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“En principio enfermó mi mamá. Pensé que toda mi familia iba a morir, que me quedaría sola.

Tampoco sabía si iba a volver a estudiar. No sé por qué murió papá. Él no quería tomar algunos
remedios y luego necesitó oxígeno; un día lo visité en el hospital y al día siguiente vinieron
mis familiares y murió”, recuerda con melancolía la pequeña que estudia en una unidad
educativa de la ciudad de El Alto.

Los maestros y padres de familia de esa escuela, durante la cuarentena, que restringía las
clases presenciales, decidieron volver abrir las aulas del establecimiento para las niñas y niños
que no tenían acceso a internet ni equipos en sus casas.

“Había estudiantes, casi en un 50%, que no podían pasar clases virtuales. Viendo la realidad
de cada estudiante se optó por la modalidad semipresencial, porque necesitábamos salvar la
educación de esos niños”, comenta la directora Mariluz Condori.

Yene Apaza, profesora del nivel inicial de la unidad, recuerda que visitó las casas de sus
alumnos imposibilitados de pasar clases virtuales y que vio la dura realidad que vivían.

“Si hablamos cómo la pandemia afectó la parte sociocultural y emocional de los niños
podemos decir que los efectos han sido graves, pues a su corta edad han tenido que ver la
agonía de sus padres enfermos con COVID-19. Conocí el caso de una niña atormentada
porque su madre decía que iba a morir y la pequeña estaba desesperada”, relata.

Apaza considera que los daños serían mayores si su escuela no hubiera aplicado clases
semipresenciales y ella y otras maestras no habrían visitado a sus estudiantes en sus
viviendas, pese a que algunas eran lejanas y tuvieron que movilizarse a pie por falta de
transporte público.

La Defensoría del Pueblo reveló que en 2021 más de 1.659 niños y niñas que quedaron en la
orfandad a causa de muertes provocadas por la pandemia.

EXPUESTOS A LA VIOLENCIA EN CASA


La violencia ejercida por sus padres, en algunos casos, durante el encierro por la cuarentena,
también trajo consecuencias emocionales para los niños y niñas.

En una escuela de la zona Villa Esperanza, Distrito 5 de El Alto, los maestros observaron
durante las clases virtuales cómo sus alumnos eran tratados con insultos, presionados o
golpeados si no lograban comprender lo que la maestra enseñaba. “‘A mí me educaron con
golpes’, justificaba un padre en el aula virtual, cuyo hijo ahora tiembla si se le llama la atención,
ya no ríe ni juega, porque su padre le provocó un trauma”, cuenta la profesora.

Otro caso es el de una niña de seis años, quien quedó en la orfandad y está a cargo de sus
abuelos. Al estar ausente de las clases virtuales por dos años, no aprendió a leer ni a escribir,
algo que su abuelo quiso corregir a golpes.

“Ahora que volvimos a las clases presenciales, noté a la niña triste, tampoco tiene ganas de
jugar y siempre está asustada. Lo mismo pasa con otro estudiante, era uno de los destacados,
pero ahora está frustrado y deprimido”, detalla Julia Gómez, una profesora de primaria de
una escuela de la urbe alteña.
Estos casos se denunciaron en su momento y puestos en conocimiento de la Defensoría de
la Niñez y Adolescencia de El Alto, pero poco o nada se pudo hacer por los funcionarios ediles,
reclama la profesora.

Gómez no quiso mencionar el nombre de la unidad educativa porque aún se realiza la


valoración de los estudiantes. Sin embargo, dijo que se trabaja con estos tres estudiantes, a
quienes se está tratando de ayudar para que puedan subsanar el trauma que sufrieron
mientras estuvieron aislados en sus casas.

En Bolivia, los casos de violencia contra la mujer y la niñez se incrementaron. Datos


registrados por Unicef, con base en fuentes oficiales, dan cuanta que en 2020 hubo más de
1.800, la mayoría corresponden al delito de violencia familiar, casi 100 a casos de violación
de niños, niñas o adolescentes. Además, se registraron 24 infanticidios.

En 2021, se reportaron 119 casos diarios de violencia hacia las mujeres y niñas, según Plan
International Bolivia.

La presidenta del Colegio Departamental de Psicólogos de La Paz y de Bolivia, Verónica


Alfaro, confirma los efectos que sufren las niñas, niños y adolescentes pospandemia por la
violencia intrafamiliar y por otros factores.Por ello, esta institución, a petición de los padres
y maestros, trabaja en un proyecto de asistencia en El Alto, debido a la presencia de cuadros
de depresión, frustración e irritabilidad ligados a problemas de conductas, sobre todo en los
preadolescentes.

“La violencia era integral y sistémica. No solo la madre ha sido golpeada, también los niños y
niñas. Entonces, era evidente que los efectos se iban a presentar tarde o temprano y por eso
pedimos en su momento a las autoridades municipales, departamentales y nacionales, que se
preocupen por la salud emocional de niños y niñas, disponiendo con el servicio de un
psicólogo educativo, pero no ha sido posible”, lamenta.

