Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Género negro sin límites, Sánchez Zapatero, J. y Martín Escribà, A. (eds.), Andavira, Santiago de
Compostela.
1
Dicha escala es conocida en inglés con las siglas PCL-R , “Psychopathy Checklist – Revised”.
1
Antes de proceder será necesario tener en cuenta algunas cuestiones. La primera de
ellas es que nuestro sujeto de estudio no es una persona real, sino literaria. Contemplamos,
pues, a un “criminal literario”, cuya única materialidad son los textos que hablan de él, que no
siempre nos proporcionan toda la información necesaria para, digámoslo así, “diagnosticarlo”.
Ya sea por cuestiones culturales, como el pudor inglés, presente en Wilkie Collins, Conan
Doyle o, incluso, Borges, o genéricas, como la economía narrativa que exige el relato
detectivesco, no siempre se nos va a ofrecer un cuadro completo de los rasgos caracteriales o
estilos de vida de los criminales, de modo que no podremos responder a aquellas preguntas
que hacen referencia, por ejemplo, a la promiscuidad (punto 6) o a la formación psicológica
(puntos 17 y 18). En cambio, el estilo realista y behaviorista de la novela policiaca realista
nos proporciona mucha más información al respecto.
En segundo lugar, aunque podríamos habernos centrado en el análisis de un solo
personaje susceptible de ser considerado un psicópata, como Nick Corey, el sheriff sin
escrúpulos de Potts Country, protagonista de la novela 1280 almas, de Jim Thompson, hemos
preferido ocuparnos, a pesar de los riesgos, del criminal literario, en general, puesto que
nuestro objetivo no es tanto realizar un “diagnóstico”, como reflexionar sobre algunas de las
características básicas de la construcción y representación de los criminales en la narrativa
policial.
En tercer lugar, debemos tener en cuenta que el corpus de la narrativa policial está
compuesto, por lo menos, por tres grandes corrientes: el relato detectivesco; el relato
propiamente policial, o novela policiaca realista, según el decir de Chandler; y la narrativa
neopolicial, que es un resurgimiento de la novela policiaca realista adaptada a los diferentes
contextos culturales del mundo de la globalización neoliberal. Los presupuestos estéticos,
temáticos, morales y culturales de cada una de estas tres corrientes tienden a privilegiar al
menos dos tipos de criminales diferentes: más intelectual y reflexivo, en el caso del relato
detectivesco, y más pasional e impulsivo, en el caso del relato policial y neopolicial. A la hora
de evaluar los veinte puntos de la Escala de Hare consideraremos las diferencias entre ambos
tipos de criminales.
En cuarto y último lugar, recordemos que no hace falta que una persona, en nuestro
caso un personaje, cumpla todos los rasgos para que sea considerado un psicópata. Según la
Escala de Hare, en función de la adecuación a cada uno de los items contemplados, se debe
sumar un 0, en caso de que el sujeto no responda en absoluto a ese tipo de rasgo o
comportamiento; un 1, en caso de que lo haga parcialmente; y un 2, en caso de que lo haga
mayoritariamente. Si la persona evaluada suma treinta o más puntos, se lo considera psicópata,
mientras que si puntúa menos de treinta puntos, se lo considera una persona normal, con más
o menos rasgos psicopáticos.
2
(2) ¿Se siente superior a los demás? Ciertamente, el crimininal presenta un sentido
exagerado de su propia valía, que lo hace sentirse superior a los demás, en tanto que ser
inteligente, genial, único o valeroso. Auden llegará a hablar del asesinato como “una creación
negativa”, que hace que todo asesino posea “un orgullo demoníaco” que le lleva a reclamar
“el derecho de ser omnipotente” (1999: 183). En virtud de dicho narcisismo, el criminal puede
llegar a presentar sus acciones u objetivos como algo elevado y superior, como, por ejemplo,
una obra de arte, desinteresada y grandiosa o un intento de restituir un orden amenazado,
cuando no, directamente ejercer la justicia. Cabe señalar que una de las formas más habituales
del complejo de superioridad es el victimismo. No es extraño, pues, que el criminal conciba
su superioridad en términos negativos, presentándose como la víctima que convierte a todos
los demás en culpables susceptibles de ser castigados por él mismo. En todo caso, su
sentimiento de superioridad le confiere privilegios que otros no tienen, el mayor de los cuales
es delinquir y, en último término, matar.
(3) ¿Miente con asiduidad? No hay duda de que el criminial miente con asiduidad. La
actividad definitoria del criminal, que busca ocultar la naturaleza de sus acciones, es mentir;
no sólo con palabras, sino también con falsas pistas, disfraces, mentiras, coartadas o
cómplices. Además de esta batería de mentiras y engaños, el criminal puede utilizar relatos
biográficos, más o menos maquillados, así como discursos filosóficos o políticos
tergiversados, con el objetivo de justificar sus propias acciones. Tanto es así que podríamos
afirmar, con Martín Cerezo, que “en toda narración literaria coexisten teóricamente dos textos:
el texto que leemos y el texto que el criminal trató que leyésemos.” (Martín Cerezo, 2006: 54)
(4) ¿Es manipulador? El criminal literario también es un manipulador que utiliza a los
demás como medios para obtener sus fines. El criminal cosifica a las personas hasta
convertirlas en encubridoras, cómplices, ejecutoras del crimen o, claro está, cadáveres.
