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ANFRISO – BRAMÓN:

ÁLTER EGO

Carlos Moreno Jiménez


Doble Máster MEHS – MAES
Escrituras y Lenguajes en la Literatura Colonial
ANFRISO – BRAMÓN: ÁLTER EGO
En el presente ensayo trabajaré el personaje de Anfriso, centrándome en
desdoblamiento que Bramón realiza en el personaje a lo largo de la novela Los Sirgueros
de la Virgen sin original pecado. Para ello, desarrollaré diversos aspectos que me han
parecido de interés: didactismo; literatura y poesía; envidia; el personaje de Sergio; y, en
último lugar, el conjunto pastoril en el que Anfriso se inserta.
ANFRISO – BRAMÓN
Anfriso, uno de los protagonistas de la novela, funciona como desdoblamiento de
Bramón. Por ello, el autor, a través de este u otros personajes, diseminará cierta
información autobiográfica, así como continuas alusiones a su capacidad intelectual, sus
éxitos y frustraciones. Lo que interesa especialmente, como indica Hopkins Rodríguez
(2013, pp. 11 – 12), es la incesante y múltiple actividad intelectual de Bramón – Anfriso
como estudioso y académico, como teólogo, poeta, dramaturgo, cronista, creador y
analista de emblemas y jeroglíficos, dramaturgo, promotor y productor de la fiesta. La
novela permite el virtuosismo y exhibicionismo del talento personal del autor.
El desdoble de Bramón en Anfriso puede advertirse tempranamente ya en la
dedicatoria al Obispo de Michoacán, en la que Bramón se califica a sí mismo como
“rústico yo” (Trinidad, 2013, p. 43), anticipando su condición pastoril. Así mismo, desde
el propio nombre podemos ver el reflejo del autor en el personaje, ya que Anfriso es
anagrama de Francisco. Destaca, además, la elección del nombre, la cual supone una clara
intertextualidad con el Anfriso de la Arcadia de Lope de Vega.
Anfriso es en realidad un falso pastor que llega al campo proveniente de la ciudad con
el fin de entusiasmar y animar al gremio pastoril a que participe en la festividad de
diciembre. Sobre su origen, él mismo nos ilumina al respecto animado por las preguntas
de Palmerio; este último le pregunta las razones que le han llevado a abandonar la capital
en favor de los verdes prados, a lo que Anfriso, haciendo clara referencia a la oposición
de Bramón en la Academia Mexicana, responde: “Solo fue dar larga y alivio al trabajado
pensamiento de una oposición en la real y florentísima Academia Mexicana, con grande
aprobación de hombres sabios y doctos, hice; adonde mostré el trabajo mucho y continuas
vigilias mías en la demostración de mis estudios” (Trinidad, 2013, p. 25).
Finalmente, el falso pastor, tras su paso por los prados pastoriles y tras haber
adoctrinado al resto de los pastores, volverá a la capital junto a Menandro: “El siguiente
día se despidieron tiernamente todos de Marcilda […] Llegó Anfriso a su Real Academia
el siguiente día y, acompañado de Menandro, coronó sus sienes con el verde laurel de la
Facultad de Cánones” (Trinidad, 2013, p. 216).
DIDACTISMO A TRAVÉS DE ANFRISO
La novela Los sirgueros de la Virgen tiene como objetivo central instruir el intelecto
y edificar el espíritu del lector en el culto, alabanza y misterio de la total ausencia del
pecado original en la Virgen María, desde el momento de ser concebida.
Desde mediados del siglo XVI, pero sobre todo a partir de XVII, la monarquía
española jugó un papel central en la promoción y defensa del misterio de la Inmaculada.
En la Nueva España, la devoción a la Inmaculada se promovió desde temprano; en la
Universidad de México, en 1619, se tomó el compromiso de defender y promover su culto
en toda la sociedad en la formación de sus intelectuales, y esto es precisamente la labor
que Bramón realiza a través de Anfriso con los pastores de la novela.
Anfriso se vale de diversos métodos o formas para el adoctrinamiento, como las
metáforas o las canciones; a continuación, expondremos algunos ejemplos:
Entre las metáforas explicativas de Anfriso podríamos destacar aquella que emplea
para exponer la teoría de la unidad del alma y del cuerpo. Utiliza la metáfora del cuerpo
como vela alumbrada por el fuego que es el alma, funcionando, además, el cuerpo como
cárcel de esta:
“Mi doctrina explicaré brevemente con este ejemplo: es el cuerpo, antes que se le
infunda el alma, cual una vela dispuesta a recibir el calor del fuego, más, cuando se le
aplica dándole la comunicación del fuego y luz, arde la vela y empieza a vivir; en el
mismo instante que la luz en la vela con el principio del arder entró, por infusión de aquel
natural fuego, vino el alumbrar. Así, pues, es el cuerpo una vela apta para el calor, el cual
es el espíritu de vida que es la alma, y así luego que entra en el cuerpo siente la pena del
