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La vida de Michael Faraday parece como sacada directamente de una de estas novelas.
¿Por qué nos interesa aprender más acerca de este científico? No solo mantuvo durante toda
su vida una filosofía admirable, basada en la humildad y sin olvidar nunca sus raíces, si no
que desde el punto de vista científico, su enfoque, su dedicación y auto superación son
envidiables. Además, siempre tuvo un gran compromiso con la divulgación científica y con
estrechar el contacto entre la ciencia y gente de cualquier clase social.
Esto llevó a una amplia lista de logros y descubrimientos que resumimos aquí:
Primeros años
Faraday tuvo una educación muy corta: su madre lo retiró de la escuela cuando su maestra
pretendió corregir sus errores de pronunciación a fuerza de golpes de bastón, lo que habla
de la entereza de su familia incluso cuando estas prácticas estaban bien vistas en la
sociedad. Esta falta de educación formal no detendría a Faraday para lograr sus objetivos,
aunque más adelante veremos cómo la carencia de conocimientos de matemática le
presentó algunas dificultades en su vida adulta.
En el taller de Riebau
En 1804, cuando Faraday tenía trece años, un inmigrante francés llamado George Riebau lo
contrata como repartidor para su negocio de libros y encuadernación. Un año después se
convierte en su aprendiz, por lo cual aquí parece que la suerte comienza a cambiar para el
joven Faraday: su habilidad, seriedad y trabajo excepcional le garantizarían éxito en esta
profesión en el futuro.
Durante los siete años que duró este contrato, Faraday se encontró permanentemente
rodeado de libros, pero a diferencia de los otros aprendices, que sólo los encuadernaban,
Faraday los leía. Así, a pesar de su corta educación formal, pudo instruirse en diversos
temas. Y su natural curiosidad se manifestó en que los libros que más atención le llamaban
eran los libros de ciencia. El taller de Riebau se convirtió para Faraday en su aula,
biblioteca y laboratorio; y sus libros, en sus maestros.
Tal vez fue destino, o casualidad, lo que hizo que en 1810 a Faraday le tocara encuadernar,
y por ende leer también, un ejemplar de la edición de 1797 de la Encyclopaedia
Britannica. En la página 127 encontró la entrada referida a la electricidad, que mencionaba
las más actuales discusiones de la época.
Para ese momento, hacia tan solo una década que se había descubierto la forma de producir
corriente eléctrica en forma controlada y continua. Este descubrimiento lo había realizado
el científico italiano Alessandro Volta, quien en 1798 obtuvo una corriente eléctrica
construyendo un apilamiento de discos de dos diferentes metales, colocados en forma
alternada y en contacto con una solución salina, la famosa “pila de Volta”. Previo a este
descubrimiento, el único modo de producir una corriente eléctrica era a partir del
rozamiento entre dos materiales adecuados, en el denominado “generador electrostático”.
Este generador no producía corrientes estables y controladas, pero le sirvió al francés
Charles de Coulomb para estudiar las interacciones entre cargas eléctricas y formular su
famosa ley, la Ley de Coulomb, en el año 1785.
Faraday decidió que leer acerca de la electricidad no era suficiente, también debía
comenzar a experimentar con ella, por lo que comenzó a repetir experimentos en el espacio
que le cedió Ribeau, al fondo de su taller.
Faltaba un elemento más para que Faraday comience sus primeros pasos en la ciencia: A su
laboratorio improvisado, y a sus estudios autodidactas, se le sumó el contacto con
científicos, en la forma de asistencia a sus conferencias. En 1810 escuchó su primera
conferencia científica en el centro de Londres, dictadas por una modesta comunidad de
científicos llamada City Philosophical Society. Asistiría a sus conferencias todos los lunes a
partir de entonces.
Humphry Davy
En el libro “Conversaciones de química” de Jane Marcet, Faraday se cruza por primera vez
con el nombre de Humphry Davy, un químico respetado que trabajaba en la Royal
Institution de Londres. Este libro convierte a Faraday en un químico amateur y en un fan de
Davy. La admiración que Faraday sentía por Humphry Davy estaba muy justificada ya que
en la primera década del siglo XIX Davy hizo importantes descubrimientos utilizando
corriente eléctrica en celdas de electrólisis (más tarde sería nombrado Sir por la corona
británica por sus aportes a la ciencia).
