se consoló momentáneamente.
Por un instante llegó a pensar que se iba a ver obligado a fingir que le interesaba el
fútbol para ganarse la simpatía de Telobes, entonces su madre le anunció que volvían
para casa y él se sintió aliviado.
Klaüs hizo memoria durante el camino para recordar la primera conversación que
tuvo con Telobes hacía ya muchos años, cuando aún era un crío. Telobes fue el
mismo que le sugirió que la casa de muñecas que le habían regalado los Reyes
cuando tenía solo cuatro años era cosa de chicas; por suerte para él Telobes no lo
recordaría. Se hubiese sentido muy avergonzado si le hubiese comparado con una
niña a estas alturas. Desde luego Klaüs no sabía disfrutar con las aficiones propias de
su género, tales como el fútbol, montar en bici, jugar a baloncesto y su etcétera...
pero eso no le convertía en una niña. A él también le aburría jugar con ellas aunque
en algunos casos era preferible jugar con las chicas que con los demás chicos fuera
de su círculo de amigos. Las chicas sin duda alguna olían mucho mejor.
Lo que más le había sorprendido de aquella tarde en casa de Telobes fue su mala
educación, consentida a la vez por la madre que no prestó siquiera atención cuando
su hijo soltó una palabrota; o un taco como lo llamaban sus compañeros de clase.
Hacía ya algunos años que conocía la existencia de aquellas palabras tabú; las
palabrotas en general. Repetidas veces le había oído a sus padres comentar que
cuando su primo Sergio era pequeño estaba muy mal enseñado y se pasaba el día
recitando Caca, culo, pedo, pis que por lo visto había sido una exitosa canción infantil
en aquellos años. Klaüs también había podido escuchar expresiones malsonantes
tales como coño o joder.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
La mayoría de las veces las sentía pronunciar en boca de sus antiguos compañeros
de kárate que pese a ser más mayores que él se advertían maleducados y
descerebrados.
En cuanto a los insultos existían también unos cuantos dignos de mención. Desde
bien pequeño había escuchado con frecuencia que la gente le llamaba tonto o idiota a
otras personas de forma despectiva cuando estas no eran capaces de entender lo
que se les estaba diciendo o bien hacían algo mal. Sin embargo estas palabrotas no
se consideraban del todo palabras tabú, solo que había que escoger el momento
apropiado al emplearlas para procurar no ofender demasiado a aquel a quien iba
dirigida y así evitar posibles reprimendas paternas.
En cierta ocasión le pareció entender que su padre llamaba a otro conductor gilipollas
mientras estaba al volante. Por lo visto era común pronunciarse así cuando sucedía
que los demás cometían una infracción; muy probablemente ellos también harían lo
mismo.
La palabra gilipollas era una de sus favoritas ya que le hacía gracia por su fonética y
el consecuente desplante; esta sí pertenecía al grupo de palabras tabú, entre sus
compañeros de clase solía reemplazarse por otras que guardaban semejanza con la
misma como gilipichis o gilipuertas, ni mucho menos tan agresivas como la anterior.
Luego existían otras expresiones prohibidas que no debían pronunciarse bajo ningún
concepto salvo que se quisiera recibir instantáneamente un castigo ejemplar, una era
puta o hijo de puta y la otra era cabrón o cabronazo. Lo mejor y preferible era no
emplear nunca estas palabrotas para no acostumbrarse a ellas y favorecer el uso
reiterado de las mismas, pues entraban a formar parte de los pecados que podían
cerrarle directamente las puertas del cielo y obligarle a vivir el resto de la eternidad en
el Hades bajo un constante tormento.
Cuando Klaüs se vio obligado a pronunciar la palabra puta delante de sus padres
porque quería alertarles de que en el rellano de la portería alguien había quemado el
papel de moqueta de la pared y había escrito ese mismo taco haciendo uso de la
punta de las llaves, optó por deletreárselo para no arriesgarse.
- ¡Mira mamá! han puesto pe, u, te, a, ¡Qué gamberros! - él procuraba mantener su
lenguaje alejado de la grosería, si en todo caso debía proferir insultos o
exclamaciones se remitía a aquellas que empleaban en los tebeos, siempre alejadas
de la chocarrería.
Eran las ocho cuando llegó su padre alterado, Klaüs temió por sí mismo pero resultó
que aquella vez Básil no acarreaba ningún problema de su incumbencia. Igualmente
terminó de cenar el bocadillo de tortilla procurando no bajar la guardia ante la
exaltación de su padre.
Básil le comentaba a Cloe que había tenido un accidente con el coche y, por lo que
llegó a entender, aquella tarde había atropellado a alguien. La pareja se fue a la
cocina a terminar la conversación y él aprovechó para volver a su habitación con la
intención de retomar el tebeo que tenía a medias. Se sentía agotado y en cuanto llegó
a su cama se echó dispuesto a continuar con la lectura; la conversación de la cocina
cesó poco después y entonces apareció su madre por la puerta:
- Klaüs, vamos a ir al hospital a ver a la chica esta - le dijo - No salimos de una y nos
metemos en otra - concluyó con aire de simpatía y resignación.
- Ahora que estoy solo, puedo buscar los pañales - murmuró invocando sus
pensamientos en voz alta. También le dio por reírse maléficamente tal como solía
hacer el profesor Moriarty en los dibujos animados de Sherlock Holmes. ¡Qué niño
depravado eres, Klaüs!
Se puso en pie sobre la cama e intentó llegar de nuevo hasta la puerta del armario
donde él recordaba que años atrás su madre había guardado los pañales. Esta vez sí
estaba solo, así que como nadie le veía podría hacer todo lo que quisiera con ellos.
Recordaba con apasionada claridad el olor que desprendían cuando estuvo jugando
aquella tórrida tarde en casa de Velma, ¡qué sucio le hacía sentir! pero ¡qué
apasionante era a su vez todo aquello! Le temblaba todo el cuerpo por la emoción y
su pulso se aceleró repentinamente.
De nuevo se dio cuenta de que aún no alcanzaba a la manecilla del armario, volvió a
intentar estirarse nuevamente pero su esfuerzo resultó inútil. A punto estaba de caer
en el desánimo cuando recordó las enseñanzas que le habían otorgado las clases de
ciencias naturales: El homo erectus empleaba útiles para cazar y herramientas para
hacer fuego o algo así; eso le pasaba a Klaüs por la cabeza cuando al encendérsele
la bombilla llegó a la conclusión de que con la regla de medir que tenía en la mochila
podía valerse para abrir la puerta de la estantería. Se bajó de la cama con un salto y
de su cartera sacó una regla plana de unos treinta centímetros con la que se ayudó
para empujar la manecilla.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
La alegría le duró poco porque pudo comprobar por sí mismo que en aquel armario
donde antes hubo pañales ahora ya no los había. Se volvió a ayudar con la regla para
cerrar la puerta y desilusionado se tumbó en la cama a pensar.
<¿Qué hubiese hecho si los hubiese encontrado? Me los pondría como un niño
pequeño, seguro que el tacto que tienen es de lo más agradable, y sobretodo los
hubiese olido para recordar aquella tarde de juegos sucios con Velma sin sus
braguitas. Podría incluso hacerme pis como hacen los niños pequeños, aunque luego
no sabría qué hacer con el pañal; no podía echarlo a la basura directamente pues mis
padres me pillarían. No quiero que piensen que soy un niño vicioso y pervertido.
También podría coger uno de los que tenía Velma en el armario el próximo día que
vaya a su casa, o incluso podría llevarme una de sus braguitas. No creo que sea
posible que pueda coger uno y llevármelo a casa sin que mis padres se diesen
cuenta, si me lo pongo seguro que se me ve y debajo de la camiseta se me notará
mucho>
Tumbado en la cama podía notar una sutil erección bajo el pantalón de su pijama,
últimamente le había sucedido en aquellas ocasiones en las que ideaba tórridos
juegos a los que jugar con Velma o en las que suspiraba por su más secreto fetiche.
Las erecciones resultaban placenteras, le hacían sentir un agradable cosquilleo en los
genitales; el problema era que aún no sabía cómo hacer que éstas cesaran, pues no
quería que en ningún caso sus padres pudiesen verle en ese estado. Optó por
colocarse en posición fetal, aprisionando el pene entre sus piernas; eso solía
funcionar.
- Ayer te quedaste dormido boca arriba con el cuento pegado en la cara, cuando
llegamos te lo tuvimos que quitar. Tu padre te ha echado una foto - y riendo se fue
para la cocina a calentarle la leche.
***
ORDEN DE ACTUALIDAD
Está siendo una noche de fuerte lluvia, me he vuelto a poner a escribir porque estas
dos últimas semanas apenas lo he hecho. El capítulo anterior, que ya no recuerdo
cómo se llamaba (creo que era algo así como Complejos bla bla bla), no fue del todo
de mi agrado; mejor dicho, me parece que estoy rozando el linde con la mediocridad.
Hoy es sábado por la noche, durante toda la semana he buscado un hueco para
retomar la historia pero me he sentido débil y he pasado más tiempo en la cama que
haciendo otra cosa; del trabajo a la cama, de la cama al trabajo.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Cuando comencé a escribir pretendía concluir este libro en el plazo de un año, incluso
me llegué a plantear comprarme un ordenador portátil para aprovechar cualquier
momento del día en el que pudiese escribir. Esta tarea la estoy llevando en la
clandestinidad; mis padres, con los que aún estoy viviendo, no conocen mi propósito.
Únicamente lo he comentado con Zais, también con Yod al que nunca he sabido
negarle nada de cuanto conozco. Alguien más consiguió sonsacarme que estaba
escribiendo este libro cuando, después de algún que otro whisky, terminé confesando
con total impunidad. Hoy me es mucho más difícil que antes recordar el propósito de
la novela; los cuentos, la imaginación fugaz, la historia y lo autobiográfico se funden
en cada párrafo; al retomar la lectura de lo que ya estaba escrito sinceramente no me
reconozco. De vez en cuando se enciende la luz y de ella brota un caudaloso extracto
de vocablos de los cuales ni tan siquiera conocía que los recordase. Estamos a mitad
de julio y con sinceridad no soy capaz de creer que haya llegado hasta aquí con todo
esto. Tengo miedo de que no sea útil nada de lo que he escrito hasta ahora, sigo
pensando que lo regalaré por internet aunque a estas alturas ya comienzo a dudar
que pueda encandilar a alguien con este relato, cada vez más percudido.
¿Quién hay ahí? ¿Aún no te has ido? Lo creas o no fantaseo contigo leyendo estas
páginas. Te veo; ahora eres un joven tumbado en la cama intentando encontrar una
postura idónea en la que sostener el libro. No; ahora eres una tía sentada frente al
ordenador leyendo este capítulo. De pronto, las imágenes de ambos se encuentran a
la vez en un solo plano como si se proyectasen en una pantalla dividida. Ahora os
multiplicáis por dos y resulta que la pantalla que estaba viendo se divide en cuatro
cuadrantes, en dos aparece él; en dos aparece ella. De golpe se vuelve a multiplicar,
pero ahora hay distintas personas sosteniendo el libro de diversas maneras; cada vez
se divide en más, cada vez hay más cuadraditos dentro del gran marco que se hacen
pequeños hasta volverse como puntos y, al final, el color de los puntos me muestra
una imagen, un reflejo en la pantalla. Soy yo. Ya no me acordaba de mí.
Me tumbé también en la cama a escuchar ulular al viento que sopla entre los agujeros
de la persiana. Oigo llover; a ratos fuerte, a ratos débil. También oigo tronar, a veces
cerca y otras lejos. Hacía tiempo que no perdía así el tiempo - pienso - ¿realmente lo
estoy perdiendo? Hoy creo que no, hacía mucho que no me sentía tan cerca de mí
mismo. El chorrear de la lluvia negra mezclado con los truenos me devuelven al
ambiente de la malévola canción Black Sabbath, ¡qué maravilla!. Después de todo
vivimos en una obra de arte y ¡qué demonios! sigamos pintando.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
ALTERACION DE LA PERSPECTIVA
Cuán distinta es la realidad para cada uno de nosotros, sorprendentemente lo
ignoramos por completo hasta que nos encontramos con ella conducidos por el azar.
Lo común de todos los sábados era que Básil se echase en el sofá después de comer
mientras Cloe recogía la cocina y Klaüs se quedaba viendo la película de la tarde.
Aquel día su padre se mostraba más ansioso que de costumbre, en cuanto
terminaron de comer fue directamente a asearse y a cambiarse de ropa, saltándose
por completo su tradicional siesta en el sillón. Cloe acabó de fregar los platos y acto
seguido fue también a cambiarse, después le dejó una muda limpia a Klaüs sobre la
cama para que se arreglase.
- ¿Dónde vamos? - les preguntó a sus padres extrañado ante la repentina desviación
de la rutina de costumbre.
Al poco salieron los tres de casa y fueron al parking para sacar el coche; de camino al
garaje pasaron una vez más por delante del balcón de Laura. Klaüs dirigió la mirada
hacia las ventanas por si la veía, pero allí no había nadie. A menudo se preguntaba
por qué o para qué miraba hacia allí, después de tanto tiempo había olvidado ya qué
era lo que pretendía cuando lo hacía; después de tanto tiempo había perdido toda
esperanza de que Laura y él fuesen íntimos amigos, eso era lo que siempre había
deseado y ya lo único que esperaba al levantar la vista hacia su balcón era verla allí,
en la ventana, ni que fuese por un instante.
