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Uso de azitromicina para tratar Covid-19: una visión crítica

ARTÍCULO DE REVISIÓN

VANZELER, Maria Luzinete Alves [1], DIAS, Fernanda Ferreira [2], ANDRADE, Fabiula [3], SOARES,
[4] [5] [6]
Iris Alvina Guarim , SÁVIO, Keithiany Caroline dos Santos , GONÇALVES, Laís Santana ,
[7]
PAES, Melissa Ramos Santos

VANZELER, Maria Luzinete Alves. Et al. Uso de azitromicina para tratar Covid-19: una visión
crítica. Revista Científica Multidisciplinar Núcleo do Conhecimento. Año 06, Ed. 04, Vol. 09,
pp. 05-21. Abril de 2021. ISSN: 2448-0959, Enlace de acceso:
https://www.nucleodoconhecimento.com.br/salud/uso-de-azitromicina

Contents

RESUMEN
1. INTRODUCCIÓN
2. METODOLOGÍA
3. DESARROLLO
3.1 HISTORIA Y EMPLEO TERAPÉUTICO
3.2 FARMACOLOGÍA
4. POSICIONAMIENTO DE ENTIDADES MÉDICAS NACIONALES E INTERNACIONALES
5. POSIBLES EFECTOS SECUNDARIOS DE AZT EN EL TRATAMIENTO DE COVID-19
6. CONSIDERACIONES FINALES
REFERENCIAS

RESUMEN

Este artículo tiene como objetivo comprender las propiedades farmacológicas de AZT y
analizar posibles razones de su uso en el tratamiento de COVID-19 solo o asociado con
cloroquina (CQ) o hidroxicloroquina (HCQ). Para ello, se llevó a cabo una investigación
bibliográfica en las siguientes bases de datos: Scientific Electronic Library Online (SciELO), Us
National Library of Medicine (PUBMED) y ScienceDirect. En el estudio se recopilaron datos
sobre farmacología de la Azitromicina (AZT), su historia, sus usos, destacando la
investigación realizada en 2020 con este fármaco para el tratamiento del COVID-19. Cabe

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señalar que AZT es un antibiótico de la subclase de macrólido con uso farmacoterapéutico


variado, especialmente en el tratamiento de infecciones bacterianas, respiratorias,
genitourinarias y entéricas. Durante la pandemia SARS-COV-2, azt asociado a HCQ fue
considerado para el tratamiento de la enfermedad debido a sus resultados in vitro. Hubo
mucho debate sobre el uso de la combinación de estos fármacos e incluso antes de que se
publicaran los resultados de los estudios clínicos, el Ministerio de Salud ya ha hecho
recomendaciones sobre el uso de estos medicamentos para tratar covid-19. Las
organizaciones sanitarias nacionales e internacionales fueron más cautelosas y destacaron la
falta de pruebas científicas para este uso. La información recopilada en esta revisión de la
literatura sugiere que la administración de AZT o AZT asociada con HCQ o CQ no fue eficaz
en el tratamiento de pacientes con COVID-19 para casos leves y moderados o graves.

Palabras clave: Azitromicina, Utilización, COVID-19, Farmacología.

1. INTRODUCCIÓN

La azitromicina (AZT) es un antibiótico de la subclase de macrólido con un uso


farmacoterapéutico variado, especialmente en el tratamiento de infecciones bacterianas,
respiratorias, genitourinarias y entéricas. Su nombre químico es 9-deoxy-9a-aza-9a-metil-9a-
homoeritromicina A, tiene un peso molecular de 749,0 y se obtiene de la adición de un átomo
de nitrógeno en el anillo lactal de la eritromicina A, distinguiéndose de él por su espectro de
acción más amplio, mayor vida media, buena tolerancia oral y baja toxicidad (ASTRO, 2015;
MATZNELLER et al., 2013).

