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LA EXPERIENCIA MORAL

COTIDIANA. ETICA 2021


Documento de clase. P Burundarena
1

A. La experiencia moral cotidiana

¿Cumplo mi promesa de volver temprano o me quedo un rato más que total no se van a dar
cuenta?

¿Devuelvo el dinero que pedí prestado o espero a que se acuerden de reclamarlo?

¿Le cuento a mi pareja sobre mis infidelidades o mejor evito separarme?

¿Le digo la verdad de su enfermedad a un paciente terminal?

¿Le pregunto si está de acuerdo con el tratamiento que le vamos a realizar?

¿Pago todos mis impuestos o mejor evado una parte que me permita más ganancia?

¿Bajo la calidad de mis productos para ofrecer un precio más competitivo o me arriesgo a
tener problemas de rentabilidad en la empresa?

¿Torturo a un terrorista que posiblemente sepa dónde está una bomba?

¿Me copio en el examen o me retraso en la carrera?

¿Me como todo el queso o dejo algo por si alguien quiere?

¿Comparto con mis empleados las ganancias extraordinarias que tuvimos este mes?

¿Tomo un empleado en negro y me evito pagarle lo que corresponda?

¿Obedezco a mis padres o realizo mis deseos?

¿Me drogo o no me drogo?

¿Aborto o no aborto?

¿Lavo los platos que ensucio o dejo que lo haga otro?

¿Estará mal vivir de mi herencia o mejor es trabajar para ganarse la vida?

¿Uso pesticidas contaminantes o busco una manera de proteger el medio ambiente?

¿Atiendo a ese paciente que sé que no va a poder pagarme?

¿La riqueza de la tierra pertenece a todos o es justo que sea sólo de algunos?

¿Qué es lo justo, qué es lo bueno, qué debo hacer?

Todos estos interrogantes dan cuenta de que la vida cotidiana está plagada de conflictos
morales. De que distinguimos entre el bien y el mal, de que nos consideramos libres y por lo
tanto responsables de nuestras acciones.
Pareciera que este fenómeno es bastante general, cuesta imaginar una sociedad donde no
exista una moral dominante.

La moral de una sociedad es ese conjunto de valores, restricciones e indicaciones acerca de lo


que debemos hacer y lo que debemos evitar

B. Moral, educación, identidad y cultura.

La moral de la que estamos hablando nos habita, nos constituye como parte de la herencia
cultural. La aprendemos en el entorno donde nos criamos y de alguna manera es parte de los
componentes que hacen a la identidad cultural en tanto la heredamos del grupo al que
pertenecemos. Somos “formateados” por la moral como por el lenguaje sin que nos demos
cuenta, somos constituídos por ellos antes de tener conciencia de ellos y elegirlos.

3. El relativismo moral

Pero la moral es diferente de persona a persona, de sociedad a sociedad y de época en época.


Los griegos abandonaban a un bebé deforme pero hoy sería para muchos algo aberrante.

En muchas sociedades aún se les pega a los niños cuando se portan mal, mientras que en otras
es un delito.

En materia de vida sexual se condena y se aprueba la misma práctica. Lo que hoy está mal,
mañana puede ser bueno. Lo que para mí es malo, para otro puede ser bueno.

¿Es que acaso no hay valores morales universales y eternos que valgan para todos en toda
época?

Surgimiento de la ética

La ética es la parte de la filosofía que se ocupa de la moral.

Hemos dicho que pareciera que donde hay hombres hay algún tipo de moral.

La ética sería el intento de reflexionar sobre ese fenómeno tan común y extendido.

Se puede vivir sin hacer ética, practicando la moral heredada. O se puede también hacer ética,
o sea filosofar, o sea, preguntarnos por el fenómeno moral, porqué existe, qué contenidos la
constituyen, qué función tiene, que valor objetivo, etc.

La ética no resuelve el problema moral pero nos da una variedad de interpretaciones posibles
sobre la moralidad que nos pueden permitir entender mejor ese fenómeno y vivirlo de otro
modo al que inicialmente lo vivíamos.

Lo característico de la ética es que no da respuestas terminales sino que más bien abre
preguntas y busca siempre nuevas maneras de pensar lo viejo, lo que nos constituye ( lo que
nos “sujeta” ) antes de ser sujetos.
Lo propio de la ética es también su intento de argumentar. De eso se trata, de argumentar a
favor o en contra, pero nunca de establecer principios indubitables. Se trata de evitar el
escepticismo tanto como el fanatismo.

