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El cine
Junto a los musicales estaban las comedias de Frank Capra que ilustraban las
virtudes del sistema norteamericano (Sucedió una noche, 1934; Vive como
quieras, 1938). Dentro de una corriente que podemos calificar de optimismo
crítico, las películas de Capra quieren demostrar la inquebrantable salud del
sistema democrático de EEUU, en el que cualquier ciudadano puede convertirse
en multimillonario o en presidente del país. Así, sólo es infeliz el que quiere,
porque la sociedad está abierta a todos y la corrupción y la injusticia se destruyen
haciéndoles frente.
Hoy día, cuando lo que la radio inició forma parte de nuestra vida cotidiana (el
boletín informativo, el programa deportivo, las entrevistas, etc.), no es fácil hacerse
una idea del cambio que supuso su desarrollo en los años veinte y treinta. La
cultura radiofónica de masas que se creó entonces logró estructurar la vida
conforme a un horario riguroso, que no sólo regulará la esfera del trabajo, sino
también la del ocio de millones de personas. Aunque centrada sobre todo en el
individuo y la familia, la radio creó su propia esfera pública. Por primera vez en la
historia, gentes que no se conocían de nada sabían, sí se encontraban, lo que el
otro había oído la noche anterior: el concurso, el show humorístico, el discurso del
primer ministro, el boletín de noticias, etc.
Hay que tener en cuenta, no obstante, que el boom de los años veinte no afectó
por igual a toda la población ni a todas las regiones. La miseria persistió entre los
negros, sobre todo en el Sur, y en ciertos sectores de población blanca, por
ejemplo en los Apalaches del Sur. En los años veinte y treinta, cuando lujosas
revistas ilustradas y Hollywood mostraban a las amas de casa "liberadas" gracias
a los electrodomésticos, las trabajadoras negras del tabaco de Durham (Carolina
del Norte) lavaban la ropa de su familia en barreños en el patio con excusados
compartidos en el exterior. Y no hay que olvidar la grave crisis que padecían los
agricultores en esos años. En general los barrios bajos de cualquier ciudad
contrastaban fuertemente con los nuevos suburbios que imitaban las elegantes
casas inglesas. En estos años los ricos tardaban menos en enriquecerse que los
pobres en salir de la pobreza.
d. La nueva prensa.
En primer lugar los periódicos adoptan la forma de “tabloide”, esto es, un tamaño
equivalente a la mitad del formato de antes de 1914, con lo que resultan más
compactos y manejables. Al mismo tiempo, se acude a toda clase de medios para
ganar lectores. Desde 1920 el Mail y el Expres introdujeron nuevas formas de
propaganda, gastándose por ejemplo (en 1928) grandes cantidades en pólizas de
seguros como regalo a sus lectores.
Pero lo que rompió las barreras en esta guerra fueron las prácticas introducidas en
1929 por el Herald, que llegó a ser el diario de mayor tirada de Londres. Para
conseguirlo no reparó en medios: organizó un amplio equipo de agentes que,
puerta a puerta y a comisión, convencían a la gente de que se suscribieran al
periódico. La oferta se acompañaba de regalos y de concursos con premios, en
dinero o en seguros. Bastaba suscribirse por diez semanas para obtener un
regalo. Otros, como el Express, pusieron de moda las quinielas de fútbol y más
tarde las de carreras de caballos, ofreciendo premios a quien acertase el orden de
llegada de los primeros. Más tarde el Herald ofrecerá libros populares a precio
reducido, acompañando las suscripciones. La oferta de mayor éxito fueron las
obras completas de Dickens en 16 volúmenes encuadernados en imitación a piel.
Los demás periódicos hicieron lo mismo y se vendieron más de 11 millones de
ejemplares de las obras completas de Dickens, seguidas de otras muchas
colecciones de obras clásicas.
Los tabloides eran herederos de una prensa popular más antigua, la prensa
amarilla. Aparte del formato, se caracterizaban por el sensacionalismo, tanto en la
presentación como en los contenidos. Su éxito se basaba en provocar intensas
reacciones emocionales (desde el odio a la ternura) en el lector. Las dosis de
crímenes, escándalos, sexo, deportes, cuestiones de salud y enfermedades de
alcance masivo, eran cuidadosamente reguladas, como revela una frase de Hearst
referida al Daily Mirror, según la cual los diarios deben dedicarse “en un 90% al
entretenimiento, en un 10% a la información, siempre que no sea aburrida”.