El rendimiento principal de AZT es bacteriostático, es decir, actúa para prevenir la


multiplicación de la bacteria. Sin embargo, algunos estudios indican que, además de la
actividad antimicrobiana, los macrólidos tienen propiedades antiinflamatorias y antivirales,
estando entre los fármacos de acción inmunomoduladora en diversas enfermedades
respiratorias (JOHNSTON, 2006).

Durante la pandemia Covid-19, AZT se convirtió en objeto de discusiones sobre su uso,


especialmente cuando se asocia con hidroxicloroquina (HCQ), para el tratamiento del SARS-
CoV-2. AZT ganó gran protagonismo después de la publicación de un estudio francés

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“Hydroxychloroquine and azithromycin as a treatment of COVID-19: results of an open-label


non-randomized clinical trial” por Gautret et al., (2020), incluso con duras críticas, que
incluyeron el efecto de poner a cero la carga viral de los pacientes afectados por la
enfermedad a través del uso combinado de estos fármacos. Desde entonces, las instituciones
de salud comenzaron a utilizar estos medicamentos en ensayos clínicos con pacientes
afectados por COVID-19, incluyendo en Brasil (BRASIL, 2020a).

Las decisiones a favor de la aceptación terapéutica de AZT para la lucha contra el SRAS-
CoV-2 se basaron en estudios in vitro como los de Poschet et al., (2020). Aunque han
mostrado buenos resultados para reducir la carga viral, varios estudios clínicos recientes no
han demostrado esta eficacia, y su uso en enfermedades respiratorias como el COVID-19,
con la intención de lograr una acción inmunomoduladora, sigue siendo controvertido
(CAVALCANTI et al, 2020; ROSENBERG et al, 2020; MAGAGNOLI et al, 2020)

Además, AZT generalmente tiene efectos secundarios de intensidad leve a moderada. Sin
embargo, algunos estudios apuntan a posibles efectos cardiovasculares, ya que los
antibióticos de macrólido prolongan el intervalo QT, que puede causar trastornos en la
ritmicidad cardíaca (ASTRO, 2015). Además, Este medicamento también puede tener efectos
hepatotóxicos, por lo tanto, el uso de este medicamento debe ser bien considerado,
especialmente en el tratamiento de COVID-19 (OLRY et al, 2020). En este sentido, el objetivo
de este artículo era realizar un estudio descriptivo en el que se buscara información sobre las
propiedades farmacológicas de AZT, como el uso terapéutico, la eficacia y los efectos
secundarios, así como aclarar las razones de su uso en el tratamiento y/o prevención del
COVID-19 tanto como un solo fármaco, como en asociación con CQ o HCQ.

2. METODOLOGÍA

Con el fin de comprender las propiedades farmacológicas de AZT, y analizar las posibles


razones de su uso en el tratamiento de Covid-19, se llevó a cabo una revisión de las
publicaciones sanitarias a través de la investigación en la Scientific Electronic Library Online
(SciELO), la National Library of Medicine (PUBMED) y la base de datos ScienceDirect. Para la
búsqueda, se utilizaron los siguientes descriptores: “Azithromycin“, “Utilization” “COVID-19”
y “pharmacology” y sus respectivos en portugués. El período de investigación fue de 1997 a

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2021, este período de tiempo fue operado debido al hecho de que este estudio también tiene
como objetivo entender las propiedades ya conocidas de la azitromicina, sin embargo, la
gran mayoría de los artículos utilizados son de períodos recientes, ya que, durante la
pandemia, muchos estudios sobre el tema se han llevado a cabo desde la fecha la gran
mayoría de la población mundial aún no ha recibido la vacuna y la búsqueda de un
tratamiento eficaz sigue siendo necesaria. Además, se aplicaron filtros lingüísticos para
obtener únicamente publicaciones en portugués, inglés y español.