Podríamos decir que el ejercicio filosófico (la ética es parte de ella) ya supone una afirmación
moral, la afirmación del derecho a pensar libremente, a cuestionar todo sin miedo. Por eso
donde reina el autoritarismo y se busca adoctrinar en una verdad congelada, la filosofía es
perseguida o ignorada.

El reciente debate sobre el aborto ha sido un buen ejemplo de ejercicio ético, pues allí
pudimos escuchar diferentes opiniones sustentadas en distintos tipos de argumentos. Como
nadie tiene la verdad, se votó para tomar una decisión. No es casualidad que la democracia y
la filosofía hayan nacido muy cerca una de la otra.

Distinciones y confusiones de campos: El campo moral, el campo religioso y el campo legal.

En el texto de los mandamientos tal como aparece en la Biblia lo moral, lo religioso y lo legal
parecieran estar fundidos.

Desde hace por lo menos tres siglos estas esferas se han ido separando al menos en las
sociedades que han experimentado el proceso histórico que llamamos modernidad.

El reciente debate sobre el aborto también nos demuestra que todavía hay quienes piensan
que estos tres órdenes permanecen muy conectados.

Consideran que las leyes positivas deben derivarse de un orden moral que a su vez es objetivo
y universal y que se encuentra establecido en la naturaleza misma que ha sido creada por Dios.

Esta posición es conocida como iusnaturalismo y en nuestro país tiene mucho peso.

Nuestra manera de entender la filosofía supone una visión diferente: El orden de lo legal
depende del orden político, de la voluntad de los ciudadanos que se expresa en la de los
legisladores del sistema republicano. Las leyes que nos rigen son históricas y cambiantes y no
necesariamente resultan ser morales o inmorales.

Tienen su propio sistema de confección y derogación, su relación con el orden moral no es de


una dependencia directa sino sólo en tanto las distintas morales son componentes de las
conciencias de los distintos legisladores que en cada caso confeccionan las leyes.

El orden religioso supone la adhesión a un sistema de creencias que son propias de los
creyentes pero no necesariamente de todos los ciudadanos. Es indudable que los creyentes
poseen una moral en consonancia con su fe y que en general desean que el orden legal se
corresponda también con ellas. Pero el orden de la modernidad democrática ha construido
lentamente sociedades pluriculturales donde el estado ya no representa a ninguna en especial
sino que la conciencia moral de cada legislador va confeccionando las leyes que nos rigen.
En todo caso, la ética parte del supuesto de que el orden moral puede ser discutido y recreado
tantas veces como se quiera, de manera que no es una esfera monolítica que debe regir al
orden legal sino sólo en tanto experiencia que pueda enriquecer a la cultura de cada sociedad.

Concluyendo, lo moral, lo religioso y lo legal (jurídico-político) son tres esferas que cada una
posee su propia características y autonomía. Pero es indudable también que el orden religioso
tiende a configurar un tipo de orden moral y político. De la misma manera, el orden moral
visto como objeto de la filosofía, también posee total autonomía ( En el caso de una moral
laica- no religiosa, claro) pero a su vez es un condicionante decisivo a la hora de evaluar al
orden legal.

Finalmente el orden legal es el que más claramente aparece como autónomo, dependiendo en
última instancia de la voluntad popular, de las votaciones que los representantes del pueblo
hagan para determinar las leyes positivas.

En cada individuo estas tres esferas se relacionarán entre sí de una manera propia de ese
individuo.

Pero no es menos cierto que las leyes deben ser morales y justas en algún sentido.

Obedecemos las leyes que nos rigen dado que de lo contrario podemos ser sancionados.

En cambio, obedecemos a nuestra conciencia moral, no por miedo una sanción externa sino
por la propia sanción interna que la conciencia nos infringe.

Sería razonable que las leyes positivas coincidiesen con nuestra conciencia moral, dado que de
no serlo, sólo las cumpliríamos por miedo a la sanción.

En el otro extremo, está el legalista, para el cual la única moral es lo que la ley prohíbe y
permite. Por lo general, la situación es la inversa, desde nuestra propia moral juzgamos la
validez de las leyes. Un ejemplo de ello es la ley que prohíbe La venta de drogas. Para muchas
personas no debería estar penalizada la venta de drogas y en algunos países la ley lo permite.

Así resulta claro que el orden moral y el orden legal son diferentes y autónomos. Pero también
resulta claro para algunos que el orden legal debe también ser moral, pues de lo contrario su
credibilidad sería baja.

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