Humphry Davy
Riebau, orgulloso de su aprendiz, logra un afortunado contacto con un cliente de su
negocio, llamado Dance, miembro de la Royal Institution, una prestigiosa institución
científica de Londres, cuyo objetivo era implementar avances científicos en la vida
cotidiana. Dance le consigue una entrada para que Faraday asista a las cuatro charlas de
despedida de Davy, que también se caracterizaba por sus dotes de comunicador científico.
Faraday no podría haber asistido de otra forma, ya que sólo personas de gran poder
adquisitivo tenían la capacidad de pagar las entradas. Podemos imaginar la exaltación de
Faraday al haber tenido la suerte de estar viendo a su héroe en primera fila. Faraday tomó
notas detalladas de todas las charlas de Davy y las compiló en un libro que atesoraría.
¿Se acuerdan del señor Dance? ¿El que consiguió entradas para que Faraday asista a las
charlas de Davy? Volvió a tener protagonismo en esta etapa de la historia. Tras un
accidente con la explosión de una sustancia química durante un experimento, Davy se
encontraba temporariamente ciego y en busca de un asistente. El señor Dance propuso
inmediatamente a Faraday para el puesto. Faraday finalmente vivió en carne propia lo que
era trabajar en el ámbito científico, su gran sueño. Tras la rápida recuperación de Davy, le
mandó una carta solicitando mantener su puesto permanentemente. Además de la carta
adjuntó aquella completísima toma de notas, en las que Faraday documentó las charlas de
despedida de Davy.
A pesar de que Davy lo aceptó (Faraday conservaría esta carta durante toda su vida), su
influencia no fue suficiente para contratarlo, dado de que no había lugar para contratar otro
secretario. Por lo que nuevamente Faraday volvió a su odiado trabajo con los libros de la
Roche.
Faraday aprendió rápido y dedicaba la mayor parte de las horas de su día en estudiar e
investigar, convirtiéndose en poco tiempo en un gran aliado para su mentor Davy. Por eso,
cuando Davy recibió un permiso de Napoleón, entonces Emperador de Francia, para
emprender un viaje científico por su imperio, invitó a Faraday a acompañarlo continuando
su rol de asistente. Era la primera vez que se alejaría de su ciudad natal. Entusiasmado por
esta perspectiva de expandir sus horizontes, se sumó expectante al viaje de Davy y su
esposa por el continente europeo.
Napoleón era un entusiasta y fuerte impulsor de la ciencia. En 1801 le había otorgado una
medalla de oro al científico italiano Alessandro Volta, por producir corriente eléctrica
usando su famosa “pila de Volta”, por lo tanto se vio sumamente interesado por los
antecedentes científicos de Davy.
De regreso en Londres
19 meses después, en 1815, regresaban a Londres. Faraday creció y aprendió mucho en ese
viaje, sus épocas de sentirse menos por no haber tenido escolaridad quedaron atrás. En la
Royal Institution lo recibieron con un ascenso (además de asistente, se convirtió en el
superintendente de la colección de mineralogía) y un aumento de sueldo. Durante los años
siguientes, Faraday trabajó arduamente, ayudando en experimentos, haciendo progresos
propios, asistiendo a clases, ganándose el reconocimiento de sus colegas y de la sociedad
como químico destacado, sin perder nunca su humildad característica y el recuerdo de sus
raíces. Regresó a las charlas de la City Philosophical Society, y también pudo desarrollar su
vida personal: en 1821 se casó con Sarah Barnard en una ceremonia simple y tranquila, y se
mudaron a un departamento en el edificio de la Royal Institution, donde vivieron por los
siguientes 41 años. Lo único que podía decirse que perturbaba su vida en ese momento era
que a pesar de todo, sólo seguía siendo asistente de Davy después de tantos años.
Noviembre de 1800, Instituto Nacional de Francia Napoleon Bonaparte participa y ayuda con los experimentos de Alessandro
Volta: obtiene chispas de las baterías, funde un alambre de acero y descompone agua en sus elementos hidrógeno y oxígeno
Faraday retomó el concepto de rotación que había escuchado de Davy y Wollaston, pero
comprendiendo mejor la forma en la que la corriente circulaba por los cables, y se dedicó a
hacer un experimento en su laboratorio, junto al hermano de 14 años de Sarah, George, que
quiso ayudarlo en la experiencia.
A la izquierda, el experimento donde el imán rota alrededor del cable fijo, a la derecha, el experimento donde el cable rota
alrededor del imán fijo.
