Está en la página 1de 4

Los siete perfiles (conyugales) son: igualitario, romántico, parental,

infantil, racional, camarada y paralelo.

Igualitario:
Refleja la emergente filosofía contemporánea con respecto al
individualismo, la conservación de la propia personalidad dentro de una
relación de coparticipación, y la igualdad entre los sexos.
La persona que interactúa como cónyuge igualitario busca una relación
basada en la igualdad de ambos esposos, la desee o no su compañero.
Espera que los dos tendrán los mismos derechos, privilegios y
obligaciones, sin ninguna cláusula de doble norma, cubierta o encubierta.
Espera que él y su compañero serán personas completas por derecho
propio, bastante autónomas en sus trabajos y amistades, pero sensibles a las
necesidades del compañero y emocionalmente interdependientes con
relación a él. En consecuencia, cada cual respetará la individualidad del
otro, incluyendo sus debilidades y falencias.
El cónyuge igualitario tiene que ser razonablemente capaz de aceptar y
tolerar una relación de paridad madura, no rivalizar demasiado con el
compañero, y comprender y respetar las diferencias sexuales para que no
sean utilizadas en desmedro de uno u otro esposo. Debe carecer
relativamente del ansia urgente de satisfacer sus necesidades infantiles, y
ser consciente de que su derecho a ser amado no puede depender de la
eficacia con que satisfaga las del compañero. Empero, al mismo tiempo
debe ser capaz de convertirse, a veces, en un niño y dejarse cuidar, o de ser
un padre o madre para el compañero en caso necesario.

Romántico:
El cónyuge romántico interactúa como tal aunque no posea una ideología
romántica. Se comporta como si quisiera y esperara que su compañero sea
su “bienamado del alma” y que juntos formen una sola entidad; se
comporta como si fuera una persona incompleta que sólo pudiera adquirir
plenitud al lado de su compañero.
Como cree que sólo puede ser feliz y funcionar en forma óptima
relacionándose con otro romántico, se vuelve vulnerable cuando su
cónyuge se niega a desempeñar ese papel, e insiste en tratar de hacer de él
un romántico. Con frecuencia, esto se transforma en su principal juego en
común: el romántico empuja y prueba y el otro se resiste estimulándolo
apenas lo suficiente como para que siga el juego.
Este juego se convierte, asimismo, en vehículo de sus quejas recíprocas: el
romántico dice que su esposo “no es sensible, amante, etc”, y el otro
protesta porque “vive aferrándose a mí y planteándome exigencias, siempre
quiere estar conmigo, siempre quiere poner a prueba mi amor”.
El romántico busca satisfacer su aspiración infantil a ser el único objeto del
amor, adoración y apoyo de su madre o padre, necesidad frecuentemente
enraizada en la situación edípica y en el deseo de tener derechos exclusivos
a los servicios y el afecto del progenitor del sexo opuesto.
Dado que sobrevalora mucho a su compañero y se siente incompleto sin él,
tiene a ser muy celoso y a proteger sobremanera su relación.

Parental:
Este cónyuge puede considerarse un amo (que es, esencialmente, un
progenitor dominante y autoritario extrapolado al extremo); entre el
progenitor y el amo están el cónyuge/maestro y el cónyuge/preceptor o
profesor que se relacionan con el compañero como si este fuera un niño. En
la línea que va del cónyuge “progenitor bueno” al cónyuge/amo hay
numerosas variaciones y modificaciones posibles, que se adaptan a las
necesidades individuales; entre ellas el cónyuge “salvador” que representa
una forma particular, y a menudo pasajera, del cónyuge parental.

Infantil:
manifiesta predisposición a interactuar como un niño y reacciona con
hostilidad si su compañero desea hacerlo; también es posible que lo
manipule colocándolo en el rol parental. En materia de interacción, busca
que lo cuiden, protejan, corrijan y guíen; a cambio de esto, le ofrece al
cónyuge parental el derecho a sentirse más adulto y necesario, a que
apuntalen su sistema de defensa. Además, el “niño” puede alegrar y
complacer a su “progenitor” de muchas maneras.
…el cónyuge infantil se transforma a menudo en el verdadero dueño del
poder.
Racional:
este tipo de cónyuge se niega a admitir que las emociones puedan influir en
su conducta, y trata de establecer una relación marital razonada, lógica y
bien ordenada, delineando con claridad las obligaciones y
responsabilidades mutuas. Él cumple las suyas y no logra comprender por
qué su compañero no hace lo mismo. Si este falla en la ejecución de una
tarea o la asunción de una responsabilidad, es posible que reaccione
dándole explicaciones lógicas y pacientes. Si el otro no se corrige puede
llegar a la exasperación. Su lógica implacable suele confundir al
compañero, provocándole reacciones violentas. No es habitual que el
cónyuge racional manifieste afecto o pasión de manera muy abierta, aunque
es capaz de amar profundamente y experimentar una sensación de
doloroso vacío si pierde al ser amado. Tiende a ser “parco” al encarar
cuestiones relacionadas con su vida conyugal. Es pragmático, realista,
comprende las reglas del sistema y tiene una tendencia inherente a vivir de
acuerdo con ellas; rara vez crea reglas nuevas o cambia las existentes. En
cuestiones fácticas, supone que su opinión es correcta; en las referentes a
gustos, estilos y cultura, se aviene a menudo a lo que decida el compañero.

Camarada:
este tipo de cónyuge actúa, más que nada, para evitar la soledad; por lo
común, es capaz de aceptar el trato íntimo. No espera recibir amor, pero sí
busca bondad y cuidado creyéndose dispuesto a retribuirlos, quizá con el
agregado de una seguridad económica. Esencialmente busca un camarada
con quien compartir la vida diaria; no aspira a un amor romántico (aunque
pueda desearlo profundamente) y acepta de buena gana las transacciones
exigidas por la vida conyugal. Algunos pueden clasificarse como
“románticos apagados”.

Paralelo:
es el tipo de cónyuge que interactúa evitando una relación íntimamente
compartida. Por más que asegure lo contrario, quiere que el compañero
respete su distanciamiento emocional y su independencia.
Desea todos los accesorios convencionales del matrimonio, incluyendo la
casa, los hijos, el perro, las pantuflas y el lavarropas, pero no quiere
mantener un trato íntimo. Prefiere dormir en camas o dormitorios
separados, y hasta vivir en lugares distintos.
Su contrato matrimonial está basado en el miedo a perder su integridad
como individuo, a ser dominado, y se resiste a cualquier clase de fusión.

También podría gustarte