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Pedro Castillo: entre la

utopía populista y el
desgobierno
• ALEJANDRO G. MOTTA NICOLICCHIA

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• 08 ABRIL, 2022
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Duración lectura: 7m. 39s.

El presidente del Perú, Pedro Castillo, durante un mensaje a la nación, 4 abril


2022
(CC Presidencia de la República del Perú)

El ideólogo marxista Antonio Gramsci afirmó que una crisis se


da cuando algo viejo está muriendo y no termina de morir y al
mismo tiempo algo nuevo está naciendo y no termina de nacer.
En el contexto peruano cabría preguntarse si el presidente de
la República, Pedro Castillo, representa lo viejo o lo nuevo.

¿El primer mandatario peruano es un ejemplo más de la fragilidad


en las instituciones políticas peruanas arrastrada desde hace años?
O, por el contrario, ¿Castillo representa una nueva cara que podría
terminar por desplumar al viejo régimen y arrasar con todas las
instituciones? El país inca vuelve a mostrar los pesares de una
grave enfermedad, bastante contagiosa por cierto, llamada
“inestabilidad institucional”; sus síntomas más frecuentes son la
incertidumbre política, la social y finalmente la económica.

Comencemos por la política. En los últimos seis años, el país ha


tenido cinco presidentes. Y de los últimos nueve previos al actual,
ocho han sido acusados de corrupción y algunos están presos,
otros prófugos y uno de ellos, Alán García, se suicidó en abril de
2019 minutos después de recibir a la policía que lo buscaba para
arrestarlo. En este contexto, Castillo ganó la elección de manera
muy ajustada, en segunda vuelta el 6 de junio de 2021 y frente a
Keiko Fujimori, hija del expresidente autócrata Alberto Fujimori, y
que hoy sigue polarizando a la sociedad peruana.

En menos de un año han pasado por el gobierno


de Castillo 50 ministros, que han durado en sus
cargos una media de 3 meses y 27 días
El voto a favor de Castillo fue en gran medida un rechazo al
fujimorismo y una oportunidad para este outsider; maestro de
escuela y dirigente magisterial. Sin embargo, y quizás con menor
importancia para los peruanos, pero siendo un asunto fundamental
para comprender el fenómeno, Castillo es hijo político del grupo
terrorista ya extinto Sendero Luminoso, conocido por sus vínculos
con el narcotráfico y su parentesco con las guerrillas marxistas de
otro país andino, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN)
también colombiano. Bajo esa inspiración todo parece indicar que
el presidente y su equipo de ideólogos han conquistado el poder
democráticamente para justamente socavar la democracia; una
paradoja escandalosa pero finalmente astuta en lo que respecta a
sus pretensiones.

La legitimidad cuestionada de Castillo

El Perú vive días tensos. Protestas ciudadanas en todo el país y


toques de queda improvisados desde el gobierno enmarcan la
coyuntura actual. En este sentido, Castillo vive su peor crisis desde
que llegó al poder, hace menos de un año. Su falta de legitimidad
se refleja en la alta rotación de sus ministros: por ejemplo, hasta el
mes de febrero y apenas con seis meses en el poder se habían
cambiado 29 ministros y hasta el mes de marzo se habían
nombrado 50 ministros. La alta rotación arroja un promedio de
duración por ministro de apenas 3 meses y 27 días.

Esto habla de una carencia de liderazgo, por un lado, y una falta de


visión de país, por el otro. En otras palabras, son pocos los que
están dispuestos a embarcarse en un gobierno que se asemeja
más a un “barco inmerso en una tormenta” y sin rumbo definido,
que a una administración que tiene claridad sobre el futuro cercano.
La discutida legitimidad resulta una consecuencia directa de la
improvisación.

En ese sentido, el actual gobierno también presenta síntomas de


impopularidad. Según una encuesta divulgada por el medio
impreso El Comercio, apenas el 26% de los peruanos aprueban la
gestión de Castillo y 66% la desaprueba. Con estos números
resulta difícil mantener la gobernanza, esto es, generar consensos
y finalmente un equilibrio entre la sociedad civil, los partidos de
oposición y el propio Congreso con el poder ejecutivo.

La oposición política demanda la renuncia del


presidente pero está dividida y no ofrece un
programa claro
Desde la misma campaña electoral, Castillo apostó a la
confrontación; en primer lugar, en contra de los políticos
tradicionales apelando a una polarización y a identificar enemigos
políticos, no adversarios. Igualmente, se enfrentó a los medios de
comunicación y a los empresarios. Hoy Castillo recoge la cosecha
de dicha siembra. Los medios le dan la espalda, la sociedad civil
cada vez confía menos en él y los partidos opositores en lugar de
plantearse un diálogo con el gobierno, parecen decididos a lograr
su sustitución; ya sea por la renuncia o por la destitución desde el
Congreso.

¿Y la oposición?

Los grupos antagónicos al gobierno de Castillo se encuentran


fragmentados y ejerciendo más un papel de “oposicionistas” que de
verdadera alternativa. En su comprensible indignación y ansias de
movilizarse, el liderazgo atomizado sigue clamando la renuncia de
Castillo y poniendo el foco en el caos; sin embargo, hay poca
evidencia de un discurso que muestre un Perú nuevo, con una
opción distinta alejada de lo común y de la eterna polarización. En
la exclamación confrontativa del “Castillo renuncia ya” hay una
evidente carencia de proponer una agenda hacia el futuro.

El peligro de ese enfoque reduccionista de la realidad le podría dar


oxígeno al gobierno para ir reubicándose mientras el liderazgo
opositor se pone de acuerdo y ve cómo capitaliza el descontento en
la calle. En este sentido, y dadas las circunstancias, el tiempo juega
en contra de la oposición y a favor del gobierno. En la dilatación
gana Castillo, en la premura gana la oposición.

Números de la economía

La agencia calificadora de riesgo Moody’s ha afirmado que ve


improbable que Castillo termine su mandato. La predicción golpea
las expectativas económicas del país. Por su parte, Standard &
Poor’s rebajó a BBB- su calificación crediticia con respecto a la
deuda del gobierno, segunda más baja, producto precisamente del
conflicto político; como es lógico, esto supone un duro golpe para la
inversión extranjera.

En este marco, vale recordar que el Perú fue una de las economías
más perjudicadas por la pandemia, registrando, por ejemplo, una
contracción del 11% durante el 2020. A pesar de una recuperación
económica (para enero de este año se registró un crecimiento
interanual de 2,86% con respecto al 2021), la estimación que hacen
las agencias calificadoras de riesgo no se fundamenta únicamente
en el conflicto político y social sino también en el hecho de que en
marzo de este año el país registró la inflación más alta de los
últimos 24 años. Los precios al consumidor se incrementaron en
6,82% con respecto a un año y el Banco Central de Reserva del
Perú elevó el pronóstico de la inflación para este año de 2,9% a
3,6%. Sin embargo, dichos números podrían quedarse cortos si la
crisis se prolonga, si el presidente no da un “golpe de timón” (cosa
que parece improbable) que genere algo de confianza en los
mercados internacionales y que estimule la inversión doméstica, es
decir, que no haya fuga de capital nacional.

Destrucción de la institucionalidad o transición

La utopía populista de Castillo tendrá dos resultados posibles y


finalmente antagónicos. El primero de ellos se da cuando el líder ha
ganado la batalla secuestrando la institucionalidad y procurando
que la cleptocracia consiga su espacio en el Palacio presidencial.
En este caso, la crisis le habría servido al presidente para “huir
hacia adelante”. El segundo escenario termina por ser lo contrario:
el fin de este gobierno y el inicio de una transición que procure unas
nuevas elecciones para elegir otro. En ambos escenarios, quien
tiene mayor capacidad de maniobra es el primer mandatario. Quien
ostenta el poder se asegura un margen de acción que podría
bastarle para fortalecerse y salir airoso, o bien, permitir una
transición renunciando a su cargo pero bajo unos términos de
negociación que le asegure su propia libertad.
En este contexto, habría que ver lo que ocurra en los próximos días
y finalmente quién ganará esta contienda, si el presidente
dinamitando cualquier vestigio de insurrección tanto en los círculos
de poder como en la gente, o bien, una ciudadanía que movilizada
en la calle, sirviendo de instrumento de presión, termine por romper
el dique y logre que un presidente que ya es retratado como
ilegitimo por muchos comience a formar parte de la lista de aquellos
que fueron sustituidos a la brevedad y ya se cuentan como
expresidentes del Perú.

Alejandro G. Motta Nicolicchia


Director de la consultora Thinko Consulting
@mottafocus

Ketanji Brown Jackson:


la apuesta de Biden
para el Supremo
• JUAN MESEGUER

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• 05 ABRIL, 2022
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Duración lectura: 8m. 21s.
Ketanji Brown Jackson. CC: H2rty

(Actualizado el 7-04-2022)

El proceso de confirmación de la magistrada Ketanji Brown


Jackson, la candidata propuesta por Joe Biden para el Tribunal
Supremo de Estados Unidos, ha vuelto a poner de manifiesto
algunos de los principales temas de disputa entre
republicanos y demócratas en estos momentos.

Jackson, casada y madre de dos hijos, conoce el sistema judicial


desde distintos ángulos. Se formó como asistente de tres jueces,
incluido el magistrado del Supremo Stephen Breyer, quien se jubila
a los 83 años y cuya vacante cubrirá ella. Después trabajó en
varios despachos de abogados y ejerció como abogada de oficio
federal. Ha sido vicepresidenta de la Comisión de Sentencias, y ha
ejercido nueve años como jueza federal en Washington DC: desde
2013, en el tribunal de distrito; y desde 2021, en el de apelaciones.

