Está en la página 1de 124

Castro, Andrea Soledad

Saberes migrantes. Trayectorias


de productores bolivianos del
periurbano platense

Tesis presentada para la obtención del grado de


Licenciada en Sociología

Directora: Muñiz Terra, Leticia. Codirector: Prividera, Guido

Cita sugerida:
Castro, A.S. (2016). Saberes migrantes. Trayectorias de productores bolivianos del
periurbano platense. Tesis de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria Académica. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1295/te.1295.pdf

Documento disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, repositorio


institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE) de la
Universidad Nacional de La Plata. Gestionado por Bibhuma, biblioteca de la FaHCE.

Para más información consulte los sitios:


http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar

Esta obra está bajo licencia 2.5 de Creative Commons Argentina.


Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA
EDUCACIÓN
DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA

TRABAJO FINAL // TESINA

“Saberes migrantes. Trayectorias de


productores bolivianos del periurbano
platense”

Alumno/a: Castro Andrea Soledad


Legajo: 92214/4
Correo electrónico:
andreuchi_87@hotmail.com
Directora: Muñiz Terra, Leticia
Co Director: Prividera, Guido
Fecha: 1 de Agosto de 2016

0
Resumen

La actividad hortícola del periurbano platense comenzó a modernizarse desde los años

80, hasta convertirse en el área hortícola más productiva, capitalizada y un referente

tecnológico del país. En estos años, los migrantes bolivianos de origen campesino se

convirtieron en sus principales productores. Nos centramos en los debates acerca de la

expansión de la Revolución Verde y los cambios culturales que esta significó para la

agricultura familiar. Nos preguntamos ¿qué pasa con los saberes y prácticas agrícolas a

lo largo de las trayectorias de migrantes bolivianos por diferentes espacios geográficos y

productivos? Partimos de la idea de “trayectorias” de Bourdieu para analizar dicho

proceso a partir de la superación de dualismos; es decir, considerando la estructura y el

individuo en relación dialéctica. Y desde la técnica de “historias de vida” analizamos las

trayectorias de un grupo de productores de las localidades de Abasto y Etcheverry, que

comenzaron su recorrido en Tarija y Chuquisaca (sur de Bolivia), pasaron por las zonas

hortícolas de nuestro país (NOA, NEA y Cuyo) y finalmente se establecieron en la

actividad hortícola platense.

Términos clave: Migración boliviana – Cordón hortícola de La Plata – Prácticas

agrícolas – Trayectorias – Agricultura familiar.

1
Agradecimientos
A mi papá Juan, mi mamá Nora y mi hermano Lucas por el amor, la sensibilidad
y la creatividad para la vida;
a mis abuelos María, Ñata y Simón por sus historias de vida que son hoy mi
identidad;
a mis abuelos que no conocí por guiarme en el camino;
a mis amigas-hermanas por el cariño y la paciencia;
a la familia de la Academia Mayor de la Lengua Quechua donde siempre me
siento como volviendo a casa;
a Trivi que se convirtió en mi compañero de éste y otros viajes;
a Noe, Ceci y Andrés por ayudarme a entrar en este mundo;
y a mi vesícula que acumuló las manías de estos tiempos y se quedó en el
camino.

2
“Hay hombres que luchan un día y son buenos;
hay otros que luchan un año y son mejores;
hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay quienes luchan toda la vida;
esos son los imprescindibles”.
Bertolt Brecht

Hay mujeres que también, a mi tía Graciela.

3
Índice
La llegada al punto de partida ………………………………………....…….......…. P. 5

1. Una introducción a la problemática……………………………………....……… P. 7


2. Modelo de producción ……………………………………….……………...…. P. 10
a. Características generales de la producción agropecuaria
argentina desde sus inicios...………………………………..….……..….…. P. 10
b. Producción hortícola en el cinturón verde platense……………….………… P. 16
I. Características generales….…………...…………………....…….…………
P. 16
II. Cordón Hortícola de La Plata: cambios económicos
y productivos…………………………………….…….…………………..….... P. 18
III. Saberes y prácticas en la producción hortícola platense…….…..….…….…
P. 29
3. Revisión de estudios sobre el cambio productivo-tecnológico…………....…… P. 32
4. Perspectiva de análisis y principales conceptos……………………………...… P. 35
a. Modernización de la agricultura……………………………………..……... P. 35
b. Cambios productivos y culturales en el paso de la agricultura
tradicional a la moderna (industrializada)……………………………………… P. 38
5. Criterios metodológicos……………………………………………………...… P. 48
a. El enfoque biográfico como marco………………………………………… P. 48

b. Etapas del trabajo de investigación……………………………………...…. P. 50

6. Los actores……………………………………………………………………… P. 57

Migración boliviana en Argentina……………………………………………..…… P. 57

a. Lugar de origen………………………………………………….……..….… P. 61

b. Lugar de destino ……………………………….……………………...……. P. 62

7. Trayectorias (residenciales, productivas y culturales)………………………..... P. 66


a. Agricultura tradicional de Tarija y Chuquisaca…………………………….. P. 66

b. Zonas hortícolas de Argentina……………………………………….…..…. P. 79

c. Horticultura periurbana en La Plata……………………………………….... P. 87

Conclusiones…………………………………………………………………...…. P. 105

Bibliografía…………………………………………………………………...…… P. 110

Anexo. Las historias de vida ……………………………………………..….…… P. 116

4
La llegada al punto de partida

Este trabajo empezó hace unos años y tuvo dos vertientes fundamentales. La

primera, en orden cronológico, fue el Taller de Investigación de Enfoque Biográfico y

Curso de Vida que cursé en el año 2012 y del que luego fui parte como estudiante

adscripta. En dicho espacio, la técnica de investigación, el tema elegido y las lecturas

fueron introduciéndome en el enfoque biográfico que resulto de mi interés. Su

profesora, Leticia Muñiz Terra, luego mi directora de tesina, supo darme una guía clara

para abordar el problema de investigación que resultaba de mi interés, complejizando y

haciendo crecer las lecturas que arriesgaba sobre el mismo. La segunda, la posibilidad

de formar parte de una Comisión de Estudios en el Instituto de Investigación y

Desarrollo Para la Agricultura Familiar (IPAF Región Pampeana), perteneciente al

Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) entre 2013 y 2014. En ese

contexto, salí al campo, me embarré bastante y me di el lujo de discutir desde adentro

las problemáticas de la agricultura familiar con un equipo de investigadores y militantes

del sector. Este fue el puntapié inicial para la delimitación del tema a investigar, donde

Guido Prividera cumplió la función clave de introducirme en las discusiones del mundo

rural y de “traducirme” a los ingenieros agrónomos, hasta lograr que me hiciera

preguntas sociológicas sobre el periurbano hortícola y sus sujetos. En el mismo lugar,

Edgardo González, fue quien me dio la bienvenida en el Instituto y me llevó a conocer

las quintas y sus actores. No quiero olvidarme de Andrés Merchán que me ayudó

desinteresadamente con la famosa “entrada al campo” y las sucesivas entrevistas que

sólo fueron posible por el vínculo que él había creado con los y las productoras; y

tampoco de Cecilia Garatte, por su compañía en las alegrías y angustias de este proceso

que es tan solitario. Finalmente, quiero mencionar a Andrés Polack que confió en mí

5
casi a ciegas y me abrió la puerta que separa/une la facultad con el mundo del trabajo.

Agradezco a cada una de las personas que participaron en las diferentes etapas de la

tesina, para mí fue un proceso de aprendizaje muy satisfactorio. Espero que resulte un

aporte para el acercamiento y comprensión de los actores del sector, los protagonistas,

que son los que en definitiva importan.

6
1. Una introducción a la problemática
Desde los años ´80 del siglo XX, la producción hortícola se vio transformada en

base a tecnologías de insumos y la tecnología del invernáculo (Selis, 2000). Guiada por

el paradigma de la “Revolución Verde”, de origen estadounidense, que llegó al agro

pampeano a mediados de siglo pasado. Mediado por políticas estatales, demandas del

mercado y ofertas de las agroquímicas, esta opción caló hondo en productores y

consumidores (Domínguez, 2008). En la actualidad, el cinturón verde platense

representa la zona más capitalizada y tecnologizada del país, donde se producen grandes

cantidades de hortalizas con destino a la Región Área Metropolitana de Buenos Aires y

otras provincias (García, 2012). Este modelo tiene una lógica de espiral, donde se

demanda cada vez más cantidad de insumos, lo que lo hace poco sustentable

económica-productiva, cultural y ambientalmente (García, 2016).

Por otro lado, los actores de la producción han sido históricamente migrantes de

diferentes nacionalidades (primero italianos, españoles y portugueses, luego japoneses).

En las últimas décadas del siglo pasado, la migración boliviana ha sido atraída por esta

economía. Desde allí, se convirtió en un actor fundamental para el desarrollo de dicha

actividad (Benencia et. Al., 1997: Ringuelet, 2000, entre muchos otros). Estos llegaron a

la zona a través de redes de connacionales vinculando de manera permanente la

comunidad de origen con la de destino y constituyendo un “espacio transnacional”

(Benencia, 2006; Sassone, 2009).

En este contexto, nos interesamos por la problemática de los saberes y prácticas

agrícolas que los migrantes traen de sus lugares de origen y que aprenden en los lugares

de destino. Escasas investigaciones abordaron este tema y ninguna lo ha hecho en la

horticultura platense. La bibliografía al respecto menciona que la mayoría de los

migrantes parten de comunidades rurales, donde se realiza una agricultura tradicional y

7
llegan a una agricultura moderna y especializada (García, 2012; Kraser y Ockier, 2008;

Domínguez, 2008). Partiendo de esta idea, nos preguntamos ¿de qué manera cambian

sus saberes y prácticas agrícolas a lo largo de sus trayectorias?

El objetivo de la investigación es comprender cómo se dan los cambios en

saberes y prácticas agrícolas a lo largo de las trayectorias de un grupo de migrantes

provenientes de los departamentos de Tarija y Chuquisaca (Bolivia), en el Cinturón

Hortícola de La Plata (CHLP). Siendo los objetivos específicos: a) Analizar el recorrido

de un grupo de migrantes bolivianos por diferentes espacios productivos hasta su

llegada al Cordón verde platense. b) Indagar en las características socioeconómicas y

temporales de cada uno de los espacios productivos recorridos por los actores. Y c)

Describir y comprender los saberes y prácticas agrícolas a lo largo de los espacios

productivos por donde pasan los migrantes.

Dicha problemática es pensada desde el marco del cambio cultural en la

globalización y la doble tendencia hacia la “homogeneización” de formas de vida y el

surgimiento de nuevas “heterogeneidades” (Segato, 2007), que en la agricultura se

impone con el modelo “convencional” y extiende determinados saberes y prácticas

(legitimados por la ciencia) por sobre el resto de los conocimientos locales o

tradicionales (Sevilla Guzmán y Mielgo, 2000; Sarandón, 2002). Entendemos que éstos

deben ser comprendidos en el marco de las “estructuras económicas y temporales” en

que tienen lugar, y que son aprendidos a través del “habitus” de los actores. Los mismos

(tanto el habitus, como las “prácticas” que de él derivan) son susceptibles de cambio

cuando los actores cambian de estructuras (Bourdieu, 2013). En nuestro caso, el

concepto de “trayectoria” nos permitió comprender el proceso “superando dualismos”,

teniendo en cuenta los procesos sociohistóricos, así como los planos estructural y

subjetivo (Waisman, 2011). Finalmente, en esta investigación flexible, de carácter

8
cualitativo, buscamos comprender el problema en profundidad y no generalizar los

resultados (Marradi et al., 2007). Consta de un análisis retrospectivo, que utiliza la

técnica de las historias de vida para reconstruir la trayectoria de los actores en primera

persona (Bertaux, 1993).

9
2. Modelo de producción
La agricultura “es considerada una
actividad milenaria en la historia de la humanidad.
Pareciera que ha existido desde tiempos
inmemoriales y va a existir por siempre. Sin
embargo, esto no es así (…)” (Sarandón, 2002:23).

a. Características generales de la producción agropecuaria

argentina desde sus inicios

El desarrollo agrario y económico de Argentina estuvo vinculado a los siguientes

regímenes de acumulación: desde 1880 hasta 1930 el modelo Agroexportador, desde

1930 hasta 1970 el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones, desde

1970 hasta 2002 un modelo de apertura al exterior (Giarracca, 2005) y desde 2004 para

algunos comenzó el modelo postneoliberal o neodesarrollista (Balsa, 2013).

Desde mediados del siglo XIX Argentina comenzó a producir alimentos (carnes

y cereales) para abastecer a los países europeos. Además producía casi la totalidad de

los alimentos necesarios para abastecer al mercado interno (Gutman et al. 1987). Para

todo esto era necesario expandir la producción agropecuaria a vastos territorios. Se

configuró el modelo agroexportador que tuvo como centro la región pampeana y como

periferias las zonas extra pampeanas donde se desarrollaban las agroindustrias que

abastecían al mercado interno1. Este modelo ubicó al país, como parte de la “periferia

prospera” de capitalismo mundial junto con Canadá, Estados Unidos, Australia y Nueva

Zelanda, países que contaban con “ventajas comparativas” y que tuvieron un desarrollo

agrario similar en esta época.

1
Si bien ese territorio central es el rico y con mayor poder político, los periféricos son
funcionales a la condición de existencia de aquél.

10
La producción dependía en gran parte de las unidades familiares del agro

pampeano, “pequeñas explotaciones capitalizadas”, que se distinguían de las típicas

campesinas de zonas extra pampeanas y del resto de América Latina, así como también

de las plenamente capitalistas. Como definieron Archetti y Stölen (1975: 15 en

Giarracca, 2005): “si una economía campesina se reproduce, no crece, no se desarrolla,

la economía ´farmer´ se caracteriza porque acumula capital y se reproduce a una escala

mucho más amplia, crece y se desarrolla”. Durante la segunda mitad del siglo XIX se

consolidó una estructura liberal conservadora donde predominaron los latifundios

(Balsa, 2013). Respecto de los debates acerca del modelo de desarrollo, en los periodos

que siguieron se osciló entre la naturalización de un desarrollo agrario con mínima

intervención del estado y el debate acerca de las mejores características y cómo debía

participar el estado en ese desarrollo.

En 1930 el modelo entró en crisis por la caída de los precios internacionales de

los productos de exportación y comenzó el régimen basado en el proceso de

Industrialización por Sustitución de Importaciones (1930 a 1970). En esta coyuntura se

debatieron tres teorías: estructuralista, neoliberal o neoclásica y tecnológica (Giarracca,

2005). Para fines de esa década del 30 fue predominante el discurso agrarista crítico de

los latifundios y favorable a la reforma agraria. Aunque este se desacreditó en la década

del ´60 porque no se ajustaba a la realidad de la estructura agraria (Balsa, 2013).

En los años ´70 avanzó el modelo de la “Revolución verde” en el agro argentino.

Aparecieron nuevas variedades de cereales y oleaginosas y se introdujo la doble

cosecha, produciendo una mayor agriculturización; el trigo-soja reemplazó otros

cultivos (como sorgo y maíz) y a la ganadería (característica de las explotaciones

mixtas). Como dice Vitteli (2012), adecuarse al paradigma dominante les ha permitido a

los países (o era la condición para) insertarse en el mercado mundial de alimentos. Más

11
aún, este autor sostuvo que el desarrollo económico de cada región dependió de la

confluencia entre: la dotación de recursos naturales del territorio, la lógica productiva de

la nación (las condiciones políticas internas) y la capacidad de adecuarse al paradigma

tecnológico vigente. Se puede pensar que la forma que adoptó la producción

agropecuaria en cada periodo estuvo vinculada con el paradigma tecnológico

predominante en la época2. En sus palabras: “Esa dualidad entre la aparición de un

nuevo paradigma tecnológico y la predisposición y capacidad para ser incorporado o no

en un ámbito geográfico concreto caracteriza, precisamente, la historia de todas las

producciones agropecuarias (…)” (Vitelli, 2012: 82)

A mediados de 1990 un nuevo salto tecnológico llegó con la biotecnología de los

transgénicos. Se implementó la semilla de soja RR (Roundup Ready) y el paquete

tecnológico que consistía en combinar la semilla con el glifosato al que ésta es

resistente. Se difundió en los productores y estos se volvieron más dependientes de las

empresas proveedoras de semillas e insumos.

El sector agropecuario se vio afectado tanto por el contexto de liberalización, la

apertura económica y las medidas de desregulación3 como por la transformación del

sistema agroalimentario mundial. Esto significa que la agroindustria concentró y

centralizó el procesamiento industrial, los supermercados dominaron la esfera de la

2
El autor caracteriza cinco grandes paradigmas o bloques tecnológicos desde la primera
revolución industrial hasta la actualidad. Define que: “los distintos bloques tecnológicos que
puede ser asimilados al concepto de paradigma tecnológico conforman la idea, acertada, de un
corte temporal económico notorio, marcado por la difusión y el empleo, totalmente abarcativo,
de una concepción de hacer las cosas. Por su lógica cada nuevo paradigma sustituye de
manera eficiente a las anteriores concepciones productivas, pudiendo generar utilizaciones
distintas de los recursos naturales y alterar las ventajas competitivas” (2012: 82) El desarrollo
de nuevas formas productivas tarda largas periodos en los que conviven nuevas formas con las
antiguas.
3
La medida que tuvo mayor impacto fue el decreto de desregulación que eliminó varios
organismos que regulaban la actividad agropecuaria desde 1930.

12
comercialización y distribución, y las empresas comenzaron a tener la exclusividad de

la semilla e insumos necesarios para producir. Estos sectores lograron una integración

vertical y la extranjerización de la producción (Teubal, Domínguez y Sabattino, 2005).

En el contexto de globalización y de políticas neoliberales, el sector se articuló cada vez

más con complejos agroindustriales y con un sistema agroalimentario o agroindustrial

cuyo núcleo eran las grandes empresas. La economía se reprimarizó a partir de este

modelo basado en la producción y exportación de soja transgénica. La obtención de

grandes rentas estuvieron destinadas a sustentar el modelo de valorización financiera

(Giarracca, 2005).

A partir de dichas reformas productivas, creció el discurso “centrado en la

celebración del avance tecnológico” y el desarrollo de un tipo de productor que debía

dejar de ser el chacarero “tradicional” y transformarse en empresario innovador y

“moderno” (Balsa, 2013: 373). Balsa lo caracterizó como discurso “tecnologizante”,

que se presentó como superador de la confrontación entre los dos anteriores y articuló

de manera funcional con el neoliberalismo (tanto en épocas de dictaduras como en

democracia). Dicha articulación entre lo liberal-conservador y tecnologizante tuvo

mucho éxito en interpelar a los productores pampeanos en grandes explotaciones,

medianas y pequeñas4 (Balsa, 2007).

En la última década, que puede ser caracterizada como postneoliberal, se

observó una expansión ilimitada de los monocultivos, que tendió a poner en riesgo la

producción de alimentos para consumo interno (como la producción hortícola entre

otros). Se profundizó la concentración productiva a través de procesos de concentración

4
Balsa (2007) sostiene que en el agro pampeano las formaciones discursivas liberal-
conservadoras y tecnologizantes tienen hegemonía en diferentes actores, de grandes
explotaciones a medianas y pequeñas. Este encontró cierto límite después de los 90, pero no
fueron suficientes para poner en cuestión su hegemonía en la opinión pública y resto de los
productores (Balsa, 2013).

13
de la producción agropecuaria por un lado; y por otro se expandieron grandes empresas

a zonas extra pampeanas antes dedicadas a otras actividades. Es un modelo que aún

requería importantes incrementos de las exportaciones (soja y derivados) para mantener

el crecimiento de la economía nacional (Balsa, 2013). Las políticas de poca intervención

estatal para el sector dejaron lugar a las acciones del sector más dinámico del agro. En

este contexto algunos actores recuperaron ciertos esquemas del discurso agrarista critico

a la concentración, que dieron lugar a una serie de discusiones (Balsa, 2013).

Estos cambios a nivel nacional se entendió en el marco de un nuevo modelo de

producción, la “ruralidad globalizada” (Giarracca y Teubal, 2005), que marcó un

cambio en la forma de producción caracterizada por el uso de nuevas tecnologías, la

homogenización de la producción, el aumento en la escala productiva, la tercerización

de tareas, la primacía del conocimiento científico por sobre otros saberes y la

flexibilización en la organización del trabajo. El motor principal de estos procesos

estuvo vinculado a un nuevo estadio de la Revolución Verde, el paso de una agricultura

basada en recursos naturales a una basada en la ciencia, y generó importantes

diferencias de productividad entre las regiones, vinculadas a las diferencias de

inversiones. La población rural que había vivido por generaciones con los mismos

recursos y tecnologías “ha aprendido de una larga experiencia lo que sus esfuerzos

pueden extraer de los recursos de que disponen” (Albarracín Deker, 2015: 71) y cuando

aparecieron nuevas oportunidades técnicas ésta se vio modificada. El cambio técnico

requirió: a) adquisición de fuentes no tradicionales de recursos, como las semillas

nuevas, productos químicos y equipos; b) el desarrollo de nuevas habilidades para tratar

con los recursos naturales e insumos; y c) de nuevas habilidades para tratar con

instituciones de mercados de productos que vinculan a la agricultura con el sector no

agrícola (Albarracín Deker, 2015).

14
Finalmente, dicho modelo acarreó graves consecuencias sociales, económicas y

ambientales, tales como: pérdida de la capacidad de autoconsumo, pérdida de

autosuficiencia alimentaria, pérdida de autonomía y derechos5, pérdida de diversidad

cultural y éxodo rural. Así como también pérdida de biodiversidad, contaminación

ambiental, dependencia creciente de combustibles fósiles, entre otros (Teubal, 2001;

Teubal, Sabatino y Domínguez, 2005, Sevilla Guzmán, 2002; Sarandón, 2002; Marasas

et al. 2012). La agricultura familiar se vio afectada por el modelo concentrador que las

consideraba inviable: muchas unidades productivas comenzaron a desaparecer, pero

otras lograron persistir a través de diferentes estrategias. Además, sus prácticas, saberes

y tecnologías arraigadas fueron caracterizados como atrasados (Gudynas y Acosta,

2011: 104) respecto de las que proponían desde el centro económico-productivo y

político. Este proceso que comenzó en los 50 y 60 en el agro pampeano llegó a la

actividad hortícola de Gran Buenos Aires dos décadas más tarde y adoptó una forma

específica.

5
Esto significa que mientras que los productores tradicionalmente ahorraban y producían su
propia semilla, ahora dependen de la semilla que les vende la gran empresa industrial, que por
ser híbrido no se reproduce fácilmente ni de adapta a las condiciones locales, lo que hace que se
pierda la diversidad genética. Estos actores deben comprarla años tras año disminuyendo su
autonomía relativa. Se trata de elementos imprescindibles para la seguridad y soberanía
alimentaria y agropecuaria que se ponen en riesgo (Teubal, 2001).

15
b. Producción hortícola en el cinturón verde platense.

I. Características generales

El territorio periurbano o rural periurbano es un espacio geográfico y social entre

la cuidad y el campo donde diferentes actividades como industria, granja, horticultura,

vivienda, negocios e instituciones públicas se disputaron históricamente el uso del suelo

(Ringuelet, 2000; Barsky, 2005). Se lo definió como rururbano para dar cuenta del

espacio social donde confluían complejas situaciones de desigualdad económica y

diversidad cultural. Para los grupos de migrantes que llegaron a la zona en distintos

momentos históricos constituyó como un “pasaje”, un espacio de marginación por un

lado y de encuentro y reorganización por el otro (Archenti y Ringuelet, 2000).

La producción hortícola de la región platense es parte del cinturón verde bonaerense 6

que “comprende un radio de 50 km alrededor de la Ciudad de Buenos Aires, el cual lo

conforman 13 partidos abarcando 7.000 km2 con una superficie dedicada a la a la

actividad hortícola de aproximadamente 18.000 hectáreas, este es el más importante del

país” (Benencia en Ringuelet, 2008: 14). Los cinturones verdes están constituidos por

quintas o huertas familiares que rodean los grandes centros urbanos, son de dimensiones

pequeñas y producen verduras de hoja y hortalizas de estación. Se distinguen de las

“zonas hortícolas especializadas” que son huertas especializadas en pocos cultivos,

donde el valor de la tierra es menor y los productos se comercializan a larga distancia.

Dentro de éstas, se distinguen zonas donde se hacen cultivos de estación como en el

Litoral (tomate, berenjena, pimiento, zapallo, etc.) y los que hacen cultivos especiales

por las características de su clima y suelo (ajo, cebolla, zapallo, melón, batata).

Finalmente, se distinguen también de la “horticultura extensiva” que produce cultivos

6
Otros estudios cuestionaron la idea de cinturón verde proponiendo el concepto de
“archipiélago” para el periodo que siguió a 1990 (García y Le Gall, 2010).

16
mecanizados con destino industrial y requiere mayores superficies de tierra (Mundt,

2003).

El área hortícola que rodea7la Región metropolitana de Buenos Aires abastece entre el

60 y el 90% de lo que demanda para una población de 12.806.715 8 habitantes, y el resto

se produce en regiones especializadas. El periurbano de La Plata, que constituye la

estructura agraria más antigua y consolidada del AHB (Benencia et al, 1997: 23), es

responsable del 72% del abastecimiento requerido para dichos habitantes y además

envía su producción al interior de la provincia de Buenos Aires y otras provincias

(García, 2010).

Este espacio se constituyó como la región hortícola más importante del país (García

2016) gracias a una serie las ventajas comparativas respecto de las zonas hortícolas

extra pampeanas (como mejores condiciones ecológicas y climáticas), la inversión en

tecnologías modernas y la explotación de mano de obra, que permitieron incrementar la

productividad (Ferrato et al., 2010; García, 2016) y posicionar a la zona como la más

capitalizada y “referente tecnológico” (Simonatto, 2000). El último Censo Hortiflorícola

(2005) de la provincia de Buenos Aires registró 1.047 unidades productivas en La Plata,

232 en Florencio Varela y 177 en Berazategui.

7
“La región conocida como “Cinturón Verde bonaerense” comprende la zona Norte: Tigre,
Escobar, Gral. Sarmiento y Pilar; el Centro: Gral. Rodríguez, Moreno, Merlo, Marcos Paz y La
Matanza; y la región Sur: Echeverría, San Vicente, Almirante Brown, Florencio Varela,
Berazategui y La Plata. “Dentro de éste, La Plata es el partido de mayor importancia en cuanto a
la producción hortícola de la región (García y Hang, 2007) con 4.753,2 ha (26% de la superficie
del cinturón) de las cuales 60% poseen cultivos bajo cobertura (Cieza 2004) y en donde se
producen anualmente más de 75.000 toneladas de productos hortícolas, prácticamente
duplicando la productividad promedio nacional (Censo Hortiflorícola Bonaerense 2005) Nieto
& Rivas (2007) señalan además que en el cinturón se concentra el 35% de las hectáreas bajo
cubierta del país, considerándolo como un partido especializado en esta modalidad productiva”
(Ringuelet, 2008: 14. La aclaración es nuestra).
8
Según el Censo Nacional de Población del año 2010.

17
Por otro lado, los actores encargados de la horticultura de la zona fueron

históricamente migrantes. En un principio, italianos, españoles y portugueses

(agricultores en sus lugares de origen) y más adelante, japoneses y descendientes de

europeos. Desde fines de siglo y hasta la actualidad la mayoría de los productores son

migrantes bolivianos (Benencia, 2011), no sólo en esta región sino en todas las zonas

hortícolas del país. Estos tuvieron un papel clave en el proceso de reestructuración de la

horticultura ya que su trabajo permitió sostener el proceso de acumulación capitalista de

acuerdo a los nuevos parámetros de productividad y calidad requeridos en la actividad

desde los años ´70 y ´80.

Pero este modelo aparentemente exitoso, incurrió en sucesivas crisis y dio

cuenta de su insostenibilidad en el tiempo. Dentro de las problemáticas más importantes

para los actores que la hacen posible se encuentran: la imposibilidad del acceder a la

compra de la tierra, el altísimo costo de los insumos que cotizan en precio dólar, siendo

una producción que se vende (en pesos) al mercado interno; la problemática de

informalidad del trabajo; problemas para la salud derivado del uso de los agrotóxicos en

la unidad doméstica-productiva; sobreproducción y concentración del mercado. En

resumen, dicho modelo tiene límites ecológicos, económicos y culturales (García,

2016), donde los costos recaen en el factor trabajo (Villulla, 2006).

