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Psicopatía y funciones ejecutivas

Marina Salar

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rEVISIÓN Neuropsicología de la agresión impulsiva

FLORENCIA FERRERO

Psicología, Neuropsiquiat ría y Neurociencias

Claudia Ramírez

Desempeño Neuropsicológico Prefront al en Sujet os Violent os de la Población General

Feggy Ost rosky
 FUNCIONES EJECUTIVAS Y PSICOPATÍA
Prieto Moyà, J., Salar Villalaín, M. (2013)

Resumen
La conducta antisocial ha sido un fenómeno que se presenta de forma transversal en la historia de la
humanidad y ha sido objeto de investigación de múltiples disciplinas con el fin de lograr comprender su
causa y desarrollo. La evidencia demuestra que los conceptos de Psicopatía y Función Ejecutiva están
íntimamente relacionados en la teoría, permitiendo integrar aspectos cognitivos y emocionales que son
fundamentales para la manifestación de conductas antisociales. El objetivo de este trabajo es determinar
las alteraciones o disfunciones de las funciones ejecutivas que provoca esta condición psicopática así
cómo los aspectos básicos en su evaluación.

Executive functions and psychopathy

Antisocial behaviour has been presented as a cross curricular subject along the history of humanity, as
well as one of the main targets of research of several disciplines in order to achieve its comprehension,
causes and development. Evidence shows that the concepts of Psychopathy and Executive Function are,
in theory, intimately related. Should it be true, the integration of cognitive and emotional aspects that are
essential in the manifestation of antisocial behaviour would be possible. The aim of this work is to
determine those alterations of executive functions that provoke this psychopathic condition, as well as the
basic aspects in its evaluation.

Agradecimientos
El presente trabajo se ha enriquecido notablemente gracias a la colaboración de: Juan Ramos Cejudo,
Ismael Dorado Urbistondo, Óscar Herrero y Encarnación Navas Collado. Agradecemos su ayuda y apoyo.

