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Seminario Arquidiocesano

“San Jerónimo”

LA ESPERANZA

Curso: Metodología Teológica

Profesor: Rvdo. Pbro. Walter Soto De la Cruz

Alumno: Abraham Arhuire De la Torre

Arequipa — 2016
INTRODUCCIÓN

La esperanza es un elemento constitutivo de la vida humana, todos


“esperamos” algo, algo que no está en el momento presente, pero podría
estar en el futuro, hacia el cual nos proyectamos, en nuestra mente, en
nuestra imaginación.
El hombre, de su ser, trae inscritos en su interior deseos de infinito,
ansias de eternidad, desea algo más grande que él mismo, pero también se
encuentra frente a sus propias límites. El Concilio Vaticano II, con una
mirada realista, nos ha dicho sobre el hombre: «Minetras de una parte,
como criatura, se siente múltiplemente limitado, por otra parte se siente
ilimitado en sus deseos, y que está llamado a una vida más elevada.»1
Y ese sentirse ilimitado suscita en él una serie de preguntas que, aunque
muchos pretenden evadirlas, “son cada día más numerosos los que se
plantean cuestiones sumamente fundamentales o las sienten cada día más
agudizadas: ¿Qué es el hombre? ¿Cómo explicar el dolor, el mal, la muerte,
que, a pesar de progreso tan grande, continúan todavía subsistiendo? ¿De
qué sirven las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede el hombre
aportar a la sociedad, o que puede esperar de esta? ¿Qué hay después de
esta vida terrenal?”2
A estos cuestionamientos profundos no se puede dar una respuesta fácil.
El Concilio nos dice también que muchos esperan del solo esfuerzo
humano la plenitud, y que un futuro reinado del hombre en la tierra saciará
por completo todas las aspiraciones de su corazón, y otros, peor aún,
desesperando de hallar un sentido pleno a la vida, creen que la vida no tiene
ningún sentido propio, y por decirlo de algún modo, inventan el sentido que
les dicta su ingenio, que está claro, no es suficiente.
Todos esperamos, y esperamos más. No se ha de conformar, el hombre
que quiera ser honesto consigo mismo, con respuestas baratas, no ha de
tomar remedios momentáneos y fugaces, porque quiera o no, estas
inquietudes reaparecerán una y otra vez, sin darse por vencidas, hasta que
hallen la Respuesta. La Respuesta que nos abre a la esperanza, pero no a
cualquier esperanza, más bien, como dice san Pedro: “...a una esperanza
viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en
los cielos para vosotros…” (1 Pe 1,3-4). Por tanto no puede darse cualquier
respuesta.
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De esta esperanza es de la que trataremos, brevemente, en este trabajo
monográfico, partiendo de la esperanza recibida por Abraham como
promesa que se va renovando a lo largo de la historia de la salvación, hasta
llegar a Jesucristo, culmen de la revelación y cumplimiento de la
“esperanza de Israel” (Hch 28,20). Luego veremos la comprensión de esta
esperanza por los cristianos de los primeros siglos, en especial, san
Agustín, en seguida adelantaremos hasta el medioevo con Santo Tomás, y
por último veremos el tratamiento de la esperanza en nuestros días.
CAPÍTULO I

LA ESPERANZA EN LA SAGRADA ESCRITURA

Es necesario remitirnos al contexto originario de esperanza, en la


Historia de Israel.
Para Israel, la esperanza tiene su fundamento en la palabra de Yahveh,
que son en primer lugar palabras de promesas: «La reflexión sobre la
esperanza en el Antiguo Testamento, debe partir de que la palabra de Yahveh es
originariamente palabra de promesa. Y como ésta es “vocación”, pone al hombre
en camino, lo desarraiga del presente, le suscita una expectativa, es decir, hace
que el hombre tenga esperanza.»3

1. La esperanza en el Antiguo Testamento

Dios ha obrado así a lo largo de la historia de la salvación, Dios


interviene en diversos momentos cruciales dando una nueva palabra.
«La primera palabra de Dios a Abrahán, es un mandamiento y una promesa: el
mandamiento de que se ponga en camino y la promesa que señala la meta de
su peregrinación: una tierra y una descendencia numerosa y bendita (Gn 12, 1-
3; 13, 14-18). La fe de Abrahán es confianza en el futuro prometido por Dios,
es decir, esperanza que se convierte en principio de acción y de vida» 0.