II. Cordón Hortícola de La Plata: cambios económicos y productivos.

La constitución del Cordón Hortícola de La Plata (CHLP) siguió tres etapas

históricas (García, 2010): un primer momento de horticultura doméstica (1900 a 1920),

el nacimiento de la horticultura comercial (1920 a 1940) y la expansión e intensificación

de la producción (1940 a 2011 [hasta la actualidad]) (La aclaración es nuestra). Dentro

18
de esta última encontramos diferencias entre 1940- 1970; 1975-2001 y después de 2001

hasta la actualidad (Villulla, 2006).

La horticultura comenzó a principios del siglo XX motorizada por inmigrantes

europeos, pero la génesis de la estructura del modelo productivo actual comenzó a

mediados del siglo XX: 1940-1970 (Villulla, 2006). Desde la planificación de la ciudad

de La Plata estuvo contemplada una zona de quintas y ganadería para abastecer a la

población (Gutman et al., 1987). Los iniciadores de la actividad eran inmigrantes del sur

de Italia y en menor medida de España que se asentaron en las zonas de Olmos,

Romero, Los Hornos, Abasto y Etcheverry (Ringuelet, 1991 y Archenti, 2000 en García,

2012).

En el periodo que empezó en los 40, se distinguieron tres momentos: a. 1940-

1975; b. 1975-2001 y c. desde de 2001 a la actualidad (Villulla, 2006).

a. Desde mediados del siglo XX se dio una expansión del sector y consolidación

del cinturón hortícola platense9. En el contexto de la Segunda guerra Mundial,

inmigrantes internacionales10 llegaron huyendo de la misma. Así también, el contexto

internacional traccionó hacia el desarrollo del modelo de Industrialización por

Sustitución de Importaciones que atrajo migrantes internos (del Noroeste argentino) a

trabajar en las industrias y poblar las grandes ciudades. Esta migración aportó mano de

obra para la producción hortícola periurbana y generó una mayor demanda de hortalizas

frescas (García, 2012), lo que redundó en el crecimiento del mercado interno. Por otro

lado, las políticas estatales del peronismo como la congelamiento de los arrendamientos,
9
Mientras en la etapa de nacimiento de la horticultura comercial (1937) había sólo 60 huertas,
en la etapa siguiente (1958) ya había unas 2500 hectáreas de quintas (Garat et al. en García,
2012).
10
La llegada de una nueva oleada de españoles, portugueses y más adelante japoneses hizo el
entramado social más complejo en una zona que se caracterizó a lo largo del tiempo por la
diversidad cultural.

19
colonización y facilidades de créditos para la compra de tierras beneficiaron a los

horticultores del momento, en su mayoría italianos, que accedieron a la propiedad

(Lemmi, 2015). La producción se vio beneficiada también por políticas de

modernización del agro con el hito de la tractorización (1965-67) (Simonatto, 2000)

La producción era más artesanal, las hortalizas se hacían “a campo” (al aire

libre) y los productores gozaban de una “autosuficiencia en el manejo de insumos”

(Villulla, 2006). Los cultivos eran estacionales, es decir que cada cultivo era factible de

producir en una época del año y una zona determinada. Generalmente usaban las

semillas de la zona y elegían cada año las “más lindas” (en términos de los actores, es

decir, con mayor poder de germinación) y las conservaban para el cultivo siguiente.

Para enriquecer la tierra usaban bosta de animales y algunos preparados con plantas

para las plagas u hongos (Boy, 2005). El productor se ocupaba de todo el proceso

productivo, desde la producción a la venta en el mercado.

Las unidades productivas eran más grandes, trabajaba toda la familia en un

predio de hasta 4 o 5 hectáreas y a veces contrataban peones para la época de cosecha.

La mano de obra era principalmente familiar con contratación eventual de peones,

después de los años 60 se extendió la mediería, con migrantes que no habían conseguido

trabajo en las ciudades.

En la primera época, la comercialización era directa en La Plata y luego

comenzaron a llevar al mercado donde las verdulerías se abastecían. Pasaban largos

lapsos sin producción de cultivos, ya que la misma era de carácter estacional y no

existían otras zonas de producción o era muy difícil transportarlas. La producción

hortícola de esta zona no tenía competencia y esto hacía que su comercialización fuera

20
fácil y con elevados precios de venta (Simonatto, 2000). Es decir que el CHLP contaba

con ventajas comparativas por su cercanía al mercado y sus condiciones ecológicas.

En este periodo, los productores (principalmente italianos) lograron capitalizarse

extendiendo la superficie (para abaratar los costos fijos) a partir de la compra o

arrendamiento de tierras y por el avance del control de las condiciones de

comercialización (Villulla, 2006).

b. Este periodo (1975-2001) estuvo caracterizado por la concentración de la

producción, la diferenciación entre productores, la llegada de migrantes bolivianos, la

consolidación de la mediería y especialmente el avance del invernáculo en la

producción.

La dictadura desmanteló las condiciones favorables para la expansión del sector

y los años 80 estuvieron signados por una gran inflación y disminución de los salarios,

la contracción de la demanda y se empezaron a exigir productos de mayor calidad. Para

los productores, la estrategia de reducción de costos a través del aumento del volumen,

variedad y expansión de la superficie, así como control de la comercialización se agotó

por la crisis de saturación de oferta. La producción hortícola platense se vio golpeada

por dicha crisis cuyas causas fueron: la ampliación de las producciones hortícolas en

todo el país que creó competencias y productos de mayor calidad; los cambios de hábito

y consumo, como la demanda de hortalizas que no requieren tanta elaboración; el

aumento de los costos de comercialización sobre los costos totales; la caída de los

mercados internos, por lo que se buscaron nuevos mercados en el exterior, lo cual

obligó a trabajar sobre la calidad del producto; y la intensificación del trabajo por los

medieros bolivianos. La reconversión tecnológica fue parte de una alternativa a la crisis,

donde la horticultura platense buscó diferenciarse cualitativamente del resto (Simonatto,

21
2000). Los más grandes lograron expandirse y diferenciarse de los pequeños (sobre la

base de la diferenciación acumulada en la etapa anterior), concentrando el uso y

tenencia de la tierra y la producción (Villulla, 2006).

El salto cualitativo estuvo dado por un cambio productivo a la luz de la

“Revolución Verde”11 que buscó incrementar la productividad en base a la incorporación

de capital. Se pueden distinguir una serie de innovaciones tecnológicas que marcaron

hitos en el desarrollo productivo, cambiando cuantitativa y cualitativamente la forma

de producción a lo largo de las últimas décadas. El segundo hito tecnológico fue la

difusión de agroquímicos entre 1970 y 1979; el tercero estuvo dado por la aparición de

las primeras semillas híbridas en 1980 y el último llegó en los 90 con los invernaderos

de polietileno12 (Simonatto, 2000).

La utilización de dichos componentes tecnológicos, hicieron el trabajo menos

pesado y agilizaron los tiempos de producción. Además, permitieron incrementar la

productividad, producción y seguridad de cosecha y aumentar la superficie cultivada en

el cordón hortícola. Todos estos cambios requirieron una transformación del productor

familiar a un productor con perfil más empresarial (Selis, 2000; Simonatto, 2000). Los

actores debieron trazar una nueva estrategia para ingresar al mercado todos los días,

lograr diversidad y volumen en la producción (Benencia et al., 1997).

Los actores claves de este cambio productivo fueron: el mercado demandando

hortalizas producidas de manera “convencional”, organismos estatales (como INTA,

Ministerio de Asuntos Agrarios, Secretaria de Agricultura y Ganadería y las

11
Siguiendo el modelo de la Revolución Verde, la horticultura sufrió transformaciones similares
a la agricultura pampeana típicamente extensiva para mercado externo (Boy, 2005: 80), pero sin
las repercusiones políticas de ésta, por ser una producción destinada al mercado interno
(Simonatto, 2000: 25).
12
El primero había sido la tractorización en el periodo anterior.

22
Universidades) (Simonatto, 2000) que contribuyeron en la difusión de conocimientos

para maximizar la variable económica de la producción (Domínguez, 2008).

En los años 90, en el contexto de apertura, desregulación, descentralización,

paridad peso-dólar y privatizaciones, entre otras medidas, el cinturón hortícola platense

se vio afectado por una depresión creciente de la demanda. El Estado renunció a toda

regulación centralizada sobre las condiciones de comercialización de alimentos

perecederos, y los hipermercados comenzaron a negociar directamente con cada

productor evitando el mercado. Estos exigían un producto de mayor calidad a cambio de

menores retribuciones, además de crear una demanda artificial de todas las variedades

todo el año. Todo esto cambió las condiciones de producción y comercialización, ya que

para mantener esos estándares fueron necesarios ritmos y técnicas más intensivas y

sofisticadas con mayor inversión (Villulla, 2006).

Los invernáculos de madera y cobertura de polietileno remplazaron por un lado

a los invernáculos de vidrio que se utilizaban para la floricultura, y por otro a las

producciones "a campo" de hortalizas (Selis, 2000; Simonatto, 2000). Con el objetivo

de alcanzar ciertos niveles de ingreso se combinaron cultivos a campo y bajo

invernáculo, siendo esta última una modalidad “novedosa”, con mayores beneficios

posibles pero también con mayores riesgos. Empezaron a aparecer semillas híbridas a

costo muy alto, aunque todavía predominaban las nacionales. También aparecieron los

invernáculos, que implementaron los primeros productores (“adoptadores tempranos”)

productores italianos en el cultivo de apio (Cattáneo y Fernández, 1997). Este hito

modificó radicalmente los sistemas productivos aumentando la artificialización en tanto

iba acompañado por la implementación de semillas de alto potencial de rendimiento,

mayor uso de insumos de síntesis química y aumento de la superficie bajo riego

(Jaimes, 2012). Su construcción comenzó a mediados de los ´80 en esta zona y una

23
década más tarde predominaban los sistemas combinados de cultivos bajo invernáculo y

“a campo”.

Muchos de los productores pequeños no pudieron adaptarse a estas exigencias y

salieron de la producción, lo que llevó a la concentración de la producción y la tierra.

Quienes se quedaron debieron modificar sus condiciones productivas y de

comercialización de una producción familiar tradicional a parámetros de tipo

empresarial, en un cambio que fue sólo económico sino también sociocultural. La

producción se hizo cada vez más compleja, necesitando de asistencia técnica de

ingenieros agrónomos y una dedicación exclusiva a la esfera de la producción que

acortó los ciclos de producción y circulación del capital (García, 2010)

A mediados de los 90, se observaron las consecuencias más evidentes: con la

difusión del invernáculo aumentó el nivel de concentración de la producción y se redujo

la cantidad de mano de obra necesaria. La migración de Bolivia a la zona, a través de

redes de connacionales, les permitió subsistir y eventualmente ahorrar o enviar

remesas. Por la condición de informalidad e ilegalidad se degradaron las relaciones

laborales de la región. Se generalizó la mediería: un acuerdo entre el quintero y el

trabajador, donde el arrendatario o dueño aportaba la tierra, herramientas y gastos de

comercialización y el segundo su fuerza de trabajo y la de su familia, y eventualmente

insumos o gastos de comercialización. La retribución se acuerda según los aportes de

cada uno una vez realizada la venta. Esta relación aumentaba la productividad en el

trabajo, aseguraba la mano de obra calificada, transformando el capital fijo (salario) en

variable (porcentaje ganado) y reduciendo el riesgo. Implicaba una forma invertida de

crédito ya que se devolvía el costo del trabajo una vez terminado el ciclo de producción.

No requería derechos laborales ni obligaciones ya que era en apariencia una asociación

entre iguales, aunque el trabajador no tenía injerencia en las principales decisiones de la

24
producción, gestión y comercialización. Pero, a la hora de contratar peones, el mediero

se transformaba en el patrón de estos. En el contexto de crisis, este recurso “permitió

destrabar el proceso productivo ante la falta de crédito y amortiguó perdidas a través de

la descarga sobre el trabajo como costo variable (…), en los ´90 `gracias´ a la

generalización de la mediería se logró la substitución y desarrollo del sector sobre la

base del deterioro de las condiciones de trabajo para los productores (medieros)”

(Villulla, 2006: 47).

El empleo del paquete tecnológico y la difusión de los invernaderos de

polietileno, hicieron posible la diferenciación del CHLP del resto de las producciones

hortícolas del país. El otro elemento clave fue la flexibilización de las relaciones

patrones-trabajadores (a través de las relaciones de mediería en detrimento de la

asalarización) que dio como resultado un crecimiento excepcional de la producción en

fresco en la década del ´9013. En esta década, la horticultura platense entró en la etapa de

diferenciación, que junto a la retracción de la oferta de las otras regiones, la llevaron a

una expansión productiva con gran competitividad. Además, esta horticultura necesitaba

una menor superficie a partir de la tecnología, que hizo posible mayor productividad en

menor espacio (García, 2012).

c. A fines de los 90 las contradicciones del modelo hortícola sumadas la crisis

económica del país dieron lugar a la crisis recesiva entre 1998-2002 que muchos

productores no pudieron superar. La crisis económica llegó al sector hortícola en 2002

con graves consecuencias para un sector conformado mayormente por productores

familiares. Estos se vieron endeudados al no poder costear los insumos importados

13
Otras innovaciones de la época fueron: la construcción de invernáculos, la hidroponía, el
aumento de la superficie bajo riego, la investigación genética, fertirrigación, mejoramiento de la
protección de plantas, del manejo poscosecha y de la clasificación y empaque (Benencia, 2006:
137).

25
requeridos para la producción, los alquileres de las quintas, etc. E implementaron

diversas estrategias económicas, sociales y productivas para superar la crisis y persistir

en la horticultura en el marco de un modelo de producción excluyente (Waisman, 2011

y Jaimes, 2012). Los migrantes bolivianos fueron los que mayormente lograron

persistir, diferenciarse y capitalizarse (García, 2012).

Entre 2004-2005 comenzó una reactivación de la economía, que cambió la

estructura hortícola. Las políticas heterodoxas elevaron el precio del dólar, lo que

repercutió en el precio de insumos requeridos, los paquetes tecnológicos y el gasoil, que

subieron así como el precio de la tierra. A eso le siguió una degradación de la

producción, las condiciones de vida y trabajo. La prioridad era bajar los costos para

poder sobrevivir en pos del aumento del volumen de producción. Comenzaron a

predominar cultivos rápidos de ciclos cortos, donde muchas veces alcanzaba a esperar

los tiempos de carencia (para bajar la toxicidad de los insumos aplicados), y se ponía en

riesgo la salud del productor y consumidores, dañando al medioambiente y con un

riesgo para la sustentabilidad del modelo (Villulla, 2006).

El CHLP era reconocido como “referente tecnológico” por el avance en la

calidad, cantidad, variedad y eficiencia de la producción hortícola. Pero la adopción de

este paquete tecnológico en la zona llevó a una tendencia a los sobreprecios, por la

oferta en periodos de baja producción, una circulación más rápida del capital y una

productividad que le permitía diluir los costos en los costos totales. Esto implicaba un

aumento de los costos de producción, una mayor especialización de la producción (por

ejemplo, tomate, pimiento, etc.) y gran intensificación en la producción respecto de las

formas tradicionales (Simonatto, 2000). ¿Pero qué implicaba esto?

26
García (2012 y 2016) sostiene que los tres pilares en el modelo del CHLP

fueron: el rol del horticultor boliviano, la explotación de la fuerza de trabajo y la

tecnología del invernáculo. En primer lugar, el horticultor boliviano era el actor definido

como “capitalista con rasgos campesinos”, según Benencia (1999 en García, 2012),

porque combinaba prácticas de su pasado campesino con elementos de la actual

estructura capitalistas. Esto le permitía contraer el consumo, mantener una

autoexplotación y contar con la mano de obra familiar. Características que mantuvo

desde sus comienzos como peón y mediero hasta alcanzar importantes niveles de

acumulación. El segundo pilar era la explotación de la fuerza de trabajo sobre la que se

asentaba la competitividad platense. Se observó una total precarización de la mano de

obra en este sector a partir de en una triple informalidad: laboral, migratoria y física. En

palabras de García (2016:165) “(los migrantes) naturalizan jornadas más largas e

intensivas y con contribuciones hasta menores al valor de la fuerza de trabajo. Así

impone su producción con bajos precios, gracias también a estos artificiales y reducidos

costos de la mano de obra, en interacción con la tecnología del invernáculo que

incrementa la productividad y la calidad comercial.” Y el tercer pilar de expansión y

diferenciación platense fue el invernáculo, considerado como la “condensación de un

proceso de modernización agrícola que incluye cambios de manejo, en la mano de obra,

en la demanda y en la dependencia de insumos, entre otros (Selis, 2000)”. Esta tríada

dio como resultado la diferenciación del Cordón verde platense y la posibilidad de

constituirse en el área hortícola más importante del país.

Dicho modelo tiene un funcionamiento de espiral “por cuanto la mayor

tecnología genera una mayor producción, que reduce los precios (que no necesariamente

llega al consumidor) y en consecuencia las ganancias, lo que induce a una mayor

incorporación tecnológica que reinicia y potencia el ciclo. Cada una de ellas tiene a su

27
vez desprendimientos, tales como un incremento en la producción genera tanto una

concentración de la producción como una mayor presión por la apropiación del valor

vía la renta. Esta última a su vez impacta en las condiciones de vida (de productores y

trabajadores) y en la explotación bienes comunes y de la fuerza de trabajo (familiar y

extra familiar), que a su vez repercute en las condiciones de vida” (García, 2016:167).

El desarrollo de este modelo se dio (y se sigue dando) en base regresiva, donde los

costos recayeron sobre los trabajadores, es decir que el sector genera bienes

innecesariamente por debajo de sus capacidades y los costos se descargan sobre el

factor trabajo, profundizando la degradación de las condiciones de vida (Villulla, 2006).

Este proceso dio como resultado la agudización de la brecha entre la capa

superior y la inferior de productores, generando muchos pequeños que viven en peores

condiciones que antes, en una situación de inestabilidad y vulnerabilidad dada la

informalidad del mercado hortícola (Villulla, 2006 y Lemmi, 2015). Además, estas

transformaciones productivo-tecnológicas impactaron en la estructura dando como

resultado una atomización de la producción. Entre 1998 y 200514 creció la cantidad de

explotaciones 593 a 761 pero disminuyó su superficie promedio de 10.3 a 5.6 has. Ya

que la tecnología del invernáculo permitió una horticultura muy intensiva en menor

superficie (Attademo et al. 2013). Para el año 2006 los invernáculos cubrían 1300 has y

tres años más tarde se había superado el doble de esa superficie (3000 has) convirtiendo

al CHLP en responsable del 90% de los invernáculos del AHB y del 50 % del total

nacional (García, 2011). La consecuencia es que el costo de la tierra fuera cada vez más

alto.

Como contrapartida, en la última década se evidenciaron políticas que tendieron

a visibilizar a la agricultura familiar, formalizar a los trabajadores rurales y asegurarles


14
Según datos del Censo Hortícola de la provincia de Buenos Aires 1998 y Censo Provincial
Hortiflorícola de 2005 en Attademo et al. 2013.

28
beneficios sociales. Como por ejemplo el monotributo social agropecuario, la creación

del RENATEA, el RENAF, la creación del Instituto para la Agricultura Familiar de

INTA y la Ley de Agricultura Familiar (no reglamentada hasta el momento), entre otros.

Finalmente, surgieron también gran cantidad de organizaciones sociales (Ferraris y

Bravo, 2014), que comenzaron a fomentar canales cortos de comercialización (ferias y

bolsones) y propuestas (fundamentalmente desde organismos estatales) de alternativas

al modelo convencional como la agroecología; procesos que todavía son incipientes.

III. Saberes y prácticas en la producción hortícola platense

El modelo “convencional o moderno” de producción se impuso tanto en la

población rural como en la urbana. Por un lado, los consumidores comenzaron a elegir

un paquete de pocas verduras disponibles durante todo el año prefiriendo la belleza

cosmética a la calidad nutricional y el sabor (Ringuelet y Laguens, 1994 en Domínguez,

2008). Por el otro, los productores adoptaron una lógica más parecida la empresaria,

guiada por el cálculo de costo-ganancia. Primaron las recetas recomendadas por

profesionales y su oficio de agricultor quedó despojado del conocimiento de la

naturaleza y el entorno productivo.

En la agricultura familiar la “erosión cultural” fue todavía más acentuada por la

necesidad de incorporar valores de la sociedad moderna y urbana. En este contexto, los

migrantes encontraron diferencias respecto de la forma de producción de sus lugares de

origen que habían abandonado por las nuevas formas propuestas por patrones y

vendedores de insumos (Domínguez, 2008).

Algunos autores sostienen que la implementación de nuevas tecnologías en el

periurbano fue posible por la existencia de un “espacio tecnológico”; es decir, “la

posibilidad de que el paquete sea apropiado (…) sin alterar su marco cultural”

29
(Simonatto, 2000: 23, la aclaración es nuestra). Sin embargo, este modelo no se volvió

predominante de forma armoniosa, sino por el poder de los actores que lo sostuvieron (y

lo sostienen). El modelo avanzó con fuertes presiones productivistas, estandarizando las

formas de producción para cualquier actividad y escala, lo que llevó a la

homogeneización de saberes y prácticas agrícolas (Bonicatto et. al., 2014). Para su

expansión necesitó todo un aparato propagandístico que incluyó: la generación de

tecnologías de insumos químicos, la construcción social de un “productor moderno”, el

silenciamiento de cualquier cuestionamiento de los sectores científicos, el cambio en los

contenidos de las carreras agronómicas y campañas de propaganda en los medios de

comunicación (Domínguez, 2008).

Los quinteros bolivianos migraron de un agricultura tradicional a una comercial

(García, 2012; Ferrato, 2010; Kraser y Ockier, 2011; Abal Oña, 2013) aprendiendo las

tecnologías modernas: el invernáculo de polietileno, uso de semillas hibridas y

aplicación agroquímicos a través del trabajo con los patrones (los “adoptadores

pioneros” del paquete) (Cattáneo y Fernández 1997) de otros connacionales, de técnicos

privados o de organismos públicos y de las agroquímicas (Entrevista a investigador de

INTA). Mientras en la agricultura tradicional existía una visión artesanal completa del

conjunto de la producción, en la producción bajo cobertura se demandó un saber

técnico-científico que implicó un diálogo técnico con varios actores.

La opción por dichas tecnología implicó una gran inversión de capital, por eso

los productores capitalizados adoptaron el paquete tecnológico mientras que los menos

capitalizados no lograron hacerlo de manera completa. Estos últimos idearon estrategias

para abaratar costos que les costaron perjuicios productivos y socioambientales. En

general, trabajaban superficies menores y solían realizar producciones más

diversificadas, lo que se puede caracterizar como una lógica de adopción híbrida del

30
paquete tecnológico (Prividera, en Marasas et. al., 2012). Que se apropiaran de manera

“hibrida” quería decir que el paquete tecnológico era utilizado de manera incompleta o

combinada con prácticas no convencionales. Generalmente sin seguir las instrucciones y

normativas reglamentadas de uso, por ejemplo: utilización de modo preventivo, sin

respetar dosis recomendadas y tiempos de carencia; compra de productos más

económicos para abaratar costos, a pesar de ser más tóxicos, poniendo en peligro su

salud y la calidad de la producción (Marasas et. al; 2012).

Por mencionado, podemos pensar que a pesar de la presión del modelo

hegemónico, no se dio una homogeneización total de saberes y prácticas agrícolas.

Algunos quinteros conservaron variedades de semillas (de La Plata o de sus lugares de

origen) por razones económicas, culturales y sociales como transmitir la historia

familiar y preservarlas para las siguientes generaciones, reproducir la alimentación

tradicional, atender a la salud, etc. (Bonicatto et al., 2014). En algunos casos estas

prácticas estuvieron vinculadas a formas organizadas de productores e instituciones y en

otros a prácticas de familias individuales. En esta instancia nos preguntamos ¿cómo se

dieron los cambios en saberes y prácticas agrícolas a lo largo de las trayectorias de un

grupo de migrantes del sur de Bolivia hasta el periurbano platense?

31
3. Revisión de estudios sobre el cambio productivo-tecnológico.

En la bibliografía que abordó de manera general los cambios productivo-

tecnológicos en la horticultura de la zona podemos distinguir dos grandes líneas de

análisis: 1) por un lado, análisis que anclaron en la perspectiva de la economía del

desarrollo, como dice Albarracín Deker (2015), un enfoque económico y productivo que

indagó los cambios en tecnologías, prácticas y conocimientos en el periurbano hortícola;

2) y por otro, perspectivas se preocuparon por los cambios socioculturales más allá de la

cuestión del desarrollo rural (Kraser y Ockier, 2008 y Domínguez, 2008).

1) Dentro de la primera perspectiva encontramos tres líneas de análisis: a) en

primer lugar, la perspectiva que representaba la Revolución Verde, con orígenes en la

teoría de la modernidad, luego en teorías neoclásicas o neoliberales, que se sirvió de

elementos de la teoría de la difusión, de la expansión productiva y el modelo de insumos

(Fernández Lozano, 2012; Simonatto, 2000, entre otros). Planteaba la necesidad del

cambio tecnológico para el desarrollo y concebía el cambio cualitativo como

beneficioso para el progreso. Además, entendía que había saberes más atrasados y

saberes/tecnologías más modernos que debían imponerse para avanzar en la línea del

progreso.

b) En segundo lugar, la perspectiva estructuralista cuestionó este desarrollo

poniendo de manifiesto las consecuencias estructurales del modelo predominante y

entendió la adopción de tecnologías modernas en términos de hegemonía (García, 2012

y 2016).

c) Y en tercer lugar, el enfoque agroecológico constituyó una perspectiva

alternativa al desarrollo, se preocupó por el aspecto productivo pero también por el

ecológico (Sarandón, 2002; Marasas et. Al. 2012; Pérez, 2010; entre otros). Esta

32
aproximación consideró que la adopción de las nuevas tecnologías implicaba una

pérdida de biodiversidad y diversidad cultural (Marasas et. al 2012; Sarandón, 2002).

Desde aquí ciertas prácticas tradicionales podrían ser rescatadas y actualizadas en tanto

alternativas de manejo de la producción para un desarrollo rural más sustentable.

2. Por otro lado, las lecturas que indagaron en los cambios socioculturales

analizaron las prácticas de inmigrantes en su complejidad interna y respecto de las

relaciones de poder que la atraviesan, en tanto cambios culturales e identitarios, y las

relaciones interculturales en dicha actividad productiva. Interesantes son los aportes que

brindan recuperando la perspectiva del actor y analizando la totalidad del proceso

(Archenti, 2000; Attademo, 2008, y Domínguez, 2008, entre otros).

En último lugar, específicamente respecto de saberes y prácticas de migrantes en

Argentina encontramos trabajos que describieron prácticas agrícolas de migrantes

bolivianos en su lugar de origen y en el de destino (Coronel Cerri, Bahía Blanca) dando

cuenta de la diferencia en la forma de producción de ambas regiones (Kraser y Ockier,

2008). Y en nuestro cordón hortícola varios estudios se preocuparon por procesos de

transición del modelo convencional hacia un modelo alternativo con enfoque

agroecológico, que suponía la búsqueda de prácticas alternativas al modelo dominante

una vez instalado el mismo (sin observar el proceso de modernización que llevo al

mismo) (Domínguez, 2008; Pérez, 2010). Así como también prácticas alternativas de

horticultores -no migrantes- de la zona (Jaimes, 2012) y saberes locales de viñateros de

Berisso (Marasas, et al 2002).

En conclusión, contamos con algunos elementos para dar cuenta de cómo los

migrantes hacían la agricultura en sus lugares de origen y cómo lo hacen actualmente en

la horticultura periurbana, pero no se ha estudiado cómo se produjo ese cambio a lo

33
largo de su recorrido, de qué manera sucedió el cambio en los saberes y prácticas

agrícolas en los migrantes del sur boliviano. Más aún, nada se ha estudiado al respecto

en el cordón verde platense, por lo tanto, encontramos aquí un área de vacancia que

abordaremos desde la perspectiva del actor.