Phineas Gage como el origen de las investigación entre inicio de la investigación en torno a la relación entre la
el lóbulo frontal y las alteraciones de la conducta, alteración funcional o estructural de determinados
emoción e interacción social. circuitos, pudiéndose modificar el comportamiento del
sujeto de distintas maneras, desestructurándose e incluso
Comenzaremos nuestro trabajo haciendo referencia al presentando patrones opuestos a los mantenidos
archiconocido caso de Phineas Gage, puesto que su previamente a la lesión. (García Molina, 2008).
contribución se ha convertido en una cita ineludible para
cualquier texto que trate de poner en relación aspectos El trece de septiembre de 1848, Phineas P. Gage, de
como el comportamiento, pensamiento o la forma de veintiocho años de edad, trabajaba en la construcción del
sociabilizar con regiones cerebrales y las alteraciones en ferrocarril estadounidense cuando tuvo lugar el terrible
éstas. Así pues, numerosos estudios [Fernández Guinea, accidente por el cual una barra metálica atravesó su
S., Muñoz García, J.J. y Navas Collado, E. (2003); cráneo, más concretamente la región cigomática
García-Molina, A. (2008); Muci-Mendoza, R. (2007)] se izquierda, destrozando la porción posterior de la órbita
hacen eco de tal acontecimiento para ejemplificar el ipsilateral y parte del lóbulo frontal contralateral derecho,
saliendo por el vértex craneal, con tal fuerza que incluso
se desplazó casi veinticinco metros más hasta que llegó al
suelo llevando consigo una cantidad considerable de
sangre y tejido cerebral (Muzi Mendoza, 2007).
De forma resumida y con una orientación en lo que a
nuestro trabajo respecta, las lesiones que sufrió Phineas
Gage fueron localizadas en territorios cerebrales
frontales. Lo llamativo del caso y que suscitó el interés de
la comunidad científica y, de facto, el hecho que supone
la relevancia del acontecimiento es el cambio de
personalidad experimentado por Gage. La frase que
ilustra tal contraste fue expresada por conocidos y
compañeros de trabajo: “Gage ya no era Gage” o, lo que
es lo mismo, pasó de ser considerado una persona
responsable y en adaptación a la sociedad a un sujeto
caracterizado por la impulsividad, la indiferencia ante las
emociones y reacciones de los demás y que presentaba
incapacidad de planificación de acciones futuras, lo cual
en suma distaba de representar una adaptación a la
sociedad.
En definitiva y tal y como apuntan Fernández Guinea et
al (2004): “Phineas marcó el origen de las investigaciones
en torno a la relación entre el lóbulo frontal y los
comportamientos psicopáticos”.
El concepto de psicopatía
La conceptualización de la psicopatía es una tarea ardua,
puesto que no encontramos unanimidad en lo que a la
denominación del constructo ni a la definición en sí de la
psicopatía se refiere. La descripción del fenómeno ha
sido englobada desde distintas miras, en un continuo que
podríamos situar entre las posiciones más puramente
biológicas y aquellas que abogan por la relevancia de los
factores ambientalistas (López Miguel y Núñez Gaitán,
2008).
Por cuestiones de espacio y de relevancia de contenidos
para el propósito de nuestro trabajo, omitiremos la
2
información que respecta a la evolución histórica de la
definición de psicopatía y las causas o análisis de origen
que desde unas y otras teorías se le han otorgado, para
centrarnos en aquellas consideraciones que tienen mayor
peso hoy en día y que cuentan así con un mayor grado de
acuerdo entre los investigadores y profesionales.
En este sentido, es interesante la definición
proporcionada por Karpman (1961), en que describe al
sujeto psicópata como un individuo carente de
sensibilidad, emocionalmente inmaduro, sin profundidad,
con un rango de emociones caracterizado por la simpleza,
con una manifiesta incapacidad para la expresión de
miedo o ansiedad y que muestra un comportamiento
indiferente a la aplicación de refuerzos y castigos.
De entre todos los autores que han examinado el
concepto de psicopatía y han estudiado aspectos
concernientes a ésta, destacan el nombre de Hare y
Cleckley que, con sus descripciones, han tratado de
sintetizar los factores que pueden conformar el grueso de
lo que consideramos el comportamiento psicópata. Los
factores definidos por el segundo, que se mencionan en la
tabla 1, se emplean hoy en día en su mayoría para la
descripción de tal conducta.
Diagnóstico
La principal dificultad para el estudio de la psicopatía
radica en su no aparición en las clasificaciones
diagnósticas (Muñoz García y Navas Collado, 2004), que
omiten la psicopatía como tal y refieren al Trastorno
Antisocial de la Personalidad (301.7 en el DSM-IV-TR) y
al Trastorno Disocial (F60.2 en el CIE-10).
Es en este punto en el que cabe mencionar la aportación
al concepto de psicopatía efectuada por Hare, pues este
autor realiza una distinción entre tres niveles diferentes
que vendrían a caracterizar el trastorno psicópata.
Distingue pues entre un primer plano, que denomina
afectivo, caracterizado por la ausencia de empatía, culpa
y ansiedad; un segundo o interpersonal, en que destaca la
presencia de relaciones interpersonales fuertemente
marcadas por el egocentrismo, el narcisismo y un fuerte
poder manipulativo y, finalmente, un último nivel que
considera conductual, en el que los principales rasgos son
el comportamiento antisocial y transgresor de las normas
(Pozueco Romero, Romero Guillena y Casas Barquero,
2011).
Tabla 1. Criterios de Cleckley para describir la psicopatía
(Cleckley, 1941)
1. Encanto externo y notable inteligencia
2. Inexistencia de alucinaciones y otras
manifestaciones de pensamiento irracional
3. Ausencia de nerviosismo
4. Indigno de confianza
5. Mentiras e insinceridad
6. Falta de sentimientos de culpabilidad y de
vergüenza
7. Conducta antisocial, sin aparente remordimiento
8. Razonamiento insuficiente y falta de capacidad
para aprender de la experiencia vivida
9. Egocentrismo patológico e incapacidad para
amar
10. Gran pobreza de reacciones afectivas
11. Pérdida específica de intuición
12. Irresponsabilidad en las relaciones
interpersonales
13. Comportamiento fantástico
14. Amenazas de suicidio raramente cumplidas
15. Vida sexual impersonal, trivial y poco integrada
16. Incapacidad para seguir cualquier plan de vida
3
Tabla 2. Criterios del Trastorno Antisocial de la
Personalidad en el DSM-IV (301.7)
A. Un patrón general de desprecio y violación de
derechos de los demás que se presenta desde la
edad de los 15 años como lo indican tres o más de
los siguientes ítems: fracaso para adaptarse a las
normas sociales, deshonestidad, impulsividad,
irresponsabilidad...
B. El sujeto tiene al menos 18 años
C. Existen pruebas de un trastorno disocial que
comienza antes de la edad de los quince años
D. La conducta antisocial no debe manifestarse
durante el curso de episodios esquizofrénicos o
maníacos
Tabla 3. Criterios del Trastorno Disocial de la CIE-10 (F60.2)
A. Despreocupación cruel por los sentimientos de los
demás e incapacidad para la empatía
B. Actitud irresponsable persistente y marcada, y
desinterés por las normas sociales, leyes y
obligaciones
C. Incapacidad para mantener relaciones duraderas
D. Escasa tolerancia a la frustración y bajo umbral
para la descarga de la agresión, incluida la violencia
E. Incapacidad para experimentar culpabilidad o
beneficiarse de la experiencia, particularmente del
castigo
F. Predisposición marcada a culpar a los demás o a
ofrecer racionalizaciones plausibles para las
conductas que hacen entrar al sujeto en conflicto con
la sociedad
G. Irritabilidad persistente
 Tabla 4. Factores que componen la psicopatía (Robert D. Hare, 2003)
Factor 1 Faceta 1
Interpersonal/Afectivo Interpersonal
Faceta 2
Afectiva
Factor 2 Faceta 3
Desviación social Estilo
impulsivo/irresponsable
Faceta 4
Antisocial
Ítems que no saturan en ningún factor ni faceta
Esto es, la psicopatía no se define tan sólo por el
comportamiento antisocial sino que hemos de considerar
también en su descripción los planos afectivo e
interpersonal para realizar una síntesis completa del
trastorno y sus vicisitudes.
Tomando como referencia la ya mencionada lista de
factores propuesta por Checkley (tabla 1), el doctor Hare
construyó su elemento de evaluación de la psicopatía,
partiendo en un primer momento de 22 ítems y siendo
esta escala utilizada en diversas investigaciones, dando
lugar a la Psychopathy Checklist Revised (PCL-R). El
resultado de dicha revisión es la actual herramienta
compuesta de 20 ítems, considerados como los 20 rasgos
esenciales del psicópata criminal o “puro” (Pozueco
Romero et al, 2011).
Dentro de la comprensión del PCL-R, podemos entender
la psicopatía como un continuo donde los sujetos que
puntúan 0 son considerados nada psicopáticos y hasta la
4
1. Locuacidad y encanto superficial
2. Sentido desmesurado de autovalía
4. Mentiroso patológico
5. Estafador/engañador y manipulador
6. Ausencia de remordimientos o sentimientos
de culpa
7. Afecto superficial y poco profundo
