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“ECLIPSE DE UNA MUCHACHA” Tras ellas marchábamos hasta más allá del panteón, del primer

recodo y del primer puente. Ahí acabaron las columnas, el orden y el


CARLOS E. ZAVALETA (Caraz - Ancash) silencio; muchachas y muchachos empezamos a trepar a las ganadas
Cada vez, al oír decir que uno busca una sola mujer a través de otras hasta la cima del cerro. Fue una ilusión, claro, porque a cada tramo
mujeres, vuelvo a Yungay, a mis nueve o diez años, cuando conocí a debíamos descansar y no había cuándo llegáramos a la cúspide, por
encima de la cual surgió todavía la otra montaña, Punyán, como
Olga Ángeles en un día memorable del que ya se hablaba desde
burlándose de nuestras fuerzas. A media ascensión, creo, a las once
antes de llegar.
de la mañana soleada y azul, volví a ver esos ojos claros aunque
Fue el día del eclipse de sol para que todos nos preparáramos en la dormidos, el destello de la sonrisa, la cabellera negra recortada a la
escuela; habría excursión, clases en el campo e inclusive llevaríamos garzón, y también una piernas rosadas y largas, y un cuerpo de
todos los anteojos oscuros. La única tienda que vendía estaba junto a muchacha todavía brotando, como el mío entre los hombres. Su
sonrisa fue definitiva: me animó a ayudarle a trepar, a inventar el
Los Lirios, el mejor café del pueblo, con mesillas de manteles
diálogo sobre las asperezas del terreno, las gafas oscuras y eso,
coloreados y luces opacas sobre las mesillas. Cuando entré ya habían
mientras ella decía que llevaba apenas un vidrio ahumado con velas,
vendido las únicas cinco gafas que esperaban a los clientes desde porque las gafas costaban mucho.
hacía años. Un viaje a Carhuaz era inútil (pueblo más chico que Jadeando y descansando, con los pelos agitados por el viento, a
Yungay) y entonces debimos encargar a los choferes de camiones y mediodía llegamos juntos a la cumbre. Sólo podíamos mirarnos y
góndolas que nos compraran los antejos en Huaraz, previa una sonreír, imposible hablar por la fatiga. Al sentarnos en las piedras
comisión para ellos, por supuesto. Así obtuve las gafas por ser de los nos convidamos la Kola caracina y las butifarras que habíamos
primeros en encargarlas y así quedé listo para el día memorable. llevado. Pronto estuvimos rodeados de condiscípulos y el maestro
empezó a dictar su clase de historia al aire libre, ante esa vasta
El maestro había dicho que el eclipse se produciría por la tarde, a maravilla que ofrecía todo el Callejón de Huaylas, donde la luz se
los dos, pero nos citó a las nueve de la mañana porque deberíamos rompía en el cristal de los nevados y el clima benigno impedía el
trepar el cerro de Pan de Azúcar, donde Gamarra y Castilla habían frío.
librado una fiera batalla contra Santa Cruz, cien años antes. Y para A la una y media nos ordenaron ver cómo eran el cerro y sus
todo eso llevábamos cuadernos, fruta y fiambre. A las nueve y media accidentes, recoger restos de balas y fusiles oxidados, mudos, y
ya estábamos formando en la calle y vimos pasar por delante al otro clasificar piedras y plantas silvestres, y formar grupos para observar
colegio del pueblo, el de muchachas. En medio de tantos uniformes el inminente eclipse.
de faldas azules y blusas, entreví a alguien de ojos claros, A los dos supe que se llamaba Olga Ángeles Vinatea, y ella se había
increíblemente dormidos, y la sonrisa que era toda una luz. Pero la puesto mis gafas y yo me pintaba los dedos con el vidrio ahumado.
visión se perdió entre el desfile de mejillas con lindas chapetas y de Empecé a ver el prodigio del sol invadido por la luna, una bola negra
piernas tersas como suaves mejillas. hinchándose sobre la esfera que ya no lucía dorada ni, junto al otro
prodigio de Olga cercana y su piel fragante, sus cabellos volando sueño, su sonrisa libre, su aire ingenuo y lánguido. Ahora entiendo