Las promesas hecas por Dios a Abraham, tienen raíces en los deseos de
Abraham, de poseer una tierra y de tener una decendencia, un hijo como
ilusión de su futuro y de su vida.
Un característica natural del hombre, es que busca asegurar su futuro, y
aquí esta fe-esperanza bíblica nos presenta otro de sus rasgos
fundamentales: “su contraposición a la tendencia del hombre a asegurarse
su futuro de manera autónoma”0, y esto lo vemos en algunos pasajes de la
vida de Abrahán, por ejemplo, cuando se une a Agar: «Saray, mujer de
3
G. Angelieni, “Esperanza”, 421.
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G. Angelieni, “Esperanza”, 421.
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Abram, no le daba hijos. Pero tenía una esclava egipcia, que se llamaba
Agar, y dijo Saray a Abram: “Mira, Yahveh me ha hecho estéril. Llégate,
pues, te ruego a mi esclava. Quizá podré tener hijos de ella”» (Gn 16, 1-4);
también en la risa de Abraham que no cree que Sara pueda concebir, pide a
Dios que bendiga a Isamael: «Dijo Dios a Abraham: “A Saray, tu mujer, no
la llamarás más Saray, sino que su nombre será Sara. Yo la bendeciré, y de
ella también te daré un hijo. La bendeciré, y se convertirá en naciones;
reyes de pueblos procederán de ella.” Abraham cayó rostro en tierra y se
echó a reír, diciendo en su interior: “¿A un hombre de cien años va a
nacerle un hijo?, ¿y Sara, a sus noventa años, va a dar a luz?” Y dijo
Abraham a Dios: “¡Si al menos Ismael viviera en tu presencia!”.
Respondió Dios: «Sí, pero Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y le pondrás
por nombre Isaac. Yo estableceré mi alianza con él, una alianza eterna, de
ser el Dios suyo y el de su posteridad.» (Gn 17,15-19); o en el sacrificio de
Isaac (Gn 22).
En la revelación de Dios a Moisés, «comprobamos también como la
palabra de Dios es promesa que pone en camino, promesa que responde a
una expectativa (“el clamor de los israelitas ha llegado a mí”: Ex 3, 9; el
grito del dolor se transforma en plegaria inconsciente) »0. Así Israel puede
mirar con esperanza un futuro que considera como bueno en su condición
actual de esclavos: «He bajado para librarle de la mano de los egipcios y
para subirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que
mana leche y miel» (Ex 3,7-8).
La esperanza de Israel, en sus inicios una esperanza histórica, mira al
futuro, pero es siempre una esperanza terrena: Liberación de la esclavitud,
una tierra, la derrota de los enemigos.
En la alianza del Sinaí vuelven a aparecer los rasgos de la promesa, «El
fundamento de esta alianza es la acción pasada de liberación divina (Ex
19,4; 20,2; Jos 24,2-13), entendida como prenda de un destino todavía
futuro del pueblo».0 La novedad que encontramos aquí es que no solo ha y
la promesa de una tierra, sino la promesa de una pertenencia particular al
Dios de la Alianza: «Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis
mi alainza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos,
porque mía es toda la tierra » (Ex 19,5)
El pueblo de Israel también entendió la ley que Dios les dio como
camino de esperanza, ya que su cumplimiento lleva consigo la promesas de
la felicidad: «Escucha, Israel; cuida de practicar lo que te hará feliz y por lo
que te multiplicarás, como te ha dicho Yahveh, el Dios de tus padres, en la
tierra que mana leche y miel.» (Dt 6,3); de la fidelidad del amor de Dios y
su bendición y de darles la tierra prometida: «Y por haber escuchado estas
normas, por haberlas guardado y practicado, Yahveh tu Dios te mantendrá
la alianza y el amor que bajo juramento prometió a tus padres. Te amará, te
bendecirá, te multiplicará, bendecirá el fruto de tu seno y el fruto de tu
suelo, tu trigo, tu mosto, tu aceite, las crías de tus vacas y las camadas de

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G. ANGELIENI, “Esperanza”, 422.
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LA ESPERANZA 7
tus rebaños, en el suelo que a tus padres juró que te daría. Serás bendito
más que todos los pueblos. No habrá macho ni hembra estéril en ti ni en tus
rebaños. Yahveh apartará de ti toda enfermedad; no dejará caer sobre ti
ninguna de esas malignas epidemias de Egipto que tú conoces, sino que se
las enviará a todos los que te odian.» (Dt 7:15).
Posteriormente, en la voz de los profetas, la palabra de Dios es, de algún
modo, de juicio y amenaza, pero siempre en orden al cumplimiento de las
promesas, en tiempos en que el pueblo vive en la presunción y la idolatría,
que se oponen a la esperanza: «No había conocido ella que era yo quien le
daba el trigo, el mosto y el aceite virgen, ¡la plata yo se la multiplicaba, y el
oro lo empleaban en Baal!» (Os 2,10).
Así también la posterior acusación profética que se levanta contra la
monarquía, que contradice la esperanza de Israel, «que consistía en esperar
que el rey, gobernando al servicio de la ley de Dios, realizase finalmente la
convivencia en la justicia y en la paz que Israel había esperado inútilmente
alcanzar en la tierra prometida»0. La monarquía se había tornado más bien
en causa de la infidelidad a la ley de Dios, al imitar a los pueblos paganos.
Así, podemos ver la evolución de la figura del Mesías, el rey deseado por
la esperanza de Israel: Aún en Isaías podemos ver los rasgos regios del
mesías (Is 7, 14; 9,5-8; 12,1-9), pero poco a poco, en los profetas del exilio,
la esperanza central va cambiándose hacia una transformación de los
corazones por acción del espíritu de Dios (Jr 31,33ss; Ez 36,25ss)0.
Algunas imágenes proféticas que muestran la esperanza de Israel algunas
oscuras (Dn 7,13), y a pesar de su multiplicidad y hetrogeneidad, «aparece
ya clara en el Antiguo Testamento la tendencia de la esperanza de Israel a
dejar para el final de los tiempos… el cumplimiento de sus expectativas».0
Podemos decir que:

«Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de a salvación, en la


espera de una alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres (Is 2,2-4),
y que será grabada en los corazones (Jr 31,31-34; Hb 10,16). Los profetas
anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas
sus infidelidades (Ez 36), una salvación que incluirá a todas las naciones (Is
49,5-6; 53,11). Serán sobre todo los pobres y los humildes del Señor (So 2,3)
quienes mantendrán esta esperanza.»0