8. Insensibilidad afectiva y ausencia de
empatía
16. Incapacidad para aceptar la
responsabilidad de sus propios actos
3. Necesidad de estimulación y tendencia al
aburrimiento
9. Estilo de vida parásito
13. Ausencia de metas realistas a largo plazo
14. Impulsividad
15. Irresponsabilidad
10. Pobre autocontrol de sus conductas
12. Problemas de conducta en la infancia
18. Delincuencia juvenil
19. Revocación de la libertad condicional
20. Versatilidad criminal
11. Conducta sexual promiscua
17. Frecuentes relaciones maritales de corta
duración.
puntuación 40, la que se obtendría en el caso de los
psicópatas puros. Toda variación que se produzca dentro
de estos dos polos es un matiz de relevancia para la
exploración psicológica del sujeto. En la Tabla 4 se
precisan los 20 factores señalados por Hare que vendrían
a caracterizar al psicópata puro y que conforman la escala
revisada.
La función ejecutiva
Antes de considerar la relación entre la psicopatía y sus
alteraciones o disfunciones debemos reconocer
claramente el concepto de función ejecutiva.
Todo lo que somos y hacemos responde a pautas de la
actividad cerebral. Cuando hablamos de funciones
ejecutivas hablamos de una función directiva, gerencial y
rectora del cerebro. Comprende un amplio rango de
procesos cognitivos y competencias comportamentales
que facilitan la iniciación, planificación, regulación,
secuenciación y almacenamiento del comportamiento y
pensamiento dirigido a metas. Estas funciones ejecutivas
incluyen habilidades cognitivas necesarias para el
control atencional, la organización temporal de los
comportamientos, la planificación de tareas complejas
para alcanzar metas futuras, capacidades para acceder y
manipular la información en la memoria a largo plazo y
monitorizar los estados internos y circunstancias
externas. Todos estos procesos y funciones son
sumamente complejos y dependientes de múltiples
subprocesos y funciones. (Bechara y Verdejo-García ,
2010)
El funcionamiento ejecutivo permite responder a las
situaciones de una manera flexible, para crear y adaptar
los planes y basar nuestro comportamiento en las ideas
mantenidas internamente en lugar de ser promulgada por
estímulos externos, principalmente.
Los pacientes con lesiones en la corteza frontal muestran
importantes deterioros en las funciones ejecutivas, lo que
ha llevado a considerar esta región como el principal
sustrato neuroanatómico de estas habilidades. Sin
embargo, es imprescindible dos precisiones a esta idea;
primeramente, estudios de pacientes con lesiones y de
neuroimagen funcional confirman la participación
conjunta en las funciones ejecutivas de sistemas
dinámicos integrados con la corteza frontal, distintas
regiones corticales posteriores y otras estructuras
paralímbicas (p.e., hipocampo, amígdala o ínsula) y
basales (ganglios de la base y tronco cerebral). Por otro
lado, un tercio de la superficie cerebral corresponde a la
corteza frontal, siendo esta la región más grande del
cerebro, con una diversidad funcional amplísima. La
degradación de los procesos ejecutivos en varios grupos
es un tema de debate, así como la definición de los
programas de intervención y rehabilitación para estos
grupos, entre ellos las llamadas personalidades
antisociales. (Bechara y Verdejo- García, 2010)
Si bien aún existe controversia sobre si las funciones
ejecutivas son un constructo unitario o bien un sistema de
5
procesamiento múltiple con distintos componentes
independientes aunque interrelacionados, hoy día el
debate parece inclinarse hacia la segunda hipótesis. Esto
supone que el sistema ejecutivo a la hora de resolver
eficientemente tareas complejas, necesita de un cierto
grado de redundancia y entropía. Esto significa que los
mismos procesos pueden ser abordados por varias
regiones cerebrales y que estas regiones pueden
organizarse de manera muy diversa en función de las
demandas de la tarea y las condiciones contextuales. Se
asume que dentro de la corteza prefrontal existen distintas
divisiones funcionales, especialistas en procesos
ejecutivos que son relativamente independientes y
disociables, por lo tanto la lesión en regiones concretas
puede dar lugar a deterioros desproporcionadamente más
robustos e importantes en los procesos en los que están
especializados. Esta noción no implica que los procesos
ejecutivos se encuentren localizados específicamente en
regiones concretas sino que determinadas divisiones
funcionales de la corteza prefrontal, y sus conexiones con
otras regiones corticales y subcorticales, presentan una
asociación más fuerte con determinados procesos
ejecutivos, como así viene demostrando la literatura
neuropsicológica en pacientes con lesiones focales.
Bechara, A. and Verdejo- García, A. (2010)
Respecto a la psicopatía, la revisión meta-analítica
publicado por Morgan y Lilienfeld (2000) sobre las
relaciones entre la conducta antisocial y las medidas
neuropsicológicas de la función ejecutiva mostró una
importante diferencia entre los grupos de antisociales y
control. (Blair, R. and James, R. 2003)
Sustrato neurológico de la función ejecutiva: Corteza
prefrontal (Bauselas Herreras y Santos Cela, 2006)
El córtex prefrontal realiza un control supramodular
sobre las funciones mentales básicas localizadas en
estructuras basales o retrorrolándicas. Este control se
lleva a cabo a través de las funciones ejecutivas, que
también se distribuyen de manera jerárquica, existiendo
una relación interactiva entre ellas.
Fuster (1999) ha defendido la idea de una representación
jerárquica en la mediación del lóbulo frontal en la
ejecución de las acciones: desde las neuronas motoras,
los núcleos motores, el cerebelo, el tálamo, los ganglios
basales y el córtex frontal. Al mismo tiempo, este último
también se organizaría jerárquicamente:
(i) El córtex motor primario mediaría en la
representación y ejecución de movimientos
esqueléticos,
(ii) el córtex premotor actuaría en la programación
de los movimientos más complejos, que implican
meta y trayectoria,
(iii) el córtex prefrontal, donde se produce la
representación de mayor nivel, actuaría a través
de la distribución de redes de neuronas cuya
actividad puede verse “limitada” por
coincidencia temporal de la actividad y el input a
través de tres funciones cognitivas básicas:
(a) la memoria a corto plazo motora y la
preparación para la acción.
(b) la memoria perceptiva a corto plazo, para la
retención de la información sensorial relevante,
en el córtex dorsolateral.
(c) el control inhibitorio de la interferencia para
eliminar aquello que es irrelevante, en el córtex
orbital.
Evidencias en psicópatas
Los correlatos neuropsicológicos de la psicopatía se han
visto abordados por múltiples investigadores; Hare,
Smith, Arnett, y Newman; Raine et al, entre otros.
Actualmente estamos en posesión de un congruente
cuerpo de investigación que sugiere que los problemas de
inhibición de los psicópatas están vinculados con daños
estructurales o funcionales en la corteza frontal. No
obstante, se han podido observar datos contradictorios en
lo que respecta a personas con psicopatía y las medidas
de la función ejecutiva frontal.
Muñoz-García y Navas-Collado (2004) referenciando a
Raine et all (1994) muestran la naturaleza funcional de la
corteza prefrontal en asesinos apreciándose un
hipometabolismo frontal de los asesinos frente a los
controles, en tareas de atención visual que inducen a la
activación de la región frontal del cerebro.
Por otra parte, Alcázar-Córcoles, et al (2008), dan cuenta
de una investigación de Raine et al, (2000), 6 años más
tarde, en la cual, sobre una muestra de 21 pacientes
psicopáticos se encontró un 11% de reducción de la
sustancia gris de la corteza prefrontal mediante
resonancia magnética estructural. En dicha muestra de
pacientes no existía ninguna otra lesión cerebral. Se
postula que las características prototípicas de la conducta
la antisocial y psicopática, tales como el pobre
condicionamiento al miedo, los problemas de autocontrol
y la falta de conciencia así como el bajo arousal podrían
ser consecuencias de esta deficiencia estructural
prefrontal.
Otro trabajo (Intrator et al, 1997) relacionado con la
función frontal, utilizando una tarea de decisión léxica
concluyó que el grupo compuesto por psicópatas
drogodependientes (identificados mediante PCL-R)
frente al grupo control, obtuvo un flujo sanguíneo
cerebral relativo (FSCr) superior en las regiones
occipitales y menor en las regiones frontales, temporales
y parietales. Estas hipoperfusiones frontales son también
evidentes en sujetos alcohólicos con trastorno de la
personalidad antisocial, en comparación con otros sujetos
sin dicho trastorno. (Muñoz García y Navas Collado,
2004).
Tal y como exponen Muñoz García y Navas Collado
(2004), también se han hallado resultados que relacionan
expresiones comportamentales propias del síndrome
6
disejecutivo con los lóbulos frontales en estudios
mediante electroencefalograma (EEG) y potenciales