Para la construcción de la obra actual, la selección de artículos se llevó a cabo en tres etapas.
En la primera, se seleccionaron 833 publicaciones de la identificación de descriptores de
sujeto, ya mencionadas anteriormente; en el segundo, se realizaron títulos y resúmenes del
material encontrado y la selección de lo que estaba de acuerdo con la finalidad de la obra; en
el tercero, se realizó un preanálisis, con la lectura de los artículos seleccionados, y finalmente
se utilizaron 52 referencias.

3. DESARROLLO

3.1 HISTORIA Y EMPLEO TERAPÉUTICO

AZT es el primer antibiótico de la subclase de macrólido, derivado de la eritromicina, que


difiere de él por la adición de un átomo de nitrógeno en el anillo lactónico de la eritromicina
(ASTRO, 2015). Esta modificación mejoró la estabilidad en la penetración del medio ácido y
del tejido y amplió el espectro de actividad y proporcionó una vida media de tejido
prolongado que permite la reducción de dosis durante el tratamiento, siendo un antibiótico
con uso farmacoterapéutico variado, principalmente en el tratamiento de infecciones
bacterianas respiratorias, entéricas y genitourinarias (BAKHEIT et al, 2014).

La rápida propagación de la enfermedad causada por el nuevo coronavirus llamado SARS-


CoV-2 (síndrome agudo de coronavirus respiratorio grave 2) entre países y comunidades,
resultante de una alta transmisibilidad viral, asociada a la falta de vacunas y antivirales
específicos eficaces para la prevención y el tratamiento de la enfermedad, hace que las
intervenciones no farmacológicas sean las opciones más eficientes para la mitigación y el

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control del COVID-19 a nivel local y mundial.

En este contexto, el 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó


la pandemia COVID-19, cuando la epidemia, que comenzó en China, ya estaba presente en
más de 100 países, alcanzando el nivel de 1.940.352 muertes en todo el mundo en enero de
2021 (WHO, 2021).

En vista del creciente número de infectados y muertes debidas a complicaciones de la


enfermedad, algunos medicamentos han sido probados, con énfasis en el uso de AZT en el
tratamiento de pacientes, siendo el objetivo de numerosos estudios sobre su uso.

En este sentido, es importante mencionar que el reposicionamiento de fármacos antiguos ya


utilizados para el tratamiento antiviral es una buena estrategia, ya que ya se conocen los
efectos secundarios, la dosis, las interacciones con otros fármacos y el perfil de seguridad
(GAUTRET et al, 2020). Por lo tanto, algunos estudios han sugerido un efecto sinérgico de la
combinación de HCQ y AZT, principalmente porque se ha demostrado que este macroluro
está activo in vitro contra el zika y los virus del Ébola, además de prevenir infecciones graves
de las vías respiratorias cuando se administra a pacientes que sufren de infección viral
(GAUTRET et al, 2020), así como se ha utilizado un régimen de combinación de AZT con
cloroquina (CQ) en el tratamiento de la malaria en casos de resistencia al cloroquina , y
también se ha notificado una sinergia de este efecto in vitro (COOK et al, 2006).

AZT actúa predominantemente como bacteriostático, evitando la multiplicación del


microorganismo. Sin embargo, durante la pandemia COVID-19, ha sido objeto de numerosos
debates y controversias, especialmente en la hipótesis de su uso asociado con HCQ debido a
los efectos antivirales detectados in vitro (CAVALCANTI et al., 2020).

Principalmente, AZT está indicado para el tratamiento de infecciones de las vías respiratorias
inferiores, incluyendo bronquitis y neumonía, infecciones de piel y tejidos blandos, otitis
media aguda, infecciones de las vías respiratorias superiores, incluyendo sinusitis y faringitis/
amigdalitis (ASTRO, 2015).