En un momento en que se discute si hay o no racismo sistémico en


el país, los medios de diversas tendencias no han dejado de
destacar que Jackson será la primera mujer negra en el Supremo.
La votación en el pleno del Senado podría celebrarse esta semana
y, previsiblemente, tendrá una mayoría similar a la que obtuvo en
2020 la candidata de Trump, Amy Coney Barrett, otra mujer que
hizo historia (la primera madre de siete hijos en el alto tribunal). La
diferencia es que a Barrett no la votó ningún senador demócrata, y
a Jackson se espera que la apoyen tres republicanos. [*]

Dos tipos de escrutinio

Al igual que los últimos candidatos del Supremo, Jackson ha tenido


que hacer frente a dos tipos de escrutinio. El primero, relativo a su
filosofía judicial. ¿Interpretará la Constitución y sus enmiendas
conforme al significado público que tenían las palabras en el
momento en que fueron promulgadas, como propugna el
originalismo? ¿O entenderá que los jueces del Supremo pueden
adaptar esas normas al cambio social, sin necesidad de pasar
antes por el Congreso, como quiere el constitucionalismo vivo? No
son las únicas doctrinas posibles, pero sí las más extendidas.

El segundo escrutinio se refiere a su imparcialidad: en teoría, no se


discute si Jackson tiene convicciones políticas, filosóficas, morales
o religiosas –hay que suponer que sí, como todo el mundo–, sino si
está capacitada para interpretar y aplicar la Constitución, sus
enmiendas y las leyes federales al margen de sus preferencias
personales.

La Constitución y otros factores

Actualmente, el originalismo es la posición que defiende


el establishment judicial conservador, del que saca sus candidatos
el presidente republicano. Y al revés: hay una sintonía clara entre el
constitucionalismo vivo y la izquierda. Esto explica por qué las
vacantes al Supremo no son ajenas a la política.

¿A qué doctrina judicial se apunta Jackson? No está claro. Suele


decir que, más que una filosofía, ella tiene una “metodología”.
Durante las audiencias de confirmación ante el Comité de Asuntos
Judiciales del Senado, Jackson fue muy cauta con sus palabras,
como es habitual en este tipo de procesos. Por un lado, se
distanció del constitucionalismo vivo, si por tal se entiende –dijo–
infundir a la Constitución los propios puntos de vista “o la
perspectiva política del momento”. Por otro, defendió la necesidad
de partir del “significado público original de las palabras” del texto
constitucional, si bien entiende que el trabajo de interpretación no
se detiene ahí. En el proceso de confirmación para un cargo
anterior, dijo que también hay que atender a otros factores: los
argumentos de las partes, los hechos del caso que tiene delante y
la ley aplicable.

¿Hasta qué punto mostró su visión? Lo interesante es que la


pregunta se la están haciendo también los medios de izquierdas,
que son los que la apoyan. Jeffrey Toobin, responsable de la
información judicial en CNN, afirma: “No está claro que la
aceptación del lenguaje conservador por parte de Jackson sea algo
más que retórica”. En Slate, Mark Joseph Stern, especializado en
periodismo de tribunales en Washington DC, opina: “Creo que su
retórica a favor del originalismo y el textualismo fue básicamente
sincera, pero también astuta y calculada. (…) La verdad es que,
hoy en día, todos los jueces se basan en el originalismo y el
textualismo a veces; la cuestión es cuándo y cómo aplican estas
teorías”.

Desde el punto de vista del equilibrio ideológico


del tribunal, en esta ocasión había menos en
juego
Prejuzgada por sus convicciones
¿Y qué hay de las coordenadas ideológicas de Jackson? Si a los
candidatos conservadores se les suele examinar sobre su postura
acerca del aborto, las relaciones Iglesia-Estado o la desregulación
empresarial, a la candidata de Biden se le ha escrutado
principalmente sobre tres asuntos que hoy están en la primera línea
del debate público estadounidense: la teoría crítica de la
raza (TCR), la noción de sexo biológico y la preocupación por la ley
y el orden.

Durante estos días, medios conservadores como Fox News y The


Federalist han llamado la atención sobre el hecho de que Jackson
forma parte de la junta directiva de un colegio privado que
promueve la TCR como herramienta para luchar contra el racismo y
otras formas de discriminación. También le han reprochado que en
una conferencia elogiara al Proyecto 1619, una iniciativa de
memoria histórica del New York Times que difunde la idea de que
la esclavitud y el racismo son pecados originales de la sociedad
estadounidense de los que esta debe redimirse.

Preguntada sobre la TCR en el Senado, Jackson fue rotunda:


“Nunca he estudiado la teoría crítica de la raza, y nunca la he
usado. No aparece en mi trabajo como jueza”.

Más evasiva fue cuando le preguntaron si podía dar una definición


de la palabra “mujer”. La candidata respondió: “No, no puedo. (…)
No soy bióloga”.

La respuesta no ha convencido a quienes le echan en cara que no


haya tenido inconveniente en recurrir a la palabra “mujer” en otros
casos, como cuando defendió en las audiencias ante el Senado la
necesidad de respetar los precedentes del Supremo en relación al
“derecho a interrumpir el embarazo de una mujer” (Roe vs.
Wade y Planned Parenthood vs. Casey).

Tanto los medios conservadores como los senadores republicanos


pueden argumentar que tienen un interés legítimo en saber cómo
aplicaría la ley la jueza Jackson en casos relacionados con estos
asuntos. Pero, al final, han caído en el mismo error que en su día
achacaron a los demócratas: prejuzgar a una candidata al Supremo
por sus convicciones e insinuar que una persona con sus ideas no
está capacitada para aplicar la ley con imparcialidad. La misma
sospecha recayó sobre Barrett, a quien los senadores demócratas
y los medios de izquierdas trataron de descalificar por su postura
contraria al aborto.

Cuestión distinta es el intenso examen que llevaron a cabo los


senadores republicanos sobre si Jackson había sido o no
demasiado blanda con los delincuentes con sentencia
condenatoria. Detectar un posible patrón en la aplicación de la ley
penal sí parece un asunto para las audiencias de confirmación en el
Senado. Pero también aquí habría que separar el debate sobre la
rebaja de las penas y el de la capacidad de ser imparcial.

Menos en juego

Desde el punto de vista del equilibrio ideológico del tribunal, en esta


ocasión había menos en juego. Jackson ocupará el asiento del juez
Breyer, uno de los hasta ahora tres magistrados considerados
“progresistas”.

A los otros seis magistrados del Supremo se les tiene por


“conservadores”. Pero, a la hora de la verdad, esta distinción
resulta artificial y puede dar sorpresas. Lo recuerda el profesor
Rafael Navarro-Valls en su reciente libro De la Casa Blanca a la
Santa Sede, con una cita del presidente Harry S. Truman, quien
llegó a designar a cuatro jueces del alto tribunal: “Es imposible
maniatar al Tribunal Supremo: yo lo he intentado y no lo he
logrado”.

En cualquier caso, la de Jackson no es una vacante tan decisiva


como sí lo fueron las tres que cubrieron los nominados por Trump:

— En 2020, Barrett sucedió a la “progresista” Ruth Bader Ginsburg,


con 52 votos a favor y 48 en contra.
— En 2018, Brett Kavanaugh reemplazó, con 50 votos contra 48, al
conocido como “juez péndulo” Anthony Kennedy en uno de los
procesos de confirmación más turbulentos que se recuerdan.

— Y en 2017, Neil Gorsuch (54-45) cubrió el puesto de Antonin


Scalia, un originalista de pura cepa. Los demócratas lo consideran
un “asiento robado”, pues cuando falleció Scalia, nueve meses
antes de las elecciones presidenciales de 2016, le tocaba a Barack
Obama proponer un candidato. Pero los republicanos se negaron a
abrir el proceso de confirmación, alegando que no procedía hacerlo
en un año electoral. Entonces ganó Trump y, meses después,
nominó a Gorsuch.

Con este contexto en mente, se entiende por qué ambos partidos


están en modo combate. Aunque en el pasado también hubo
procesos de confirmación muy reñidos –Robert Bork no pasó el
corte; Clarence Thomas, por los pelos (52-48)–, la falta de
consenso en torno a los últimos candidatos contrasta con el amplio
apoyo bipartidista que obtuvieron los jueces que han ido dejando el
tribunal estos años, por muerte o por jubilación: Scalia (98-0),
Kennedy (97-0), Ginzburg (96-3), Breyer (87-9)…

__________________

[*] Actualizado el 7-04-2022:

Finalmente, la votación final en el pleno del Senado se ha


celebrado el 7 de abril. Jackson ha sido confirmada como nueva
jueza del Tribunal Supremo con 53 votos a favor y 47 en contra.
Según lo esperado, la han apoyado los 50 senadores demócratas y
tres republicanos: Susan Collins, Mitt Romney y Lisa Murkowski.
El resurgir de la
sobriedad
• HELENA FARRÉ VALLEJO

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• 04 ABRIL, 2022
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Duración lectura: 6m. 55s.

