“la educación deberá orientarse hacia el pleno desarrollo de la
personalidad humana y del sentido de su dignidad y deberá fortalecer el respeto por los derechos humanos, el pluralismo ideológico, las libertades fundamentales, la justicia y la paz (…) la educación debe capacitar a todas las personas para participar efectivamente en una sociedad democrática y pluralista, lograr una subsistencia digna, favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos raciales, étnicos o religiosos y promover las actividades en favor del mantenimiento de la paz”. (Artº 13.2). Las 4-A de Catarina Tomasevski. Indicadores del derecho a la educación Asequibilidad: que la enseñanza es gratuita y está financiada por el Estado y que existe una infraestructura adecuada y docentes formados capaces de sostener la prestación de educación. Accesibilidad: que el sistema es no discriminatorio y accesible a todos, y que se adoptan medidas positivas para incluir a los más marginados. Aceptabilidad: que el contenido de la enseñanza es relevante, no discriminatorio y culturalmente apropiado, y de calidad, que la escuela en sí es segura y que los docentes son profesionales. Adaptabilidad: que la educación puede evolucionar a medida que cambian las necesidades de la sociedad y puede contribuir a superar las desigualdades, como la discriminación de género, y que puede adaptarse localmente para adecuarse a contextos específicos La concreción del derecho a la educación es un proceso continuo “La primera etapa entraña la concesión del derecho a la educación a aquellos a los que se les ha denegado históricamente (los pueblos indígenas o los no ciudadanos) o que siguen estando excluidos (como los servidores domésticos o los miembros de las comunidades nómadas); entraña habitualmente una segregación, es decir, que se otorga a las niñas, a los pueblos indígenas, a los niños discapacitados o a los miembros de minorías el acceso a la educación, pero se les confina en escuelas especiales. La segunda etapa requiere abordar la segregación educativa y avanzar hacia la integración, en la que los grupos que acaban de ser admitidos tienen que adaptarse a la escolarización disponible, independientemente de su lengua materna, religión, capacidad o discapacidad; las niñas tal vez sean admitidas en centros escolares cuyos planes de estudios fueron diseñados para niños; los indígenas y los niños pertenecientes a minorías se integrarán en escuelas que imparten enseñanza en lenguas desconocidas para ellos y versiones de la historia que les niegan su propia identidad. La tercera etapa exige una adaptación de la enseñanza a la diversidad de aspectos del derecho a la educación, sustituyendo el requisito previo de que los recién llegados se adapten a la escolarización disponible por la adaptación de la enseñanza al derecho igualitario de todos a la educación y a los derechos paritarios en ese ámbito”. «Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales» (1978) Reconoce que la cultura y la educación proporcionan a hombres y mujeres mecanismos eficaces de adaptación que les permiten “reconocer que deben respetar el derecho de todos los grupos humanos a la identidad cultural y al desarrollo de su propia vida cultural en el marco nacional e internacional, en la inteligencia de que corresponde a cada grupo el decidir con toda libertad si desea mantener y, llegado el caso, adaptar o enriquecer los valores que considere esenciales para su identidad”. (Artº 5) Convención de los Derechos del Niño. Convención internacional sobre protección derechos de los trabajadores migratorios La «Convención de los Derechos del Niño» (1989), encomienda explícitamente a los Estados firmantes la tarea de “inculcar al niño” el respeto “de su propia identidad cultural, de su idioma y sus valores”, y también el “de los valores nacionales del país en que vive, del país de que sea originario y de las civilizaciones distintas de la suya” (art. 29). Esta labor de inculcación exige que los Estados no obstaculicen el derecho de las minorías étnicas, religiosas o lingüísticas existentes bajo su administración a tener, “en común con los demás miembros de su grupo”, una vida cultural propia, a profesar y practicar una determinada religión o a emplear su propio idioma (artº 30). La «Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares» (1990), en vigor desde 2003, exige a los Estados que velen “porque se respete la identidad cultural de los trabajadores migratorios y de sus familiares” (artº 31). Declaración universal sobre la diversidad cultural (2001) La diversidad cultural “se manifiesta en la originalidad y la pluralidad de las identidades que caracterizan los grupos y las sociedades que componen la humanidad [y es] para el género humano, tan necesaria como la diversidad biológica para los organismos vivos. En este sentido, constituye el patrimonio común de la humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras” (art. 1). Esta Declaración fue actualizada por la Declaración de Friburgo sobre los Derechos Culturales (2007). Su art. 1 afirma que “Los derechos enunciados en la presente Declaración son esenciales para la dignidad humana; por ello forman parte integrante de los derechos humanos y deben interpretarse según los principios de universalidad, indivisibilidad e interdependencia”. Entre esos derechos, la Declaración de Friburgo reconoce que “toda persona, individual o colectivamente, tiene derecho a elegir y a que se respete su identidad cultural, en la diversidad de sus modos de expresión”, “a conocer y a que se respete su propia cultura, como también las culturas que, en su diversidad, constituyen el patrimonio común de la humanidad”, “a acceder, en particular a través del ejercicio de los derechos a la educación y a la información, a los patrimonios culturales que constituyen expresiones de las diferentes culturas” (Artº 3); y, en el marco general del derecho a la educación, sostiene que “toda persona, individual o colectivamente, tiene derecho, a lo largo de su existencia, a una educación y a una formación que, respondiendo a las necesidades educativas fundamentales, contribuyan al libre y pleno desarrollo de su identidad cultural, siempre que se respeten los