En el caso de los menores de edad que perdieron a uno a ambos padres a causa del virus,
ahora viven momentos dolorosos, pues se quedaron sin un vínculo o apego emocional
importante para su desarrollo. “Nadie se pregunta qué pasa con esos niños o niñas que ahora
están en otros hogares. Qué pasa con ellos, cómo están asimilando su dolor, su falta de
apego”, cuestiona Alfaro.

Durante la pandemia álgida, el Colegio de Psicólogos trabajó de manera conjunta con otras
organizaciones para brindar asistencia gratuita a personas que estaban sufriendo un cuadro
de depresión, ansiedad o aquellas que eran violentadas en sus casas.

La directora de la Niñez, Género y Atención Social del Gobierno Autónomo Municipal de El


Alto, Elsa Choque, respondió que no conoce ningún caso de las secuelas que dejó la pandemia
en la niñez alteña y revela que no existe un plan para prevenir los efectos que dejó la COVID-
19 en esta población.

LA DEPRESIÓN, ANSIEDAD E IRRITABILIDAD, MÁS CERCA DE LA NIÑEZ


La psicóloga del Hospital del Niño de La Paz, Patricia Chávez, en su trabajo diario observó
cuadros depresivos y ansiosos que presentan pacientes menores que fueron internados con
COVID-19; muchos de ellos perdieron a al menos a uno de sus progenitores a causa del virus.
Otro de los hechos que debe alertar al Estado es el incremento de consultas sobre problemas
de conducta, que pueden estar asociadas al encierro o a la violencia que vivieron durante la
cuarentena. Por ejemplo, Chávez subraya que hay niños menores de ocho años que
manifiestan irritabilidad y baja tolerancia a la frustración.

También existe niños y niñas mayores de 10 años que, además de las cefaleas tensionales
producto del contacto frecuente con las pantallas del celular o computador, tienen problemas
para relacionarse con sus padres o hermanos y sus compañeros.

Estos datos corresponden a pacientes del Hospital de Niño provenientes de diferentes


municipios de La Paz, incluido El Alto.

“Es preciso hacer una investigación a profundidad sobre las consecuencias que dejó la
pandemia en la infancia, tomando en cuenta casos específicos, porque pueden estar
asociados a otros factores, pero de que existe un incremento de casos de problemas de
conducta, los hay así como los cuadros de depresión que presentan los niños que perdieron
a sus padres por la pandemia”, afirma Chávez.

El alto costo de la crisis sanitaria en la salud mental de la niñez también es observado en las
consultas y atención que realiza la psicóloga Rosario Martínez. A su servicio privado llegaron
pacientes menores de edad con cuadros de depresión, con crisis de ansiedad y trastornos
obsesivos compulsivos, en especial los adolescentes. También advirtió que las y los niños
asumen con naturalidad la violencia, por la experiencia vivida en sus hogares.

“Los efectos devastadores en la niñez y adolescencia son evidentes, pues han tenido que
estar encerrados, sintiéndose un estorbo, o con culpa por llevar la enfermedad a sus casas,
entonces la pandemia ha sido terrible para todos, pero en especial para los niños y
adolescentes”, apunta la especialista.

El 11 de marzo de 2020 ingresó el primer caso de COVID-19 detectado a Bolivia. Las


instituciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), Unicef,
Unesco y otros alertaron sobre las consecuencias en la economía o la educación, en especial
en la niñez, pero existen pocos informes que evidencien los daños emocionales y su alto costo
que podría manifestarse en un futuro cercano.

¿QUÉ PASA SI NO SE ATIENDE A TIEMPO?


En lo que respecta a la ciudad de El Alto, advierte Alfaro, habrá mayor tasa de embarazos en
adolescentes por la falta de apego, inseguridad emocional y violencia.

Los problemas de conducta asociados a la violencia y al mal ejemplo que dieron los padres
durante el encierro, transgrediendo normas, o a la excesiva protección, se van a visibilizar en
comportamientos antisociales, que incluso podrían llevar a la delincuencia. Este problema ya
se observa en algunos adolescentes.

Considerando el panorama, y como se menciona en el informe “COVID-19, impacto de la


pandemia y sus secuelas en la educación”, realizado por Educo en Bolivia y otras regiones,
los efectos tendrán un alto costo en el desarrollo humano, por lo tanto, en los países.

Por ello, los especialistas también alertan que podría registrase mayor número de suicidios
en menores, como ocurrió en otros países, por lo que recomiendan actuar a tiempo y si alguna
unidad educativa observa los cuadros mencionados puede pedir ayuda al Colegio de
Psicólogos. l

Este reportaje se publicó originalmente en la revista La Brava

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