También se utiliza en fiebre tifoidea leve o moderada debido a organismos multibacterianos


resistentes en el tratamiento o profilaxis de la infección por Mycobacterium avium-

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intracellulare en pacientes con SIDA (BAKHEIT et al, 2014), además de la uretraitis no


gonocócica no tonocócica no acompañada presumiblemente causada por C. trachomatis y en
la prevención de la endocarditis bacteriana en pacientes sometidos a procedimientos
dentales que tienen un alto riesgo de endocarditis, tos ferina, infecciones micobacterianas,
para pacientes alérgicos a agentes β-lactam (JOINT FORMULARY COMMITTEE, 2009; MORENO
et al, 2009).

En las enfermedades de transmisión sexual en hombres y mujeres, especialmente durante el


embarazo, cuando los tallos de tetraciclina están contraindicados, AZT se ha utilizado en
infecciones genitales sin complicaciones debido a Chlamydia trachomatis y Neisseria
gonorrhoeae, tratamiento oncológico debido a Haemophilus ducreyi y granuloma inguinal o
venereal linforuloma (ASTRO, 2015; BAKHEIT et al, 2014; MORENO et al, 2009). AZT también
se ha estudiado para el tratamiento de otras patologías además de sus efectos
antimicrobianos, muchos todavía están en la fase de estudio, pero se han observado
resultados positivos en el tratamiento de la gastroparesia y la disimilaridad gastrointestinal
(RANG y DALE, 2007; SWEETMAN, 2009), asma de aparición tardía (MOSHIREE et al, 2010),
malaria falciparum sin complicaciones, cuando se utiliza en combinación con artesunato o
quinina (CHINI et al, 2012), hiperplasia gingival, cuando se asocia con ciclosporina,
especialmente cuando se administra al principio del proceso (GÓMEZ et al, 1997).

La fibrosis quística con uso a largo plazo de AZT ha demostrado evidencia de una reducción
en la disminución de la función pulmonar y la tasa de exacerbación, probablemente al
detener el biofilm de crecimiento Pseudomonas aeruginosa (HURT y BILTON, 2012).Además,
se ha investigado el uso de AZT en la prevención de enfermedades cardíacas isquémicas,
basadas en un vínculo sugerido entre la aterosclerosis y la infección por chlamydophila
pneumoniae. Aunque los resultados preliminares de algunos estudios piloto han sido
prometedores, los estudios a largo plazo en un gran número de pacientes han sido
frustrantes, no han disminuido los eventos isquémicos, ni han proporcionado beneficios
clínicos (MORENO et al, 2009; NOEDL et al, 2006). AZT también se ha estudiado para el
tratamiento de COVID – 19, tanto por sus efectos antibióticos cuando los pacientes tienen
infección bacteriana, como por sus posibles efectos antivirales.

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3.2 FARMACOLOGÍA

En cuanto a las propiedades farmacocinéticas de AZT que incluyen absorción, distribución y


eliminación. Después de la administración oral en seres humanos, AZT se distribuye
ampliamente por todo el cuerpo, teniendo biodisponibilidad de aproximadamente 37%, y
puede tener su biodisponibilidad reducida en un 50% cuando se administra en forma de
cápsulas y después de una comida sustancial. El tiempo necesario para alcanzar picos de
concentración plasmática es de 2 a 3 horas (BAKHEIT et al, 2014; MORENO et al, 2009).

AZT tiene una distribución extensa en tejidos y altas concentraciones de medicamentos


dentro de las células (incluidos los fagocitos), lo que resulta en concentraciones mucho más
altas de fármacos en tejidos o secreciones en comparación con las concentraciones sueros
simultáneas. En los modelos animales experimentales, se liberan concentraciones más altas
de AZT durante la fagocitosis activa que por fagocitos no emitidos, lo que resulta en altas
concentraciones de AZT que se liberan a los sitios de infección (BAKHEIT et al, 2014;
MORENO et al, 2009; ASTRO, 2015).

