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“La ternerita guerrera”

(cuento)

Había una vez en la comunidad de Chalapampa Alto Distrito de Bambamarca


Provincia Hualgayoc, una pareja de esposos muy jovencitos: Robertina y Atilano.
Ambos eran muy pobres y tenían una sola vaquita que le daban de comer la sobra
de los alimentos de ellos porque no tenían terreno; después de un largo tiempo
apareció preñada, luego parió una ternerita de color mulata, apenas cayó al suelo
mugió con fuerza. La ternerita aprendió a seguir a su dueño, como un perrito iba
por su tras a toda parte. Ningunos caminaban solos, ambos se iban juntos
siempre; el becerro olvidaba su madre, solamente iba para mamar. A penas
Atilano salía de su casa, el becerro lo seguía, ambos iban muy alegres jugando.

Un día domingo Atilano fue por Oxapampa a traer leña en su caballo canelo. El
becerro lo acompañó. El señor se puso a juntar su leña de una ladera, enteró una
carga, lo puso a su caballo y se fue a su casa. No se acordó de llamar a la
ternerita, porque ella se había quedado comiendo en una chacra de avena.
Mientras ella comía salió una vaca negra de una laguna y empezaron a pelear. La
vaca dijo al becerro:

- ¡Ahora tienes que pelear conmigo!, tenemos que saber ¿quién tiene más
poder?, si tú me vences te salvarás y si te gano, te arrastraré al fondo de la
laguna
- La ternerita contestó: ¡ahora mismo no! Tendré que ir a mi casa y pedir
permiso a mi dueño para que me despida de él. Mañana temprano
pelearemos.
- Bien. Dijo la vaca negra. Saldré bien temprano y si no te encuentro a esa hora,
iré a buscarte hasta tu casa para traerte a ti y a tu dueño.
Cuando Atilano llegó a su casa, su esposa le preguntó:

- ¿Dónde está nuestra ternerita?


- ¿Dónde lo has dejado?
- De repente lo has vendido para que con esa plata tomes, compres tu coca en
las fiestas, porque tú eres capás de todo. Ahora mismo me lo traes mi
becerrita.
En ese momento el señor recién se dio cuenta que su becerrita no lo había
seguido por su tras. Salió de su casa y se fue a buscarlo. Lo encontró viniendo por
el Uñigán mugiendo de cada un momento. Atilano muy enojado le dijo:

- ¿Dónde te has quedado?


- ¡Tu dueña me ha reprendido por tu culpa, hasta me acusado que te he
vendido!
La ternerita contestó:

- ¿Por qué me llevaste?, ¡no sé qué va a suceder por después!, hasta ahora
nomás caminaremos juntos, creo que me vas a perder, ya no nos vamos a
volver a ver nunca.
Atilano preguntó: ¿Por qué?, ¿Cuál es la causa?, ¿Qué pasó? Cuéntame, por
favor.

- Me he encontrado con la más poderosa y mañana temprano tengo que ir a


luchar con ella, aunque yo no tengo fuerzas como ella, pero ahí estaré para
enfrentarme. Ella tiene mucha fuerza. Me ha de hundir en la laguna y ya no
saldré nunca más. Dijo la becerrita.
Al oir esto, el señor Atilano lloró. Cuando llegaron a su casa, contó a su esposa lo
que le iba a suceder a su ternerita y ambos lloraron. De tanto llorar se quedaron
dormidos. Al amanecer, la becerrita les dijo a sus dueños: ¡Ya me voy! Ahí se
quedan juntos. Hasta nuuuncaaa. El señor, al oir esto, salió llorando, corriendo y
se abrazó de su cuello de la becerrita, suplicándole que no se vaya, que no les
deje solos porque lo van a extrañar mucho.

- La becerrita le contestó: No, mi dueño, sería peor si no voy, me vencería más


pronto. Anda arriba al cerro, desde ahí me miras cuando me enfrento a mi
rival. No me atajes más, me hago tarde, mira el sol ya está saliendo, me hago
tarde.
Entonces ya no puedo hacer nada, dijo el señor Atilano y se quedó muy triste en el
cruce de Chalapampa y Uñigán. La becerrita se fue mugiendo, muy rápido.
El dueño subió al cerro, se sentó entre la paja para que la becerrita no lo vea.
Luego de una hora llegó la becerrita mugiendo bien fuerte, escarbaba el suelo y
echaba polvo al aire. Ahí estaba un buen momento sola. El agua de la laguna
empezó a moverse de un lado a otro, hasta que salió del fondo una vaca grade y
negra, escarbando la tierra, aventando polvo por todos los lados, se acercó a la
ternerita mulata, se saludaron y empezó la pelea.

Ya era medio día y seguían peleando, la ternerita luchaba hacia arriba, hacia
abajo, a un lado, al otro lado; su cuerpo se agitaba en la laguna, pero la vaca
negra lo empujaba y lo botaba lejos. La becerrita también lo empujaba hacia la
laguna, con todas sus fuerzas. Al final de tanto pelear, la vaca le dio un empujón a
la ternerita y lo botó hasta media laguna, luego la vaca se resbaló al agua, tras de
la ternerita. Ambas se perdieron en el agua. El señor Atilano lloró a gritos y
regresó a su casa, entró y se desvaneció. La señora Robertina también lloró junto
a él.

Al final, la pareja de esposos criaron a la vaca, madre de la ternerita mulata, con


mucho cuidado, arrendaban pasto de sus vecinos, lo pasteaban por las mañanas,
con la esperanza de que nuevamente pariera otra ternerita igual a la que
perdieron. Así los dueños pasaron el resto de su vida, llorando y bien tristes
porque su única vaquita que tenían, ya no podía tener más crías.

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