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La invasión de Ucrania por parte de Rusia, que ha hecho subir
aún más el precio del gas natural –cuyo principal proveedor
europeo es el país invasor–, predice una realidad: se avecinan
vacas flacas y va a tocar ajustarse el cinturón. Algunos, sin
embargo, ven en esta situación también una oportunidad para
implementar medidas atrasadas y necesarias, en un intento
por ganarle el pulso al cambio climático y retornar a los
valores “tradicionales” de sobriedad y austeridad. La cuestión
es a quién se puede o se debe pedir este cambio.

En su comparecencia el 9 de marzo en el Parlamento Europeo,


Josep Borell, alto representante de la Unión Europea para Política
Exterior, fue contundente en su aviso: se avecina una época difícil.
“Reduzcan el gas en sus casas, disminuyan la dependencia de
quien ataca a Ucrania y comprometámonos más en una defensa
colectiva”. Por ejemplo, bajando la calefacción. Este consejo tuvo
sus detractores, pero también sus partidarios, que vieron en estas
palabras –¡por fin!– una pequeña luz al final del túnel. Ya en la
prensa francesa se habla de una nueva tendencia –necesidad–
social: la de la sobriété.

“Ha llegado el momento de la sobriedad”, afirma la socióloga


Dominique Méda en Le Monde. Es hora de “construir finalmente
una Europa fuerte: democrática, autónoma y sobria”. Esta
sobriedad –principalmente energética– defendida por Méda pero
también por otros sociólogos, ecologistas y estudiosos de la
materia, plantea la vuelta al concepto de la “economía de la
escasez”, como una forma de prescindir de lo superfluo: en la
actualidad, para hacer frente a la carga que va a suponer esta
guerra en la economía de los hogares; en un futuro, para poner
freno al consumismo, ralentizar nuestros estilos de vida y hacer
frente a un cambio climático acelerado.

El concepto de sobriedad –moderación, austeridad, frugalidad– no


es un término ni remotamente novedoso. Más bien, todo lo
contrario: se trata de una idea que se encuentra en la base de las
principales tradiciones filosóficas y religiosas a lo largo de la
historia. Pero a partir del siglo XVII, con el desarrollo de la ciencia y
la tecnología, con los descubrimientos geográficos y el
alumbramiento de nuevos ideales, se inició un periodo de
crecimiento y abundancia que llega hasta nuestros días.

Reinventando la rueda
En los últimos años, sin embargo, una nueva corriente de
minimalismo y austeridad parece haber descubierto el secreto de la
buena vida, convirtiendo una sobriedad cuasi monacal en algo chic.
Reducir los viajes, favorecer las compras locales, invertir en
artículos de segunda mano, decorar un salón con tres muebles.
Documentales como Minimalismo: las cosas importantes (2016)
o Minimalists: Less is now (2021), ambos visibles en
Netflix, favorecen una visión cool de resistencia austera en medio
de una sociedad sumida en el consumismo; un movimiento que
parece en su mayoría motivado, sin embargo, más por un beneficio
personal que por un beneficio comunitario: si consumes menos, te
sentirás mejor; si tienes menos, vivirás feliz.

Parece ser que los grupos más privilegiados son


los dados a elegir esta sobriedad “virtuosa”
Como bien apunta Jean Baudrillard, filósofo y sociólogo francés,
en La Société de consommation, “el consumo se ha convertido en
la moralidad de nuestro mundo”. Porque el acto de consumir no es
solo económico, también es un marcador social que valida la
pertenencia de un individuo a un grupo. Y lo mismo se aplica al
consumir que a la elección de no consumir. Parece ser que los
grupos más privilegiados son los dados a elegir esta sobriedad
“virtuosa”, que suscita una revalorización de lo sencillo, de lo
armonioso y lento, en contraposición a la apabullante oferta y
demanda de nuestra época. Pero más allá de esta nueva corriente
filosófica y estética que promueve el minimalismo, la sobriedad que
se plantea, que se necesita en la actualidad, tiene a la comunidad y
no al individuo como eje. Es decir, pensar en la justicia social, en el
bien común, en un futuro digno por y para todos.

Tal y como comenta a Le Monde Bruno Villalba, profesor de


ciencias políticas en AgroParisTech, la actitud individual no es
suficiente. La sobriedad solo tiene sentido si cuenta con el apoyo
de la comunidad. Es decir, de las políticas que rigen la comunidad.
Pero la primera dificultad que se plantea en el establecimiento de
estas políticas es la definición del término en sí, un tanto
escurridizo. ¿Cómo distinguir entre necesidades básicas y aquello
de lo que podemos prescindir, cuando esta distinción tiende a ser
cultural y evoluciona con el desarrollo de la sociedad? Y, sobre
todo, ¿cómo se define el acceso equitativo a la energía y a los
bienes cuando buena parte de la población ya vive una sobriedad
forzada?

“Sufrida” y “elegida”

Existe una diferencia entre la sobriedad “sufrida”, ligada a la


precariedad económica, y la sobriedad “elegida”, presente en las
clases acomodadas y ligada a un virtuosismo moral o preocupación
social. En contraposición al minimalismo, sin reivindicarlo ni
utilizarlo como vector de identidad, los sectores de la población con
menor poder adquisitivo siempre han adoptado prácticas austeras,
frente al consumismo al que se aspiraba en el pasado (y que no se
podían permitir): reparar en vez de comprar, usar la bicicleta y no el
automóvil, compartir, no encender la calefacción.

Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, se convirtió en


tendencia en las redes sociales a mediados de marzo cuando
anunció que había bajado la temperatura de su termostato a 17
grados para ayudar a Ucrania. “Son pequeñas cosas que los
consumidores podemos hacer”, añadió. Entre las numerosas
críticas que siguieron a este anuncio, una de las más repetidas fue
la pregunta irónica de qué les recomendaría que hiciesen a las
familias que no se pueden permitir encender la calefacción, porque
el precio del gas es prohibitivo. Aunque este escarceo sea propio
de las plataformas digitales, hay una cuestión de fondo que deja a
la vista esta polémica y que es central a la hora de proponer
cualquier medida: ¿qué renuncia adicional se le puede exigir a una
población que, en gran medida, ya vive una austeridad “sufrida”?

La desigualdad, un factor vital


En España, el 11% de los hogares –más de 5 millones de
personas– no se pueden permitir mantener sus casas a una
temperatura adecuada, expone un estudio de la Asociación de
Ciencias Ambientales (ACA). En Gran Bretaña, según el think
tank Resolution Foundation, para el 10% más pobre de los hogares,
que en proporción gastan en alimentación y energía el doble que el
10% más rico, el aumento en el coste de vida será del 10%, muy
por encima de la inflación general (6,2%). Además, según una
encuesta reciente realizada por la organización benéfica
StepChange, el 31% de los británicos tendrá dificultades para
comprar artículos esenciales en el próximo año.

La sobriedad debe llevar a la construcción de un


nuevo equilibrio a nivel de sociedad
“Las medidas de sobriedad deben diseñarse teniendo en cuenta las
desigualdades. Imponer políticas de ahorro energético a categorías
sociales que ya se encuentran en una situación de obligada
sobriedad en términos de movilidad, consumo o energía no es
sostenible”, comenta Villalba. Y es precisamente a esto, la
sostenibilidad en el tiempo, a lo que aspira el movimiento en favor
de la austeridad, no entendida como una etapa pasajera, sino como
un cambio permanente en el estilo de vida actual. Es decir, debe
tratarse de la construcción de un nuevo equilibrio a nivel de
sociedad –respetando las circunstancias y las posibilidades
individuales–, que aparte del imaginario común la idea de que la
libertad y la autorrealización se obtienen únicamente a través de la
satisfacción de los propios deseos.

Helena Farré Vallejo


@hfarrevallejo
Trabajar sin
distracciones, clave
para el éxito
• JOSEMARÍA CARABANTE

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• 07 ABRIL, 2022
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Duración lectura: 6m. 44s.

Lo sabemos: las empresas tecnológicas se rifan nuestra


atención, como lo hace la industria del entretenimiento, las
compañías de publicidad, las aplicaciones, los medios, hasta
los influencers.
Somos carne de clic. Es como si, bajo el capitalismo digital, todo
estuviera dirigido a alterar nuestro ecosistema cognitivo y la
atención se hubiera convertido en el nuevo oro.

Nos sabotean la concentración con el mismo empeño con que se


buscaban pepitas en el légamo. Miren el móvil o el ordenador: lleno
de notificaciones que, en casa, nos recuerdan lo que abandonamos
sin atender en la bandeja de entrada del despacho y cuando
estamos en la oficina nos avisan de las tareas domésticas
pospuestas.

Yonquis de la atención

Dicen que hay una epidemia de cortisol y que cada vez


encontramos más dificultades para desconectar o para separar el
trabajo de la vida familiar, lo que ha dado lugar a un subgénero
dentro del campo de la autoayuda. “Gestión del tiempo” o
“productividad” lo llaman. En él, como en la literatura dedicada a la
salud, hay de todo: desde “recetas milagrosas” hasta aplicaciones
para jerarquizar las tareas y consejos más contrastados que
funcionan.

Lo dramático no es que el estrés nos aturda desde primera hora de


la mañana o que miremos el móvil para atender las prioridades del
jefe al poco de desperezarnos. Nos disgusta sobre todo comprobar
que nuestro sueño vocacional ha quedado anegado por el agua
que empleamos en apagar fuegos durante la jornada laboral. El
problema, según explica Cal Newport en Céntrate es que la
sociedad del conocimiento premia a quienes piensan, son creativos
o resuelven problemas. En fin, a todos aquellos que tienen un buen
desempeño intelectual, para lo cual se requiere concentración,
tiempo, soledad. Esfuerzo. Y de eso andamos escasos.