evocados (PE). El registro de la actividad espontánea del
cerebro de sujetos antisociales evidencia menor actividad
en zonas anteriores (Mednik et al 1982). En relación a
esto, se han encontrado anormalidades en el EEG
(56.9%) en sujetos que han cometido crímenes violentos,
las cuales eran eminentemente frontales (62,2%). Las
conductas psicopáticas se han asociado como gran
frecuencia a las ondas frontoparietales θ (ondas de 4 a 8
Hz). Una revisión de estudios con EEG incide en la
propuesta de una actividad θ generalizada excesiva,
actividad focal temporal derecha de ondas θ (entre 6 y 8
Hz) y ondas β (entre 14 y 16 Hz), así como ondas lentas
localizadas en el lóbulo temporal.
Otras investigaciones como la de Lapierre et al (1995)
apoyan la hipótesis de la disfunción orbitofrontal,
ventromedial o prefrontal asociada la psicopatía.
En una revisión de la neuropsicología de la agresión
impulsiva (Alcazar et al, 2010) se da cuenta de los
resultados de estudios (Alcázar M.A. 2009,. Scarpa A., y
Raine A, 2007) llevados a cabo con pacientes que sufren
daño neurológico, evidenciándose de que daños graves en
la materia gris y blanca del córtex prefrontal conllevan
expresiones de personalidad pseudopsicopática.
Sin embargo, respecto a las medidas en la función
ejecutiva, Hare (1984) en un estudio enfocado a replicar
los hallazgos de un menor rendimiento en tareas de la
función ejecutiva frontal encontró que sujetos con
psicopatía podían efectuar de forma muy parecida a los
no-psicópatas tareas de formación de conceptos,
abstracción y planificación. Investigaciones más
recientes (Gómez-Jarabo, G., Alcázar-Córcoles, M.A,
1999 y Tremblay, R.E., Hartup, W.W. y Archer, J.,
2005) parecen demostrar el peor rendimiento de sujetos
violentos en pruebas cognitivas de lenguaje, percepción
y habilidades psicomotoras, frente a una muestra control.
Si esta detección es correcta y existe una relación entre
7
control de impulsos y el rendimiento en test cognitivos y
de habilidades y por lo tanto, una relación con
alteraciones cerebrales, podrían ser estas pruebas un buen
predictor. Además la revisión meta-analítica ( Morgan y
Lilienfeld ,2000) sobre las relaciones entre la conducta
antisocial y las medidas neuropsicológicas de la función
ejecutiva, como ya comentamos sí que muestra una
importante diferencia entre los grupos antisociales y
control.
Una de las hipótesis respuesta a la incógnita de la
aparente contradicción que suponen tales hallazgos
apunta hacia que, posiblemente, el déficit de la función
ejecutiva que presentan los psicópatas esté relacionado
con la presencia de comorbilidad psiquiátrica y, en
cambio, los aspectos afectivos que se asocian a la
psicopatía (carencia de sensibilidad, habilidades
manipulativas, ausencia de empatía, etc.) vengan
explicados por la disfunción orbitofrontal.
No obstante, la teoria que se maneja es que los sujetos
diagnosticados con trastorno antisocial de la personalidad
que muestran rasgos propios de la psicopatía tienen más
deficiencia en pruebas relacionadas a la disfunción
orbitofrontal. Como ya se ha apuntará, los rasgos básicos
de la personalidad psicopática se explicarían a
consecuencia de una disfunción orbitofrontal. Sumando a
esto un déficit del córtex prefrontal, comprenderíamos el
comportamiento antisocial, en una combinación de los
principales rasgos psicopáticos con la carencia de
habilidades de planificación y organización, así como la
incapacidad para pensar en las consecuencias futuras de
los actos. (Dinn y Harris, 2000).
Como ya hemos visto, la Función Ejecutiva se puede
enmarcar en los lóbulos frontales (región anterior) junto
con las áreas prefrontales, así como sus conexiones
recíprocas con otras zonas del córtex cerebral y otras
estructuras subcorticales, entre ellas los núcleos de la
base, el núcleo amigdalino, las estructuras diencefálicas
(hipocampo) y el cerebelo. La FE se ve asociada zonas
cerebrales distintas: la corteza dorsolateral, la corteza
orbitofrontal y el córtex cingulado anterior.
El córtex prefrontal es la estructura implicada en la
inhibición exitosa de los comportamientos inadecuados.
Aquí encontramos dos tareas principales; la inhibición de
respuestas dominantes (pero irrelevantes) y la
terminación de una respuesta, especialmente cuando un
cambio en ella es justificado. (Bechara y Verdejo- García,
2010)
Sellbom y Verona (2007) indican que la investigación da
claras muestras de que las personas con rasgos
antisociales a la hora de enfrentarse a situaciones de
conflicto de respuesta muestran un funcionamiento
deteriorado en esta área. Inciden además en que hay
evidencia de que una reducida inervación serotoninérgica
en la corteza cingulada anterior, puede estar asociada al
comportamiento agresivo impulsivo de estos sujetos, una
región que juega un importante papel en las situaciones
de conflicto de respuesta. Muestran además el argumento
de Blair (2003, 2004) según el cual los déficits de
inhibición de respuesta, que se rigen por la corteza
orbitofrontal (OFC), están especialmente implicados en la
psicopatía.
Muñoz García, J.J y Navas Collado, E. (2004) apuntan
que el funcionamiento de la corteza orbitofrontal derecha
está disminuido en un 14,2% en sujetos que han
cometido asesinatos.
La mayoría de estudios de casos inciden en la aparición
del comportamiento psicopático posteriormente a una
lesión orbitofrontal, siendo todos los rasgos que presentan
bien documentados y pudiéndose resumir
comportamiento antisocial e impulsivo, menor empatía,
afecto superficial y desinhibición social (Blumer y
Benson, 1975; Damasio, 1994; Damasio and Van
Hoesen, 1983;Grattan et al., 1994; Martzke et al., 1991;
Meyers et al., 1992; Stuss et al., 1992). Cummings
(1993), por su parte, relata la aparición de conducta de
desinhibición tras un daño en la región orbitofrontal.
(Dinn y Harris, 2000)
La corteza orbitofrontal también posee una función
relevante en la discriminación del olor, de hecho, en una
investigación de Lapierre et al (1995), pacientes con
daños en estas regiones presentaban agnosia olfativa, en
consonancia con la menor precisión en la detección de
olores de los sujetos psicópatas que detectaron
Corroborando esto, Jones-Jones- Gotman y Zatorre
(1988) informaron también de sus hallazgos en cuanto a
que pacientes con lesiones en la corteza orbitofrontal
presentaban peor rendimiento en pruebas de
identificación del olor. (Dinn, y Harris, 2000)
Lapierre et al (1995) observaron que no había una
disminución del rendimiento en las medidas relacionadas
con la función dorsolateral y prefrontal posterorolándica
(Catherin. et al, 2000) pero Liddle et al (1999) hallaron
que frente al incremento de la actividad frontal
dorsolateral que experimentaban los sujetos no
psicopáticos al inhibir respuestas, en los psicópatas no se
asociaba ningún incremento significativo. (Alcazar-
Corcoles et al. 2008). Un posible motivo para los
diferentes resultados es la metodología empleada en ellos.
Los trabajos con test neuropsicológicos no suelen
encontrar resultados. En cambio, las técnicas más
avanzadas como la neuroimagen sí. (Entrevista a Óscar
Herrero)
No obstante, no debemos caer en la trampa que sigue a
una identificación de un área cerebral con su función,
debido a que todo efecto patológico o no sólo puede ser
comprendido de forma adecuada en el contexto de
en: sistemas neurológicos multicomponentes. (Alcazar et al,
2010)
Investigaciones que intentan integrar la emoción en el
procesamiento cognitivo señalan que las regiones
prefrontales (orbitofrontales), ventromediales y
dorsolaterales son las encargadas de la inhibición de las
8
respuestas inadecuadas y del control de la ejecución de
las respuestas adecuadas. La primera región implicada en
la toma de decisiones de tipo emocional permite el
comportamiento adaptativo, mientras que la segunda es la
encargada de reflexionar en la toma de decisiones y las
acciones que se derivan de ellas. Puede extraerse que la
desinhibición comportamental de los psicópatas se
relaciona con una disfunción en la corteza frontal
ventromedial (integración cognitivoafectiva) y en la
corteza frontal dorsolateral (inhibición de la respuesta) o
con una comunicación ineficaz entre éstas y otras
regiones del cerebro. En cierta forma, podría considerarse
que los psicópatas sufren dificultades para conectar las
áreas cerebrales cognitivas y emocionales, lo que
explicaría la debilidad de los frenos emocionales y su
inevitable correlato con la conducta agresiva. (Alcazar-
Corcoles et al., 2008)
En esta misma línea los propios Alcazar-Corcoles et al.
(2008) referenciando a Raine (2002) afirman que existe
una tendencia a una tasa de funcionamiento reducido en
las regiones izquierdas de la amígdala, el hipocampo y el
tálamo y mayor en las regiones derechas en psicópatas.
La estructura amigdalina asociada con el comportamiento
agresivo, se trata de una red neural clave para el
procesamiento de la información socialmente relevante y
funciona en paralelo con el hipocampo, reconociendo