En primer lugar fijó un imán en forma de barra en una copa de mercurio, un conductor
líquido. Colgó por encima de este un cable conectado a una terminal eléctrica, que en su
extremo se hundía en el mercurio, es decir, el cable y el mercurio harían un circuito
eléctrico. Cuando aplicó corriente sobre el cable, este comenzó a girar alrededor del imán.
Es decir, Faraday había logrado convertir energía eléctrica en energía mecánica: este fue el
primer motor eléctrico alguna vez inventado. También lo logró cambiando de lugar los
elementos, fijando el cable y dejando el imán libre para rotar, notó de la misma manera que
el imán giraba alrededor del alambre. Este es uno de los experimentos que fijó el nombre de
Faraday en la historia de la ciencia.
Los siguientes meses fueron ajetreados: mientras Faraday mejoraba el experimento, y hacía
una versión portatil para repartir entre científicos influyentes, se preocupó en publicarlo
muy rápidamente para ganarle a Ampère que había logrado el mismo efecto en Francia.
Cuando publica el artículo, en el apuro, se da cuenta de que cometió un error garrafal: no
mencionó ni a Wollaston ni a Davy, precursores del experimento.
Faraday ganó mucho reconocimiento, pero no todos estaban conformes con este error que
podría ser considerado como plagio, y esto se notó en las dudas que surgieron cuando lo
nominan para que sea un socio oficial de la Royal Society, un reconocimiento muy
prestigioso. Davy parece sentirse dividido entre la voluntad de que su protegido crezca, se
independice y mejore, el ofendimiento de no haber sido mencionado en el artículo y la
envidia del éxito de Faraday. Al fin y al cabo, aún los mas grandes científicos son seres
humanos iguales a cualquier otro. Su relación se torna un poco tensa. Sin embargo, las
disculpas y explicaciones públicas de Faraday son aceptadas por diferentes miembros, y
tras una votación se convierte en socio de la Royal Society. Este evento le genera un
distanciamiento con Davy, sin embargo, sería el mismo Davy, usando su influencia de
presidente de la Royal Society (cargo que había obtenido en 1821) el que postula a Faraday
como director de la Royal Institution en 1825 (con tan solo 34 años de edad).
En 1825 Faraday crea a la vez las Charlas de Navidad para niños de la Royal Institution,
más didácticas, con más experimentos en escena, y que continúan hasta la actualidad.
Faraday mismo dio muchas de esas charlas, y en 1966 comienzan a televisarse. Grandes
científicos y científicas más contemporáneos han participado en esas charlas: los nombres
más conocidos probablemente sean David Attenborough (científico británico con título
de Sir, divulgador naturalista y ecologista, productor y narrador de numerosos
documentales de la BBC) y Carl Sagan (astrónomo y divulgador científico norteamericano,
escritor del libro Cosmos y creador de la serie televisiva del mismo nombre en 1980).
Faraday dando una Charla de Navidad
Además de todo esto, sintiéndose en deuda con Davy, acepta su ofrecimiento de dirigir el
proyecto gubernamental llamado Comité del Mejoramiento del Vidrio para Óptica,
motivado a su vez por su patriotismo y por aumentar el prestigio de la Royal Institution.
Los experimentos básicamente consistían en pasar horas frente a hornos para fundir vidrio,
en una constante sucesión de prueba y error para fabricar muestras de vidrio. Faraday
encontraba a esta tarea agotadora, repetitiva y tediosa.
Recién en 1830, después de algunas crisis nerviosas, Faraday obtiene un trozo vidrio de
calidad que es aprobado, pero ante su deseo inminente de regresar a sus propias
investigaciones, renuncia a la orden de fabricar ese vidrio del mayor tamaño posible y a
gran escala para la venta.
Tras la muerte de Davy en 1829, y la terminación del proyecto de manufactura del vidrio,
Faraday puede finalmente romper todas sus cadenas con él. Permanecerá eternamente
agradecido hacia Davy, pero ahora puede comenzar a trabajar independientemente, lejos de
su sombra.
Inducción electromagnética
Faraday rechaza los ofrecimientos de dar clase para regresar a su razón de ser, que había
dejado descuidada: experimentar y trabajar en ciencia, particularmente en inducción
electromagnética, fenómeno que sorprendentemente todavía nadie había podido probar
experimentalmente.
Faraday diseña el experimento que vemos en esta imagen: un aro de hierro, con dos
bobinados de cobre separados (con los cables de cobre recubiertos de una pintura aislante).