derechos de los demás y la diversidad cultural.” (artº 6) Declaraciones sobre minorías y sobre diversidad cultural «Declaración sobre los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas» (1992) recoge la protección que los Estados deben a “la existencia y la identidad nacional o étnica, cultural, religiosa y lingüística de las minorías dentro de sus territorios respectivos” y el fomento de “las condiciones para la promoción de esa identidad”. Este mismo texto pide a los Estados que adopten “medidas apropiadas, legislativas y de otro tipo, para lograr esos objetivos” (artº 1). «Declaración universal sobre la diversidad cultural» (2001): reconoce la cultura como eje o “centro” “de los debates contemporáneos sobre la identidad, la cohesión social y el desarrollo de una economía fundada en el saber”, por lo que proclama el principio de la “identidad, diversidad y pluralismo” y reconoce que la diversidad cultural “se manifiesta en la originalidad y la pluralidad de las identidades que caracterizan los grupos y las sociedades que componen la humanidad [y es] para el género humano, tan necesaria como la diversidad biológica para los organismos vivos. En este sentido, constituye el patrimonio común de la humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras” (art. 1). Proclama que “toda persona tiene derecho a una educación y una formación de calidad que respete plenamente su identidad cultural” (artº 5). Declaraciones a nivel europeo La «Declaración Europea sobre los Objetivos Culturales de Berlín» (1984) invita a fomentar el reconocimiento de la identidad cultural de los emigrantes, de las minorías y de las regiones, al tiempo que se promueva la toma de conciencia de la identidad cultural europea tendente a la construcción europea y a “salvaguardar y promover los ideales y principios que constituyen nuestro común patrimonio” El Tratado de Lisboa (2007) compromete a la Unión, fundada en el “respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías”, a respetar “la riqueza de su diversidad cultural y lingüística”. (Arts. 1bis y 2). La «Agenda Europea para la Cultura» (2007) pretende implicar a los Estados en la promoción de la diversidad cultural y el diálogo intercultural incidiendo en la integración cultural. Resolución sobre la Libertad de Enseñanza en la Comunidad Europea “El derecho a la libertad de enseñanza implica la obligación de los Estados miembros de hacer posible el ejercicio práctico de este derecho, incluso en el aspecto económico, y de conceder a los centros las subvenciones públicas necesarias para el ejercicio de su misión, y el cumplimiento de sus obligaciones en condiciones iguales a las que disfrutan los correspondientes centros públicos, sin discriminación respecto a las entidades titulares, los padres, los alumnos o el personal” (párr. 9). Replantear la educación (UNESCO, 2015) “Situar los bienes comunes más allá de la dicotomía de lo público y lo privado implica concebir y aspirar a nuevas formas e instituciones de democracia participativa, que tendrían que sobrepasar las políticas de privatización actuales, sin volver a las modalidades tradicionales de gestión pública”. Convención relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza (UNESCO, 1960) Discriminación es “toda distinción, exclusión, limitación o preferencia, fundada en la raza, el color, el sexo, el idioma, la religión, las opiniones políticas o de cualquier otra índole, el origen nacional o social, la posición económica o el nacimiento, que tenga por finalidad o por efecto destruir o alterar la igualdad de trato en la esfera de la enseñanza” (art.1). OIDEL
“En la esfera de los derechos culturales el no
respeto de la diferencia, equivale de hecho a la negación pura y simple de este derecho. No se respetaría verdaderamente el derecho a la cultura dando acceso exclusivamente a una cultura estándar que forzaría a las personas portadoras de otra cultura a asimilarse o integrarse poniendo entre paréntesis –cuando no negando- las particularidades de esas familias y/o comunidades”. Convención relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza (UNESCO, 1960) “No constituyen casos de discriminación los sistemas de enseñanza que separan a los alumnos por razones de sexo, religión, lengua y de los deseos de los padres, así como los centros privados cuya finalidad no sea la de lograr la exclusión de cualquier grupo sino la de añadir nuevas posibilidades de enseñanza a las que proporciona el poder público (…)” (art. 2). Jürgen Habermas (1999): La lucha por el reconocimiento en el Estado democrático de derecho Habermas se pregunta “si el deseo de inmigrar encuentra su límite en el deseo de una comunidad política a mantener intacta su forma de vida político-natural (…) ¿no incluye el derecho de autodeterminación el derecho a la autoafirmación de la identidad de una nación también frente a los inmigrantes que podrían reacuñar esta forma de vida político-cultural configurada a lo largo de la historia? (…) en nuestro contexto resulta relevante sobre todo la cuestión referente a si le está permitido a un Estado de derecho exigir a los emigrantes la asimilación en orden a la conservación de la integridad de las formas de vida de sus ciudadanos”. (p. 217) Jürgen Habermas (1999): La lucha por el reconocimiento en el Estado democrático de derecho “De este modo puede proteger la identidad de la comunidad, que no debe ser tocada por la inmigración, porque dicha identidad está amarrada en los principios constitucionales anclados en la cultura política y no en las orientaciones éticas fundamentales de una forma de vida cultural predominante en el país. De acuerdo con ello, de los inmigrantes solo ha de esperarse la disposición a adoptar la cultura política de la nueva patria, sin que por ello tengan que abandonar la forma de vida cultura originaria. El derecho a la autodeterminación democrática incluye ciertamente el derecho de los ciudadanos a mantener el carácter inclusivo de su propia cultural política; dicha cultura asegura a la sociedad frente al peligro de segmentación (…) En cualquier caso, la integración política no se extiende (…) a las culturas de inmigración de carácter fundamentalista” (pp. 217- 218)