cautiverio porque luego que puso la alma el pie en el cuerpo, a modo de decir, la embargó
el fiel ejecutor de la justicia de Dios” (Trinidad, 2013, p. 75).
En otras ocasiones, podemos ver cómo los cantos entrelazados funcionan como
despliegue teórico – doctrinal. Es el caso del siguiente canto, en el que Anfriso le explica
a Florinarda el porqué de la Inmaculada:
“Florinarda
¿Cómo sin mancha esta Virgen
del original pecado
salió, si es hija de Adán
en quien los hombres pecaron?
Anfriso
La escogió Dios para sí
vistiéndose de su paño,
que aunque Adán manchó la pieza,
quedó limpio este pedazo”
(Trinidad, 2013, p. 80).
En contraposición al didactismo de Anfriso encontramos el personaje de Palmerio,
pastor rústico desconocedor de algunas nociones básicas religiosas. Palmerio con
frecuencia interrumpe el discurso teológico – doctrinal de sus compañeros para realizar
algunas preguntas respecto al contenido del discurso, dejando así patente, en más de una
ocasión, su rusticidad y desconocimiento: no identifica a Eva con Virago, nombre
primigenio; erra al pensar que Eva intentó conmover a Adán a través del llanto, lo cual
no podía ser posible, ya que las lágrimas tienen su origen tras el pecado original; y cree
que el fruto prohibido es un higo. Además, por lo general, sus contribuciones son más
simples y lacónicas que las de sus compañeros, como podemos comprobar en el siguiente
fragmento: “– Bien por cierto ha dicho Florinarda, dijo Marcilda, e yo, según la doctrina
de Anfriso, quedo sin duda. Bien haya el caudal tan rico de ingenio, tan generoso y noble,
bien hayan labios que tales perlas derraman. / - Bien haya, dijo Palmerio, tan graciosa
plática.” (Trinidad, 2013, p. 76). Así mismo, podríamos destacar que mientras Anfriso se
encarga de escribir un auto teatral y Marcilda de componer un Arco Triunfal, Palmerio se
encarga de abastecerse de fuegos artificiales, tarea que no requiere del intelecto.
ANFRISO Y BRAMÓN: LITERATURA Y POESÍA
Como indica Traslosheros (2004, p.7), aunque lo dominante en Los Sirgueros es la
prosa, toda la tercera parte es un auto sacramental. La narrativa domina, sin embargo, la
división del texto en tres libros al modo de actos, sumada al empleo del diálogo, nos incita
a pensar en la dramaturgia. Bramón parece escribir una obra híbrida, una obra de teatro
novelizada, o bien una novela teatralizada. Este juego de espejos también puede
extrapolarse a Bramón y Anfriso, puesto que el autor se hace presente dentro de la obra a
través de Anfriso, quien, a su vez, se vuelve dramaturgo del auto de la tercera parte. Según
el crítico Anderson, al igual que en el cuadro de Las Meninas de Velázquez, “el deseo de
inmortalidad lleva a Bramón a retratarse dentro del cuadro en el mismo acto de pintar”.
Bramón tuvo fama poética y participó en diversos certámenes poéticos, por ello
podemos encontrar diversos textos de Los Sirgueros relacionados con la labor literaria o
poética del autor:
“[…] como los fabulosos cuentos en láminas de eternidad han sido escritos por
ingenios tan delicados y autores graves como es el de los discursos del peregrino Eneas,
el del amoroso poeta; en sus elegías fúnebres, preceptos amorosos y transformaciones de
dioses, hombres, plantas y animales; y como cada día leemos deleitándonos, refrescando
a la memoria los heroicos hechos y singulares hazañas de valerosos héctores y nuevos
alejandros, no faltara quien por aliviar cuidados de mayores estudios, por ocio y
entretenimiento concedido, traslade nuestras pláticas en estos verdes prados escritas…”
(Trinidad, 2013, p. 72).
Como indica Barrera (2013), en este texto, Anfriso alude a la posibilidad de que lo
narrado y sucedido en aquellos prados quede impreso en un libro, como otros
acontecimientos lo han sido en las obras que refiere; mientras que en el siguiente texto la
inserción de Anfriso, alter ego de Bramón, reclamando para su obra la gloria y difusión
que otras obras peninsulares han tenido, apunta a la conciencia de estar en la otra orilla
del centro de la cultura:
“Pues hubo quien, de los pastoriles requiebros que el río Sil oyó en sus riberas, […]
quien celebrase al pastor de la hermosa Fílida; y quien del otro enamorado Anfriso y
amada Belisarda, pastores de la Arcadia, con tan elevado espíritu los suspiros tiernos en
divino metro festejasen pues en estos mexicanos jardines y abundosas lagunas vemos
cada día ingenios tan floridos que al mudo admiran…”
En cuanto a la labor poética, destacamos el siguiente soneto, cantado por Anfriso, por
diversos motivos que explicaremos a continuación:
“El que en el don del sacerdote Aarón
dichoso hizo, y en la fe a Abraham,
cual por Raquel Jacob fue con Labán,
y en el esfuerzo igual, fuerte, un Sansón.