Paradójicamente, la sociedad y el sistema


económico actual erosionan nuestra capacidad
de concentración, que es el principal recurso en
el que se sustenta nuestra civilización del
conocimiento
¿Cómo hacer, en este contexto de disipación cognitiva y
desmotivación, un trabajo serio, trascendente, que deje huella?
Newport, que es de los que apuestan por la profundidad existencial
y recuperar el sentido artesanal del trabajo, se ha convertido en una
autoridad. Y sin necesidad de promocionarse en Twitter. En este
sentido, es una rara avis: vive lo que predica y está convencido de
que la mejor carta de presentación no es postear, sino realizar
contribuciones admirables.

Dicho de otro modo: Newport no es una marca vacía, ni un


“vendehúmos”, un espécimen, por cierto, que abunda entre quienes
se dedican a comerciar con los anhelos de éxito de muchos
incautos. Tiene un mensaje importante que transmitir y es
consciente de que lo que dice no sigue al mainstream y de que
exige demasiado de los lectores. Pero no está ahí para regalar sus
oídos.

Un recurso escaso

Newport no tiene redes sociales; gestiona el correo electrónico en


tiempos muy concretos del día, con la escrupulosidad de un
guardavías; contabiliza las horas que dedica a pensar y
habitualmente no trabaja más allá de las cinco o seis de la tarde. A
pesar de que no mira el móvil como un poseso y se complace en
hacer algo tan humano como prometedor como es aburrirse, su
currículum es envidiable.

Sus ensayos son fruto de una reflexión personal. Hazlo tan bien
que no puedan ignorarte critica el consejo pueril de muchos padres
y gurús a los adolescentes que afrontan la dramática tarea de elegir
su rumbo profesional: sigue tu pasión. Para Newport, la
recomendación es perniciosa porque no recuerda lo que precisa el
joven para descubrir su vocación y crecer: el valor del esfuerzo y la
tenacidad.

Céntrate, que ve ahora la luz en castellano, es una joya. La tesis es


sencilla: paradójicamente, la sociedad y el sistema económico
actual erosionan nuestra capacidad de concentración, que es el
principal recurso en el que se sustenta nuestra civilización del
conocimiento. Reuniones, mails, clientes, servicios de mensajería
instantánea, ambientes laborales tóxicos… todos ellos son
fenómenos que fatigan, desincentivan el “trabajo profundo”, de
calidad, el que marca la diferencia y es, además de rentable,
satisfactorio personalmente.

En efecto, “las grandes tendencias en el mundo actual de los


negocios disminuyen nuestra capacidad para llevar a cabo un
trabajo a fondo”. Eso significa que quienes sepan llevarlo a cabo –
quienes, en definitiva, adquieran competencias que les habitúen a
esforzarse, concentrarse, aprender y ser creativos– serán
profesionales mucho más valiosos y las compañías se pelearán por
obtener sus servicios.

Trabajo profundo vs. trabajo superficial

Con solo echar un vistazo a los libros que cita o a los consejos que
da Newport uno se puede hacer una idea de por dónde dirige sus
reflexiones. Habla de Sertillanges, un dominico de estricta
observancia tomista, que explicaba en un libro delicioso –La vida
intelectual– los principios y condiciones del trabajo espiritual.
Siguiendo al escolástico, Newport cree que disciplinarse en el
silencio, la memorización o reservar momentos para reflexionar
puede ser el revulsivo que necesita el hombre de hoy para realizar
un trabajo de calidad.

Newport cree que disciplinarse en el silencio, la


memorización o reservar momentos para
reflexionar puede ser el revulsivo que necesita el
hombre de hoy para realizar un trabajo de
calidad
Pero ¿qué se entiende por trabajo profundo? La mayor parte de
nuestra jornada laboral nos la pasamos enfrascados en resolver
tareas intelectualmente poco exigentes, con escasa estimulación
cognitiva, que ejecutamos en medio de distracciones. Se trata de
actividades que no crean valor –en muchos casos, pueden ser
automatizadas, lo que significa que nuestro puesto, por muy duro
que suene, es prescindible– y son fáciles de replicar.

A diferencia de ellas, el trabajo profundo se refiere a “actividades


profesionales que se llevan a cabo en un estado de concentración
desprovisto de distracciones, de tal manera que las capacidades
cognitivas llegan a su límite”. Se trata de un trabajo que crea valor,
mejora nuestras aptitudes y hace posible la innovación.

A pesar de que el trabajo profundo es rentable, valioso y dispensa,


como muestra Cal Newport, muchos beneficios tanto desde un
punto de vista neurológico como psicológico –es mucho más
satisfactorio en términos existenciales y contribuye a incrementar la
autoestima y nuestras habilidades–, a día de hoy parece que todo
se confabula para torpedear su ejecución. De ahí que, en la
segunda parte de su sugerente ensayo, Newport ofrezca criterios
para hacerlo posible en un contexto tan despistado como el
nuestro.

Eliminar lo superficial

Para Newport, decidirse por el trabajo profundo exige un


compromiso personal y mucha, mucha, dedicación y perseverancia.
Dicho de otro modo: hay que plantearse un cambio de vida radical.
Requiere, por ejemplo, encontrar un ritmo personal, reservando
periodos del año, franjas semanales o diarias para realizar esas
tareas que marcan la diferencia en términos cualitativos.
Afortunadamente, el ensayo no se queda en abstracciones. Eso es
lo que hace tan aconsejable y sí, también profundo. Aconseja tener
un ritual concreto que sirva para “cambiar el chip”, llevándonos del
día a día superficial, frenético y trivial a esos momentos de atención
plena. Apuesta por una vida de ascesis, en la que mantengamos la
dopamina a raya: menos Netflix y menos Twitter, más lectura, más
paseos. Más meditación.

“Si estás dispuesto a dejar de lado la comodidad y el temor, para


esforzarte y desplegar al máximo las capacidades de tu mente,
descubrirás, tal como lo han hecho otros antes, que la profundidad
propicia una vida rica en productividad y sentido”. Es todo un reto el
que tenemos por delante, pero es apasionante el camino porque
adentrarse en él –esforzarse en la obra bien hecha– depara un
gozo inigualable.

Bélgica: veinte años de


eutanasia “perfecta”
• LUIS LUQUE

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• 07 ABRIL, 2022
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Duración lectura: 6m. 28s.


En 2022 se cumplen dos décadas de la aprobación de la
eutanasia en Bélgica. Cuando en 1999 los democristianos
quedaron fuera del gobierno y fueron sustituidos por una
coalición de socialistas, liberales y verdes, estos pusieron el
foco reformador en ciertas cuestiones bioéticas y, en 2002,
sacaron a escena la eutanasia.

En este tiempo han muerto por esa vía más de 24.000 personas –
se estima que los eutanasiados son el 2% de todos los que mueren
cada año–. El procedimiento pasa por inyectarle en vena al
solicitante una mezcla de tiopental sódico y un neuroparalizante
muscular (o morfina y el neuroparalizante), o darle a beber
barbitúricos.

Pero para llegar a ese momento, la persona solicitante debe reunir


varios requisitos, entre ellos, ser mentalmente competente, estar
padeciendo una enfermedad física incurable o, en el caso de una
enfermedad mental, haber agotado todas las opciones de
tratamiento. También se valora si, a consecuencia de estos males,
el interesado está experimentando un sufrimiento insoportable,
tanto en lo físico como en lo psicológico, sin esperanza de mejoría.

A quien está en esta condición, la ley lo faculta para solicitar la


eutanasia, algo que debe hacer dos veces por escrito. El médico
evalúa entonces si hay posibilidades de mejoría, y consulta el caso
con un experto en cuidados paliativos y en eutanasia, cuya opinión,
en último término, es solo eso: opinión, pues no tiene capacidad
decisoria. Si finalmente el médico tratante decide que la eutanasia
es procedente, se espera un mes entre la segunda solicitud y el
momento de administrar la inyección o la bebida letal.

A la distancia de los años, varios de los que militaron activamente


en su momento para que esto fuera una realidad entienden que ha
valido la pena. La Dra. Dominque Bron, oncóloga, participó en la
redacción de la ley. “Tomó seis años escribirla. Luchamos con cada
palabra, cada coma” –dijo en 2021 a la revista The Bulletin. “La ley
es realmente excelente desde un punto de vista práctico. (…)
Podemos estar seguros de que hay muchas opciones para los
pacientes, desde los que están próximos a morir hasta los que
tienen problemas neurológicos. Para mí, es simplemente perfecta”.

Aunque quizás conviene evitar los absolutos…

¿Eutanasias ilegales?

La ley “perfecta” no libra a la práctica de la eutanasia en Bélgica de


agujeros negros, entre ellos la posibilidad de obviar a la ligera
pasos del procedimiento, tal como sucedió con una joven, Tine
Nys, en 2010: entre las irregularidades denunciadas por la familia,
está que la Comisión Federal para el Control y la Evaluación de la
Eutanasia, encargada de este asunto a nivel nacional, no se tomó
el mes preceptivo para responder a la solicitud, sino que dio
un sí expedito.

