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Facultad de Humanidades

Departamento de Lingüística y Literatura


Pedagogía en Castellano
Letras Coloniales

El rol del trabajo como elemento civilizador


en Historia natural y civil de Chile y El lazarillo de ciegos caminantes

Hernán Morales Cruz Sección 1

INTRODUCCIÓN

En este ensayo veremos cómo el trabajo es entendido, por los europeos, como un elemento de
desarrollo civilizador de los indígenas americanos durante el periodo de la colonia, pues los obliga a
participar de la actividad comercial, elemento fundamental de la civilización. Para comprender esta
hipótesis, primero veremos cómo se entiende el concepto de progreso, específicamente durante la
modernidad, qué relación tiene con el ejercicio de civilización y cómo esto afecta las estructuras de
poder económicas que se construyen a partir de la colonización europea de América, para luego
relacionar estos elementos con las idea del comercio presente en los textos Historia natural y civil de
Chile, del abate Juan Ignacio Molina, y El lazarillo de ciegos caminantes, de Alonso Carrió de la
Vandera, y cómo el trabajo forzado se presenta como una solución para integrar a los indígenas en este
modelo de desarrollo humano.

RELACIÓN ENTRE PROGRESO, CIVILIZACIÓN Y ECONOMÍA

El concepto de progreso ha estado presente en Europa, con distintos matices, desde la antigüedad
griega, y se puede entender como un proceso evolutivo de la humanidad, de carácter lineal y
ascendente (Nisbet, 1986) que, a partir de la modernidad, comprende la idea de una mejora continua,
perfectible y necesaria de todos los aspectos correspondientes a la condición humana (Rivas, 2008).
Así, esta perspectiva de la humanidad llega a América junto con los colonizadores y se desarrolla en
relación al proceso de conquista, tanto del territorio americano como de sus habitantes colonizados. En
este, el europeo toma una posición etnocentrista en relación a la perspectiva temporal de la historia, en
la que la cultura europea es percibida como el punto cúlmine de la civilización (Quijano, 2000), la cual
fue entendida como un “proceso histórico que desde los tiempos salvajes y bárbaros, en un desarrollo
continuo, llega a su esplendor en el Siglo de las Luces” (Escobar, 1984, p.104), es decir, como el
proceso por el cual se alcanza el progreso.
Según Quijano, en Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina (2000), esta comprensión
eurocentrista del desarrollo humano nace a partir de la colonización de América, pues es este
acontecimiento el que originó dos elementos fundamentales en la construcción de la idea de Europa
como el centro del mundo civilizado: la raza y el capitalismo. Con respecto a la raza, es el instrumento
principal de clasificación social que le permite al europeo legitimizar su dominio sobre los americanos,
pues estas identidades sociales (blanco, negro, indígena, etc.) son construidas en un contexto de
dominación y se ven permeadas por el mismo. En cuanto al capitalismo, se conforma a partir del
control de la remuneración del trabajo y el mercado mundial, pues produce un nuevo patrón de poder
en el que el europeo, en su condición de raza civilizada dominante, es él único que merece un trabajo
asalariado y administrativo, mientras que otras razas, inferiores dentro del ideario eurocentrista, o son
destinadas a la servidumbre, como es el caso de los indígenas, o a la esclavitud, como sucede con los
negros, sin que ninguno de estos grupos reciban remuneración por su trabajo. Esto, permite al europeo
crear un mercado mundial en el que Europa es el centro del desarrollo económico global, pues obtiene
la mercancía y todas las ganancias de un trabajo poco o no remunerado.
Así, con estos antecedentes, es posible comprender que el desarrollo económico es considerado, por los
europeos, como un elemento fundamental para alcanzar el desarrollo de civil de la humanidad,
especialmente dentro del contexto de la colonización americana, pues hay una directa relación entre la
idea de la superioridad racial de los europeos con respecto al resto del mundo y su dominio de la
economía a escala global.