La esperanza, hasta ahora tratada de manera colectiva, en libro de Job, se


enfrenta con el destino individual del hombre, y demuestra la insuficiencia
de la concepción antigua que suponía una retribución personal inmediata, y
por lo tanto solo terrena. También la perspectiva de la fe cambia, en cuanto
que debe ser, ahora, una fe sin condiciones por parte del hombre, que debe
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G. Angelieni, “Esperanza”, 422.
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G. Angelieni, “Esperanza”, 423.
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8 CAP. II: LA ESPERANZA EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

abandonarse totalmente a la providencia divina.0 Pero la esperanza para el


individuo como tal comienza a aparecer con la persecución y los martirios
en tiempos de Antioco IV Epífanes, así, uno de los mártires «Al llegar a su
último suspiro dijo: “Tú, criminal, nos privas de la vida presente, pero el
Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una
vida eterna.» (2 M 7,9).
Es importante aclarar que los distintos testigos (Dn 12,1-3; 2 M
7,11.14.23; 12, 43-46) no hablan de la inmortalidad del alma más alla de la
caducidad del cuerpo, sino de la resurrección de los justos.0
De este modo, la esperanza de Israel se va perfilando hacia una
«escatología caracterizada por una concepción lineal del tiempo.»0

1. La esperanza en el Nuevo Testamento

1.1. En losEvangelios sinópticos


En los evangelios, la fe que pide Jesús para realizar los milagros y que
garantiza el cumplimiento de los deseos, puede identificarse con la
esperanza.
La doctrina de Jesús sobre la esperanza aparece en su predicación sobre
el reino de Dios: «el carácter futuro, a la vez que inminente, salvífico,
cierto y gratuito, del reino tiene como correlato en el discípulo una actitud
de que puede definirse como esperanza»0.
Por ejemplo, en las bienaventuranzas, todas las motivaciones se refieren,
explícita o implícitamente a la llegada del reino: «Bienaventurados los
pocrs de espíritu, porque de ellos el el Reino de los cielos.» (Mt 5,3). El
Reino es descrito como saciedad de los hambrientos, consuelo de los que
lloran, recompensa de los que son defraudados. Así, «el reino aparece
como cumplimiento de los anhelos humanos, en sus expresiones más
fundamentales y constantes»0.
Y Jesús viene a elevar esos anhelos: «La esperanza cristiana se
manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación
de las bienaventuranzas. Las bienaveturanzas elevan nuestra esperanza
hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia
ella através de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús»0
Por otro lado, en los “ayes” que siguen a las bienaventuranzas en el
evangelio de Lucas (Lc 6,24-26), y otras muchas frases de Jesús que nos
advierten sobre los peligros e ilusiones de las riquezas (Lc 12,15-21; 16,19-
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G. Angelieni, “Esperanza”, 424.
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LA ESPERANZA 9
31; Mc 4,19) vemos «la llegada del reino como juicio sobre el hombre que
presume haber alcanzado ya su propio bien» 0. Podemos hallar aquí una
sconcexión entre la fe-esperanza que recibe Abraham y la que enseña
Jesús: ambas se oponen a la tendencia humanade asegurarse el futuro con
sus medios.
Encontramos en la predicación de Jesús referencias a acontecimientos
futuros (reino, venida del hijo del hombre, resurrección), que son oscuros,
secretos, imprevisibles, misteriosos y, por tanto, susceptibles de una
exposición parabólica, y que tienen su culmen en «el juicio universal de los
hombres», por lo cual «se puede y se debe hablar de ellos en relación con la
experiencia universal de los anhelos humanos, de sus frustraciones y de sus
logros»0.
Una cuestión central es que Jesús es el Cristo, el Mesías. El catecismo
nos dice que «Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple
unción de sacerdote, profeta y rey»0.
Encontramos en la predicación apostólica el anuncio de que las promesas
hechas por Dios a Israel se han hecho realidad en Jesús, en especial en su
resurrección: «También nosotros os anunciamos la Buena Nueva de que la
Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al
resucitar a Jesús, como está escrito en los salmos: Hijo mío eres tú; yo te he
engendrado hoy».
De este modo, por los méritos de su misterio pascual «Dios nos guarda
en la “esperanza que no falla” (Ro 5,5). La esperanza es “el ancla del
alma”, segura y firme que penetra… “a donde entró por nosotros como
precursor Jesús” (Hb 6,19-20). Es también un arma que nos protege en el
combate de la salvación: “Revistámonos con la coraza de la fe y de la
caridad, con el yelmo de ls esperanza de salvación” (1 Ts 5,8). Nos procura
el gozo en la prueba misma: “Con la alegría de la esperanza; constantes en
la tribulación” (Rm 12,12). Se expresa y se alimenta en la oración,
particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo lo que la
esperanzanos hace desear»0

1.2. La esperanza en las cartas paulinas


Después de la Pascua, la característica de la esperanza cristiana es la
expectación fiel y vigilante, pues consideraban que el retorno de Cristo
sería inmediato (1 Tes 1,9-10; 5,1-11; Hch 3,19-21)
Posteriormente, el término esperanza aludirá «al aspecto de que la
salvación no es todavía algo definitivamente realizado, sino sólo esperado

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G. ANGELIENI, “Esperanza”, 426.
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G. ANGELIENI, “Esperanza”, 426.
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10 CAP. II: LA ESPERANZA EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

(Ro 8,24), o bien al aspecto de que la salvación se ha realizado ya y sólo


espera que se manifieste su cumplimiento (Ro 5,5)».0
Para explicar la esperanza, Pablo recurre al esquema visible-invisible, de
inspiración helenística, que expresa «la presencia no evidente, la victoria
que hay más allá de la cruz, la gloria todavía oculta del resucitado y la
filiación divina del creyente»0. Por ejemplo, en su carta a los romanos:
«Pero esperar lo que no vemos es aguardar con paciencia» (Ro 8,25); o a
los corintios: «a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles,
sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, más las
invisibles son eternas» (2 Co 4,18).
Este esquema se repite, y con más amplitud en la carta a los Hebreos (Hb
10,19-12,29).