Pero teóricamente no hay fallos. La propia Comisión publica


anualmente un informe estadístico, y en el de 2020 expresa que “en
los dos últimos años –en referencia a 2018-19– la aplicación de la
ley no ha dado lugar a dificultades o abusos importantes que
requieran iniciativas legislativas”.

La afirmación, sin embargo, choca con la realidad que, además de


las eutanasias declaradas oficialmente a la Comisión, “los estudios
científicos estiman que entre el 25 y el 35% de las eutanasias no se
declaran (y por tanto son ilegales)”, escribe el abogado e
investigador Léopold Vanbellingen, del Instituto Europeo de
Bioética.

En 2021 se aplicó la eutanasia a 24 pacientes


psiquiátricos y a 26 que presentaban trastornos
cognitivos
Si se consideran las cifras del último informe, correspondientes a
2021, se observa que ese año se realizaron 2.699. De validar la
tesis de Vanbellingen, el número real estaría en torno a las 4.150.

Los informes de la Comisión, de 2018 hasta la fecha, muestran un


alza en las eutanasias declaradas, con un leve descenso en 2020,
el año de la pandemia: en 2018 se tuvo noticia de 2.359; en 2019,
de 2.656; en 2020 bajaron a 2.044, y la flecha volvió a apuntar
hacia arriba el pasado año.

Hay varios datos de interés, como el de los padecimientos más


comunes en los solicitantes, con los tumores cancerígenos en
primer lugar, seguidos de las polipatologías (62,8% y 17,2%
respectivamente, en el informe de 2021).

También está el de las eutanasias de pacientes psiquiátricos (24) y


con trastornos cognitivos (26), una condición que debería hacer
dudar de la capacidad de decisión de estas personas. En ninguno
de estos casos el número llegó a la treintena en el período 2018-
2021. En el primer grupo, el informe subraya que “todos los
pacientes tenían (…) un historial de tratamiento de varios años, lo
que originó la solicitud de eutanasia. Todos fueron considerados
por los médicos informantes como no aptos para ser tratados”, con
lo que, al parecer, la única “salida” con que cuenta la ciencia
psiquiátrica belga para estos pacientes es la muerte.

Eutanasia para menores

Otros números se refieren al porcentaje de aquellos eutanasiados


que contaban con una declaración anticipada de su deseo de morir,
llegado el momento en que no pudieran expresarlo ellos mismos.
Fueron muy pocos: apenas 22 (el 1%) en 2018 y 17 (0,6%) en
2021. Si se conoce que la inmensa mayoría (más del 80%) de los
que ven aprobada su solicitud reciben un diagnóstico de muerte
próxima, parece que quieren ahorrarse un sufrimiento relativamente
breve que podría evitarse con cuidados paliativos.

Un último detalle de interés es cómo se ha comportado la eutanasia


de menores de 18 años, legal desde 2014, sin edad mínima, y
siempre que el niño o adolescente sea “capaz de discernir” a lo que
se enfrenta.

La posibilidad de que un menor pueda decidir que le quiten la vida,


contrasta con la dificultad –patente en el momento en que se
aprobó la ley– de tributar cuidados paliativos de calidad a los más
jóvenes. Una investigación de la Doctora en Enfermería Pediátrica
Marie Friedel comprobó entre 2010 y 2014 la situación de esos
cuidados en la región de Bruselas, donde más de 22.700 menores
tenían un diagnóstico de condición crónica compleja (CCC).

“Al comparar los registros –afirma– hallamos que, de los 22.533


niños y adolescentes admitidos en los hospitales, solo 384 (el
1,7%) habían sido remitidos a cuidados paliativos. Conclusión: en
Bélgica hay demasiado pocas remisiones de menores de edad con
CCC a unos equipos de cuidados paliativos que les aseguren
tratamiento continuo”.
Muestra de que la urgencia está en esto último y no en facilitarles a
los menores quitarse la vida, es que en 2019 solo se le aplicó la
eutanasia a uno, y en el resto de los años mencionados, a ninguno.
Cabe preguntarse, pues, qué “necesidad” justificaba quitar
cualquier listón de edad.

Más flamencos, más mujeres, más ancianos


Las estadísticas muestran que, en el período 2018-2021, se realizaron en Bélgica más eutanasias a mujeres que a
hombres. En total, 5.196 frente a 4.961. Las franjas de edad más representadas son la de 70 a 79 años, con 746
casos (27,6%), y la de 80 a 89 años, con 791 (29,3%).

Asimismo, a nivel de regiones, el número de casos en Flandes (de habla neerlandesa) superó al de Valonia
(francófona) por 2.006 a 693. La posible explicación de esto último la ofrece el Dr. Wim Distelmans, uno de los
principales apoyos de la ley de 2002, quien opina que los médicos de habla francesa hacen muchas más
sedaciones paliativas, con lo que la muerte viene como efecto no deseado del tratamiento. “Debido a que el
paciente no ha dado permiso específicamente, no es eutanasia”, señala.

Jornada escolar
continua o partida: los
argumentos del debate
• FERNANDO RODRÍGUEZ-BORLADO

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• 06 ABRIL, 2022
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Duración lectura: 9m. 38s.


Para reducir el riesgo de contagios durante las épocas de
mayor incidencia del covid, muchos colegios decidieron
cambiar su jornada escolar del modelo partido al continuo o
intensivo. Sin embargo, en un buen número de ellos estos
cambios coyunturales se han convertido en estables. Así, se
ha vuelto a abrir el debate sobre la mejor organización del
tiempo en la escuela; una discusión en la que frecuentemente
ha faltado rigor y ha sobrado corporativismo.

Las sucesivas leyes de educación españolas han considerado la


jornada partida (con una pausa para comer y clases por la tarde)
como el modelo por defecto. De ahí que, si un centro quiere
cambiar a la continua, se exija el cumplimiento de un protocolo que
asegure el apoyo del conjunto de esa comunidad escolar,
incluyendo directivos, profesores y padres.

De recurso coyuntural a opción por defecto


Históricamente, los primeros movimientos en favor de la jornada
continua –en los años 70 y 80 del siglo pasado– fueron motivados
por problemas derivados de circunstancias locales. En las Islas
Canarias, pioneras en esta demanda, se adujo la necesidad de
dividir a los alumnos en dos turnos, uno de mañana y otro de tarde,
porque no había aulas suficientes para atender a todos a la vez.
Otras veces se ha argumentado que en algunas ciudades del sur
hace demasiado calor durante las horas de la tarde.

A comienzos de los 90, el modelo ya era mayoritario en los


institutos de Secundaria de casi todas las comunidades. En cambio,
en los centros de Infantil y Primaria ha habido bastante mayor
resistencia, aunque la jornada continua no ha dejado de crecer
lentamente en las últimas tres décadas. Actualmente se aprecian
dos bloques territoriales: hay algunas comunidades donde está
instaurada en más del 80% de los centros (sobre todo en el sur y
las regiones insulares) y otras en las que no llega al 20% (centro y
norte peninsular). Solo en La Rioja, Castilla León y Galicia los
porcentajes entre un modelo y otro son más parejos.

Rendimiento académico, vida familiar… y algo más

Más allá de las circunstancias puntuales que originaron los


primeros cambios de horario, hoy en día tanto los partidarios de un
tipo de jornada como los de la otra defienden que su opción es la
que más beneficia al rendimiento académico del alumno, a su
bienestar psicológico y social, y a la conciliación familiar. Además,
entre los argumentos a favor de la jornada continua se encuentran
también algunas reivindicaciones laborales de los profesores;
reivindicaciones que, desde el otro lado, se ven como la verdadera
causa del movimiento a favor del horario continuo. Se trataría,
según esta interpretación, de disfrazar con motivaciones educativas
la pretensión de acortar la jornada de trabajo para asimilarla a la de
otros funcionarios.
Hay disputa sobre qué horario favorece el
rendimiento académico, aunque la investigación
apunta más a la jornada partida
Sin embargo, los partidarios de la jornada continua defienden que
los estudiantes aprovechan más en el tiempo de clase con este
horario, ya que durante las horas de la tarde están cansados,
nerviosos, y la capacidad de atención disminuye notablemente.
Aunque reconocen que el último bloque de la mañana tampoco es
igual de productivo que los anteriores, la pérdida es menor que
cuando se hace una pausa para comer. Por otro lado, acabar las
clases antes dejaría más tiempo para hacer los deberes, descansar
y desarrollar otro tipo de actividades, ya sea en el propio centro o
fuera de él.

También saldrían beneficiados los propios padres, puesto que en


teoría podrían pasar más tiempo con sus hijos (en los hogares
donde al menos uno de los cónyuges no trabaje a jornada
completa), y realizar menos viajes al colegio. Igualmente, los
profesores dispondrían de más tiempo para formarse
profesionalmente, preparar las clases o reunirse con las familias.

En cambio, quienes prefieren la jornada partida señalan que el


aprovechamiento de las clases es superior con este modelo. Para
ello acuden a distintos estudios que coinciden en señalar un mismo
patrón en la capacidad para atender, según el cual esta es baja
hasta las 9:30 o 10:00 de la mañana, sube después –con pico entre
las 12:00 y las 13:00– para descender de nuevo progresivamente y
volver a ascender a partir de las 15:30.