Cuando se administra por vía oral, AZT se absorbe rápidamente y se distribuye ampliamente
por todo el cuerpo, con la excepción del cerebro y el líquido cefalorraquídeo (BAKHEIT et al,
2014; MORENO et al, 2009). Los niveles de AZT en los tejidos son hasta 50 veces la
concentración máxima observada en plasma, según estudios farmacocinéticos en humanos.
(YANG et al, 2009; ASTRO, 2015)

Los macrólidos, clase a la que pertenece AZT, expresan su actividad como antibióticos
uniéndose al RNAr 23S de la subunidad ribosomal 50S de microorganismos que bloquean la
síntesis de proteínas mediante la inhibición del paso de transpeptación/translocación (ASTRO,
2015; MATZNELLER et al, 2013). Las células son considerablemente más permeables a la
forma ionizada de la droga, lo que probablemente explica el aumento de la actividad
antimicrobiana en el pH alcalino.

Algunos estudios han señalado que, además de su actividad antimicrobiana para prevenir la
superinfección bacteriana, atenuando así una infección viral causada por el COV-2 del SRAS,
los macrólidos tienen propiedades antiinflamatorias y antivirales (JOHNSTON, 2006).

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En este sentido, en cuanto al mecanismo de acción antiviral, se observa la asociación


recurrente de AZT con HCQ debido a que actúan de forma similar, realizando la denominada
“interacción farmacológica”, que, en este caso, potencia la efecto de las drogas en combate
al COVID-19. Algunos estudios también afirman la superposición del modo de acción de AZT
en relación con HCQ. Los estudios afirman que estos medicamentos causan un cambio en el
pH dentro de los orgánulos intracelulares, especialmente en el aparato de Golgi. Así, la
disminución de la acidificación endosómica provoca una interferencia en la glicosilación del
receptor ACE2 con la proteína S del virus COV-2 del SARS, bloqueando la entrada y
diseminación viral (POSCHET et al, 2020).

Estudios anteriores han demostrado la acción de AZT contra virus que causan brotes
anteriores como el ébola y el zika (ANDRIANI et al, 2020; GAUTRET et al, 2020). Además, este
fármaco demostró eficacia en la prevención de la progresión a infecciones virales más graves
de las vías respiratorias (BACHARIER et al, 2015; GAUTRET et al, 2020). Esto es el resultado
de una regulación positiva del interferón (IFN) I e IFN III. (ANDREANI et al, 2020; LI, et al,
2019).

Aunque AZT in vitro tiene este potencial para reducir la carga viral de SARS COV-2, esta
característica no permanece en la práctica (GAUTRET et al, 2020; TOURET et al, 2020).
Estudios recientes en pacientes con COVID-19 indican que el uso de AZT con HCQ no causó
mejoras en el estado clínico (CAVALCANTI et al, 2020). Entre estos estudios se encuentran un
estudio de cohorte retrospectiva de 1.438 pacientes hospitalizados en el área metropolitana
de Nueva York con tratamiento que incluye AZT en un grupo, HCQ en otro y el tercero está
medicado por ambos fármacos asociados. Al final, se llegó a la conclusión de que ninguna de
las alternativas condujo a una mejora estadísticamente significativa en las imágenes de los
pacientes (ROSENBERG et al, 2020).

Otro estudio, realizado esta vez en diferentes centros médicos de Brasil, evaluó a 504
pacientes cuyas pruebas confirmaron la infección por SARS COV-2. En este grupo, el segundo
también se dividió en tres grupos, el primero fue el control, el segundo se medicaba sólo con
hidroxicloroquina y este último utilizaba el tratamiento hidroxicloroquina asociado con AZT y,
de nuevo, no se observó ninguna mejora en el estado clínico de los pacientes con el
medicamento en relación con el grupo placebo (CAVALCANTI et al, 2020). Por último, un
estudio relevante realizado en diferentes centros médicos de los Estados Unidos mostró que,

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además de no causar mejoras en el estado clínico de los pacientes, AZT y HCQ todavía tenían
poca o casi ninguna relevancia en la reducción del riesgo de ventilación mecánica de los
pacientes hospitalizados con COVID-19 (MAGAGNOLI et al, 2020).

