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La identidad personal se forma a lo largo de toda la vida de una persona, comenzando desde el nacimiento. La adolescencia es un momento clave en el que se reelabora la niñez y se integra en una imagen propia. La identidad continúa desarrollándose en la edad adulta a través de experiencias. Se manifiesta en elementos como la identidad de género, valores, religión y profesión.
La identidad personal se forma a lo largo de toda la vida de una persona, comenzando desde el nacimiento. La adolescencia es un momento clave en el que se reelabora la niñez y se integra en una imagen propia. La identidad continúa desarrollándose en la edad adulta a través de experiencias. Se manifiesta en elementos como la identidad de género, valores, religión y profesión.
La identidad personal se forma a lo largo de toda la vida de una persona, comenzando desde el nacimiento. La adolescencia es un momento clave en el que se reelabora la niñez y se integra en una imagen propia. La identidad continúa desarrollándose en la edad adulta a través de experiencias. Se manifiesta en elementos como la identidad de género, valores, religión y profesión.
identidad personal según la psicología supone el proceso
mediante el cual la persona crea, con el devenir de los años, una imagen de sí misma que da respuesta a la trascendental pregunta de ¿quién soy?. Esta sería la definición de identidad personal. Se entiende como proceso porque se origina desde el mismo inicio de la vida y se va desarrollando a lo largo de ella. Un momento determinante en la consolidación de la identidad personal es la adolescencia, momento en el que la persona re- elabora todo lo vivido durante su niñez y lo integra en una imagen personal y particular de sí mismo. En este artículo explicamos en profundidad los cambios psicológicos de la adolescencia. No obstante, la construcción de la identidad personal no se detiene en este momento ya que se trata de un proceso vivo y cambiante que viene alimentado por las diferentes experiencias que la persona va teniendo a lo largo de su vida adulta. Nuestra identidad personal se manifiesta a través de diferentes elementos como: Identidad de género Elección política Valores morales Religión Costumbres y tradiciones populares Estilo estético Expresión verbal y conductual Ocio Profesión Estudios
La juventud contemporánea es bastante diversa y diversificada; hablamos de “culturas juveniles”
para referirnos a aquellas agregaciones de jóvenes en torno a referentes simbólicos que suelen presentarse como componentes de modos de pensar y organizarse, de valores, prácticas y discursos, todos ellos colectivos; y caracterizados por posiciones alternativas y, en ocasiones a contra corriente, de aquello socialmente aceptado y reconocido. Acercarnos, desde la perspectiva de lo educativo, a los grupos juveniles urbanos revela la tensión que comienza a generarse entre un espacio local juvenil apropiable y un espacio juvenil global masivo que diluye la construcción de identidades territoriales sólidas. Desde que surge el fenómeno juvenil en la década de los 60, en la llamada época de la postguerra, junto a la aparición de grupos “con-traculturales”, diversas disciplinas como la psicología, la sociología y la antropología han intentado interpretar por qué los jóvenes suelen concentrarse en grupos y por qué se expresan con determi-nadas manifestaciones. En esas reflexiones normalmente se han en-trecruzado dos preguntas cuyo objetivo es analizar el lugar desde el cual se definen, se sitúan y perciben a los demás: ¿cómo se definen a ellos mismos y cómo conceptualizar el grupo del que hacen parte? De un lado, responden a la primera pregunta con el nombre del grupo al que pertenecen: skato, skate, rasta, fresa, naco, gótico, metalero, electro, hippie, graffitero, punk, cluber, emo, floger, gothic metal, skinheads, etc. A la segunda pregunta, se responde usando conceptos como subcultura, tribu, contracultura, culturas juveniles, entre otras; conceptos que, obviamente están cargados ideológica y paradigmáticamente.La juventud contemporánea es bastante diversificada; hablamos de “culturas juveniles” para referirnos a aquellas agregaciones de jóvenes en torno a referentes simbólicos que suelen presentarse como componentes de modos de pensar y organizarse, de valores, prácti-cas y discursos, todos ellos colectivos; y caracterizados por posicio-nes alternativas y, en ocasiones a contra corriente, de aquello social-mente aceptado y reconocido. Muchos están de acuerdo en que esos referentes simbólicos se originan en la llamada “cultura juvenil de posguerra del mundo occidental”1, pues aluden a una serie de cos-movisiones que se han expandido por todo el mundo siendo apro-piados por jóvenes de la inmensa mayoría de los países occidentales y en muchos otros. En realidad, no importa tanto dónde surgieron, sino la contundencia con la que han seducido a millones de jóvenes de contextos socioculturales muy disímiles. Y sobre todo, interesa entender ese proceso singular que las culturas juveniles han desen-cadenado y que aún no termina de sorprender. ¿Podrá ello ayudar a entendernos como personas y colectivo, en este mundo acelerado en el que estamos?