El pensamiento de Pablo sobre la esperanza tiene la misma estructura


fundamental que su pensamiento sobre «la revelación y la fe: no se trata en
la historia de Jesús de acontecimientos parciales y recientes (por muy
importantes que sean) que afecten a una porción limitada de la humanidad
y de la historia, sino de la manifestación universal de la condición
obscuramente vivida por la humanidad universal de tdos los tiempos. Esta
universalización de la esperanza (como de la revelación y de la fe) es un
presupuesto para la misión entre los paganos y supone una hermenéutica
cristológica de la experiencia humana tal como se realiza y expresa en las
diversas culturas»0

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G. ANGELIENI, “Esperanza”, 427.
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CAPITULO II

LA ESPERANZA EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

El estudio de la esperanza, de modo sistemático, se ha desarrollado en la


escolástica, dentro de las virtudes teologales. Lamentablemente, en los
primeros siglos del cristianismo, en la época de los Padres, los datos son
muy genéricos y no hay una “enseñanza catequética explícita y constante
sobre la virtud de la esperanza”0

1. La esperanza en los padres de la Iglesia


En los primeros siglos encontramos como símbolo de la esperanza, el
ancla, tomado de la carta a los Hebreos: «que nosotros tenemos como
segura y sólida el ancla de nuestra alma, y que penetra más allá del velo»
(Hb 6,19).
Este símbolo

«Juan Crisóstomo lo utiliza frecuentemente para exhortar a la esperanza. En


los padres alejandrinos aparece un esbozo de reflexión teológica, en la
perspectiva de la comparción entre esperanza cristiana y concepción pagana de
la salvación como inmortalidad (cf. Clemente Alejandrino, Strom. V, II), o
bien enla perspectiva de la confrontación recíproca entre fe, esperanza y
caridad, como hace Orígenes en el comentario a la carta a los Roamanos,
donde se halla el estrecho vínculo existente entre esperanza y fe en el NT, que
lleva en algunos textos a la posibilidad de intercambiar los dos términos (PG
14, 979)»0

El comienzo –y en muchos aspectos también el fin- de la teología latina


sobre la esperanza lo constituye la reflexión de Agustín.

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G. ANGELIENI, “Esperanza”, 428.
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G. ANGELIENI, “Esperanza”, 428.
1.1.La Esperanza en san Agustín
Nos acercaremos a algunos de los sermones y también a su Comentario
a los salmos, en los cuales nos habla frecentemente de la esperanza.

Para Agustín la esperanza también está en relación íntima con la fe, y


principalmente con la fe en la resurrección:
«Nuestra esperanza no es otra que la resurrección de los muertos, y también
nuestra fe. La resurrección de los muertos es igualmente nuestro amor, que
se inflama con la predicación de las cosas que aún no se ven y se enciende
con su deseo, cuya grandeza hace a nuestros corazones capaces de la
felicidad que se nos promete que ha de venir, mientras se cree lo que aún no
se ve. Así, pues, nuestro amor no debe ocuparse de estas cosas temporales y
visibles, esperando que hemos de tener en la resurrección algo como
aquello que, sí lo despreciamos ahora, vivimos mejor y somos mejores, es
decir, los placeres y delicias carnales. Eliminada la fe en la resurrección de
los muertos, se derrumba toda la doctrina cristiana.»0
Se hace eco de las palabras del apóstol: «Si solamente para esta vida
tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de
compasión de todos los hombres!» (1 Co 15,19).
Sin duda, todos los hombres tienen diversas esperanzas, pero son
esperanzas terrenas y, por lo tanto, pasajeras, pero sabe Agustín con
certeza, y nos dice con firmeza, que nuestra esperanza no es fútil:

«Oíd, aprended y retened cuál sea la esperanza de los cristianos y por qué
somos cristianos. No somos cristianos para impetrar la felicidad terrena, la
cual muchas veces la poseen los ladrones y los criminales. Somos cristianos
para poseer otra felicidad, la que recibiremos cuando haya desaparecido
toda esta vida del mundo»0.

Distingue así entre dos clases de hombres: los que esperan en los bienes
terrenos y los que tienen su esperanza en los bienes celestiales.
El cristiano es el segundo hombre, que tiene puestos los ojos en las cosas
invisibles (cf. 2 Co 4,18). Esta esperanza es esencial del cristiano, y e que
no la posee, o mejor, no es poseído por ella, no es cristiano: «Pues quien no
piensa en el siglo futuro, y no se hizo cristiano esperando recibir al fin lo
que Dios prometió, todavía no es cristiano»0.
Esta esperanza, no puede resultar fácil de comprender para el mundo
pagano. Vemos un ejemplo claro de esto en la respuesta que dan los
atenienses en Areópago a la predicación de Pablo sobre la resurección: «Al
oír la resurrección de los muertos, unos se burlaron y otros dijeron: “Sobre
esto ya te oiremos otra vez» (Hch 17,32).

