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Tres formas de escribir para niños

Kn m i o p i n i ó n , quienes escriben literatura infantil tienen tres


maneras de enfocar su trabajo; dos son buenas y, por lo gene-
ral, la tercera es mala.
H e tenido noticia de l a mala hace bien poco y gracias a dos
testigos involuntarios. E l p r i m e r o de estos testigos es u n a
dama que me e n v i ó el m a n u s c r i t o de u n relato escrito por
ella en el que un hada p o n í a a disposición de u n n i ñ o u n artí-
lugio maravilloso. Digo «artilugio» porque no se trataba de
u n anillo, n i de u n sombrero, n i de u n manto m á g i c o s , n i de
n i n g ú n objeto tan tradicional. E l artilugio en c u e s t i ó n e r a
u n a m á q u i n a , u n a cosa con llaves y palancas y botones. S i el
n i ñ o accionaba uno de aquellos mecanismos, l a m á q u i n a le
daba u n helado; si accionaba otro, u n c a c h o r r o , e t c é t e r a .
Tuve que decirle a la autora que, sinceramente, aquella espe-
cie de cosa no me interesaba mucho, a lo que ella me replicó:
«Ni a m í tampoco; me aburre soberanamente, pero es eso lo
que les gusta a los n i ñ o s m o d e r n o s » . E l segundo testimonio es
el siguiente. E n el p r i m e r relato que e s c r i b í , d e s c r i b í a c o n
cierta e x t e n s i ó n lo que a m í me p a r e c í a e l m u y elegante té
que u n hospitalario fauno ofrecía a la p e q u e ñ a h e r o í n a de m i
cuento. U n hombre con hijos me c o m e n t ó : «Ah, ya compren-
do lo que usted p r e t e n d í a . C u a n d o se desea complacer a los
lectores adultos, se les da sexo, de modo que usted se h a
dicho: "A los nitios no les gusta el sexo, ¿ q u é puedo darles en
su lugar? ¡Ya sé! A esos p e q u e ñ o s granujas les encanta l a
b u e n a c o m i d a " » . E n realidad, sin embargo, es a m í a quien
me encanta comer y beber, así que escribí lo que me h a b r í a
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gustado leer cuando era n i ñ o y lo que t o d a v í a me gusta leer co a la vista sino porque se le han ocurrido ciertas ideas musi-
ahora que paso de los cincuenta. ' " cales que encajan mejor e n ese tipo de c o m p o s i c i ó n . Este
L a d a m a de m i p r i m e r ejemplo y e l caballero casado del m é t o d o puede aplicarse a otros tipos de literatura infantil y no
segundo c o n c e b í a n l a literatura para n i ñ o s como u n a sección sólo a los cuentos. Me h a n dicho que A r t h u r Mee* n u n c a
aparte cuyo lema p o d r í a ser «Hay que darle al p ú b l i c o lo que h a b l ó con n i n g ú n n i ñ o y que j a m á s tuvo deseos de hacerlo.
quiere». Por supuesto, los n i ñ o s son u n público muy especial y Desde su punto de vista, que a los chicos les gustase leer lo que
hay que averiguar lo que les gusta y dárselo, por poco que a ti a él le gustaba escribir no e r a m á s que c u e s t i ó n de suerte. E s
te agrade. ;n > ; ^ posible que esta a n é c d o t a n o sea cierta, pero ilustra lo que
H a y otra m a n e r a de escribir literatura infantil. A p r i m e r a quiero decir. . ,* i , =, - ,
vista, puede parecer muy semejante a l a anterior, pero creo Dentro del g é n e r o «relato infantil», el s u b g é n e r o que, según
que esa semejanza es sólo superficial. E s la manera de escribir h a resultado, m á s se a d e c ú a a m í es el fantástico o, en su senti-
de Lewis C a r r o l l , K e n n e t h G r á b a m e y T o l k i e n . L a historia do m á s amplio, e l cuento de hadas. E x i s t e n , p o r supuesto,
impresa nace a partir de l a que se cuenta a u n n i ñ o en particu- otros s u b g é n e r o s . L a trilogía de E . Nesbit sobre la familia Bas-
lar, de viva voz y quizás ex tempore. Se parece a l a manera a que table** es u n b u e n ejemplo de u n o de ellos. E s u n «relato
acabo de referirme porque ésta t a m b i é n procura darle al n i ñ o infantil» en la medida en que los n i ñ o s pueden leerlo y lo leen,
lo que desea. Pero, e n ésta, el autor se dirige a u n a persona en pero es t a m b i é n el ú n i c o modo que E . Nesbit e n c o n t r ó para
concreto, a ese n i ñ o que, p o r descontado, es distinto a todos ofrecernos u n a visión amplia del h u m o r y talante de la infan-
los d e m á s n i ñ o s . N o podemos concebir a los «niños» como cia. E s cierto que los n i ñ o s de la familia Bastable aparecen e n
una especie e x t r a ñ a cuyos h á b i t o s « r e c o n s t r u i m o s » como an- una de sus novelas para adultos -tratados, con éxito, desde e l
tropólogos o viajantes de comercio. Sospecho que, cara a cara, punto de vista de los mayores-, pero esa a p a r i c i ó n d u r a sólo
tampoco sería posible obsequiar a u n n i ñ o con algo especial- u n momento. E n m i o p i n i ó n , n o creo que h u b i e r a podido