34
4. Perspectiva de análisis y principales conceptos

a. Modernización de la agricultura

En el contexto de la globalización existió una tendencia a la homogeneización de

la producción mediante la incorporación de innovaciones científico-tecnológicas, que

tuvo fuerte impacto en la producción agrícola (Noriero Escalante et. Al., 2013). La

agricultura moderna o “convencional” es un fenómeno que incluyó un estilo de vida, no

sólo de la población rural sino también de la población urbana (Domínguez, 2008). Se

basó en una concepción de la agricultura cuyo principal objetivo maximizar el

rendimiento y el lucro (Gliessman en Domínguez, 2008), viviendo un proceso de

artificialización (Sevilla Guzmán y Mielgo, 2000)15.

Para su expansión, el modelo “convencional” necesitó un sistema

propagandístico que implica la construcción de un prototipo de productor moderno, el

trabajo de sectores científicos y su convicción en las carreras de agronomía y

propagandas en los medios de comunicación. “Ciencia, Tecnología, Medios de

comunicación, corporaciones, conformaron un cóctel de saberes e intereses que se

impusieron tanto sobre la población urbana, que, por ejemplo, exigió [en la producción

de hortalizas] un paquete de unas pocas verduras disponibles en toda temporada con una

cosmética impecable (Ringuelet y Laguens, 1994) en detrimento de la búsqueda en

calidad nutricional y en el sabor, como en la población rural: el productor, aún en

pequeña escala, se ha convertido en empresario o, al menos, tiene sus valores; la

relación entre los costos y las ganancias monetarias es la relación dominante a la hora

15
Se controlan las condiciones de la producción, se uniformiza el medioambiente local para
estabilizar la producción, controlando al máximo el riesgo y eliminando la biodiversidad local.
Su forma hegemónica de producción agraria se encuentra fuertemente capitalizada y la
generación de tecnología queda desvinculada del ámbito de aplicación así como los científicos
de los agricultores (Sarandón, 2002).

35
de toma de decisiones” (Domínguez, 2008: 4) (…). Se creó una idea de “productor

moderno” donde: “el productor dejó así de ser un conocedor del ambiente para

convertirse, poco a poco, en un elemento más del mecanismo industrial y extractivo de

producir horticultura (…) se fortaleció una imagen del hombre dislocado de la

naturaleza” (Morin en Domínguez, 2008: s/n).

En la agricultura familiar la “erosión cultural” fue acentuada por la necesidad de

incorporar valores de la sociedad moderna y urbana (Domínguez, 2008). En este

sentido, sostenemos que existe una relación entre el nivel de capitalización y el

comportamiento del actor con el medio ambiente como propone Gutman (1987). En la

cual, el productor menos capitalizado tiene una relación más próxima con el

medioambiente, mientras un productor empresarial mantiene mayor distancia con el

mismo, y una menor con el capital social (relación que está estrechamente vinculada al

proceso de industrialización de la agricultura) (Sevilla Guzmán y Alonso Mielgo, 2000).

En paralelo, surgió el enfoque agroecológico que cuestionó el modelo

convencional y alertó sobre las consecuencias mencionadas. Entiende que dicho modelo

se basó en un enfoque reduccionista, productivista y cortoplacista en tanto estaba

centrado en la economía (donde el rendimiento es la variable más importante), tenía

confianza ilimitada en la tecnología (considera que la tecnología es buena per se y de

aplicación universal), no tenía en cuenta el impacto ambiental ni la sostenibilidad a

largo plazo, y tiene una deficiente comprensión del funcionamiento de los

agroecosistemas (Sarandón, 2002). Nos basamos en esta concepción para pensar los

cambios productivos estructurales y su repercusión en saberes y prácticas de los

migrantes bolivianos.

Caracterizamos a los saberes y prácticas tradicionales a los que se correspondían

y derivaban de agriculturas tradicionales. Éstas se basaban en una prolongada

36
experiencia empírica, un íntimo conocimiento físico biótico del medio y una educación

no formal. Y contemplaban (lo que nosotros llamamos) seguridad y soberanía

alimentaria: “las técnicas aplicadas por los agricultores originarios de los Andes, en toda

su complejidad y diversidad local, tienen el principal propósito de garantizar la

provisión sostenida de alimentos” (Kopp, 2011:133-134).

Mientras que los saberes y prácticas agrícolas modernos son los necesarios para

las agriculturas modernas. Las cuales se caracterizaron por una intensa inversión de

capital financiero; empleo masivo de productos químicos; instrumentos de riego y

maquinaria; y biotecnologías y organismos genéticamente modificados bajo control de

grandes transnacionales agroalimentarias (Noriero Escalante et. Al., 2013: 156-157).

Por último, el cambio tecnológico-productivo obedeció a una lógica del mercado

que el productor debió seguir, adaptándose a la nueva estructura productiva y dejando

de lado sus saberes tradicionales. En este nuevo contexto, los saberes y prácticas

tradicionales (o también llamadas locales) son vistas como atrasadas y se insta a que

sean dejados de lado en un cambio “positivo” hacia prácticas y tecnologías modernas y

más eficientes (Gudynas y Acosta, 2011: 104). En oposición a estas ideas del modelo

dominante, desde el enfoque agroecológico concebimos que el conocimiento “local” es

un saber-hacer, derivado de la práctica; que les permite a los actores lograr alto dominio

de la situación local16 (Van der Pleog en Pérez, 2010) es decir, menor dependencia de

elementos externos.
16
Este enfoque no busca una vuelta a la agricultura tradicional, sino que la función de los
ingenieros agrónomos es la de constatar científicamente, probar cada una de esas prácticas que
se seguían con criterios tradicionales, de sentido común. Tampoco busca ser dogmático
extendiendo una serie de recetas, sino explorar otras prácticas y conocimientos para diseñar un
nuevo sistema, que sea fundamentalmente sustentable (entrevista a Investigador del Instituto
Nacional de Tecnología Agropecuaria, 2015). En este sentido, se busca revalorizar los saberes,
prácticas, tecnologías no convencionales, locales o tradicionales (“rescate de saberes”),
entendiendo que muchas de estas formas siguen principios ecológicos válidos que le dan
sustentabilidad al sistema y es interesante estudiarlos científicamente y no descartarlos.

37
A partir de allí nos preguntamos ¿a través de que categorías podemos entender la

relación entre agriculturas (y sus saberes y prácticas) tradicionales y modernas en el

contexto actual de globalización?

b. Cambios productivos y culturales en el paso de la agricultura

tradicional a la moderna (industrializada)

El cambio en el modelo productivo agropecuario constituyó un cambio en el

plano socioeconómico y sociocultural/sociosimbólico (Bertaux, 1993), es decir, los

cambios económicos y productivos estuvieron estrechamente vinculados a

transformaciones en las prácticas y saberes agrícolas, como dos caras de la misma

moneda. En este caso particular, los actores migraron de una zona de Bolivia donde

predominaba la agricultura tradicional a la zona hortícola más moderna y tecnificada

de Argentina. En esa trayectoria vivieron un proceso de cambio del modelo

productivo y en el mismo de los saberes y prácticas agrícolas que traían consigo.

Entendemos este proceso como: I. la transición de la agricultura (sociedad)

tradicional a la moderna; II. que implica un proceso de cambio cultural para los

actores; III. que se complejiza en el contexto de la globalización; y IV. que debe ser

entendido como un proceso a lo largo del tiempo, a ser abordado desde la

perspectiva de los actores.

I. En primer lugar, partimos de la definición de Bourdieu (2013) acerca de la

transición de la sociedad tradicional a la moderna 17, que lo entiende como un cambio de


17
En primer lugar, los teóricos clásicos de la sociología se han ocupado del paso de la sociedad
tradicional a la moderna (no nos vamos a remitir a los padres fundadores). Durkheim, Weber y
Marx analizaron esta transición desde diferentes ángulos sentando las bases para diferentes
corrientes sociológicas. La sociología contemporánea también abordó aristas esta cuestión desde
múltiples. En segundo lugar, la antropología, una disciplina que nació para estudiar sociedades
no occidentales (tradicionales), lo abordó desde diferentes paradigmas a lo largo del tiempo: el

38
estructuras económicas, temporales y también del habitus de los actores. Bourdieu

analizó el choque de la sociedad campesina argelina tradicional con el espíritu del

capitalismo (Champagne, 1997: 64). Allí discutía con la teoría económica y con la

antropología cultural que se interesaban en la racionalización de las conductas y veían

como resistencias a todos los incumplimientos de ese modelo abstracto.

En el paso de una sociedad tradicional a una moderna, la transformación de

modelos culturales y valores, son “consecuencia de y condición de las transformaciones

económicas a la vez, esa transformación opera por mediación de la experiencia y de la

práctica de individuos situados de manera diferente con respecto al sistema económico”

(Bourdieu, 2013: 25). Se pasa de una sociedad donde los asuntos económicos se

concebían según el modelo de parentesco a la inversa, donde existe un predominio del

campo económico sobre las demás esferas (Tovilas, 2013: 18). En un contexto de

transición de una sociedad centrada en la vida rural y las cosmovisiones que le están

asociadas, a una sociedad urbana moderna: “hace convivir en un mismo individuo social

disposiciones internas y maneras de ver el mundo que corresponden a estructuras

económicas diferentes” (Tovilas, 2013: 17). Es decir, se observa una discordancia en el

habitus, en los esquemas de percepción, apreciación y acción social. Si bien la economía

campesina tarijeña y chuquisaqueña (de donde provienen los migrantes) no era

precapitalista, los campesinos sostenían una economía de subsistencia o de

reproducción simple, que no les permitía generar ganancia ni acumular capital (García,

2012), por tanto, estos estudios permiten iluminar nuestro análisis.

evolucionismo, el relativismo cultural y otras corrientes que surgieron desde los 60 con
influencias marxistas. Por otro lado, resultan interesantes las perspectivas decoloniales que
surgieron desde el sur, cuestionando la matriz colonial como la cara complementaria del
capitalismo. Nos basamos en esta última para problematizar lo global y lo local. Una rama de
esta perspectiva analizó geopolíticas del conocimiento concibiendo los saberes subalternos
como saberes “otros”, como epistemologías colonizadas. Un análisis más profundo de estos
aportes quedará latente para futuros trabajos.

39
II. En segundo lugar, la cultura puede ser entendida desde la concepción

materialista como un proceso social de producción18. En sentido estricto la cultura es “la

producción de fenómenos que contribuyen mediante la representación o reelaboración

simbólica de las estructuras materiales, a reproducir o transformar el sistema social”

(García Canclini, 1981: 14). Además, es un escenario de lucha por la hegemonía:

“(…)el poder cultural al mismo tiempo que reproduce la arbitrariedad cultural, cuyo

poder deriva de la fuerza económica de la clase dominante, inculca como necesaria y

natural esa arbitrariedad” (García Canclini, 1981:25). El desarrollo de una cultura

implica una lucha por la apropiación, renovación y transformación de un capital cultural

heterogéneo que no pertenece a alguien en exclusividad, que se disputa entre las fuerzas

sociales. Bourdieu sostiene que, además de un elemento de la reproducción social, la

cultura es un campo en sí mismo (con su lógica) que funciona por la apropiación de

capital cultural. Las determinaciones que el capitalismo ejerce sobre la producción

cultural, son mediatizadas por ese campo (García Canclini, 1981).

Esos aparatos culturales son interiorizados por los actores; entre dichas

estructuras y el actor media el habitus, que comprende los esquemas de percepción,

apreciación y acción social (Tovilas, 2013). Las prácticas derivan directamente del

habitus, las cuales no se guían por una conciencia conocedora que actúa de acuerdo a

ciertas normas explicitas, sino como un oficio, es decir un sentido práctico adquirido en

el campo (Bourdieu, 2001: 73). Bourdieu construye la noción de habitus como una

mediación entre el sistema de regularidades objetivas y el sistema de conductas

directamente observable. Esta es entendida como: “la interiorización de la exterioridad

y la exteriorización de la interioridad es la sociedad en el cuerpo y en la mente, aquello

que hace posible la percepción, la apreciación y la acción social para los sujetos
18
La concepción materialista de la cultura discute con la perspectiva idealista que entiende la
cultura como expresión, creación o representación.

40
sociales, y es inculcado por un contexto social particular”. “(…)el habitus en Bourdieu

será una estructura estructurante: disposiciones incontroladas, durables transferibles y

transformables que le permiten al sujeto un conjunto de comportamientos y de actitudes

al tiempo que circunscriben su margen de acción. El sentido práctico es ese

<conocimiento sin concepto> y conforma una de las propiedades del habitus. En el

sentido que permite a los agentes, sin que estos tengan que realizar una reflexión

`táctica´ consciente, actuar inmediata y `naturalmente´ en las situaciones sociales en

las que se encuentran inmersos” (Tovilas, 2013: 16 [las cursivas son del autor]).

Por último, los saberes y prácticas agrícolas se corresponden con las estructuras

económicas y temporales en que nacen, y sólo pueden ser entendidos en ese contexto.

Por tanto, implican un capital cultural en sus respectivas sociedades (tradiciones o

modernas) (Noriero Escalante et. Al., 2013). Más aun, esos capitales acumulados dan

como resultado la posición del actor en el campo, y la posición en que cada uno se ubica

condiciona sus acciones y decisiones. En palabras de los autores: “El campo de

posiciones es inseparable del campo de las tomas de posición(…) [por tanto] ambos

espacios deben analizarse juntos (…). Las determinaciones que pesan sobre los agentes

nunca se ejercen directamente sobre ellos, sino sólo a través de la mediación especifica

constituida por las formas y las fuerzas del campo, que es el producto acumulado de una

historia particular” (Bourdieu y Waqcuant, 1995: 70).

III. En tercer lugar, el actual contexto de globalización y transnacionalización

implica una interrelación cada vez mayor entre culturas. Como sostiene García Canclini

(1981: 30) “Hay un proceso general del expansión económica y cultural del capitalismo

que tiende a apoderarse de los pequeños productores rurales, de las unidades

económicas y simbólicas aisladas, mediante la contratación de su fuerza de trabajo, la

readaptación de sus hábitos de consumo, sus creencias y sus objetivos históricos.

41
Cualquier análisis de los conflictos interétnicos, o entre las culturas locales y la cultura

nacional, o entre estas y la penetración transnacional, debe encuadrarse en este manco

global”.

La globalización tiene dos caras aparentemente contradictorias: es un proceso de

homogeneización de modos de vida y a la vez propicia el surgimiento de nuevas

heterogeneidades. Por un lado, “contingentes humanos y bienes de cultura (…) o

cualquier otro conjunto de ideas y prácticas culturales originalmente locales se

transnacionalizan (…), este proceso también introduce o refuerza heterogeneidades en

los órdenes nacionales” (Segato: 2007:37). Segato entiende que es “un proceso ambiguo

e inestable, capaz por un lado, de afirmar los derechos de las minorías, pero también,

por otro, de homogeneizar las culturas, achatando sus léxicos y valores, de manera tal

que puedan entrar en la disputa generalizada por los recursos, pero dejando fuera del

horizonte de la política una reflexión más profunda sobre la naturaleza misma de los

recursos, y la pluralidad de sus formas de producción y utilización” (2007: 38).

Para comprender cómo funciona este doble proceso en la escena local es

necesario ubicarlo en el contexto global, donde se evidencian las diferencias de poder

que ejercen los Estados nacionales (centrales y periféricos), sus sociedades nacionales y

sus pueblos. Se trata de la totalización del sistema capitalista mundial, la integración de

un vasto conjunto de procesos productivos con una única división del trabajo, cada vez

más compleja, extensiva y cohesiva (Wallerstein en Segato, 2007:43). Donde existe una

“hegemonía localizada, en el sentido de la capacidad de direccionamiento, inducción y

regulación de los tránsitos de personas y bienes culturales por parte de los países

desarrollados” (Segato, 2007:44). Esta diferencia de poder establece lo que Segato

llama “la gran frontera” entre ellos y nosotros, entre “países modernos” y “países

ansiosos de modernidad”; unos conducen los flujos del proceso de globalización

42
mientras los otros acompañan. En el marco de esta “divisoria de aguas entre dadores y

receptores de la modernidad” deben entenderse el tránsito de personas y bienes en la

globalización. Estos no fluyen aleatoriamente y se encuentran concentrados en

proporciones desiguales, teniendo la mayor concentración los países que hegemonizan

dichos proceso de circulación. En países dependientes “la concentración de este tipo de

bienes (tanto en lo que respecta al ideario cívico como a los recursos materiales) los

países hegemónicos (…) gozan de un prestigio inquebrantable” (Segato, 2007: 45). En

nuestras regiones, “más que como un conjunto de bienes materiales y filosóficos

sustantivos, la modernidad tiende a ser percibida como un conjunto de signos de

prestigio, y es usualmente en tanto signos o emblemas de modernidad y no como

contribuciones a la calidad de vida que esos bienes son deseados” (Segato, 2007: 45).

Creemos importante considerar esta asimetría de poder para comprender cómo

juegan en los campesinos de Bolivia que migraron al periurbano platense donde el

modelo convencional (sinónimo de la modernidad) se instaló de la mano de actores con

gran capital económico, cultural y simbólico acumulado (empresas de insumos,

agroquímicas, corporaciones de medios e ingenieros agrónomos que la difundieron).

Como sostiene Astelarra (2014) el deseo de los migrantes bolivianos está vinculado a su

inclusión en las instituciones de la modernidad.

A esto hay que sumarle las “alteridades históricas19” arraigadas, construcciones

de la diferencia erigidas por el estado nacional desde sus inicios; de las “identidades

políticas”, construidas desde una agenda global que identifica lo moderno con lo
19
En nuestro país, el Estado Nacional en su constitución, a través de sus instituciones públicas
(escuela, salud pública y ejército) y estrategias no oficiales de vigilancia, “presionó para que la
nación se comportase como una unidad étnica dotada de una cultura singular propia homogénea
y reconocible” (Segato, 2007: 49). Las identidades derivan de una fractura inicial entre la
capital-puerto y las provincias-interior, que se constituyen en verdaderas culturas. “la sociedad
nacional fue en resultado del terror étnico, del pánico a la diversidad” (Segato, 2007: 51). Y a
partir de estas políticas condicionó el acceso a la ciudadanía plena.

43
diverso. Segato dice: “Llamo alteridades históricas a aquellas que se fueron formando a

lo largo de las historias nacionales, y cuyas formas de interrelación son idiosincráticas

de esa historia. Son `otros´ resultantes de formas de subjetivación a partir de

interacciones a través de fronteras interiores, inicialmente en el mundo colonial” y luego

en los Estados nacionales (2007: 62). Mientras que las segundas son productos de la

globalización, representan un empobrecimiento de las diferencias, “una

homogeneización mundial de las maneras de constituirse en diferencia, en identidad”

(Segato, 2007: 64).

Para concluir, esa transformación al modelo “convencional” puede implicar una

pérdida del saber tradicional y repercusiones en los modos de pensar, sentir y actuar de

los sujetos. Pero concebimos que, como todo elemento que conforma la identidad de

una cultura, nunca se pierde por completo, sino que se “resguarda” (García Canclini en

Noriero Escalante, 2013). Para entender el cambio en saberes y prácticas agrícolas es

necesario un análisis tanto de las relaciones de poder en ese campo, como del sistema de

creencias de la cultura al que pertenecen, ya que [siempre] constituyen conocimientos

territorializados (Toledo y Barrera-Bassols en Noriero Escalante, et. Al., 2013).

IV. En cuarto lugar, para analizar esta realidad social nos basamos en una

perspectiva que permite reconciliar las teorías que ponen el foco en la determinación

social y las que hace énfasis en la acción de los individuos, ya que concebimos que

estructura y agencia son dos aspectos de complementarios de la realidad social.

Bourdieu (1997, 2000 y 2001) y Bourdieu y Wacquant (1995) proponen una perspectiva

que supera dualismos para comprender la realidad social, a partir de los conceptos de

habitus, campo y trayectorias (Waisman, 2011).

El concepto de trayectoria nos permite superar este histórico dualismo, a la vez

que abordar el proceso desde una perspectiva longitudinal. “Trayectoria” hace

44
referencia a “una serie de posiciones sucesivamente ocupadas por el mismo [actor] en

los estados sucesivos del campo (…) dando por supuesto que sólo en las estructura de

un campo (…) se define el sentido de estas posiciones sucesivas” (Bourdieu 1997: 71).

Dicho concepto es pertinente para abordar un proceso a lo largo del tiempo desde la

perspectiva del actor, ya que nos permite comprender el proceso social teniendo en

cuenta tanto el plano de los procesos sociohistóricos, como el estructural y el subjetivo

(Waisman, 2011). En este caso, las trayectorias ocurren tanto en el espacio social como

en el geográfico. Más en detalle vemos que: “los acontecimientos biográficos se definen

como inversiones a plazo y desplazamientos en el espacio social, es decir, con mayor

precisión, en los diferentes estados sucesivos de las estructura de distribución de las

diferentes especies de capital que está en juego en el campo considerado (…) sólo cabe

comprender una trayectoria (…) a condición de haber elaborado previamente los

estados sucesivos del campo en el que ésta se ha desarrollado, por lo tanto el conjunto

de las relaciones objetivas que han unido al agente considerado (…) al conjunto de los

demás agentes comprometidos en el mismo campo y, enfrentados al mismo espacio de

posibilidades” (Bourdieu, 1997:82).

La potencialidad del concepto radica en la posibilidad de “superar dualismos”,

entre perspectivas estructuralistas e individualistas. Siguiendo a Waisman (2011), en

estos análisis se ve una reconciliación entre acción y estructura, ambos elementos

representan aspectos complementarios en el análisis social. Por un lado, consideran las

estructuras no como determinantes, sino como condicionantes que restringen las

oportunidades disponibles, es decir, en el ejercicio de la agencia, no todas las opciones

están disponibles, este proceso de elección se realiza en espacios socioestructuralmente

limitados y acotados, que restringen el abanico de opciones posibles. Y por otro lado,

siguiendo a los teóricos de la acción, se sostiene la presencia de agentes reflexivos y

45
activos que optan y toman decisiones. Pero sólo en tanto “agentes situados y

condicionados estructural y espacio-temporalmente (…). [Como se ha dicho] las

opciones disponibles se encuentran limitadas en función del posicionamiento estructural

de los agentes. Este posicionamiento, no elegido y ajeno a la voluntad de los sujetos,

restringe las oportunidades y recursos disponibles e impone su condicionamiento sobre

las trayectorias desplegadas” (Waisman, 2011: s/n). En esta definición Bourdieu está

discutiendo con perspectivas estructuralistas e individualistas, tratando de superarlas a

partir de la idea de campos y habitus (Bourdieu, 2001), planteando el enfoque

objetivista y subjetivista como dos momentos del análisis en relación dialéctica

(Waisman, 2011).

Finalmente, siguiendo a Godard (1996) consideramos que una historia de vida

está constituida por varias historias que se suceden de manera simultánea e influyen

unas a otras. Esta es una distinción analítica que permite poner el énfasis en una esfera

de la vida y contemplar otras esferas que consideramos están relacionadas en la

configuración de una determinada trayectoria a lo largo del tiempo. Para nuestra

reconstrucción de las trayectorias de saberes y prácticas agrícolas vamos considerar la

historia residencial, productiva y cultural. Además, analizamos la trayectoria desde

diferentes modelos de temporalidad: a. arqueológico: que busca la causalidad en los

orígenes del mismo; b. estructural: que los pone en relación elementos contextuales y de

generación; y c. procesual: en tanto suceso de acontecimientos que se entrelazan, donde

se pueden encontrar puntos de bifurcación, puntos de ruptura o de quiebre, elementos

intrínsecos o extrínsecos a los actores que puede cambiar el destino de la historia de

vida (De Coninck y Godard, 1998).

46
5. Criterios metodológicos

a. El enfoque biográfico como marco

Desde un diseño de investigación flexible buscamos comprender los procesos

sociales a nivel microsocial y no cuantificar resultados (Marradi et al. 2007).

Adoptamos un abordaje longitudinal para analizar dicho proceso a lo largo del tiempo

partiendo del presente y reconstruyendo la trayectoria recorrida por los actores. Para

esto, seguimos el enfoque biográfico como marco de la investigación.

Como dice Muñiz Terra (2014:2), “La aproximación biográfica se inscribe

dentro de la perspectiva epistemológica interpretativa, fundada en la idea que es posible

comprender la realidad social conociendo y analizando en profundidad el mundo de las

representaciones que tienen los actores sociales”. Y “La adopción de la perspectiva

biográfica en el marco de este paradigma supone adscribir a estos fundamentos y

adoptar una mirada teórica particular - el enfoque biográfico- y una técnica

metodológica específica- la historia de vida”.

En este sentido, el enfoque biográfico 20 nos permite abordar el proceso social

desde la voz de los actores a través de la reconstrucción de sus historias de vida. Esta

perspectiva se puede definir por su recurso a los relatos de vida, donde lo que interesa

no es la historia personal de alguien, sino que esa historia particular ilumine un proceso

social. Como dice Bertaux, “si los relatos de vida nos interesan (y, claro está, las

autobiografías), no es porque sean historias personales (con las que no tenemos nada

20
La perspectiva biográfica encuentra sus orígenes en la historia biográfica, que comienza con
la sociología empírica de la Escuela de Chicago de Estados Unidos y en la Polonia de
entreguerras. Durante la Segunda Guerra Mundial, con el predominio del funcionalismo de
Parsons, esta forma de observación de los procesos sociales aparentemente desaparece. Pero, a
fines de los 60 reaparece en la sociología francesa, siendo Bertaux uno de sus refundadores
(Godard, 1996).

47
que hacer), sino porque estas historias `personales´ no son sino el pretexto para describir

un universo social desconocido”. El autor agrega: “A través de los ojos del narrador no

es a él a quien queremos sino al mundo; o con más precisión, a su mundo”. Los relatos

de vida son relatos de experiencia, dice el autor: “Y como la experiencia es interacción

entre el yo y el mundo, revela a la vez al uno y al otro, al uno por el otro” (Bertaux,

1993, s/n).

La riqueza del método biográfico radica en que “son los individuos, a través de

sus relatos, los que nos permiten la reconstrucción de los contenidos de vida, al

considerarla del presente, reviéndola, filtrándola mediante diversas categorías,

desarrollando una lógica narrativa que intenta dotar de sentido a lo que se cuenta”. Más

aún, “Lo que está en juego en el uso del método biográfico es la recuperación de

recuerdos narrados desde el punto de vista de quien los evoca. Pero esta también en

juego la posibilidad de volver visible lo que – desde el punto de vista positivista- no

siempre es empíricamente detectable. Son precisamente las dimensiones invisibles de

un determinado fenómeno las que, muchas veces, nos permiten organizar lo evidente”

(Ferraroti en Pujadas Muñoz, 1992: 49).

Para concluir, en el mismo sentido Bourdieu (1997) alerta que la historia de vida

suele presentarse como un suceso coherente de acontecimientos (lo que llama la “ilusión

biográfica”), pero en realidad, es el entrevistado quien elige una serie de

acontecimientos y les da una coherencia, con un principio o razón de ser y un desenlace,

un punto final. Cabe aquí la distinción entre el relato y la historia de vida, donde el

relato es un insumo y la historia de vida es una construcción analítica que hace el

investigador, utilizando esos relatos de vida y otra serie de elementos que permiten su

interpretación, como datos estadísticos, bibliografía al respecto, fotografías,

observaciones participantes, etc. (Pujadas Muñoz, 1992).

48
b. Etapas del trabajo de investigación

En la primera etapa del trabajo (indagaciones preliminares) hicimos un

relevamiento de bibliografía y fuentes al respecto, así como también salidas de campo:

visita a las quintas de barrios Abasto y Etcheverry de Gran La Plata, ferias de

comercialización directa, contacto con informantes claves (técnicos de INTA, ingenieros

agrónomos de la actividad, investigadores, etc.), observaciones de carácter participante

y no participante, y entrevistas informales (a productores y miembros de la colectividad

boliviana). En esta etapa se buscó conocer el campo, comprender cómo se desarrollaba

la producción hortícola en la zona, sus principales problemáticas y las miradas de los

productores acerca de la misma. Así también, conocer el lugar de origen de los actores,

la familia, el trabajo y qué caminos habían recorrido en el tiempo y el espacio. Como

dice Pujadas Muñoz (1992): “la primera tarea es definir los marcos sociales donde se

desarrolla nuestra problemática y los grupos intermedios de los que son parte los actores

que queremos indagar”. En nuestro caso un grupo de productores hortícolas de los

barrios de Abasto, Etcheverry y Olmos, y también productoras de Arana y El Peligro.