objetos. El daño en este sistema podría verse relacionado
en cierto modo con lo que denominamos conducta social
inadecuada, que es manifestada frecuentemente por
personas violentas. También se encuentra relación con la
falta de capacidad para el reconocimiento y evaluación de
estímulos que expresan probabilidad de conflicto.
Amígdala, corteza prefrontal e hipocampo están
integrados en el sistema límbico, responsable de la
expresión de las emociones, al mismo tiempo que el
tálamo les envía inputs desde las estructuras subcorticales
límbicas hasta la corteza prefrontal.
La amígdala, el hipocampo y el tálamo tienen, al mismo
tiempo, una gran relevancia en lo que a aprendizaje,
atención y memoria se refiere. Así, dificultades en su
9
proceder están relacionadas tanto con la deficiente
respuesta de condicionamiento al miedo como a la
incapacidad para formular aprendizajes a partir de la
experiencia. Esta serie de carencias vienen a definir a los
delincuentes que emplean la violencia y son, en suma,
una definición comportamental disejecutiva.
Esta información se mostraría compatible con la hipótesis
del manejo de estrategias cognitivas no límbicas en el
procesamiento de material de contenido afectivo en los
psicópatas. (Muñoz García, y Navas Collado, 2004).
El intento de corroborar esta hipótesis del procesamiento
anormal del material afectivo se produce en un estudio de
Hare et al (1991) con el uso de PE. Los dos grupos
(control y psicópatas) fueron divididos empleándose
como criterio las puntuaciones en la PCL. En dicho
estudio fueron empleadas 13 palabras neutras, 13
palabras de contenido afectivo positivo y 13 de contenido
afectivo negativo. Las personas del grupo de psicópatas,
si bien reconocieron las palabras, fallaron cuando de
sentirse afectados por el sentido emocional se trataba.
Los sujetos del grupo control reaccionaban más rápido
ante las palabras de contenido emocional frente a las
neutras, los componentes relevantes de los PE se
mostraron más amplios de forma significativa para éstos.
En cambio, los psicópatas presentaron el mismo patrón
de respuesta con palabras emocionales y neutras, lo cual
se explicaría como una menor extracción de información
de las mismas.
Si bien es cierto que las respuestas atípicas
electrodérmicas están relacionadas con daño en regiones
no frontales, diversos estudios ( Damasio et al, 1990;.
Guyton, 1991; Tranel y Damasio, 1994;. Tranel et al,
1988). confluyen en la evidencia de que el sistema
orbitofrontal juega un papel regulador en el SNA,
incluyéndose aquí la actividad electrodérmica y el control
de la presión arterial. Tranel et al. (1988) apuntan que los
individuos que presentan lesiones bilaterales
orbitofrontales muestran respuestas electrodérmicas de
menor reactividad cuando se les expone a estímulos que
contienen carga emocional. Los resultados de estas
investigaciones son interesantes para la explicación de la
relevancia de la región orbitofrontal en la modulación de
la respuesta autonómica a eventos emocionalmente
evocadores. Una hipótesis que se maneja es que la baja
respuesta electrodermal que presentan los sujetos con
comportamiento psicopático viene a mostrar la baja
actividad orbitofrontal. (Dinn y Harris, 2000)
La evaluación de la función ejecutiva
La evaluación de la función ejecutiva puede realizarse
desde tres prismas distintos, aunque complementarios
(Pineda, 2000): (a) evaluación clínica cualitativa, (b)
evaluación clínica o investigativa cuantitativa y (c)
evaluación experimental.
La evaluación clínica cualitativa es aquella que se lleva a
cabo realizando una observación directa del sujeto,
tratando de identificar aquellas conductas que puedan
estar relevando la existencia de síntomas de trastorno
disejecutivo. En concreto, estos síntomas pueden
resumirse en: (1) dificultades en atención sostenida, (2)
alteraciones en la autorregulación, (3) problemas en la
organización cognitiva y del comportamiento y (4)
rigidez cognitiva y del comportamiento. Para este primer
tipo de evaluación no se requiere la utilización de
ninguna herramienta concreta, más que la demanda
implícita de un gran conocimiento y experiencia en la
sintomatología de síndromes prefrontales.
Tabla 5. Síntomas a observar dentro de la evaluación clínica
cualitativa (Pineda, 2000)
1. Impulsividad
2. Inatención
3. Dependencia ambiental
4. Perseverancia patología e inercia
comportamental
5. Alteración metacognitiva
10
Por su parte, la evaluación cuantitativa precisa de pruebas
neuropsicológicas estandarizadas con el objeto de
constituir una orientación de mayor objetividad. Como
elemento ventajoso destaca la posibilidad de que otros
autores manejen la misma información de resultados,
permitiéndose así una mayor replicabilidad y contraste.
La evaluación cuantitativa se realiza en tres niveles de
análisis de los resultados: (1) nivel psicométrico, (2)
análisis de los factores cognitivos y (3) análisis
neuropsicológico del factor subyacente a los errores.
De entre las diversas pruebas que se emplean con mayor
frecuencia cabe destacar la prueba de Clasificación de
tarjetas de Wisconsin (Wisconsin Card Sorting Test), el
test de fluidez verbal, la torre de Hanoi y la Prueba de
Stroop, entre otros.
Por último, en lo que a la evaluación de la función
ejecutiva se refiere, la evaluación experimental se emplea
en el ámbito investigativo, con un control estricto de los
casos y sujetos. El objetivo es la medición lo más precisa
posible de las operaciones cognitivas. Existe una amplia
tipología de experimentos llevados a cabo con tal fin,
destacando los realizados por Luria (1966), Passler et al
(1985) o Golden (1981), entre otros.
1. La evaluación de las funciones ejecutivas1
Previo a adentrarnos en la evaluación pura, nuestro punto
de partida debería ser resaltar que, pese a que en este
caso, la definición del funcionamiento ejecutivo es más o
menos clara, la complejidad y variedad de las funciones
mentales que están cubiertas bajo el término de
“funciones ejecutivas” presenta ciertas dificultades. Al
igual que otro tipo de funciones cognitivas superiores, la
1
(La información aquí presente ha sido extraída de las
entrevistas realizadas a Óscar Herrero y Encarnación Navas.
Por este motivo no se encontrarán referencias a lo largo del
texto. Para consulta y más información mirar ANEXOS)
medición presenta serias dificultades desde el punto de
vista psicométrico y desde el campo de
neuropsicología. Podríamos englobarlas como
conjunto de capacidades cognitivas orientadas a la
planificación, generación, supervisión y ajuste de
nuestras estrategias para afrontar un objetivo complejo,
como ya apuntábamos anteriormente. Estas capacidades
no se encuentran “encapsuladas” en el funcionamiento
cognitivo general de la persona, sino que se relacionan
con capacidades como la memoria de trabajo (en lo
referente por ejemplo a la capacidad para actualizar la
información que estamos utilizando durante la resolución
de un problema, o para determinar qué información es la
que mantenemos accesible a la conciencia y cuál
inhibimos) o la inteligencia (la capacidad
actualización parece estar vinculada con la inteligencia
fluida).
Por lo tanto, hablamos de un conjunto muy amplio de
capacidades que comparten en principio un sustrato
neuroanatómico similar que afecta principalmente a
regiones frontales del encéfalo.
Por lo tanto plantearse evaluar de una forma válida y
fiable este conjunto tan complejo de capacidades no es
sencillo.
De forma muy general, podemos decir que existen dos
grupos de pruebas para evaluar estas funciones: los tests
neuropsicológicos al uso (que son los que están
comercializados y son accesibles a los profesionales) y
las pruebas experimentales.
Los test neuropsicológicos son conjuntos de pruebas que
valoran distintos aspectos de la capacidad cognitiva de las
personas. Dentro de estas baterías hay pruebas que
evalúan explícitamente funciones ejecutivas
capacidades vinculadas con ellas. Si decimos que un
determinado test evalúa “función ejecutiva” ¿a qué se
refiere exactamente? ¿Evalúa todas ellas? Si vamos más
allá, estas tareas frontales neuropsicológicas
complejas y tienden a implicar también capacidades
mentales que no son puramente ejecutivas. Por lo tanto,
el resultado que obtenemos al evaluar a una persona es la
consecuencia (a) de alguna capacidad ejecutiva pero
la seguramente no de todas (b) de otras capacidades que han
un intervenido en la resolución del problema.
Las pruebas experimentales son, sin embargo, más
específicas. Suelen abordar una única capacidad ejecutiva
mediante una tarea muy delimitada, generalmente
novedosa para la persona, y centrada casi exclusivamente
en una capacidad ejecutiva bien definida.
En el ámbito clínico necesitas una prueba que te permita
tomar decisiones, recomendar un tratamiento o defender
una determinada secuela cerebral en un juicio. Pero no
hay que perder de vista que cuando alguien está
realizando uno de estos test, por debajo está una o varias
