VIEJAS Y NUEVAS FORMAS DE AUTORIDAD DOCENTE – Fanfani
Dos fuentes de autoridad pedagógica.
La autoridad del docente no es algo innato, sino que se construye en la relación entre docente y alumno, pero varía según la época y el contexto. La legitimidad de la autoridad surge de dos fuentes: la primera es personal y depende del individuo que se “activa” cuando es reconocida por los otros que creen en eso (“los que tienen más títulos”, “los más viejos”, etc.). Lo que esta en juego es la creencia sobre eso, porque puede pasar que crean que ser “viejo” es algo atrasado. La otra, es que, en el sistema educativo moderno, la autoridad del maestro era afirmada por el efecto de pertenecer a la institución y de estar frente al curso. Es decir que la autoridad era un efecto casi automático de la institución, aunque hubo quienes recibieron un mejor trato ya que eran queridos, más escuchados, etc. Hoy la autoridad del maestro es construida por cada individuo con sus propios recursos y habilidades para utilizarlo, por lo que debe conquistar y persuadir diariamente a los alumnos, pues la escuela ya no puede garantizar ese efecto automático. Los factores mas importantes que influyen en el cambio en la autoridad docente pueden ser muchos, pero Fanfani se enfoca en dos: el primero esta vinculado con la crisis de las instituciones y el otro con la modificación del equilibrio de poder entre las generaciones. La crisis de la institución escolar. La escuela publica ha cambiado a lo largo del tiempo, ya no cumple con las expectativas sociales, carece de recursos y estrategias para satisfacer necesidades complejas relacionadas con el aprendizaje, con la sociabilización y la formación de ciudadanos libres y críticos. La escuela se convirtió en una institución sobredemandada y subdotada: más se le exige, pero menos recursos se le da. Por eso aumenta el numero de “escuela pobres y débiles”, sobre todo aquellas escuelas “malas” de las que hablaba Kessler en escuela y delito juvenil, que son las que recogen a los jóvenes problemáticos y marginados del sistema educativo, por eso se da funciones cada vez más difíciles de cumplir. Se viven tiempos de “desinstitucionalización”, el Estado, la familia, la iglesia y obviamente también la escuela. Esto provoca mas confuso el futuro de nuevas generaciones, ya que no existe el “curriculum social” que defina contenidos, secuencias y jerarquías de la cultura que se debería transmitir. Se genera incertidumbre y el individuo libre, debe elegir. Por eso se dice que la escuela ve debilitado su poder los alumnos al mismo tiempo son más libres y autónomos para construirse como sujetos; allí radica la actual complejidad de la escuela. Las nuevas generaciones al poder Los adultos han perdido el poder sobre las nuevas generaciones por la desinstitucionalización. Los padres ya no son “dueños” de sus hijos, tiene potestad limitada por el Estado. Lo mismo pasa con los maestros; antes tenían un status otorgado por la institución y por las atribuciones otorgadas por los padres (hasta el castigo físico en algunos casos). Las nuevas generaciones tienen derechos (expresión, participar en la toma de decisiones, a su identidad, etc.) y la autoridad docente es algo que se debe conquistar constantemente utilizando distintas estrategias pedagógicas o didácticas, logrando el respeto, el diálogo, el consenso, etc. Las familias y los docentes adoptaron la idea del niño como sujeto de derechos, es decir, una infancia y adolescencia con derechos, por lo que la escuela también debe transformarse en una nueva institución escolar donde se experimenten nuevas formas diferentes de generar autoridad. La restauración (del poder) no es solución. La tradición ya no es una solución para los problemas, es necesario renovar las instituciones y otorgarle nuevas atribuciones a los docentes para dar respuesta a los nuevos desafíos que presenta la escuela hoy, dado que ya no se basa solamente en imponer ordenes con autoridad y esperar la respuesta del alumno, sino que el docente debe motivar, movilizar, interesar y hasta cautivar a los alumnos. Para ello es necesario hacer una profunda reforma de la formación intelectual y moral, pero también de las condiciones de trabajo.