El trayecto se hizo largo y cuando por fin llegaron se encontraron ante un edificio muy
alto, este pertenecía a los primeros barrios cercanos a la entrada de la Gran Ciudad.
Tomaron el ascensor pues por lo visto el piso se encontraba en una altura elevada.
Klaüs no sabía que tipo de personas iba a visitar allí, únicamente confiaba en que
terminasen pronto para volver a casa y seguir leyendo el tebeo que tenía a medias;
se lo había traído consigo aunque había evitado leerlo en el coche, pues si se distraía
podía terminar mareándose y vomitando como venía siendo habitual. Si vas en
coche, no leas diría emulando a Stevie Wonder.
Se abrió la puerta tras el sonoro timbre y apareció una señora mayor muy agradable y
salerosa.
- ¿Habéis venido a ver a Vanesa? no teníais que haberos molestado, pero seguro
que se va a poner muy contenta. ¡Pasad, pasad! - en cuanto la mujer les invitó a
entrar de las habitaciones aparecieron un grupo de chicas dispuestas a dar un
vistazo, debía de haber unas siete u ocho, todas ellas claramente más mayores que
Klaüs pero a la vez más jóvenes que sus padres. Les recibieron con un vendaval de
euforia que colmó el recibidor como si de una fiesta se tratase.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¿Y a que todas somos muy guapas? - le añadió una de ellas; entonces se pusieron
a reír y él, aprovechando el gancho, no quiso ser menos.
- Pues tú tampoco te quedas corto, bellezón - le dedicó otra de las chicas, entonces sí
que ya no pudo contenerse y terminó sonrojándose por completo.
Mientras sus padres visitaban a la chica accidentada para llevarle los bombones
Klaüs se quedó con el resto de las muchachas que andaban agasajándole mientras
les explicaba algunos de los mejores chistes que solía contarle su abuelo. A cada uno
que les contaba, ellas se partían de risa, estuvo encantado con aquel maravilloso
público femenino que le piropeaba sin cesar.
- Eso... ¡y deja ya de ligar, que eres muy joven! - le dijo su padre entre repulsivas
risotadas. El sarcástico comentario le sacó de quicio, aquel no era buen momento
para montar una escena así que se serenó y se fue a ver a Vanesa.
En la cama de la habitación del fondo yacía una hermosa chica morena de unos
dieciséis años con la pierna escayolada; a su lado encontró la caja de bombones que
habían traído para ella.
- Sí claro, gracias y que te mejores - le soltó Klaüs empleando el tono divertido que
arrastraba aún de su conversación con las demás chicas. Se echaron a reír mientras
él lo hacía con la boca llena.
- ¡Vale! aquí se está muy bien - respondió Klaüs volviendo a rescatar el regocijo de
las muchachas.
De vuelta a casa se le ocurrió preguntarle a Cloe por qué motivo vivían tantas chicas
en aquel piso.
- Son huérfanas Klaüs, no tienen papá ni mamá y la señora que había allí es la que
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Llegaron a casa y aún no conseguía quitárselo de la cabeza. Aquellas chicas tan eran
todas huérfanas y, pese a su desgracia, en lugar de estar tristes se las veía a todas
muy alegres y risueñas. Las compadecía, probablemente procuraban mostrarse
felices en todo momento para que los demás no le diesen importancia a su desdicha.
Después de hacer ver que se lavaba los dientes regresó a la cama para continuar con
la lectura cuando nuevamente volvió a irrumpir su madre en la habitación.
- Es que te vamos a cambiar la cama por una más grande y en esta habitación con el
mueble no cabe. Que la cama ésta ya se te está quedando muy pequeña para ti.
- Además, desde la nueva habitación tengo a mis padres más cerca que antes. Si en
cualquier momento veo aparecer un monstruo tras las penumbras de la puerta y
tengo que salir a pedir auxilio ahora será mucho más fácil que me vengan a rescatar -
discurría Klaüs sumergido en lo más profundo del océano color blanco que le
brindaba el techo.
***
CARGOS DE CONCIENCIA
Era un jueves cualquiera de aquellos en los que por la tarde hacían clase de dibujo o
plástica según la semana, Klaüs dibujaba con tranquilidad, sabía que su obra iba a
ser buena pues junto con la lectura dibujar era otra de sus aficiones preferidas.
Eduardo les había mandado que empleasen la siguiente lámina para retratar a uno de
sus compañeros, debían hacerlo de dos en dos por lo que Klaüs pensó en Manuel
para que fuese él quien le retratase. Manuel Nekasim dibujaba muy bien, sería un
privilegio poder ser su pareja durante la actividad. Al levantarse de la mesa se percató
de que Manuel ya tenía a Carlos Letz sentado delante suyo riendo, estaba claro que
iba a ser él su pareja para el retrato; podía haberlo imaginado.
- Pero... ¡si Carlos dibuja fatal! - pensaba - ¿Por qué se habrá puesto con él?
Al dar un vistazo rápido por la clase pudo comprobar que todos sus amigos estaban
ya emparejados, incluso Yod había comenzado a hacerle el retrato a su compañero
de al lado; entonces pensó en Cliff Shamen.
- Últimamente también dibuja bastante bien... aunque no tanto como yo, por
supuesto. Le dejaré ser mi compañero - pensó, y de regreso a su pupitre se encontró
con Jorge sentado en él.
- Voy a hacerle el retrato a Cliff - le comunicó Jorge - espero que no te importe que
me siente aquí.
- No, no... No pasa nada - le contestó Klaüs. Él también podía buscarse a alguien.
Volvió a dar un vistazo a la clase: Javier estaba sentado con David, Jorge con
Shamen, Yod con su compañero Sergio, Manuel con Carlos e incluso Laura había
comenzado a dibujar el rostro de su compañera Ingrid.
Todos, absolutamente todos estaban ya con alguien excepto él así que resignado se
dirigió a la tarima donde se encontraba el pupitre de Eduardo para comunicarle que
había sido incapaz de encontrar a nadie para que fuese su par. Cuán humillado se
sentía esta vez.
Junto al entarimado del maestro aguardaba otro de sus compañeros que por lo visto
tampoco había conseguido encontrar pareja; se trataba ni más ni menos que de Ailén
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Meturaf, un chico verdaderamente extraño; también llevaba gafas como él aunque por
contra no se le veía demasiado espabilado.
- Mira Ailén - le dijo el profesor en cuanto vio llegar a Klaüs - Te puedes poner con
Zayin que creo que tampoco tiene pareja - el tono que empleó Eduardo sonó
burlesco, quedaba muy claro que no tenía alternativa así que optó por sentarse con
él.
Klaüs se escandalizó ¿para qué le reclamaría si él no había hecho nada malo? Por su
cabeza pasó lo peor durante el tiempo que tardó en levantarse de la mesa e ir a ver
qué quería el maestro. Antes de que llegase a la puerta Eduardo se dirigió a él:
Aterrorizado recogió lo más rápido que pudo sus lápices y la hoja en la que estaba
haciendo el retrato.
- Me han dicho en el trabajo que a una de las fábricas del polígono se le ha escapado
una nube de ácido, y como a ti por la alergia te puede perjudicar hemos pensado
llevarte a la ciudad con unos amigos - le comentó Básil mientras se dirigían hacia el
coche. Klaüs no se dignó a protestar aunque toda aquella historia que le contaba su
padre le resultaba inverosímil.
La extraña circunstancia le sirvió para poder sentarse por vez primera en el asiento
delantero del coche. Mientras, observaba a su padre conducir y le encontraba afligido,
igualmente no quiso preguntar pues tampoco tenía por costumbre saciar su
curiosidad con Básil; entre ellos no solían hablar prácticamente de nada salvo de
cómo iban sus estudios. Una hora más tarde llegaban a la ciudad y aparcaron frente a
un gran bloque de pisos donde vivían unos amigos de la familia a los que solían
visitar con cierta regularidad cuando él era más pequeño. Pese a haber coincidido
con ellos en contadas ocasiones todavía conservaba buen recuerdo de su
hospitalidad y un poco de sus rostros. Poco después Básil se disponía a marcharse
sin darle más explicaciones.
- Yo me llamo Anna ¿te acuerdas de mí? Eras muy pequeño la última vez… - le dijo
la mujer.
- Sí, sí que te recuerdo. Trabajabais con mis padres creo recordar - le respondió él.
- ¡Vaya! ¡qué memoria tienes! ¡Pues mira que hacía años que no te veíamos! has
crecido un montón. ¿Tienes hambre? Tu padre me ha dicho que aún no habías
merendado.
- Em, sí, aún no he merendado pero es que no tengo hambre - Klaüs no se atrevía a
merendar en casa de desconocidos, solo por procurar ser amable con ellos podría
verse obligado a comer bocadillos con aquella cosa blanca parecida a la mantequilla,
o tal vez le harían un bocadillo con aquellos embutidos que tan poco le gustaban.
Prefirió ser prudente.
- Me habéis ganado por completo - le profirió Klaüs al ver los bocadillos. Anna le
respondió de inmediato con una sonrisa ante su comentario.
Anna: Tus padres antes trabajaban en la misma empresa - le contaba – Y allí nos
conocimos los cuatro fabricando ollas y cuberterías. También fue allí donde se
conocieron tus padres.
Klaüs: No, la verdad es que no paso mucho tiempo con mis padres. Casi siempre
estoy con mis yayos - le respondió él. La coherencia en las palabras del niño de
nueve años asombraba a la mujer.
Klaüs: No lo sé.
Klaüs: Pues tebeos, o los libros que me dan en el colegio. Hubo uno que lo leí tres
veces porque me gustó mucho, cuando voy al camping leo porque allí me aburro y no
hay nada que hacer.
Anna: Vaya, pues no tenemos tebeos. Lo que te puedo enseñar es una colección de
llaveros que tiene Francisco en el despacho. Ya verás qué curiosa.
Robar
Anna: ¡Uy! pues tiene más. Lo que pasa es que solo tiene expuestos los más bonitos.
Mira ¿ves? Este lo trajo mi hijo de Italia cuando estuvo en el viaje de fin de curso.
Anna: Sí, al final de curso se fueron todos a Italia de viaje. Mira ¿ves?, y este es de
cuando estuvimos en Túnez.
Klaüs: ¿Y esa bici que no tiene ruedas? - le consultó señalando la bicicleta estática.
Anna: ¿Esa? No nene, no - le contestó riendo – esa bicicleta es así, sin ruedas. La
usamos Francisco y yo para hacer deporte en casa.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Anna: ¡Pues claro que puedes, chato! si quieres te dejo un rato para que hagas
deporte.
Klaüs: Vale.
También había algún llavero que tenía claras connotaciones sexuales, a Klaüs le
llamaron la atención rápidamente. Uno de ellos tenía la forma de una mujer apoyada
sobre sus rodillas sosteniéndose contra el suelo a cuatro patas, como se dice de los
bebés que gatean, y detrás de ella se encontraba un hombre con el cuerpo arqueado.
El llavero poseía una especie de gatillo que en cuanto lo apretabas el hombre se
erguía y de entre las piernas le salía un gran pene que penetraba a la mujer ¡Qué
sucio!
Continuó mirando los llaveros mientras hacía bicicleta; había bajado un tanto la
velocidad pues no podía estar contemplando los llaveros y a la vez concentrado en
mantener el ritmo. De pronto sintió la necesidad de detenerse, se levantó del sillín
para comprobar qué había dentro de uno de aquellos llaveros que tenía forma como
de una pequeña carterita hecha con piel. Abrió la carterita y de ella extrajo dos
monedas relucientes que no se parecían en nada a las que había visto hasta
entonces, debían de ser de otro país... y ¿tan relucientes? Debían estar hechas de
plata por lo menos. Sintió de pronto la llamada de la codicia, se avergonzó de su
conducta al haber chismorreado los llaveros y sentirse atraído por aquellas monedas
tan espléndidas. Sin pensarlo dos veces se las echó al bolsillo, cerró la pequeña
cartera y la devolvió a la alcayata donde esta estaba colgada; volvió a sentarse en la
bici sobreexcitado y fue entonces cuando entró Anna.
¿Se habría dado cuenta Anna de que había cogido las monedas y por eso había
entrado en ese preciso instante? Klaüs esperó una riña por su pillaje, de nuevo se
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Conciencia
Anna volvió al comedor para seguir planchando la ropa; sin duda había podido
percibir la alteración de Klaüs pero por lo visto hizo caso omiso a la alarma. Prosiguió
la tarde y mientras hacía ejercicio en la bicicleta su conciencia actuaba como tal. En
una película de dibujos animados que había visto llamada Pinocho el niño de madera
tenía como acompañante un pequeño grillo vestido como un galán que hacía lo
propio de la conciencia para él. Recordó la escena cuando de pronto sintió su propia
voz, esta vez dentro de su cabeza, que le decía:
<Devuélvelas a su sitio. No te ha dicho nada pero ella sabe que las has cogido.