0
SAN AGUSTÍN, Sermo 361, 1
0
SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos 62,6.
0
SAN AGUSTÍN, Sermo 9,4
LA ESPERANZA 13
Agustín atestigua también la incomprensión y las burlas de los que no
ven razón alguna en nuestra esperanza: «Pero: ¿qué crees tú, loco? ¿Ves lo
que crees? ¿Ha vuelto alguno del infierno y ha referido lo que hay allí? Yo,
en cambio, amo las cosas que veo y gozo feliz. »0. Responde a sus mofas
siguiendo la enseñanza paulina sobre lo visible e invisible, aludiendo
siempre a lo invisible como superior a lo que no se ve: «Te desprecian
porque esperas lo que no ves, y te desprecia el que se precia de gozar lo que
ve»0.
La esperanza tiene por objeto siempre el buen futuro. La esperanza esta
al medio de las virtudes teologales. San Agustín nos dice las funciones de
cada una de ellas: «Dios, a quien nos despierta la fe, levanta la esperanza y
une la caridad»0. Despertar, elevar y unir son como tres etapas de un
proceso, en el cual la esperanza tiene la función de levantarnos e impulsar
nuestra subida a Dios. Con la pasión característica de los santos, nos
exhorta a este elevamiento:

«Levanta el corazón, ¡oh género humano!, y respira las auras vitales y


segurísima libertad… porque les dio potestad para hacerse hijos de Dios (Jn
1,12). Te engrandeció hasta lo que no eras, porque eras otro. Yérguete,
pues, en la esperanza. Gran cosa se te ha prometido, pero el Grande ha
hecho la promesa»0.

Utilizará, para referirse a la esperanza, las figuras del pregrino y el


gemir, o mejor, del peregrino que gime o suspira deseando su patria: «…la
esperanza es enecesaria a los peregrinos; ella es la que nos consuela e el
camino. Pues el viajero cuando se fatiga anadando, pasa por el trabajo,
porque le mueve la esperanza de llegar. Quítale la esperanza de la llegada,
y al punto se le derriban todos los ánimos para andar».0 Concluye la
analogía diciendo que los cristianos también somos peregrinos: «Luego la
esperanza que tenemos justamente nos es indispensable a nuestra
peregrinación»0. También dice: «Gimes porque te ves colocado en la
peregrinación»0; y «por ti suspire mi peregrinación»0.
La esperanza también tiene enemigos, que son la presunción y la
desesperación. La presunción es el sentimiento de autosuficiencia, primero
de los paganos que confían solo en lo que ven: «Pasan los hombres;
atienden al proverbio vulgar y se adormecen en ellos los proverbios de

0
SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos 122,8
0
SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos 122,8
0
SAN AGUSTÍN, Soliloquia I 1,3
0
SAN AGUSTÍN, Sermo 342,5
0
SAN AGUSTÍN, Sermo 158, 8
0
SAN AGUSTÍN, Sermo 158, 8
0
SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos 122,2
0
SAN AGUSTÍN, Confesiones XII 15,21
14 CAP. II: LA ESPERANZA EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

Dios. ¿A qué proverbio atienden? “Más vale pájaro en mano que ciento
volando”; prefiero lo que tengo a lo que espero» 0, y también: «Muchos
blasonan de sus obras, y por eso encuentras a muchos paganos que no
quieren hacerse cristianos porque piensan que se bastan a sí mismos con su
buena vida»0.
Presunción de los judíos que se creían justos: «Tal fortaleza impidió a
los judíos entrar por el ojo de la aguja y pasar al reino de los cielos. Pues,
presumiendo de ser justos, pareciéndoles estar sanos, rechazaron la
medicina y mataron al médico», presunción que Agustín califica de locura:
«¡Oh fuertes que no tienen necesidad de médico! Esta fortaleza no es salud,
sino locura»0.
Presunción de los pelagianos, de los cuales dice: «Abran, pues, los ojos;
escuchen estas cosas no sé qué charlatanes y óiganlas quienes, presumiendo
de sus fuerzas, dicen: “Dios me hizo hombre, pero soy yo quien me hago
justo”»0.
El segundo enemigo, la desesperación, que fue precisamente la que
consumió a Judas después de su traición. El cristiano, por su debilidad
humana, constantemente se ha de enfrentar a la desesperación y, Agustín,
como pastor, tuvo que sostener a muchos que se sentían desesperanzados.
Exhorta, pues, comentando el salmo compuesto por David al ser
denunciado por el profeta Natán por su pecado con la mujer de Urías:
«Óyele clamar y clama con él, óyele gemir y gime con él, óyele llorar y une
tus lágrimas a las suyas, óyele arrepentirse y alégrate con él. Si el pecado
no pudo cortarte a ti el paso (para cometerle), no se intercepte a la
esperanza del perdón.»0