Aquí se detectó que las trayectorias de la generación que migró sería la más relevante

para nuestros objetivos.

En una segunda etapa se realizaron reiteradas visitas a las quintas de Abasto y

Etcheverry, primero para conocer a productores que pudieran ser parte del grupo de

entrevistados y luego para realizarlas. Así también asistimos a tres encuentros del Taller

de Buenas Prácticas Agrícolas que organiza el INTA. Durante los meses de Mayo a

Septiembre se realizaron las entrevistas biográficas y entrevistas a informantes clave

(técnicos, referentes de asociaciones y colectividad boliviana.) El periodo seleccionado

tuvo que ver con los tiempos de la investigación y también con los tiempos de la

producción hortícola, ya que en invierno los cultivos crecen lentamente y los quinteros

49
están con menos trabajo, aunque también muchos aprovechan para tomarse vacaciones

y volver a su lugar de origen. Esto fue positivo porque tenían tiempo para detenerse para

una entrevista, pero también provocó desencuentros con los productores que estaban de

viaje en sus lugares de origen. Por otro lado, el trabajo de conocer a los productores y

hacer las entrevistas fue constante. Por tratarse de una investigación que busca

comprender e indagar en aspectos subjetivos, era de gran importancia conocer a la

persona, entrar en confianza y luego concretar la entrevista. En nuestro caso se cuidó de

no incomodar a los productores, y por tanto resultó un trabajo lento y constante.

Algunas quintas fueron visitadas varias veces y otras (en la última etapa donde los

quinteros ya nos conocían), concretamos la entrevista en la primera visita.

El muestreo se hizo a través de informantes (en una primera etapa) y luego a

través de un técnico del programa Cambio Rural II, con el criterio de tratarse de

migrantes bolivianos de primera generación, que recordaran sus experiencias en Bolivia

(Bertaux, 1993 y Pujadas Muñoz, 1992). La mayor parte de las entrevistas se realizaron

en los barrios de Etcheverry y Abasto, aunque también hicimos algunas en Barrio El

Peligro, Gorina y Arana de La Plata. Buscamos población proveniente de Bolivia que

actualmente residiera en el CHLP y perteneciera a la primera generación de migrantes

(generalmente fueron mayores de 35 años). Con el objetivo de analizar los saberes y

prácticas agrícolas a lo largo historias de vida que empezaron en zonas rurales de

Bolivia y terminaron en el Cordón Hortícola platense. Este criterio estuvo basado en la

observación de una diferencia entre la primera generación de migrantes y sus hijos

50
argentinos. Dicho criterio intencional21 se vinculó con al carácter longitudinal de la

investigación.

En este proceso diseñamos el guión de entrevista biográfica, en el que las

entrevistas trataron de reconstruir los recorridos vitales, procesos de encadenamiento o

acontecimientos a lo largo de la vida y para lograr dichas trayectorias se acudió a

esquemas de movilidad de un individuo (Godard, 1996). El mismo estuvo estructurado

en los diferentes momentos históricos de la trayectoria: Bolivia, los diferentes lugares

de migración dentro de Argentina y el cinturón verde platense. Además, se observaron

las dimensiones: residencial, productiva y cultural, con especial énfasis en los saberes y

prácticas agrícolas. Como dice Pujadas Muñoz (1992), la entrevista biográfica es “la

técnica de campo más genuina, aquella que le otorga a un investigador mayor control

sobre la situación, sobre los datos y las motivaciones del sujeto es la entrevista

biográfica, que consiste en un diálogo abierto con pocas pautas, en el que la función

básica del entrevistador es estimular al sujeto analizado para que proporcione respuestas

claras, cronológicamente precisas, en las que se expliciten de la forma más amplia

posible las referencias a terceras personas, a ambientes y lugares concretos en los que

transcurren los distintos episodios biográficos” (Pujadas Muñoz, 1992: 66).

Siguiendo a Godard (1996) consideramos que una historia de vida está

constituida por varias historias que se suceden de manera simultánea e influyen unas a

otras. Esta es una distinción analítica que permite poner el énfasis en una esfera de la

vida y contemplar otras esferas que consideramos están relacionadas en la configuración

21
Si bien no hacemos hincapié en la condición de clase, es importante dar cuenta que
trabajamos con productores arrendatarios (de manera no deliberada), ninguno de los
entrevistados era peones ni propietarios de la tierra, ya que el programa CR II está destinada a
estos actores. Como se muestra más adelante, los mismos han atravesado a lo largo de sus
trayectorias un camino de ascenso social, que actualmente los ubica en un lugar de mayor
capacidad de decisión sobre la producción.

51
de una determinada trayectoria a lo largo del tiempo. Como se mencionó, en nuestro

caso se consideraron las historias residencial, productiva y familiar.

Anteriormente se había realizado una prueba piloto de la guía de entrevista,

seguida de una reformulación y una versión final. A la vez que se realizaban las

entrevistas se transcribían las realizadas, como una forma de construir información y

avanzar en el análisis para la siguiente entrevista (Pujadas Muñoz, 1992). Dicha

información se fue validando con otras fuentes (Muñiz Terra, 2014). Además, se

complementó con notas de campo resultantes de las observaciones en el lugar. Como

dice Pujadas Muñoz (1992: 67) la observación participante y el compartir el espacio de

estudio, “hace innecesaria la mayor parte de las sesiones formales de entrevista. Los

datos biográficos se obtienen, junto a otra infinidad de datos objetivos, como fruto de

ese `estar ahí´ del que habla Geertz (1988). El carácter espontáneo con el que se

obtienen las informaciones les dan un mayor valor de veracidad”.

Como se mencionó, las entrevistas se realizaron en su mayoría en las quintas,

donde los productores amablemente nos invitaban a sentarnos en los cajones alrededor

de los invernáculos. Estas tuvieron un tiempo promedio de una hora, donde los relatos

dieron cuenta de la historia migratoria, de los trabajos realizados, de los saberes

aprendidos a lo largo de la misma, de la vida y forma de producción en las diferentes

zonas. Y el final de las entrevistas se definió por el criterio de saturación, es decir

cuando la información recabada comenzó a repetirse en las sucesivas entrevistas

(Bertaux, 1993; Pujadas Muñoz, 1992).

En las mismas, primero buscamos reconstruir las características

socioeconómicas y luego los saberes y prácticas agrícolas de los diferentes momentos,

formas de aprendizaje y sentidos otorgadas a las mismas. En ese sentido combinamos

52
una forma de entrevista “no directiva” en primer momento, con una “directiva” en un

segundo buscando indagar más específicamente (Bertaux, 1993). Si bien lo

socioestructural y de lo sociosimbólico no proceden de la misma manera, son dos caras

de la misma realidad social.

En la tercera etapa, comenzamos el análisis de las entrevistas. La confección de

las historias de vida no fue el objetivo final de la investigación sino un medio para

comprender el proceso social. La historia de vida es una construcción analítica que hace

el investigador, utilizando los relatos de vida y otra serie de elementos que permiten su

interpretación, como datos estadísticos, bibliografía al respecto, fotografías,

observaciones participantes, etc. El uso de los relatos de vida resulta un medio para

obtener datos de un trabajo cualitativo que pretende estudiar no sólo estructuras, sino

también procesos (Pujadas Muñoz, 1992). Las narrativas biográficas fueron sólo un

punto de partida, o un medio de análisis, pero no el objetivo principal de la

investigación. Como dice Pujadas Muñoz, para el estudio de procesos de migración,

para analizar poblaciones en tránsito de un marco social a otro, de población que es

extranjera y sólo puede naturalizase a través de un lento proceso de adquisición de los

patrones sociales de conducta estandarizados por la cultura receptora. La pertinencia de

este método está dada por la posibilidad de estudiar esos procesos que cuentan con poca

o nula documentación escrita.

En nuestro análisis los relatos biográficos “constituyen un registro de fenómenos

sociales que deben ser categorizados y clasificados, esto es reducido a categorías

analíticas abstractas que permitan tanto describir de forma ordenada” para comprender

el proceso de interés. Hacemos un análisis del contenido, que “consiste en una

descripción objetiva y sistemática de los contenidos extraídos del texto desmembrando

el texto en variables, categorías e indicadores” (Pujadas Muñoz, 1992:73). Luego se

53
operacionalizaron las variables, pautando qué contenidos se entenderán por determinada

categoría, teniendo en cuenta que un indicador puede hacer referencia a más de una

categoría.

Finalmente, las dimensiones o historias de vida (Godard, 1996) analizadas

fueron la residencial, productiva y cultural. Las variables de la dimensión residencial, es

decir los espacios geográficos recorridos fueron: Sur de Bolivia; otros departamentos de

Bolivia, Noroeste argentino, en especial Jujuy y Mendoza; terminando en el cinturón

hortícola de La Plata. La dimensión productiva puede adoptar las siguientes variables

(de acuerdo al espacio geográfico-productivo): “agricultura tradicional”, propia del sur

de Bolivia; “agroindustrias”, en el NOA la caña de azúcar; “zonas hortícolas

especializadas” en Mendoza o NEA, y “horticultura periurbana” en el cinturón verde

platense. Mientras que las categorías que se relevaron en cada espacio productivo

fueron: las actividades realizadas y los productos obtenidos en cada una de ellas, el

destino de la producción, la temporalidad predominante, la caracterización de los

actores de la producción; y por último, saberes y prácticas agrícolas y forma de

aprendizaje de las mismas (fundamentos de la legitimidad). Finalmente, la historia

cultural vinculada a la agricultura consta de las siguientes variables: la organización del

trabajo, la esfera espiritual y la alimentación.

54
Esquema

1- HISTORIA RESIDENCIAL
(Variables)
a) Bolivia
b) interior de Bolivia
c) NOA
d) cuyo
e) CHLP

2- HISTORIA PRODUCTIVA Categorías:


a) agricultura tradicional * actividades -
productos
b) agroindustrias *destino de la
producción
c) zonas hortícolas especializadas * temporalidad
d) horticultura periurbana * sujeto de la
producción
* Saberes y
prácticas agrícolas
**Forma de
aprendizaje de los SyP
3- HISTORIA CULTURAL ** (Fundamentos
de la legitimidad)

55
6. Los actores
Migración boliviana en Argentina

La migración boliviana en Argentina comenzó a principios de siglo XX (y antes)

hacia los ingenios azucareros del Noroeste. Entre 1914 y 1945 la mayoría de los

zafreros bolivianos realizaban movimientos migratorios pendulares entre la caña de

azúcar y las economías campesinas de Bolivia o la Puna jujeña. Entre 1947 y 1960 se

incrementó el volumen de la migración, todavía era de tipo pendular, pero por el

crecimiento del mercado de trabajo agrícola, en la industria tabacalera y la

frutihorticultura, se amplió el tiempo de residencia (Sala en Benencia, 2011). Alrededor

de los años 50 el desarrollo industrial hizo que se dirigieran a Buenos Aires a trabajar en

la construcción, industria manufacturera y el sector servicios. A fines de los 60 la caída

de los precios regionales sumado a la mecanización ahorradora de mano de obra

contribuyeron a que la migración cambiara de rumbo hacia ciudades capitales. Sumado

a esto, se generalizó la inmigración boliviana a la producción hortícola de los

periurbanos de grandes centros urbanos.

Para fines de los 90 los bolivianos representaban el principal motor de la

horticultura en Argentina, dominando también el eslabón de la comercialización. Entre

el 2001-2002 en el contexto de crisis y recesión, estos lograron persistir en la

producción y también ascender socialmente (Benencia, 2011). Si bien la migración

hacia nuestro país fue la más frecuente durante todo el siglo XX, después del 2000 ésta

encontró otros destinos como España, Estados Unidos, Brasil o Chile (Hinojosa

Gordonava, 2008).

Actualmente, nuestro país sigue siendo su principal lugar de destino: según el último

Censo Nacional de Población y Vivienda (2010) la migración boliviana en Argentina era

56
de 345.272 personas para 2010, mientras que el Centro Boliviano de Economía registra

1.1 millón de bolivianos en el país, de un total de 2.5 millones de emigrantes (Abal Oña,

2013), siendo los principales lugares de origen los departamentos de Tarija, Chuquisaca

y Potosí (García, 2012).

Esta población tiene gran importancia para la economía de nuestro país, sin

embargo, recién en los últimos años se trazaron políticas migratorias22 más inclusivas

que garantizan derechos para los migrantes (Novick, 2012). Si miramos

retrospectivamente, las políticas migratorias han sido diferentes para las dos grandes

oleadas migratorias de Argentina, de fines de siglo XIX y primera mitad del XX, y de la

segunda mitad de siglo XX. Los inmigrantes europeos tuvieron un papel fundamental en

el modelo del estado argentino, que creó una política de integración basada en la

homogeneización de las diferencias como condición para conseguir la ciudadanía

plena23 (Segato, 2007).

Pero, la migración de países limítrofes durante los ´90 “se da [dió] en el marco

de un discurso neoliberal que no contempla[ba] un proyecto de integración como en el

caso anterior” (Gavazzo, 2004. Las aclaraciones son nuestras). La Ley General de

Migraciones sancionada por la dictadura militar en 1981 “consideraba a las migraciones

latinoamericanas como un `problema´ poblacional que debía resolverse mediante el

control policial y la prohibición del trabajo remunerado” (Novick, 2012: 9). Esta

población era reserva de mano de obra barata que fue estigmatizada a partir de la

creación de relatos xenófobos. Como dice Grimson, “El peligro de los nuevos

22
Ley de Migraciones Argentina (25.871) donde la movilidad humana es reconocida como un
derecho humano esencial. Se puede consultar en:
http://www.consuladoboliviano.com.ar/portal/node/4
23
En nuestro país las identidades derivaron de una fractura inicial entre la capital-puerto y las
provincias-interior, que se constituyeron en verdaderas culturas: “la sociedad nacional fue en
resultado del terror étnico, del pánico a la diversidad” (Segato, 2007:51).

57
inmigrantes no radica ya en su actividad política, sino en la expansión de una miseria

que acompaña a las políticas neoliberales” (Gavazzo, 2004).

Como contrapartida, estos actores construyeron una “cultura nacional boliviana”

o “nueva bolivianidad” que más que una tradición que se conserva es “una tradición que

se produce en el contexto de inmigración” (Grimson, 1999: 86). En la última década se

lograron importantes avances en materia de legislación migratoria que garantizan

igualdad de trato, acceso a los servicios, seguridad social y regularización de su

situación migratoria, entre otros, con el objetivo de fortalecer el tejido cultural y social

del país y promover su integración socio-laboral (Novick, 2012). Sin embargo, las

relaciones interculturales siguen estando signadas por la discriminación, en un espacio

social y cultural que es un espacio de disputa en que los grupos experimentan su lucha

por el poder (Gavazzo, 2004).

Por otro lado, este movimiento de trabajadores a través de las fronteras se

explica como un proceso de migración transnacional, entendido en clave histórica y por

las relaciones de poder que se dan a nivel mundial. Basso (2015) encuentra entre sus

fundamentos más antiguos la histórica desigualdad entre países y continentes, la

industrialización de la agricultura que expulsa campesinos y las viejas guerras locales y

nuevos desastres ecológicos que dan como resultado refugiados. A esto se le sumaron

las transformaciones propias de esta época: una fuerte demanda de trabajadores

migrantes temporarios e hiperflexibles que se adapten a cualquier condición de trabajo;

y las expectativas de la población migrante de un trabajo y existencia dignos que en sus

lugares de origen no pudieron tener, además en los últimos años éstas se volvieron más

definitivas.

58
Este proceso fue un factor de transformación social tanto en sus lugares de

origen como en el de destino. Las sociedades de destino se volvieron multiculturales y

cambiaron las relaciones en el trabajo, en las escuelas, en los espacios públicos, en las

manifestaciones artísticas, etcétera, transformándose en “sociedades globales”. En las

sociedades globales, en opinión de Basso (2015) el Estado y el capital aliados buscan

separar a los trabajares migrantes de los locales, creando rivalidades; a la clásica

división de clase ahora se suma la diferencia étnica y por nacionalidades, que propician

la xenofobia (Basso, 2015).

La “migración transnacional”24 constituye un tipo de migración guiada

fundamentalmente por la búsqueda de trabajo, donde la población migra de países más

pobres a más desarrollados económicamente. Los migrantes se mueven a partir de redes

de connacionales, donde circula información, personas, bienes materiales y simbólicos.

Pero lo típico de la migración de esta época es que la población va y viene

constantemente, constituyendo un espacio transnacional, un “tercer espacio” que

vincula a la población de origen con la de destino, transformando ambos espacios por el

mismo proceso (Sassen, 2007 y Benencia, 2005). La utilización de estas redes

permitieron a los migrantes bolivianos al periurbano platense e insertarse en la actividad

hortícola (García, 2012), además dan cuenta de vínculos contantes entre algunas

localidades de los departamentos de Chuquisaca y Tarija, y las localidades de Abasto,

Olmos y Etcheverry de La Plata.

24
No desconocemos que la migración se ha explicado desde teorías de la acción racional, luego
desde el estructuralismo y una perspectiva que hace hincapié en lo histórico. Pero tomamos la
perspectiva del “transnacionalismo” que surgió para explicar las migraciones en el contexto de
globalización y le otorga al migrante mayor capacidad de agencia, sin olvidar
condicionamientos estructurales en los diferentes niveles (Hinojosa Gordonava, 2006).

59
a. Lugar de origen

En el campo boliviano, hasta mediados del siglo pasado la agricultura era de tipo

feudal con predominancia de haciendas. La Revolución Nacional de 1952, con la

Reforma Agraria (1953) marcaron un punto de ruptura desde el cual predominó el

régimen parcelario (Paz Ballivián en García, 2012). En la zona de Tarija y Chuquisaca25

en los años ´80 (cuando los actores vivían allá) existían dos tipos de producciones

(guiadas principalmente por factores exógenos): una producción con destino el mercado

y otra destinada mayormente al autoconsumo (Paz Ballivián en García, 2012). Tanto los

primeros como los segundos estaban “limitados por el régimen de producción parcelario

que dificulta[ba] la incorporación tecnológica, la acumulación de capital y aun la

reproducción simple” (García, 2012: 139). A pesar de esas limitaciones, Bolivia seguía

siendo un país con gran porcentaje de la población campesina (50% según los datos del

Instituto Nacional de Estadísticas de Bolivia26).

Existían relaciones entre los límites económicos de ese sistema agrícola

tradicional y la necesidad de la población de buscar trabajos por fuera de la unidad

productiva y emigrar. Mientras que los habitantes del oriente de Tarija solían migrar

dentro de Bolivia, los del occidente de ese departamento lo hacían a nuestro país

(Ceydric, 2012). Como se mencionó, las cadenas migratorias permitieron que la

población de una región migrara a determinadas zonas a través de redes de contacto e

información (Benencia, 2005). En este sentido, el origen de la población imprimió

características distintivas en el lugar de destino27


25
Nos limitamos a describir las agriculturas campesinas de Tarija y Chuquisaca, no
pretendemos dar cuenta de la totalidad de la agricultura nacional. Por ejemplo en “media luna
fértil” del oriente, se hacen cultivos extensivos, similar a nuestra Región Pampeana.
26
Se puede consultar en: http://www.ine.gob.bo/.
27
Por ejemplo los tarijeños tenían una tradición ligada a la producción agrícola, sus orígenes
ancestrales eran los pueblos guaraníes (y Tomatas, entre otros) de características nómades; así

60
Por último, para esta población la migración se constituyó a lo largo de las

generaciones como un “habitus”, una estructura metal para la acción, que crea la

posibilidad (y el deseo) de migrar: “Dichas prácticas histórico-culturales, para el autor

[Hinojosa Gordonava], han producido un habitus, en la dirección propuesta por

Bourdieu, que ha llevado a las personas a ‘buscar la vida’ por otras latitudes, ya no

solamente como una estrategia de sobrevivencia familiar, sino como una forma

intrínseca de reproducción comunitaria y societal” (Ramírez Gallegos en Hinojosa

Gordonava, 2009: 4).

b. Lugar de destino

Los migrantes trazaron una trayectoria que comenzó en una producción

predominantemente para consumo familiar en Bolivia y terminó en una típicamente

mercantil, la actividad hortícola intensiva en el periurbano platense (Ferrato et al; 2010).

García (2012) entiende que las características del minifundio boliviano “dificulta[ron] la

incorporación tecnológica, la acumulación de capital y aun la reproducción simple”

(2012:139). Por tanto, la economía campesina entró en crisis y los campesinos debieron

buscan trabajos por fuera de la actividad, iniciado así el proceso de descomposición 28

que los llevó a migrar a la Argentina.

Luego de trabajar en diferentes regiones, los actores se movieron a través de

redes de connacionales para establecerse en la actividad hortícola del periurbano

como también ésta había sido una zona de paso de los españoles hacia las minas de Potosí en la
época de la colonia (Abal Oña, 2013). Mientras que en Potosí tienen una tradición vinculada a
la comercialización, allí predominaban las comunidades en “ayllus”, que se reconfiguraron con
el trabajo de dicha población en las minas y la organización sindical y anarquista (Castro, 2013).
28
Proceso mediante el cual los agricultores se convierten en semiproletarios (Murmis en García,
2012).

61
platense, transformándolo en un territorio transnacional (Benencia, 2005). Trabajaron en

la actividad hortícola produciendo la verdura en fresco de manera continuada con una

organización del trabajo particular y la implementación de la tecnología moderna. Lo

que les permitió superar crisis económicas y convertirse en los actores más dinámicos

(Benencia, 2011). Algunas estrategias que pusieron en juego fueron: el uso de las redes

familiares, la endogamia y familia amplia, las estrategias económicas que posibilitan el

acceso a la tierra y comercialización propia, los lazos de relación continua con las

comunidades de origen y el establecimiento de un mercado de trabajo segmentado

étnicamente, que permitió la contratación de trabajadores entre familiares, amigos y

paisanos (Benencia, 2006).

Los mismos constituyeron el actor más dinámico de la producción, pasaron del

lugar de trabajadores a ocupar los principales lugares en la cadena de valor, hasta llegar

a ser patrones de otros connacionales, es decir, lograron ascender socialmente través de

diferentes estrategias (lo que Benencia ilustró como “escalera boliviana”). Después de

2006, con la llegada de Evo Morales al gobierno de Bolivia, buscaron ocupar un lugar

más estable en la producción y en la sociedad receptora, lo que se ve en su avance sobre

las diferentes esferas de la producción y comercialización. Aunque este ascenso social

de un grupo agudizó las contradicciones al interior de la comunidad boliviana (Villulla,

2006).

Para caracterizar a este actor, García (2012) retomó de Benencia la idea de

“productores capitalistas con rasgos campesinos” (1999: 161) para dar cuenta una

racionalidad que combina elementos capitalistas y campesinos. Esto quiere decir, que el

horticultor boliviano se encontraba en una posición intermedia entre el campesino y el

62
capitalista típico29. Su objetivo era alcanzar la maximización de logros y minimización

de gastos (con una racionalidad igual a la del capitalista), pero cuyo criterio mínimo de

eficiencia estaba dado por el nivel de ingresos que le permitiera mantener sus niveles

previos de consumo y reponer los medios de producción gastados sin reducir su escala

productiva, es decir, la reproducción simple (característica de la racionalidad

campesina). Esto les permitía a los migrantes resistir largos períodos de reproducción

simple, en condiciones adversas, y tener gran capacidad de crecimiento, (tan

competitiva como el del horticultor familiar capitalista típico) en coyunturas favorables.

Por último, las lógicas que guiaron sus estrategias comerciales, productivas y

domésticas han sido rasgos distintivos de este actor, que no sólo explicaron su

29
Tras varias discusiones acerca de la concepción de “agricultura familiar” (AF), podemos
sintetizar que la agricultura familiar contiene un conjunto de actores donde conviven elementos
de ambas estructuras económicas. En ese grupo heterogéneo se encuentra una diversidad de
actores, aquí rescatamos dos criterios para su caracterización: a) la lógica que guía su
racionalidad (en un continuum que va de una lógica no capitalista o escasamente capitalista a
una plenamente capitalista), y b) el lugar que ocupan en la pirámide social. En este esquema
encontramos en un extremo la agricultura campesina, al centro la agricultura familiar y al otro
extremo la agricultura empresarial.

La agricultura campesina se caracteriza por ser poco mecanizada, con una


inserción diferencial en los mercados (ya sea porque orientan su producción mayormente al
autoconsumo, que se insertan en posiciones subordinadas en los mercados nacionales o
participan en mercados locales poco desarrollados o no enteramente capitalistas), y donde las
prácticas comunitarias tienen mucho peso en el propio proceso productivo (Balsa y López
Castro, 2011: 46-47). Es una economía que cuenta con los factores de producción: tierra y
trabajo pero escaso o nulo capital. Los agricultores con estas características no tienen capacidad
de acumular capital ya que la mayor parte de su producción es para consumo familiar o venta en
el mercado, donde la mercancía se intercambia por dinero para comprar otra mercancía
(siguiendo el esquema m-d-m) (García, 2012).

En cambio, la agricultura familiar es característica de las sociedades modernas y


se inscribe en un contexto de economía capitalista. Donde prácticamente todas las labores se
realizan con maquinaria producida en industrias, la producción esta principalmente orientada al
mercado capitalista (nacional o internacional) y las prácticas comunitarias están ausentes en los
procesos de producción (Balsa y López Castro, 2011: 46-47). Esta agricultura puede o no tener
tierra, tiene fuerza de trabajo y puede acumular capital, ya que su producción en general tiene
tecnología que les permite producir para mercad y generar un excedente de capital (García,
2012).

63
protagonismo en la actividad sino que también transformaron el sector hortícola

platense (García, 2012).

64
7. Trayectorias (residenciales, productivas y culturales)

a. Agricultura tradicional de Tarija y Chuquisaca

Mapa 1. Departamentos de Chuquisaca y Tarija (Bolivia). Elaboración propia.

Tarija y Chuquisaca son dos departamentos ubicados al centro y sur de Bolivia

(Mapa 1). Comparten características físicas: llanura chaqueña, sierra subandina y

cordillera oriental (Tapia Vargas, 1994). Las regiones de donde provinieron los

migrantes están entre los valles y la cordillera. Aquí encontramos zonas más fértiles y

más áridas, las primeras permitían una producción para consumo y para vender en el

mercado, y en las áridas la producción estaba más limitada, por tanto se producía

mayormente para consumo familiar e intercambio. Como se mencionó en el capítulo

65
anterior, “el régimen de producción parcelario heredado de la reforma agraria

dificulta[ba] la incorporación tecnológica, la acumulación de capital y aun la

reproducción simple” (García, 2012: 139).

Estas regiones se caracterizaban por ser economías campesinas de tipo

tradicional, a pesar de que en las últimas décadas ciertas zonas (de Tarija en especial)

hayan cambiado por la incorporación tecnológica. Las principales actividades eran

agricultura, cría de animales y producción de conservas y derivados, las cuales se

complementaban entre sí. Dependiendo de la zona, la agricultura constaba de cultivos

de habas, maíz, papa, quinua, arvejas, maní y batata predominantemente para consumo,

que se intercambiaban entre localidades. Sólo en zonas de valles bajos de Tarija había

frutales como uva y durazno; y en los últimos años, en algunas localidades habían

comenzado a hacer tomate y pimiento para vender en el mercado. Si bien, las

comunidades de origen no eran idénticas entre sí, compartían sus rasgos campesinos.

30

30
Alrededores de Tarija, foto de registro propio.

66
Por otro lado, la ganadería constaba de la cría de ovejas, llamas, chanchos, vacas

y pollos. Es una actividad de la que se ocupaba toda la familia, hasta los niños

“cuidaban los animalitos”31. Durante el invierno, por las escasas lluvias, debían llevarlos

a pastar a otras zonas y en el verano, estos daban la leche, a partir de la cual elaboraban

el queso.

