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¿Es la venganza una condición intrínseca a la condición humana, o de dónde la

aprendimos? ¿está justificada cuando no hay garantías de justicia, o es siempre solo una
transgresión a quien ha transgredido? ¿cómo podemos interpretar, desde un punto de
vista de conciencia, ese fenómeno humano al que llamamos venganza?

Por lo general este concepto se entiende como un cobro a una persona o un grupo de
personas que han agredido de alguna manera, sea de manera condenable judicialmente o
no. La ofensa, el daño, todo acto que vulnere al otro, será devuelto en igual proporción
al tamaño de la afrenta. Algo así postulaba la Ley de Talión en la antigua Roma, en
donde se estipulaba un castigo idéntico al delito de modo que hubiera justicia, una
suerte de balance, un equilibrio, a fin de cuentas.

Sin embargo, ¿es la venganza una garantía de justicia? Por lo general el ser humano
justifica sus sentimientos vengativos con la justicia por mano propia. Se piensa que ésta
es la única forma de que el agresor pague por lo que ha hecho, pues se desconfía de la
justicia divina y mucho más de la humana, y se perpetúa la vendetta así convierta al
vengador igualmente en un agresor resentido.

Un padre, cuyo hijo ha sido asaltado, por ejemplo, siente una necesidad de esa justicia
para encontrar sosiego ante lo ocurrido, así un golpe de vuelta no arregle en nada la vida
de su hijo. Una mujer que ha sido violada busca su redención a través del sufrimiento de
quien la transgredió, así esto, al igual que en el caso del padre, tampoco le devuelva su
bienestar ni su integridad moral.

Tenemos, en general, una visión vengativa de la justicia. Así funciona la pena de muerte
en los países y estados en donde existe. Pero el castigo solo profundiza la herida, no
repara. Nadie se vuelve una mejor persona tras ser reprendido, únicamente el patrón
egoico del recelo se regocija ahí. Quizás solo mediante el temor al castigo se pueda no
repetir, pero eso no implica sanación y mucho menos evolución. Se aprende solo del
miedo que queda. Además, el mensaje social que queda es el del temor a la justicia, no
el de la ética elegida con conciencia por el mero hecho de hacer lo correcto. Esto
funciona así en tantos sectores de la sociedad que sería materia para libros completos,
pero es evidente que desde hace siglos el motor de la moral es el temor y no la decisión
de hacer lo correcto per sé.

Tal vez la idea del dios castigador del antiguo testamento y de las religiones judeo-
cristianas caló demasiado hondo en nuestro inconsciente. Y quizás también, como decía
Nietzsche, la moral cristiana -basada en el sentimiento de culpa, venganza y de temor a
dios- socavó nuestras posibilidades de inventarnos una moral centrada en la vida y no en
el temor a lo que viene tras la muerte. Tal vez hemos elegido demasiadas veces acatar
reglas por temor únicamente, haciendo de éste nuestro principio único. Al haberle
enseñado eso a nuestros hijos en sistemas morales, legales, educativos y más,
generación tras generación, es ingenuo esperar que el mundo sea diferente ahora.

El sentimiento de querer venganza, además de provenir del dolor sumado a una idea
vengativa de la justicia, desconoce algunas leyes universales como la de Causa y Efecto.
Han sido muchas las tradiciones y Maestros, escuelas de conciencia y religiones incluso,
quienes han enseñado que el Karma actúa.
No importa que quien se excede en su libre albedrío sobre el bienestar de los demás
escape a enjuiciamientos jurídicos. El resultado energético de sus acciones irá siempre
con él, con ella, a donde sea que vaya, incluso a su próxima encarnación. Somos lo que
hacemos, pues las consecuencias de nuestros actos permanecen con nosotros hasta que
elijamos sanar, trascender, evolucionar.

Por eso el perdón es quizás la clave central. Solo el perdón repara, sana las heridas y
permite evolucionar. En el amor que se contiene se disuelve el dolor, y con éste la ira y
la necesidad de la venganza. Tarea nada fácil, por demás. Pero pareciera que es la única
vía certera hacia la evolución de la conciencia más allá del dolor y de las injusticias que
se han vivido.

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