El que, deshecho, al ídolo Dagón


puso a sus pies, y de su culpa a Adán
libró muriendo, como vio san Juan,
y en vellocino el fuerte Gedeón.

Tuvo victoria en él Aminadab,


y en él, la de paciente, el santo Job,
y en sus visiones, gloria, Ezequiel.
En él su vida convirtió Rahab,
y en gracia concebida, de Jacob
fue aquella estrella, ave de Gabriel”
(Trinidad, 2013, p. 136).
El soneto destaca por convertirse en objeto de crítica poética: “Habéis tocado, dijo
Menandro, en tan sublimes versos diferentes historias divinas, que si el tiempo no fuera
corto había de celebrar este soneto; demás de que por sí sólo está probado y bien conozco
la dificultad que tiene el género de estas composiciones, y sé que en un certamen que los
artífices plateros dedicaron a esta Señora, le pidieron, encarcelándole con estos forzosos
consonantes, por composición difícil” (Trinidad, 2013, p. 136). Vemos cómo Menandro
explicita la dificultad que la composición requiere, haciendo especial énfasis en la rima
consonántica, la cual obstaculiza la labor poética. Sin embargo, como veremos en el
siguiente texto, los pastores desvían rápidamente el foco de atención de la forma poética
debido a que se trata de un tema alejado del didactismo y el culto a la Virgen: “Más
pertenece esta cuestión, dijo Arminda, para Academia que para pastores y en el prado;
suspéndase pues por ahora, que estamos ya a vista de la alquería de Marcilda; que el
sonoro boato que oímos es el que nos da alegres nuevas de la mucha alegría que tienen
nuestros prados” (Trinidad, 2013, p. 137).
El interés de este soneto no termina aquí, en México, en el año 1618, se organiza un
concurso poético: el Certamen de los Plateros en favor de la Inmaculada Concepción.
Como indica Traslosheros (2004, p. 2), el certamen supuso dos días de lujo y fiesta que
terminaron en escándalo debido a: las disputas entre detractores y defensores de la
Inmaculada; el fallo de los jueces; y el derroche que supusieron las celebraciones. Durante
algunos meses, la poesía se convirtió en arma arrojadiza contra unos y otros, incluidos
los jueces. El Santo Oficio compiló un grueso volumen de composiciones poéticas, entre
las que destaca el siguiente soneto contra los jueces del evento:
“Algún cristiano viejo como Aarón
al monte subirá con Abraham,
a componer canciones de Labán
juzgadas por quijadas de Sansón.

Mis versos derribaran al Dragón


y dieran harto gusto al Padre Adán;
mas quedaron intactos como Juan
por no tener un fraile Gedeón.