Además, esta clase de fármacos se evalúa como fármacos inmunomoduladores en diversas


enfermedades respiratorias. La investigación afirma que sus efectos están relacionados con
el aumento de la secreción de citoquinas antiinflamatorias de la actividad de los neutrófilos
mediante la inhibición de su migración a sitios de inflamación, así como la inhibición de la
síntesis y secreción de citoquinas proinflamatorias (GOOD et al, 2012; ZAROGOULIDIS et al,
2012).

En este sentido, los estudios han demostrado que esta acción inmunomoduladora de AZT y
HCQ se produce durante la afectación celular, más específicamente en la inhibición de la
molécula ICAM1 y el desarrollo de citoquinas como interleukins (IL) – 6 e IL- 8 de rinovirus en
células de epitelio pulmonar (JANG et al, 2006). Además, pueden inhibir la desgranación de
los leucocitos, reducir la inflamación eosinofílica, activar la fagocitosis de los macrófagos y
aumentar el transporte mucociliario, disminuyendo la producción de moco in vivo e in vitro
(BARKER et al, 2015; BEIGELMAN et al, 2009; GOOD et al, 2012; ZAROGOULIDIS et al, 2012).
Aunque hay muchos estudios relacionados con el tema, la indicación de AZT para lograr tales
acciones inmunomoduladoras en respuesta a las infecciones por SARS COV-2 sigue siendo
algo controvertida (JOHNSTON et al, 2006; SOUTHERN et al, 2012).

4. POSICIONAMIENTO DE ENTIDADES MÉDICAS NACIONALES E INTERNACIONALES

Las incertidumbres sobre el manejo de los pacientes en la pandemia por el SARS-COV-2


durante 2020 fueron sin duda muy debatidas. Se consideró el uso de varios fármacos y
protocolos para el tratamiento y profilaxis del COVID-19 y se realizaron estudios para
verificar la eficacia de estas terapias. Uno de los medicamentos considerados fue AZT, en
muchos casos asociado con HCQ y CQ. Aunque no había mucha evidencia a favor de estos
medicamentos, esta combinación fue recomendada por el Ministerio de Salud (MS) en mayo
para pacientes adultos con casos leves a graves, haciendo hincapié en la administración
temprana, es decir, en los primeros días de los síntomas (BRASIL, 2020a; UFRGS, 2020).

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La Asociación Médica Brasileña (AMB) publicó en marzo de 2020 una posición sobre el uso de
AZT+HCQ/CQ, destacando la falta de evidencia científica de esta conducta, ya que muchos
de los estudios que se estaban llevando a cabo en ese momento no tenían criterios
científicos fiables porque eran investigaciones parciales, no aleatorias o in vitro. Además, la
consideración de la autonomía médica se destaca en esta nota del MBA, especialmente en lo
que respecta a la realización de casos graves y potencialmente mortales (AMB, 2020).

La posición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el tema fue más cautelosa, y
se expresó en la “Interim Guidance” en mayo que la administración de medicamentos
antivirales, fármacos inmunomoduladores, corticosteroides, entre otros, debería reservarse
para la investigación clínica y que los datos disponibles en ese momento eran insuficientes y
de baja calidad científica para proponer cualquier tipo de tratamiento eficaz para el
COVID-19. La OMS también señala que muchos de estos medicamentos, incluida la
combinación AZT+HCQ/CQ, tienen efectos secundarios que deben considerarse, por lo que
este uso experimental puede ser perjudicial para algunos pacientes (WHO, 2020).

En la segunda semana de junio, el MS publicó una nueva nota informativa que reemplazaba a
la de mayo, abogando también por el tratamiento temprano e indicando el uso de la
combinación AZT+HCQ/CQ para, además de adultos, pacientes pediátricos y mujeres
embarazadas con casos leves, moderados o graves (BRASIL, 2020b). A finales de junio, la
Sociedad Brasileña de Enfermedades Infecciosas (SBI) publicó su posición sobre la terapia
farmacológica temprana, destacando que los estudios clínicos doble ciegos y aleatorizados
no mostraron beneficios del uso de HCQ/CQ, ni AZT en pacientes con obesidad crítica (SBI,
2020).