La bobina A se conecta a una batería, por lo que circula corriente a través de ella. Esta
corriente formaría un electroimán en el anillo de hierro. Faraday acercó las puntas de la
bobina B a una aguja magnetizada, si la aguja se movía, significaba que había logrado su
cometido de hacer circular corriente por la bobina B, sin que éstas estuvieran en contacto.
Lo que Faraday descubrió fue que la aguja sólo se movía en el instante en el que él
conectaba y desconectaba la batería. Una vez que la batería permanecía desconectada o
conectada, dejaba de moverse, es decir, dejaba de circular corriente por la bobina B.
Faraday entendió por qué nadie había podido descubrir esto: uno debía observar la aguja en
el momento preciso en el que esta se movía, y esto se daba al conectar o desconectar la
batería, es decir, cuando el magnetismo del electroimán estaba variando. Probó y encontró
el mismo efecto moviendo una barra de imán hacia adentro y afuera de una bobina, cuando
el imán estaba quieto, no había corriente circulando en la bobina, en cambio la aguja giraba
mientras lo movía.
Electrólisis
Faraday regresó luego a sus raíces de químico y realizó numerosos experimentos para
determinar qué sustancias conducían electricidad y cuáles no. Describió la electrólisis, es
decir, la descomposición de sustancias mediante electricidad, dedujo algunos de sus
principios elementales, y acuñó palabras que probablemente a muchos les suenen
conocidas: electrodo, ánodo, cátodo, ion, electrolito, entre otras.
“La cantidad de una sustancia depositada sobre cada electrodo en una celda
electrolítica es directamente proporcional a la cantidad de electricidad que circuló a
través de la celda”.
“Las cantidades de diferentes elementos depositados por una misma cantidad de
electricidad están en una relación igual a la de sus pesos equivalentes químicos”.
Electroestática
Comenzó aplicando carga sobre diferentes objetos metálicos, y descubrió que sin
excepción, las cargas se distribuían sobre las superficies de estos objetos, y no pudo
encontrar ningún efecto de cargas en el interior de ellos.
En algo que podría haberse considerado radical para la época, llevó este experimento a una
mayor escala: en vez de un objeto metálico, construyó un marco de madera cubierto de
cobre y aluminio, sostenido por un aislante. Suficientemente grande para que él entre en el
interior. Llevándose todos los instrumentos con los que podría medir, confirmó nuevamente
que no importaba cuánta carga tuviese el conductor, ningún efecto se sentía en el interior. A
esto se lo conoce como jaula de Faraday, y en palabras más modernas, significa que el
campo eléctrico en el interior de los conductores es nulo.
Durante toda esta época, el trabajo excesivo comenzó a afectar a Faraday física, emocional
y mentalmente. Se quejaba de confundirse, dolores de cabeza frecuentes, y pérdida de
memoria contaste, hasta el punto de no poder terminar una frase que había comenzado.
Faraday temía que esta condición pusiera fin a su carrera. Comenzó a aislarse, y a alejarse
de sus conocidos, y tuvo ataques severos de debilidad, hasta que un médico le recomendó
dejar de trabajar. En 1840 Faraday dejó temporariamente su laboratorio, al cual regresó
intermitentemente en 1842, sin que se aleje de su mente la amenaza constante de su
condición.
Polarización
Recreación de Faraday con su experimento de polarización, obtenido de la serie Cosmos (2014)
Con electroimanes más fuertes y diferentes sustancias, Faraday demostró lo que después se
llamaría efecto Faraday: el magnetismo afecta la polarización de la luz, pero
necesariamente debe haber materia en el medio. Los dolores de cabeza y pérdida de
memoria se habían convertido en rutinarios dentro de la vida de Faraday, un mal que debía
soportar en pos de seguir haciendo ciencia.
Entre 1846 y 1850 Faraday dedica su atención a su concepto de líneas de fuerza. Según él,
todo el espacio está repleto de estas líneas, que sufren tensiones, y ejercen influencia entre
sí. Con esta imagen del espacio el entendía y podía explicar las propiedades de la materia.
Si en el espacio había líneas de fuerza eléctricas, magnéticas, y gravitacionales, Faraday no
necesitaba de la existencia de un éter que ocupara todo el espacio. La teoría de la existencia
de esta sustancia llamada éter era la más aceptada en la época para explicar la transmisión
de ondas de luz.