de de estas capacidades ejecutivas concretas. De alguna
forma el resultado en un test frontal complejo recoge su
actividad, junto a la de otras funciones.
2. Tests
Las FF.EE. se evalúan igual en cualquier trastorno:
esquizofrenia, trastorno mental grave... psicopatía,
trastorno obsesivo-compulsivo... Es decir, no hay pruebas
específicas por patología, sino que son tests que miden
aquellos componentes del funcionamiento ejecutivo que
nos interesan (memoria de trabajo, capacidad de
planificación, flexibilidad cognitiva...) y los resultados
deben contrastarse con la evaluación clínica, con criterios
diagnósticos, entrevista, psicopatología...
Las pruebas neuropsicológicas más conocidas y utilizadas
para detectar daño frontal son:
-WCST (test de tarjetas).
o
Mide la capacidad de abstracción y la flexibilidad
cognitiva. Su aplicación consiste en la clasificación de
unas tarjetas-respuestas en cuatro bloques con tarjetas-
estímulos. Para realizar esta tarea debe atender a unas
son
normas que el sujeto deducirá a través de respuestas del
experimentador (acierto o error) ante la ejecución del
sujeto. Se mantiene el criterio o la norma hasta que se
produzcan correctamente y consecutivamente 10 tarjetas
11
de una categoría determinada. Estas categorías son: color,
forma, número, color, forma y número. Se realizará la
prueba hasta que el sujeto completa las 6 categorías o
finaliza las 128 tarjetas.
Lo que se predice ante muestra psicopática con lesión
frontal es que cometerán un mayor número de errores
perseverativos en comparación con el grupo control: se
tratan de respuestas incorrectas que se producen
inmediatamente después de haber logrado un acierto en la
categoría.
Esta prueba se ha venido considerando como una medida
sensible a los déficits dorsolaterales aunque es más
adecuado quizá establecerla como una medida de
funcionamiento frontal difuso.
-Test de fluidez verbal.
Con este test obtenemos una medida de la amplitud de la
fluencia verbal. El objetivo de esta prueba es generar
tantas palabras como sea posible cuya inicial sea en este
caso /f/, /a/ y /s/. En el caso del formato semántico, la
clave es decir todos los nombres de animales o frutas
posibles en dicho intervalo temporal. La fluencia verbal
se relaciona con el funcionamiento prefrontal izquierdo.
-Test de laberintos de Porteus
Se trata de establecer el camino de salida en el dibujo de
un laberinto. La puntuación está sujeta al número de
tentativas que necesite para realizar correctamente un
total de 10 laberintos. En teoría, el rendimiento de la
prueba correlaciona con daño frontal difuso
dorsolateral, debido a que la medida de las habilidades de
planificación se desarrolla en el contexto de una tarea de
memoria operativa visoespacial.
-Torre de Hanoi
Dicha prueba permite la evaluación de la organización y
la programación visoespacial de una secuencia de
movimientos, por lo que implica memoria operativa. Este
test genera enormes dificultades en sujetos con daño
frontal. El objetivo es conseguir desplazar las torres
desde la primera varilla a la tercera. La torre está
segmentada en bloques, que son los que realmente se
mueven para reconstruirla de nuevo en la posición final.
Para realizar esta operación se cuenta con una varilla de
apoyo, la numero dos, que está situada entre la primera y
la tercera. Se busca realizarla en el menor número de
movimientos posibles y comiendo el menor número de
errores. Los movimientos de los bloques están
condicionados por dos restricciones.
- Tarea go/ no go
En general se trata de una prueba computerizada. Se
presentan 150 ensayos distribuidos en tres bloques de 50.
El participante debe presionar la barra espaciadora con la
mayor rapidez cuando aparezca en la pantalla una cruz
blanca y evitar responder cuando aparezca un cuadrado
blanco. Ambos estímulos se presentan en distintas
localizaciones espaciales con probabilidad idéntica. La
clave de esta prueba consta en una fase previa de 50
ensayos de entrenamiento donde os sujetos deben
responder a los cuadrados blancos.
- Cubo de Necker
Se le presenta al sujeto una representación bidimensional
de un cubo. Cada vez que éste aprecie un cambio de
perspectiva debe informar. Se postula que los psicópatas
tienen un rendimiento disminuido, es decir similar al de
los sujetos con lesiones bilaterales frontales.
-Test de Stroop
o
El test de Stroop originariamente estaba interesado en
conocer los efectos de la interferencia perceptual,
principalmente en conocer qué efectos tenía esta
interferencia sobre el comportamiento. Más tarde se
descubrió que era un test sensible para discriminar
personas con daño cerebral, siendo capaz, incluso de
discriminar la localización de este daño, en el hemisferio
derecho versus izquierdo, así como en la parte anterior
12
versus posterior; también permite localizar disfunciones
de tipo subcortical.
- Prueba de apertura de caminos (TMT A y B)
Se trata de un test que implica capacidad de
autorregulación, atención sostenida, velocidad
psicomotora y flexibilidad cognitiva. Se presenta en un
formato de unir puntos: al sujeto se le pide que una de
forma ascendente una nube de números distribuidos
aleatoriamente. El formato A presenta simplemente
números, mientras que en el B (la segunda parte de la
prueba) hay que alternar pares de número-letra (p.e. 1-A,
2-B). Se obtendrá el tiempo relativo a cada una de las
partes. Si bien algunos autores establecen la prueba como
un correlato de daño cerebral no específico, parece que la
parte B se ha mostrado sensible al daño en lóbulos
frontales. Por lo general, se considera que este test
discrimina bien entre personas con daño frontal e
individuos normales. Mediante tomografía por emisión
de positrones (PET) se evidencia que la realización de la
prueba produce activación frontal derecha.
El test consta de 4 etapas, la última de ella la de
interferencia. El sujeto debe leer el color de la tinta con la
que están escritas palabras cuyo significado son colores.
La sensibilidad de la tarea responde a la perseverancia
perceptiva ya que la respuesta dominante es leer el
nombre del color y no decir el color de la tinta. Se trata
de inhibir la tendencia automática y frente a esa tarea
conflictiva responder con control.
- Tarea secuencial de emparejamiento de memoria
(SMMT)
La prueba está compuesta por 35 tarjetas con un signo de
resta o suma. La presentación es una a una, pero el sujeto
debe registrar el signo que ha aparecido dos tarjetas antes
de la que se está procesando en ese momento. Se trata de
que el sujeto intente conservar el signo de la tarjeta que
se le está pidiendo frente a la interferencia del signo de la
última tarjeta. Se encuentra que personas con déficits
frontales cometen más errores en comparación con
13
sujetos control y psiquiátricos. Concretamente los
psicópatas han mostrado problemas de perseveración en
la ejecución de la prueba.
-Cuestionario de actividades preferenciales (APQ)
La prueba consiste el que el sujeto debe elegir
forzosamente entre dos actividades no placenteras. Una
de ellas produce ansiedad física o social y la otra se trata
de trabajos ‘desagradables’. Se ha encontrado que los
psicópatas tienen menos ansiedad en el APQ que los
sujetos control, aunque una revisión reciente no considera
al APQ una medida sensible para el constructo
psicopatía.
-Subtests del WAIS (cubos y rompecabezas)
Los materiales para dicha prueba son una serie de cubos
con dos caras blancas, dos rojas y dos con los dos
colores. El sujeto debe imitar con los cubos unos diseños
que previamente se presentan de forma gráfica. Es
necesario poseer capacidad de planificación,
organización, razonamiento abstracto y habilidades
constructivas y visoespaciales para realizar correctamente
la tarea. Evidencias muestran que los sujetos con daños
prefrontales obtienen unas puntuaciones bajas.
- Test de organización visual (VOT)
El objetivo específico es evaluar la capacidad para
ordenar dibujos reconociendo figuras. Evalúa los
procesos dependientes del análisis, organización y
síntesis visual. Esta prueba tiene una gran sensibilidad
para evaluar el daño en la función visuoperceptiva.
- Prueba de fluidez de diseños
Se trata de una prueba de fluidez y programación
visomotriz, durante la cual se solicita dibujar el mayor
número de figuras o formas con o sin sentido durante 3
minutos (parte de trabajo libre). En la segunda parte se
le establecen restricciones dándole sólo 4 líneas fijas y
permitiendo sólo el diseño de figuras desconocidas o sin
sentido en tres minutos. Se puntúan el número de figuras
logradas correctamente, el número de errores y el número
de perseveraciones (figuras repetidas). No se ha
encontrado correlación entre esta prueba y el test de
fluidez verbal, por lo que se postula evaluaría la actividad
prefrontal derecha.
autoridad. También pueden darse intentos de manipular
su resultado con objetivos instrumentales. Por ejemplo,
en la evaluación de una persona de cara a un juicio puede
darse que haya interés en simular tener secuelas
cerebrales.