Devuélvelas ahora y no habrá sucedido nada. Levántate sin hacer ruido, abre la
cartera y vuelve a ponerlas donde estaban. No te las puedes quedar. Te pillarán. Si
no se dan cuenta ellos se darán cuenta tus padres. ¿Dónde las vas a esconder?
algún día las encontrarán y te pedirán explicaciones ¿y qué les vas a decir? ¿que las
encontraste? No se lo van a creer y terminarás confesando. Les acabarás
reconociendo que se las robaste a Anna y Francisco. Tendrás que decirles a tus
padres que les hurtaste a unos de sus mejores amigos en su propia casa ¿cómo vas
a poder? ¿Y si te meten en la cárcel por ello? ¿Y si se enteran tus amigos? ¿O tus
abuelos? ¿O Laura?>
-Eso, ¡haz deporte, que te conviene! - le sugirió con impertinencia. Klaüs no se alegró
demasiado de que Básil hubiese regresado pero tenía ganas de salir de allí para
escapar con su botín lo antes posible.
Tomaron el ascensor tras una breve charla en el rellano para despedirse y luego se
fueron a por el coche. Había conseguido salir airoso del lugar del crimen, ahora sólo
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
El lunes por la mañana ya no pudo más, tomó las monedas y las guardó en su bolsillo
dispuesto a deshacerse de ellas para terminar con el asedio reiterado de su obstinada
conciencia. De camino al colegio se detuvo un momento al lado de una de las rejas
de alcantarillado que había junto a la acera, sacó las monedas de su bolsillo
apresuradamente y las tiró antes de que su madre pudiese percatarse de lo que
estaba haciendo. Luego apretó el paso y volvió con ella, que andaba un poco más
adelante.
- ¿Para eso las querías? lo has estado pasando fatal y todo para terminar tirándolas a
la alcantarilla - le argumentó su tediosa voz interior.
- Te las podías haber quedado - otra voz irrumpía de pronto en su cabeza. Esta tenía
un tono distinto a la anterior.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
ENGREIDOS
Desde que se trasladó al cuarto de al lado Klaüs había dejado de ser el niño que era,
prueba de ello fue su recién estrenada cama de chico grande; entonces comenzó a
aceptar la nueva situación, las cosas estaban cambiando aunque él no lo quisiera. Al
crecer, todo a su alrededor se empezaba a ver de forma distinta y, cuanto más se
alejaba del suelo, más cambios repentinos se encontraban amenazando a su recién
adquirida experiencia. Una vez más el acontecimiento de mayor relevancia de aquel
año fueron las navidades, que a diferencia de las anteriores se vieron truncadas por
la nueva situación.
En cuanto comenzaban los Transformers Cloe venía a darle los buenos días y le
recordaba como cada mañana que debía comenzar a vestirse si no quería llegar
tarde al colegio.
Klaüs: No me importa llegar tarde al colegio. Los Transformers son mucho más
importantes - le había comentado en innumerables ocasiones.
Cloe: No digas eso Klaüs. ¡Y vístete que vas a llegar tarde! - le replicaba.
Klaüs: Ya voy, ya voy - le contestaba cuando aún dormiteaba con el pijama puesto.
Cloe: ¡Venga va! ¡No te entretengas mirando las musarañas! - le insistía su madre
haciendo uso de su inagotable paciencia.
Klaüs: No son musarañas mamá. Son robots que se convierten en cosas, los buenos
en coches y los malos en aviones y cosas - y así se sucedía cada mañana, debía
encantarle discutir.
Klaüs: Ojalá...
Pero llegaron pronto, así que debieron permanecer un buen rato haciendo cola en el
patio frente a la puerta de clase; un viento gélido les hacía encogerse dentro de sus
abrigos y hasta había alguno de los chicos que se ponía a saltar para quitarse el frío.
Cuando por fin entraron en el aula Agapito se tomó un momento antes de comenzar
la clase para poner en marcha la estufa de gas; Klaüs se había quitado el abrigo y lo
había dejado en la percha, se echaba el aliento en las manos pues las sentía
congeladas.
El profesor comenzó con la lectura, en esta ocasión les estaba leyendo un pasaje
Bíblico que narraba el milagro que obró Jesús en las bodas de Canaán cuando de
pronto comenzó a llover y Klaüs, mirando por la ventana, volvió a ausentarse de la
realidad una vez más.
- ¡Qué gustó da ver llover cuando uno está a cubierto y al calor de la estufa! -
pensaba.
- ¡Está granizando! - les informó Agapito sorprendido - Hacía tiempo que no veía
granizar.
Nunca antes había conocido un fenómeno igual, salvo aquella vez cuando era
pequeño en la que nevó por todo el pueblo. Se acercaban las navidades y aquella
feroz tormenta de piedras de hielo no podía ser sino un indicio de lo más clarividente.
Pese a que últimamente la ilusión había menguado, solo de pensar que durante casi
un mes no volvería a pisar la escuela ya le hacía sentir dichoso como venía siendo la
costumbre por aquellas fechas. ¡Imperecederamente bienvenidas sean las navidades!
los regalos están al caer.
- Pero ¿en qué mundo vives chaval? Desde luego... ¡mira que eres feliz! - el tono
despectivo que empleaba Manuel alentó las sonrisas de los compañeros que se
sentaban cerca de él. Al comprobar la reacción que suscitó en los demás cayó en la
cuenta de que Manuel le estaba tomando por tonto y pretendía dejarle en ridículo.
- No hombre ¡claro que lo sabía! - se apuró a excusarse con aire presuntuoso - ¡Lo
hacía para ver si lo sabias tú! Todo el mundo sabe que la semana que viene son las
vacaciones.
- ¡Aaaah! ¡Una rata! - gritó Carlos al encontrarse de pronto con Klaüs en el corredor,
de nuevo se alejó huyendo de él como alma que persigue el diablo; sucedió igual
cuando se encontró con Jorge o con Yod. Le estaban tratando como a un apestado.
- ¡Ya no quiero ser una rata! - le gritó a Yod mientras este procuraba escapar a toda
prisa. Entonces Klaüs salió corriendo en busca de Manuel para que cesara el
denigrante juego que se había sacado de la manga. Estuvo buscándole por el patio
pequeño, por el patio grande e incluso por el mediano.
- ¿Qué te pasa? - le preguntó uno de los Grandes cuando le agarró por el brazo para
detenerle - ¡Andas por ahí como si estuvieses loco!
- ¡No me pasa nada! - le respondió de mala gana - estoy buscando a un chico que es
imbécil.
- ¡Oye, oye! ¡Cuida esa lengua enano! - le replicó. Luego le soltó para dejarle marchar
y entre juramentos le comentó a sus colegas - ¡Menudo niñato! ¡Hay que ver que
tontos salen hoy en día!
Tras un buen rato buscando finalmente les encontró junto a las escaleras de la
entrada cuando ya había corrido como un desesperado por todos los patios del
colegio. Allí dio con Manuel y Carlos que reposaban sentados en uno de los peldaños
agotados por la carrera, estaban charlando tranquilamente pero en cuanto vieron
aparecer a Klaüs se echaron a reír y Manuel volvió a exclamar:
- ¡Aaaaah! ¡Socorro! ¡Una rataa! - Y ambos salieron de nuevo corriendo para huir de
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
él. Esta vez tuvo tiempo de coger a Carlos por el brazo y le suplicó.
- ¡Parad! ¡Dile que pare por favor! ¡ya estoy harto de este juego!
- ¡Aaaah! ¡Una rataa! - y Carlos Letz volvió a escapar dejándole solo junto a las
escaleras. En aquel preciso instante apareció Agapito alarmado por el aspaviento que
venían haciendo sus alumnos desde la escalera de la entrada. Allí encontró a Klaüs
que ni siquiera intentó huir pues se veía totalmente acorralado.
- ¿Qué haces ahí? ¡De verdad que ya no sé cómo deciros que en la escalera no os
quiero ver jugar! ¡Cojones! - la bronca del profesor hizo estallar la angustia contenida
que Klaüs había acumulado durante toda la mañana y entonces arrancó a llorar.
- Eso ¡y encima llora! ¡Vete de aquí antes de que te castigue de verdad! - le gritó
Agapito. Aún quedaba un buen rato de recreo así que se marchó corriendo hacia el
corredor, allí se sentó un buen rato a desahogarse, no debía salir hasta que no dejase
de llorar pues sería una vergüenza que alguien pudiese verle sollozando como un
bebé. Más sería si le veía Laura.
Nadie mostraba la más mínima compasión por él y sintió rabia contra todos, veía a
Manuel y a Carlos corriendo delante suyo y haciéndole bromas como si fuese un
tontaina. Eso debía terminar cuanto antes.
Miró el reloj que le había regalado su abuelo y si la hora era la correcta ahora ya solo
faltaban unos diez minutos para que terminase el recreo. Se puso en pie de nuevo y
se dispuso a ir a la fuente para beber. De camino se encontró con Jorge y Ailén que
le miraron exaltados, continuó caminando y se percató de que sus compañeros
estaban atentos a ver si le daba un arrebato inesperado que le hiciese arrancar a
correr detrás de ellos.
Instantes después llegó a la fuente, esperó a que hubiesen bebido agua todos los
abusones de los cursos superiores y finalmente bebió cuando ya solo quedaban un
par de chicos más pequeños que él haciendo cola. Ailén se disponía a beber pero en
cuanto le vio allí giró sobre sus propios pasos y se puso a correr en dirección
contraria; cuando estaba suficientemente lejos se detuvo y miró a Klaüs.
-¡Ya no juego! - protestó él echándole una mirada como si quisiera hacerle entender
que se estaba portando como un idiota.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¡Ah! Vale, si es así me acercaré a beber. Pero no me toques ¿eh? - le dijo Ailén
mientras se carcajeaba como un energúmeno. Klaüs esperó a que Ailén Meturaf
terminase de beber para volver a clase juntos, no quería quedarse solo del todo.
El timbre había sonado hacía un rato y cuando llegaron a la puerta de la clase la fila
había desaparecido por completo, eran los últimos en entrar aunque por suerte para
ellos aún no había llegado Geón. Esta vez estuvo cerca. Cuando al fin se sentó en su
mesa aprovechó para echar un vistazo adonde se sentaba Manuel y desde allí éste le
mostraba una sonrisa de lo más burlona y estúpida.
- ¡Son las notas, tonto! - le contestó casi sin inmutarse. Luego fue el turno de Cliff y
éste se levantó para ir a recogerlas.
Shamen regresó a su sitio contento mirando las calificaciones, Klaüs les echó un
vistazo de reojo procurando no parecerle indiscreto. Entonces oyó pronunciar su
apellido y se levantó también a por las notas; él siempre sería el último.
- Sí, claro; lo mejor es Excelente, luego Notable, luego Bien, luego Sufi y si
suspendes es Insufi - le aclaró. Shamen tenía unas notas prácticamente de Notable y
un par de Excelentes, aun así tenía suspendida la asignatura de gimnasia.
La mayoría de sus notas eran Bienes, menos de la mitad las tenía Notable, luego un
único Excelente en ciencias naturales y por último dos notas Suficientes: una en
gimnasia y otra en plástica.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¿Los has entregado todos? - le pregunto Cliff, y al momento Klaüs se quedó sin
habla; luego agachó la vista y volvió a observar las calificaciones.
- La próxima vez seré yo quien saque las mejores notas - se prometió a sí mismo -
seguro que no le reiréis tanto las gracias a ese estúpido de Manuel Nekasim.
A la una sonó el timbre y Eduardo se despidió de ellos hasta el año que viene.
***
DESVENCIJANDO EL MITO
- Siempre hay que hacerla, no vaya a ser que pasen y no te dejen nada - añadió ella.
Tras recibir las notas habían llegado nuevamente las vacaciones de navidad y con
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
ellas las fiestas, su cumpleaños, los regalos, los banquetes en familia... poco se podía
hacer para desbancar la ilusión del joven Klaüs que vivió recordando siempre las
primeras navidades de su vida. Una vez más como cada año se prometió a sí mismo
no ilusionarse tanto, pues desde entonces las fiestas no habían vuelto a ser nunca lo
que eran.
- ¿Otro castillo de los Masters del Universo? - le preguntó Cloe - ¡Pero si ya tienes
uno y apenas juegas con él!
- Ya pero es que el que tengo es el de los Buenos y este es de los Malos - le contestó
- Además que hace tiempo que lo quiero y me gustaría tenerlo - añadió.
- Pero hombre, ¡eso ya es pasarse! - protestó su padre - ¡Deja ya los Jimans que ya
eres grandecito!. Lo que tendrías que hacer es estudiar más para sacar buenas
notas.
- ¡A mí ni se te ocurra levantarme la voz! ¿Eh? ¿Pero quién te has creído que eres? -
Le reprendió Básil enfurecido. Lo que comenzó siendo una tranquila charla en familia
se desbarajustó hasta convertirse repentinamente en una riña entre ambos.
Klaüs no tuvo oportunidad de rebatirle pues acto seguido comenzó a llorar. Hizo por
levantarse de la mesa pero Básil ya le había cogido por el brazo.
- ¡¿Dónde te crees que vas?! ¡Termina de cenar primero y luego te vas a hacer
puñetas si quieres! - le berreó.
- ¡Básil, por favor! - le riñó su mujer - ¡No te pases! - luego Básil se levantó de la silla
justo cuando parecía que iba a volver a estallar y se fue directamente a la cama
cerrando la puerta de la habitación con un portazo.
de las calientes lágrimas su bocadillo de tortilla que ahora estaba frío; el corazón le
iba a mil y respiraba con dificultad.