En cuanto al uso de AZT y otros fármacos para la profilaxis COVID-19, esta práctica es
desalentada por el SBI, la Sociedad Brasileña de Neumología y Tisiología (SBPT) y la OMS. El
SBPT tomó una posición a finales de junio, advirtiendo que no hay evidencia científica que
respalde el uso de cualquier medicamento para evitar que la enfermedad se instale. Además,
AZT es un medicamento antibiótico, por lo que no hay ninguna indicación para su uso en
infecciones virales, con la posibilidad de proporcionar la selección de cepas bacterianas
resistentes (SBI, 2020; SBPT, 2020; NIH, 2020a).

Además, a nivel internacional, otras organizaciones de salud como la Organización

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Panamericana de la Salud (OPAS), el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades


(CDC), el Instituto Nacional de Salud de América del Norte (NIH), afirman que no existe
ningún medicamento con prueba científica de eficacia para tratar o prevenir la infección por
SARS-COV-2 (CDC, 2020; NIH, 2020b; OPAS, 2020).

Los resultados de varios ensayos clínicos aleatorizados y doble ciego se hicieron públicos a lo
largo de 2020 y muchos de estos apuntaron a la ineficacia del tratamiento HCQ/CK con o sin
AZT. Los estudios “Coalizão I” y “Coalizão II” realizados por científicos brasileños y publicados
en julio y octubre, respectivamente, no observaron diferencias en la evolución clínica de los
pacientes en los grupos que utilizaron un tratamiento estándar, sólo HCQ/CQ o AZT+HCQ/CQ
(CAVALCANTI et al, 2020; FURTADO et al, 2020).

Así, a finales de 2020 el SBI publicó el documento “Actualizaciones y recomendaciones sobre


COVID-19”, subrayando que hasta el momento no existen tratamientos precoz para la
enfermedad y que los fármacos sintomáticos podrían prescribirse cuando fueran necesarios.
Poco después, el SBPT declaró su apoyo a THE And su posición sobre la infección por SAR-
COV-2 (SBI, 2020; SBPT, 2020).

5. POSIBLES EFECTOS SECUNDARIOS DE AZT EN EL TRATAMIENTO DE COVID-19

AZT es generalmente ampliamente tolerado por la mayoría de los pacientes, con reacciones
adversas notificadas de intensidad leve a moderada. Los efectos más comunes afectan al
sistema gastrointestinal, como anorexia, dispepsia, náuseas y vómitos, flatulencia,
estreñimiento, entre otros. También hay informes de dolor de cabeza, somnolencia, mareos,
artralgia, insomnio, hepatitis, hipotensión, picazón, anafilaxia, ansiedad, agitación, tinnitus,
neutropenia transitoria y trombocitopenia (ASTRO, 2015).

Es importante destacar que AZT fue considerado como uno de los posibles tratamientos para
COVID-19, especialmente como profilaxis para infecciones bacterianas secundarias. Se han
realizado muchos estudios clínicos que combinan la administración de AZT con HCQ o
CQ para verificar la eficacia de estos fármacos contra la infección por COVID-19 (SULTANA et
al, 2020; ZEQUN et al, 2020).

Algunos factores pueden conducir a la prolongación del intervalo QT, uno de los cuales son

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medicamentos como AZT, HCQ y CQ (REY et al, 2003; RAY et al, 2012; WU et.al, 2020;). AZT
tiene como uno de sus efectos secundarios conocidos algunos trastornos de la ritmicidad
cardíaca. Palpitaciones, arritmias, taquicardia ventricular y, más raramente, prolongación del
intervalo QT y Torsades de Pointes (ASTRO, 2015). Además, tanto HCQ como CQ son
reconocidos como fármacos cardiotóxicos, especialmente en su uso prolongado (WHITE,
2007; ZEQUN et al, 2020). Este cambio en el intervalo QT en el uso de estos fármacos se
produce debido al bloqueo del canal de potasio hERG, y la combinación de AZT + HCQ / CQ
puede potenciar la inhibición de estos canales y conducir a arritmias (ZEQUN et al, 2020).