- Test de aprendizaje verbal (AVLT)

Esta prueba neuropsicológica se utiliza para evaluar las
capacidades de memoria verbal y la capacidad para el
aprendizaje. Se trata de 2 listas de 15 sustantivos con una
tercera opcional en caso de que se invalide alguna. El
desarrollo es el siguiente: la primera lista se repite 5
veces, en cada presentación debe intentar recordar el
mayor número de palabras independientemente del orden.
Consecutivamente se presenta la lista B sólo una vez y
debe realizar la misma tarea de memoria. Tras esta lista el
sujeto debe recordar las de la primera lista sin ninguna
presentación previa. Tras 30 min se administra una tarea
de reconocimiento por escrito.
La prueba se presenta con buena sensibilidad al daño
frontal en las siguientes medidas: a) diferencia entre el
número de palabras recordadas en el primer y el quinto
intento de A; b) número de palabras recordadas en el
quinto intento (habilidad para mejorar el recuerdo por la
exposición repetida), y c) seguridad en la tarea de
reconocimiento (medida de la organización de la
memoria).
3. Evaluación de muestra psicopática
Sin olvidar tener en cuenta que la psicopatía suele
presentar trastornos asociados. De hecho lo normal en la
psicopatología es la comorbilidad, no los casos puros.
Algo muy común y que puede interferir en una
evaluación neuropsicológica son los problemas de
dependencia de sustancias. Una mala ejecución en una
prueba puede deberse también a historias prolongadas de
consumo que han repercutido en el funcionamiento
neuropsicológico del individuo.
Siempre que se trabaja con población forense es
importante también tener en cuenta el nivel cultural de la
persona. Aunque algunas pruebas ejecutivas son de tipo
más manipulativo, otras tienen un mayor componente
verbal. Si bien el nivel de una determinada función
ejecutiva no tiene por qué estar asociado al nivel cultural,
este nivel cultural si puede afectar a la comprensión de
algunas pruebas y afectar al rendimiento.
También es de especial relevancia considerar la duración
de la prueba y el esfuerzo que supone realizarla. Si
trabajamos con un psicópata, seguramente mantenerse
durante mucho tiempo fijado en la misma tarea le resulte
costoso e incluso irritante. Se aburrirá con facilidad e
intentará dejar la evaluación con alguna excusa.