En dichas sociedades campesinas, la economía, la cultura y espiritualidad

estaban íntimamente ligadas. Un ejemplo de esta imbricación era el calendario agrícola-

ritual que representaba un uso del tiempo guiado por las estaciones del año y las

festividades (ancestrales y religiosas), las ceremonias de agradecimiento a la tierra, etc.

La tierra se “challaba” antes de sembrar y para la cosecha. Una vez al año se hacia la

“pachamama” un agradecimiento más grande, donde se juntaban las familias y hacían el

ritual a la tierra, luego celebraban con una comida y bebida.

Chayan la tierra. Siempre hay vino o algún Singani, como se dis[dice]? Eso es que
chayar ahí al empezar, hacen una cosa ahí [señala el piso en forma circular] y tiran coca,
cigarros y ahí chayan… ya está. Y después para el primero de Agosto por ejemplo se hace eso,
todos los años se hace, no ve? Eso hasta aquí lo tienen. A: ¿Y eso para qué se hace? J: y… no
sé, supuestamente este, como un recuerdo a la tierra. Agradecer a la tierra. Un día que es el
primero de Agosto que la hacen todo[s] y suena aquí, suena allá, por todos lau [lados]”
(Productor Tarijeño residente en Abasto).

En el mes de Diciembre se hacían las “yerras”, una jornada de trabajo y

celebración. Se marcaban las vacas, se les cortaba un pedacito de oreja a cada una y

luego se enterraba todo en un pozo cerca de un árbol junto con hojas de coca, alimentos

y alcohol. Luego se compartía una comida entre todos los que habían colaborado en la

actividad como retribución y agradecimiento. La fiesta era un elemento fundamental

que complementaba el trabajo (Astelarra, 2014).

Por otro lado, las familias eran distintas a la familia urbana-nuclear, era una

familia ampliada. Existía una concepción de familia como un grupo ampliado a

31
En términos de los entrevistados.

67
diferencia de la familia núcleo-urbana tal como la entendemos: en la cultura campesina

boliviana la familia eran tíos y tíos terceros, y se ampliaba por relaciones de padrinazgo.

Más aun, para realizar trabajos grandes como sembrar, arreglar, construir, etc., se

daban prácticas de cooperación entre las familias, vínculos de colaboración y

reciprocidad profundos que anclaban en la concepción de comunidad campesina. La

idea de ayni32 podría representar esa forma de reciprocidad entre personas y entre estas

y la naturaleza (Kopp, 2011), por ejemplo se daban entre familias para las tareas que

requirieran un trabajo conjunto:

Uh! eso es muy lindo allá! Por ejemplo tienes que sembrar la siembra grandecita,
capas no son grandes, pero era grande para no[s]otros, ¿Ve? Y ahí sí se juntaban todos, se
juntaban todos los que estaban ahí con ellos. Eh, mis hermanos, viejo, algunos primos, ¿Ve? Y
ayudabámos, un día íbamos ayudabámos ahí, todos. Y se cocina muy bien, se come muy bien el
día, traen algunos vinos, jajaja (risas) y así. Después, a la otra vez que le toque al otro vas al
otro, le ayudás igual (Productor Tarijeño residente en Abasto).

Por otro lado, en dicha economía diversificada se hacían conservas y derivados

como: papas y duraznos deshidratados, leche, queso, huevos, hilado y tejidos. Estos

últimos eran tareas de mujeres y niños. Cada producto llevaba un proceso de varios días,

semanas o meses y un saber específico transmitido por generaciones. Las papitas

deshidratadas, el “chuño”, era una variedad que crecía en las zonas andinas de

Chuquisaca, que los campesinos “helaban”33 en el cauce de un rio de montaña, lo

pelaban y luego dejaban secar. Mientras que los duraznos o pelones característicos de la

zona de Paicho, Tarija, se pelaban y dejaban secar para luego hacer una bebida:

Igual el durazno cuando se lo pela, se lo pone al sol se hace una… secado ¿no ve? y
eso muy lindo eso que queda después para todo el año. Da vueltas el año directamente… Se
hace jugo, se hace este… para comer hervido dulce, es muy rico. Hay que echarle un poco de

32
Sabemos que la idea de “Ayni” es propia de comunidades de origen quechua-aymara y no es
exactamente la reciprocidad que se da en zonas como Tarija, pero utilizaremos este concepto
para ilustrar una forma de cooperación comprometida entre las familias, donde todas ayudan a
una sin esperar una devolución inmediata ni equitativa.
33
En términos de un entrevistado.

68
harina y queda así más menos suave, ¿no? … para comer caliente o frío, como un postre
digámosle (Productor Tarijeño residente en Abasto).

El queso requería un saber-hacer que constaba de varios pasos: cortar la leche,

dejar que escurra en una tela y poner en la horma por semanas. Finalmente, el hilado y

tejido eran actividades de invierno, los niños tenían la tarea de “llenar las puyitas” 34

antes de ir a jugar, es decir, hilar la lana hasta llenar el soporte.

El destino de la producción era en primer lugar para la unidad doméstica, y en

algunas zonas (más que en otras) la venta al mercado. En el último caso, sacaban una

“siembra grande” una vez al año, que vendían por quintales. La comercialización se

hacía a través de intermediarios, en los camiones “Volvo” 35 que llegaban al campo, o si

no debían llevarla ellos mismos al mercado. Llegar a la ciudad no era fácil, contrataban

un camión para que los dejara en el mercado con toda la producción y trataban de

venderla durante ese día o el siguiente, recién cuando conseguían comprador podían

volver.

Otra práctica común era el intercambio entre pueblos: por la diferencia

geográfica y ecológica de cada zona, históricamente las comunidades cultivan diferentes

productos que muchas veces se intercambiaban para tener mayor variedad de alimentos.

Se trataba de un sistema de cooperación entre pueblos, donde el intercambio de

alimentos permitía el abastecimiento de una gran variedad de productos (Astelarra,

2014).

Mira nosotros, por ejemplo, de solíamos tener mucha arveja. Ah! Arveja se suele poner
en una temporada, donde a nosotros nos facilitaba por el riego tener arveja en determinada
temporada, noviembre. Donde otras comunidades vecinas no podían tenerlas. Entonces había
quienes hacían el famoso “trueque” que después lo entendí acá en la crisis del 2000 para
adelante. Lo entendí al trueque, qué era el trueque, porque nosotros teníamos la arveja y nos
traían desde carne, huevos, maíz, otras cosa que ellos tenían y nosotros les dábamos (Productor
Tarijeño residente en Abasto).

34
Como contaba una entrevistada.
35
También según una entrevistada.

69
En esta estructura económica, la agricultura estaba guiada por una temporalidad

de carácter estacional o cíclica (Bourdieu, 2013) que manifestaba en el uso del

calendario agrícola (Noriero Escalante, et. Al., 2013). Como dice Bourdieu (2013): el

análisis de las estructuras temporales son necesarias para comprender las estructuras

económicas y el habitus de los actores. En tanto, la vida y la producción estaban

organizadas por dicha estructura, es decir, cada actividad se desarrollaba en una época

del año y no de manera constante durante todos los meses. En verano, época de mayores

lluvias, la producción era mayor: verduras y frutos, se cosechaba y se producía queso

con la leche que daban los animales. En cambio en invierno, hacía mucho frio y era

ventoso, por tanto “se inverna[ba]”36 se cuidaba a los animales, entre otras actividades

como hilar, tejer, arreglar los caminos y especialmente descansar. Descansaban las

personas y también la tierra. Generalmente se sacaba una cosecha al año y las familias

acopiaban el total y lo distribuían a lo largo del año, o hacían conservas para épocas en

que escaseaba, como el invierno:

Se manejaban con el calendario agrícola y que tenían la parte del tiempo no, que no es
tan… no vivís corriendo como acá, sino que te manejas con las estaciones, entonces tenés
momentos en que tenés que trabajar un montón, pero por ahí entre medio de la siembra y de la
cosecha cuando ya está realizado el trabajo descansas o sólo [te] tenés que dedicar a cuidar a
los animales… como que no es tan corriendo (productora Tarijeña residente en Gorina).

36
Según una entrevistada.

70
37

El calendario agrícola era representado como una rueda, donde las estaciones del

año guiaban las actividades agrícolas y culturales. La siembra comenzaba en Septiembre

y la cosecha se levantaba en Enero-Febrero, siendo ésta la época en que se trabajaba con

mayor intensidad. Se obtenían los cultivos y también los frutos. Se realizaba una sola

cosecha por año (en Chuquisaca) y dos por año en otras zonas (Tarija), y las mismas se

distribuían a lo largo del año. Esta administración de los recursos atañe a idea de

“previsión”, también analizada por Bourdieu (2013), propia de las comunidades

campesinas, que implicaba una visión hacia el futuro, así como una división de los

recursos para que alcance para toda la familia durante el año. Y se diferenciaba de

“previdencia” propia de las sociedades capitalistas, donde se avizora un horizonte

37
La imagen fue tomada de Lecoq y Fidel (2003) de forma ilustrativa, ya que cada pueblo, según sus
características geográficas sembraba, cosechaba, etc. en un mes determinado. Lo que resultaba interesante
era poder mostrar la lógica de esta temporalidad estacional, donde las prácticas agrícolas, las festividades,
etc. suceden según las posibilidades que abre cada estación. Lo que hacía toda la producción y sus actores
estuviera más ligados a la naturaleza. Finalmente en esta concepción de la temporalidad, las actividades
se repetían año tras año, se podía esperar algo similar, lo que no implicaba una repetición idéntica, una
renovación permanente de energías y recursos.

71
infinito, un punto de fuga, que hace perder el objetivo final por un eterno avance hacia

un futuro incierto.

En esta estructura económica de tipo tradicional, podemos caracterizar a los

actores como campesinos. La agricultura campesina se caracterizaba por ser poco

mecanizada, con una inserción diferencial en los mercados (ya sea porque orientaban su

producción mayormente al autoconsumo, que se insertaban en posiciones subordinadas

en los mercados nacionales o participaban en mercados locales poco desarrollados o no

enteramente capitalistas), y donde las prácticas comunitarias tenían mucho peso en el

propio proceso productivo (Balsa y López Castro, 2011). Los agricultores con estas

características no tenían capacidad de acumular capital ya que la mayor parte de su

producción era para consumo familiar o venta en el mercado, donde la mercancía se

intercambiaba por dinero para comprar otra mercancía (García, 2012).

Respecto de los saberes y prácticas en particular, encontramos en primer lugar,

que los cultivos iban rotando en los terrenos, de esta forma “descansa[ba] la tierra”,

como decía una de las entrevistadas. Estas costumbres estaban vinculadas a las

condiciones geográficas y al calendario agrícola. La rotación de las áreas de cultivo: “es

una técnica adaptada a la fertilidad, generalmente limitada, de los suelos, que tiene

como fin precautelar el potencial productivo y prevenir su agotamiento” (Kopp,

2013:133-134). Como estudió Kopp, los ciclos de descanso y de cultivo estaban

institucionalizados en las comunidades y se relacionaban con el carácter cíclico de los

eventos naturales, como se ha mencionado. La rotación era complementada por técnicas

de fertilización con abono animal o el uso de áreas de descanso para el pastoreo, cada

área de cultivo era aprovechada por dos o tres años, con cultivos alternos (dicha técnica

también funcionaba como control de las plagas). Y por otro lado, la crianza de animales

72
proveía abono y materia prima para las artesanías y además, aportaba a la calidad y

diversidad de los hábitos alimentarios.

En segundo lugar, se hacía una selección y conservación de semillas de una

temporada para la siguiente, de esta manera se aprovisionaban y podían reproducir el

cultivo año tras año. En términos de los actores: se elegían las más “lindas”, “los

materiales más interesantes” y se guardaba en un lugar seco para la próxima siembra:

Y eso (la semilla)… se guarda, se guarda eso. Cada año la cosecha más grande que
este, a la más linda. Por ahí cuando vas pelando el maíz encontrás un[o] bien lindo! y le
guardás eso, para semilla para otro año. Eso se guarda aparte, ya bien cuidado que no, que no
le freguen ningún animales. Y la papa lo mismo. La papa sí, buscábamos alguna vez por ahí
cuando faltaba, ¿ve? Tienes que ir a buscar, tienes lugares adonde traer (…) De ahí nomás de
la zona, la zona más alta por ejemplo que se llama un lugar: Iscayachi. Que ahí es, solamente
papa madura y habas, no? De ahí sabían llevar muchas veces… (Productor Tarijeño residente
en Abasto).

En algunos casos, se traía semilla de zonas más sufridas para plantar en zonas

mejores y asegurarse la producción. Además, se sembraban diferentes variedades de

maíz: amarillo (colorado, blanco, jaspeado) y pisingallo, tres variedades de papa y

porotos colorados y blancos. La conservación y selección de variedades es

responsabilidad de la familia, así es posible la renovación y diversidad de semillas (y

diversidad alimentaria), garantizando la sostenibilidad en el tiempo (Kopp, 2013: 134).

La semilla era un elemento fundamental, el primer eslabón de la producción, y esas

prácticas de conservación representaban una concepción integral de la agricultura,

diferente de la concepción fragmentada que imperó luego en la agricultura moderna, lo

que les permitía a los productores lograr un alto dominio de la situación (Van der Pleog

en Pérez, 2010).

Por otro lado, las tecnologías eran rudimentarias, trabajaban la tierra con una

yunta de bueyes, el arado resultaba un trabajo pesado por la tierra pedregosa y sobre

montaña. Luego, la siembra se realizaba entre el hombre que lleva la yunta y la mujer

73
que iba atrás tirando las semillas. Estas tecnologías tradicionales no requerían

combustibles fósiles (los animales comían en las mismas tierras) por tanto no implicaba

gastos extras. El pastoreo no entendía de propiedad privada, es decir se podía llevar a

los animales a comer a tierras que pertenecían a toda la comunidad y a ninguna familia

en particular.

El aprendizaje de estas prácticas se dio por la experiencia, es decir que a

diferencia de nuestro conocimiento donde se explicaba el concepto y después se

vinculaba con la empiria, acá la comprensión se daba a través de la prueba, de la

experiencia en la realidad concreta. Los saberes agrícolas eran transmitidos por

educación no formal, de generación en generación, basados en la legitimidad de la

tradición y reforzada por la concepción del trabajo en tanto función social. Como decía

una productora “es como que uno nace ya con eso...”:

…hoy te dice [tu padre o alguien mayor]: “Bueno vení hoy vamos a ir a trabajar” y te
llevan (…) te llevan y bueno por ahí aprendes, más que todo viendo allá aprendes (Productora
tarijeña en La Plata. La aclaración es nuestra).

Por lo descripto hasta aquí, podemos ver que las actividades, prácticas y saberes

estaban vinculados a una concepción holista de la agricultura, como un complejo donde

se tenía una comprensión del proceso completo. Construían un sistema diversificado

donde se complementaban cultivos, animales, etc, lo que se sacaba de una parte era

utilizado en la otra. Mejor dicho, cada uno tenía una función y esto hacía al

funcionamiento del sistema; por ejemplo, la bosta de las vacas era utilizada como abono

para la tierra, la chala que sobra de los maíces se guardaba (en épocas de sequía y frio)

para alimentar a los animales, entre otras:

…lo guardábamos [a la chala] arriba de un churque, una planta, que se la poda así,
ponele una planta cualquiera le sacan todos los brotes del medio, que quede hueco y después lo
pones la chala ahí y no se te hace nada, nada, dura todo el año (productora residente en
Gonnet).

74
Así, en las economías campesinas del sur de Bolivia como dice Kopp (2011) “las

labores agrícolas no son percibidas como una actividad de explotación, sino como un

servicio a la tierra que permite que los recursos sean aprovechados para la vida (…)”,

teniendo un carácter predominantemente social y comunal. “El principio regulador,

tanto de la relación del hombre con la naturaleza como de las relaciones sociales, es la

reciprocidad: el ayni. Los principios de equidad y reciprocidad determinan la ocupación

y el uso del espacio agrícola y ganadero. Cada comunidad, y dentro de ella cada familia,

dispone de distintas áreas de cultivo suficientes en extensión y calidad para generar el

sustento alimentario (…)”. Más aún, “no existe en la cultura andina el concepto de

`propiedad´ sobre la tierra, sino distintas modalidades de acceso a las tierras de la

comunidad” (Kopp, 2011:133-136).

En esta concepción totalizadora, ciencias, producción y cultura colaboraban en

las agriculturas tradicionales (Sevilla Guzmán, 2002 y Domínguez, 2008), lo que

apareció reflejado en el conocimiento del suelo, el clima, las estaciones del año, las

semillas, el cómo elegirlas y conservarlas, el abono de la tierra, la distribución de los

cultivos para que se complementaran entre ellos, la aplicación de preparados de plantas

para diferentes enfermedades, etcétera. Contemplaban lo que nosotros llamamos

seguridad y soberanía alimentarias planificadas sobre una visión de complementariedad

con la naturaleza: “Las técnicas aplicadas por los agricultores originarios de los Andes,

en toda su complejidad y diversidad local, tienen el principal propósito de garantizar la

provisión sostenida de alimentos” (Kopp, 2011:133-134).

Dentro de los factores que condicionaron las economías regionales estuvieron

fundamentalmente las condiciones ecológicas y geográficas: el tipo de suelo rocoso, la

falta de agua en épocas invernales y la falta de políticas que revirtieran estas

condiciones naturales que muchas veces eran las condiciones necesarias para continuar

75
en la actividad. Una temporada de sequía podía significar la falta de alimento para todo

el año, ya que no había márgenes de acumulación en la producción. Por otro lado, las

familias crecieron y las tierras siguieron siendo las mismas, por tanto las parcelas se

redujeron cada vez más en una división achicaba la superficie del minifundio tradicional

convirtiéndolo en “surcofundio” (Ceydric, 2011 y 2012; Tapia Vargas, 1994 y

Albarracín Deker, 2015).

Tarija, zona de valles (…) por ahí teníamos algunos, unas parcelas chiquitas. Un
minifundio. A lo que llegamos a decirle en un momento, no sé a quién se le ocurrió pero decirle
“surcofundio” (Productor Tarijeño residente en Abasto).

En este contexto, los actores debieron salir del campo para buscar otros trabajos

que aportaran recursos económicos para persistir en la actividad (García, 2012), se

dieron estrategias de la pluriactividad y la migración. Dichos ingresos provinieron de

trabajos en otras zonas agrícolas dentro de Bolivia y zonas agrícolas en Argentina

(Ceydric, 2012), las remesas enviadas eran de gran importancia para las familias y para

todo el país por el ingreso que representaba a nivel nacional (Abal Oña, 2013). Los

actores habían migrado para trabajar de manera temporaria desde muy temprana edad

(10 años) junto con su familia. Fundamentalmente lo hacían a Bermejo a la cosecha de

la caña de azúcar y a Santa Cruz a la cosecha de soya, también a la zafra del Noroeste

argentino, sobre todo las generaciones más grandes (mayores de 50 años).

Finalmente, elementos exógenos y endógenos se conjugaron en dichas

trayectorias. Por un lado, condicionamientos estructurales como el cierre de minas y la

migración interna, además de la predominancia de minifundios (que había dejado la

historia de reforma agraria) que se iban fragmentando con el paso de las generaciones y

una economía agraria que no recibía apoyo del Estado. Sumado a la demanda de las

economías regionales argentinas primero y las zonas hortícolas más adelante, que

demandaban mano de obra. Por otro lado, existía un habitus migratorio (Hinojosa

76
Gordonava, 2009), en los Tarijeños38 y Chuquisaqueños, estructuras mentales arraigadas

en los actores, hacían que la migración a Argentina apareciera como horizonte de

posibilidad. El mismo se constituyó a través de las generaciones, y fue reforzado por las

redes de connacionales que llevaban y traían información, remesas, personas, propias de

toda migración transnacional (Benencia, 2006), donde se construyeron sentidos acerca

de Argentina, que era representada como un avance hacia la modernidad.

38
Ceydric (2012 y 2013) realizó un estudio donde explica que los habitantes del Oriente de
Tarija realizan migraciones hacia ciudades de Bolivia, a ocupaciones urbanas. Mientras que los
del Occidente migran históricamente a las economías regionales de Argentina y en las últimas
décadas a la horticultura periurbana.

77
b. Zonas hortícolas de Argentina

Mapa 2. Migraciones entre el Sur de Bolivia y zonas hortícolas de Argentina.

Elaboración propia.

Entre los años ´80 y ´9039 los actores migraron por diferentes espacios

productivos según las redes conformadas por el lugar de origen y generación a la que

pertenecían (Godard, 1998). En la historia residencial encontramos mayor

homogeneidad en migrantes entre 35 a 5040 años, una gran generación que migró por

zonas hortícolas especializadas de manera temporaria (estableciéndose por largos

periodos) antes de llegar al CHLP (Mapa 2). Mientras que los mayores de 50 años

39
En un contexto de avance del neoliberalismo en la región y sus consecuencias para las
economías campesinas bolivianas.
40
Tomamos para nuestro análisis este rango etario que aporta mayor riqueza al análisis, ya que
los más jóvenes comenzaron a migrar directamente a La Plata.

78
habían pasado por ingenios azucareros antes de las zonas hortícolas. Por otro lado,

también encontramos diferencias entre las trayectorias de tarijeños y chuquisaqueños:

a. Los de Chuquisaca trabajaron temporalmente en la caña de azúcar de Bermejo

y en la cosecha de soja en Santa Cruz, luego migraron hacia “zonas hortícolas

especializadas” de Mendoza y finalmente se insertaron en la horticultura del periurbano

platense. En nuestro país, los mercados regionales se conformaron en el Siglo XIX

como tributarios de la Región Pampeana, centro del modelo agroexportador. Estos

producían para abastecer al mercado interno y reclutaban mano de obra en base al

mecanismo de endeudamiento. Durante la Industrialización por Sustitución de

Importaciones, estos mercados de trabajo generaron importante empleo transitorio. Pero

desde mediados de los 70 y más adelante en los 90, la apertura económica y la

industrialización de la agricultura repercutieron de manera negativa. El nuevo modelo

de integración al mercado mundial implicó: la retracción de la producción para el

mercado interno, la exportación de soja y cereales y de alimentos frescos. La

reconversión de las producciones tradicionales generó una menor demanda de

trabajadores que fueron reemplazados por maquinaria y por la tercerización de las

labores culturales (Aparicio, 2005). Cuando estas economías declinaron, los actores

comenzaron a migrar hacia zonas hortícolas especializadas, donde trabajaban solos o

con su familia. Éstas últimas, son huertas especializadas en pocos cultivos, donde el

valor de la tierra es menor y los productos se comercializan a largas distancias. Dentro

de estas, se distinguen zonas donde se hacen cultivos de estación como en el Litoral

(tomate, berenjena, pimiento, zapallo, entre otros), y los que hacen cultivos especiales

por las características de su clima y suelo como Mendoza (ajo, cebolla, zapallo, melón,

batata) (Mundt, 2003).

79
La generación mayor (actualmente 50-60 años)41 había pasado por la zafra, pero

luego con la tecnologización, esta agroindustria dejo de demandar tanta mano de obra y

comenzaron las migraciones hacia zonas hortícolas especializadas, migraciones de

carácter estacional que cubrieron la mayor parte del año por cosechas de diferentes

regiones en distintas estaciones del año. El trabajo en la zafra y en las grandes fincas de

Mendoza significó una mayor explotación en el trabajo y condiciones de gran

precariedad en vivienda para toda la familia.

Iban contratistas a Bolivia. Contrataban y venían a la zafra… y los expresos del lugar de
nosotros venían en camión hasta la frontera la Quiaca. Y ahí en la Quiaca (estornudo) de los otros
lugares de Bolivia ya van todos en camión ahí. Llegaba ahí y ahí ya descargaban todo y ahí salían
después ya en tren eh, primero hacían las revisaciones médicas para la Quiaca. Ahí revisaban a to[da] la
gente. Revisaban, una parte por mujer, una parte por varones. Todos mmmm, [an]daba todo pela[d]o
(riendo), ahí sabían estar ahí. (…) revisaban, ya salían bien le firmaban sus libretas. Decían: tal día sale
tal expreso a parar a tal lado. A cualquiera de los lotes se cortaban la zafra, la zafra (Productor
chuquisaqueño residente en Abasto).

Por otro lado, los migrantes llegaron por contratación a estos espacios

productivos. Eran grandes fincas que desarrollaban un modelo típico de agricultura

moderna, donde la producción de alimentos se había industrializado, convirtiéndose en

una fábrica de alimentos (Sevilla Guzmán y Mielgo, 2000). Allí, los encargados les

indicaban cómo plantar, cosechar, aplicar pesticidas, etcétera. Era un trabajo constante y

agotador que les dejaba a los trabajadores poca capacidad de agencia, ya que realizaban

una parte fragmentada del trabajo en la quinta:

(…)y viene el tractor y la gente va con plantines plantando (…) después los otros van regando
(…) después ya, terminaba eso y íbamos a poner zanahoria (Productora chuquisaqueña residente en
Abasto).

Las condiciones de vivienda y trabajo eran duras, vivían en campamentos en las

mismas fincas y el pago era escaso. Muchas veces eran remunerados con una libreta que

podían usar sólo en el almacén de las mismas plantaciones (tal como se usaba en los

ingenios como una forma de endeudamiento).


41
No contamos con casos de las generaciones más jóvenes de Chuquisaca. Podemos hipotetizar,
a partir de relatos de los entrevistados, que las redes de connacionales los llevaron a instalarse
en otras zonas productivas, al sur de Bahía Blanca, en la producción de cebolla.

80
Si plantábamos, pero no valía esos años, nada. Todo mercadería y tres por ahí si vamos a fiar,
hasta ahí si ya vamos. Eso nomas, pa[ra] pagar ganábamos. Así que se hemos sufío [sufrido] (Productora
chuquisaqueña residente en Abasto).

42

En estas fincas lo que se aprendía eran prácticas de plantación, recolección y

empaquetado de la producción. La forma que lo hacían era copiando a los familiares, los

otros trabajadores con más experiencia o alguna explicación del encargado.

(…)aprendí de mi hermano. Porque él curaba, él estaba viendo y regando, y carpir todo esas
cosas las aprendes… después sacaba el ajo y lo ponía [zapallo] Anco” (Productora chuquisaqueña
residente en Arana).

b. En cambio, los tarijeños siguieron su trayectoria hacia zonas hortícolas

especializadas en Jujuy, Corrientes, Entre Ríos y Mar del Plata, donde fueron llevados

por contratistas o parientes. Permanecieron en la quinta por varios meses según las

características del trabajo que realizaban. Ahí trabajaban como “mensualizados”, lo que

conocemos como “trabajadores rurales”, ya que no poseen tierra, ni capital, sólo su

fuerza de trabajo. En estas regiones aprendieron el cultivo de hortalizas “a campo”, en

42
Foto extraída de diario Los Andes edición 12 julio de 2008, Mendoza. Disponible en:
http://www.losandes.com.ar/noticia/sociedad-363749

81
Jujuy, y bajo invernáculo -característico de las últimas décadas- en Corrientes, Entre

Ríos y Mar del Plata.

Estos habían pasado por cultivos bajo cobertura, lo que marcó una diferencia con

los chuquisaqueños43 que no lo habían hecho. Llegaron a estas zonas traídos por

contratistas para una temporada y luego volvieron a venir solos los años siguientes. Los

entrevistados permanecieron en Entre Ríos y Mar del Plata por varios años donde se

hacía cultivo bajo invernáculo, una tecnología que llegó a la región pampeana con la

“revolución verde tardía”44 en los años ´80 y era desarrollado por productores

capitalizados ya que implicaba una mayor inversión. El mismo fue un importante hito

tecnológico, ya que permitió controlar las condiciones para obtener mayor

productividad durante el año, a partir de cosechas “de primicia” y cosechas “tardías”.

Además, se complementaba con la semilla híbrida, modificada genéticamente para un

mayor rendimiento, y el uso de abonos químicos y pesticidas para diferentes

enfermedades. Esta nueva tecnología requirió el saber experto (ingenieros) para manejar

la forma artificializada de agricultura (Sevilla Guzmán y Mielgo, 2000).

