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Los libertadores de América Latina eran gente con ideas revolucionarias provenientes
de corrientes europeas como la Ilustración, la Revolución Francesa y la Independencia
de las Trece Colonias. Todos estos factores convergieron en los estallidos
independentistas de América Latina.
Haití fue el primer país en proclamar su independencia, se encontraba bajo la
ocupación de Francia en un sistema de esclavitud. Esta es la principal diferencia con
las otras independencias, ya que no estaba sometida por España o Portugal, como las
otras regiones Latinoamericanas.
Entonces los hechos del primer grito de nuestra independencia comienzan en la noche
del 9 de Agosto de 1809, cuando un núcleo de intelectuales, doctores, marqueses y
criollos complotados residentes en la ciudad de Quito se reunieron en la casa de
Manuela Cañizares. Allí decidieron organizar una Junta Soberana de Gobierno, en la
que actuaría como Presidente Juan Pío Montufar, Marqués de Selva Alegre, como
Vicepresidente el Obispo José Cuero y Caicedo, y como Secretarios en los despachos
del Interior, de Gracia y Justicia y de Hacienda, los notables Juan de Dios Morales,
Manuel Quiroga y Juan Larrea, respectivamente.
El Virrey de Lima, Fernando de Abascal y Souza, envió tropas al mando del Coronel
Manuel Arredondo. Ante el peligro inminente, el 28 de octubre la Junta resignó el
poder ante el “españófilo” Juan José Guerrero, Conde de Selva Florida, quien a los
pocos días lo devolvió al Conde Ruiz de Castilla.
Carlos Montúfar, hijo del Marqués de Selva Alegre, llegó en calidad de Comisionado
nombrado directamente por el Consejo de Regencia de España, para apaciguar en
algo el clima de represión con que fue sometida Quito. Organizó una segunda Junta
Superior de Gobierno, presidida temporalmente por Ruiz de Castilla, pero integrada
por criollos patriotas. El 1º. de enero de 1812 se instaló un Congreso Constituyente
que, además, dictó la primera Constitución Quiteña.
El virrey del Perú desconoció la Junta de Quito. Además, segregó Cuenca y Guayaquil
y nombró a Joaquín Molina como Presidente. Carlos Montúfar, definido por la
revolución, armó la defensa del gobierno popular de Quito, alistando tropas, que
fueron enviadas hasta el norte y el sur, logrando triunfos en Pasto y cerca de Cuenca.
El general español Toribio Montes organizó las fuerzas realistas desde el litoral, con
soldados del Perú, Panamá y Guayaquil. Paulatinamente fue venciendo en su ascenso
por los Andes. Entró a Quito el 8 de noviembre de 1812 y organizó la persecución de
los últimos resistentes. Montúfar y los principales lograron escapar. Otros fueron
procesados, condenados y hasta desterrados. Así terminó la Revolución de Quito.
Simón Bolívar se refirió a los sucesos de Quito como los gestores de la emancipación
y su proclama de “guerra a muerte” contra los españoles la lanzó como reacción a la
escandalosa matanza de los patriotas quiteños. En Chile también se reconoció la
gesta del 10 de agosto, declarando a Quito “Luz de América”.
Aunque la dirección política revolucionaria estuvo en manos de una elite criolla, ella
cumplió con un interés histórico mayor: dar inicio al proceso de la lucha anticolonial, en
la que inevitablemente tendrían que involucrarse, más tarde o más temprano, todas las
regiones dominadas por una metrópoli que actuó como un poder de dominación
nacional.
En Quito los ideales abiertamente independistas de algunos de los patriotas se
conjugaron con posiciones autonomistas o menos radicales de otros revolucionarios.
Pero no hay duda que, en conjunto, la Revolución daba continuidad a las rebeliones
que habían estallado durante todo el siglo XVIII, a las ideas del precursor Eugenio
Espejo y al espíritu de identidad forjado por múltiples vías culturales y sociales.
Los ecuatorianos somos ejemplo de pueblo altivo y libre, si todos los hombres somos
iguales ante los ojos de Dios, más aun somos iguales en la tierra ante los ojos del
hombre. Si mantener nuestra libertad y soberanía nos ha costado la ofrenda de vidas
de héroes y patriotas, la conservación y cuidado de las mismas demanda entonces
nuestra obligación y respeto. Ya no es tiempo de reyes, de majestades ni tiranos, que
prevalezca el respeto, el patriotismo y la paz es nuestro deber ya que un pueblo sin
libertad está condenado a morir
GRACIAS