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La Gloria de Dios 2017

CAPÍTULO CUATRO
GLORIA EN EL RÍO
Manifestado en la corriente del Jordán,
Supremo Profeta, Sacerdote y Rey.

CHRISTOPHER WORDSWORTH

E l ministerio público de Jesús empieza con Su bautismo administrado por manos de


Juan el Bautista en el río Jordán. La obra bautismal de Juan había hecho sensación
en el público y furor en la clerecía de su época. Había algo radical en Juan que
transcendía a su extraordinario estilo de vestir.

En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea,


y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo:
Voz del que clama en el desierto;
Preparad el camino del Señor,
Enderezad sus sendas.
Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor
de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.
Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del
Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.

Mateo 3: 1-6

La rara dieta y vestimenta de Juan hablan de un hombre cuyo hábitat era el desierto.
Recordemos que Israel carecía de voz profética desde que se había cerrado el canon del
Antiguo Testamento y el libro de Malaquías. Ahora, Juan sale a escena, procedente del
desierto, el lugar tradicional de reunión de Dios y Sus profetas. El estilo y ropaje de Juan
recuerdan al profeta Elías.
Que Juan evocara recuerdos de Elías, concitó el interés por el posible cumplimiento de
la última profecía del Antiguo Testamento:

He aquí, yo os envió el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y
terrible.
El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos
hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.

Malaquías 4: 5-6

Esta profecía final del Antiguo Testamento enlazó la esperanza de que Elías
reapareciera como señal de la llegada del tan largamente esperado Mesías. Debido a esta
expectativa, los judíos enviaron una delegación para interrogar a Juan sobre su real
identidad:

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Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes


y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? Confesó, y no negó, sino
confesó: Yo no soy el Cristo.
Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el
profeta? Y respondió: No. Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos
respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo: Yo soy la voz de
uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta
Isaías.

Juan 1: 19-23

Juan niega claramente ser Elías pero el misterio rodea a la figura de Juan el Bautista es
profundizado por las críticas palabras de Jesús sobre él:

Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a
ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿A un
hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras
delicadas, en las casas de los reyes están.
Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
Porque éste es de quien está escrito:
He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino
delante de ti.
De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor
que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que
él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre
violencia, y los violentos lo arrebatan.
Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis
recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.
El que tiene oídos para oír, oiga.
Mateo 11: 7-15

Jesús hace aquí dos notables declaraciones sobre Juan. Primero, declara Porque éste es
de quien está escrito y luego procede a citar la profecía de Malaquías tocante a la
reaparición de Elías. Segundo, Jesús declara él es aquel Elías que había de venir. La
dificultad que presenta este pasaje es evidente. Aquí Jesús declara que Juan el Bautista era
Elías. No obstante, cuando Juan fue interrogado ¿Eres tú Elías?, respondió No soy ¿Juan el
Bautista fue o no Elías? Juan dijo que no, Jesús dijo que sí, aunque al examinar más de
cerca este sí de Jesús, debemos entender que Su sí era un sí condicionado. El prologó Su
declaración con las palabras Y si queréis recibirlo (Mateo 11: 14) pero, inmediatamente
después, Jesús agregó el comentario: "El que tenga oídos para oír, que oiga" (Mateo 11:
15).

Esos condicionantes indican que cuando Jesús identifica a Juan con Elías, significa que
debemos entenderlo en forma especial. Juan cumplió la profecía del regreso de Elías;
realmente él no fue la reencarnación de Elías como tal. La dificultad planteada se resuelve
después cuando la Escritura agrega esta explicación en el anuncio del ángel al padre de
Juan:
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Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu


mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque
será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu
Santo, aun desde el vientre de su madre.
Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E
irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los
corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos,
para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
Lucas 1: 13-17

Aquí el ángel declara que Juan vendrá en el espíritu de poder de Elías. Juan representará
la reinstitución del papel del profeta. Juan ocupa, sin duda, una posición que jamás tuvo un
profeta anterior a él. Los profetas del Antiguo Testamento declaraban que el Mesías
vendría alguna vez en el futuro. Juan es el heraldo real o precursor del Mesías. Juan se
coloca en el umbral del reino de Dios. Él es quién hace entrar al Rey.

El papel de Juan como el heraldo del Rey puede leerse en los siguientes pasajes
bíblicos:

Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del


arrepentimiento para perdón de pecados, como está escrito en el libro de las
palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad
el camino del Señor; Enderezad sus sendas. Todo valle se rellenará, Y se bajará
todo monte y collado; Los caminos torcidos serán enderezados, Y los caminos
ásperos allanados; Y verá toda carne la salvación del Señor.
Lucas 3: 3-6

Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol
que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.
Lucas 3: 9

Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si


acaso Juan sería el Cristo, respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os
bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de
desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su
aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y
quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al
pueblo.
Lucas 3: 15-18

La prédica de Juan acentuó la radical cercanía del reino que venía. Juan resaltaba que el
reino de Dios estaba a las puertas, a punto de irrumpir. Juan usaba dos imágenes para
destacar la cercanía del reino. Primero, declaraba que ya también el hacha está puesta a la
raíz de los árboles. Esto era símbolo del inminente juicio. La venida del Mesías iba a ser
un tiempo de crisis para el pueblo.

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Notamos que la imagen usada por Juan era la del hacha que llega a la raíz o corazón de
los árboles. No se encontraba solamente en el proceso de afilar el hacha. Simplemente, no
había empezado a dar hachazos a la corteza de los árboles. El hacha había penetrado hasta
el corazón. La imagen sugiere que un golpe más del hacha iba a derrumbar el árbol.

