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De acuerdo con las estadísticas del Digest publicado en 2002 para UNICEF por el
instituto de investigaciones Innocenti, de Florencia Italia; el 41% de los niños nacidos
en el mundo no fue registrado oficialmente. Lideran estos porcentajes los países del
África subsahariana, con un 71%. En segundo lugar, Asia Meridional con 63% de
nacimientos no registrados. América latina, por su parte, se ubica en quinto lugar; con
14% de niños pendientes de tener un nombre y una nacionalidad ante el gobierno y las
leyes del territorio donde nacieron y residen. En una palabra: apátridas, que quiere
decir, huérfanos de Patria.
Las cifras porcentuales tal vez no ilustran la gravedad de la situación. Pero, cuando 41%
de los nacimientos del año 2000, se traduce en 50 millones de almas traídas al mundo;
la cosa cambia y adquiere visos dramáticos. Todas esas personitas son parias sociales en
potencia. Sin derecho a educación ni salud. Muchas veces en condición de pobreza
extrema o miseria. En el mejor de los casos, de ruralidad inconexa por la falta de
infraestructura del país donde nacieron. En su mayoría, de padres analfabetas; lo que
dificulta aún más la posibilidad de sembrar conciencia sobre la importancia de tener un
certificado de nacimiento que permita obtener un documento nacional de identidad y
luego un pasaporte.
En las historias puránicas se relata una de las versiones del nacimiento de Ganesha. El
popular Dios cabeza de elefante, hijo de Shiva y Parvati. Cuenta la leyenda que Parvati
se estaba bañando y de sus impurezas y la arcilla mojada modeló la figura de un niño a
quien insufló de vida. Parvati le pidió a su hijo que cuidara la puerta de entrada y que
no dejara pasar a nadie.
Al volver Shiva, se encontró con un niño custodiando la puerta, quien además le negaba
la entrada al señor de la casa. Shiva al no conocerlo, le cortó la cabeza con su tridente.
Párvati al ver lo ocurrido se afligió mucho y dijo a Shiva que aquel que yacía ahora sin
cabeza, era su hijo. Para consolar a Párvati, Shiva ordenó a sus Ganas (ejércitos) que
trajeran la cabeza del primer animal que encontraran.
Y, resultó ser un elefante. Para reparar el daño, Shiva instaló la cabeza de elefante en el
cuerpo inerte de su hijo, devolviéndole así la vida. En compensación, lo nombró el jefe
de sus Ganas, de allí el nombre Ganesha; de los vocablos Gana (ejército) e Isha (Señor).