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CAPÍTULO 4
En el contexto de la llamada “crisis” del modelo de las ciencias humanas y sociales que ocurrió
posteriormente a la guerra fría (los ´50 y los ´60), se observa una gran insatisfacción a propósito
del quehacer psicológico dirigido a las minorías.
En la coyuntura histórico política de América Latina, el clima de terror y la pérdida de los derechos
humanos básicos fueron las marcas indelebles del sistema dictatorial y configuraron un procesos
social que no podía ser simplemente negado. Pero aún así, la vida de las personas y su
sufrimiento conviven con la riqueza cultural de la población, que traía consigo, potencialmente,
muchas alternativas. En este escenario surgen los cuestionamientos sobre el compromiso social y
político de los intelectuales, provocando un movimiento emergente desde el corazón de la
psicología. Se pretendía construir una psicología que rompiese con la dualidad entre lo individual
y lo social, que eliminase la visión individualista y psicologizante, que propusiese trabajar con
grupos, que reflexionase sobre los asuntos y problemáticas de esos sectores, para potenciar las
comunidades a través de prácticas y saberes compartidos, de modo de ganar autonomía en la
cotidianeidad de las relaciones.
Podemos decir que este período histórico reunió condiciones objetivas para que emergiese una
nueva mirada psicológica que estuviese comprometida con la realidad cotidiana de la población
(acceso a la educación, a la cultura, a la vivienda, al ocio y a la salubridad, en relaciones más
dignas e igualitarias). Esta perspectiva teórica de la construcción psicosocial del hombre culmina
en una postura epistemológica diferente en términos de una nueva concepción de hombre y del
fenómeno psicológico. Se produce un enfrentamiento epistemológico entre el abordaje teórico
metodológico representado por la psicología comunitaria y la psicología tradicional, cuya postura
servía como instrumento de dominación.
Sobre la disciplina
La psicología no ha sido el único campo preocupado en buscar alternativas para mejorar las
condiciones de vida, la sociología y la educación también trabajaron en esa dirección,
comprometiéndose con la transformación social. Cedeño señala que los primeros trabajos
comunitarios se caracterizan por la realización de prácticas semiclandestinas o muy discretas, y
aisladas. Freitas señala dos vertientes principales como subsidiarias del campo de acción de las
prácticas psicosociales en comunidad: una proviene de la educación y la otra de las reflexiones
acontecidas en el campo sociológico.
El llamado “paradigma de la educación popular” puede ser considerado como una contundente
corriente de apoyo a los trabajos comunitarios, que engloba ideas políticas y filosóficas nacidas en
los ´50 y los ´60. En ese período , la educación popular se coloca al servicio de la sociedad y
busca un proceso de autoconcientización sobre los problemas que dificultan al ciudadano el libre
ejercicio de la ciudadanía, de forma colectiva y democrática. El arte surge como un aliado
importante del desarrollo de los trabajos comunitarios en nuestro continente, considerándolo una
expresión de la libertad, como potencia de idea y deseos.
Para Campos y Guareschi hay, en el siglo XX, tres demarcaciones importantes que contribuyeron
en la definición de la psicología social actual:
1- La psicología de las masas, nacida en Europa a comienzos del siglo XX, que surge como
respuesta a los movimientos sociales urbanos en las sociedades capitalistas modernas.
2- Aparece el modelo de la psicología de la opinión pública, que deriva de los cuestionamientos al
funcionamiento de las democracias modernas.
3- El modelo de la psicología social comunitaria, que se basa en el pluralismo cultural que se
impuso a finales del siglo XX.
Una parte considerable de la producción contemporánea de psicología social en América Latina
se desarrolló a partir de la década del noventa. Entre los aspectos más relevantes de esta
psicología social comunitaria latinoamericana, encontramos su carácter activo y constructor de
“influjos sociales”. Hay una reconocida influencia del construccionismo de Berger y Luckmann en
las concepciones relativas a la producción humana y las formas de constitución social de la
existencia. El campo de la psicología social comunitaria ha utilizado también la perspectiva crítica
y dialógica dirigida de la reflexión, revelando influencia del materialismo histórico y la Escuela de
Frankfurt. La necesidad de enfrentarse a una realidad política, cultural y social marcada por
conflictos, explotación, injusticia social, exclusión y miseria, definió las bases de la psicología
social comunitaria. A esto se suma la coyuntura política dictatorial en América Latina entre el ´60 y
el ´80.
Tomando como referencia las conceptualizaciones que se han brindado en este campo, se
observan varias formas de concebir la psicología social comunitaria (acá se citan palabras de
Montero, de Góis, de Serrano García, tres fantasmas que no vale la pena trasncribir, pero sí una
definición general que transcribo a continuación).
Desde una visión general, podemos decir que la psicología social comunitaria tiene lugar en un
campo de trabajo interdisciplinario, comprometido política y socialmente con el desarrollo de
saberes y prácticas que posibiliten el establecimiento de relaciones igualitarias y emancipatorias a
través de la dialógica.
Encuentro de saberes
Jovchelovitch presta especial atención a los saberes producidos en la vida cotidiana, presentando
tres dimensiones constitutivas de cualquier saber social: el significado, la comunidad y la cultura.
La participación puede ser comprendida como un fenómeno indicador de transformación
psicosocial. Según Montero, mediante ésta, el fenómeno del cual participamos pasa a ser
parcialmente nuestro, generándose una relación peculiar entre el fenómeno y el sujeto
(transformándose ambos mutuamente). El nivel de participación entre los miembros de la
comunidad dependerá del grado de identificación y compromiso que las personas establezcan
con determinado proyecto.
Para que la intervención psicosocial tenga lugar, se debe reconocer la dinámica y heterogeneidad
social, promover una descentralización de recursos y necesidades de la comunidad, planear la
participación de organismos públicos y privados, y trabajar no solamente en el ámbito local, sino
también contemplando lo global. El proceso de inserción del psicólogo en la comunidad depende
de contactos, agentes intermediarios, de las relaciones de confianza y negociación de los
espacios. El proceso continuo de interacciones incluye entrevistas, conversaciones informales,
visitas, registros, documentación, encuentros. El psicólogo comienza con grandes incertidumbres
y desafíos y poco a poco visualiza el potencial de la comunidad.