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C O N S T I T U C I Ó N P O L Í T I C A D E L PE R Ú y DDHH

Lección 7:
Derechos Civiles y Políticos II

Esta es la segunda de tres clases dedicadas a los derechos civiles y políticos. En


esta lección trataremos el tema de la relatividad cultural, tocando seis puntos.

1. La discusión de la Relatividad Cultural

Como fue mencionado en la lección anterior, los derechos civiles y políticos


tienen sus orígenes teóricos e históricos en Occidente; específicamente, tienen
sus raíces en el pensamiento de los grandes filósofos del tiempo de la Ilustración,
y en las revoluciones liberales de fines del siglo 18.
El primer punto es, por tanto, el tema de las raíces occidentales. Debido al
origen occidental de los derechos humanos, algunos dicen que éstos son una
imposición occidental sobre otras culturas que no comparten la misma historia
y valores que Occidente. Esta objeción llamada de la “relatividad cultural”
postula que Occidente representa sólo una entre muchas otras culturas, cada
una con su propio pasado histórico igualmente valioso y fundamentos morales,
por lo que sería incorrecto regirse por los valores de los “derechos humanos
occidentales”.
La dirección del debate entre universalismo occidental y relatividad
cultural puede ser descrita como múltiple. Durante la Guerra Fría aparecía
como un debate ideológico entre Occidente y Oriente. Hoy es más usual
encontrarlo como una discusión económica y política entre Norte y Sur, o como
un debate cultural-religioso entre Occidente y el Islam. Lo que es claro es que el
Occidente es usualmente identificado con un intento por la expansión y dominio
universal.

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2. Falacia genética

Cuando alguien se opone al alcance universal de los derechos humanos en


base solamente a que poseen un origen occidental, esto equivale a lo que se
conoce como la “falacia genética”, o un uso incorrecto del razonamiento
basado solamente en el origen de algo.
De acuerdo con esta falacia, por ejemplo, Occidente no podría nunca
haber adoptado ningún progreso tecnológico o espiritual proveniente de otras
culturas – tales como la pólvora o el Cristianismo – solamente porque nacieron
fuera de Occidente.
Lo mismo sucede con los derechos humanos. El hecho de que Occidente
sea el lugar de nacimiento de los derechos civiles y políticos no significa que
ellos no puedan tener validez universal.

3. Consenso universal

Otra forma de superar la objeción de la relatividad cultural es identificar la


naturaleza universal de los principios y valores subyacentes al discurso de los
derechos humanos.
De este modo, la dignidad humana, como la idea kantiana del respeto
último hacia todos los seres racionales, es un valor compartido en todo el
mundo, y la dignidad humana es precisamente el principio subyacente a todo
el resto de los principios y normas de derechos humanos.
También existen normas de derechos humanos que son comúnmente
encontradas en diferentes culturas, como el respeto por la vida – a veces
elevada a veneración por su santidad –, la libertad personal y la prohibición de
esclavitud, , así como la prohibición de discriminación racial. Algunas de ellas
incluso tienen el estatus de normas de jus cogens bajo el derecho internacional.
Esto significa que esas normas son imperativas y que prevalecen por sobre toda
norma o acuerdo en contrario. Vale la pena destacar también que el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos cuenta actualmente con 167
Estados miembros, de un universo de cerca de 200 Estados en el mundo hoy.

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El que estas normas o principios no sean siempre cumplidos no significa que


no pueden ser considerados como mandatos morales y legales. Recordemos
que siempre habrá un abismo lógico entre lo que “es” y lo que “debe ser”.

4. Universal no significa absoluto o sagrado

Una tercera manera de responder a la objeción de la relatividad cultural puede


ser el postulado de que la naturaleza universal de los derechos humanos y de
los derechos civiles y políticos en particular, no es equivalente a una naturaleza
absoluta o sagrada.
Es perfectamente posible concebir normas universales y valores que no
poseen un carácter sagrado o absoluto, aunque pueden haber surgido a partir
de doctrinas religiosas o metafísicas. Este el caso de los derechos humanos, que
son estándares que la humanidad se ha dado a sí misma, por así decirlo, en
lugar de una religión universal.
A la inversa, existen normas sagradas o absolutas y valores que no tienen
alcance universal, sino que son dirigidas a un grupo particular de personas. Las
características de universalidad y de lo absoluto pueden coincidir en ciertas
normas pero esto no es necesario. Que una norma sea universal significa que es
aplicable en todos lados.
Que sea absoluta significa que no admite ninguna restricción.

5. El peligro tras el relativismo

La objeción de la relatividad cultural se centra en los defectos del universalismo


como una noción potencialmente dañina, debido a la posibilidad de imponer
el punto de vista de una cultura sobre otra.
Que dicha imposición es un resultado posible del universalismo no puede
ser negado. Sin embargo, el relativismo cultural encierra sus propios peligros. Al
alegar que se está preservando cierta cultura intacta y sin interferencias
foráneas, los defensores de la relatividad cultural pueden estar –
conscientemente o no – defendiendo la causa de la tiranía y la opresión

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nacionales. La opresión nacional puede ser tan perversa como la dominación


extranjera. Abusar del principio de soberanía y auto-determinación es tan malo
como abusar del concepto de derechos humanos para imponer la propia
voluntad política a países más débiles. Consideren el caso del supuesto
mandato religioso que prescribe la lapidación de los adúlteros hasta la muerte.
¿Debería tal castigo quedar cubierto por el principio de auto-determinación
cultural o constituye una violación inaceptable de límites morales o legales?
Lo que es importante es siempre regresar al valor implícito en los derechos
humanos – la dignidad humana. El respeto por ese principio debería ser el
estándar último para exponer los abusos del universalismo, así como del
relativismo cultural.

6. La indivisibilidad de los derechos humanos

Finalmente, la objeción de la relatividad cultural puede ser respondida mirando


más de cerca la relación entre los derechos civiles y políticos, de un lado, y los
derechos económicos, sociales y culturales, de otro.
Como fue mencionado antes, los derechos civiles y políticos se relacionan
con la protección de la esfera del individuo, así como con la participación del
individuo en la vida pública. Por otro lado, los derechos sociales, económicos y
culturales tienen que ver más con las condiciones de vida material. Debido a
estas diferencias, es usual hablar de “generaciones” separadas de derechos,
donde los derechos civiles y políticos pertenecen a la primera generación, y los
derechos económicos, sociales y culturales a la segunda generación.
Más aún, están incluso consagrados en dos documentos legales
separados, ambos firmados en 1966. Estos son el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales.
Sin embargo, la relación entre estos dos conjuntos de derechos fue
reconocida, mediante un lenguaje que trataba de expresar la igual importancia
de tales derechos. Este lenguaje hablaba de los principios de “indivisibilidad” y

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de “interdependencia” de los derechos civiles y políticos en relación a los


derechos económicos, sociales y culturales.
Indivisibilidad significa que separar estos dos conjuntos de derechos y
asignar una jerarquía entre ellos es artificial, debido a que son garantías
conferidas a uno y el mismo sujeto, la persona humana.
Interdependencia sugiere que los derechos de una categoría necesitan
de aquellos de la otra clase para poder ser efectivamente gozados. Por
ejemplo, Amartya Sen sostiene que para que las necesidades económicas,
como la ausencia de hambruna, puedan ser satisfechas, los derechos civiles y
políticos tienen un rol clave.
Este consiste en el reconocimiento de dichas necesidades expresadas por
las opiniones y preocupaciones de la gente cuando participan en foros públicos
y ejercen su derecho a voto.

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