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(cuento)
Un día domingo Atilano fue por Oxapampa a traer leña en su caballo canelo. El
becerro lo acompañó. El señor se puso a juntar su leña de una ladera, enteró una
carga, lo puso a su caballo y se fue a su casa. No se acordó de llamar a la
ternerita, porque ella se había quedado comiendo en una chacra de avena.
Mientras ella comía salió una vaca negra de una laguna y empezaron a pelear. La
vaca dijo al becerro:
- ¡Ahora tienes que pelear conmigo!, tenemos que saber ¿quién tiene más
poder?, si tú me vences te salvarás y si te gano, te arrastraré al fondo de la
laguna
- La ternerita contestó: ¡ahora mismo no! Tendré que ir a mi casa y pedir
permiso a mi dueño para que me despida de él. Mañana temprano
pelearemos.
- Bien. Dijo la vaca negra. Saldré bien temprano y si no te encuentro a esa hora,
iré a buscarte hasta tu casa para traerte a ti y a tu dueño.
Cuando Atilano llegó a su casa, su esposa le preguntó:
- ¿Por qué me llevaste?, ¡no sé qué va a suceder por después!, hasta ahora
nomás caminaremos juntos, creo que me vas a perder, ya no nos vamos a
volver a ver nunca.
Atilano preguntó: ¿Por qué?, ¿Cuál es la causa?, ¿Qué pasó? Cuéntame, por
favor.
Ya era medio día y seguían peleando, la ternerita luchaba hacia arriba, hacia
abajo, a un lado, al otro lado; su cuerpo se agitaba en la laguna, pero la vaca
negra lo empujaba y lo botaba lejos. La becerrita también lo empujaba hacia la
laguna, con todas sus fuerzas. Al final de tanto pelear, la vaca le dio un empujón a
la ternerita y lo botó hasta media laguna, luego la vaca se resbaló al agua, tras de
la ternerita. Ambas se perdieron en el agua. El señor Atilano lloró a gritos y
regresó a su casa, entró y se desvaneció. La señora Robertina también lloró junto
a él.