El aprovechamiento de las clases más tempranas sería


especialmente bajo en los adolescentes, cuyo peculiar ritmo
circadiano provoca que su ciclo del sueño se retrase. Esto
contrasta con el hecho de que en los centros de Secundaria la
opción por el horario continuo se ha convertido en casi obligada,
especialmente en la red pública.
Aunque la evidencia científica sobre la relación entre jornada
escolar y desempeño educativo no es concluyente, lo cierto es que
la mayoría de estudios muestran que los alumnos con jornada
partida obtienen mejores notas que los de continua
(ver aquí y aquí).

El argumento de la equidad

Más allá de lo puramente académico, los defensores del modelo


partido señalan que con esta organización se puede estructurar de
una manera más racional y equilibrada los momentos de descanso
(lo que reduciría el nerviosismo en las clases y fomentaría la
socialización), y se facilita que los alumnos realicen sus tareas en la
propia escuela, de modo que el tiempo en casa quede más libre y
se favorezca la vida familiar. Por otro lado, está comprobado que
con esta jornada aumenta la participación en las actividades
extraescolares y el comedor escolar.

El recurso al comedor y a las actividades


complementarias, que aumenta con la jornada
partida, beneficia especialmente a las familias
desaventajadas
Esto resulta especialmente importante para las familias con menos
recursos. Disponer de un comedor subvencionado por el Estado
asegura que sus hijos acceden a una buena alimentación –
suficiente, pero equilibrada– a un precio asequible. Además, si el
alumno se queda en el centro a mediodía, es más probable que se
apunte a las actividades extraescolares que si tiene que volver de
casa ex profeso después de comer, como demuestran las
estadísticas. El asunto es relevante porque participar en ellas
puede aportar un plus educativo que tiende a nivelar las
desventajas socioculturales entre familias.

Por otro lado, el horario partido facilita la organización de refuerzos


educativos durante las horas del mediodía y también las tutorías
presenciales con los profesores, que con la jornada continua suelen
irse del centro antes, cuando la mayoría de los padres aún está
trabajando.

Por todas estas razones, se puede decir que la jornada partida


tiene un mayor potencial igualitario que la continua. Así lo señalaba
un estudio que analizaba el rendimiento de algunos estudiantes de
la Comunidad de Madrid según su horario escolar y nivel de renta.

Una anomalía internacional

Aunque a veces se ha defendido la jornada continua con el


argumento de que es lo normal en los países vecinos, y
especialmente en los sistemas educativos más exitosos, lo cierto es
que se trata de una verdad a medias… o incluso menos.

Además de España, solo en Alemania –y más concretamente, en el


oeste del país– este es el horario más común. En el resto del
continente, y también en Estados Unidos y la inmensa mayoría de
Asia e Hispanoamérica, lo normal es que haya una pausa para
comer. La diferencia con España es que esta suele ser antes y de
menor duración: entre 40 minutos y una hora, con excepciones
como China o Francia, más parecidas al caso español.

En Finlandia, país al que los defensores de la jornada continua han


apuntado con frecuencia, el parón suele comenzar entre las 11:30 y
las 12:00, y las clases terminan en torno a las 15:00 o 15:30, casi a
la hora en que finalizarían en España con un horario intensivo. Algo
parecido ocurre en otros países nórdicos. No obstante, antes de
hacer comparaciones capciosas, hay que tener en cuenta que
algunas circunstancias que afectan directamente a la educación
son muy diferentes respecto al caso español. Por un lado, amanece
mucho antes, por lo que las primeras clases, aunque comienzan
temprano, se desarrollan ya con luz natural. Por otro, el desayuno
suele ser más fuerte, de modo que los alumnos llegan más activos.
Además, la jornada laboral en la mayoría de trabajos acaba antes,
por lo que los padres pueden pasar tiempo con sus hijos por la
tarde en casa, evitando el problema de los llamados “niños de la
llave”.

En general, se puede decir que la jornada partida es lo habitual en


la mayoría de los países europeos. Incluso en Alemania, la
excepción a la regla, ha habido un intenso debate sobre el tema
durante la última década, y el porcentaje de escuelas a tiempo
completo ha aumentado.

En España, los principales partidos políticos, a un lado y otro del


espectro ideológico, se han mostrado mayoritariamente a favor de
la jornada partida, aunque el rechazo de los principales sindicatos
corporativos y asociaciones de profesores ha llevado a algunos
partidos de izquierda a no plantear demasiada pelea.

Propuestas asumibles

En cualquier caso, como parece que los posicionamientos de fondo


no van a cambiar a corto plazo, sería interesante aprovechar el
debate para plantear otras propuestas que puedan encontrar un
mayor consenso.

Más allá del tipo de jornada, podría


aprovecharse el debate para pensar cómo
estructurar mejor las asignaturas dentro del
calendario
Por ejemplo, dotar de autonomía a los centros para diseñar los
bloques lectivos como crean más conveniente. En Estados Unidos,
cada vez más escuelas se han pasado al llamado Block Schedule.
Aunque existen distintas formas de aplicarlo, básicamente consiste
en que, en vez de seis periodos diarios de 50 minutos –cada uno
de una asignatura diferente–, el día se estructura en menos
bloques más largos. Algunas escuelas optan por una distribución
de días alternativos: un día se imparten cuatro asignaturas, y al
siguiente las otras cuatro; en otras, se divide el curso en trimestres
o cuatrimestres, con materias diferentes en cada uno.

Los partidarios destacan que esto permite profundizar más en los


contenidos y utilizar pedagogías más activas y prácticas, al tiempo
que evita la dispersión –y los problemas de disciplina– que supone
cambiar tanto de aula, con descansos tan cortos. No obstante,
también hay desventajas relacionadas con la discontinuidad en la
instrucción, sobre todo en materias como las matemáticas o los
idiomas.

Otra posible medida sería incentivar que las horas de clase de las
asignaturas más importantes, o las que requieran procesos
mentales más exigentes, se dispongan en los momentos álgidos de
la curva de atención.

En cualquier caso, sería muy positivo que en el debate sobre la


organización del tiempo en la escuela se adoptara una perspectiva
más amplia –en vez de focalizarlo en la disyuntiva entre jornada
partida o continua–, y sobre todo que se diera preponderancia a los
intereses de los estudiantes, aunque también se tengan en cuenta
las reivindicaciones razonables de padres y profesores.

Revertir un aborto
químico es posible: un
médico británico ya lo
hace
• LUIS LUQUE
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• 31 MARZO, 2022
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Duración lectura: 12m. 12s.

Dr. Dermot Kearney

Cuando a finales de febrero la ministra de Igualdad española,


Irene Montero, compareció en una comisión
parlamentaria solicitada por ella misma para explicar su
propuesta de reforma de la Ley del Aborto de 2010, disparó
contra todo lo que supusiera un obstáculo para abortar: la
objeción de conciencia del personal médico, la necesidad de
autorización paterna en el caso de las menores, los tres días
de reflexión que se dan a la gestante para que se lo piense…
“Obligamos por ley a todas las mujeres a reflexionar durante tres
días, como si sus decisiones no fuesen legítimas”, lamentó
Montero. Pero España no es una rara avis en su entorno respecto a
esta práctica. De los 27 países de la UE, 14 tienen esos días “de
gracia” –unos prevén tres; otros, hasta siete–. ¿Sirven de algo esos
períodos de reflexión o toda mujer que acude a una clínica abortista
lo tiene todo tan categóricamente claro que no hay que dejarle un
margen a la consideración?

Lo que ha constatado el cardiólogo Dermot Kearney, expresidente


de la Catholic Medical Association, del Reino Unido, es que no
siempre hay una claridad meridiana cuando alguien decide abortar.
De hecho, ha tratado a decenas de mujeres que, tras tomar uno de
los fármacos necesarios para provocarse un aborto en casa, se han
arrepentido y han acudido a él para que detenga el proceso. Y en
muchos casos ha funcionado.

El éxito obtenido en esto por él y una colega –la obstetra Eileen


Reilly– les ha valido una denuncia por parte del lobby abortista ante
el General Medical Council (GMC), organismo que regula el
ejercicio de la medicina en ese país, por emplear un fármaco “sin
licencia” para ese uso concreto. Pero los argumentos de los
denunciantes han terminado yéndose por el pozo de la
inconsistencia, y él sigue salvando vidas.

¿Cuántas ya? Mejor que él nos lo cuente.

72 horas cruciales

— Dr. Kearney, ¿en qué consiste el tratamiento de reversión del


aborto farmacológico? ¿Cómo funciona?

— Lo que hemos suministrado ha sido progesterona, la hormona


natural necesaria para mantener el embarazo. Los abortos
farmacológicos se realizan mediante la toma de dos fármacos en
dos fases: el primero es la mifepristona (RU486), un antagonista del
receptor de la progesterona, que bloquea los efectos de esta
hormona. El resultado es la separación de la placenta del
revestimiento interno del útero, lo que hace que el embrión o el feto
no reciba los nutrientes esenciales y, por lo general, muera.

El segundo fármaco, el misoprostol, se toma entre 24 y 48 horas


después para completar el aborto. Se trata de un análogo de la
prostaglandina que induce la contracción del útero, lo que provoca
la expulsión del bebé en desarrollo.

“En EE.UU. han nacido más de 3.000 bebés entre


2012 y enero de 2022 gracias a este
procedimiento, y sin que haya aumentado el
riesgo de anomalías congénitas”
Si se toman ambos medicamentos según las indicaciones de los
abortistas, hay un 98-99% de posibilidades de que el bebé muera.
Si se toma la mifepristona sola sin el misoprostol, pero sin el
tratamiento de rescate con progesterona, hay un 75-80% de
posibilidades de lo mismo. Pero si tras la mifepristona se empieza
el tratamiento con progesterona dentro de las 72 horas siguientes,
hay un 50-70% de probabilidades de supervivencia.

