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AdolfLoos,
1900-1930
AdolfLoos (1870-1933) ocupa un puesto singular en la historia de la arqui-
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determinaba que un objeto fuese útil no era su modo de fabricación, sino
su propósito. La perfección en la ejecución debía ser el objetivo tanto del
trabajo a mano y como del trabajo a máquina. En ambos casos, el crea-
dor no debía expresar su individualidad, sino que había de ser el transmi-
sor de unos valores culturales impersonales. El entusiasmo de Loos por
el movimiento inglés arts & crafts se basaba no sólo en la calidad de su
ejecución, sino también en el hecho de que se esforzaba por alcanzar no
algo deliberadamente nuevo, sino las tradiciones y las costumbres ya res-
petadas.
Fue como autor de artículos polémicas cómo Loos llegó a ser cono-
cido inicialmente. Sus piezas aforísticas, ingeniosas y sarcásticas ~que le
granjearon tantos amigos como enemigos- se parecían a los escritos de
su íntimo amigo, el escritor Karl Kraus (1874-1936), director y único escri-
tor de la revista satírica Die Fackel, publicada desde 1899 hasta 1936. En
esta revista, Kraus hacía' una incesante campaña contra los grupos diri-
gentes de la cultura y la política austriacas, así como contra sus periodis-
tas, cuyo abuso del lenguaje entendía que delataba unas insondables pro-
fundidades de hipocresía y degradación moral.' El propio Loos inició una
publicación +-Das rlndere+ de la que, sin embargo, aparecieron sólo dos
números en 1903, como suplementos de la revista Die Kunst de Peter
Altenberg. Das Andere, subtitulada Ein Blat zur Eiriführung abendlandis-
cher Kultur in Osterreich (Una revista para la introducción de la civilización
occidental en Austria), era el equivalente a la crítica cultural de Die Fackel,
pero en la esfera de las artes útiles, y comparaba desfavorablemente la cul-
tura austriaca con la inglesa y estadounidense. Los artículos de Loos ata-
caban no sólo la cultura de la clase media austriaca, sino también la pro-
pia cultura «vanguardista» que pretendía desbancarla.'
Los escritos de Loos hicieron cambiar de registro el debate sobre la
reforma de las artes aplicadas, lo que finalmente le convertiría en el invo-
luntario padre del movimiento moderno en la década de 1920. En su
ensayo «Ornamento y delito» (1908), sostenía que la eliminación del orna-
mento de los objetos utilitarios era el resultado de una evolución cultural
que conducía a la abolición del derroche y la sobreabundancia en el tra-
bajo del ser humano. Este proceso no era dañino, sino beneficioso para la
cultura, pues reducía el tiempo empleado en el trabajo manual y liberaba
energía para la vida de la mente.
Este ensayo no era simplemente un ataque a la Secession vienesa y al
Jugendstil,' era también un ataque al Werkbund, fundado un año antes.
Como ya hemos visto, para Muthesius el objetivo del Werkbund era otor-
gar al artista, dentro de la industria, la misión de «dar forma» y establecer
así la Gestalt de la era de la máquina. Para Loos esto resultaba inaceptable,
pero no, como para Van de Velde y Gropius, porque fuese a destrozar la
libertad del artista, sino precisamente porque concebía a éste como el fac-
tor primordial en la creación de los objetos cotidianos. Loos creía que el
«estilo de la época» era siempre el resultado de múltiples fuerzas econó-
micas y culturales; no era algo que el productor, ayudado por el artista,
debiese tratar de imponer al consumidor: «El mundo debe adaptarse al
estilo alemán; debe, pero no quiere; lo que quiere es crear por sí mismo sus
formas de vida, y no quiere verse obligado por ninguna asociación de pro-
ductores».'
El decoro
Loos identificaba con la antigüedad 10 que aún quedaba del ámbito del
monumento: «El arquitecto -decía- es un albañil que ha aprendido
latín»," evocando así la afirmación hecha por Vitruvio de que el conoci-
miento de la construcción procede tanto de la fabrica (el oficio) como de
la ratio (el razonamiento)." Su actitud hacia la tradición clásica difería
de la de Otto Wagner o Peter Behrens, para quienes aún era posible
alcanzar la síntesis entre el arte (el espíritu, el alma) y la racionalidad, y
que querían adaptar el clasicismo a las condiciones modernas. Para Loos,
ción, con lo que esas partes disyuntiva s reflejan las propias disyuncio-
nes del capitalismo moderno. Mientras que en la fábrica de turbinas
de la AEG Behrens había disimulado cuidadosamente las disyunciones de
la sintaxis clásica con el fin de crear una fusión aparentemente perfecta de lo
clásico y lo moderno, Loos centraba su atención en ellas, presentándolas
como una yuxtaposición «imposible».
El interior
46 Adolf Loos
Aparador de cajones, hacia
1900
La eliminación por parte de
Loos de la ornamentación
apl icada en los objetos de uso
cotidiano era tanto un ataque
al Jugendstil y la Secession
vienesa como al «ornamento"
en el sentido general que
tenía en el siglo xix. Era una
vuelta a lo que Loos entendía
como una tradición clásica
olvidada.