mente calculado para complacerle pero que el autor conside- prolongarse. E s muy posible que cuando escribimos sobre
rara con indiferencia y d e s d é n . E l n i ñ o , estoy seguro, le calaría n i ñ o s desde el punto de vista de sus mayores caigamos e n e l
enseguida. E l autor cambia ligeramente el tono porque se está sentimentalismo. De este modo, la realidad de la infancia, tal y
dirigiendo a u n n i ñ o y el n i ñ o cambia a su vez porque es u n como todos l a experimentamos, se desvanece. Y e s que todos
adulto quien se dirige a él. De este modo se crea u n a comuni- recordamos que nuestra infancia, según la vivimos, fue inmen-
dad, u n a personalidad compuesta, y de ella surge la historia o surablemente distinta a como l a vieron nuestros mayores. D e
fábula. • , , : a h í que cuando le p e d í su o p i n i ó n sobre u n nuevo colegio
L a tercera manera de escribir para n i ñ o s , la ú n i c a que yo soy experimental, sir Michael Sadler me respondiera: « N u n c a doy
capaz de cultivar, consiste en escribir u n relato infantil porque * A r t h u r M e e ( 1 8 7 5 - 1 9 4 1 ) , p r o l í f i c o a u t o r d e libros infantiles, e n t r e ellos las d o s
un relato infantil es la forma artística que mejor se a d e c ú a a lo e d i c i o n e s d e Children's Enrichpedia (1908-1910 y 1922-1925), y fundador del semanario
Children's Newspaper, q u e se p u b l i c ó d e 1 9 1 9 h a s t a 1 9 6 5 .
que tienes que decir, de igual modo que u n compositor escri- L a t r i l o g í a s e c o m p o n e d e l a s n o v e l a s The Slory ofthe Treasure Seekers ( 1 8 9 9 ) , The
be u n a marcha f ú n e b r e no porque haya n i n g ú n funeral públi- Wauldbegoods (1901) y New Treasure Seekers (1904).
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m i o p i n i ó n sobre ninguno de esos experimentos hasta que los que califica de «peterpanteísmo». De a h í que u n a persona que
n i ñ o s h a n crecido y pueden contarnos lo que realmente ocurrió». aprecie a enanos y gigantes y afirme que, a sus cincuenta y tres
L a trilogía de los Bastable, por improbables que puedan ser a ñ o s , las bestias y las brujas a ú n le gustan tiene muchas menos
muchos de sus episodios, proporciona incluso a los adultos, al probabilidades de recibir elogios por su perenne juventud que
menos e n cierto sentido, u n a lectura m á s realista del m u n d o de ser objeto de mofa y c o m p a s i ó n por atrofia en su desarrollo.
infantil de l a que podemos encontrar en l a m a y o r í a de los Si dedico unas líneas a defenderme de estos cargos no es tanto
libros dirigidos a mayores. A l mismo tiempo, por el contrario, porque me importe gran cosa que se mofen de m í o me compa-
permite que los n i ñ o s que l a leen lleven a cabo u n a actividad dezcan, sino porque m i defensa guarda relación con m i punto
que, e n realidad, es m u c h o m á s madura de lo que piensan. Y de vista sobre el cuento de hadas y la literatura en general. M i
es que se trata de u n autorretrato inconscientemente satírico defensa, en efecto, consiste en las tres alegaciones siguientes:
de Oswald Bastable, u n estudio del personaje que todo n i ñ o 1. Respondo con u n tu quoque. L o s críticos que emplean
inteligente puede apreciar plenamente -mientras que n i n g ú n «adulto» como t é r m i n o laudatorio en lugar de hacerlo en u n
n i ñ o se sentaría a leer u n estudio de personajes escrito de cual- sentido meramente descriptivo no pueden ser adultos. Estar
quier otra forma-. Existe otro s u b g é n e r o de la literatura infan- preocupado por ser adulto, admirar lo adulto sólo porque lo
til que t a m b i é n transmite este i n t e r é s p s i c o l ó g i c o , pero me es y sonrojarse ante l a sospecha de ser infantil son s e ñ a s de
reservo el comentario para m á s adelante. identidad de la infancia y de la adolescencia. C o n m o d e r a c i ó n ,
Creo que tras esta escueta m i r a d a a l a trilogía de los Basta- en la infancia y en la adolescencia constituyen s í n t o m a s saluda-
ble, podemos sacar en claro u n principio literario: cuando el bles, porque el que es joven quiere crecer. Pero trasladar a la
relato infantil es, sencillamente, l a forma m á s adecuada para edad adulta, incluso a los primeros a ñ o s de ésta, esa preocupa-
lo que el autor quiere decir, los lectores que desean o í r eso que ción por ser adulto es, por el contrario, u n signo de atrofia en
el autor quiere decir l e e r á n o r e l e e r á n esa historia indepen- el desarrollo. Cuando yo t e n í a diez a ñ o s , leía cuentos de hadas
dientemente de la edad que tengan. N o leí El viento en los sau- a escondidas. S i me hubieran descubierto, h a b r í a sentido ver-
ces n i los libros de los Bastable hasta tener cerca de treinta g ü e n z a . A h o r a que tengo c i n c u e n t a los leo sin ocultarme.