- Creo que tienes que ponerte el spray del asma - le dijo Cloe - Tranquilo que ya se le
pasará, ya sabes cómo es.
Pero el enfado de Básil persistió durante todas las fiestas. Entre los regalos del día de
navidad encontró el castillo de los Masters del Universo que había pedido, pero aun
así no fue capaz de disfrutar de él mientras su padre continuase mirándole iracundo a
cada momento. El día de su cumpleaños tampoco lo celebró con sus amigos como
venía siendo costumbre, únicamente acudieron sus tíos y su primo Sergio a comer
con ellos la tarta de aniversario. Una tarde de domingo salieron los tres a visitar a la
familia de Velma y Edan. Klaüs estaba nuevamente ilusionado pues aún guardaba
esperanzas de volver a jugar con su amiga tal como lo hicieron la última vez.
- ¡Vigila con lo que hacéis! - le dijo su padre en cuanto vio que se dirigian a la
habitación de ella. A Klaüs se le subieron los colores y no pudo más que balbucear.
Todos estallaron en una carcajada que le hizo sentir terriblemente abochornado, tanto
se disgustó que al rato de estar con Velma optó por marcharse a la habitación de su
hermano para jugar con sus figuras de super héroes mientras Edan jugaba al
videojuego de Buck Rogers. Ahora sabía que le vigilaban, a lo peor todos ellos tenían
sospechas sobre lo que había sucedido aquella sicalíptica tarde. Klaüs se sintió tan
ofendido que terminó dedicando la hora de la visita a leer en soledad los tebeos que
tenía Edan.
Era domingo por la tarde y estaban de vuelta con el coche, Klaüs tenía la sensación
de que el tiempo de vacaciones se le había esfumado de entre las manos casi sin
darse cuenta y no había aprovechado nada las navidades; apenas había jugado con
sus juguetes nuevos, apenas disfrutó de las visitas y ni mucho menos había sentido la
tradicional ilusión que sentía el día de su cumpleaños.
- No me puedo creer que ya se hayan terminado las vacaciones - les dijo a sus
padres apesadumbrado desde el asiento de atrás del coche.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Pues... quería que las navidades fueran como antes - le dijo Klaüs agarrándose al
reposa-cabezas del asiento de Básil.
- Estoy bien, no me voy a marear - y fueron estas las últimas palabras que pronunció
antes de comenzar a sentirse muy mareado y con nauseas.
- Avísame con tiempo si tengo que parar ¿eh? - Le dijo Básil recobrando parte del
tono agresivo que le caracterizaba - ¡No me la vayas a liar como siempre!
***
VOLAR NADANDO
Uno de los sueños que tuve con más frecuencia durante mi infancia fue el de volar
nadando. En realidad no era ningún sueño en concreto, quiero decir que no tenía una
estructura ni una duración determinadas. Por ejemplo: yo podía estar soñando que
jugaba con Marcos en el recreo y cuando se me antojaba me ponía frente a la
barandilla que separaba el patio grande del mediano, tomaba la barra superior con
ambas manos y, como si estuviese cogido al borde de la piscina, levantando las
piernas comenzaba a aletear. Entonces la mitad de mi cuerpo flotaba en el aire de la
misma manera que flotaría si estuviese en el agua. Quiero decir, que no es que
tuviese un solo sueño con significado latente que se reiterase, podía emplear mi
técnica para volar nadando en cualquiera de los sueños que se me presentasen. Una
vez me colocaba en posición de flotación, paralelo al suelo, podía nadar en el aire con
los mismos movimientos que me habían enseñado en el cursillo de natación. Además
de hacerlo en horizontal también podía bucear a la inversa, es decir, podía ascender
hacia el cielo haciendo braza para así quedarme suspendido por encima del patio o
nadar desde el terrado de la escuela hasta el balcón de mi casa.
Lo más curioso de todo tal vez sea que en estos sueños la gente que tenía a mi
alrededor ya fueran niños, compañeros de clase, mis padres, profesores, etc.…
parecían no otorgarle ninguna importancia al hecho de que yo pudiese volar, y eso
que nadie más podía hacerlo. Únicamente yo era capaz de volar nadando, el resto se
comportaban de la manera habitual; mientras nadaba a su alrededor ellos hablaban
conmigo o incluso en alguna ocasión había empleado mis poderes para coger alguna
cosa que por la altura no había nadie que pudiese alcanzarla.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Así era siempre, de hecho este fenómeno onírico era tan común que incluso durante
mi infancia había intentado volar como lo hacía en los sueños, reproduciendo el
método en la vida real cogiéndome a la barandilla del patio y elevando los pies como
si estuviese en la piscina nadando. Lo malo claro está, es que en la vida real jamás
llegué a volar como lo hacía en sueños. La primera vez que lo intenté me sentí algo
confuso pues yo daba totalmente por sentado que era capaz de lograr aquella proeza,
¡suerte que no se me ocurrió apostar con nadie!
De todas formas creo que, en un sentido metafórico, volar nadando era mi vía de
escape a cualquiera de las complicaciones que pudiesen surgirme durante los
sueños, reflejo con alteraciones de todo aquello que me afligía durante el día. La
historia de mi infancia estuvo muy marcada por la fantasía y de hecho aún creo
conservar bastante bien esa capacidad de fantasear que me sirve para hacer chistes
con absurdos. Lamento si hasta ahora el libro no contiene demasiado humor pero la
realidad es que, pese a que vivía en apariencia más feliz cuando era pequeño, el
sentido del humor lo desarrollé bastante más adelante. Espero que cuando llegue el
momento consiga plasmarlo tal y como era pues me encontré con la necesidad de
aprender a emplearlo para poder llegar a ser lo que soy ahora mismo.
¿Y qué soy ahora mismo? Pues lo mismo que era antes, ya que la esencia de las
personas no admite transformaciones, sencillamente porque si intentamos variarla a
nuestro antojo la desnaturalizamos. Es importante forjar el carácter, aprender
modales y conocer la manera de vivir en sociedad siendo tolerantes. Todo eso, más
que hacernos cambiar lo que consigue es enriquecernos, hace que nuestra identidad
evolucione; podemos volvernos más responsables o más amables dependiendo de
los factores externos que nos condicionen en nuestra época de aprendizaje, pero la
esencia intrínseca del ser no debe ser vulnerada pues de lo contrario si que lo
estamos perdiendo todo.
Así pues, volar nadando era como un truco de los que se usan para avanzar en las
pantallas verdaderamente complicadas de los videojuegos, algo así como activar el
Modo dios para escapar del sufrimiento y eliminar la aflicción de los momentos
engorrosos.
Pero, como sucede en los mismos juegos, emplear el Modo dios le resta todo el
aliciente a la diversión y nos deja ante un pasarratos insulso carente de emociones.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Aún no podía conocer cuál era su destino aunque sí podía vaticinar que
trascendentales gestas le aguardaban para cambiar la trayectoria de la humanidad.
Era cuestión de esperar, pues con el tiempo lograría cultivar y desarrollar sus
cualidades.Entonces solo perseguía un auténtico objetivo, ante todo añoró
encontrarse con su pareja, dar por fin con aquella chica frágil a la que en todo
momento rescataría de cualquier peligro. Ella le otorgaría sentido a sus proezas y
juntos compartirían aquella bonita complicidad que anhelaba poder tener con alguien.
Se reconoció sensible al amor después de ver Mi Chica en el cine con sus padres. Al
terminar la proyección tuvo que ocultar sus lágrimas para no avergonzarse delante de
ellos. Esa misma noche le costó conciliar el sueño, su conciencia había sido
cautivada por lo bello rememorando una y otra vez la melancólica canción que sonó
triste durante el filme; fue conmovido por el milagro del amor en su estado más
cándido y sincero. Suspiró por él y lo deseó para sí, quiso vivir enamorado cuando no
debía ni tan siquiera perseguir ser seducido ya que por lo visto aquel ansia
inexplicable quedaba fuera de toda concordancia con su corta edad y con su género.
Enamorarse era cosa de chicas, o tal vez de gente más mayor.
Buscó incansable a su amiga fiel, aquella a la que con los años reconocería como su
novia y con la que llegaría a intimar tanto como para que le besase en los labios.
Quiso sentirse adorado pero sólo halló el rechazo en aquellas chicas que marcaron
su juventud; porque no siempre fue Laura. (prestad atención a la alteración
cronológica de este capítulo)
El hada
Debía tener unos cuatro o cinco años cuando quedó prendado por primera vez de
una chica. Esto sucedió tiempo atrás, mucho antes de que apareciese Laura; tal vez
por eso se obsesionó tanto con esta última pues entonces ya había conocido la
obstinación por tan extravagante capricho. Era verano pese a que él aún desconocía
el cambio de estaciones; también era época vacacional aunque tampoco conocía el
significado de las vacaciones; Klaüs vivía feliz en la inopia propia del infante y aquella
mañana de julio salió junto con su mamá como tantas otras veces para ir a visitar a su
abuela Bruna. Por el camino tropezaron con una de las vecinas que vivía en el mismo
rellano, al parecer era una amiga de la infancia de Cloe y ambas se pusieron a
conversar justo al salir de la portería.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
La chica, a diferencia de la mayoría de las que había visto hasta entonces, llevaba el
pelo corto y lucía un cuello estilizado que la convirtió en la chica más bonita que Klaüs
hubiese visto en su vida. Rebeca fue la primera imagen de sensualidad reconocida,
se sintió atraído por ella cuando todavía desconocía el enamoramiento o cualquier
otro tipo de atracción.
- ¿Te llamas Klaüs? ¡Qué nombre tan bonito! no lo había oído nunca - y él por su
parte nunca se había sentido tan dulcemente halagado, fue entonces cuando reparó
en el aspecto de la chica y sus sensuales rasgos. Tenía los labios gruesos, sus ojos
eran ligeramente rasgados y junto con su pequeña nariz se configuraba un rostro
afable, a primera vista se le encontraba parecido con un duende o un hada de las de
los cuentos infantiles. Pero era en sus maneras donde residía todo su encanto, fue su
feminidad lo que le atrajo; además, olía a perfume de chica, otra de esas sensaciones
que no se olvidan.
- Tú eres mucho más guapo que ellos dos... ¿tienes novia? - continuó insistiéndole.
Klaüs no salía de su asombro, desde luego nunca había conocido a nadie igual. No le
dio tiempo a contestarle cuando en aquel preciso instante llegó la madre de Rebeca y
tomándola por la mano se la llevó de la escena.
Desde entonces no volvió a verla nunca más por su calle y siempre que pasaba por
delante de aquel portal donde se habían conocido esperaba encontrarla de nuevo,
solía ilusionarse e incluso se ponía algo nervioso al pensar que esto pudiera suceder.
Con el tiempo terminó por darse cuenta de que frente al portal lo único que existía era
el recuerdo de aquella experiencia, pues ella ni siquiera debía vivir allí. Tampoco iba
al mismo colegio que él así que únicamente con el tiempo pudo hacerse a la idea de
que no volvería a verla. Se sintió triste y por esta misma razón atesoró aquel
momento en su memoria para que nunca la pudiese olvidar.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
La princesa
A Klaüs le gustaba Laura, incluso su primo Sergio le hacía burla con el tema. En el
tercer curso, después de su primer beso y de la primera desilusión, pasaba las
últimas horas de domingo en el camping de la montaña. Sus padres andaban
recogiendo y haciendo ya las maletas para volver a casa.
El fin de semana anterior Manuel Nekasim había ido con ellos de camping y juntos lo
pasaron realmente bien; el domingo por la mañana se levantaron en medio de una
bella estampa invernal ya que durante la noche estuvo nevando. Aquel había sido un
fin de semana emocionante pero esta vez volvía a estar solo. Una tarde de domingo
más se encontró solitario junto al río, lanzando piedras al agua y apostándose a cada
vez el amor de Laura como aquel que deshoja margaritas preguntándose por la
verdad de su amor. La experiencia le decía que tomarían el coche de vuelta a casa a
partir de las siete de la tarde; todavía eran las seis, con una hora por delante y sin
nada que leer decidió acercarse al parque que había al otro lado del campamento, allí
donde estaban los bungalows, para columpiarse mientras se torturaba lamentándose
de su soledad.
Tal y como había previsto llegó donde estaba el parque y se puso a balancearse en el
columpio, entonces oyó a sus espaldas la voz de una chica que le dijo:
- ¿Quieres que te columpie yo? - y al volver la vista atrás se encontró con una chica
risueña, de cabello dorado y ensortijado, que vestía un anorak color rosa.
- Y ¿por qué no te he conocido antes? - le propuso Klaüs con total indiscreción. Poco
después había perdido la compostura ante una chica tan guapa y comenzó a
comportarse con sutil descaro, como un ligón.
- ¡Qué gracioso eres! pues ojalá te hubiese conocido antes porque llevo aquí una
semana entera con mis padres y me aburría un poco - continuó la chica sin
amilanarse ante el arrojo de Klaüs - ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Klaüs. Estoy en las Caravanas que están al final del camping, me queda
poco para irme porque mis padres ya estaban recogiendo cuando vine para aquí -
seguramente fue la vez en la que más tiempo permaneció hablando con una chica
que se hubiese interesado por él. Era su oportunidad, quizá fuese aquella chica la
amiga especial que tanto estaba esperando.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¡Oh, que pena! - se lamentó la chica - ya nos veremos otra vez cuando vuelva.