Las actividades que realizaban iban desde la preparación de la tierra con abono

químico, trasplantar, detectar plagas y hongos; y curar con agroquímicos. Así como

cosechar y empaquetar para la venta en el mercado. El objetivo de este modelo era

aumentar la productividad y esto también requería cambios en la organización del

trabajo. Como cuenta un productor de Etcheverry acerca de un ingeniero que trabajaba

como asesor privado en la quinta de Chajarí, Entre Ríos donde él estaba:

Los empresarios allá se lo agarraron [al ingeniero] porque reducía un montón el personal. Dice
que ahí cuando él llegó de visita de España de vuelta, lo llevaron a visitarlo ahí. Por hectárea de tomate

43
No es una distinción tajante, ya que uno de los chuquisaqueños entrevistado sí había pasado
por cultivos bajo invernáculo.
44
Término propuesto por un Ingeniero de INTA.

82
tenían 8 tipos trabajando ahí dentro el invernáculo. 8 empleados, por hectárea de tomate. Y él dijo ¡¿qué
hace tanta gente acá?! Y ¿cómo, cuántos trabajan? (preguntaba el dueño) Por hectárea yo ¡con 3
personas es mucho para trabajar! Y los otros no creían. Vinieron a ver acá, llegaron un día a la quinta. Sí,
le dije, 3 personas, esas hacen todo el trabajo, desde el trasplante hasta la cosecha. (…) Y experiencia de
él tengo yo, que he aprendido (Productor residente en Etcheverry).

En la migración de la agricultura tradicional a la moderna la estructura temporal

cambió, ya que se pasó de una estructura temporal estacional, a un tiempo lineal propio

de la producción para el mercado. Los cultivos siguieron siendo cíclicos pero la vida ya

no estaba guiada por las estaciones; al haber varios cultivos para trabajar, una vez que se

terminaba con uno se debía pasar al otro casi sin descanso; es decir, que el trabajo era

constante todo el año. Esta característica se acentuó en los cultivos bajo invernáculo,

donde se aceleraron los ciclos de circulación del capital45.

Sacaban tomate, terminaba el mes ese de tomate, le pasaban rastra y cosechaban otro, otro ya
ponían. En dos meses ya salían otro, otra producción, [mientras en Bolivia tardaban] como casi un año
(Productora chuquisaqueña residente en Arana).

En todo este proceso, los saberes tradicionales no tuvieron espacio ya que en la

producción capitalista era necesario un tipo de saber moderno para llevar adelante esa

agricultura. Estos saberes son “razonables” (en términos de Bourdieu) respecto de la

estructura económica y temporal a la que sirven. Así que los migrantes se esforzaron por

aprender las técnicas que proponían los patrones. Algunos más que otros tuvieron una

actitud emprendedora, que los hizo acercarse a los técnicos para aprender la mejor

manera de hacerlo. Como se ha dicho, la producción moderna, impuso un tipo de saber

estándar para todas las regiones homogeneizando la forma de producción en la

agricultura. Ese modelo y los saberes que trajo aparejados gozaban del prestigio de la

modernidad y el progreso. Para los actores este cambio estuvo vinculado no sólo a una

necesidad económica sino también al prestigio que representaban (Segato, 2007). En

este sentido, el saber experto fue un elemento de peso en dicho proceso.

Y los patrones son así allá, son eficientes igual, no dejan. Así que no hay que pararle, hay que
darle, todos los días (Productor tarijeño residente en Etcheverry).
45
Esta característica se verá en el apartado siguiente con más detalle.

83
Pero, si los migrantes jóvenes se pudieron adaptar a las condiciones diferentes de

vida, trabajo y cultura, para los más viejos estos cambios no resultaron nada simples. Un

productor chuquisaqueño nos contó que vivió con su familia en Mendoza por diez años;

cuando su madre se enfermó en Culpina (Sur de Chuquisaca), decidieron traerla a vivir

con ellos, pero ella nunca pudo adaptarse a estas condiciones y se volvió a su lugar en

poco tiempo. Uno de los elementos que distinguía un modo de vida del otro era la

alimentación:

Yo voy a comer allá la comida natural, madura la tierra no, no… [decía la madre] “allá
natural”: que madura en la tierra, la quinua, la haba, el trigo… allá madura la haba el trigo, la haba, el
máis [maíz], todo eso madura en la misma tierra. Y eso lo comen. Eso lo comían y eso una comida más
fuerte. Todo esa comida produce la misma tierra. Eso sembramos y eso comemos (…) Por eso dicen a
veces: el boliviano es chico, todo, pero es fuerte ¿Por qué?, porque se ha criado con esas comidas. Y
aquí, legalmente, no lo comen esas comidas. Aquí todo es arroz, fideo, otras cosas, verdurita todo. Es
como si, la persona es como si usted le dieran ¿foliar y foliar?, pero no tiene una resistencia para otra
cosa… Por eso dicen ¿no ve? los bolivianos siempre laburan, laburan y aguantan. No es otra cosa…
(Productor chuquisaqueño residente en Abasto).

Por último, la imposibilidad de mejorar las condiciones de vida en esos lugares,

sumado al momento del ciclo familiar (muchos de ellos con niños chicos) y las

expectativas que despertaba la horticultura periurbana de La Plata, acarrearon la

decisión de migrar a ese espacio productivo. El cordón hortícola de La Plata gozaba de

ventajas comparativas respecto de otras zonas hortícolas del país dado por el desarrollo

tecnológico que estaba teniendo y su cercanía al mercado central de Buenos Aires

(García, 2016). Los migrantes reconocieron estas características en los relatos de otros

connacionales y decidieron migrar.

…decían que ahí en La Plata, que se hace mucha plata. Y ahí se hacía menos plata, entonces
todo el mismo paisano nos sabía decir así: “vayansé a La Plata que ahí está lindo” y así somo´ [nos
hemos] animado de eso. Y la verdad que sí, porque aquí se trabaja así entre la pareja nomás, entre dos se
puede trabajar, porque allá se tienen que buscar gente. No[s]otros teníamos que, las diez hectáreas
teníamos que buscar unos seis changos! Seis mensualeros (Productor tarijeño residente en Etcheverry).

Ese movimiento marcó un nuevo punto de bifurcación en la trayectoria

productiva, donde dejaron la migración estacional y se establecieron con su familia en el

periurbano. Algunos saberes y prácticas aprendidos (sobre todo en cultivos bajo

84
invernáculos) fueron importantes en el siguiente trabajo, pero además fueron necesarios

nuevos saberes y prácticas para adaptarse en dicha producción.

85
c. Horticultura periurbana en La Plata

Mapa 3. Migraciones dentro de Argentina hacia el Cordón Hortícola de La Plata.

Elaboración propia.

86
Los migrantes llegaron al cordón hortícola platense en la década del ´90, a través

de redes de connacionales, buscando trabajo y mayor estabilidad. Como se mencionó

anteriormente, este espacio productivo se estaba constituyendo como el principal

productor de hortalizas del país y referente tecnológico (Simonatto, 2000), y como tal,

era un polo atractivo para los trabajadores que habían hecho migraciones estacionales y

más permanentes por diferentes regiones (Mapa 3). Dichas redes les permitieron

acceder a la información, llegar a un lugar poblado por paisanos e insertarse en la

actividad, que se volvió un mercado étnicamente segmentado (Benencia, 2006).

La trayectoria que realizaron en el espacio social desde su llegada a esta parte,

marcó un ascenso social (Benencia, 2006) logrado a través de la acumulación de capital

económico, social y simbólico. Algunos comenzaron a trabajar como peones, luego

pasaron a ser porcentajeros y medieros46 y luego de un tiempo lograron acumular capital

para arrendar su tierra. Otros trabajaron como medieros desde su llegada, con familiares

que ya residían en la zona. Hasta fines de 2015 los entrevistados se desempeñaban como

productores arrendatarios de quintas entre 1 y 2 has que compartían con medianeros y

peones, generalmente familiares-connacionales. Las familias medieras estaban formadas

por connacionales y/o parientes (hermanos, primos, tíos); muchas veces la familia se

reunifica o se arman nuevas en una unidad parecida a lo que era en Bolivia la familia

ampliada, que era (y sigue siendo) la base de las relaciones de confianza y cooperación.

Caracterizamos a este actor como agricultura familiar, en tanto es una forma

típica de sociedades modernas y economía capitalista, donde predomina la mano de


46
La relación de mediería es un acuerdo entre el quintero y el trabajador, donde el arrendatario
o dueño aporta la tierra, herramientas y gastos de comercialización y el segundo su fuerza de
trabajo y de su familia y eventualmente insumos o gastos de comercialización. La retribución se
acuerda según los aportes de cada uno una vez realizada la venta. Esta forma de flexibilización
del trabajo permitió sortear las crisis del sector, ya que le permite a los productores asegurarse la
mano de obra estable y responsable, y a la vez utilizarla como una forma de crédito, ya que se
paga una vez vendida la producción (Villulla, 2006).

87
obra familiar (con contratación de trabajadores y medieros) y tienen acceso a la tierra,

en este caso bajo arrendamiento (Lemmi, 2015 y García, 2012). “Prácticamente todas

las labores se realizan con maquinaria producida en industrias, la producción esta

principalmente orientada al mercado capitalista (nacional o internacional) y las prácticas

comunitarias están ausentes en los procesos de producción” (Balsa y López Castro,

2011: 46-47).

Su posicionamiento como productores marcó un cambio en el trabajo. Como

peones realizaban tareas parciales que los patrones indicaban, como medieros tuvieron

mayor margen de acción y se hacían cargo de los peones, y como productores

arrendatarios además de las tareas manuales que venían haciendo también debieron

administrar la quinta, lo que demandó una comprensión de la totalidad del proceso y la

capacidad de tomar decisiones sobre la producción. Pero esas decisiones sobre qué

plantar, cómo hacerlo, etcétera, estaban condicionadas por la demanda del mercado y la

oferta de los negocios proveedores de insumos.

Muchos de ellos trabajaron en establecimientos grandes (capitalizados) en

condición de peones, donde aprendieron cultivos bajo invernáculo y a campo (según la

trayectoria realizada por cada uno), tanto de hojas como de frutos. Cuando pudieron

arrendar su propia quinta, decidieron seguir con la producción convencional de acuerdo

a sus recursos disponibles. Primero hicieron cultivos “a campo” y luego levantaron

invernáculos. La diferencia entre cultivos a campo y bajo invernáculo redunda en un

aumento importante de la productividad, pero para llegar a la producción bajo

invernáculo tuvieron que hacer una gran inversión inicial (en palos, nylons, sistema de

riego, etc.) y un mantenimiento constante (los invernáculos se deben cambiar cada 2

años aproximadamente). Por lo tanto, quienes llegaron al CHLP tuvieron trabajar un

tiempo para ahorrar ese capital antes de iniciar la producción.

88
Pero esa nueva posición social estaba lejos de la estabilidad y comodidad

económica. La posibilidad de acceder la tierra en el periurbano se tornó más difícil que

en épocas anteriores (cuando los productores eran de origen italiano y español 47), y

actualmente predomina la condición de arrendatario 48. Esto está vinculado a la

intensificación de la producción por unidad de superficie a partir de la tecnología

moderna y la posibilidad de producir más en menor superficie, y por la presión del

avance de las urbanizaciones privadas en el territorio periurbano. Por todo esto, el

capital es invertido en la esfera de la producción (en el invernáculo) y en bienes

muebles (como vehículos familiares) (Attademo et. al., 2013 y Lemmi, 2015).

A la derecha del predio se ve una casa de material blanca, como de cuidad, del
dueño de la tierra. A la izquierda la casa de Julio, hecha en parte de material sin revocar
y en parte de chapa, bastante alta. Nos cuenta el técnico de “Cambio Rural” que por
dentro la cubrió de telgopor para que no pase tanto el frío. Al fondo unos techos hechos
de madera y más atrás los invernaderos. Un rato más tarde llegábamos a los de otra
familia productora, hacía mucho frío (la radio decía -4° en la ciudad) y entramos a la
casa, que es de material. En la habitación había una cama matrimonial, además, dos
camas individuales y un ropero. Unas colchas y ninguna estufa. A la derecha se entraba
a la cocina (Nota de campo, Abasto).

47
Alrededor del 80 al 85 % de los productores son arrendatarios (según ingeniero agrónomo de
la zona). La cuestión de los precios del alquiler de tierras en esa zona apareció en varios relatos
como una problemática que condiciona la continuidad de la producción. Además, la
imposibilidad de acceder a la compra de la tierra lleva a que organizaciones de productores
busquen alternativas para hacerlo. Entre Mayo y Diciembre de 2015 un grupo de productores
mantuvo una toma de tierras en Abasto que se resolvió a fin de ese año con la destinación de
esas tierras para viviendas. Varios de los productores entrevistados estuvieron participando y
lograron conseguir su futura vivienda.
48
Los migrantes italianos que llegaron entre los años ´40 y ´70 hicieron un camino de ascenso
social similar a los actuales bolivianos, lograron comprar su tierra y mejorar sus condiciones de
vida, favorecidos por políticas estatales de la época y su capacidad de acumular en un mercado
todavía no tan expandido. En cambio, los migrantes que llegaron hace 20 años o menos no
pueden acceder a la compra de la tierra dado su alto costo e invierten su dinero en bienes
muebles como la camioneta o en la producción (Lemmi, 2015).

89
49

Respecto de la producción, en el cinturón hortícola está guiada por el modelo de

“revolución verde tardía” que como se explicó anteriormente es altamente dependiente

de insumos externos. Los productores coincidieron en el proceso de producción

desarrollado en la quinta: primero compraron en la agroquímica la bandeja con plantines

germinados de semillas híbridas o variedades mejoradas por empresas en laboratorios;

luego prepararon la tierra con abono que se conoce como “cama de pollo”; y sembraron

dejando un espacio igual entre una y otra para aprovechar lo mejor posible el espacio 50.

Después aplicaron pesticidas para prevenir las plagas (que son cada vez mayores) y

otros insumos para que la planta “exprese todo su potencial de rendimiento” tal como lo

49
Quinta de Etcheverry, foto de registro propio.
50
En la producción se intenta sacar el máximo provecho al espacio cultivable, ya que el precio
del alquiler es altísimo (dependiendo de la zona) y de debe aprovechar al máximo. Como dice
un productor: “hasta los perros me estorban” (Productor Tarijeño, Abasto). Esto no deja espacio
para animales u otros cultivos que no demande el mercado.

90
recomiendan los ingenieros agrónomos que los asesoran. Y por último cuidaron los

cultivos de pestes, hongos, etc. hasta que cosecharon.

Varios comenzaron en la actividad haciendo verduras de hoja chica (rúcula,

radicheta, albahaca, etc.) y con el tiempo siguieron con cultivos de fruto (tomate,

pimiento, berenjena, etc.). Las verduras de hoja chica dan una producción e ingresos

contantes, requieren menor inversión pero demanda un trabajo constante, se “ralea” (se

corta partes y sigue creciendo), y se vende a bajo costo. Cuando acumularon mayor

capital pudieron invertir en cultivos de frutos que deja una mayor ganancia y requiere

trabajo menos constante:

Al principio “montaron dos capillas” de invernáculo, hicieron radicheta y rúcula porque


no tenía mucho invernadero y eso deba más. No tenía mucha plata, pero daba todo los días
platita… (aunque eso) no da tiempo pa hacer otros trabajos, trabajos grandes, eso hay que
estar todos los días ahí, agachado… Luego pusieron lechuga: igual, vino bien, linda. Como ya
la tierra se, se cansa digamos. Todo era lechuga, lechuga, lechuga, nunca puse verdura
grandes, terminó así cansada… no se cría, queda más flaquita, así… por eso me decidí a poner
tomate después (Productor tarijeño residente en Etcheverry).

La implementación de tecnologías modernas representa una acción “razonable”

para este espacio productivo casi cubierto de invernáculos. El mercado (a través de los

intermediarios que venían a comprar a la quinta) comenzó a demandar el cultivo híbrido

bajo invernáculo; era mejor remunerado, y por otro lado, éste se ofrecía en los

comercios de insumos de la zona y medios de comunicación. Como dice un productor:

“si es de campo y dependiendo alguna época, directamente ni te lo miran, es así, es

así.” (Productor tarijeño residente en Abasto).

Como se explicó anteriormente, la horticultura sigue una lógica económica

donde el rendimiento es la principal variable, que avanza en detrimento de la salud de

personas y el ambiente. Como sostiene Domínguez (2008: s/n): “el productor, aún en

pequeña escala, se ha convertido en empresario o, al menos, tiene sus valores; la

relación entre los costos y las ganancias monetarias es la relación dominante a la hora

91
de toma de decisiones”. Dicho enfoque convencional entiende que la tecnología es

buena per se, es buena en sí misma y de aplicación universal (Sarandón, 2002). Se basa

en inputs constantes que se consiguen en diferentes mercados (Sevilla Guzmán y

Alonso Mielgo, 2000). Esto volvió al agricultor dependiente de las tecnologías: “todo se

compra” decía Luis en su quinta de barrio “El Peligro”. Esa confianza excesiva en las

tecnologías modernas se tradujo en gran dependencia de insumos externos, desde lo más

fundamental, que es la semilla:

Todo se compra. Acá se compra todo… la semilla por ejemplo: cada semilla es distinto,
cada verano en invierno es semilla de, verdeo es distinto de verano, en invierno es distinto,
tenés que comprar sí o sí (Productora chuquisaqueña residente en Arana).

Otra de las características de esta producción es la aceleración del tiempo: a

partir de la implementación de la tecnología del invernáculo los ciclos de circulación del

capital se volvieron más cortos (García, 2012). El invernáculo permitió mantener los

cultivos en condiciones constantes y la semilla híbrida con los insumos de síntesis

químicas aseguraron un potencial de rendimiento estándar. Estos dos elementos hicieron

posible que en vez de una cosecha por año se pudieran hacer dos, una de “primicia” y

otra “tardía”, con lo cual se abastecía de hortalizas frescas durante todo el año. Ahora ya

no hay tiempos de invernar, de tejer, de hacer conservas, etcétera. A diferencia de la

agricultura campesina, aquí no hay tiempo para nada más que para producir. Si

pensamos en términos de “estructuras temporales” que guían el trabajo y la vida entera

de los actores, estamos bajo un tipo de temporalidad lineal donde “se avizora un

horizonte infinito, un punto de fuga” porque el trabajo es constante todo el año

(Bourdieu, 2013). Dependiendo del tipo de cultivo, la actividad es más o menos intensa,

pero ya no encontramos largos meses de descanso de agricultores y de la tierra como en

Bolivia.

92
Además, esa constante labor de la tierra altera la calidad del suelo (Marasas et al,

2012): “L: Es que allá [en Bolivia] la tierra tiene su tiempo… S: “descansa” como le

dicen allá. L: [en cambio acá] la tierra está todo el tiempo… trabajando” nos dicen las

productoras (Productoras chuquisaqueña y tarijeña, La Plata). Esta problemática

aparejada a la insostenibilidad productiva y ecológica del modelo se hace evidente en

todas las quintas de las zonas (García, 2016):

Se puede ver la tierra seca y casi pulverizada, nos metemos y las zapatillas se nos
entierran como si estuviéramos sobre la arena (Nota de campo quinta de Abasto).

Nos cuenta que alquilan las tierras en ese lugar desde hace ocho años. Y lo que más le
pesa de este tiempo es que la tierra “está cansada”, ya muy “enferma”, cada vez les cuesta más
que las producciones rindan (vemos la tierra muy finita, como hecha polvo y seca, no tiene
aspecto de ser muy fértil). Nos muestra la lechuga mantecosa que le agarro un bicho, le cuesta
terminar de crecer y mucha se pierde, ahí tienen pérdidas, nos dice. Antes de entrar, habíamos
visto una cuadra antes, unas montañas de lechuga tiradas al costado del camino (Nota de campo
quinta de Abasto).

Esta tierra requería abono antes de ser sembrada. Una práctica extendida era la

preparación de la tierra con “cama de pollo”, un sustrato que extraen del guano de

pollo51. Este insumo también se compra, porque en las quintas generalmente no hay

espacio para tener (tantos) pollos como sería necesario para autoabastecerse. Cada

insumo se vende por separado y representa una nueva inversión.

Fuimos hasta donde estaba Pablo, joven de 18 años, en el camino nos acercamos a lo
plantado en los invernaderos y se sentía olor a pis, el técnico de INTA nos dijo que era olor a
“cama de pollo”, la bosta de los pollos que se usa como fertilizante cuando preparan la tierra
antes de plantar. Efectivamente, miramos a la izquierda y había tres montañas de cama de pollo.
Parece que cuando todavía está fresca larga más olor y cuando ya se seca, después de un tiempo
ya no (Nota de campo en quinta de Abasto).

En otros casos, para el cultivo de tomate, una planta más delicada, cara y con

más posibilidades de contraer pestes, se hace el “bromurado de la tierra”. Consiste en la

51
No está de más mencionar que la producción avícola también esta industrializada, los pollos
son alimentados con procesados y controlados por vacunas. Un análisis del complejo avícola se
puede encontrar en Barruti, S. (2013) Mal comidos. Cómo la industria alimentaria argentina
nos está matando. Planeta, Buenos Aires.

93
aplicación de un gas tóxico que mata todo tipo de bichos bajo la tierra. Una de las

consecuencias de esta práctica es que mata organismos “malos y buenos” del suelo.

Llegamos a la quinta y nos atendió la productora. Nos hizo pasar a ver como habían
“bromurado” la tierra. Esta técnica (nos contó el técnico de INTA) consta de la aplicación de un
gas, muy tóxico bajo la tierra, luego se tapa con unos plásticos negros por dos semanas y eso
mata tooodos los bichos del suelo, buenos y malos. Se espera que este producto esté prohibido a
partir del año que viene, que se va a reemplazar por otros no tan tóxicos. En el invernáculo de
enfrente habían aplicado otra técnica, “solarizado” menos tóxico. Cuando nos íbamos ella dijo:
“bueno por lo menos vieron el “bromurado”, “se intoxicaron un poco pero bueno”… riendo,
un poco en chiste un poco en serio (Nota de campo quinta en Abasto).

A lo largo de las trayectorias fueron aprendiendo prácticas y saberes de la

horticultura moderna. Quienes habían pasado por zonas hortícolas bajo cubierta,

principalmente los tarijeños, aprendieron de sus patrones y asesores (ingenieros) saberes

que luego pusieron en práctica en su quinta en el CHLP. Mientras los que no habían

conocido el invernáculo, chuquisaqueños en general, tuvieron sus primeras experiencias

en las quintas con sus patrones.

En primer lugar, encontramos los antecedentes de saberes y prácticas aprendidas

en otras zonas productivas a través de patrones y asesores. En algunos casos, este saber

acumulado sirvió como alternativa a la mercantilización de la horticultura: un productor

nos mostró cómo hizo una cámara para germinar semillas, a partir del aprendizaje con

los patrones que eran ingenieros en una quinta en Mar del Plata. Éste compró la semilla

en una agronomía e hizo su plantín en la “cámara”, una casilla de madera cubierta con

plástico con una estufa eléctrica para hacer brotar las semillas. Esta estrategia para

ahorrar el costo de la plantinera, implicó poner en práctica saberes reconocidos en post

de una relativa autonomía. Se mostró una actitud emprendedora, la construcción de una

plantinera propia que le permitió hacer su propia producción, ahorrar el gasto que

implica ese servicio en una semillera y ganar en independencia.

Hice ahí una, una casita de cuánto será? 80x80, 1,80x1,80... así es alrededor,
cuadrado. Y tapé así con tapas juntas, pegada, pegada hasta cerrarle todo y después le puse

94
nailon a la vuelta por adentro y lo mismo, y le puse una estufa ahí (…) y después, nada dejar
que nazca (…) ¡rápido nacieron! Y esita[esa] taba pa[ra] arreglarla todavía, eso llaman una
camarita que dicen (…) tengo que ponerlo tergopol a la vuelta, dicen que agarra, agarra mejor
la calor y ponerle un reloj de la temperatura! (…) Mi patrón sabía poner, allá en Mar del
Plata, un reloj de, pa[ra] controlar temperatura, cuántos grados está más [o] menos adentro. Sí
ahí (lo aprendió), por eso le hice igual así. Pero yo de mí [el mío] está con nailon a la vuelta,
así cerrado. Pa[ra] que no salga ningún, no salga aire, que no entre aire ni que salga (…) ella
[su mujer] lo único se ha encargado de hacerlo sembrarle y después ya me entregó y ya está
dijo y después ya le puse yo ahí dentro. Después lo puse adentro así apiladitas, no una por una,
todas a la vez!.. todas juntas! Toda eran como casi 100 bandejas! (Productor tarijeño residente
en Etcheverry).

En segundo lugar, cuando llegaron al periurbano todos (tarijeños y

chuquisaqueños) aprendieron de sus patrones, a través de mejores o peores experiencias

en el marco de la relaciones de poder de la quinta. Walter había trabajado hacía varios

años en una quinta donde tenían cultivos de tomate y recuerda de esa experiencia

saberes aprendidos que tiempo después puso en práctica en su propia producción:

…y yo trabajé, un tiempo por ahí trabajé por tanto, por día, de un quintero… él ponía
mucho de este tomate. Una especie de… era el más conocido de La Plata, el mas, más grande…
sí, él ponía, mucho el tomate éste. Él me sabía decir por eso, vos no cambiés, no, no el
“Elpida”, “Elpida” siempre es bueno (Productor tarijeño residente en Etcheverry).

En tercer lugar, el espacio de referencia para los productores fue la agroquímica,

como dicen los productores, “como un hospital para las plantas”. Los quinteros

advirtieron que “la tierra está vieja”, “cansada” o “enferma” y cuando llevaron esta

problemática a la agroquímica, la solución fue la aplicación de nuevos agroquímicos. Lo

que llevó a un acrecentamiento cada vez mayor de los venenos a las unidades

productivas que compartían el espacio con las unidades domésticas. Como analizó

García (2016), este modelo tiene una lógica de espiral; es decir que la producción bajo

invernáculo por largo tiempo tiende a aumentar la cantidad y variedad de plagas en la

tierra, por el desgaste de la misma, las condiciones de temperatura y la mutación de las

mismas. Además, este modelo fragmenta el agroecosistema en partes y se hace muy

difícil llegar a una visión totalizadora del mismo (Sarandón, 2002). Cuando una planta

95
contraía una peste, hongo, etcétera, cuando se “enfermaba” según los productores, se

recomendaba un “remedio” para solucionar este mal. En la mayoría de los casos, no se

comprendían las causas de dichas enfermedades y se necesitaba del experto para cada

problema. Recurrían a la agroquímica, un negocio que vendía cada insumo que se le

agregaba a los cultivos. Le llevaban una hoja de la planta enferma para que les digan

cuál es la enfermedad y qué aplicarle.

Al entrar en esta lógica, se perdía soberanía sobre el proceso de producción, se

escapaba de control, no se podían resolver los problemas de la quinta de manera integral

sino que cada problema parecía aislado. Por otro lado, cuando el remedio era muy caro

para costearlo, para evitar perder la producción, se compraba uno parecido pero más

económico, que muchas veces era más tóxico. Aparecen aquí estrategias de “adopción

híbrida del paquete” ante el escaso margen económico 52 que quedaba de la inversión

total realizada y el precio de venta en el mercado.

… allá [en Chuquisaca] tenés animales, tenés más opciones, tenés… un montón de
animales así que no, no, no es necesario comprar [abono], en cambio acá sí tenés que comprar,
sin eso aquí tampoco sale. En cambio allá descansa tierra (Productora Chuquisaqueña residente
en Arana).

Finalmente, la colaboración con parientes y connacionales también fue clave en

el aprendizaje de saberes y prácticas convencionales.

Cuenta que cuando tienen alguna plaga van a ver a Matías de la semillera, para Samuel,
él es quien sabe cómo tratar esas enfermedades y les vende lo que realmente sirve, les dice la
verdad, no los engañan para venderles cualquier cosa, como otras semilleras (Nota de campo
quinta de Abasto).