a ñ o s , pero dudo de que por eso los haya disfrutado menos. Cuando me hice hombre, a b a n d o n é las chiquilladas, incluidas
Estoy pensando en establecer e l siguiente canon: u n relato las del temor a comportarme como u n chiquillo y el deseo de
infantil que sólo gusta a los n i ñ o s es u n mal relato infantil. L o s ser muy mayor.
buenos perduran. U n vals que sólo nos gusta cuando valsamos 2. E n m i o p i n i ó n , e l punto de vista m o d e r n o i m p l i c a u n a
es un mal vals. falsa c o n c e p c i ó n de lo adulto. L o s modernos nos acusan de
Este canon me parece m á s evidentemente cierto cuando lo atrofia en el desarrollo porque no hemos perdido los gustos
aplicamos al tipo particular de relato infantil que yo m á s apre- de la infancia. Pero ¿y si l a atrofia en el desarrollo consistiera
cio: el relato fantástico, o cuento de hadas. L a crítica moderna no en negarse a perder lo que t e n í a m o s , sino en no poder aña-
utiliza «adulto» como t é r m i n o aprobatorio, pero se muestra dirle nada nuevo? Me gusta el codillo, pero estoy seguro de
hostil c o n eso que l l a m a « n o s t a l g i a » y d e s d e ñ o s a c o n eso que en m i infancia no me h a b r í a gustado nada. S i n embargo.
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sigue g u s t á n d o m e l a limonada. Yo llamo a esto crecer o desa- es local y accidental. Espero que todos hayan l e í d o el ensayo
rrollarse porque ahora soy m á s rico de lo que era: si antes sólo de Tolkien sobre los cuentos de hadas, que tal vez sea l a contri-
disfrutaba de u n a cosa, ahora lo hago de dos. Si tuviera que b u c i ó n al tema m á s importante que se haya hecho hasta l a
perder el gusto por la limonada para que me gustase el codillo, fecha. Si es así, s a b r á n que en la m a y o r í a de las é p o c a s y luga-
yo no l l a m a r í a a eso crecimiento, sino simple cambio. A h o r a res el cuento de hadas no se ha elaborado especialmente para
me gustan Tolstói y j a n e Austen y Trollope, pero t a m b i é n los niños, n i h a n sido éstos quienes lo han disfrutado en exclusiva.
cuentos de hadas, y a eso yo le llamo crecer. Si tuviera que Gravitó hacia el parvulario cuando pasó de moda en los círcu-
dejar de leer cuentos de hadas para leer a los novelistas, no los literarios, igual que los muebles pasados de moda eran tras-
diría que he crecido, sino tan sólo que he cambiado. U n árbol ladados a la h a b i t a c i ó n de los n i ñ o s en las casas victorianas. E n
crece porque a ñ a d e anillos a su tronco, u n tren no lo hace realidad, y al igual que a otros muchos no les agradan los sofás
cuando deja atrás u n a e s t a c i ó n y se dirige resoplando a l a de crin, a muchos n i ñ o s no les agradan este tipo de libros; tam-
siguiente. Pero, en realidad, l a c u e s t i ó n es m á s profunda y b i é n hay muchos adultos a quienes sí les gustan, por el mismo
compleja. C r e o que m i crecimiento se manifiesta tanto cuan- motivo que a otros tantos les encantan las mecedoras. Por lo
do leo a los novelistas como cuando leo cuentos de hadas, que d e m á s es probable que a aquellos, mayores o p e q u e ñ o s , a
ahora disfruto mejor que en, l a infancia: como soy capaz de quienes les gustan les agraden por la misma r a z ó n . Claro que
poner m á s en ellos, t a m b i é n , c ó m o no, saco de ellos más. Pero ninguno de nosotros puede decir con certeza q u é r a z ó n es ésa.
no quiero recalcar a q u í ese extremo. Aunque sólo se tratara de Las dos teorías en las que pienso m á s a menudo son la de Tol-
a ñ a d i r el gusto por la literatura adulta al gusto inalterado por kien y la de J u n g .
