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Situación problemática

Era una cálida noche de verano del año 2008, Gonzalo Hernández y su familia mantenían
una reunión con motivo de las fiestas de fin de año y decidieron pedir empanadas.
En ese momento, una franquicia se estaba instalando en la localidad bonaerense de
San Martín, donde estaban reunidos e hizo circular folletos con una promoción en la que
ofrecía una docena de empanadas gratis con la compra de dos e hicieron el pedido. Al otro
día, todos los que comieron el producto comenzaron a sentirse mal. Dolores de abdomen,
vómitos, fiebre y diarrea, fueron alguno de los síntomas. Acudieron a los servicios de
emergencias médicas para ser atendidas: dos de las personas fueron internadas de
urgencia. Les habían diagnosticado “abdomen agudo”.
La odisea no terminó allí. Hernández, abogado, demandó a la firma, y tras catorce
años de litigio, las cosas salieron peor que antes, el peor escenario posible: no sólo perdió
el juicio, sino que la justicia lo condenó en costas. No importó que la encargada del negocio
que le vendió las empanadas haya sido llevada a juicio penal ni los dictámenes favorables,
ni siquiera la caja de las empanadas, que la parte guardó celosamente. Tampoco que las
denuncias ante la Dirección de Defensa del Consumidor, Bromatología Municipal y el
Instituto Nacional de Alimentos, que comprobaron en una inspección al local que los
productos contenían la bacteria “Eschericchia Colli”. Lo que definió la suerte de la demanda
fue la falta del ticket. Sin ticket no hay indemnización, el razonamiento judicial, tanto de la
Cámara como del juez de Primera Instancia, fue que, ante la falta de ticket para acreditar la
relación de consumo, no podía tenerse por probada la relación de causalidad entre la
entrega de los productos y la posterior intoxicación”.
El fallo de Cámara resaltó que la factura o ticket que acreditase la compra de
empanadas en el local “hubiera resultado la prueba idónea para demostrar la conexión
existente con los proveedores aquí demandados”. Hernández, en su apelación dijo que ello
constituía el requerimiento de una “prueba diabólica” imposible de conseguir, pero el
tribunal rechazó el planteo: sostuvo que podrían haber ofrecido a un perito contador para
que compulse los registros contables de la demandada y corrobore si se hallaba asentada
la compra denunciada. “No cumplieron con la carga de probar la intervención del producto
fabricado y comercializado por las demandadas, lo que sella la suerte adversa de su
pretensión indemnizatoria”, advirtieron los camaristas. No pesó tampoco que en la causa
penal iniciada se haya comprobado la existencia de una llamada telefónica entre los actores
y los proveedores del bien. Para la mayoría ese elemento, por sí solo, no tenía “eficacia
probatoria para tener por probada la adquisición del producto” debido a que no había
respaldo “en ninguna otra constancia objetiva”. “Lo único que los actores lograron
demostrar a partir de las constancias de atención médicas aportadas en estos obrados y en
la causa penal, y las conclusiones de la perito médico infectóloga fue el diagnóstico médico.
Consumo protegido. En su voto en disidencia, la jueza esbozó un razonamiento. Para
la magistrada, si bien no estaba acreditada la compra del producto contaminado en el local
de la demandada con el respectivo ticket de compra, había “indicios serios, precisos y
concordantes de los que cabe inferir la existencia de dicha transacción”, como así también
“del daño a la salud de los actores (intoxicación) tiene relación de causalidad directa con la
ingesta de un producto contaminado adquirido en dicho local”. La presidente de la Sala C,
estimó que estaba probada la comunicación telefónica, que las constancias médicas
probaban que “en un escaso lapso temporal, los accionantes comenzaron a sufrir afecciones
a su salud que los obligaron a recurrir a la atención médica” y que en la inspección de
bromatología al local, se secuestró material y que, tras ser analizado, arrojó un resultado
de “un alto recuento de la bacteria ‘Escherichia Coli’. Lo que amerita tener por probada la
adquisición del producto y, consecuentemente, la procedencia de la demanda La Corte
Suprema ratificó la sentencia, que además les impone pagar $300.000 de costas.

Fuente Actualidad Jurídica, 20/11/2017

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