libres, su naricilla tan graciosa que parecía de broma, sus labios que yo he vivido entre eclipses de Lucía para que brillara Olga y
rosados cuyas diminutas e increíbles líneas, poros y brillante rayas eclipses de Olga para que volviera a mí Lucía. Pero no supe que ella
podían contarse. Pero nada era igual a su mirada adormecida: su se pareciera tanto a mi mujer sino cuando, al leer los diarios sobre
sonrisa lo alzaba a uno del suelo, en una pausa del escudriñar al sol uno de los muchos aluviones de Ancash, me di con esta noticia:
lánguido, y otra vez me afanaba en vano por olvidarme de ella para "Entre las últimas víctimas, en Yungay, se recuerda a la familia
observar únicamente el eclipse. Ángeles Vinatea, compuesta por tres miembros que al parecer
Ya la tarde no era tarde, el sol era apenas un halo en torno a la luna habían logrado salvarse la primera noche. Amanecieron cerca de los
negra que lo había invadido, y el mundo de abajo, de quebradas, nichos del panteón, rodeados por la avalancha de hielo, roca y lodo
caseríos, el río Santa y las palmeras de la plaza de Yungay se había que había borrado a Yungay del mapa. Quedaron en medio del
transfigurado en una noche nueva, de las que no podían existir, una fango, pero vivos, de pie, gritando y pidiendo auxilio, mientras el
noche soñada o perdida, y yo vivía como dentro de una muchacha fango aumentaba sin cesar. Cuando tuvieron conciencia de que nadie
cuyos dedos ya había razado. Y ahora yo le quitaba las gafas y podría salvarlos, primero se arrojó al aluvión la madre, después se
rozaba su frente, sus cabellos, mientras Olga tomaba el turno del suicidó igualmente el padre, pero la hija Olga Ángeles Vinatea, que
vidrio ahumado, hasta que ambos acabamos con la nariz tiznada y en su colegio ganó el título de Gran Mariscala de Yungay, no se
pudimos reír pero no reímos, porque la noche súbita ya creaba arrojó nunca y más bien desapareció lentamente, poco a poco,
nervios, gritos, aplausos, canciones, cualquier cosa, una noche luchando a brazo levantando hasta el final. Y todo eso lo vio un
provisional y tímida, lánguida, mortecina, y ahora los pocos alumnos testigo desde el cerro". Cuando dejé de leer estaba llorando, pero
que tenían relojes tomaban el tiempo del prodigio. creo que lloré muy poco y muy avergonzado, mucho menos sin
Bajamos con las narices pintadas, de payaso, y yo cargando la bolsa duda, y por una causa no menos grande.
de muestras de piedras para Olga, las semillas que escogió, las flores
silvestres que llevé acompañándola hasta su casa, no lejos de las
grandes palmeras que habíamos visto desde arriba. FIN.
Desde entonces iba a verla por las tardes, cuando el sol moría y
jugábamos en la galería haciendo figuras con un rueda de hilo que
enganchábamos en los dedos, y así nuestra piel se besaba, sus ojos
verdosos y dormidos iban despareciendo poco a poco, al anochecer,
y su risa fresca y de dientes llenos impedían despedirme, así supiera
yo que papá iba a cruzarme de latigazos si llegaba tarde a comer.
Ahora la miro únicamente, sin tocarla, Está como dentro de mi
mujer, de Lucía, eclipsándola por ratos, pero luego Lucía vence y
recobra su dominio. Tiene mucho de Lucía, su mirada de medio
5) ¿Qué opinas sobre el cuento “Eclipse de una muchacha”?
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PREGUNTAS ………………………………………………………………

1) ¿Por qué crees que el texto se titula “Eclipse de una


muchacha”?
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2) Si el eclipse se iba a producir a las dos de la tarde ¿por
qué el profesor citó a los escolares a las nueve de la
mañana?
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3) El narrador ya adulto, menciona a su esposa Lucía,
¿cómo relaciona a Olga con Lucía?
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4) ¿Qué significado tiene el eclipse solar visto por los
muchachos?
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