la literatura infantil, a esta adición t a m b i é n p o d r í a llamársele S e g ú n T o l k i e n ' " el atractivo de los cuentos de hadas reside
« c r e c i m i e n t o » , cosa que no p o d r í a m o s llamar al proceso de en el hecho de que el hombre ejercita en ellos con gran pleni-
dejar u n paquete para coger otro. Es, por supuesto, cierto que tud su f u n c i ó n de « s u b c r e a d o r » ; no, como ahora les encanta
el proceso de crecimiento supone, por casualidad y por des- decir, haciendo « u n comentario sobre l a vida», sino creando,
gracia, algunas otras p é r d i d a s , pero no es esto lo esencial en él en l a medida de lo posible, u n m u n d o subordinado del suyo
ni, ciertamente, lo que lo hace admirable y deseable. Si fuera propio. Puesto que ésta, en o p i n i ó n de T o l k i e n , es u n a de las
así, si dejar paquetes y abandonar estaciones constituyeran la funciones m á s características del hombre, siempre que se
esencia y virtud del crecimiento, ¿ p o r q u é í b a m o s a detener- cumpla bien, el disfrute surge de manera natural. Para J u n g ,
nos en lo adulto? ¿Por q u é no h a b r í a de ser «senil» u n t é r m i n o los cuentos de hadas liberan Arquetipos que habitan en el sub-
igualmente aprobatorio? ¿Por q u é no í b a m o s a alegrarnos de consciente colectivo, así que cuando leemos u n buen cuento
perder el cabello y los dientes? A l parecer, algunos críticos con-
funden el crecimiento con los costes del crecimiento y desean « O n F a i r y Stories>x, Essays Presmled lo Charles Williams [Ensayos ofrecidos a Char-
l e s W i l l i a m s ] ( 1 9 4 7 ) . D e s d e 1 9 4 7 h a s i d o r e i m p r e s o e n Tree and IMIJ, ¡ndudingthePoem
que esos costes sean mucho m á s altos de lo que, en virtud de «Mythopoda» [ E lá r b o l y la hoja, i n c l u i d o el p o e m a « M y t h o p o e i a » ] , de T o l k i e n , c o n
su naturaleza, tienen que ser. u n a i n t r o d u c c i ó n d e C h r i s t o p h e r T o l k i e n ( 1 9 8 8 ) . [ E n e s p a ñ o l , c o n e l título d e « S o b r e
l o s c í t e n l o s d e h a d a . s » , .se h a l l a r e c o g i d o e n Los mímslruosy los críticos, y otros ensayos, t r a -
3. L a asociación entre cuentos de hadas y fantasía e infancia d u c c i ó n de E d u a r d o Segura, B a r c e l o n a , M i n o t a u r o , 1998.]
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de hadas estamos obedeciendo al viejo precepto « C o n ó c e t e a la división nítida de los libros por grupos de edad, a la que los
ti m i s m o » . Me a t r e v e r í a a a ñ a d i r a éstas m i propia t e o r í a , no, editores son tan afectos, no guarda m á s que u n a relación muy
desde luego, del G é n e r o en su conjunto, sino de u n o de sus laxa con los h á b i t o s de los lectores reales. A quienes nos amo-
rasgos. Me refiero a la presencia de seres distintos a los huma- nestan de adultos por leer libros infantiles ya nos amonesta-
nos que, sin embargo, se comportan, en diferentes grados, ban de n i ñ o s por leer libros demasiado maduros. N i n g ú n lec-
humanamente: los gigantes, los enanos y las bestias parlantes. tor que se precie progresa por p u r a obediencia a u n
C r e o que todos ellos son, cuando menos (y es que pueden calendario. L a distinción, como he dicho, es sutil. Yo no estoy
tener otras ñ i e n t e s de poder y belleza), u n admirable jeroglífi- seguro de q u é me hizo sentir, en u n a ñ o concreto de m i vida,
co que tiene que ver con l a p s i c o l o g í a y c o n los tipos, y que que lo que d e b í a escribir - o proclamar- no era sólo u n cuento
transmite ambos elementos con mayor brevedad que las nove- de hadas, sino u n cuento de hadas para niños. E n parte, pien-
las y a lectores que a ú n no pueden asimilar su p r e s e n t a c i ó n so, este g é n e r o te permite, o te impele, a dejar de lado ciertos
novelesca. Consideremos al s e ñ o r Tejón de El viento en los sau- elementos que yo q u e r í a dejar de lado. Te impele, en efecto, a
ces, esa e x t r a o r d i n a r i a amalgama de altivez, hosquedad, m a l depositar toda l a fuerza de l a obra e n las acciones y los diálo-
humor, timidez y bondad. E l n i ñ o que h a conocido al s e ñ o r gos. Pone a p r u e b a lo que u n amable pero exigente crítico
Tejón adquiere, en lo m á s profundo, unos conocimientos de llamó en m í «el demonio de l a exposición». Y, a d e m á s , impo-
la h u m a n i d a d y de l a historia social de I n g l a t e r r a que no ne necesariamente ciertas restricciones de e x t e n s i ó n que
p o d r í a conseguir de ninguna otra forma. resultan muy fructiferas.