Estas ideas son publicadas, pero no fueron recibidas de buen agrado, porque debido a las
pocas habilidades matemáticas de Faraday, no pasaron de ser simplemente eso, ideas. La
comunidad científica terminó de confirmar lo que ya se sabía: Faraday simplemente no
tenía herramientas suficientes para trabajar en teorías. Su artículo con imágenes y analogías
no podía convencer a los matemáticos. Faraday se quedó sin más opciones. Simplemente
esperaba que alguien con las capacidades adecuadas pudiera entenderlo y probar su teoría.
Ese alguien llegó en 1854: James Clerk Maxwell, un joven científico de Cambridge,
interesado en el electromagnetismo, comenzó a estudiar la gran cantidad de publicaciones
realizadas por Faraday acerca de sus experimentos. Hubo dos cosas que lo atrajeron
enormemente acerca del pensamiento de Faraday: primero, consideró a sus experimentos
como ciencia en la forma más pura, justamente debido a que Faraday no tenía modelos
matemáticos bajo los cuales podría verse influenciado, el sólo ajustaba sus ideas a los
hechos que observaba; y en segundo lugar, sus nociones acerca de campos y líneas de
fuerza. Y Maxwell tenía exactamente lo que Faraday necesitaba: la matemática.
“Con el método que adopto espero dejar claro que no pretendo establecer ninguna teoría
física acerca de una ciencia en la que no he realizado ningún experimento, y que el límite
de mi diseño es mostrar, aplicando estrictamente las ideas y métodos de Faraday, que la
conexión entre los diferentes fenómenos que él ha descubierto pueden ser claramente
presentados ante una mente matemática” leía un cansado y decaído Faraday de 66 años, en
un artículo llamado “De las líneas de fuerza de Faraday, por J. Clerk Maxwell, Trinity
College, Cambdrige”, que Maxwell le habían enviado por correo.
El contacto entre los dos se volvió estrecho, Faraday volvió a tener una motivación para
regresar al laboratorio y Maxwell continuó perfeccionando su teoría. Pudieron conocerse en
Londres en 1860, y en 1861 Maxwell dio una de las charlas de los viernes por la tarde en la
Royal Institution. En 1864 Maxwell presenta su artículo definitivo, “Una teoría dinámica
del campo electromagnético”. Este sintetiza los fenómenos eléctricos, magnéticos y ópticos
con ecuaciones y la más pura matemática. Un artículo que, aunque explicaba sus líneas de
fuerza, Faraday no podría entender jamás.
Últimos años
Faraday vivió sus últimos años como lo hizo siempre: con humildad y proactividad. Aceptó
su decaimiento mental como algo inevitable y continuó siendo útil desde su nueva posición:
un influyente hombre de ciencia. Por ejemplo, comenzó a escribir cartas a los diarios
llamando la atención de la sociedad acerca de la contaminación del Támesis, y lo logró,
aunque no pudo ver en vida los resultados de los proyectos para tratar residuos de drenajes
que comenzaron a implementarse. Luchó fuertemente contra la pseudociencia: atacó a
videntes, médiums, magos, y trató de hacer pensar a los crédulos, de la forma que mejor
sabía, que era educando a la sociedad en la ciencia. Habló de estos temas en las charlas de
Navidad, y en 1854 comenzó a exponer sus ideas acerca de la educación, enfatizando la
necesidad de que en las escuelas comiencen a enseñarse todas las ciencias, y no solo
literatura y matemática.
Entre 1850 y 1860 participó esporádicamente en una gran variedad de proyectos, en 1861
dio su última charla de Navidad, y 1862 marca su último experimento en el laboratorio,
pero que no dio los resultados que esperaba: quería ver si el magnetismo afectaba el
espectro de emisión de sustancias incandescentes. Este experimento sería retomado por
Pieter Zeeman treinta y cinco años más tarde, y le daría el premio Nobel en Física en 1902.
Pasa sus últimos años viviendo tranquilo con su esposa, y aunque él había pedido una
ceremonia privada, muchos colegas asistieron a su funeral en 1867.
Así termina la vida de este brillante e influyente científico, con una filosofía de vida que
mantuvo desde sus orígenes, y una pasión y una forma de sentir la ciencia pocas veces
vista. No por algo queda registrado en uno de sus diarios su frase “Nada es demasiado
fantástico para ser verdad, si es consistente con las leyes de la naturaleza”.