- Claro, ¿a qué curso vas Klaüs? - qué bien sonaba su nombre cuando lo pronunciaba
una chica como ella.
- Voy a tercero. Ahora tengo un profesor muy pesado pero me han dicho que el año
que viene vamos a tener un profesor joven que es muy bueno.
- No lo sé, lo dicen los demás. Ya tengo ganas de que llegue el año que viene porque
Adler me tiene agobiado.
- ¿Adler quién es? - por su pregunta comprobó que la chica estaba prestando
verdadero interés.
- Llevas un anorak muy bonito - fue todo lo que podía articular mientras se sonreía
como un bobalicón. Ella ya debía saberlo.
- Es rosa como los vestidos de las princesas. Podríamos jugar a que yo era una
princesa encerrada en un castillo y tú eras el caballero que me rescataba - le dijo ella
uniéndose al aire de picardía.
- ¡Marta! ¡Venga va! que nos vamos - exclamó el hombre desde lejos dirigiéndose a la
chica. Entonces ella bajó del columpio apresuradamente y solo se giró un momento
para despedirse.
- Pues eso, me llamo Marta. Ya nos veremos por aquí la próxima vez ¿vale?
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Eres un encanto Klaüs ¡hasta otra! - nunca antes ninguna chica le había referido
nada parecido. Ella debía ser su chica especial, su amiga íntima tal y como sucedía
en la película de Mi Chica. La vio marchar y comprendió lo mucho que le gustaba. Se
volvió a sentar en el columpio y aunque el parque se quedase nuevamente desértico
ahora ya no se sentía melancólico sino ilusionado.
Básil apareció en escena poco después.
- Nada, aquí estaba columpiándome - le contestó tras emitir un sonoro suspiro, los
niños no saben disimular.
Lo que Klaüs no sabía entonces era que precisamente aquel fin de semana iba a ser
el último que irían de camping. Al año siguiente su abuela paterna, que por aquel
entonces ya había enviudado, cayó enferma y cada fin de semana sus padres debían
hacerse cargo de ella. La abuela permaneció en el hospital durante una buena
temporada y ello les impidió poder volver a salir con la caravana. Por las noches
rememoraba la conversación que tuvieron y a veces lloraba de rabia cuando tomaba
consciencia de que no volvería verla nunca más; tal desgracia ya le había sucedido
anteriormente, aquellos breves romances nunca acababan bien, siempre había algo o
alguien que lo impedía. Con el tiempo mermó su obsesión, pero aun así en ocasiones
recordaba fascinado a la chica rubia del anorak color rosa.
El reflejo
andaba mirándola, cada vez estaba menos seguro de que fuese ella pues la chica de
la mesa de enfrente tenía los ojos claros y él no recordaba que Marta los tuviese así.
Se prolongó el juego visual y la muchacha, lejos de sentirse intimidada, le devolvía la
mirada sin otra expresión de su rostro que no denotara incredulidad.
- ¿Por qué os mirabais tanto? - le preguntó su padre en un claro tono de mofa. Klaüs
no respondió.
- Dejadme en paz - les contestó humillado. No estaba dispuesto a hablar del tema
pues ni él mismo comprendía bien lo que había sucedido. Básil y Cloe se reían bajo la
nariz al verle tan abochornado y, aunque no volvieron a hablar del tema durante el
resto del día, muy probablemente tendrían conversación sobre lo sucedido para
varias semanas. No podía ser el héroe de ninguna chica mientras fuese acompañado
de sus padres, ellos le harían sentir vergüenza a cada instante.
***
EL CIRCULO DE LA VIDA
Asomado en su balcón Klaüs miraba las estrellas como tantas otras veces. Desde su
casa no brillaban tanto como cuando las contemplaba tumbado en su litera, a través
del ventanal de la caravana durante aquellas noches invernales en las que no
conseguía dormir fantaseando con lo que pudiese ser que le depararía el futuro o
sencillamente añorando a Laura. Nadie que no fuese a convertirse en su pareja
legítima merecía tanta devoción como la que profería hacia ella; sólo esperaba su
momento, esperaba a ser mayor y poder vivir la íntima amistad por la que suspiraba,
últimamente era lo único que demandaba en cuanto se le concedía un deseo;
siempre mantuvo la esperanza de que fuese el mismo tiempo quien se encargaría de
otorgárselo.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Manuel Nekasim vino al día siguiente con una noticia y no esperó mucho para hacerla
pública. Antes de comenzar con la clase de ciencias estuvo repartiendo bolsas con
gominolas para todos, después se dirigió al resto de sus compañeros desde la tarima
que había junto a la pizarra. Eduardo le dio paso para que dijese unas palabras:
- A mí deberías haberme traído otra bolsa porque soy el profesor - le dijo Eduardo,
acto seguido Manuel se sonrojó y continuó sonriendo mientras dirigía la vista hacia
los papeles que tenía sobre la mesa.
Por la tarde, justo al salir de clase, un grupo de mujeres se reunían en torno a Manuel
y a su madre, ésta lucía una extraña barriga que se andaba acariciando a cada
momento. Klaüs no tuvo ninguna duda a la hora de deducir que en aquella misteriosa
barriga se encontraba la futura hermanita de Manuel. Era algo insólito y en un primer
momento le pareció hasta repulsivo. Procuró no pedirle explicaciones a Cloe acerca
de aquel extravagante fenómeno, sencillamente se limitó a comportarse con
naturalidad cuando fueron a saludarles. La madre de Manuel estaba radiante y
saludaba a todos con una sonrisa igual de esplendorosa.
- ¿Ésa es? pensaba que era otra - le dijo Klaüs a su madre mientras se aceraban
juntos a la escena.
- Ella es la mamá de Manuel, la otra señora que viene siempre con él es la chica que
le cuida - le respondió Cloe.
- Ya, pero a ti te cuida la yaya Bruna y a lo mejor la suya no puede. ¿Qué espera?
¿Un niño o una niña? - le preguntó por último su madre cuando ya estaban en la cola
aguardando el turno para felicitarles. Klaüs no entendió demasiado bien a que se
refería con eso de esperar pero imaginó que le preguntaba sobre si sabía ya si el
bebé iba a ser niño o niña.
- Ha dicho Manuel que iba a tener una hermanita - Cloe asintió con la cabeza en el
momento en que ya se encontraban delante de ellos. Primero la felicitó dándole un
abrazo, ella le pidió que tuviese cuidado de no apretarle demasiado la barriga. Tal vez
le diese asco a ella también.
- ¿De cuánto estás? - le preguntó Cloe a la madre de Manuel, fue entonces cuando
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Una vez se lo dije a mi madre y me dijo que es mejor que no tenga hermanos,
porque así no me rompen los juguetes - le contestó. Manuel no debió tomárselo del
todo bien pues de inmediato fue a contarle a su madre lo que Klaüs le había dicho.
- ¡Mira lo que me ha dicho! ¡Me ha dicho que si tengo hermanos me romperán los
juguetes! - le protestó a su madre con desasosiego.
Cloe se apresuró a darle explicaciones pero aun así lo último que le dirigió Manuel a
Klaüs antes de marcharse a casa fue una mirada de repulsión que a él le dolió en el
alma. No acertó con su respuesta, o a lo mejor Manuel se había dado cuenta que en
adelante sus juguetes preferidos iban a correr peligro. Cuando llegaron a casa Klaüs
aún le andaba dando vueltas a lo de tener un hermano. Recordaba cuando Velma era
pequeña, seguramente ella era de las pocas hermanitas con la que había tenido la
oportunidad de relacionarse.
Aquella misma mañana también encontró motivos para reflexionar durante la clase de
ciencias, Eduardo les había entregado unas fotocopias en las que se ponía de
manifiesto la teoría evolutiva de Darwin. No cabía duda de que, como seres humanos,
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
El sábado por la mañana salió a pasear junto con sus padres, caminaron durante un
buen rato hasta llegar al otro extremo de Yímbale donde pararon para visitar unas
obras que estaban haciendo. Klaüs les planteó el dilema y fue su madre una vez más
la que le dio explicaciones:
- Hay quien cree una cosa y hay quien cree la otra - fue su respuesta.
- Pero ¿no hay ninguna que sea la verdadera de verdad? - le insistió Klaüs; Básil
refunfuñó extrañamente y dejó de atender a la conversación.
- Pues yo creo que lo de Darwin tiene más sentido que lo de los muñecos de barro -
su padre se sonrió ante su sincera respuesta y Klaüs sabía que había acertado. Cloe
volvió a mediar y esta vez fue Básil el que habló:
- Es cierto que es lo más lógico y coherente, pero aun así debes respetar la opinión
de los demás - el tono amable de su padre le devolvió la sonrisa a Klaüs, pues hacía
mucho tiempo que no se encontraba en armonía con él; se alegró de que pensasen
de la misma forma y tomó la decisión de aceptar como bueno el planteamiento de la
teoría de la evolución de Darwin. Pero entonces... la Biblia y su divulgación ¿Eran de
fiar? ¿Lo eran Agapito y sus lecciones? Sin duda alguna aquellos que se
conformasen con creer en una cosa que no es cierta eran dignos de compasión.
Era tan extraño verle así que por lo pronto asintió con la cabeza. Se encontraban
junto a un portal de obra vista en un bloque de viviendas que estaban construyendo,
allí donde comenzaba la cuesta por la que descendió subido en un plástico aquella
mágica navidad en la que estuvo nevando. ¡Qué recuerdos! Sus padres charlaron
durante un rato con el que parecía ser el constructor, un tipo que llevaba la ropa muy
sucia pero que a la vez mostraba un semblante muy afable.
- Y a ti... ¿Te gustan estos pisos? - le preguntó ahora el constructor, Klaüs volvió a
responder afirmativamente.
Mientras ellos charlaban él se dedicó a buscar trozos de yeso para pintar en la acera,
seguro que también servirían para la pizarra que tenía en su casa. Ya de vuelta,
Klaüs andaba tan contento que sin darse cuenta tropezó con la tapa de una
alcantarilla y la mitad de su cuerpo se precipitó violentamente por el agujero. Algo
parecido a la fortuna quiso que Klaüs quedase suspendido con una pierna dentro y el
resto del cuerpo fuera, suerte que su padre le sostenía fuerte de la mano en aquel
preciso instante. Tirando de él le ayudó a salir, y mientras Klaüs lloraba asustado
Básil le subió a hombros para que se tranquilizase. De camino a casa le fue haciendo
monerías, así se olvidaría de lo sucedido.
- No es tan mal tipo - pensaba Klaüs una vez consiguió serenarse - Ahora que nos
conocemos más debe de estar cambiando.
***
LAS INJUSTICIAS DEL MUNDO EN EL QUE VIVES
Lo que hubiese dado por no estar allí en ese momento. Klaüs, sentado como siempre
en su pupitre, dirigía la mirada al profundo verde opaco de la pizarra. Segundos
después había desaparecido por completo adentrádose de nuevo en la densa cortina
de bruma que le llevaba hacia los confines de su retiro imaginativo. La memoria le
trajo una cruel visión de tristeza revivida:
Mendicidad
grano recién molido... y todo ello a su alcance. A primera impresión uno creía estar
paseando por la capital del sueño idílico, pero lamentablemente entre toda la
opulencia que brindaba la Gran Ciudad Klaüs sintió un profundo dolor al conocer de
cerca una de las realidades más tristes de nuestro mundo: la mendicidad, los
vagabundos y los desamparados. Yacían echados sobre cartones, con carteles que
demandaban misericordia, la mayoría de ellos eran pobres ancianos que vestían con
ajadas ropas y que no sentían vergüenza alguna al mostrar abiertamente la miseria
en la que vivían. Jamás había visto nada igual hasta entonces, en su pequeño pueblo
de Yímbale nadie pedía limosna y ni mucho menos vestían como pordioseros.
Sintió una pesada pena viéndoles mendigar, pero mucho más lamentó que nadie de
los que paseaban por la calle en aquel momento les tuviese consideración alguna.
Ellos, que exhibían su pobreza sentados en la acera, buscaban con la mirada a las
personas que pasaban por su lado y estos a su vez les evitaban desviando la vista
hacia alguno de los escaparates; parecía algo así como un juego pactado.
- ¿Es que acaso no les veis? - ni tan siquiera sus padres prestaron atención a aquella
gente, ellos se comportaban igual que el resto y eso le dolió en el alma.
- ¡Ayudadme por favor! - exclamó uno de ellos mientras le miraba fijamente a los ojos,
en su mirada y en sus facciones podía leerse el mismo infierno que estaba viviendo.
Al primer vistazo Klaüs se dio cuenta de que aquel hombre sólo tenía una pierna pues
de una de las perneras de su raído pantalón recortado asomaba un repugnante
muñón, sobre él sostenía un plato de plástico con unas cuantas monedas. Sus ojos
eran glaciares y su voz retumbó como un quebrado eco en las paredes del pequeño y
aún caliente corazón del joven Klaüs. Sus padres continuaban caminando sin
percatarse de lo que sucedía, algo no iba bien, se sintió indignado con la conducta de
ellos y de todo aquel que no hacía nada ante aquella atrocidad.
...