Por supuesto, al igual que no toda l a literatura para n i ñ o s es Si he permitido que la literatura infantil de tipo fantástico
fantástica, no toda l a literatura fantástica tiene por q u é ser domine esta charla es porque es la que m á s conozco y m á s me
para n i ñ o s . Todavía es posible, incluso en u n a é p o c a tan feroz- gusta, no porque esté en m i á n i m o condenar otros s u b g é n e -
mente a n t i r r o m á n t i c a como la nuestra, escribir relatos fantás- ros. Muy al contrario y con m u c h a frecuencia, los mecenas de
ticos para adultos, aunque para publicarlos normalmente sea esos otros s u b g é n e r o s sí desean condenar la literatura infantil
preciso haberse labrado u n nombre en otro g é n e r o literario fantástica. Más o menos u n a vez cada cien a ñ o s , a l g ú n sabelo-
m á s de moda. Puede haber u n autor a quien en determinado todo alza la voz y se esfuerza por desterrar el cuento de hadas
momento le parezca que no sólo la literatura fantástica, sino la del territorio de la literatura para n i ñ o s , de modo que es
literatura fantástica infantil, es la forma m á s precisa y adecua- mejor que diga algunas palabras en su defensa.
da para expresar lo que desea. L a distinción es sutil. Las fanta- A l cuento de hadas se le acusa de i m b u i r e n los n i ñ o s u n a
sías para n i ñ o s de ese autor y sus fantasías para adultos t e n d r á n i m p r e s i ó n falsa del mundo que les rodea; sin embargo, yo creo
m u c h o m á s e n c o m ú n entre sí que ambas con l a novela que, de todos los libros que u n n i ñ o lee, no hay ninguno que
corriente o con lo que algunos llaman «la novela de l a vida le d é u n a i m p r e s i ó n menos falsa. C r e o que es m á s probable
infantil». De hecho, es probable que algunos lectores lean sus que le e n g a ñ e n esas otras historias que pretenden pasar por
novelas «juveniles» y t a m b i é n sus relatos fantásticos para adul- literatura realista para n i ñ o s . Yo n u n c a e s p e r é que el mundo
tos. Porque no necesito recordar a personas como ustedes que fuera como u n cuento de hadas, pero creo que sí e s p e r é que el
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colegio fuera como u n cuento de colegios. Todas las historias verdad y con los pies en la tierra, experimentar todos los peli-
en las que los n i ñ o s experimentan aventuras y éxitos, posibles gros e incomodidades de u n cuento de hadas? ¿De verdad
en el sentido de que no quiebran las leyes de l a naturaleza desea que haya dragones en l a Inglaterra de nuestros días?
pero de u n a improbabilidad casi absoluta, corren m á s peligro Desde luego que no. Es mucho m á s exacto decir que el país de
de despertar falsas expectativas que los cuentos de hadas. las hadas despierta en él el deseo de algo indeterminado. L e
Respuesta casi idéntica puede darse a la frecuente acusación excita y le preocupa ( e n r i q u e c i é n d o l e de por vida) con la vaga
de escapismo que se cierne sobre este tipo de literatura, aun- sensación de que algo está m á s allá de su alcance y, lejos de abu-
que e n este caso l a c u e s t i ó n no es tan sencilla. ¿ E n s e ñ a n los rrirle o vaciar su mundo real, le permite conocer u n a dimen-
cuentos de hadas a los n i ñ o s a refugiarse en u n mundo de enso- sión nueva y m á s profunda. No d e s d e ñ a los bosques reales por-
ñ a c i ó n -«fantasía», en el sentido t é c n i c o en que l a psicología que haya leído cuentos de bosques encantados: esa lectura, por
emplea l a p a l a b r a - en lugar de a enfrentarse a los problemas el contrario, hace que los bosques reales le parezcan u n poco
del mundo real? E s en este punto donde el problema se vuelve encantados. Este deseo, ciertamente, es de un tipo especial. E l
m á s sutil. Comparemos de nuevo el cuento de hadas con el n i ñ o que lee la clase de cuento escolar que tengo en mente
cuento escolar o con cualquier otro tipo de relato que lleve la desea el é x i t o y se siente desgraciado ( e n cuanto concluye el
etiqueta « c u e n t o para niños» o « c u e n t o para niñas» en oposi- libro) porque no puede conseguirlo. E l n i ñ o que lee el cuento
c i ó n a « c u e n t o infantil». Tanto el cuento de hadas como el de hadas desea y es feliz por el solo hecho de desear. Pues su
cuento de ambiente escolar excitan deseos y, al menos desde mente no se ha visto dirigida hacia él mismo, como sucede con
u n punto de vista imaginario, los satisfacen. Deseamos atravesar frecuencia con los relatos m á s realistas.