— ¿Cuántos bebés se han salvado desde que ha comenzado a


aplicar este procedimiento?

— Entre abril de 2020 y abril de 2021 nacieron 32 bebés de madres


que recibieron el tratamiento de rescate con progesterona. Todos
están sanos. Esto representa una tasa de éxito en el Reino Unido
del 50-55% en los casos en que las madres tomaron mifepristona,
cambiaron de opinión y recibieron el tratamiento de rescate.

En EE.UU. han nacido más de 3.000 bebés entre 2012 y enero de


2022 gracias a este procedimiento, y sin que haya aumentado el
riesgo de anomalías congénitas. La tasa de éxito es del 50-70% en
ese país, donde hay un conocimiento mucho mayor de esta terapia.
En algunos estados es incluso obligatorio que las mujeres sean
informadas de esa posibilidad.

Por otra parte, estamos hablando de las 72 horas siguientes a la


ingestión de la mifepristona, pero cuanto antes se inicie el
tratamiento, mayores serán las posibilidades de éxito. En EE.UU. el
retraso medio es inferior a seis horas, y en el Reino Unido, de 24 a
25 horas.

Aquí con frecuencia las madres suelen arrepentirse de haber


tomado la mifepristona y quieren salvar a su bebé muy poco
después, pero no saben qué hacer. No se les da ninguna
información sobre la posibilidad de revertir el efecto del primer
fármaco. Suelen volver al proveedor de abortos, o contactan al
médico de cabecera o a los servicios de emergencia y les dicen
que se arrepienten de lo que han hecho, pero la mayoría de las
veces se les responde que no se puede hacer nada, que no tomen
el segundo fármaco abortivo y esperen a ver qué pasa. En otras
ocasiones, incluso se les dice que deben tomar el segundo
medicamento, en contra de su voluntad.

Desesperadas, algunas inician una búsqueda en Internet y pueden


encontrar la línea de ayuda para revertir el efecto de la píldora
abortiva, línea gestionada por Heartbeat International, con sede en
Ohio, EE.UU., que las pone en contacto con un médico local en el
Reino Unido o en otro lugar, que podría estar dispuesto a darle un
tratamiento de rescate con progesterona. Esto, por supuesto, lleva
algún tiempo, y el tiempo es crucial para la supervivencia del bebé
y para la preservación de la salud mental de la madre, en muchos
casos.

La evidencia actual sugiere que puede valer la pena comenzar el


tratamiento de rescate en esas 72 horas, siempre y cuando la
madre no haya experimentado todavía una hemorragia muy intensa
ni fuertes dolores abdominales tras la mifepristona.

Abortos bajo chantaje


— Entiendo que no hay un período de reflexión antes del aborto en
su país…

— No. No existe. Se supone que las mujeres embarazadas que se


ponen en contacto con las agencias abortistas han decidido que
definitivamente quieren proceder. No se les ofrece ningún tipo de
asesoramiento, aparte de un simple cuestionario para confirmar su
deseo; ni cursos de acción alternativos ni sugerencias de apoyo.

Desde marzo de 2020, la mayoría de las píldoras abortivas se


obtienen mediante simples llamadas telefónicas, sin ningún tipo de
control de seguridad, sin ninguna consulta personal ni ecografía
para confirmar la ubicación del embrión o del feto, o el estado real
de la gestación.

El proveedor de abortos ni siquiera está seguro de que está


enviando las píldoras abortivas a una mujer embarazada real.
Como nos dijo una de nuestras pacientes que llamó a la clínica
abortista desde casa: “Fue más fácil que pedir una pizza”.

— ¿Cuántas mujeres les han pedido ayuda a usted y a la Dra.


Reilly?

— Entre los dos recibimos 144 peticiones de ayuda en 11 meses.


Sabemos que un pequeño número de ellas, entre tres y cinco, eran
llamadas falsas de “periodistas” o espías que trataban de averiguar
lo que ofrecíamos e intentaban encontrar alguna prueba
incriminatoria contra nosotros. Sin embargo, la mayoría de las
llamadas eran auténticas.

No todas las madres que llamaron iniciaron el tratamiento con


progesterona. Muchas de ellas querían hacerlo, pero estaban
presionadas por sus parejas u otras personas para que abortaran.
Sin embargo, querían considerar la opción del tratamiento de
reversión.
En algunos casos, la llamada llegó demasiado tarde y el proceso de
aborto ya estaba muy avanzado, con hemorragias abundantes y
fuertes dolores abdominales, incluso antes de tomar la segunda
píldora abortiva, el misoprostol. En un pequeño número, las madres
se pusieron en contacto con nosotros después de tomar el
misoprostol, y en ese caso no pudimos ofrecerles nada.

Además, algunas mujeres empezaron el tratamiento con


progesterona, pero lo dejaron a los pocos días, porque los
proveedores de abortos les dijeron que lo dejaran. A veces fueron
sus médicos de cabecera, y más a menudo sus parejas o miembros
de la familia, con un chantaje emocional. Una me contó con tristeza
que su novio le dijo que se “suicidaría” si no continuaba con el
aborto. A otras las amenazaron con abandonarlas, y algunas que
iniciaron la terapia se perdieron posteriormente en el seguimiento.

Ahora bien, con las que continuaron el tratamiento de rescate


según las indicaciones, la tasa de éxito fue del 48-58%. Damos
este rango porque, en unos pocos casos, hubo un éxito inicial con
embarazos sanos continuados durante más de 4-5 semanas
después de la mifepristona inicial, pero trágicamente sufrieron
después abortos espontáneos. En algunos casos, no fue posible
determinar si esos abortos se debieron a la mifepristona previa y al
posterior fracaso del tratamiento de rescate con progesterona o si
fueron abortos naturales que habrían ocurrido de todos modos.
Está bien definido que entre el 10% y el 15% de todos los
embarazos tempranos terminan en un aborto espontáneo, a causa,
por ejemplo, de anomalías cromosómicas de origen natural.

Acusaciones sin fundamento

— El GMC lo ha autorizado a continuar ofreciendo este tratamiento,


luego de las quejas del lobby abortista. ¿Cómo ha sucedido todo?

— Debo decir primeramente que las restricciones siguen


aplicándose a la Dra. Reilly, ya que el GMC aún no ha revisado
completamente su caso. En el mío, fueron revocadas el 18 de
febrero. Me ordenaban “no prescribir, administrar o recomendar
progesterona para tratamientos de reversión del aborto”.

No había queja ninguna de las mujeres que habíamos atendido ni


de sus familias, pero proveedores de abortos, como Marie Stopes
International, más el Royal College of Obstetricians &
Gynaecologists (RCOG) y un grupo de activistas (Open
Democracy) adujeron ante el GMC que nuestras acciones
representaban una “mala práctrica profesional” y el 12 de mayo de
2021 se nos ordenó interrumpir nuestros rescates durante 18
meses para, supuestamente, realizar una investigación.

Desde el principio, fui representado por el Christian Legal Centre,


que obtuvo un informe de un perito independiente y declaraciones
de diez de las madres a las que había ayudado, así como pruebas
de apoyo sobre la seguridad y eficacia del tratamiento, de la
American Association of Prolife Obstetricians & Gynecologists y el
Charlotte Lozier Institute.

“Necesitamos más médicos que presten este


servicio, porque nunca se sabe cuándo puede
llegar una llamada de auxilio”
La “investigación” del GMC avanzó inicialmente con mucha lentitud,
sin que surgieran pruebas que apoyaran las acusaciones. Mi
equipo jurídico decidió que emprendiéramos acciones legales
contra el GMC por avalar las acusaciones e imponer restricciones
innecesarias y desproporcionadas. Presentamos una solicitud al
Tribunal Superior en septiembre de 2021, se programó una
audiencia para el 24 de febrero, y de repente el GMC empezó a
actuar, aunque solo en mi caso. A finales de enero, el GMC obtuvo
un informe de un experto independiente, que apoyaba en gran
medida el tratamiento de reversión del aborto. Los investigadores
del GMC examinaron todas las pruebas y concluyeron que no había
“ninguna posibilidad” de mantener ninguna de las diez acusaciones
que se me habían hecho, por lo que el caso fue desestimado.
Sin licencia, sí… Como otros

— Una de las acusaciones de los abortistas era que el tratamiento


no contaba con autorización cuando ustedes comenzaron a
aplicarlo…

—La progesterona es un producto médico autorizado, aunque


actualmente no está autorizado para su uso en la reversión del
aborto. Sin embargo, se utiliza ampliamente en obstetricia y se
recomienda para la prevención de abortos espontáneos
recurrentes, así como para apoyar el embarazo temprano en la
fecundación in vitro.

Es muy importante tener en cuenta que muchos medicamentos se


utilizan de esta manera “sin licencia” en todas las áreas de la
medicina, siempre y cuando haya pruebas de eficacia y seguridad,
y el médico que utiliza el fármaco demuestre conocer bien del
producto y sus efectos.