En el barrio suelen hacerle consulta a un técnico agrónomo, ingeniero, cuando tienen


alguna enfermedad en las plantas. Su tío que tiene más cantidad de producción suele consultarle
y le pasa la información a él de cómo curar las plantas, etc. Acuden a la agroquímica cuando la
planta se enferma (funciona como un hospital). En algunas cosas confían y en otras no, como
por ejemplo para la compra de plantines, les quieren vender una variedad de plantín por otra,
ellos se dan cuenta por su saber de horticultores y deciden comprar la semilla más cara y dar a
otro lado a que le hagan el plantín o hacerlo ellos mismos. Da cuenta de que sabe cómo sacar la

52
Las últimas entrevistas dan cuenta de que el productor se queda con un 20 a 30% del valor
del producto en el mercado.

96
semilla de la planta, pero que no se hace, además [con los híbridos] no es seguro que de tanto
como la primera, prefieren no arriesgarse (Nota de campo quinta de El Peligro).

53

Por lo descripto hasta aquí, podemos pensar que el modelo penetró en los actores

desde la esfera económica, a través de la demanda del mercado y desde la simbólica, a

través de un paradigma que extendieron las agroquímicas, ingenieros, medios de

comunicación y productores exitosos. Por un lado, el mercado demandaba un cultivo

convencional y si no se hacía de esta manera, la producción era muy difícil ubicar en el

mercado. Una vez más, los condicionamientos del mercado no dejaron margen para

pensar alternativas:

[Le preguntamos a un quintero por la posibilidad de hacer las semillas propias] Se


podría, hay que probar, el tema es que a nosotros lo que nos aprieta son los alquileres, porque
para producir una semilla tenés que tener por lo menos cinco, seis meses desde la siembra para
poder cosechar. Y eso te implica trabajo, cuidado tenés que cuidarlo para que no se te
enferme… tendrías que tener un invernáculo especial donde no entre ningún bicho, es muy
riguroso eso para hacer. P: [no pueden perder el tiempo y plata]para producir semillas tenés 5,
53
Plantines de cebolla de verdeo en una quinta de Abasto. Foto de registro propio.

97
6, meses, eso implica trabajo cuidado. Tendrías que tener un lote especial, es muy riguroso
para hacer (…) nosotros, momento que tenemos parada la tierra perdemos, porque los
alquileres no paran. Si tuviera su tierra podría ser… (Productor tarijeño residente en
Etcheverry).

Y por otro, como se mostró anteriormente, el discurso en torno al modelo

convencional estuvo mediatizado por actores referentes para ellos, como sus

connacionales y patrones e ingenieros agrónomos (asesores privados, de organismos

públicos o de las agronomías). La legitimidad de estas voces radicaba en el

reconocimiento del saber científico como sinónimo de progreso, versus el saber

campesino considerado como atrasado. Como dice Domínguez (2008: s/n), la

imposición de este modelo requirió de una campaña propagandística donde “Ciencia,

Tecnología, Medios de comunicación, Corporaciones, conformaron un cóctel de saberes

e intereses” que se impusieron en los productores y los consumidores.

¿Cómo se dio el proceso de cambio productivo-cultural de saberes y prácticas

agrícolas en los migrantes? En la trayectoria, los migrantes entraron en contacto cultural

con la cultura argentina (una cultura inventada de manera homogénea desde los inicios

de la nación) (Segato, 2007) que no ha tolerado, ni tolera diferencias (Grimson, 2008).

Como toda cultura, se construyó en relación a otras culturas en un espacio de lucha por

el poder, donde se impuso la más fuerte. Para los actores, en este proceso se conjugaron

motivaciones económicas y simbólicas (Segato, 2007) y la necesidad de entrar en la

modernidad (Astelarra, 2014), a la vez que relaciones interculturales de desigualdad,

con elementos de discriminación por parte de la sociedad receptora.

Por un lado, en ese campo se disputaron los sentidos en torno a la modernidad y

la cultura argentina. Las idas y vueltas a visitar a las familias a Bolivia llevaron

costumbres argentinas valorizadas con el fetiche del “prestigio” de la modernidad

(Segato, 2007):

98
…gente que venía a Argentina vino la idea de que lo que se comía acá era mejor (…) y
dejaron de consumir sus productos” (…) [debajo estaba] “la idea de que la gente de campo es
atrasada (…) fideos y arroz el ideal era lo que se comía acá”. Y sigue con un cuento ilustrativo:
“hay un chiste que siempre hacen de un chabón que tenía la edad de mi mamá, y el tipo había
vuelto, ¿viste cuando vuelven de vacaciones? Siempre, siempre van a conquistar alguna chica,
qué sé yo. Entonces el chico estaba de vacaciones allá en Tarija y trabajaba no sé, en el
norte… y cuando va a charlar con el suegro le dice que él se la quería traer a la flaca, porque
él acá tenia, él sembraba fideos y arroz… era re chamuyo, pero con esa idea de “allá tengo
fideo y arroz”, ¿entendés? Como super valorizado” (productora tarijeña residente en Gorina).

Y por otro, aparecieron episodios de discriminación y exclusión sufridas en los

diferentes espacios productivos, los cuales dejaron marcas como el ocultamiento u

“olvido” de saberes y prácticas tradicionales que formaba parte de la identidad boliviana

y campesina.

“[Jujuy] como lugar de frontera, eh… existe mucha discriminación ¿viste? De la misma
gente hacia la misma gente; o sea, hacia los mismos inmigrantes, digamos que vienen.
Entonces es como que nadie es boliviano, nadie es de la Puna, nadie… bueno así ¿viste? (…)
yo sufrí muchísima discriminación, entonces es como que para mí ahí es como que te olvidas
todo.” (…) Ya después de Evo Morales se da una sensibilización. (…) se hace como toda una
revalorización digamos, de la identidad. Pero antes era terrible, te lo tenías que olvidar todo sí
o sí.” (Productora tarijeña en La Plata).

El proceso de industrialización de la agricultura que vivieron a lo largo de las

trayectorias, implicó mayor fragmentación y especialización de la misma, con la

predominancia de tecnologías modernas; lo que llevó a una escisión de la agricultura de

la esfera cultural. En este contexto, la agricultura perdió su carácter holístico e integral y

con él su carácter ritual, que implicaba una conexión con la naturaleza, los alimentos y

los animales. En este proceso, los saberes tradicionales no tuvieron lugar, porque no se

correspondían con la estructura económica y temporal capitalista ni la cultura

dominante.
Unas productoras nos contaron que en Bolivia se “challaba” la tierra, es decir, se

hacía un huequito en la tierra y se tiraba coca, alcohol, alimentos, etc. para pedir buena

cosecha. Además, se celebraba y era un tiempo de descanso de la producción. En la

horticultura destinada al mercado, los tiempos se aceleraron, las siembras eran chicas y

99
la cosecha constante de acuerdo a la demanda del intermediario para la venta en el

mercado, por tanto el carácter ritual no tuvo lugar en esta producción:

L: Acá que todo el tiempo es sembrar y todo el tiempo cosechar…S: Jajaj, ¡Todos los
días borrachos van a estar! (riendo) (Productoras de Tarija y Chuquisaca residentes en Arana).

Sus saberes y prácticas se constituyeron como invisibles (Sarandón, 2002) pero

no se perdieron (Canclini en Noriero Escalante, 2013). Dicho proceso no dio como

resultado la homogeneización total de prácticas en la agricultura sino una “convivencia

en el habitus” que complejizó el cambio cultural.

En este espacio productivo se conformaron enclaves étnicos y los migrantes

volvieron a reunirse en comunidad. Las prácticas de cooperación que eran comunes en

el sur de Bolivia se actualizaron para el trabajo en la quinta, para la construcción de los

invernáculos y arreglos, entre otros. Por otro lado, las prácticas culturales asociadas a

sus lugares de origen se vieron en la reproducción de comidas y el cultivo de algunos

productos que acá no se conseguían para cocinar dicho platos.

En el periurbano eran comunes las prácticas de colaboración en el trabajo entre

familias: cuando una familia tenía que construir un invernadero iban todos a ayudar,

hacían una jornada de trabajo, después comían juntos como se acostumbraba en las

comunidades rurales de Bolivia. Constituye una forma de “reciprocidad”, de

colaboración como se hacía en Bolivia, pero en un nuevo contexto, cada vez más

competitivo y excluyente. En el mismo sentido se comparten los saberes que los

técnicos enseñan, de una quinta a la otra y también en forma de créditos entre

familiares.

El Técnico de INTA nos cuenta que cuando tienen que armarlos vienen todos los
hombres de las familias, que trabajan en otras quintas y ayudan. El productor que está con
nosotros asiente y le pregunto cómo habían aprendido a hacerlo. Me cuenta que antes ellos eran
porcentajeros de un patrón, que ese patrón traía “armadores” para construir el invernáculo y que

100
de ahí aprendieron, también a través del tío. Ese tío (vive en otra quinta que quedaba lejos para
ir a visitar) un hombre de 40 o 50 años, es quien los trajo de (un pueblo de) Tarija a los cuatro
hermanos (Nota de campo quinta de Abasto).

Por otro lado, era frecuente ver en las quintas algunos cultivos que no eran para

vender al mercado, sino para el consumo familiar, para darse un gusto (Bonicatto, et.

Al., 2014) como parte de las culturas “chapaca” y “chuquisaqueña”. Se cultivaban ajíes

picantes y el maíz dulce, entre otros. Varias veces intentaron hacer otros cultivos, pero

por las condiciones geográficas y climáticas no crecieron. Además, todas las quintas

contaban con hornos de barro tal como se utilizaba en el campo en Bolivia.

La papa de allá es linda, así una papita cuece [se cocina] sabrosa. Y esa nosotros
hemos traído pa sembrar, no no da. (Productor chuquisaqueño residente en Abasto).

Vamos a ver otros invernaderos y a lo lejos se veían unos ajíes que crecían enredados a los postes
de los invernáculos. Esos los usan para comer ellos, para cocinar, son muy picantes aclaran (Nota de
campo, misma quinta de Abasto).
Los saberes tradicionales estaban ocultos en los productores, pero aparecían

cuando se evidencia la posibilidad de que sea reivindicado con un fin productivo, que se

adaptara a la demanda del mercado. Un productor nos contó que se había enterado en la

Mesa Regional que en San Salvador de Jujuy habían empezado a hacer quinua para

exportar, y él quería probar si resultaba ese cultivo en su quinta:

“voy a probar unos surquitos allá” a ver si crece. “Dicen que está dando buen rinde.
Yo sé hacer quinoa” allá en Bolivia hacían quinoa… había tres variedades “blanca”,
“morada” y “delicada o preciosa”. No sabe cuáles habrá acá, pero si en San Salvador crece,
que hace calor, acá puede crecer también. Se lo ve emprendedor y muestra que recuerda muy
bien cómo lo hacía en Bolivia” (…) Y cuesta caro, están exportando… Y ahora en Bolivia
también tan exportando quinua. Es verdad dice. Como ellos van para allá. Es verdad, no es
mentira. Tan exportando! Así que ahí está la plata (riendo) (productor chuquisaqueño residente
en Abasto).
Por último, como parte de una comunidad transnacional, la población iba y venía

entre el CHLP y su lugar de origen. Muchos de ellos tenían la expectativa de volver a su

tierra, algunos todavía conservan posesiones y otros invierten en terrenos allá. Pudimos

dar cuenta de que quienes habían tenido la posibilidad de volver a Bolivia llevaban lo

101
aprendido a lo largo de su trayectoria de vuelta. Ahora los migrantes con mayor capital

económico, cultural y simbólico, buscaban reinsertarse desde otra posición social.

En este sentido, lo que habían aprendido representaba un capital cultural y

simbólico reconocido en sus lugares de origen. La idea del desarrollo, del avance hacia

algo mejor llevaba a que los migrantes volvieran con los conocimientos y el capital

económico para desarrollar emprendimientos allá. Las cuestiones que los motivaron a

volver a sus pagos eran la salud, la vejez y la posesión de la tierra (que dejaron allá y a

la que aquí no pudieron acceder). Volvieron no sólo con el saber moderno, sino también

con el capital para invertir y muchas veces con el material genético (y otros insumos

que allá no se consiguen). Donde (probablemente) se diferencien de los campesinos que

nunca se fueron:

“[En Tarija en el campo] ahora hay más gente que se inclina a sembrar [hortalizas],
como vienen acá y aprenden el cultivo del tomate, entonces por ahí compran bombas para
tener agua en invierno y siembran tomate y después llevan pimiento, claro, o frutilla por
ejemplo” (productora tarijeña residente en Gorina).

Para concluir, vimos que las trayectorias transitaron no sólo un cambio de

actividad agrícola, sino un movimiento hacia espacios cada vez más modernizados y

tecnificados, por tanto estos dos puntos de bifurcación representaron un cambio de

lógica en la producción y una intensificación del trabajo. En el aspecto cultural los

saberes y prácticas se adaptaron a lo que era necesario en cada espacio productivo. En

este proceso se conjugaron motivaciones económicas y simbólicas (Segato, 2007) y la

necesidad y el deseo de entrar en la modernidad (Astelarra, 2014). Pero sus saberes y

prácticas agrícolas previas no se perdieron, existen grietas en una lucha constante:

saberes de la producción que se manifiestan cuando caben en el modelo dominante,

como ciertos cultivos, la organización del trabajo o comidas y un nuevo proceso que se

abre con la vuelta migrantes a Bolivia.

102
Conclusiones

En este recorrido por las trayectorias de los migrantes bolivianos encontramos

dos puntos de bifurcación que hicieron que cada categoría adoptara dimensiones

diferentes. Estas estuvieron dadas por el paso de un sistema productivo a otro, de la

agricultura campesina de Bolivia, a las zonas hortícolas del resto de Argentina, y de

éstas a la horticultura platense. La primera ruptura marcó la transición de una estructura

económica campesina en el sur de Bolivia a una plenamente capitalista en Argentina. En

sus sucesivas migraciones se fueron moviendo hacia zonas cada vez más capitalizadas

en busca de trabajo y estabilidad, donde había una producción más grande y por tanto

mayor demanda de mano de obra. Dicho movimiento significó un cambio en su

condición pasando de ser campesinos, a trabajadores rurales y finalmente productores

familiares. En el primer estadio poseían tierra y trabajo de la familia pero no podían

acumular capital a una agricultura comercial; en el segundo eran trabajadores agrícolas

sin tierra ni capital y en el CHLP se posicionaron como productores, con tierra (en

arriendo), trabajo de la familia y contratación de trabajadores (en relación de mediería y

peones) y pudieron acumular capital que les permitió invertir en la tecnología del

invernáculo. Este proceso estuvo vinculado a la inserción en la producción capitalista y

su ascenso social a través de estrategias económicas y productivas. Dicha trayectoria

significó un ascenso social que les permitió distinguirse de otros productores y (no

menos importante) de los parientes que quedaron en Bolivia. El imaginario sobre

Argentina y los éxitos de los residentes fueron importantes en los diferentes momentos

de las trayectorias.

Por otro lado, transitaron un cambio en la estructura temporal, pasando de una

temporalidad estacional característica de las economías campesinas (donde se hace una

103
cosecha al año y las estaciones guían las actividades) a una temporalidad lineal, donde

se avizoraba un horizonte ilimitado, se trabajaba de manera casi constante durante todo

el año gracias a la tecnología del invernáculo. Esto implicaba un ritmo de trabajo más

ágil y constante que dejó sin lugar a la dimensión espiritual de la agricultura tradicional.

A lo largo de la trayectoria ciertos elementos culturales se mantuvieron ocultos y otros

se actualizaron en el periurbano platense (a partir de la conformación de espacios de

migrantes) como cultivos, comidas y prácticas de cooperación entre familias.

En el marco de este proceso, los saberes y prácticas agrícolas cambiaron para

adaptarse a las nuevas condiciones estructurales que exigieron saberes y tecnologías

modernas. En una sola generación vivieron un cambio abrupto vinculado a la

modernización del agro, es decir, que estos sujetos atravesaron un proceso de

industrialización de la agricultura que pasó desde la agricultura más tradicional con

escasez de agua, azada y bueyes hasta la más tecnificada con invernáculo de plástico y

semilla híbrida. Por eso vimos que este cambio productivo fue también un cambio

cultural, de homogeneización de saberes y prácticas. En la agricultura tradicional estos

se aprendían en el contexto de la familia e implicaba un conocimiento de la totalidad del

proceso y redundaba en la soberanía sobre el mismo. Mientras que en la sociedad

moderna, se aprendieron con asesores, patrones e ingenieros que representaban la visión

dominante de cómo hacer horticultura en campo de fuerzas donde los migrantes

quedaban en posiciones subordinadas.

Consideramos que esta lucha en el campo de la cultura puede entenderse como

sigue: por un lado, los campesinos en tanto actores no eran reconocidos en Bolivia,

donde ser campesino era signo de desprestigio y pobreza. Por otro lado, las experiencias

de sus connacionales en Argentina gozaban de un prestigio que traía aparejada la

entrada en la modernidad. La migración y las experiencias acumuladas en esa

104
trayectoria tuvieron una motivación económica y también simbólica, que implicaba la

integración en una sociedad moderna y capitalista. En este contexto, hemos visto que

saberes y prácticas cambiaron, adaptándose a las condiciones económicas de la

producción por donde pasaron, pero sus saberes y prácticas agrícolas tradicionales no se

perdieron ni olvidaron, sino que permanecieron latentes porque no eran pertinentes

fuera de la agricultura tradicional. En este campo de fuerzas existían relaciones muy

desiguales de poder: por un lado, las corporaciones transnacionales con su centro de

poder en países desarrollados, crearon un modelo de producción agrícola que llegó a

través de las universidades (técnicos agrónomos), la demanda del mercado (a través de

camioneros, intermediarios y semilleras que venden insumos), y la propaganda de los

medios de comunicación, que se instaló en consumidores y productores en países

dependientes; y por otro, desde Bolivia se extendía un imaginario sobre Argentina

vinculado al progreso y al ingreso a las instituciones de la sociedad moderna. Todo esto,

se combinó en el cambio de saberes tradicional a modernos de los actores.

Pero, a pesar de la diferencia de fuerzas entre los agentes del modelo

convencional y los migrantes, el proceso de cambio cultural no llevó a una

homogeneización total. En el habitus de los migrantes aparecieron elementos de ambas

estructuras económicas en sus prácticas y saberes actuales como la alimentación (se

mantuvieron comidas tradicionales de Bolivia, el cultivo algunas especies que no

estaban destinadas al mercado, sino que se usaban para cocinar esos platos), y la

cooperación entre familias para trabajos de la quinta. Similar a las prácticas de

cooperación en el trabajo agrícola en Bolivia, donde varias familias se juntaban para

realizar algún trabajo que a una sola familia le llevaba mucho tiempo y esfuerzo; es

decir un trabajo no remunerado basado en la cooperación y reciprocidad de la

comunidad. En este sentido, algunos saberes latentes salieron a la luz cuando existieron

105
las condiciones materiales para su puesta en práctica, es decir cuando podían servir para

la producción (como el caso de la quinua que los productores recordaron que sabían

cómo cultivarla cuando se enteraron que era producto de exportación). Y se

transformaron en un capital cultural para un campo social que las reconoce. Entendemos

que estas grietas, representaron elementos que eran funcionales al modelo dominante, es

decir que en el habitus de los actores convivían saberes y prácticas de ambas

estructuras, pero sólo se hicieron manifiestas cuando no fueron percibidas como

conflictivos para la estructura general.

En el recorrido pudimos ver que no todas las trayectorias fueron iguales,

distinguimos dos trayectorias según las experiencias transitadas. Quienes vinieron de

Tarija, pasaron por cultivos bajo cobertura antes del periurbano y tuvieron aquí

experiencias previas útiles para el mismo, y también mayor interés por entrar en el

modelo; en cambio, quienes vinieron de Chuquisaca, pasaron por cultivos a campo y

fueron llevados por la modernidad.

En conclusión, este recorrido nos permitió entender que (más allá de las

especificidades de este caso en particular) la forma de abordaje de este tipo de procesos

culturales requiere construir relaciones interculturales de manera crítica. Para evitar

construir alrededor del “otro” una identidad inmutable, lo que puede llevar en la misma

forma de “transferencia de saberes” que aplica el modelo dominante. En detrimento de

eso, el reconocimiento del otro es la única forma de construir en conjunto alternativas al

modelo dominante.

Finalmente, en el proceso surgieron cuestiones para futuros debates: indagar qué

pasa con los actores en diferentes posiciones sociales como peones, medieros; qué dicen

las voces dominantes como las inmobiliarias, semilleras, ingenieros y técnicos, etc; y

106
qué pasa con estas transformaciones cuando hablamos de actores políticamente

organizados. Y por otro lado, en relación a la estructura agraria del sur de Bolivia: qué

sucede cuando la tecnología moderna vuelve hacia las zonas campesinas de Bolivia; y

cómo se dan estas relaciones, económica y simbólicamente desiguales, entre quienes se

mantuvieron en una economía campesina y quienes se fueron y volvieron a sus lugares

de origen.

107
Bibliografía
ABAL OÑA, A. (2013) “Migración boliviana hacia la Argentina” En: FEITO,
M.C. (Comp.) Migrantes bolivianos en el periurbano bonaerense. Memorias,
producciones, trabajo y organizaciones. Eds. INTA, Buenos Aires (pp. 53-62).
ARCHENTI, A. (2000) "El espacio social en la horticultura platense: migración
y trabajo." En RINGUELET, R. (Comp.) Espacio tecnológico, población y
reproducción social en el sector hortícola de La Plata. UNLP. FAHCE, La Plata. pp.
57-66 (Estudios-investig; 39) Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.182/pm.182.pdf.
ASTELARRA, T. (2014) La Bolivia de Evo: diez años en el país de las mamitas.
Ed. Sudestada, Buenos Aires.
ATTADEMO, S. (2008) “Lazos sociales y estrategias: ¿una opción para las
familias hortícolas empobrecidas?” Mundo Agrario, [S.l.], v. 9, n. 17. ISSN 1515-5994.
Disponible en: http://www.mundoagrario.unlp.edu.ar/article/view/v09n17a09/916.
Fecha de acceso: 11 Sep. 2015
ATTADEMO, S., WAISMAN, A., RISPOLI F. y LUCERO, P. (2013)
“Persistencias y reestructuraciones en la producción familiar”. VII Jornadas Santiago
Wallace de Investigación en Antropología Social. Sección de Antropología Social.
Instituto de Ciencias Antropológicas. Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos
Aires.
BALSA, J. (2007) “La ideología de los productores rurales pampeanos y su
análisis en términos de las disputas hegemónicas” ponencia en las V Jornadas de
Estudios agrarios y agroindustriales. CIEA FCE UBA.
------------- (2013) “Modelos agrarios en disputa y el posicionamiento del
kirchnerismo”. En: Balsa, J. (comp.) Discurso política y acumulación en el
kirchnerismo (pp 369-389). Ediciones del CCC Centro Cultural de la Cooperación,
Buenos Aires.
BARSKY, A. (2005) "El periurbano productivo, un espacio en constante
transformación. Introducción al estado del debate, con referencias al caso de Buenos
Aires." En: Scripta Nova. Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona. Vol. IX, 194 (36), Agosto. Disponible en:
http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-194-36.htm
BASSO, P. (2015) “El desafío de la inmigración” (Del Maso, J. trad.). Ideas &
debates. Nº 17 Marzo (pp 27-29). Disponible en:
http://www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda/el-desafio-de-la-inmigracion/
BENENCIA, R. (coord.) (1997) Área Hortícola Bonaerense. Cambios en la
producción y su incidencia en los sectores sociales. Ed. La Colmena, Buenos Aires.
------------------- (2006) “Bolivianización de la horticultura en la Argentina.
Procesos de migración transnacional y construcción de territorios productivos.” En:
GRIMSON, A. y JELIN, E. Migraciones regionales hacia la Argentina. Diferencia,
desigualdad y derechos. Ed. Prometeo, Buenos Aires.

108
-------------------- (2011) “Participación de los inmigrantes bolivianos en espacios
específicos de la producción hortícola en la Argentina” disponible on line.
BERTAUX, D. (1993) “La perspectiva biográfica: validez metodológica y
potencialidades”, en MARINAS y SANTAMARINA (Eds), La historia oral: métodos y
experiencias. Debate. Madrid.
BONICATO, M. [Et. Al.] (2014) “La semilla en la conservación de los gustos y
la historia”. LEISA. Revista de Agroecología. Vol. 30, Núm. 4, Diciembre, Lima.
BOURDIEU, P. (1997) “La ilusión biográfica”. En: Razones Prácticas. Sobre la
teoría de la acción. (pp 74-82) (Traducido por Thomas Kauf) Editorial Anagrama.
Barcelona.
---------------- (2000) Los usos sociales del a ciencia. Ed. Nueva Visión. Buenos
Aires.
--------------- (2001) “Un mundo aparte” en El oficio del científico. Ciencia de la
ciencia y reflexividad. Anagrama. Barcelona.
BOURDIEU, P. Y WACQUANT L.J.D. (1995) Respuestas por una
Antropología reflexiva (pp.65-99). Ed. Grijalbo, México.
BOY, A. (2005) "Cambios productivos y sus repercusiones a nivel agronómico."
En: GIARRACCA, N. y TEUBAL, M. (Coords.) El campo argentino en la encrucijada.
Estrategias y resistencias sociales, ecos en la ciudad. (pp. 79-100) Alianza Ed; Buenos
Aires.
CASTRO, D. (2013) “Consolidación de la organización para el desarrollo
productivo de pequeñas explotaciones hortícolas. El caso de la Cooperativa 2 de
Septiembre del Pilar.” En: FEITO, M.C. (Comp.) Migrantes bolivianos en el
periurbano bonaerense. Memorias, producciones, trabajo y organizaciones. Eds. INTA
(pp. 73-87). Buenos Aires.
Censo Hortiflorícola de Buenos Aires 2005 (CHFBA’05). Ministerio de Asuntos
Agrarios y Ministerio de Economía de la Provincia de Buenos Aires (Argentina) 2006
Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010. INDEC. Disponible
en: http: //www.censo2010.indec.gov.ar/
CEYDRIC, M. (2011) “Estrategias migratorias fronterizas y crisis rural en los
valles andinos. Migraciones internacionales de los bolivianos a Argentina.” Estudios
Migratorios Latinoamericanos n° 71, julio-diciembre, CEMLA (Centro de Estudios
Migratorios Latinoamericanos), Buenos Aires. ISNN: 0326-7458 Ver
http://www.cemla.com/publi.html
------------------ (2012) “Migración en el Sur boliviano. Contrastes entre valles
andinos tradicionales y áreas orientales de colonización” Centro de Investigaciones y
Estudios sobre Cultura y Sociedad, CONICET-UNC - Institut de recherche pour le
développement, IRD. México.
CHAMPAGNE, P. (2000) “Prefacio” en: BOURDIEU, P. Los usos sociales de la
ciencia. Ed. Nueva Visión. Buenos Aires.

109
DEKER, J. A (2015) “La construcción de la ruta del desarrollo agropecuario:
teorias y modelos.” En: DEKER, J. A. Estrategias y planes de desarrollo agropecuario
en Bolivia. La construccio d ela ruta del desarrollo sectorial (1942-2013) (pp 19-77).
Plural Editores. CIDES UMSA. La Paz.
DE CONINCK, F. y GODARD, F. (1998), “El enfoque biográfico a prueba de
interpretaciones. Formas temporales de causalidad”, en LULLE, T., P. Vargas y L.
Zamudio (coord), Los usos de la historia de vida en las ciencias sociales. Anthropos.
Serie II, Bogotá.
DOMINGUEZ, P. (2008) "El contexto cultural en la implementación de
proyectos de desarrollo rural. El caso de Parque Pereyra Iraola." Mundo Agrario 9, 17
segundo semestre de 2008. FAHCE UNLP, La Plata. Disponible en:
http://www.mundoagrario.unlp.edu.ar/article/view/v09n17a10/918.
FERRARIS, G. Y BRAVO, M.L (2014), “Organizaciones de productores
hortícolas del Cinturón Verde de La Plata” En las Actas de las VIII Jornadas de
Sociología de la UNLP. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/library?
a=d&c=eventos&d=Jev4751
FoNAF (2008) “Documento Base del FoNAF para implementar las políticas
públicas del sector de la Agricultura Familiar”. Argentina. Disponible en línea:
http://www.fonaf.org.ar/index.php/publicaciones/libros/9-uncategorised
GAVAZZO, N. (2004) “Identidad boliviana en Buenos Aires: las políticas de
integración cultural.” En: Theomai Nº 9 Primer semestre de 2004. Universidad Nacional
de Quilmes, Quilmes.
GARCIA, M. (2010) “Inicios, Consolidación y Diferenciación de la horticultura
platense”. En: SVETLITZIA DE NEMIROVSKY, A. (Coord.) Globalización y
agricultura periurbana en la Argentina. Escenarios, recorridos y problemas. Editorial
FLACSO: Buenos Aires. Pp 73-90. Disponible en http://www.flacso.org.ar/wp-
content/uploads/2013/11/Globalizacion-y-agricultura-periurbana-en-la-Argentina.pdf
---------------- (2012) “Análisis de las transformaciones de la estructura agraria
hortícola platense en los últimos 20 años. El rol de los horticultores bolivianos.” Tesis
doctoral. Disponible en: http://sedici.unlp.edu.ar/.
--------------- (2013) “De campesinos a capitalistas: el proceso de diferenciación
de los horticultores bolivianos en La Plata.” En: FEITO, M.C. (Comp.) Migrantes
bolivianos en el periurbano bonaerense. Memorias, producciones, trabajo y
organizaciones. (pp. 91-103) Eds. INTA, Buenos Aires.
---------------- (2016) “Acerca de la sustentabilidad y racionalidad del modelo
productivo hortícola platense.” En: FÉLIZ, M. LÓPEZ, E. y GARCÍA, M. (Comps.)
Desarmando el modelo. Desarrollo, conflicto y cambio social tras una década de
neodesarrollismo. Editorial el Colectivo, Buenos Aires, Argentina.
GARCÍA CANCLINI, N. (1981) Cultura y sociedad: una introducción.
Cuadernos SEP, México.