no soy el venturoso Aminadab


porque tengo la lepra del gran Job
aunque llame a mi puerta Ezequiel,

que a tener una hermana como Raab


tuviera más carneros que Jacob
y fueran mis canciones de Gabriel”.
Esta misma secuencia de personajes bíblicos aparece en otro soneto anónimo contra
los jueces del certamen y, además, coincide con la secuencia empleada por Bramón en un
soneto con el cual participó en dicho certamen, poema incluido en la novela de Los
Sirgueros, el cual supone el objeto de teorización poética por parte de los pastores, como
veíamos líneas más arriba (Traslosheros, 2004, p.2). Por tanto, a través del álter ego de
Bramón, Anfriso, que enuncia este soneto en la novela podemos rastrear ciertos periodos
literarios de la vida de Bramón; aunque no es posible saber con total precisión si el autor
de Los Sirgueros de la Virgen fue el artífice de estos sonetos, parece que hay bastantes
probabilidades de ello.
En cuanto a las formas métricas, como indica Barrera (s. f., p. 52), la voz culta se
correspondería con los personajes protagonistas, más intelectuales, como Anfriso y
Marcilda, mientras que la voz de carácter más popular englobaría al resto de los pastores.
De ahí que Anfriso emplee el soneto para expresar conceptos más hondos y elevados,
como podemos ver en el siguiente texto, el cual funciona como cierre de la primera parte:
“De dios retrato, de su amor traslado,
mujer bendita, celestial doncella,
del Sol alcázar, de luz centella,
plateada Luna, cedro consagrado.

Aurora alegre, ámbar derramado


sin mancha espejo, espada que degüella,
lucida torre, de la mar estrella,
jardín florido, ejército formado.
Escala de Jacob, cerrado güerto,
de mujeres la flor, mirra escogida,
frondosa oliva, palma levantada.

Vara sin ñudo del divino enjerto,


madre de Dios, en gracia concebida,
de culpa original sois preservada”.
Mientras que otros personajes, utilicen el romance o la copla castellana, predominantes
sobre todo en el Libro II, debido al ambiente festivo y relajado que esta parte proyecta;
así lo vemos en la siguiente copla castellana de Menandro:
“El retrato de pureza,
Del mismo Dios el traslado,
Virgen sois, siendo dechado
De la perfecta belleza.