el espejo, llegar al país de las hadas. T a m b i é n deseamos ser ese No pretendo decir que los relatos para chicos y para chicas
chico o chica inmensamente popular y reconocido, o ese n i ñ o ambientados en el mundo escolar no d e b e r í a n escribirse. L o
o n i ñ a que tiene la suerte de descubrir ese complot de espías o ú n i c o que digo es que tienen muchas m á s posibilidades de
montar ese caballo que n i n g ú n cowboy h a podido domar. Pero convertirse en «fantasías», entendido el t é r m i n o en su sentido
se trata de deseos muy distintos. E l segundo, especialmente clínico, que los cuentos fantásticos, u n a d i s t i n c i ó n que tam-
cuando se centra en algo tan cercano como la vida escolar, es b i é n puede aplicarse a las lecturas de los adultos. L a fantasía
voraz y terriblemente serio. S u cumplimiento en el nivel imagi- peligrosa siempre es superficialmente realista. L a verdadera
nario es en verdad compensatorio: nos precipitamos hacia él víctima de la e n s o ñ a c i ó n del deseo ni se inmuta con la Odisea,
por las decepciones y humillaciones del mundo real -claro que La tempestad o La serpiente Uróboros; prefiere las historias de
luego él nos devuelve a la realidad profundamente desconten- millonarios, bellezas despampanantes, hoteles de lujo, playas
tos-, y es que no es otra cosa que u n a adulación de nuestro ego. con palmeras y escenas de cama, cosas que p o d r í a n ocurrir en
E l otro deseo, el de alcanzar el país de las hadas, es muy distin- la realidad, que t e n d r í a n que ocurrir, que h a b r í a n o c u r r í d o si
to. U n n i ñ o no desea conocer el país de las hadas como otro al lector le hubieran dado u n a oportunidad. Porque, como yo
puede desear convertirse en el h é r o e de los once elegidos de digo, hay dos clases de deseo: el primero es u n a askesis, u n ejer-
su equipo de cricket. ¿ S u p o n e alguien que ese n i ñ o desea, en cicio del espíritu; el segundo es u n a patología.
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U n ataque mucho m á s serio al cuento de hadas como litera- bomba a t ó m i c a . Puesto que es tan probable que tengan que
tura infantil proviene de aquellos que no desean que se atemo- vérselas con enemigos muy crueles, dejemos al menos que
rice a los n i ñ o s . H e padecido demasiados terrores nocturnos hayan o í d o hablar de valientes caballeros y del valor de los
en m i infancia para infravalorar esta o b j e c i ó n y no pretendo h é r o e s . De otro modo, sólo conseguiremos que su destino sea
avivar los fuegos de ese infierno í n t i m o en n i n g ú n n i ñ o . P o r m á s oscuro, no m á s brillante. P o r otro lado, l a m a y o r í a no
otra parte, n i n g u n o de mis miedos se d e b í a a los cuentos de pensamos que la violencia y la sangre de los cuentos cree nin-
hadas. Los insectos gigantes eran m i especialidad, seguidos de g ú n miedo obsesivo en los n i ñ o s . E n lo que a esto respecta, me
los fantasmas. Supongo que eran los cuentos los que directa o pongo, de u n modo impenitente, del lado de la especie huma-
indirectamente me inspiraban los s u e ñ o s de fantasmas, pero, n a frente al reformista moderno. Bienvenidos sean los reyes
desde luego, no los cuentos de hadas. E n cambio, no creo que malvados y las decapitaciones, las batallas y las mazmorras, los
los insectos se debieran a los cuentos. Tampoco creo que mis gigantes y los dragones, y que los villanos m u e r a n espectacu-
padres pudieran haber hecho o dejado de hacer nada que me larmente al final del relato. Nada me c o n v e n c e r á de que esto
salvara de las pinzas, m a n d í b u l a s y ojos de aquellas abomina- induce e n u n n i ñ o n o r m a l n u n g ú n miedo m á s allá del que
ciones de m ú l t i p l e s patas. Y en esto, como tantos h a n señala- desea, y necesita, sentir. Porque, por supuesto, el n i ñ o quiere
do, reside l a dificultad. No sabemos q u é asustará o no asustará que le asusten u n poco.
a u n n i ñ o de este modo tan particular. Digo «de este modo tan L a c u e s t i ó n de los otros miedos - l a s fobias- es bien distin-
particular», porque es preciso establecer u n a distinción. Quie- ta. N o creo que haya nadie capaz de controlarlas por medios
nes dicen que a los n i ñ o s no se les puede asustar pueden que- literarios. A l parecer, venimos al m u n d o con las fobias pues-
rer decir dos cosas. Pueden querer decir que (1) no debemos tas. S i n duda, esa imagen c o n c r e t a e n que se m a t e r i a l i z a el
hacer nada que pueda inspirar en u n n i ñ o esos miedos obsesi- m i e d o de u n n i ñ o puede a veces tener su o r i g e n u n libro.