2. La esperanza en santo Tomás de Aquino:

Para Tomás de Aquino, la esperanza como pasión tiene por objeto «el
bien futuro, arduo y asequible»0. La esperanza es también una virtud. La
virtud «es lo que hace bueno a quien la tiene y hace buena su obra»0, y la
esperanza, que llega hasta Dios con la ayuda de Dios, hace bueno el acto
del hombre. Podemos distinguir dos objetos de la esperanza: el bien que se
desea conseguir, y la ayuda con la que se consigue.
Este bien es Dios mismo, puesto que debe haber proporción entre el
efecto y la causa, el bien que debemos esperar de Dios es un bien infinito,
0
SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos 123,10
0
SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos 31,2
0
SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos 58,I,7
0
SAN AGUSTÍN, Sermo 115,3
0
SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos 50,5
0
S.Th. II-II q.17, a.1
0
S.Th. II-II q.17, a.1, sol.
LA ESPERANZA 15
correspondiente a su poder infinito que nos auxilia, y concluye que «el
objeto propio y principal de la esperanza es la bienaventuranza eterna»0.
Pero la esperanza no es solo pasión y virtud, sino también virtud
teologal, pues, «…el objeto principal de la esperanza, en cuanto virtud, es
Dios. Ahora bien, dado que la razón de virtud teologal consiste en tener
como objeto a Dios,… es evidente que la esperanza es virtud teologal» 0, y
se distingue de la caridad en cuanto que está hace que el hombre se una a
Dios por Él mismo, mientras que a fe y la esperanza hacen que se una a
Dios como principio del que provienen otros bienes. Se distingue de la fe
en cuanto que esta une al hombre con Dios en cuanto principio de conocer
la verdad, «La esperanza, en cambio, hace que el hombre se adhiera a Dios
en cuanto principio de perfecta bondad, es decir, en cuanto por ella nos
apoyamos en el auxilio divino para conseguir la bienaventuranza»0.
La esperanza es precedida por la fe, y procede de la caridad.
La esperanza existe ahora, en cuanto es esperanza de un bien futuro, pero
«cuando la bienaventuranza no es ya futura, sino presente, no puede haber
allí lugar alguno para la virtud de la esperanza. De ahí que la esperanza, lo
mismo que la fe, desaparece en la patria, y ninguna de las dos puede darse
en los bienaventurados.»0
Tampoco hay esperanza para los condenados, pues nunca podrán escapar
de su condena, ni mirar la bienaventuranza como un bien posible.
Santo Tomás presenta también los vicios opuestos s la esperanza: la
desesperación y la presunción.
La desesperación viene de una falsa apreciaciónde Diosque piensa que
niega el perdón a quien se arrepiente, o que no es capaz de convertir a sí a
los pecadores por la gracia santificante. «Por eso, de la misma manera que
es laudable y virtuoso el movimiento de la esperanza conforme con la
verdadera apreciación de Dios, es vicioso y pecado el movimiento opuesto
de desesperación y acorde con la estimación falsa de El.»0
La deseperación puede tener como causa la lujuria, que hace al hombre
desear los placeres venéreos y sentir hastío por los bienes espirituales. Otra
causa de la desesperación puede ser la acidia, que es un tipo de tristeza que
abate al hombre, haciéndole considerar que no será posible alcanzar el
bien.0
La presunción
«es el caso de quien, sin penitencia, quiere obtener el perdón, o la gloria sin
los méritos. Esta presunción es, propiamente hablando, una especie de
pecado contra el Espíritu Santo. Efectivamente, con este tipo de presunción
0
S.Th. II-II q.17, a.2, sol.
0
S.Th. II-II q.17, a.5, sol.
0
S.Th. II-II q.17, a.6, sol.
0
S.Th. II-II q.18, a.2, sol.
0
S.Th. II-II q.20, a.1, sol.
0
S.Th. II-II q.20, a.4, sol.
16 CAP. II: LA ESPERANZA EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

queda rechazada o despreciada la ayuda de El, por la que el hombre se


aparta del pecado»0.
Es pecado, al igual que la deseperación, en cuanto entraña una esperanza
desordenada, que parte de una concepción falsa de Dios.0
La presunción que se funda en el propio poder, del que busca hacer
grandezas novedosas para causar mayor admiración, procede de la
vanagloria. La que se apoya de manera desordenada en la misericordia de
Dios, esperando obtener el perdón sin arrepentimiento o la gloria sin
mérito, procede de la soberbia del hombre que se tiene en tanto, que cree
que Dios no lo castigará ni lo privará de su gloria.0

¿CÓMO SE CITA UN AUTOR?


Para citar un autor:
- Cuando se cita un texto completo de un libro se pone entre comillas:
«nnn»0. De este modo para la primera cita. Después de la segunda cita
es como sigue0.
- Cuando se cita un artículo0. Después de la segunda cita en adelante0.
« “ ‘’ ” »
«»«»«»«»«»«»

BAUMGARTNER, C., El pecado original, Herder, Barcelona 1971.


BOYER, CH., Desarrollo del dogma, Herder, Barcelona 1961.
MORIONES, F., Teología de san Agustín, BAC, Madrid 2004.
PATRES SOCIETATIS IESU FACULTATUM THEOLOGICARUM IN HISPANIA
PROFESSORES, Sacrae theologiae summa II, BAC, Madrid 1958.
RATZINGER, J. – MESSORI, V., Informe sobre la fe, BAC popular, Madrid
198611.
RATZINGER, J. (BENEDICTO XVI), Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la
Transfiguración, La Esfera de los Libros, Madrid 2007.

Si es un artículo:
ALONSO SCHÖKEL, L., «Motivos sapienciales y de Alianza en Gen 2-3»:
Biblica 43 (1962) 295-316.