Dios como inmenso pintor,


De sí tomó el ejemplar,
Que quiso que singular
Fuese el retrato y labor;
[…]”
En definitiva, como indica Barrera (s. f., p. 55), Bramón, a través de su álter ego
Anfriso, aunará lo literario y lo religioso para ganarse el reconocimiento y el respeto de
la clase letrada. Y es que, la obra de Bramón no solo tiene un carácter divulgativo acerca
de la Inmaculada Concepción, sino que también funciona como autoalabanza.
BRAMÓN – ANFRISO – SERGIO
Sergio, otro álter ego de Bramón, es el único personaje que no es pastor en el sentido
físico, aunque sí lo es metafóricamente, ya que es un hombre de Iglesia. El sacerdote
explica mediante la écfrasis algunos conceptos – relativos al Arco de Marcilda – en la
segunda parte, como a su vez había hecho el pastor Anfriso en la primera – con las
empresas –. La aparición de Sergio en el texto es abrupta, sin explicaciones irrumpe y sin
explicaciones abandona la escena:
“Estaban en contemplación absortos los más de los pastores, a su modo interpretando
el pensamiento de aquello que los pinceles en emblemas y empresas declaraban. Mas
viéndolos el sacerdote venerable Sergio, conociendo el deseo mucho de los circunstantes,
les habló así: - Quisiera pues, amigos, dijo Sergio, ser tan melifluo en el razonar de mis
periodos que os deleitara en el ofrecido discurso de este breve raro, mas supliendo de
vuestra discreción el talento en lo presente, veréis cuán movido voy y enderezado a
engrandecer el primer instante de María, y causaros con esto que se ofrece algún recreo a
las almas” (Trinidad, 2013, p. 155).
Me gustaría destacar que, en un momento dado del sermón, Sergio habla sobre los
Macabeos. En concreto trata cómo Judas Macabeo reedificó y restauró altares y templos
tras cada una de sus victorias. El pasaje de Judas Macabeo es de interés porque el Arco
de Marcilda responde a una multitud de elementos de tradición mariana, ausentes de
innovación. Sin embargo, como indica Barrera (s. f., p. 74), Bramón se atribuye, como
excepción, la invención de la lectura figural de Judas Macabeo; además, no solo la
inventa, sino que, además, la valora positivamente a través de Anfriso:
“Preguntó Palmerio a Anfriso qué le había parecido de aquel pensamiento del nuevo
altar que Judas Macabeo hizo para sacrificar de nuevo a Dios. / - Digno, respondió
Anfriso, de consideración, por ser argumento de mucha fuerza” (Trinidad, 2013, p. 166).
Sobre la écfrasis de Sergio, cabe destacar, como indica Aracil (2017, p. 10), que, la
explicación ecfrástica que ofrece Sergio supone un ejercicio de oratoria sagrada habitual
en la época, debido a la vinculación que se daba entre el sermón barroco y la descripción
de arcos y otros monumentos, los cuales pasaban de ser motivos secundarios para
constituirse como el tema central del sermón.
ANFRISO – BRAMÓN Y LA ENVIDIA
Ya desde la propia dedicatoria que Bramón plasma al comienzo del libro, y hasta el
final del Libro III, podemos ver cómo la envidia salpica varios momentos de la novela:
“Reciba pues vuestra señoría ilustrísima el pequeño don que, rústico yo, humildemente
ofrezco, que gozando del auxilio y protección de vuestra señoría ilustrísima serán mis
sirgueros suaves a las gentes y libres de mordaces labios, e yo con tal protección seguro
de borrascas y rico de mercedes” (Trinidad, 2013, p. 43).
No obstante, aquello que realmente aquí nos interesa son las partes en las que la voz
de Anfriso, y no la de Bramón, manifiesta ese desagrado hacia la envidia. Ejemplo de ello
es el siguiente texto en el que Anfriso, en el Libro II, reflexiona acerca de las posibles
críticas que su obra puede recibir:
“No con descanso Anfriso, viendo los muchos jueces que cada día del polvo de la tierra
se levantan, con razón temería el día venidero en que había de sacar obra propia suya a
luz, expuesta al paladar de tanto y a ser condenada por quien quizás no lo entiende. Esto
en Anfriso causaba gran cuidado, volviendo y revolviendo en su pensamiento muchas y
diferentes razones, dichos y sentencias de sabios de la edad pasada; más aquella que no
se le podía caer del pensamiento fue un epigrama del satírico Marcial, que en nuestro
modo y lenguaje castellano suena así: “Zoyle, para que estemos pagados y no nos
debamos el uno al otro: tu roe mis versos que yo roeré los tuyos”; y en este pensamiento
nuestro Anfriso gastó parte de la noche, que quiso con él, como si dijéramos, ir de paz;
mas viendo lo contrario, casi se determinaba a herir por los mismos filos y defenderse”
(Trinidad, 2013, p. 140).
Vemos que Anfriso teme a aquellos que malignamente puedan juzgar su obra, expuesta
al “paladar” y a la condena de aquellos que, quizás, no han sabido captar el sentido real
de la obra. Así mismo, en el auto escrito por Anfriso encontramos una tarja que reza lo
siguiente: “Noli quarere fieri iudex, nisi valeas virtute irrumpere iniquitates” (Trinidad,
2013, p. 215), cuyo significado es el siguiente: “No aspires al cargo de juez, no sea que
no puedas extirpar las injusticias”. Esta tarja supone un reproche hacia aquellos que
juzgan y critican la obra ajena, así lo subrayan las siguientes palabras evocadas por el
narrador, las cuales desglosan la sentencia latina con la que Anfriso adornó el escenario
teatral: “Palabras que se habían de esculpir y grabar en nuestra memoria, y así hubiera
menos atrevimiento de censurar aquello que gravemente y con seriedad los más
calificados ingenios, que en todos tiempos en sí han celebrado; y no que en estos nuestros
calamitosos tiempos está desenfrenado el apetito de Zoile de suerte que tiene su mayor
