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Historia Del Spleen Eduardo Berti
Historia Del Spleen Eduardo Berti
Quienes fijan 1745 para indicar la llegada a Francia del término spleen señalan un
texto del abad Jean-Bernard Leblanc, Lettres d’un François, en el que se halla la
expresión “splene”. La palabra vuelve a aparecer en 1748, pero en femenino, como
“la spleen”, en un documento escrito por la condesa de Denbigh. Dos años más
tarde, Prévost es el primer lexicógrafo francés en citar la palabra en su Manuel
Lexique (París, 1750). Pronto el término parece querer cambiar de ortografía:
Voltaire habla de splin y Diderot despline en una carta que, en octubre de 1760,
dirige a Sophie Volland.
“¿Sabe usted lo que es el spline, lo que son los vapores ingleses? Yo tampoco”,
escribe Diderot. “Le pregunté a nuestro escocés (el padre Hoop) durante nuestro
último paseo y he aquí lo que me respondió: „Desde hace veinte años siento un
malestar general, más o menos desagradable. Nunca tengo la cabeza libre. [...]
Tengo ideas negras, siento tristeza y aburrimiento. Me encuentro mal; no deseo
nada [...] La vida me desagrada‟ ”.
Si algo contribuyó a fijar la ortografía inglesa original fue una novela del barón
Pierre Victor de Besenval (1721-1794), Le spleen, publicada en 1757. En la novela,
un hombre que recorre los jardines de Las Tullerías tropieza con un desconocido
que le cuenta su historia de marido engañado, de amante traicionado, de padre
entregado a la justicia por su hijo y de militar mal recompensado por sus servicios.
Se trata, según indica Pierre Testud en el prólogo a la última reedición del libro, de
“una obra de total desencanto, no de desesperanza”. Ahora bien, ¿la historia del
desconocido se trata realmente de un caso de spleen semejante al que describe
Diderot? A primera vista alguien podría decir que no, admite Testud, “porque el
personaje de Besenval se siente desgraciado por motivos bien precisos”, es decir
que está lejos de ser víctima de un ataque de melancolía o de “enfermedad
imaginaria” y siente más disgusto ante la vida social que ante la vida misma. Sin
embargo, Testud cree que “su condición es muy próxima al estado esplenético”
porque el desconocido siente, a un mismo tiempo, “el desagrado por el mundo y el
horror de la soledad”, porque –en suma– podría describírselo aplicando las
palabras de Voltaire al final de su Candide: presa de “las convulsiones de la
inquietud o del letargo del tedio”.
El tedio salvaje
Por su parte, el diccionario español de María Moliner define esplín como el “estado
de ánimo del que no tiene ilusiones, ni interés por la vida”.La castellanización
de spleenpuede ser tildada de fea pero no de inexacta, ya que toma en cuenta la
misma raíz “esplen-” (del griego splen y splenos) palpable en palabras técnicas
como esplenitis: inflamación del bazo.
El spleen ocupa un lugar central en Las flores del mal, sobre todo en los poemas
que conforman la sección “Spleen et idéal”, pero las
palabras spleen o melancolía apenas aparecen, y cuando esto ocurre es más en los
títulos que en los versos. “He allí uno de los desafíos de su trabajo poético”, insiste
Starobinski, para quien el término spleendesigna “el mismo mal [la melancolía]
pero a través de un desvío que hace de él una suerte de intruso, elegante y a la vez
irritante”.
A Starobinski le llama la atención que la palabra spleen fuese acogida en Francia
antes que dos vocablos, dandy y dandysme, que caracteriza como “cómplices”: así
como existe una asociación entre la melancolía y el espejo, un vínculo semejante se
da, aunque a través del narcisismo, con el dandy,que “debe vivir y dormir delante
de un espejo”, según escribiera Baudelaire en Le peintre de la vie moderne.
La sensibilidad moderna
Fue a muy poco de publicar en 1857 Las flores del mal, libro en el que se
encontraba la sección llamada “Spleen et idéal”,cuandoBaudelaire se puso a
escribir los pequeños poemas en prosa que finalmente se conocerían como El
spleen de París.
Taedium vitae
Varios estudios publicados en los años setenta exploran la tradición del taedium
vitae o del spleen a lo largo de la historia de la literatura europea. En 1973,
Madeleine Bouchez publicó El tedio: de Séneca a Alberto Moravia. Tres años más
tarde, Reinhard Kuhn dio a conocer The Demon of Noontide, Ennui in Western
Litterature, y su arco llegó hasta Samuel Beckett.
Algo por el estilo hace Frantz Leconte, pero su análisis reviste una mayor amplitud
histórica ya que se inicia en torno a la noción de melancolía en Charles d‟Orléans,
estudia a otros poetas medievales (Christine de Pisan, François Villon) y atraviesa
el Renacimiento (Louise Labbé, Joachim du Bellay, Montaigne, Ronsard) antes de
desembocar, claro, en Baudelaire.
e) Hay spleen en Proust, quien dijo: “No hay melancolía sin memoria, ni memoria
sin melancolía”.
h) Hay spleen en León Bloy cuando lamenta que “nuestros padres eran mejores que
nosotros, tenían entusiasmo por algo”, como también escribe Darío.
i) Hay una especie de spleen tardío (dice André Guyaux) en Tristán Corbière, aun
cuando “se aparta de la idea baudeleriana”.
De seguir el análisis podría llegarse hasta hoy y detectar ennui y spleen, por
ejemplo, en Michel Houellebecq, quien en su primera novela, Extension du
domaine de la lutte,hace de la pérdida del “apetito por la vida” uno de los ejes
centrales. “No es que yo me sienta bajo; es más bien que el mundo a mi alrededor
me parece alto”, dice el narrador, luego de comprobar que la música lo emociona
cada vez menos, de afirmar que “una vida fuerte puede ser a la vez vacía y breve” y
de exponer la tesis de un amigo religioso para quien la civilización humana sufre de
“agotamiento vital”, dado que en los tiempos de Luis xiv el appétit de vivre era
grande pero ahora “necesitamos que nos repitan que la vida es maravillosa y
excitante”.
El ennui inglés
Imbert, como es lógico, no puede menos que sonreír ante el juego de espejos, ante
la paradoja de que los ingleses empleasen una palabra francesa para designar eso
mismo que los franceses indicaban en inglés.