0
S.Th. II-II q.21, a.1, sol.
0
S.Th. II-II q.21, a.2, sol.
0
S.Th. II-II q.21, a.4, sol.
0
F. MORIONES, Teología de san Agustín, BAC, Madrid 2004, 90.
0
F. MORIONES, Teología de san Agustín, 95.
0
V. GROSSI – B. SESBOÜÉ, «Pecado original y pecado de los orígenes: desde san
Agustín hasta finales de la Edad Media»: SESBOÜÉ, B. (dir.), El hombre y su salvación.
Historia de los dogmas II, Secretariado Trinitario, Salamanca 1996, 117.
0
GROSSI, V. – SESBOÜÉ, B., «Pecado original y pecado de los orígenes», 120.
LA ESPERANZA 17
ARIAS ÁLVAREZ, L., «Introducción a Contra Iulianum»: Obras completas
XXXV, BAC, Madrid 1984, 391-437.
ARTOLA ARBIZA, A. M., «El pecado por Eva y la salvación por María. La
colaboración de María a la redención en su condición de Nueva Eva según Rm
5,12-21»: Estudios Marianos 70 (2004) 17-31.
BONAFEDE, G., «La duda agustiniana: el alma»: Augustinus 4 (1959) 373-392.
BONNER, G., «Julianum, contra»: FITZGERALD, A. (dir.), Diccionario de san
Agustín, Monte Carmelo, Burgos 2001, 781-782.
GROSSI, V. – SESBOÜÉ, B., «Pecado original y pecado de los orígenes: desde
san Agustín hasta finales de la Edad Media»: SESBOÜÉ, B. (dir.), El hombre y su
salvación. Historia de los dogmas II, Secretariado Trinitario, Salamanca 1996,
117-202.
GROSSI, V., «Il peccato originale nella catechesi di S. Agostino prima della
polemica pelagiana»: Augustinianum 10 (1970) 325-359; 458-492.
CAPITULO III

La Esperanza en la Teología Actual

Tanto la fe, como la esperanza, no son temas concernientes únicamente


al pasado. El papa Benedicto XVI nos dice que toda esta «reflexión
concierne a la vida y a la muerte en general y, por tanto, también tiene que
ver con nosotros aquí y ahora»0.
La reflexión parte necesariamente de la pregunta sobre el sentido último
de la vida del hombre: « ¿Qué espera el hombre más allá de las menudas,
sucesivas y particulares esperanzas de cada día?»0.
La respuesta que nos da Olegario González de Cardedal es elocuente:
«Espera ser acogido tomado en serio, amado absolutamente, reconstruido
en su ser herido por la historia, perdonado, sustraído a al muerte y afirmado
en la vida definitivamente»0.
Esperar es propio de la trascencia metafísica del hombre, esta inscrito en
su naturaleza. El hombre desea y tiende al absoluto, pero no puede
alcanzarlo en sus solas fuerzas, pues terminaría en la desesperanza, pues,
por sus límites, no puede fundar sobre sí mismo un futuro de amor y
felicidad pleno.
Lo que espera el hombre es, en otras palabras, redención: «Afirmar,
salvar y amar frente a la muerte, contra la muerte y sobre la murte, eso es lo
que espera ante todo y sobre todo el hombre (redención)»0
Frente a esto, Benedicto XVI nos dice que no le basta al hombre el
progreso de la ciencia, que le permite tener cada vez un mayor domnio
sobre la naturaleza, que por otro lado tampoco garantizan el bienestar
moral del mundo ni del hombre, y que tampoco podemos pretender crear
estructuras que establezcan una condición del mundo buena de manera
definitiva, porque se negaría la libertad que posee el hombre en cada
generación.
0
BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 10
0
O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Raíz de la esperanza, Sígueme, Salamanca 1995,
499.
0
O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Raíz de la esperanza, 499.
0
O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Raíz de la esperanza, 499.
El modernismo ha anunciado que el hombre sería redimido por medio de
la ciencia, pero con semejante pretensión, se le da a la ciencia una
esperanza muy grande.
El emérito papa sentencia: «El hombre nunca puede ser redimido
solamente desde el exterior»0; y González de Cardedal por su parte, afirma
que este amor absoluto «Sólo lo puede esperar de quién es superior a la
muerte, fenecimiento, degradación física o moral. Sólo Dios es ese poder»0.
¡Dios es ese poder!
«El hombre es redimido por el amor»0, nos dice el papa Benedicto XVI,
pero este amor no puede ser solamente humano, pues es frágil, y puede ser
destruido por la muerte. Entonces es necesario un amor absoluto, y solo «Si
existe este amor absoluto con su certeza absoluta, entonces –solo entonces–
el hombre es redimido»0.
Esta esperanza depende entonces de la existencia de Dios: «Por tanto,
hay esperanza… absoluta y última, si sabemos que Dios existe»0; pero no
es suficiente la convicción de la existencia de Dios, pues esta por si sola no
funda ni garantiza la esperanza, «El problema fundamental no es saber si
existe Dios, sino saber quién es y cómo es»0.
Este Dios debe ser el Dios amor del cristianismo:
«Solo donde, además de saber que Dios existe, sabemos por su propia
acción y revelación, que es compasivo y misericordioso, cercano al hombre,
compadeciente de su debilidad y pecado, superador de su finitud y de su
muerte, acogedor de nuestras ilusiones y consumador de nuestros anhelos:
sólo allí hay esperanza»0
Jesucristo es quien ha operado nuestra redención, «Por medio de Él
estamos seguros de Dios, de un Dios que no es una “lejana causa primera”
del mundo, porque su hijo unigénito se ha hecho hombre y cada uno puede
decir de Él: “Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse
por mí” (Ga 2,20)»0.
Este amor es el que puede exclamar: «Pues estoy seguro de que ni la
muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro
ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá
separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro»
(Ro 8,30-31)
Podemos afirmar que quien no conoce a Dios está verdaderamente «sin
esperanza y sin Dios en el mundo» (Ef 2,12), aunque tenga muchas