dicha en solo roer y ladrar como envidioso perro, las obras que por humildes que sean,
merecen grande honor y estima, por haber costado excesivo estudio y continuas vigilias”
(Trinidad, 2013, p. 215). Vemos que Bramón critica a aquellos que por envidia denuestan
las obras de los demás, aún sabiendo el ingenio y el tiempo de los que ha requerido su
autor para concebirlas.
CONJUNTO PASTORIL
En último lugar me gustaría hablar del conjunto pastoril, en el que se inserta Anfriso,
de Los Sirgueros, los cuales, como indica Barrera (s. f., pp. 19 – 21), difieren en
tratamiento respecto a otros personajes protagonistas de novelas pastoriles divinizadas
previas.
Los personajes de Bramón son reales, de carne y hueso, huyendo así de la alegoría,
entendida como un procedimiento rebajador de la dificultad y que había sido empleado
en algunos de los precedentes más inmediatos, como es el caso de la Clara Diana de
Bartolomé Ponce. En la obra de Bartolomé Ponce los personajes se convierten en
conceptos abstractos: “Introdúcense en ella el Diablo como mayoral de los rebaños que
siguen al Mundo y Carne; finjo al Mundo como un cazador zagalejo […] Disimulo la
carne como una polida pastora que se llame, como en latín, Caro. Enseño tener esta
pastora Caro tres hermanas menores, llamadas la primera Escuálida, la segunda Rutuba,
la tercera Felia, que significan concupiscencia carnis, concupiscencia oculorum y
concupiscencia superbia vitae, según Juan lo escribe en su canónica…”. Vemos, por
tanto, como Bartolomé Ponce presentaba a tres personajes simbólicos que remiten a las
tres concupiscencias de san Juan: la inclinación a los placeres sensuales, a los bienes y
riquezas del mundo, y al amor a uno mismo que conlleva al egoísmo.
Por el contrario, como decía líneas atrás, los protagonistas de Los Sirgueros se
presentan ante los lectores como personajes reales, de carne y hueso, alejados de
configuraciones alegóricas, aunque, como indica Barrera (s. f., pp. 19 – 21), sí que se
conserva la idealización propia del género. Así, vemos como los pastores dedican sus
ratos de ocio a cantar y a componer versos; además, sus saberes teológicos, en concreto
los de Anfriso y Marcilda, no son lo que se supondrían a pastores rústicos.
Sin embargo, Bramón modificará los dos ejes centrales sobre los que gira la acción en
las novelas pastoriles, con el fin de transformar la naturaleza profana en espiritual:
sustituirá el amor mundano por un amor de naturaleza espiritual; y, la mujer pastora, causa
y objeto del amor de los pastores, cederá su lugar a otra figura femenina, la cual se
convertirá en objeto de alabanzas: la Virgen María.
Barrera (s. f., pp. 19 – 21) indica que esta transformación de la base teórica supondrá
que un buen número de tópicos también sufran ciertos cambios. Así, mientras que los
protagonistas de, por ejemplo, la Diana dedicaban sus ratos de ocio a plantear largos
parlamentos teóricos sobre el amor pastoril, en Los Sirgueros de la Virgen estos coloquios
son sustituidos por discursos de naturaleza teológico, a excepción de un caso: el romance
entre Menandro y Arminda.
Antes de nada, cabría destacar el giro que realiza Bramón al comienzo de la novela,
en el que se nos narra cómo Anfriso ha grabado en la corteza de un árbol, al más puro
estilo del pastor enamorado, las siguientes iniciales: “A. M.”, iniciales que podrían remitir
a los nombres de Anfriso y Marcilda, sin embargo, nuestro protagonista desmentirá esto
de manera temprana: No [te amo] a ti, dijo Anfriso […] a quien yo amo tanto la amó un
rey por verla y verse en su traje, preso de amores de la divina Virgen…” (Trinidad, 2013,
p. 65).
Por tanto, el amor terrenal desaparecerá de Anfriso para instalarse, más adelante, en el
personaje de Menandro. Menandro quedará cautivado por la pastora Arminda, no
obstante, este será desdeñado en un comienzo: “No dieron muestra ni señal alguna las
recogidas zagalas, salteadas en ocasión dichosa de los dos nuevos amigos, Anfriso y
Menandro, que el ofrecimiento aceptaban; antes más suspensas consigo mismas, cada
cual confería el trance en que se hallaban, y con silencio, casi, respondían, desdeñando a
Menandro, cuando él más rendido se juzgaba” (Trinidad, 2013, p. 132).
A pesar de este primer inconveniente la subtrama amorosa entre ambos pastores se irá
desarrollando paulatinamente a lo largo de la novela hasta que al término de esta
Menandro y Arminda se prometan “una voluntad y amor recíproco”. Destacable es, en
última instancia, el hecho de que las iniciales de Arminda y Menandro coincidan con “A.”
y “M.”; así como la oposición entre el amor terrenal originado entre Arminda y Menandro
y el amor celestial que Anfriso y Marcilda proyectan hacia la Virgen Inmaculada,
reflejando así una dicotomía entre Tierra y Cielo.
CONCLUSIÓN
Personalmente, destaco el desdoblamiento que Bramón realiza sobre su personaje
Anfriso a lo largo de toda la novela, ya que, lejos de ser algo anecdótico, la ingente
cantidad de referencias biográficas que encontramos suponen una constante de verdadero
interés, no solo por los datos biográficos que arroja, sino también por el reflejo que
suponen del pensamiento del autor acerca de diversos temas como la poesía, la envidia,
la pervivencia de las obras o la necesidad de reafirmar la literatura transatlántica. Todos
estos temas diseminados de tal manera por la novela que podrían suponer para un lector
actual todo un descanso entre los continuos discursos cargados de moral, doctrina y
veneración mariana.
BIBLIOGRAFÍA

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