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dol! Loos de Loos para Go1dman & Salatsch (1898): «La firma vienesa de confec-
:=Scheu, 1912, Viena, ción para caballero muestra inequívocamente que su creador buscaba la
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elegancia inglesa, sin referencias a ningún modelo en particular. Superfi-
= interior donde se
cies lisas y reflectantes, figuras esbeltas, metal resplandeciente: éstos son
ia el rincón de la
-'-;renea, con el techo más los principales elementos de los que se compone este interior impecable-
-:J Y el hogar de ladrillo, mente exquisito».'? La decoración incluía armarios empotrados forrados
actertstico de la obra de
de vidrio o espejo, con una tupida red de líneas verticales que recordaban
~ ie Scot!. Los amplios
-~ entre las salas
la obra de Otto Wagner, así como una ornamentación refinada y geomé-
:r-=eblemente estaban más trica que evocaba los Wiener Werkstatte. Además de tiendas, Loos pro-
_ ceuda con las casas yectó varios cafés. Para el café Museum en Viena (1899) -que, para
-cr22mericanas de la misma deleite del arquitecto, recibió el sobrenombre de café Nihilismus por su
=== que con las inglesas,
carácter iconoclasta- Loos usó sillas Thonet y mesas de mármol espe-
=e las habitaciones solían
aisladas entre sí. cialmente diseñadas. Por el contrario, en el bar Karntner de Viena (1907),
Loos aprovechó la intimidad de una pequeña sala al tiempo que ampliaba
el espacio hasta el infinito gracias al uso de.un espejo corrido en la parte
superior de la pared [figura 44].
La casa
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fue haciendo cada vez más popular a finales del siglo XIX, dando respuesta
así al espíritu dominante del individualismo burgués. Lo que Viollet-le-
Duc no mencionaba era que, por influencia de las ideas neomedievales
sobre la armonía social, este individualismo quedó modificado por la apa-
rición de un gran salón central, basado en la tradicional casa solariega
inglesa. Introducido por Norman Shaw en la década de 1860, este espacio
de doble altura llegó a ser un rasgo destacado de las casas de Baillie Scott
(Blackwell, Bowness, 1898), Van de Velde (Bloemenwerf, 189S), H. P Ber-
lage (villa Henny, 1898), Hoffmann (palacio Stoclet, 1905-19II) y otras
innumerables casas de la época.
Esta evolución culminó en la serie de grandes villas suburbanas que
Loos construyó entre 19IO y 1930. En ellas, Loos convirtió el salón central
en una escalera abierta y comprimió una serie de habitaciones sumamente
individualizadas dentro de un cubo, sintetizando así los dos modelos de
Viollet-le-Duc, La mayor diferenciación entre las habitaciones tenía
lugar en el piano nobile, donde varias salas de recepción, a distintos niveles
y con distintas alturas de techo, se conectaban entre sí mediante pequeños
tramos de escaleras, de modo que estos incrementos formaban una espe-
cie de helicoide irregular que ascendía por toda la casa [figura 48]. Loos
describía esta organización espacial en unos términos algo apocalípticos:
cios tenían una cualidad teatral. Beatriz Colo mina ha señalado con agu-
deza que en un interior de Loos siempre parece que alguien está a punto
de hacer su entrada.'! Los muros exteriores desempeñaban un papel dis-
tinto aunque igualmente importante; estaban perforados por huecos rela-
tivamente pequeños que no permitían un contacto visual sostenido con el
mundo externo. Las casas de Loos eran cubos herméticos, difíciles de
penetrar.
Cuando Loos decía «los muros corresponden a los arquitectos», no se
refería a los arquitectos coetáneos, que habían «dejado reducida la cons-
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trucción a un arte gráfico»," sino al Baumeister (maestro constructor) que
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crea el objeto que está haciendo directamente en tres dimensiones. Este
retorno a un concepto prerrenacentista vincula a Loos con el movimiento
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romántico. A pesar de las diferencias entre Loos y el arquitecto expresio-
nista Bruno Taut (véanse las páginas 90-92), ambos compartían esa idea
romántica de que la arquitectura debía ser un lenguaje natural y espontá-
neo. '3 Su Baumeister tenía cierto parentesco con el héroe epónimo del
cuento de E. T. A. Hoffmann El consejero Krespel. En este cuento, el con-
sejero, en lugar de usar planos, trazaba los contornos de su casa en el
terreno, y cuando los muros alcanzaban determinada altura, ordenaba al
constructor por dónde cortar los huecos." La analogía con Loos parece
especialmente pertinente en el caso de la casa Rufer (I922), con su planta
cuadrada y sus ventanas colocadas aparentemente al azar, pero que obede-
cían a las reglas secretas del interior [figura 50].
Por fuera, las villas de Loos eran cubos sin ornamentación [figura 51].
Al reducir el exterior a la más cruda expresión de la técnica, Loos estaba
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haciendo una analogía consciente con el hombre urbano moderno, cuyo
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atuendo estandarizado oculta su personalidad y le protege de la tensión de
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: la metrópolis moderna." Pero en las casas de Loos, una vez que ha atra-
vesado el muro exterior, este «hombre cargado de estímulos nerviosos» se
[::::_~~~J::~:_~ ve enredado en una complejidad «femenina» y sensual, repleta de esos
, residuos culturales de la memoria y la asociación de ideas que han sido
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desterrados del exterior del edificio. La disyunción entre el interior y el
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51 Adolf Loos
Casa Scheu, 1912, Viena,
Austria
El perfil escalonado
proporciona terrazas de
cubierta en cada planta.