vos, paralizantes y patológicos, es decir, esas fobias, frente a las A h o r a bien, ¿es esa imagen e l origen o l a c o n c r e c i ó n casual
cuales es inútil la valentía corriente. S u mente debe, si es posi- de ese miedo? S i e l n i ñ o n o h u b i e r a visto esa imagen, ¿ n o
ble, verse libre de esas cosas en las que no puede soportar pen- t e n d r í a el mismo efecto otra distinta e impredecible? Ches-
sar. Pero t a m b i é n pueden querer decir que ( 2 ) debemos terton nos habla de u n n i ñ o que t e n í a m á s miedo al A l b e r t
intentar que no piense en que h a venido a u n m u n d o donde Memorial que a cualquier otra cosa en el m u n d o y yo conoz-
hay muerte, violencia, dificultades, aventuras, h e r o í s m o y co a u n hombre cuyo gran terror infantil era l a e d i c i ó n de la
cobardía, el bien y el mal. Si quieren decir lo primero, estoy de Enáclopedia Británica en papel biblia... por u n motivo que les
acuerdo con ellos, pero no estoy de acuerdo con lo segundo. d e s a f í o a descubrir. E n m i o p i n i ó n , es posible que, si usted
Hacer caso a lo segundo sería, en realidad, dar a los n i ñ o s u n a confina a su hijo a esas pulcras historias de l a vida infantil en
i m p r e s i ó n falsa y educarles en el escapismo, en el peor sentido las que j a m á s ocurre nada alarmante, fracase en su i n t e n c i ó n
de l a palabra. H a y algo absurdo e n l a idea de educar de ese de desterrar sus miedos y le niegue, sin embargo, e l acceso a
modo a u n a g e n e r a c i ó n que h a nacido con l a O G P U * y l a todo lo que puede ennoblecerlos o hacerlos soportables. Y e s
que, en los cuentos de hadas y estrechamente Ugados a los
* O G P U , policía secreta soviética.
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personajes terribles, e n c o n t r a m o s consuelos y protectores rrir a la invención deliberada, ideando motivos que justifiquen
brillantes y memorables; a d e m á s , los personajes terribles no por q u é los personajes se encuentran donde se encuentran y
sólo son terribles, sino t a m b i é n sublimes. S e r í a estupendo hacen lo que hacen. N o tengo n i idea de si ésta es l a forma
que los n i ñ o s no sintieran miedo, cuando están tumbados en habitual de escribir historias, y mucho menos sé si es la mejor,
su c a m a y oyen o c r e e n o í r u n r u i d o . P e r o , si h a n de tener pero es la ú n i c a que conozco: las i m á g e n e s siempre son lo prí-
miedo, creo que es mejor que piensen e n dragones y gigan- mero.
tes que n o e n ladrones. Y san Jorge, o cualquier otro caballe- Antes de terminar me gustaría retomar lo que dije al princi-
ro de brillante a r m a d u r a , me parece mejor consuelo que la pio, cuando r e c h a c é cualquier f o r m a de abordar l a c u e s t i ó n
idea de la policía. que comience con la pregunta: « ¿ Q u é les gusta a los n i ñ o s
Voy incluso m á s allá. Si yo me hubiera librado de todos mis m o d e r n o s ? » . Alguien puede preguntarme si t a m b i é n rechazo
terrores nocturnos al precio de no haber conocido el mundo todo enfoque que comience p r e g u n t á n d o s e : «¿Qué necesitan
de las hadas, ¿habría salido ganando con el cambio? N o hablo los n i ñ o s m o d e r n o s ? » , es decir, si t a m b i é n rechazo u n a aproxi-
por hablar. Aquellos miedos eran horribles, pero, e n m i opi- m a c i ó n moral o didáctica a l a cuestión. Pues bien, creo que la
n i ó n , ese precio h a b r í a sido demasiado alto. ' • respuesta sería «sí», y no porque no me gusten los cuentos
Pero me he desviado demasiado del tema. Algo inevitable, morales, n i tampoco porque piense que a los n i ñ o s n o les gus-
porque de las tres formas de escribir para n i ñ o s sólo conozco tan las moralejas, sino porque estoy seguro de que la pregunta:
por experiencia la tercera. Espero que el título de esta charla « ¿ Q u é necesitan los n i ñ o s m o d e r n o s ? » no conduce a u n a
no induzca a e n g a ñ o y nadie piense que voy a darle al lector buena moraleja. C u a n d o hacemos esa pregunta, damos por
consejos sobre c ó m o escribir un relato para n i ñ o s . Tengo dos sentada cierta superioridad m o r a l . S e r í a mejor preguntarse:
buenas razones para no hacerlo. E n primer lugar, son muchas «¿Qué moraleja necesito yo?», y es que creo que si algo no nos
las personas que h a n escrito relatos m u c h o mejores que los preocupa profundamente a los autores, tampoco les preocu-
m í o s , así que, en lugar de e n s e ñ a r el arte de la escritura, prefe- p a r á a nuestros lectores, c o n i n d e p e n d e n c i a de l a edad que
riría aprender m á s cosas de él. A d e m á s , y en cierto sentido, yo tengan. Pero lo mejor es no hacerse n i n g i m a pregunta. H a y