El intervalo QT en el electrocardiograma comprende toda la actividad eléctrica del corazón,


comenzando desde la despolarización hasta la repolarización ventricular. Este valor oscila
según la frecuencia cardíaca (FC), por lo que es necesario corregir esta medición según FC,
obteniendo la medición del intervalo QT corregido (QTc). El QTc se considera normal cuando
en el ≤ 440 ms para los hombres y ≤ 460 ms para las hembras (WU et al, 2020).

Otro punto a tener en cuenta es que la infección por SARS-COV-2 por sí sola ya puede causar
daño hepático, y aumentar los niveles séricos de algunas enzimas hepáticas, como la
aminotransferasa de aspartato (AST) y la alanina aminotransferasa (ALT) (RIDRUEJO y SOZA,
2020; ZHANG et al, 2020;). Ctambién puede causar un aumento en AST y ALT, pero es un
aumento agudo y transitorio en pacientes tratados durante un corto período de tiempo. AZT
hepatotoxicidad también puede conducir a hepatitis colestática dentro de las tres semanas
de uso de la droga (OLRY et al, 2020; LIVERTOX, 2017). Estos efectos adversos deben
analizarse bien cuando se proponga el uso de AZT en el tratamiento del COVID-19.

6. CONSIDERACIONES FINALES

Es innegable la importancia que AZT tiene en el tratamiento de diversas enfermedades


bacterianas que afectan al ser humano. Además, se están realizando estudios para verificar
sus posibles acciones antivirales e inmunomoduladoras, siendo algo todavía muy incierto.
Aunque este fármaco ha demostrado resultados prometedores in vitro, en varios estudios
clínicos realizados en todo el mundo AZT, combinado o no con HCQ / QC, no ha demostrado
eficacia para el tratamiento de casos leves a graves, ni como profilaxis de COVID-19. Si bien
los resultados finales de los estudios relativos a la eficacia de este uso no salieron a la calle,

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algunos países, incluido Brasil, establecieron protocolos temprano y recomendaron el uso de


la combinación AZT+HCQ/CQ para todo tipo de casos, ignorando la precaución recomendada
por varias organizaciones sanitarias nacionales e internacionales. Durante este período
también hubo estudios que trataron los posibles efectos adversos que tales medicamentos
podrían causar, destacó la prolongación del intervalo QTc, especialmente en pacientes con
factores de riesgo. A finales de 2020, con la publicación de varios estudios clínicos doble
ciegos y aleatorizados, se puede afirmar que la administración de AZT+HCQ/CQ no promueve
la mejora en la evolución clínica de los pacientes. Toda esta situación vivida durante la
pandemia COVID-19 subrayó la importancia de una ciencia bien diseñada y llevada a cabo.
En cuanto al uso de AZT para tratamientos de enfermedades distintas de las infecciones
bacterianas, donde la eficacia ya está científicamente probada, son necesarios más estudios.

REFERENCIAS

ANDREANI, Julien et al. In vitro testing of combined hydroxychloroquine and azithromycin on


SARSCoV-2 shows synergistic effect. Microbial Pathogenesis, v. 145, p. 01-04, abr. 2020.

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[1]
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[2]
Estudiantes del Curso médico de FM.

[3]
Estudiantes del Curso médico de FM.

[4]
Estudiantes del Curso médico de FM.

[5]
Estudiantes del Curso médico de FM.

[6]
Estudiantes del Curso médico de FM.

[7]
Estudiantes del Curso médico de FM.

Enviado: Febrero de 2021.

Aprobado: Abril de 2021.

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