110
GIARRACCA, N. y TEUBAL, M. (2005) “Introducción” en: GIARRACCA, N.
y TEUBAL, M. (Coords.) El campo argentino en la encrucijada. Estrategias y
resistencias sociales, ecos en la ciudad. Alianza Ed; Buenos Aires.
GODARD, F (1996), “El debate y la práctica sobre el uso de las historias de vida
en las Ciencias Sociales.” En: CABANES, R Y GODARD, F. Uso de las Historias de
Vida en las Ciencias Sociales (pp. 5-55). Centro de Investigaciones sobre dinámica
social. Universidad Externado de Colombia, Bogotá.
GUTMAN, P. et. al. (1987). El campo en la ciudad. La producción agrícola en
el Gran Buenos Aires. Informes de Investigación, Nº 6. Centro de Estudios Urbanos y
Regionales (CEUR), Buenos Aires.
HINOJOSA GORDONAVA, A. (2006) “La transnacionalización de las
migraciones en Bolivia”. En: Opiniones y Análisis 83. Fundemos, La Paz.
----------------------- (2008) “La visibilización de las migraciones transnacionales
en Bolivia” Tinkazos, 11(25).La Paz. Disponible en línea:
http://www.scielo.org.bo/scielo.php?pid=S1990-4512008000200006&script=sci_arttext
---------------------- (2009) Buscando la vida: familias bolivianas transnacionales
en España. CLACSO-PIEB, La Paz. Disponible en línea: http://biblioteca.clacso.edu.ar
JAIMES, O. M (2012) “Las prácticas alternativas de los pequeños productores
familiares del cinturón hortícola platense (La Plata- Argentina).” Trabajo de Grado
inédito. Universidad de Tolima, Tolima.
KRASER, M. y OCKIER, C. (2008) “El circuito económico hortícola en manos
de la comunidad boliviana. De la práctica de subsistencia a la agricultura comercial.” En
Actas de las V Jornadas de Investigación y Debate. Trabajo, propiedad y tecnología en
la Argentina rural del siglo XX. Universidad Nacional de Quilmes, Bernal.
KOPP, A. (2011) Organizaciones Indígenas Campesinas y Soberanía
Alimentaria. Contexto Boliviano e internacional. Centro de Servicios Agropecuarios y
Socio-comunitarios (CESA). Ed. Plural, La Paz.
LECOQ, P. y FIDEL, M. S. (2003) “Prendas simbólicas de camélidos y ritos
agro-pastorales en el sur de Bolivia”. Textos Antropológicos. Vol.14, n.1 (pp. 7-54).
Disponible en: http://www.revistasbolivianas.org.bo/scielo.php?
script=sci_arttext&pid=S1025-31812003000100002&lng=es&nrm=iso.
LEMMI, S. (2015) “Condiciones de vida, conflicto y conciencia de clase en los
horticultores del Gran La Plata, 1940-2003”. En: Revista Izquierdas N° 25, Octubre
2015, IDEA-USACH, ISSN 0718-5049, pp. 229-257.
MACHADO PAIS, J. (2007) Chollos, Chapuzas y Changas. Antropos. México.
MARASAS, M. [Et.al.] (2012) “El camino de la transición agroecológica”. Ed.
INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), Buenos Aires.
MARRADI, A; ARCHENTI, N; y PIOVANI, J.I. (2007) Metodología de las
Ciencias Sociales. Emecé Ed; Buenos Aires.

111
MUNDT, C. A. (2003) “Introducción”, en: VIGLIOLA, M. I. Manual de
horticultura (Pp. 5-11) Ed. Hemisferio Sur. Buenos Aires, Argentina.
MUÑIZ TERRA, L. (2014) "El texto biográfico: una propuesta metodológica de
análisis longitudinal a partir de un estudio de trayectorias laborales en Argentina”,
ponencia presentada en IV Encuentro Latinoamericano de Metodología de las Ciencias
Sociales. Costa Rica.
NOVICK, S. (2012) “La política migratoria argentina a contrapelo de la tendencia
mundial”. Revista Voces en el Fénix año 3 N 21 (Diciembre) ISSN 1853-8819. Plan
Fénix FCE UBA. Buenos Aires, Argentina. Disponible en:
http://www.vocesenelfenix.com/category/ediciones/n%C2%BA-21
PUJADAS MUÑOZ, J.J. (1992), El método biográfico: El uso de historias de
vida en ciencias sociales. Cuadernos metodológicos Nº 5. CIS, Madrid.
RINGUELET, Roberto; et al. (1991) Cuestiones agrarias regionales. FAHCE-
UNLP, La Plata.
------------------- (Comp.) (2000) Espacio tecnológico, población y reproducción
social en el sector hortícola de La Plata. FAHCE-UNLP, La Plata. (Estudios-investig;
39) Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.182/pm.182.pdf.
----------------- (2008) “La complejidad de un campo social periurbano centrado
en la zonas rurales de La Plata”. [En línea]. Mundo Agrario, 9(17). Disponible en:
http://www.mundoagrario.unlp.edu.ar.
RINGUELET, R., SATTADEMO, S., SALVA, M. C., ARCHENTI, A. (1992)
"Tiempo de medianero". Revista Argentina de Estudios Agrarios. RURALIA. Número 3.
p. 79-93.
SASSEN, S. (2007) “La conformación de los movimientos migratorios
internacionales”, En: Una sociología de la globalización (traducido por Rodil, M. V.).
Katz editores, Buenos aires.
SASSONE, S. M (2009) “Breve geografía histórica de la migración boliviana en
la Argentina” En: Temas de patrimonio cultural Nº 24: Buenos Aires Boliviana.
Migración, construcciones identitarias y memoria, Buenos Aires, Comisión para la
Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, Pp 389-403.
SARANDON, S (Ed.) (2002) Agroecología: El camino hacia una agricultura
sustentable. Ediciones Científicas Americanas, La Plata.
SEGATO, R. L. (2007) “Identidades políticas/Alteridades históricas: una crítica
a las certezas del pluralismo global” en: SEGATO, R. L. La Nación y sus otros. Raza,
etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de Políticas de la Identidad. Prometeo,
Buenos Aires.
SEVILLA GUZMÁN, E., MIELGO, A. (2000) La agricultura industrializada.
Versión on line: https://elbigotidenietzsche.files.wordpress.com/2013/11/3-
agricindustrializada.pdf

112
SIMONATTO, S. (2000) "Cambio tecnológico en el Sector Hortícola de La
Plata. Período 1985-1995." En RINGUELET, R. (Comp.) Espacio tecnológico,
población y reproducción social en el sector hortícola de La Plata. La Plata. UNLP.
FAHCE.FAHCE-UNLP, La Plata. (Estudios-investig; 39) Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.182/pm.182.pdf.
TAPIA VARGAS, G. (1994) Enciclopedia boliviana. La agricultura en Bolivia.
Ed. Los amigos del libro, La Paz.
TEUBAL, M. (2001) “Globalización y nueva ruralidad en América Latina” en:
GIARRACCA, N. (Comp.) ¿Una nueva ruralidad en América Latina? CLACSO.
Buenos Aires.
TEUBAL, M; DOMINGUEZ, D. y SABATINO, P. (2005) “Transformaciones
agrarias en la Argentina. Agricultura industrial y sistema agroalimentario” en:
GIARRACCA, N. y TEUBAL, M. (Coords.) El campo argentino en la encrucijada.
Estrategias y resistencias sociales, ecos en la ciudad. Alianza EdITORIAL, Buenos
Aires.
VILLULLA, J. M. (2006) “Cambios sociales y degradación de la producción en
el cinturón hortícola platense” Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.484/te.484.pdf
VITELLI, G. (2012) “Las incidencias de los paradigmas tecnológicos mundiales
sobre la pampa húmeda argentina desde el siglo XIX” Revista Voces en el Fénix. Año 3
N 12 Marzo ISSN 18538819. Plan Fénix FCE UBA. Buenos Aires. Disponible en línea
http://www.youblisher.com/p/263232-Voces-en-el-Fenix-N-12-Rebelion-en-la-granja/
WAISMAN, M. A. (2011) “Superando dualismos: trayectorias socio-productivas
en el abordaje de las transformaciones en la estructura social hortícola platense”. Mundo
Agrario, 12(23) FAHCE- UNLP.

113
Anexo
Las historias de vida54

Primera entrevistada (Por el comienzo, Chapaquita)

La primera entrevistada tiene un poco más de tres décadas. Es de una comunidad

rural llamada Rumi Cancha, ubicada en el Valle de la Concepción, en el Departamento

de Tarija. Vivió allí hasta los 5 años, criada por sus abuelos y tíos, como es costumbre

en las familias ampliadas. Mientras, su madre migraba a trabajar en la provincia de

Jujuy, Argentina. Allí conoció a su pareja y decidieron mudarse a San Salvador de Jujuy.

Viviendo en un barrio de las afueras, esta joven comienza a ir a la escuela y cambiar

algunas costumbres, como la vestimenta y la comida. Era una zona poblada por

migrantes de diferentes lugares. A la edad de 13 años se vienen a la zona de Gorina, en

los alrededores de La Plata (una de las primeras zonas de quintas). Tenían un tío que

trabajaba en la actividad hortícola y ellos se iniciaron en ese trabajo. Unos años más

tarde compraron la tierra, ya que en aquellos años era más accesible. Pero, poco tiempo

después salen de la actividad y se insertan en trabajos urbanos. Nuestra entrevistada

hace el secundario en un colegio del centro de La Plata y luego estudia una carrera de

grado. Finalmente, ella y familia más cercana salen de la actividad hortícola, aunque

mucho de sus parientes y paisanos siguen en la misma.

Segunda entrevistada (espacio de intercambio Silvana)

Silvia tiene 34 años, es de Villa Charcas, Camargo, en el departamento de

Chuquisaca, ubicado al centro de Bolivia. Su madre muere cuando ella es muy chica y

se queda con el padre. Este forma otra familia y Silvia queda a cargo de una tía con la

que no se llevaba bien. Trabaja con ella en el campo y abandona la escuela. Desde niña

54
Los nombres utilizados son ficticios para resguardar la identidad de los entrevistados.

114
aprende las actividades agrícolas, recuerda que las mujeres son las encargadas de cortar

la lana de las ovejas e hilar para hacer “puios”. Cuando tenía 11 años un hermano de 25

que residía en Mendoza desde los 15 vino a buscarla para que fuera a trabajar con él y

su familia. En Mendoza trabaja en una zona hortícola especializada, en una empresa

junto con muchos otros trabajadores. Cosechaban tomate, aquí conoció el tomate, y

también durazno, manzana, uva, ajo, zanahoria, zapallo anco… Sentía libertad de

haberse ido de la casa de su tía. Allí se encontró con nuevas prácticas que aprendió

mirando y copiando de su hermano. En esa quinta conoció a su esposo, que trabajaba

embalando tomate y morrón en Mendoza y también en Córdoba. Silvia queda

embarazada alrededor de los 17 años y decide quedarse a vivir en esa quinta con su

hermano y sobrinos, y dos hermanas más, mientras su pareja iba y venía. Estaba sola, él

no estaba, estaba trabajando en otro lado. Cuando nació el bebé Silvia se fue a vivía con

sus suegros a Oran, Salta, esperando a que su esposo volviera, pero allí estuvo sólo un

mes. Y se vino a donde estaba él embalando, dentro del área hortícola bonaerense. Ella

alquilo una habitación para quedarse con su hijo. Casi dos años más tarde (2001)

comenzaron a trabajar en Varela como medieros en la quinta de un productor al que le

embalaban la mercadería. Ya estaban en la zona el suegro, su cuñado y esposa, con

quienes trabajaron en esa quinta. Pero en plena época de crisis, el trabajo en la quinta

implicaba demasiados gastos y no les daba, cuando termina una cosecha su esposo

vuelve a embalar. Luego, se fueron a El Pato (CHLP) con el suegro, el marido y la

cuñada a la que estaban haciendo estudiar. Allí, nace su otra hija. Estaban trabajando

como medieros. Al mes se fueron a Arana, les habían prometido una quinta para cuidar.

Trabajaron con su suegro en la quinta mientras su esposo y cuñado seguían embalando,

juntaban recursos para empezar de nuevo. Ese tiempo fue duro, apenas tenían una

bomba chica, no llovía y los cultivos se secaban. En dos años hicieron la quinta y más

115
tarde consiguieron un puesto en el mercado. Ahora su marido va todos los días al

mercado, ella trabaja en la quinta y participa en la feria de comercio justo que organiza

un proyecto de extensión de la Universidad Nacional de la Plata. Dice que son cinco

hermanos y están todos acá, le gustaría volver a su lugar de origen, los cerros extraña,

pero no quiere ver a su familia mayor que quedo allá, no tiene a quien ir a visitar.

Tercera entrevistada (profundizando el espacio de intercambio, Luisa)

La tercera entrevistada tiene 23 años, es de San Mateo, Cercado, departamento

de Tarija. En su lugar de origen se producía para el mercado. Ella vivía y trabajaba con

la esposa de su padre, con la que no tenía buen trato. Recuerda que era un trabajo muy

pesado. Allí comenzó la universidad, hizo el primer año de medicina, pero debió dejar

porque no podía solventarlo. Un tío le propuso venirse a trabajar en la horticultura y ella

se vino. Probó 6 meses y decidió quedarse. Conoció a su pareja y en poco tiempo armó

su familia y tuvo una hija. Actualmente, producen hortalizas en una quinta entre tres

familias: su suegro, su cuñado y la familia y ella con su familia.

Cuarta entrevistada (diversificando el campo, Silvana)

Silvana es tarijeña, de una comunidad alta en la montaña. Allá tenían cultivos

andinos con su familia y escaseaba el agua. Ella deseaba venir a trabajar a Argentina

para estar mejor y traer a su familia. Una vuelta se vino con un tío que tenía cultivo de

flores en la zona platense y desde allí no se fue más. Con el tiempo cambió el trabajo

agrícola por urbano, porque como dicen muchos “es una lotería”, un día te va bien y al

siguiente mal, no se pueden controlar las condiciones y es una actividad muy inestable.

Así que empezó a cuidar a una señora, que resultó ser como una madrina. Tiempo

después ésta le regala una casa en el barrio residencial de Gonnet, La Plata, y ahí

Silvana da un salto cualitativo. Tiene esposo y dos hijos pequeños, sigue trabajando

116
como empleada doméstica y desde otro lugar, rescata prácticas tradicionales como la

alimentación de allá, que es más sana.

Quinto entrevistado (nos metemos en Abasto, Samuel)

Samuel, 66 años, de Culpina, Chuquisaca. Quedó solo con su madre y cuatro

hermanos cuando murió su padre. Como era el hermano mayor tuvo que trabajar para

alimentar a sus hermanos. En Culpina hacían agricultura con bueyes, sembraban la

tierra que es muy fértil. Se vendía por quintales al mercado, venia un camión a buscar la

cosecha, vendían a Sucre y Santa Cruz, Samuel iba a vender al mercado, ahí depende si

conseguís cliente, vendes en dos días y volvés con la plata. Vendían papa y cebolla, la

más grande se usa para hacer papa frita y la llevan a la paz, las más chicas y rosadas a

Sucre y Tarija. Juntaban agua en una represa, pero los años que no llovía el agua no

alcanzaba para regar los cultivos y debían salir a rebuscar la vida a otros lugares. Desde

los 12 años migró temporalmente a trabajar a Argentina: al ingenio azucarero Ledesma,

en Jujuy, iban a buscarlos en camiones y cuando llegaban tenían que pasar una

revisación médica y después entraban a trabajar por seis meses en la zafra, de mayo a

noviembre. Cuando ésta terminaba se iba a hacer changas, trabajó como mensualero en

Bahía Blanca en la cebolla (arrancar y descolar), y Rio Negro y Mendoza en

plantaciones tomate, durazno, choclo, zapallito; juntaba la plata y volvía a llevarle a la

familia. Cuando se hizo más grande conoció a Valentina en Culpina y tuvieron los dos

hijos mayores. Pero lo que sacaban en la hectárea no les alcanzaba. Se fueron a trabajar

a Mendoza, estuvieron 10 años. En ese período trajo a su mamá que estaba enferma,

pero al poco tiempo ella se volvió. En el año 2002 se vinieron a La Plata, a través de

una experiencia exitosa de conocidos de su hijo. Primero trabajaron en la quinta de un

productor portugués como medieros y luego uno de sus hijos alquiló al dueño la quinta

donde están ahora. Ha participado de diferentes organizaciones y actualmente es parte

117
de la asociación APHI del CHLP. A Samuel le gustaría volver a Culpina, lo haría si

tuviera tierra, porque allá esta lo propio, estás en tu casa.

Sexto entrevistado (parte de la familia, Delfor)

Delfor es el yerno de Samuel, esposo de María. Tienen 4 hijos de 6 a 17 años. Es

de Incahuasi, Chuquisaca. Ahí estuvo hasta quinto grado. Después se fue con un tío a

trabajar a Mendoza, en las zonas hortícolas especializadas donde hacían cebolla, ajo,

etc. El tío se volvió a Bolivia y él se quedó, ahí conoció a Marisol, su futura esposa y su

familia. Después de 10 años, alrededor del año 2000, se vinieron con la familia de

maría a La Plata. En un primer momento trabajaron durante un año a porcentaje, en una

quinta cerca del Mercado de Flores. Luego se establecieron en Abasto, donde están hace

ya seis años. Empezar fue difícil, hasta que se hicieron de todas las herramientas.

Algunos conocimientos hortícolas habían aprendido en Mendoza, pero aquí aprendieron

qué cultivar y cómo hacerlo con los paisanos de la zona. El de la quinta es un trabajo

sacrificado, si bien le gusta, espera que sus hijos puedan estudiar para tener un trabajo

en la ciudad, o al menos bajo sombra.

Séptima entrevistada (parte de la familia, Vale)

Vale es de Culpina, Chuquisaca. Mujer cansada, con una larga trayectoria. De

chica vivía en el campo con su familia, recuerda que ella con otros niños cuidaban los

animalitos e hilaban la lana de oveja. A veces, no llegaban a terminar con sus tareas y

salían a jugar. Al poco tiempo comienza a acompañar a sus hermanos a Santa Cruz y

Bermejo en trabajos temporarios, como juntar la soja y cortar caña de azúcar. De joven

conoce a Samuel, él también había ido trabajando, pero por diferentes lugares de

Argentina. Tienen sus dos primeros hijos y deciden irse a Mendoza a las fincas de

tomate, ajo y frutas. Pasa ahí 10 años, en condiciones penosas, el trabajo no es del todo

118
“libre”, sino que lo que ganan deben gastarlo en la proveeduría de la finca, donde los

retienen con históricas deudas. Viven en carpas al costado de los cultivos con muchas

otras familias trabajadoras. Ahí tienen 4 hijos más. Por iniciativa de su hijo más grande

se van al cordón hortícola platense. No habían podido ahorrar nada, así que empiezan de

nuevo. Trabajan a porcentaje y más adelante pueden arrendar una hectárea. Actualmente

ella hace todas las tareas del hogar necesarias para la reproducción de la unidad

doméstica y productiva. Está cansada, quiere obtener su jubilación, pero como hace

muy poco se legalizaron en el país y no le alcanzan los años de trabajo (registrados)

para hacerlo. La condición de migrantes y trabajadores rurales es tan marginal que

pasaron la mayor parte de su vida “sin existir” para el Estado.

Octava entrevistada (con afecto desde La Paz, Edelmira)

Edelmira es de Sub Yungas, departamento de La Paz. Es de origen “cocalera”, es

una zona mucho más baja donde se hacen cultivos tropicales como la hoja de coca,

mango y café. De chica, trabajaba con su familia en el cocal, y cuando creció la

mandaron a La Paz para que estudie en el secundario. Ella “bajaba” a trabajar los fines

de semana o feriados. En La Paz conoció a Jacinto, que trabajaba de mecánico. Al poco

tiempo, una tía de ella, que tenía una textil en Buenos Aires, les propone irse a trabajar.

Ellos se van a Capital Federal, trabajan casi dos años y esta tía nunca les paga, además

no los dejaba irse. Estos apenas pueden se escapan y se van a Tarija, el lugar de origen

de Jacinto. En Tarija, sus suegros les dan una parte para hacer cultivos, ahí producían de

todo para comer, no les faltaba. Pero no podían ahorrar. Entonces por redes de parientes

de Jacinto, ahora, se vienen a La Plata. Comienzan con la horticultura que les resulta un

trabajo esforzado, van aprendiendo con los patrones, a los ponchazos. Tiempo más tarde

ahorran plata y pueden arrendar su quinta. Ahora producen en Etcheverry, tienen 4 hijos

pequeños.

119
Noveno entrevistado (vamos a Etcheverry con la lucha, Walter)

Walter tiene 33 años, vino de Bolivia a los 17 con su padre a trabajar a una

quinta en Mar del Plata. Dos años como trabajadores con patrón y después por

porcentaje y se quedó 8 años ahí. Los dueños de esa quinta eran ingenieros agrónomos,

aprendió de ellos a detectar enfermedades de las plantas, los insumos que debe usar y

como hacer una cámara para germinar semillas. Ahí conoció a su esposa, que tenía un

hijo. Hace 4 años se vino a La Plata, actualmente en Etcheverry con su señora Silvia y

su hijo Joel. Sus padres y hermanos quedaron trabajando en Mar del Plata, ellos vienen

y él va cuando necesitan ayuda en la quinta. En el CHLP trabajaron a porcentaje en dos

quintas y luego alquilaron 2 hectáreas en la actual. Comenzaron con dos capillas de

invernáculo a hacer cultivos de hoja chica, radicheta y rúcula, que es económico y da

plata constante, pero también significa un trabajo permanente. Luego hacen lechuga, el

primer año dio bien, pero los siguientes vieron que la tierra se cansaba, se desgastaba

mucho. Este año empezaron con tomate, un cultivo de fruta que requiere mayor

inversión. Pero ellos se las arreglaron para ahorrar, hicieron una cámara para germinar

semillas, hacer plantines de tomate, copiando una que habían visto en esa quinta de Mar

del Plata.

Decimo entrevistado (desde hace años fuera de Paicho, Juan)

Juan es de Paicho, Tarija. Una zona alta donde se produce fundamentalmente

durazno en grandes cantidades para vender al mercado. Este durazno o pelón se pela a

mano y se deja secar para poder conservarlo largo tiempo. Hace unos años, por

condiciones climáticas se perdió toda la producción y el pueblo quedó sin recursos

alternativos. Por otro lado, en esta región se suelen hacer festivales y campeonatos de

fútbol donde se juntan varios pueblos una vez al año. En uno de esos eventos Juan se

120
encuentra con amigos que estaban trabajando en la horticultura platense, parece que les

estaba yendo muy bien y lo motivan a migrar. Éste se viene y comienza su trayectoria

en esta producción que lleva más de 30 años. Ahora, tiene su familia, producción bajo

invernáculo, y otras familias medieras. Vuelve seguido a su pueblo con una experiencia

exitosa.

Décimo primer entrevistado (tarijeño de tez blanca, Saturnino)

Saturnino vivía en una localidad de Tarija de buenas condiciones climáticas y del

suelo, donde se producía para vender en el mercado. Hacían frutales y hortalizas a

campo, como tomate y pimiento. Recuerda que comienzan a llegar tecnologías

modernas, como las semillas mejoradas y los agroquímicos. Eran muy caras, pero con

esfuerzo se compraban en partes. Saturnino se interesaba por mejorar la calidad del

cultivo y hacia cursos que ofrecían organismos del Estado, poda y otros. Además, se

encargaba personalmente de la venta en el mercado y discutía el precio con las

intermediarias (migrantes internas de origen aymara, que venían del norte y se

convertían en los actores fundamentales del mercado campesino) para sacar el mejor

rédito. También cuenta que cuando era chico solían migrar a Jujuy a trabajar con su

familia, repetidas veces. Luego fue solo, a través de contratistas a Corrientes y Jujuy a

los cultivos de tomate y otras hortalizas. Cuando terminó el secundario en Tarija quería

seguir estudiando una carrera universitaria, comunicación social. Comenzó abogacía

que era la oferta del lugar, pero después de un año debió dejar porque no se podía

mantener. Decidió venir a La Plata, donde trabajaba su cuñado y comenzó como

mediero de aquel. Dice que fueron los pioneros en montar invernáculos. Fueron

aprendiendo nuevas tecnologías, saberes y prácticas de otros paisanos, de técnicos, y las

demandas cada vez más determinantes del mercado. Además, Saturnino, inquieto, tuvo

una radio para la colectividad boliviana a mediados de los ´90. Actualmente, preside una

121
de las asociaciones de productores del Cordón hortícola, está en contacto con técnicos

de INTA, el viceconsulado boliviano, y otras organizaciones para tratar problemáticas

de la actividad y sus connacionales.

Décimo segundo entrevistado (migrar y emprender, toma la palabra, Panciano)

Panciano tiene 43 años, es de Villa Abecia, Sud Cinti, Chuquisaca. Se vino a

trabajar a corrientes en 1994, comenzó como tractorista en una quinta de 10 has. Se

empezó a meter en el trabajo de la quinta aprendiendo lo que un ingeniero, asesor

privado, le indicaba. Logró que esa quinta se levantara y quedó como encargado. Luego

se fue a trabajar a otra, siempre mensualizado y siempre de la mano del ingeniero. Éste

viajaba haciendo especializaciones, aprendió las buenas prácticas agrícolas y fueron

pioneros en aplicarlas en esa zona. Aprendió mucho sobre cultivo de tomate, morrón y

melón que eran los fuertes en esa quinta. Son conocimientos que lleva consigo y lo

ubican mejor en el espacio social. En el ´98 tuvo un problema de salud y para cuidarse

se volvió a su pueblo. Él esperaba venir a Argentina a trabajar y ahorrar plata para

ponerse un taller mecánico, pero cuando llegó ya había otros que hacían eso, así que

comenzó a armar una quinta. Siempre fue inquieto, preguntando a profesionales. En ese

contexto conoció a una ingeniera estadounidense que le enseñó unos preparados con

plantas de la zona. Luego volvió a Entre Ríos pero lo mandaron a Corrientes en seguida

para que levante una quinta que no andaba bien. Estuvo en la zona por 16 años, tuvo su

familia ahí. Decidió venirse a La Plata, adonde tenía una hermana, para que su hijo más

grande pudiera estudiar. Trabajó a medias con la hermana un año, ahorró y pudo

arrendar la quinta donde están ahora. Además, junto con otros 20 paisanos compraron

una tierra en el centro de Etcheverry, que dividieron para que cada uno tenga un lote

para su casa. Panciano ha participado de organizaciones desde que llegó, actualmente es

parte de APHI.

122

También podría gustarte