n u n c a he «hecho» n i n g ú n relato. E l proceso que sigo se pare- que dejar que las i m á g e n e s nos revelen su propia moraleja,
ce m á s a la observación de las aves que al habla o a l a construc- porque la m o r a l inherente a ellas s u r g i r á de las raíces espiri-
c i ó n . Yo veo i m á g e n e s . Algunas de esas i m á g e n e s tienen en tuales, sean éstas cuales sean, que hayan arraigado en el curso
c o m ú n a l g ú n sabor, casi u n olor, que las agrupa. Hay que guar- de toda nuestra vida. S i esas i m á g e n e s no dejan entrever nin-
dar silencio y escuchar, y las i m á g e n e s c o m e n z a r á n a reunirse. guna moraleja, no les a ñ a d a m o s una, y es que la que podamos
Si se tiene m u c h a suerte (yo n u n c a he tenido tanta), puede a ñ a d i r será, muy probablemente, u n a m o r a l t ó p i c a , incluso
que muchas se agrupen con tanta coherencia que conformen falsa, r e b a ñ a d a de la superficie de nuestra conciencia. Y ofre-
una historia completa sin que t ú hagas nada. L o m á s frecuen- cerles algo así a los n i ñ o s es u n a i m p e r t i n e n c i a . Porque l a
te, sin embargo (es lo que a m í siempre me o c u r r e ) , es que autoridad nos h a dicho que, en la esfera moral, los n i ñ o s son,
existan lagunas. E n este caso es cuando, por fin, hay que recu- probablemente, al menos tan sabios como nosotros. S i alguien
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puede escribir u n cuento para n i ñ o s sin moraleja, que lo haga, cía O el Destino. N o d i r é que nadie que trabaje en el ministerio
si es que se h a propuesto escribir cuentos para niños, claro. L a de E d u c a c i ó n puede escribir u n buen cuento para n i ñ o s por-
ú n i c a moraleja valiosa es la que se deriva de la forma de pensar que todo es posible, pero a p o s t a r í a bastante dinero a que no
del autor. puede.
E n realidad, los elementos de la historia d e b e r í a n surgir de U n a vez, en el restaurante de u n hotel, dije, seguramente en
la f o r m a de pensar del autor. Debemos escribir para n i ñ o s a voz demasiado alta: « O d i o las ciruelas»; «Yo t a m b i é n » , respon-
partir de los elementos de nuestra i m a g i n a c i ó n que comparti- d i ó la inesperada voz de u n n i ñ o de seis a ñ o s desde otra mesa.
mos con los niños; hemos de diferenciarnos de nuestros lecto- L a c o n e x i ó n fue i n s t a n t á n e a . A ninguno de los dos nos pare-
res n i ñ o s , n o por u n m e n o r o menos serio i n t e r é s por los ció u n a s i t u a c i ó n divertida, pues ambos s a b í a m o s que las
temas que manejamos, sino por el hecho de que tenemos ciruelas son demasiado malas para que lo sea. Ese es el tipo de
otros intereses que los n i ñ o s no comparten. E l tema de nues- c o m u n i c a c i ó n i d ó n e a entre u n hombre y u n n i ñ o que no tie-
tro relato d e b e r í a formar parte del mobiliario habitual de nen u n a r e l a c i ó n muy estrecha. De las m á s intensas y difíciles
nuestro pensamiento. E s algo que les h a sucedido, supongo, a relaciones entre u n n i ñ o y su padre o entre u n n i ñ o y su profe-
todos los grandes autores de literatura infantil, cosa que nor- sor, no d i r é nada. U n autor, como mero autor, es ajeno a todo
malmente no se comprende. N o hace mucho tiempo, u n críti- eso. N i siquiera es u n t í o , es u n hombre independiente y u n
co que se p r o p o n í a elogiar u n cuento de hadas dijo muy serio igual, como el cartero, el carnicero y el perro del vecino.
que el autor « n u n c a d e c í a nada n i siquiera medio en b r o m a » .
Caramba, ¿y por q u é iba a hacerlo? Nada me parece peor para
este arte que la idea de que todo lo que compartimos con los
n i ñ o s es «infantil», en el sentido peyorativo del t é r m i n o , y que
todo lo infantil es, en cierto sentido, c ó m i c o . Debemos tratar a
los n i ñ o s como a nuestros iguales en esa á r e a de nuestra natu-
raleza en la que somos sus iguales. Nuestra superioridad con-
siste, por u n a parte, en que en otras áreas somos mejores y, por
otra ( m á s relevante), en que contamos historias mejor que
ellos. N o hay que tratar a los n i ñ o s con condescendencia n i
idolatrarlos, tenemos que hablar con ellos de hombre a hom-
bre. L a peor actitud de todas es la del profesional que conside-
ra a los n i ñ o s u n a especie de materia prima que hay que mane-
jar. Por supuesto, debemos procurar no hacerles d a ñ o y, al
amparo de l a omnipotencia, atrevernos a esperar hacerles
a l g ú n bien, pero sólo u n bien que no suponga dejar de tratar-
los con respeto. No debemos imaginar que somos la Providen-

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