EL COMERCIO COMO RASGO DE CIVILIZACIÓN

En Historia natural y civil de Chile, del Abate Juan Ignacio Molina, se propone, siguiendo los
postulados de Adam Smith, que el progreso civil del hombre consta de cuatro etapas o periodos, cada
uno más avanzado que el anterior: cazadores, pastores, agricultores y comerciantes (Molina, 1978,
p.93). A partir de esta primera observación, es posible percibir una perspectiva en la que,
implícitamente, se nos presenta la superioridad del europeo por sobre el indígena americano pues, bajo
esta mirada, al momento de la primera interacción entre españoles y chilenos, estos últimos se
encontraban en la tercera etapa de la civilización, la de la agricultura, factor que, según el mismo autor,
los situaría en un estadio intermedio entre lo salvaje y lo civil, que denomina como barbarie. Así,
comenta que “estaban ellos todavía aislados, no tenían aquellas mercantiles correspondencias con los
extranjeros, que son las solas guías del repulimiento de los pueblos” (Molina, 1978, p.104), situación
que mantendría a los chilenos en un estado de inercia en cuando al desarrollo de su civilización.
Asimismo, Alonso Carrió de la Vandera, en El lazarillo de ciegos caminantes, comenta que, si los
indios se preocupasen de trabajar sus tierras y minas lo suficiente como para sacarles provecho
económico, los españoles estarían felices, pues podrían relacionarse de manera comercial con ellos,
pero los indígenas no están interesados en trabajar más de lo necesario para subsistir y no crean
relaciones comerciales con los europeos, pues “no se ve que compra ninguno de ellos valor de un real a
español alguno” (Carrió de la Vandera, 1985, p.172). Entonces, bajo la misma lógica de la concepción
del comercio como punto cúlmine del desarrollo civil humano, se nos presenta a los indígenas como un
grupo que, a pesar de tener la oportunidad de alcanzar este nivel superior del progreso, decide
deliberadamente no llegar a él.

EL TRABAJO COMO SOLUCIÓN

Ambos autores presentan un problema basal en el poco desarrollo en el ámbito comercial de los indios
americanos: la desidia. Para el abate, la pereza se presenta como uno de los vicios propios de los
chilenos, junto con la embriaguez, la presunción y la altanería, características que les impiden dejar el
“estado de vida semi-salvaje que tienen hasta ahora, sin cultura y sin letras” (Molina, 1978, p.111).
Igualmente, Carrió de la Vandera comenta que, únicamente gracias a los instrumentos que los españoles
entregan a los indios, estos logran sobrevivir, pues según el autor, tienen un “genio desidioso e
inclinado solamente a la embriaguez” (Carrió de la Vandera, 1985, p.161).
Como solución a este problema, especialmente en El lazarillo de ciegos caminantes, se presenta al
trabajo forzado, específicamente mediante el repartimiento y el obraje, como única herramienta que le
permite a los indígenas participar de la actividad comercial y ser parte del desarrollo de la civilización
humana. Estas instituciones consistían en el trabajo de carácter obligatorio que se imponía a los
indígenas por un periodo limitado, con pago de sueldo y que, particularmente en el obraje, incluía
alimentación.
Mediante estas instituciones coloniales, el español obtenía beneficios económicos a partir del trabajo
forzado de un grupo humano considerado inferior por naturaleza dentro de la concepción racial que se
tenía de la humanidad y, como consecuencia, asociaba este control del trabajo al control de un grupo de
gente delimitado por sus orígenes raciales, lo que le permitía incorporar a estas regiones a un sistema-
mundo que constituía un patrón de poder en el que el europeo estaba en el más alto eslabón de la
civilización (Quijano, 2000). Por lo tanto, este tipo de trabajo implicaba, necesariamente, la inclusión
del indígena en un ordenamiento de mundo en el que el desarrollo económico era parte constitutiva de
lo que se comprendía como civilización y en el que el europeo tenía la facultad integrar al resto de las
razas humanas en él.

CONCLUSIÓN

A partir de la lectura de la Historia natural y civil de Chile, de Juan Ignacio Molina, y de El lazarillo
de ciegos caminantes, de Alonso Carrió de la Vandera, es posible observar que, desde la perspectiva del
europeo, el desarrollo comercial es fundamental para alcanzar el más alto nivel de civilización,
comprendiendo que este forma parte de una perspectiva eurocéntrica del progreso humano como una
mejora lineal y ascendente de la humanidad, que tiene a Europa como el más alto escalafón de
desarrollo. Desde esta perspectiva, el indígena americano es considerado como una raza que no está
dispuesta, por naturaleza, a trabajar con el objetivo de obtener un beneficio comercial a partir de su
labor, por lo que, para lograr que sea parte de esta evolución, el español considera que es necesario
insertarlo, voluntaria o forzosamente, en el desarrollo económico de la colonia mediante el trabajo en
instituciones como el repartimiento o el obraje, lo que le permite aprovecharse del producto del trabajo
indígena y, al mismo tiempo, introducirlo en el modelo social y económico mundial que considera al
hombre europeo como una raza naturalmente superior a la americana.
Referencias

Carrió de la Vandera, A. (1985). El lazarillo de ciegos caminantes. Biblioteca Ayacucho.

Escobar, J. (1984). Más sobre los orígenes de civilizar y civilización en la España del siglo

XVIII. Nueva Revista de Filología Hispánica, 33(1), 88-114.

Molina, J. (1978). Historia Natural y Civil de Chile. Editorial Universitaria

Nisbet, R. (1986). La idea de progreso. Libertas, 5.

Rivas, R. (2008). Una relectura de la idea de progreso a partir de la ética del discurso.

Andamios, 4(8), 61-79.

Quijano, A. (2000). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En CLACSO,

Cuestiones y horizontes: de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del

poder (pp.777-832). Editorial CLACSO.

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