Durante la siguiente clase Agapito vino a hablarles del hambre en los países más
pobres del mundo y su pesambre se acrecentó todavía más. El maestro les llevó al
salón de actos para pasarles un video en el que se veían familias africanas
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
¿Cómo consentía Dios que existieran tales miserias en el mundo? y si era tan
poderoso... ¿por qué no hacía nada al respecto? Fue aquella misma semana cuando
Agapito les comenzó a hablar de Jesús y de su vida dedicada a procurar por la gente
más necesitada. Según él todo era cuestión de fe; ante aquella nueva expresión tanto
Klaüs como el resto de sus compañeros no pudieron sino quedarse perplejos y
preguntarle:
- La fe es creer que hay cosas que pueden suceder aunque no las hayamos visto - le
respondió el profesor - Como los milagros de los que os hablaré en adelante. Pero
ahora recoged que está a punto de sonar el timbre. Ya os seguiré contando mañana.
Solo Agapito tenía esa habilidad tan especial para captar su atención y mantenerles
en vilo, deberían esperar a mañana para la siguiente lección. Sus historias sí que
eran interesantes, más aún que muchos de sus tebeos. Con fe o sin ella desde aquel
día no volvió a ver el mundo con los mismos ojos. En la televisión el noticiero narraba
infinidad de desgracias humanas, crímenes y salvajes escenas de atroz violencia en
las guerras. Él nunca había prestado atención a los telenoticias pues lo único que
esperaba de ellos es que terminasen para que comenzaran a continuación los dibujos
animados.
Desde entonces había visto escenas tan aterradoras que incluso superaban a sus
peores pesadillas. Aun cuando uno apagaba el televisor estas perduraban en la
memoria y conseguían atormentarle a oscuras justo antes de comenzar a dormir;
algunas de ellas le asediaban tanto que incluso llegaban a quedarse en los sueños
para convertir a Klaüs en su protagonista. El único remedio posible para librarse del
acoso mental se encontraba precisamente en los programas infantiles y en los dibujos
animados. Debía huir de los telediarios y de las noticias del periódico tanto como de
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
las películas de terror que hacían los sábados a última hora de la noche, pues le
traumatizaban de igual manera. La primera ocasión en la que Klaüs conoció la
desfachatez de la gente llegó de la misma forma en que llegaba todo, el orden de los
acontecimientos seguía su cauce y fue Cloe la que una vez más le instruyó para que
no cayese en las trampas que ponían las personas por mero egoísmo.
El timo
Agapito lo hizo con la religión y a su vez, durante aquel año escolar, Eduardo
consiguió captar también el interés de Klaüs por su asignatura de ciencias naturales.
En esta ocasión se sirvió de la tele en pos de desarrollar su labor pedagógica. En la
programación semanal había comenzado una serie infantil que acercaba a los
jóvenes el interés por el universo más cercano que tenemos cada uno: nuestro propio
cuerpo. A través de los nuevos dibujos animados la tele inculcaba a los chicos la
pasión por la asignatura de ciencias contagiándoles con el interés por aquellas cosas
que él les estaba enseñando en el colegio. A Klaüs le entusiasmaba tanto la serie que
incluso cuando comenzaron a editar los libros de la misma le pidió a su madre hacer
la colección. Cada viernes por la tarde desde que comenzó aquel curso con Eduardo
había visitado asiduamente la papelería que estaba en la rambla de Yímbale para
comprar el fascículo semanal; llegó un momento en que acumulaba tantos que
algunos los dejaba por leer.
Junto con los libros, cada semana se entregaba una parte del cuerpo humano a
escala hecha de plástico que servía para construir una maqueta del esqueleto y los
órganos, con lo cual la misma colección invitaba a seguir comprando los fascículos
aunque solo fuese por terminar de montar dicha maqueta. Otra de las condiciones
que hacían que fuese atractivo continuar con la colección era que, una vez se tenían
todos los tomos, se podía optar a conseguir un balón de baloncesto rellenando un
cupón. Klaüs, motivado por el regalo, siguió comprando los libros hasta el final. Con el
tiempo la colección se terminó y entonces lo único que le quedó pendiente fue recibir
su balón.
- Te lo dije el sábado, te lo dije ayer... ¡No seas pesado! ¡Déjame tranquila! - esta vez
Cloe había perdido la paciencia con él.
Pasó algún tiempo, suficiente para que Klaüs ya se hubiese cansado de insistirle a su
madre pidiéndole explicaciones. Un viernes mientras comía con sus abuelos alguien
llamó a la puerta; su abuelo Pepe fue a abrir y a la vuelta regresó por el pasillo
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
cargando con una caja de cartón bastante grande. Klaüs ya intuía que debía tratarse
de la pelota de baloncesto, abrieron el paquete y en efecto allí estaba el balón. Con la
ilusión que le hizo recibir el obsequio tardó poco en coger la pelota para ponerse a
jugar con su abuelo en el pasillo.
Poco después llegó Cloe, que también venía a comer con ellos como cada viernes; al
ver la pelota se arrancó indignada y le dijo:
- Pero ¿esto qué es? ¡Pero si te han engañado! - a Cloe le había cambiado por
completo la expresión de la cara - tú sabes que eso no es un balón de baloncesto
¿verdad?
En efecto no lo era, aquella era tan solo una pelota de plástico rugoso color naranja,
con las líneas negras pintadas en la misma disposición que las autenticas pelotas de
baloncesto con las que había jugado alguna vez en el colegio. El también cayó en la
cuenta cuando la vio por primera vez pero pensó que aquella pelota era lo más que
cabía esperar. Su madre enojada les cogió el balón y lo volvió a guardar en la caja. Al
día siguiente llamó por teléfono a la empresa de las divulgaciones y les expresó sus
razones malhumorada como él nunca la había visto. De momento se quedaron sin
pelota para seguir jugando, pasaron los meses y ya había conseguido olvidarse del
tema cuando por fin llegó un nuevo paquete; esta vez sí que se trataba de un balón
de baloncesto auténtico. Klaüs le explicaba a su madre que todo aquello debía haber
sido un mero error del envío, a lo que Cloe muy seria le respondió:
- Han intentado timarte. Hay que estar más atento porque te la cuelan, y si no les
reclamas como es debido te toman el pelo.
Nunca antes había oído la expresión Te toman el pelo, de hecho nunca pensó que
nadie fuese tan malo como para intentar aprovecharse de los demás. Estaba claro
que aquel mundo no era tan perfecto como él creía; las desgracias y los malos actos
no venían solo a través del televisor.
Cloe: Debes estar bien atento a todas esas estafas. No puedes consentir que nadie
se aproveche de tu ingenuidad - le aleccionaba su madre.
Cloe: ¡Pues que no seas tonto hijo mío! Que no te den gato por liebre.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Y es que era así, ciertamente no puedo afirmar que tuviese una infancia de la que
pueda contar cosas increíbles, es más, me pone de mal humor el hecho de que la
mayoría de las cosas que cuento sean tan tristes. Klaüs vive prisionero de una
soledad que él mismo se genera y la verdad es que escribir estos últimos capítulos
me ha costado una barbaridad. No me gusta recordar mi pasado de niño triste, la vida
necesita de buen humor y detalles de ilusión para que nos demos cuenta de que
realmente disfrutamos de ella.
He pensado en escribir otro tipo de novela, tal vez algo divertido puesto que el humor
es de lo más necesario. Hoy me he dado cuenta de que en comparación con otros
géneros no hay tanta literatura humorística, tampoco hay demasiadas películas de
humor y desde luego es algo que hace verdadera falta, pues se educa más a través
del buen humor que no desde la imposición estricta y severa. Eso era lo que nos
intentaba mostrar Eduardo, nos hacía pagarle los castigos con gominolas, tenía un
lenguaje más cercano al nuestro pues no era lo bastante mayor como para ser un
carca ni lo bastante joven como para ser uno más en la clase.
Continuando con la sinceridad de la que hacía alarde en el primer párrafo, creo que
esto se me ha ido de madre. Tengo ganas de comenzar a escribir la parte realmente
buena del libro. Se me ocurren muchas cosas que podría incluir más adelante y que
no pertenecen a esta etapa, pero aquí estoy, amarrado a una realidad que viví un día
y que hoy por hoy me resulta lamentable. Era muy tonto cuando era pequeño, la
verdad que con todos estos capítulos no soy capaz de haceros entender cuán
arrepentido estoy de ser como era, y eso no es todo, que luego viene la pubertad. De
una existencia letárgica y aburrida, la historia pasará a convertirse en un relato de
constante indecencia y desvergüenza. La realidad claro, es así. No es una película
del oeste.
Bueno, después del auto flagelado retomaré la escritura y será mejor que recapacite
un poco sobre lo que quiero tratar porque últimamente lo he estado haciendo todo un
poco al tuntún. Con esta última explicación voy a concluir el cuarto año escolar de
Klaüs que me tiene frito de verdad, suerte que los capítulos son cortos y tampoco son
para morirse de asco. Cuando he salido a refrescarme las ideas me he dado cuenta
del grandísimo error que es escribir cosas que hasta a ti mismo te aburren. Desde
luego que tiene delito, pero uno no sabe cómo termina liándose y metiéndose en unos
berenjenales que al final nada tienen que ver con la historia. Si no recuerdo mal, he
dejado colgado el final del cuento de El hacha de oro que tal como esta escrito es un
relato más propio de la educación básica que de un escritor de verdad. No es mi
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Recuerdo que me marcó mucho una mañana en la que Eduardo permanecía en clase
durante el recreo rodeado de todas mis compañeras, que a lo sumo eran siete u
ocho. Aquel día me di cuenta de que el profesor las atraía y yo no sabía el porqué.
¡Si ni tan siquiera era de su edad! Me pareció todo muy confuso. Creo recordar
también que Edu les estaba hablando acerca de los planes de futuro que tenía, a
ellas les debía interesar más saber si tenía novia o cosas por el estilo. Nunca antes
había visto a las chicas babear de esa forma y la verdad es que me quedé extrañado
puesto que Eduardo no es que fuese un galán precisamente, supuse que debía tener
carisma o algo por el estilo.
Total, que en ciencias naturales nos mandó hacerle un trabajo y yo lo hice sobre los
tiburones, le puse gran devoción pues son unos animales que entonces me
fascinaban (junto con los pulpos gigantes). También me viene a la memoria que
Eduardo estuvo a punto de suspenderme en plástica y en dibujo; resulta que como a
mí me gustaba mucho entretenerme con mis pequeñas obras de arte siempre
terminaba presentándolas tarde. Llegó un momento en que se me acumularon
trabajos pendientes debido a que, cuando dibujar se convertía en una obligación, yo
solía dejar las láminas de lado. Entonces Eduard volvió a llamar a mi madre para que
nos reuniésemos los tres, Cloe se llevó un buen disgusto al comprobar que su hijo
estaba apunto de suspender, nada más y nada menos que por ser un vago. Eduardo
me propuso un trato: si yo le hacía los dibujos que me faltaban en un plazo
determinado él me perdonaría la vida y no me suspendería la última evaluación. Así
lo hice, cada tarde me ponía con un dibujo; mi madre se encargó de distribuir mi
tiempo de manera lógica para que hiciese efectiva mi promesa. Finalmente el payaso
de Edu me aprobó, aquel año fue el primero en el que comencé a tener algunas notas
flojas, creo incluso que en la asignatura de Geón saqué un suficiente. Les dije a mis
padres que me esforzaría más y bueno... ahí quedó todo. Mi padre como siempre me
reclamó mejores notas, ya entonces me decía que debía obtener una buena media en
mis calificaciones para poder optar a ir a la universidad ¡Qué locura! yo que solo
pretendía ser un niño feliz vivía la mayoría de las veces sumido en una melancolía
impropia de los chicos de mi edad ¡a mí me importaba una mierda lo que coño fuese
la universidad! Al fin y al cabo sucedía lo mismo que con el pobre que me pidió ayuda
en la calle: yo les pedía ayuda a ellos y nadie era capaz de dármela, todos miraban
hacia otro lado. Fue mucho más adelante cuando alguien por fin me reveló que yo
estaba falto de cariño y que debía hacer algo al respecto ¡menuda lástima! eso era
precisamente lo que estaba mendigando.
Antes del verano todo terminó en una gran fiesta de fin de curso, el patio grande
donde se jugaba a fútbol se convirtió en una improvisada feria que los mismos
profesores y alumnos habían montado. Vi a Adler haciendo de animador en un puesto
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Allí también estaba Geón que como persona además de serio resultaba enigmático,
tenía delante un barreño con agua en el que flotaban unas manzanas y te daban
puntos si eras capaz de morder alguna. Luego los puntos que te dieran los canjeabas
en otra mesa y reuniendo cierta cantidad podías llevarte libros, papel transparente
para forrarlos, estuches... incluso habían puesto un muñeco de los Masters del
Universo como reclamo que se convirtió en el motivo por el que Manuel, Carlos, Yod
y yo participamos en todas las pruebas con tal de llevárnoslo, pero ninguno de
nosotros lo consiguió finalmente. Quién se haría con él aún sigue siendo un
verdadero misterio.
Y ya está... espero que este nuevo capítulo os haya resultado más ameno pues veo
que todavía me queda bastante tema que tratar hasta llegar a la parte interesante.
¡Qué demonios! Cuando vea que lo que os cuento es un tostón ya volveré para
recordároslo, incluso sería mejor que os avisase antes. Imagino que cuando tenga
escrita la redacción completa modificaré todo aquello que se haga pesado para que
leer no resulte un inconveniente. Desde luego no es mi intención mataros de asco.
