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El bailarín exitoso

Érase una vez en un lugar muy lejano, existía un pueblito cuya belleza
era inigualable, tenía bellas flores, gigantescos y frondosos árboles, la gente muy
generosa, sus costumbres y tradiciones. Todo ello hacía un lugar admirable para
los pueblos vecinos.

Vivían cuatros jóvenes: Manuel, Domingo, francisco y Teodosio. Entre


ellos había un joven que presentaba dificultad en su pierna, andaba con una
muleta, aunque para él no había impedimento. Cada joven tenía muchos
talentos. Todos los días salían a jugar, se divertían y ensayaban para
presentarse en algunos eventos realizados por su comunidad. Les encantaba la
danza de los diablicos, las fiestas que celebraban en su comunidad y la música.

“Eres cada flor del campo, eres cada animal, eres todo mi majestuosidad, por ti
cae la lluvia en tiempo invernal, por ti el árbol, las flores, la naturaleza ¡No pares
jamás!

Pasaron los años y fueron convirtiéndose en adultos. Domingo se


comprometió y tuvo una hermosa hija que amaba mucho. Ella le ayudaba.
Admiraba sus cualidades y sus talentos que lo hacían sentirse único en la familia
y era muy apreciado por la comunidad. Siempre le gustaba aconsejar, motivaba
a sus compañeros a seguir adelante. Las diferencias nos son obstáculos si no
oportunidades, les decía con una sonrisa amical, debemos amar lo que hacemos
en la vida. Era de piel morena y amable, tenía una desbordante alegría, que tan
solo mirarlo ya te cambiaba el chip.

Escucharon unos ruidos cerca de la habitación, la madre y su hija fueron a


ver qué era lo que estaba aconteciendo. Domingo estaba poniendo los atuendos
en su alforja, su brillante chaqueta con blondas, los cascabeles que hacían sonar
toda vez que, hacia un movimiento, la máscara hecha de plumas de pavo real,
pañuelos; en la danza también acompaña un ángel que simboliza el bien y se
encarga de hacerle frente al diablo: que simboliza el mal

—¿Esposo mío te vas? —Dijo la mujer— sí, nos vamos los cuatro amigos a
danzar. ¡Alcánzame mi mascará! Anda preparando esos frijolitos con sal que
tanto me gustan.
—Papá, ¿en serio te vas a ir?

—Hija mía, tengo que ir, me invitaron y tú sabes que me gusta bailar los
diablicos, y me quedaré unos días.

—Lo sé papá y me siento orgullosa de ti.

—Bueno, bueno no se diga más y vamos a merendar, ¡qué rico! Olluquitos,


Jarochita, tus favoritos son ricos y nutritivos.

—Madre quiero comer papas.

—Ahora te las sirvo —le contesta la abnegada madre, viéndolos felices


disfrutando de la rica merienda— Luego, lavaremos los platos y seguidamente
nos iremos a descansar.

Al día siguiente. ¡Ay! ya es tarde! Ya levántate. Domingo, se levantó agarró


su camisa y se la puso, llevándose las manos a la cabeza dijo: ¿Dónde está el
sol? ¿será que ya me dejaron mis amigos? Mujer, ve y trae los tipos de maíz que
están en el corredor y fresca mi camino para que me vaya bien, porque así es la
tradición de nuestro pueblo. Me despido de ustedes, Jaracocha, quiero que
cuides a tu madre y pórtate bien; descuida padre, tú ve tranquilo y cuídate
mucho.

Montó en su burro y se fue por la montaña, dando alcance a sus amigos.


Juntos cabalgaron por varias horas y cerca de las 7: 00 de la noche llegaron al
pueblo. Ahí se encontraron con una carismática abuelita. Se quedaron quietos
por un instante y luego, Domingo se animó a preguntarle, ¿es usted de por acá,
señora? Sí, respondió, vivo acá, vengan a descansar y siéntanse como en su
casa.

Inmediatamente, les sacó un plato de sopa de habas verdes recién


preparada. Muy contentos y agradecidos recibieron el cariño de la abuelita.
Platicaron unos minutos sobre las costumbres que había en su pueblo y que los
jóvenes ya no se identificaban con su cultura, por ello estaban realizando la
invitación para que futuras generaciones continuaran valorando y practicando las
costumbres y tradiciones y, de esa forma mantener viva nuestra cultura
ancestral; seguidamente se fueron a descansar.
Domingo tuvo un maravilloso sueño sobre el pueblo donde habían llegado;
soñaba que al principio sentía un olor desagradable, escuchaba muchas quejas,
reparos entre las familias, ambiciones, el malechizo, el consumo de alcohol, la
violencia, pero luego él le preguntó al padre celestial, ¿cómo puedo hacer para
mejorar este pueblo? Dios le dijo tú sabes y tienes las habilidades suficientes
para hacer que cambie el pueblo solo muestra tus cualidades y los demás te
seguirán.

Cuando despertó, les contó a sus amigos lo que había soñado y, entonces,
juntos hicieron un show artístico donde entonaron canciones con letras sobre los
nombres de los productos de su zona, el cuidado del ambiente, sobre las
siembras y cosechas, el dolor y el duelo de los difuntos, los triunfos, el
agradecimiento a nuestro creador por darnos los talentos y la vida. Domingo, el
bailarín con su carisma danzaba como nunca e hizo bailar a todo el mundo desde
el más pequeño hasta el más anciano.

Finalmente, la gente se emocionó mucho que empezaron a hablar en voz


alta. ¡Perdóname si en algún momento te ofendí! ¡Quiero vivir en paz! Sigamos
luchando y valorando nuestras costumbres y tradiciones de nuestros ancestros
para que no desaparezca, decía una voz joven. Era, Domingo, quien a pesar de
su discapacidad física no desistió en ningún momento.

¡VALOREMOS LA VIDA!

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