Previo a cualquier medición es básico determinar el

Conclusiones
objetivo de la evaluación. Si el fin es la investigación,
probablemente un psicópata no tendrá problemas en
La figura de los psicópatas es todavía una gran
realizar una prueba, que de hecho suelen ser entretenidas
desconocida. Si bien comprendemos los criterios por los
y les resulta divertido hacer. Otra cuestión es cuando se
que se define la conducta psicopática, queda todavía un
plantea pasar una prueba de este tipo con objetivos de
largo camino en tanto a la correcta delimitación del
evaluación forense. Aquí podemos encontrarnos con falta
fenómeno, en lo que se incluye diagnóstico y evaluación
de colaboración durante la realización de la prueba o
del mismo. Tras una extensa revisión de bibliografía
directamente la negativa a realizarla. No debemos olvidar
sobre el tema y contando con el apoyo de profesionales
que un psicópata suele ser una persona desconfiada y
que nos han brindado la oportunidad de entrar en
suspicaz, sobre todo ante figuras que representan alguna
14
contacto con herramientas más aplicadas, resalta la excitante para los interesados por la neurobiología del
impresión de que existe una necesidad de aunar todo el comportamiento antisocial.
conocimiento que de la población psicopática se dispone.

Un aspecto a remarcar y que se destacó en la entrevista

con Ismael Dorado es la necesidad de realizar una
revisión crítica de las pruebas que se administran a este
tipo de sujetos, teniendo en cuenta las características que
les definen y la potencial manipulación de las medidas a
las que nos vemos expuestos en la evaluación. Sería por
tanto interesante trabajar en este sentido para contar con
la mayor precisión posible a la hora de delimitar la
población psicopática.

La evaluación de las funciones ejecutivas en población

psicopática es actualmente una actividad restringida casi
totalmente a la investigación. De hecho, los trabajos cuya
herramienta de evaluación son los test clásicos no parece
que arrojen resultados concluyentes. La hipótesis del
déficit cerebral, concretamente frontal, continúa vigente.
Los estudios e investigaciones con técnicas de
neuroimagen y funcionales señalan la existencia de una
disminución en la sustancia gris en el córtex paralímbico
y en el lóbulo orbitofrontal. Con respecto a la sustancia
blanca, parece que existe una disminución de la
conectividad específica entre la corteza orbitofrontal y el
sistema límbico. Se da a entender, por tanto, que algo va
mal en el cerebro de los psicópatas, y que el lóbulo
frontal (probablemente en su faceta más emocional) está
involucrado.

Las implicaciones prácticas de estos datos aún están por

verse. Como propuesta futura sería interesante y
necesario apostar por el progreso y desarrollo de técnicas
de evaluación neuropsicológica accesibles a los
profesionales que fuesen sensibles a estas alteraciones
cerebrales. Las técnicas de neuroimagen no son desde
luego algo a lo que pueda acceder fácilmente un
psicólogo ni una fuente de información común en su
práctica clínica. Nos adentramos en un campo de trabajo

15
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