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Si debo identificarme con una escuela psicológica, esta sería el humanismo. Pues en ella se puede
observar ya una suerte de plan prefabricado en la pirámide de Maslow en cuanto a las
necesidades y, en cierta forma, de búsquedas que el ser humano realiza durante su existencia
individual.
Ciertamente, su enfoque puede llegar a ser muy cuestionable y hasta puede carecer de pruebas
empíricas porque epistemológicamente renuncia a ellas. En cuyo caso, hay que tomar esta escuela
con pinzas a la hora de identificarla y aproximarla hacia mi propia vida y finalidad. Esta precaución
se basa en tomar como un consejo práctico, mas no obligatorio ni final lo que nos propone en
cuanto a la búsqueda de autorrealización.
Ciertamente, antes de autorrealizarme tengo que buscar comida, techo, seguridad y estabilidad en
estos ámbitos, este principio es quizás el más valioso. Y es algo válido para implementar en la
educación.
Como yo lo veo, el humanismo no puede ser un eje rector de todo un sistema educativo. Pero
puede ayudarnos a entenderlo como parte de un sistema integrado a otros elementos, es decir, la
educación depende de más que solo las escuelas, los maestros y los contenidos.
En otras palabras, para que exista una educación de calidad, se la debe trabajar en conjunto con la
economía, con el impulso de las ciencias y la investigación, con la organización política, la
seguridad, así como el cuidado de los derechos de los ciudadanos. Por ello, la pirámide de Maslow
puede y debe ser abordada, en lo que a la educación corresponde, de forma integral, sistemática y
con estrategias conjuntas.
Así pues, no se puede tener una educación de calidad sin haber procurado antes que la población
tenga una estabilidad económica que minimice las distancia entre las capacidades de aprendizaje
de los estudiantes, que se determina por la nutrición, la salud, una vivienda segura, acceso a
medios tecnológicos y recursos didácticos adicionales, además de la posibilidad de acudir a
especialistas en caso de que el estudiante posea alguna deficiencia de carácter biológico o
psicológico.
No se puede hablar de una educación de calidad sin que antes los maestros no hayan sido
formados dentro de un sistema que no admita corrupción en cuanto a su acceso a las Escuelas de
Formación Superior, como tampoco se puede permitir que cualquier persona sea maestro sin
antes haberla evaluado más allá de sus capacidades mnemotécnicas (pues a eso se reduce el
examen de ingreso) sino también evaluarlo de forma psicológica, sus capacidades cognitivas, de
investigación e iniciativa. Y esto viene a ser directo resultado de la organización política, de la
capacidad de los líderes y la base para entender y resolver este problema.
Así pues, entendida como una parte de un sistema, la educación puede ser englobada por la
pirámide de Maslow en miras a solventar estas necesidades y comprenderla también como un
elemento que juega un papel fundamental en la autorrealización de los estudiantes, no por el
título sino porque un buen sistema educativo debería ser capaz de dar un norte, de desarrollar los
talentos innatos de cada estudiante, de brindarle el reconocimiento que merece por sus logros,
plantearle metas y también implicar a sus padres en la consecución de dichas metas.
Como maestro esto es algo que no me hallo en la posibilidad de cumplir en su totalidad ni por mi
cuenta. Pero es algo que debo tener en cuenta para pensar en la correcta educación y bienestar
de mis alumnos. Ciertamente, los cambios más importantes son los que se realizan a gran escala,
pero dependen de individuos que puedan coordinarse, de acciones conjuntas en distintos puntos y
de hacer de sentido común una idea que después se plasmará en realidad. Como lo fue la
revolución del 52, como lo fue el Avelino Siñani y a eso debemos apuntar, a calar en lo profundo
de la consciencia colectiva, pero esto ya sale de la temática de esta reflexión.