También hay que decir que el misoprostol no tiene licencia para


inducir el aborto, sino para el tratamiento de la úlcera péptica, por lo
que su uso abortivo también está “fuera de norma”. También el
RCOG recomienda el metotrexato para el tratamiento del embarazo
ectópico, aunque no está autorizado para este uso, sino para
algunas enfermedades inflamatorias crónicas, como la artritis
reumatoide. Por lo tanto, acusarnos de utilizar un medicamento
fuera de su uso normal autorizado es bastante incoherente, e
incluso hipócrita.

— ¿Cree que tendrá eco el veredicto del GMC y que otros médicos
británicos asumirán esta práctica?

— Espero que muchos más se sientan alentados por este resultado


y estén dispuestos a participar en la prestación del tratamiento a
quienes buscan desesperadamente esta ayuda. En EE.UU. hay
más de 800 médicos que prestan este servicio en los 50 estados.
En el Reino Unido no sería posible que algo así continuara
indefinidamente con solo nosotros dos. No sería sostenible a largo
plazo. Necesitamos más médicos que presten este servicio 24
horas al día, siete días a la semana. Nosotros estamos de guardia
continua, porque nunca se sabe cuándo puede llegar una llamada
de auxilio.

— ¿Espera que ahora aumenten las llamadas de embarazadas que


se arrepienten tras tomar el primer abortivo?

— Sí. Y resulta irónico que, como resultado de las denuncias


presentadas contra nosotros y de los intentos de la industria del
aborto de impedir que ofrezcamos un servicio de rescate, haya
ahora un conocimiento mucho mayor de este tratamiento en el
Reino Unido.

Hay que decir que ha habido un grado considerable de debate en el


país, generado por el controvertido plan de enviar píldoras
abortivas por correo, que se introdujo durante los cierres por el
covid-19. La gente ya es más consciente de los peligros asociados
a los fármacos abortivos. Así, el movimiento provida se está
fortaleciendo, y poco a poco estamos consiguiendo informar al
público en general de que hay opciones distintas al aborto para
todas las madres en embarazos críticos y en situaciones difíciles.

El despilfarro de las
vacunas caducadas
• 06 ABRIL, 2022

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• FUENTE: LE MONDE
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Duración lectura: 3m. 9s.


Al comienzo de las campañas de vacunación contra el Covid-
19 los países ricos compraron todas las dosis que pudieron,
por temor a quedarse cortos. Luego les han sobrado a
millones. En un reportaje publicado en Le Monde, Olamikan
Gbemiga explica este gran despilfarro.

Desde el comienzo de la campaña de vacunación, más de 240


millones de dosis de vacunas han quedado obsoletas por
sobrepasar su fecha de expiración. Y esto solo en
los stocks nacionales de los países ricos. A falta de datos sobre los
países pobres, este primer inventario estaría muy subestimado,
según la sociedad de análisis de datos sanitarios Airfinity. Las dosis
caducadas en los países pobres superan el balance ya excesivo de
los países ricos.

Estos últimos se deshicieron masivamente de sus dosis


excedentarias desde octubre de 2021, a veces muy poco antes de
que caducaran, por acuerdos bilaterales con otros países o por
medio de Covax, el programa internacional dedicado a proporcionar
vacunas a los países en desarrollo. Pero estas dosis de última hora
creaban un estrés considerable en sistemas de salud que tenían
que aprovecharlas en poco tiempo. Solo en el mes de diciembre de
2021, más de 100 millones de vacunas donadas a través de Covax
fueron rechazadas por los beneficiarios por la corta duración de
vida que les quedaba.

Un ejemplo. En octubre de 2021, Nigeria acepta varias donaciones


de 2,6 millones de vacunas de AstraZeneca, a las que les
quedaban de cuatro a siete semanas de duración. Solo hubo
tiempo de inyectar 1,53 millones de vacunas. El resto fueron
destruidas con un bulldozer en un vertedero a cielo abierto en
Gosa.

Nigeria no es un caso aislado. Después de haber comprado lo


esencial de la producción mundial al comienzo de la pandemia, los
países ricos se han encontrado con excedentes de vacunas sin
haber previsto los obstáculos jurídicos y logísticos asociados a las
donaciones y a las reventas.

Las condiciones de los fabricantes hacen prácticamente imposible


una respuesta rápida ante las peticiones de ayuda internacional.
Entre las condiciones está la obligación contractual de los Estados
miembros de obtener por escrito el consentimiento de los
fabricantes. Otro obstáculo suplementario es la corta duración de
estas vacunas, que oscila entre seis y veinticuatro meses, contra
más de tres años en general para las demás vacunas.

La Agencia Europea del Medicamento (EMA) pidió a los fabricantes


que solicitaran la prolongación de la duración de vida de sus
vacunas. AstraZeneca fue el único que no siguió esta
recomendación, de modo que su vacuna se mantuvo en los seis
meses iniciales; mientras que los otros han podido agregar dos
meses (Moderna), tres (Pfizer-Biotech) e incluso siete meses
suplementarios (Janssen).

Por otra parte, en el marco de un acuerdo con AstraZeneca, el


Serum Institute of India produce en sus fábricas una vacuna
equivalente a la de AstraZeneca, con una duración de vida de
nueve meses. El fabricante sueco-británico alega que una
modificación del plazo de duración es un proceso complejo que
implica la recolección de datos de veinte partners, para asegurar
que todas las extensiones de modificación de la duración de las
vacunas responden a las normas de calidad más elevadas. Para
Enrica Altieri, especialista de la EMA, “debemos preguntarnos hasta
qué punto las duraciones de conservación indicadas en la etiqueta
de estos productos son reales”. “Las empresas tratan generalmente
de obtener la fecha de caducidad más corta posible por dos
razones principales. La primera es que los estudios llevan tiempo; y
la segunda es que cuando un medicamento caduca, lo tiramos y
compramos otro”.

Los cuentos ayudan a


los niños a crecer
• 31 MARZO, 2022

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• FUENTE: LA CROIX
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Duración lectura: 3m. 7s.


En el diario La Croix, Emmanuelle Lucas analiza la influencia
de los cuentos infantiles. Desde tiempo inmemorial, El Gato
con Botas, La Cenicienta o La Bella Durmiente, junto con
ogros, monstruos y brujas, llegan al cuarto del niño a la hora
de dormir. Pero algunos padres dudan de leérselos, por si
pueden provocar ansiedad o parecen estereotipados.

Dos jóvenes lectoras, de once años, cuentan su experiencia a las


puertas de una mediateca local: una leyó muchos cuentos cuando
era pequeña, especialmente Los tres cerditos, cuya moraleja le
gustaba: “No hay que burlarse de los que se toman tiempo para
hacer las cosas bien”, resume. La segunda, en cambio, los
descubrió a través de Disney y luego en el colegio, donde el
profesor de francés les hizo estudiar a Perrault. Sus padres no le
leyeron ninguno, porque los consideraban demasiado violentos.

Según la psicóloga clínica Geneviève Djénati, hay que leer a los


niños, porque esas historias de princesas y ogros llegan a los más
pequeños. Oír cuentos ayuda casi siempre a crecer. Ofrecen
puntos de referencia difícilmente sustituibles. “La trama suele ser la
misma –describe–: un héroe tiene que asumir un reto, a pesar de
su impotencia y precocidad, y lo consigue, y acaba haciendo
grandes hazañas. El niño lo ve como una imagen de su propio reto:
crecer”.

A través de su lenguaje simbólico, las historias proporcionan claves


para entender el mundo, afirma la escritora Florence Dutruc-
Rosset: “Al abordar todos los temas, incluidos los más difíciles,
como la muerte, el cuento enseña a afrontar y superar las
dificultades, del mismo modo que el héroe sale airoso de sus
pruebas”.

Por eso, según Dutruc-Rosset, es un error privar al niño de los


contenidos duros o desagradables de los cuentos: “Los dragones y
los monstruos son exutorios, curan. El niño puede proyectar en
ellos sus enfados o sus tristezas. Sería una pena negarle esa
experiencia”.

Otros malentendidos derivan de estereotipos de género. Muchos


padres consideran anticuadas los modelos de princesas pasivas y
príncipes valientes, y buscan cuentos modernos con otros tipos de
personajes. “Es un enfoque interesante para ayudar a los niños a
salir de condicionamientos innecesarios”, dice Florence Dutruc-
Rosset, pero a la vez advierte del peligro de proyectar
interpretaciones de adultos en las percepciones de los niños.

En el mismo número de La Croix, la cuentacuentos Isabelle Sauer


subraya la importancia de los cuentos para desarrollar la
imaginación. “A los niños les gustan los cuentos porque les gusta lo
que las palabras hacen ver. Cada uno siente que la historia es solo
para él”. Esto es posible si el oyente se identifica con el héroe
protagonista. “En cuanto se establece este vínculo, se pueden
tratar los temas eternos: la vida, la muerte, la dificultad de crecer, la
rivalidad entre hermanos. Los niños pueden proyectarse en relatos
escritos en la Edad Media o contemporáneos, en cuentos
amerindios o australianos, porque los temas son universales”.
Por otra parte, para desarrollar la imaginación, “la lengua es
esencial. A través del lenguaje y su ritmo, el cuento traslada a un
viaje imaginario que fascina a los pequeños. Por mi parte, nunca
intento simplificar demasiado los textos, porque a los niños les
gustan las palabras un poco complicadas”. Sauer concluye: “Los
niños que tienen más imaginación son los que han escuchado
muchos cuentos, porque se les ha dado la libertad de recombinar
entre ellos las historias escuchadas. La imaginación del niño,
aunque se diga que es desbordante, necesita ser alimentada”.

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