Nos vemos por aquí, lo dejamos en que Klaüs tiene ahora nueve años, acaba de
terminar su cuarto curso de Básica y nadie sabe que ha sucedido con toda aquella
historia que se traía con Laura ¿Verdad?
***
YA SABES COMO ES
La cálida luz que irradiaba el sol a primeros de junio traía de vuelta al Klaüs más vivaz
y despabilado; se sumaban al gozo de no tener que regresar al colegio hasta
septiembre la bendición de no tener que madrugar, pasar el día con sus abuelos y
acostarse tarde por las noches viendo la televisión sin tener que dar explicaciones.
Las clases de natación y las tardes en el centro cultural eran entonces las únicas
obligaciones que se rescataban durante el verano.
- ¡¿Visteis ayer noche Piraña?! - les preguntó el chico que llevaba el gorro de goma
negro. Todavía no había llegado la monitora para comenzar con la clase y aquel era
el tema estrella del día, desde que televisaron Piraña la noche anterior no se hablaba
de otra cosa en Yímbale ¡Lástima que fuese un tema tan poco apropiado! la verdad
es que no era muy conveniente evocar una película así mientras se hace cola para
tirarse al agua.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¿Te imaginas que hubiese pirañas en la piscina? - continuó el chico del gorro de
goma negro.
- ¡Las pirañas no existen en las piscinas tonto! se mueren porque las pirañas viven en
el mar - apostilló Klaüs. En las clases de natación él era el más mayor y debía dar la
imagen de ser también el mejor informado, ya era el tercer año consecutivo que
asistía a dichas clases.
- Pues las pirañas al principio vivían en una piscina ¡Listo! - le rebatió el chico.
- Y no son de mar... viven en el río porque son de río y viven en África en climas
tropicales - añadió la chica del bañador verde y el gorro blanco.
La monitora apareció justo cuando Klaüs se disponía a hablarles a los demás chicos
acerca del trabajo que había hecho sobre los tiburones para la asignatura de ciencias
naturales. Se respiraba un fuerte olor a cloro en el ambiente, la piscina siempre olía
así los primeros días tras retomar las clases de natación.
- Bueno a ver... hoy comenzaremos recordando de nuevo los estilos de natación que
hay ¿vale? - les explicaba la profesora que mostraba una actitud fría hacia sus
alumnos desde el primer momento - Os daré un toque con el silbato cuando sea
vuestro turno y cuando terminemos una vuelta cambiaremos de estilo ¿vale?
Empezaremos practicando con el crol ¿vale? Esta vez lo haremos todos sin la tabla.
Venga ¡va! - entonces dio el primer toque de silbato y la chica que estaba en la
cabeza de la fila saltó al agua.
- No os lo he dicho antes pero quiero que os tiréis al agua de cabeza ¿vale? - les
aclaró - No me pongáis excusas que yo sé que todos sabéis. Venga... ¡siguiente! -
volvió a hacer sonar su silbato y entonces se lanzó el chico del gorro de goma negro
salpicando una gran cantidad de agua a la gente que nadaba en los carriles
adyacentes.
- No pueden haber pirañas en una piscina como esta - pensaba Klaüs - Eso solo pasa
en las películas, además estoy rodeado de gente y si pasase algo solo tendría que
salir del agua o avisar a la profesora...
Dirigió la vista hacia donde estaba ella pero desafortunadamente no pudo leer la
expresión de su rostro, sin las gafas no alcanzaba a verla. En cuanto se percató de
que ponía los brazos en jarra se dio cuenta de que el aviso era para él, aun así no
había oído el sonido del pito dándole la señal.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- ¡Te acabo de dar la señal para que te tires al agua! ¡Venga! ¡Que estás dormido! - le
recriminó la monitora. Klaüs no lo pensó dos veces y se lanzó al agua de golpe sin
reparar en que tenía que hacerlo de cabeza, cuando comenzó a nadar la miró una
vez más y ella aún continuaba con los brazos encorvados apoyándose en su cintura.
- ¿Qué vamos a hacer contigo, Klaüs Zayin? - le dijo con aire de desánimo.
- ¡Mete la cabeza dentro del agua! - insistió una segunda vez aun cuando Klaüs
procuraba hacerlo lo mejor que podía. Luego salió de la piscina dispuesto a ponerse
en la cola y otra vez la monitora se le acercó a preguntarle:
Las palabras que articuló nada tenían que ver con lo que le hubiese gustado
transmitirle.
- Meto la cabeza tanto como puedo - le dijo - lo que pasa es que el médico me ha
dicho que no lo haga porque puedo desarrollar otitis - Utilizar una palabra tal como
desarrollar debía otorgarle cierta credibilidad a su justificación, en realidad se limitaba
a reproducir el lenguaje que solía emplear el doctor cuando le visitaba.
- Bueno, pero que sepas que así no se hace el crol ¿vale? - le contestó ella - Tú
continúa intentando meter la cabeza tanto como puedas, si no nunca lo harás bien.
- Vale - le contestó Klaüs con cierto desdén. Esta vez había conseguido emplear la
razón para desarticular la tiránica obstinación de su profesora y se sentía satisfecho
ante su proceder. Seguro que en adelante ella procuraría no avasallarle con tanta
reprobación.
- ¡Klaüs! ¡Esa espalda bien recta! - le regañó mientras hacían el ejercicio de braza.
- ¡Maldita estúpida! - pensó Klaüs mientras lanzaba al aire una mirada de fastidio.
A las nueve de la noche terminaba la clase, Klaüs había estado controlando la hora
en el reloj que había sobre los vestuarios desde el momento en que comenzó la
misma. Lo mejor de las clases de natación era sin duda la sensación de lozanía que
experimentaba uno cuando, después de ducharse y secarse el pelo, salía del
polideportivo como recién sacado del túnel de lavado.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
- Sale uno como nuevo ¿verdad? - le preguntó Cloe mientras subían al coche.
Cloe: Pues ahora a cenar y luego a la cama, recuerda que mañana comienzas en el
centro cultural ¿eh?
Básil: ¡Otra vez! Y no protestes que estoy harto de oírte. La conversación quedó
zanjada justo después de que interviniese su padre, se hizo el silencio durante un
buen rato y justo antes de entrar el coche en el garaje Cloe añadió el primer
comentario al respecto:
Cloe: Me ha dicho la madre de la Laura que este año la han apuntado a ella también
en el centro cultural.
Básil: Pues eso ¡¡que no lo apuntes!! ¡Que se quede ahí en casa haciendo el
pamplinas que es lo que mejor sabe hacer! así nos ahorraremos el dinero que nos
cuesta.
Klaüs: Pues por mí muy bien - y era cierto, ya que hubiese preferido quedarse en
casa, pero su contestación solo consiguió alterar nuevamente a Básíl que comenzaba
a pisar el pedal de aceleración de su famosa cólera carente de sentido.
Básil: ¡Me tiene harto ya! ¿Eh?! ¡Nunca te agradece nada de lo que hagas! ¡Todo es
siempre una tocada de huevos para él!
Básil: ¡Es que me toca los cojones! - con su contundente reproche desarmó una vez
más la débil moral del joven Klaüs que arrancó a llorar procurando hacerlo en
silencio.
Cloe: ¡No le hables así! ¡Mira lo que has hecho! - le reprendió a Básil cuando se dio
cuenta de que Klaüs estaba llorando.
Básil: ¡Pues que vaya aprendiendo! Que la vida es dura y el dinero no lo regalan ni
cae de los árboles.
Básil: ¡Me pongo como me da la gana! ¡¿Vale?! Y no me incordies más que me tenéis
contento.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
El silencio regresó para colarse nuevamente dentro del habitáculo del automóvil, les
acompañó hasta casa, cenó con ellos y sólo abandonó su cometido cuando Cloe se
acercó a la habitación de Klaüs para arroparle y darle las buenas noches.
Cloe: Anda, que duermas bien - Cloe se acercó para darle un beso en la mejilla -
Mañana verás a Laura y podréis jugar juntos en el centro cultural.
***
MUERTE Y RESURRECCION DEL AMOR PLATONICO
Klaüs contemplaba la escena corroído por la indignación. Puede que hasta entonces
se hubiese sentido frustrado ante determinadas circunstancias pero nunca se vio tan
sumamente fracasado como aquella vez. Su cuerpo estaba envuelto en las
comburentes llamas de la ira, sus facciones inexpertas conocieron de manera fortuita
la expresión de la que hace alarde el mismo rencor; la razón, que esta vez consiguió
entrar en el juego, se encargó de virar el rumbo que habían tomado sus sentimientos
hacia ella.
Toda la ilusión que le motivó a salir de su casa, aquella tarde en la que acababan de
estrenar la serie El Halcón Callejero para suplir los capítulos de El Coche Fantástico,
se vio truncada ante una desdicha como jamás hubo acontecido antes en el universo
imaginario de Klaüs Zayin.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Nada más llegar, el patio del centro cultural estaba atestado de chicos y chicas,
pequeños y grandes, aguardando a que se impusiera el orden de las clases a las que
iban a pertenecer cada uno de ellos. Laura estaba allí, tal como su madre le había
anunciado el día anterior, pero Klaüs fue incapaz de acercarse a ella puesto que la
encontró conversando divertida con otros chicos a los que él no conocía de nada.
Desistió en su intento de acercarse a saludarla cuando cayó en la cuenta de que ya
tendría oportunidad de coincidir con ella en el aula, así también podría darse a
conocer ante aquel grupo de nuevos amigos que por lo visto había hecho
recientemente. El director del centro junto con el resto de los monitores fueron
pasando lista, reuniendo a los alumnos por grupos según la edad y puede que fuese
solo un error de estimación pero, contrariamente a lo que se suponía lógico, a Klaüs y
a Laura les pusieron en clases separadas; a ella la pusieron con los mayores y a él
con los pequeños.
Sentados en círculo alrededor del monitor cayó en la cuenta que los demás alumnos
que formaban su grupo eran todos niños pequeños. Aquello solo podía tratarse de un
terrible error, bastante tenía ya con soportar la humillación de seguir asistiendo a las
clases de natación con los niños pequeños. Para colmo, le habían vuelto a separar de
Laura una vez más. El monitor se presentó a sí mismo con un amable discurso de
bienvenida, pero él fue incapaz de atender a nada de lo que hablaron durante su
primer encuentro. Tras una hora de charla hicieron una pausa para salir a jugar y fue
entonces cuando Klaüs trató de buscar consuelo en la única persona que conocía allí.
Volvieron a bajar al patio del centro cultural cuando el grupo de los mayores estaban
a punto de terminar con su tiempo de recreo, eso venía a significar que ni tan siquiera
durante la hora de ocio podría coincidir con Laura. Organizados en un gran corro,
sentados en el suelo y cogidos de las manos con las palmas hacia arriba, los
Grandes jugaban a un juego que por lo visto les estaba haciendo pasar un buen rato.
- ¡Qué pesado! Pues va de que si te toca, todos cierran los ojos y tú tienes que besar
a quien tú quieras - su intuición le propinó un peligroso revés de los que no se
esperan; no tuvo tiempo de acallar el malicioso ímpetu de sus sospechas cuando en
la escena ya estaba sucediendo algo en aquel preciso instante.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Laura se encontraba sentada en la zona del corro junto con la mayoría de las chicas,
uno por uno se iban palmeando las manos sucesivamente como si de un hilo
conductor se tratase mientras cantaban la canción:
Con la última silaba que se oyó al terminar de cantar la letra llegó a su vez la última
palmetada, esta había sonado en la mano derecha del chico deficiente mental de la
clase de los mayores, que con toda seguridad se sentía entonces el hombre más
afortunado sobre la tierra.
- ¡Va Pau! - le alentaban el grupo de las chicas - ¡Ahora puedes besar a la que más te
guste!
El chico miraba a Laura sofocado y se reía con la misma risa estúpida que solían
imitar Klaüs y Yod para hacer burla del resto, solo que la suya brotó espontánea.
Poco después Pau se incorporó y se acercó a Laura dispuesto a besarla.
Pau besó a Laura de la forma más inocente con la que pudiera hacerse, le entregó un
fraternal beso en su sonrojada mejilla y a ella le dio por reír. Los chicos del corro les
vitorearon y aplaudieron al unísono.
- ¡Oye tú! ¡Eso no se hace! - le reprendió a su vez la profesora que tutelaba al grupo
de los mayores - ¡A las chicas no se les toca el culo!
El resto de los presentes se echó a reír con la pícara ocurrencia del desvergonzado
Pau, que no hacía más que excusarse ante la profesora llevándose la mano a la boca
para ocultar su descarada sonrisa. Lejos de la escena se encontraba Klaüs, de
espaldas a todo y a todos; aunque necesitaba auxilio con urgencia no fue capaz de
articular una sola palabra. Había comenzado a prender por los pies, la ignición
espontánea fue totalmente desatendida por cualquiera de aquellos que estuviesen
junto con él en ese mismo instante. El fuego se había ido avivando a medida que se
sucedió la escena y su sangre terminó por carbonizarse convirtiéndose poco más
tarde en un espeso crudo del color de las grutas carentes del más mínimo vestigio de
luz solar. Cuando los participantes del corro se incorporaron para abandonar el juego
Klaüs se dio media vuelta y corrió a refugiarse allí donde solía ocultarse cuando Yod y
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Lloró en penumbras durante el tiempo que continuó el recreo y terminó por abandonar
el improvisado claustro una vez hubo logrado serenarse.
