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Una mañana de domingo de diciembre de 1793, Antonio Nariño protagonizó un hecho que
cambió su vida para siempre:
tradujo e imprimió de manera clandestina, por primera vez en la América hispánica,
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano hecha por la Asamblea
Nacional Constituyente de Francia el 26 de agosto de 1789.
Sin duda, se trata del papel más importante estampado en las prensas coloniales en
el actual territorio colombiano, tanto por el significado y la trascendencia del
audaz gesto,
como por la tenaz represión a la que dio lugar en todo el virreinato.