0
BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 25
0
O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Raíz de la esperanza, 499.
0
BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 26.
0
BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 26.
0
O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Raíz de la esperanza, 499.
0
O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Raíz de la esperanza, 500.
0
O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Raíz de la esperanza, 500.
0
BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 26.
LA ESPERANZA 21
esperanzas particulares, no tiene «La verdadera, la gran esperanza del
hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones»0.
Es cierto que todos «necesitamos tener esperanzas –más grandes o más
pequeñas–, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran
esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran
espranza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede
proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar»0.
Pero este no es cualquier dios, sino el Dios de Jesucristo, del Dios hecho
hombre, «La infinitud encarnada a la medida de un niño, el Poder absoluto
hecho debilidad indefensa…», que da su vida por amor a la humanidad, «la
Vida pasando por la muerte y traspasándola hasta superarla en la
resurrección»0. Este es el fundamento de la esperanza cristiana:

«La cruz del Resucitado es, a esta luz, el signo del amor victorioso sobre la
muerte y el signo de la esperanza absoluta. Por eso es intocable y quien la
toca conmueve los fudamentos del mundo. Es el signo de la donación
absolutamente misericordiosa del Absoluto a los miserables, tornándolos
infinitamente valiosos»0.

El que ha sido tocado por este amor, empieza a intuir lo que es


verdaderamente la “vida”, empieza a comprender la esperanza de la “vida
eterna”, «la vida verdadera que, totalmente y sin amenazas, es
sencillamente vida en toda su plenitud»0.
Esta es la vida que Jesús viene a traernos: «Yo he venido para que
tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10b), y de la que el mismo
ha explicado qué significa: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).
La vida verdadera, la vida eterna, culmen de nuestra esperanza, es, pues,
conocer a Dios y vivir en la comunión y la intimidad con él, «Si estamos en
relación con Aquel que no muere, que es la Vida misma y el Amor mismo,
entonces estamos en la vida. Entonces vivimos»0.

0
BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 27.
0
BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 31.
0
O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Raíz de la esperanza, 500.
0
O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Raíz de la esperanza, 500.
0
BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 27.
0
BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 27.
22 CAP. II: LA ESPERANZA EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

CONCLUSIÓN

Aquí va el texto de la conclusión.


BIBLIOGRAFÍA

Poner la bibliografía utilizada.


Ejemplo para la bibliografía:

Si es un libro:
BAUMGARTNER, C., El pecado original, Herder, Barcelona 1971.
BOYER, CH., Desarrollo del dogma, Barcelona, Herder 1961.
MORIONES, F., Teología de san Agustín, BAC, Madrid 2004.
PATRES SOCIETATIS IESU FACULTATUM THEOLOGICARUM IN HISPANIA
PROFESSORES, Sacrae theologiae summa II, BAC, Madrid 1958.
RATZINGER, J. – MESSORI, V., Informe sobre la fe, BAC popular, Madrid
198611, 87-90.
RATZINGER, J. (BENEDICTO XVI), Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la
Transfiguración, La Esfera de los Libros, Madrid 2007.

Si es un artículo:
ALONSO SCHÖKEL, L., «Motivos sapienciales y de Alianza en Gen 2-3»:
Biblica 43 (1962) 295-316.
ARIAS ÁLVAREZ, L., «Introducción a Contra Iulianum»: Obras completas
XXXV, BAC, Madrid 1984, 391-437.

Si es del Papa:
BENEDICTO XVI, Audiencia general (26 de abril de 2006): L’OSSERVATORE
ROMANO, edición en lengua española (28 de abril de 2006) 12.
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Instrucción sobre el estudio
de los Padres de la Iglesia en la Formación Sacerdotal (publicada el 30 de
noviembre de 1989: AAS 82 (1990) 607-636), en Los Padres de la Iglesia.
Documentos Pontificios del Papa Juan Pablo II, Selección e introducción de
Marek Raczkiewicz, Madrid 2002, 31-60.
ÍNDICE GENERAL

LA TRANSMISIÓN DEL PECADO ORIGINAL Y EL BAUTISMO DE


LOS NIÑOS EN LA OBRA CONTRA IULIANUM DE SAN AGUSTÍN

Dedicatoria .......................................................................................................3
Siglas y abreviaturas ........................................................................................5
Introducción .....................................................................................................7

CAPÍTULO I

PARTE HISTÓRICA ..................................................................................13


1. San Agustín, polemista................................................................................13
2. Juliano de Eclano en el contexto histórico del pelagianismo ......................20
3. Contra Iulianum libri sex ...........................................................................32
4. Otras obras de la polémica con Juliano ......................................................46
4.1. Contra duas epistulas pelagianorum ..................................................46
4.2. De nuptiis et concupiscentia ...............................................................47
4.3. Opus imperfectum contra Iulianum ....................................................48
5. Terminología agustiniana en la teología del pecado original .....................50

Conclusión ...................................................................................................143
Anexo I: Presentación de la Tesina ..............................................................149
Bibliografía...................................................................................................157
Índice general ...............................................................................................167

Laus Deo Virginique Matri

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