- Sí.
- No es nada... solo es que me he hecho daño - Klaüs aún mostraba indicios de haber
estado llorando desconsoladamente, sus ojos se percibían rojos e hinchados. El
monitor pudo darse cuenta enseguida de que algo le había sucedido.
- ¿Daño con qué? ¿te has caído o algo? - le insistió nuevamente, solo que esta vez
no obtuvo respuesta por su parte. Después de un breve silencio volvió a insistirle.
- ¡Anda chaval! ¡Animo! ¡Que me tienes preocupado! luego podemos hablar de ello si
quieres ¿vale? - le propuso el profesor.
Aquel luego no llegó nunca pues al terminar la clase abandonó por descuido su buen
propósito de atender el desgarro que había sufrido Klaüs durante el recreo.
<El beso; las veces que miraba hacia su ventana cuando iba de camino al garaje; las
veces que la escuchaba recitar mientras leía; las que atendía a sus palabras cuando
hablaba para el resto; todas las piedras que tiré al rió pensando en cuán divertido
sería estar allí con ella; todos los deseos que pedí a las estrellas, a los pozos y a los
pasteles de cumpleaños; todas las margaritas que estuve deshojando... no han
servido para nada. Y tengo frío>
...
- Pero, tienes que venir ¡nos lo pasaremos bien! ¡Han venido Velma y Edan! - insistía.
- ¡No se va a quedar ahí toda la mañana viendo la tele como un gilipollas! - profirió su
padre haciendo alarde de su ordinario lenguaje como de costumbre - ¡Te vienes con
nosotros y más te vale que ni te oiga protestar! ¡¿Me has oído?!
En la habitación se hizo el silencio como tantas otras veces, con el primer sollozo de
Klaüs llegó el veredicto final:
- ¡Y no me llores! - Básil salió por la puerta cerrándola a sus espaldas con un golpazo.
- Vamos Klaüs, anímate - le consoló Cloe cuando estuvieron a solas - Llevas muchos
días de morros y que no tienes ganas de hacer nada... ¿Te pasa algo?
Cuando seas mayor ya lo entenderás; no hay por qué preocuparse; eso son tonterías
y sus etcéteras.
- Venga va, vamos a la playa que ya verás como nos lo pasamos bien - Concluyó
Cloe.
FIN
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Hacía una tarde estupenda para ser el último domingo antes de regresar a la escuela.
Llevaban algo más de una semana en Yímbale después de haber pasado todo el mes
de agosto veraneando en la costa, Básil y Cloe habían comenzado ya en sus
respectivos trabajos y Klaüs aún pudo disfrutar de una sosegada temporada en
compañía de sus abuelos mientras no se retomaban las clases en el colegio. Los días
que pasó con ellos le sirvieron para recomponer su tan agredida estabilidad
emocional, débil tras haber sido víctima de constantes azotes durante todo el verano.
- Hemos quedado con él porque también quiere comprarse un piso en la zona nueva
de Yímbale.
- Si, y Yod está viviendo con su familia en otro piso mientras no le terminan la casa
nueva - añadió Cloe - Vamos solo un momento a hablar con el tapicero y luego ya
nos vamos a casa, que hay que dormir. Mañana comienza el cole otra vez.
- ¡Pasad, pasad! A mis hijos no les conoces ¿verdad Cloe? - no había terminado de
articular la frase cuando salió a recibirles un niño de unos cuatro años, entre sus
brazos sostenía una pelota que apenas podía sujetar.
- Ja ja ja, a este pequeñajo sí que lo conozco - le contestó Cloe - ¡Hola Ángel! - Ángel
le devolvió una sonrisa y poco después se fue corriendo a esconderse pues debía
sentir vergüenza.
- Vaya, entonces si ya conoces a Ángel sólo te faltan dos - José les hizo pasar hasta
el comedor de su casa, los cinco miembros de su familia vivían en un piso algo más
pequeño que el de los Zayin. Sentadas frente a la televisión estaban dos chicas en
pijama que debían ser de su misma edad, ambas tenían el cabello rubio y lucían el
corte de pelo a la altura de la nuca que era como el que acostumbraba a llevar Laura.
- ...Y estos dos bellezones son Alba y Esther - las presentó José - Mi mujer ahora
sale, que debe de estar en la cocina.
Cautivado a primera vista por la afectuosa sonrisa que le dedicó la joven Alba, Klaüs
no pudo sino contemplar la escena embobado sintiendo cómo el hormigueo del rubor
le acaloraba los pómulos.
- ¡Hola Klaüs! - le dijo la chica mientras le daba un beso en cada una de las
sonrojadas mejillas de su cara - Encantada de conocerte.
***
Bien, la dama de la oscuridad fue coronada por sus amigos cuando era aún muy
joven, aquel fue un día maravilloso para ella pero también fue decisivo para el resto
de su vida. Tal vez comenzó como un mito de la antigua Grecia, de aquellos que se
usaban para hablar del color de las rosas, de seres que únicamente pudieron existir
en el mundo de las ideas o como en este caso, para explicar una forma de belleza
increíble y a su vez imposible, rozando la perfección y a su vez lo grotesco.
He empleado esa palabra refiriéndome a los mitos griegos, aun así debo decir que no
debes afirmar con tal rotundidad que lo grotesco no puede ser bello, nos
acomodamos de forma habitual a creer que en la belleza hay luz, mantos blancos,
cabellos dorados y un etcétera de cánones que definirían lo que es el diámetro
opuesto a la dama; ella es todo lo contrario a lo que en sociedad nos sugieren sobre
lo hermoso, por eso es bella y lo presume desde el primer momento.
Como te iba diciendo, solo un mito podría justificar su existencia, en tiempos remotos
fue una mujer, entonces codiciada por los dioses olímpicos como todas las mujeres
hermosas. Pudo haber sido víctima de la crueldad disparatada de Apolo, o tal vez
seducida por Hades para ser su esposa, o puede que vivir junto a Ares la tornase
oscura y malévola. Ese no es el caso puesto que ella no era malévola ni se refugiaba
en ritos de adoración a la muerte... fue oscura por ser solitaria y apacible,
descendiente de Perséfone.
Su rostro era reflejo de la misma noche, su cabello era del color del vacío eterno y
sus ojos eran claros, tan claros como un glaciar en medio de un océano profundo;
cualquiera que los había visto podía tener la sensación de contemplar la luna como lo
hacen los poetas embelesados y los melancólicos.
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
Como todo aquel que hubo pertenecido a la nobleza a lo largo de la historia, la dama
pudo disponer de una fortaleza que ella misma había mandado construir en el vértice
de un acantilado que parecía sostenerse del cielo con hilos de oro. Una construcción
imposible, siniestra, que en las noches de luna se cubría de niebla desde sus
cimientos y parecía flotar en medio de un lago que nunca existió. Aquel era su refugio
puesto que no fue capaz de vivir entre sus gentes. Así pues, de su imaginación
surgieron los grandes muros de fría piedra que fueron aceptados como parte de la
naturaleza del bosque macabro del que ella quiso hacer su santuario. La hiedra
abrazó el lúgubre castillo y lo hizo de la tierra para siempre.
En la cuenca del valle se asentaba su pueblo natal donde vivía la gente que la había
visto crecer, una hacienda de la que disponía y a la cual trataba a veces con
indiferencia y a veces con el cariño de una soberana benévola. Aquel pueblo le
proporcionaba lo que necesitaba para vivir, ella no les exigía ningún sacrificio
extravagante a cambio y tampoco les requería impuestos, con lo que la plebe la tenía
por una cortesana bondadosa que procuraba por ellos y estos se lo agradecerían
ofreciéndole presentes a menudo. Antes de ser una mujer no conocía su majestuoso
don, vivió entre los hombres que la consideraron una extraña, tuvo amantes que no
llegaron a conquistarla jamás en los que siempre anheló el alma que pudiera ser
reflejo de la suya misma. Vivió muchos desengaños debido a su apasionada
búsqueda del perfecto amor platónico que la llevaron a enamorarse
inconscientemente de sí misma, ni tan siquiera pudo librarse de su hechizo cautivador
pues era en la tristeza donde residía tal magnético encanto.
Aun así hubo uno de entre todos los pretendientes de su juventud que la marcó para
siempre, le enseñó cuán triste podía llegar a ser; la ayudo a culminar con su belleza y
ya nunca más consiguió olvidarla. Él se enamoró como todos de la sombra, la sombra
que desaparecía en cuanto ella era feliz. En eso consistía su gran condena: ella solo
podía amar a aquella persona cuya alma fuera pura pero oscura a la vez. Los
hombres oscuros que conoció durante su juventud eran guerreros sanguinarios,
villanos, falsos bohemios, poetas suicidas y demás seres noctámbulos que poco
tenían que ver con sus sueños de pasión. Además, aquellos que pudiesen estar a su
altura terminaban repudiándola.
-¿Por qué?
Esa era la parte crítica de su influjo hipnótico, además de su aura de rayos de luna,
cuando despertaba en sí la pasión. El sentimiento de encontrarse con cualquiera que
pudiese ser el todo para ella era tan fuerte como el de un naufrago en altamar
sujetándose a un mástil para salvar la tormenta. De veras que era fuerte, tanto que la
hacía sentirse feliz, muy feliz... pero desafortunadamente aquella felicidad disolvía su
aura mística y la convertía en la extraña, con lo cual sus enamorados la dejaban de
lado al haber perdido aquello que la hacia tan especial.
Hubo un día en el que tuvo que elegir, un día en el que el mismo cielo lloró sobre su
rostro. La primera vez que aquel al que ella consideraba su verdadero amor la quiso
olvidar para vivir una vida alejado de la sombra, de vuelta a la luz. Hasta ese
momento siempre había sido ella quien había rechazado a los hombres por no estar a
su altura; en aquella ocasión sintió su propio rechazo, posiblemente debido a que
entonces era feliz.
Terminó por comprender que debía abandonar las sombras si ello le llevaba a
encontrar el ansiado amor de su vida... elegir entre ser una persona corriente para
tener un romance corriente o vivir eternamente bajo un negro velo translúcido que la
haría ser por siempre bella y siniestra.
***
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
EPILOGO
¡Bueno! Eso es todo por ahora, espero que hayas disfrutado de este primer volumen
tanto como yo. Ahora mismo lo doy por terminado, ya he escrito Fin y he añadido lo
que me he permitido denominar Epístola del origen, un capítulo anexado que a
primera impresión parece no guardar relación con la historia de Klaüs Zayin; nada
más lejos de la realidad pues sin la ayuda del mismo no hubiesen podido existir ni la
trigonometría, ni el prólogo y ni mucho menos la dirección del resto de la historia. Es
más, este último episodo guarda en su esencia la clave del auténtico final de la obra,
aunque por el momento se preservará como una verdadera incógnita.
Te adelanto sobre la segunda parte que poco tendrá en común con la primera,
salvando los personajes claro está. El amor carnal será una dura contienda contra mi
propia censura pues en ella pienso plasmar todos aquellos temas que fueron tabú
durante mi pubertad y mi adolescencia. Me sentiré halagado de poder contarte esas
cosas que todo el mundo se guarda para sí. Me han comentado al respecto que es
arriesgado por mi parte, pero considero a su vez que alguien tenía que hacerlo ¿no?
Lamento tener que advertirte que el contenido de este segundo volumen será en la
mayoría de ocasiones obsceno, vulgar y degradará el concepto que tengas sobre el
protagonista hasta que despierte en ti la más sincera de las compasiones. ¡Qué
prometedor! ¿Verdad?
Antes de despedirme quería volver a darte las gracias por leerme, creo que ya lo hice
antes pero nunca viene mal reiterarse en las buenas formas. Decirte que para
cualquier consulta no dudes ponerte en contacto conmigo en la siguiente dirección de
correo electrónico: klauszayin@gmail.com te agradeceré cualquier comentario
respecto al texto. Sígueme también en el blog que encontrarás en la web
www.klauszayin.com.
¡¡Hasta la próxima!!
Y... ¡ánimo!
- Klaüs Zayin y las siete formas del amor -
INDICE
Prólogo
Interludio
Capítulo XII .................. El jarrón, descubrir que no eres el primero ........................... Pág.018
Capítulo XIII .................. Síntesis de la teoria triangular del amor de Stenberg ........... Pág.019
Capítulo XIV .................. Un jarrón aún más perfecto .................................................. Pág.021
Capítulo XV ................... El por qué de la incongruencia del amor perfecto ................... Pág.023
Capítulo XVI ................... Las siete formas del amor, otro de los misterios del siete …... Pág.025
Capítulo XVII ................... El misterio del amor perfecto, el mismo que el del triángulo ... Pág.027
Capítulo XVIII ................... Más datos curiosos a cerca del siete ...................................... Pág.029
Capítulo XIX ................... Esquema del triángulo del amor ............................................. Pág.034
Capítulo XX ................... Las formas del amor conjugadas ............................................ Pág.035
Capítulo XXI ................... Amor romántico ....................................................................... Pág.036
Capítulo XXII ................... Amor apasionado .................................................................... Pág.038
Capitulo XXIII ................... El amor incondicional .............................................................. Pág.040
Capitulo XXIV ................... La experiencia del amor ......................................................... Pág.042
Génesis
El amor platónico
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