La segunda imagen también es de cercanía radical. Juan dice del Mesías, Su aventador
está en su mano y limpiará su era y recogerá el trigo en su granero y quemará la paja en
fuego que nunca se apagará. Esta imagen sugiere la de la cosecha y la separación del trigo
de la cizaña. El aventador funcionaba como una especie de rastrillo y era empleado por el
agricultor para meterlo en un montón de grano que tenía trigo a la vez que cizaña.
Entonces, el agricultor tiraba al aire al trigo y a la cizaña. El viento efectuaba el trabajo de
separarlos. Como la cizaña no tenía el peso del trigo, era más liviana y la corriente de aire
se la llevaba lejos del trigo.

Ambas imágenes dejan muy claro una cosa: Había llegado el tiempo de crisis. Eran
esenciales el arrepentimiento y el bautismo.

Juan no inventó el ritual del bautismo. Ya había uno bien conocido por los judíos, que
se llamaba el bautismo del prosélito.

Este era un rito para los gentiles convertidos al judaísmo. Dado que los gentiles eran
considerados inmundos, tenían que pasar por un baño purificador para ser limpios. Ese era
el sentido simbólico del bautismo que hizo tan injurioso el ministerio de Juan para los
fariseos. Juan había salido del desierto y exigía que los judíos se sometieran al bautismo.
Eso equivalía efectivamente a decir "Su Mesías está por llegar y ustedes no están aptos
para Su presencia. Ustedes están inmundos. Ustedes deben ser purificados".

Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él:¡Oh generación de
víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a
Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun
de estas piedras.
Lucas 3: 7-8

De modo que el ministerio bautismal de Juan fue uno de preparación para el Mesías
venidero. Cuando los fariseos le preguntaron directamente a Juan por qué estaba
bautizando, Juan explicó:

Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni


Elías, ni el profeta? Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en
medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.
Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno
de desatar la correa del calzado.
Juan 1: 25-27

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Al día siguiente apareció Jesús en las riberas del río Jordán. En esta ocasión Juan dijo el
Agnus Dei:
He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Juan 1: 29
El mundo recibe un vistazo a la gloria de Cristo con este anuncio. Aquí Juan declara que
Jesús es el prometido Mesías, el Sufriente Siervo de Israel profetizado por Isaías.

No obstante, lo que sigue a ese anuncio resulta chocante. Jesús, el justo identificado
como el Cordero de Dios que no tiene pecado, se presenta para ser bautizado. Esto toca
profundamente a Juan. El bautismo era para arrepentimiento, para la limpieza del pecado.
¿Cómo podía el Cordero de Dios someterse a esto?

Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?

Mateo 3: 14

Juan había establecido así la superioridad de Jesús sobre él. Juan insiste que él es quien
debe ser bautizado por Jesús, no de la manera inversa. La respuesta que Jesús le da a Juan
es crucial para que entendamos el propósito integral del bautismo de Jesús:

Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda
justicia. Entonces le dejó.
Mateo 3: 15

La respuesta de Jesús a Juan va precedida por las palabras Deja ahora. Otras versiones
del texto incluyen "Súfrelo ahora" o "Permite que sea así ahora", lo que es como si Jesús
dijera: "mira, no tengo tiempo de explicarte todo esto, limítate a permitírmelo por el
momento. Confía en Mí, que sé lo que estoy haciendo". La razón específica que Jesús da a
Juan es esta: porque así conviene que cumplamos toda justicia.

Esta es la clave para entender el bautismo de Jesús. Él se sometió al bautismo para


cumplir toda rectitud, es decir, para hacer todo lo que exige Dios. Dios había agregado por
medio del mandato profético de Juan el Bautista un nuevo requisito a Su pueblo del pacto:
Que fueran limpiados como preparación para la llegada del reino. Todo lo que se le exigía
hacer a Israel, le fue exigido al Siervo de Israel que lo cumpliera por la nación. Jesús, en su
calidad de Cordero de Dios, lleva toda la carga completa de su pueblo, incluyendo la
exigencia del bautismo. Tuvo que cumplir cada mandamiento de Dios para llegar a ser
nuestra justicia.

Aquí en el Jordán presenciamos Su humillación en Su disposición voluntaria para


someterse al bautismo. De todos modos, este acto no carece totalmente del momento
subsecuente de gloria:

Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le
fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía
sobre él.
Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia.
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Mateo 3: 16-17

Los lectores modernos se saltan este relato como si fuera nada más que un agregado al
bautismo de Jesús. Aunque lo que pasó ahí fue tan importante que remeció a la tierra. Con
el bautismo de Jesús se abrió el cielo mismo. Una señal visible de Su gloria fue dada en
forma de la paloma que bajaba a lo cual se agrega la voz de Dios, audible. Imagínense la
reacción de los que estaban presentes. Sólo hay tres ocasiones registradas en el Nuevo
Testamento en que Dios habla en forma audible.

El bautismo de Jesús marca el hito decisivo en Su vida. Ahora dela la carpintería para
asumir las responsabilidades de Su ministerio terrenal. Sin embargo, Jesús debe pasar
primero por la prueba en el desierto antes que Su ministerio concreto pueda comenzar.
Examinaremos en el próximo capítulo ese episodio.

Libro: La Gloria de Dios


Autor: R. C. Sproul
Editorial: Unilit
Año: 1991
Capítulo: Cuatro
Pág. 49-56
Compilación: Pastor César Mermejo
Transcripción: Norma de Rodríguez
Fecha: Enero 2017

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