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HIJOS DE ISRAEL EN EGIPTO

Antes de entrar a estudiar el libro de Éxodo, debemos primero responder a una pregunta esencial: ¿Qué
estaban haciendo los Hijos de Israel en Egipto? ¿Acaso no deberían estar en la Tierra Prometida? A los patriarcas
les costó tanto llegar al punto de desligarse de su parentela, lo cual logró Jacob cuando se despidió de Labán
(Ver estudio de Génesis 31:36-55: Pacto de Separación).

Jacob creía que él ya no dejaría la Tierra Prometida. Pero cuando él se enteró que su hijo José aún vivía y estaba
en Egipto, es natural que Jacob tomara camino para verlo. Sin embargo, en el camino él se detuvo, ya que
siendo Jacob de edad avanzada, existía el riesgo de no poder regresar.

Jacob se encontraba en un dilema: por un lado, el propósito de su vida estaba conectado con la tierra; por el
otro lado, su hijo José lo esperaba en Egipto. Sin duda alguna el corazón de Jacob estaba partido. Por eso Jacob
buscó la dirección de Dios cuando llegó a Beerseba, en el mismo lugar en que Abraham e Isaac habían invocado
el Nombre de Dios (Gen. 21:33; Gen. 26:23-25).
(Gen. 46:1)  Y partió Israel con todo lo que tenía y llegó a Beerseba, y ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.

Beerseba era el pueblo al extremo sur de la Tierra Prometida, en el camino que lleva a Egipto. En el pasado, Dios
le había dicho a Isaac que no descendiera a Egipto, y por eso él nunca dejó la Tierra Prometida. Seguramente
Jacob se preguntaba si Dios estaba de acuerdo con que él descendiera a Egipto.  [Nótese que la Biblia siempre
usa la palabra “descender” en relación con Egipto, porque representa un descenso espiritual, siendo Egipto una
figura del “mundo”].

¿Estaría Jacob quebrantando el pacto con Dios si salía de la Tierra Prometida? Ante este dilema, Jacob buscó a
Dios. Lo buscó, y lo halló. Dios le respondió a través de una visión nocturna.
(Génesis 46:2-4) Y Dios habló a Israel en una visión nocturna, y dijo: Jacob, Jacob. Y él respondió: Heme aquí. Y El
dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas descender a Egipto, porque allí te haré una gran nación. Yo
descenderé contigo a Egipto, y ciertamente, yo también te haré volver; y José cerrará tus ojos.

Ahora Jacob ya contaba con el permiso explícito del Señor. Pero no sólo se trataba de un permiso temporal para
visitar a José, sino que Dios le reveló a Jacob que Él tenía planes para toda su familia de Israel en Egipto.

¿Cuál podría ser el propósito de ir a Egipto? Dios se le dijo a Jacob: “porque allí te haré una gran nación”. Hasta
ese momento, Jacob y sus hijos conformaban una familia, no una nación. El problema con quedarse en Canaán
es que los hijos de Jacob se habrían asimilado eventualmente con los pueblos cananeos casándose entre ellos
(lo que ya se había hecho evidente con Judá—Gen. 38:1-3). Pero Dios sabía que, si los llevaba a Egipto, allí no se
asimilarían tan fácilmente, ya que los egipcios miraban de menos a la gente dedicada a criar ganado, empresa
que tenían los Hijos de Israel (Génesis 46:31-34). Por eso, José pidió al Faraón la tierra de Gosén para su familia,
y allí vivieron separados de los egipcios. Con el tiempo, la familia de Jacob se convirtió en un enorme pueblo
(Deu. 26:5).
(Gen. 47:27) Así habitó Israel en la tierra de Egipto, en la tierra de Gosén; y tomaron posesión de ella, y se
aumentaron, y se multiplicaron en gran manera.

Israel es una nación muy peculiar y única en la historia de la humanidad. Por lo general, las naciones se forman
por gente que viven y comparten un territorio en común; pero la historia de Israel es diferente: antes que ellos
tuvieran tierra, los israelitas ya habían formado una nación.

Dios prometió a un hombre sin hijos que le daría descendencia y tierra, y éste hombre era Abraham. El Señor le
dio la descendencia prometida, quienes nacieron en la Tierra Prometida, pero se convirtieron en una nación en
Egipto.
El Señor le advirtió a Abraham sobre el proceso que pasarían sus descendientes antes de recibir la Tierra
Prometida como herencia: Génesis 15:13-14 Dios obra en formas misteriosas—pero todo tiene un propósito. El
libro de Éxodo narra esta transición de esclavitud hacia libertad.

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