Ciertamente, el asesinato es el acto de dominación y de instrumentalización máximo de la otra
persona, puesto que cosificar no consiste sólo en ver al otro como un medio, sino también
como un obstáculo. La persona cuya muerte se desea es cosificada, pues pasa a ser vista como
una piedra en el camino, que puede apartarse de un puntapié. También los crímenes pasionales
implican una manipulación o cosificación de la otra persona, puesto que se la convierte en el
medio para lograr un placer, que puede reducirse al de la mera posesión del otro.
(5) ¿Sus relaciones suelen ser breves? Aunque se trate de una cuestión menos tratada,
en general, podemos afirmar que las relaciones afectivas de los criminales literarios, ya sean
relaciones de pareja o matrimonios, ya sean relaciones de amistad, suelen ser breves, a menos
que exista algún tipo de interés por su parte o algún tipo de poder que les permitan
prolongarlas, evitando la posible huida de la persona sometida. Dichas relaciones suelen ser
breves, en primer lugar, porque duran sólo mientras el criminal las necesita, lo cual suele
suceder durante un lapso breve tiempo, ya sea por su incapacidad para hacer planes a largo
plazo, ya sea porque el relato policial contempla una cierta unidad de acción, y, en segundo
lugar, porque las demás personas, a menos que sean “complementarias”, esto es, personas con
una alta tolerancia para el tipo de tensión y de humillación que este tipo de seres suele generar,
tienden a escaparse de su lado.
(6) ¿Tiende a la promiscuidad sexual? Como sucedía en el punto anterior, éste es un
aspecto poco tratado en la narrativa detectivesca, quizás por el tradicional puritanismo o
reserva ingleses; se lo trata más a menudo en la tradición estadounidense de la novela negra y
en el neopolicial contemporáneo, donde el criminal, además de utilizar a sus parejas como
cómplices, más o menos conscientes o voluntarias, también puede llegar a cosificarlos
sexualmente. Además, como resultado de su tendencia al aburrimiento, su impulsividad y su
incapacidad de llevar a cabo planes a largo plazo, el criminal literario psicópata tenderá a
cambiar rápidamente de pareja y se mostrará incapaz de mantener un matrimonio.
3
Veamos a continuación si el criminal literario de la narrativa detectivesca y policial
cumple los rasgos psicopáticos vinculados, según la Escala de Hare, con la vivencia afectiva.
(7) ¿Carece de remordimientos o culpa? Buena parte de los criminales de la narrativa
detectivesca y policial no sienten ningún tipo de culpa o de remordimiento por sus actos. El
criminal literario no tiene nada que ver con los dramas del remordimiento y la culpa, como
Edipo en Colono de Sófocles, Macbeth de Shakespeare, “El corazón delator” de Poe o Crimen
y castigo de Dostoievski, por la sencilla razón de que, a sus ojos, todos sus actos se hallan
plenamente justificados, ya sea por su propio sentimiento de superioridad, ya sea por las muy
variadas narrativas de victimización, venganza, legítima defensa o compensación del destino,
que puede llegar a desplegar. Cabe distinguir entre el criminal normal, que, con un grado más
o menos elevado de autoengaño, necesita justificarse ante su propia conciencia, y el criminal
psicópata, que no despliega este tipo de narrativas más que para tratar de manipular a aquellos
que pretenden juzgarlo o detenerlo.
(8) ¿Sus afectos son superficiales? Muchos criminales literarios muestran una cierta
frialdad o superficialidad en sus relaciones con los demás personajes. Dicha frialdad
emocional en sus relaciones con los demás no es debida a su imposibilidad –psicológica o
cultural- para expresarla, sino a la ausencia misma de emociones. Es cierto que el criminal
literario no siempre es representado como una máquina sin sentimientos, sino como alguien
secuestrado por sus propias pasiones. La cuestión es que los psicópatas poseen
fundamentalmente dos tipos de pasiones: el entusiasmo y la ira. A ambos tipos de pasiones
respondería, de un lado, la risa entusiasta del malvado, cuando cree que está logrando realizar
sus planes, y el grito de furia del mismo, cuando siente que fracasa.
(9) ¿Carece de sensibilidad y empatía para con los demás? En ciertas ocasiones el
criminal literario no sólo es egoísta, tal y como puede serlo cualquier persona normal, sino
que, además, no siente ningún tipo de empatía hacia los demás. Cabe distinguir, sin embargo,
entre una empatía fría o cognitiva, que el psicópata también posee, y le permite representarse
la situación de las demás personas de forma abstracta e intelectual, pero sin ningún tipo de
apreciación emocional, y que le permite comprender, adelantarase y manipular; y una empatía
caliente o emocional, de la que el psicópata carecería, y que representaría un freno moral para
sus acciones, al implicar un dolor o sufrimiento especular respecto de aquellas personas a las
que viese o hiciese sufrir.
(10) ¿Es irresponsable? Ya sea por su narcisismo, que le hace sentir que las leyes no
se hicieron para él, ya sea por su incapacidad para empatizar con el dolor de los demás, que le
permite actuar sin el lastre moral de la empatía, el criminal psicópata nunca se sentirá obligado
a responder, ni legal ni moralmente, por sus acciones. Si se excusa, y puede hacerlo con gran
espectacularidad, no lo hará porque crea que deba hacerlo, sino porque considera que es la
mejor manera de salvar la situación. En la tradición inglesa del relato detectivesco, el criminal
literario parece vivir más allá de las nociones de bien y de mal, dando la sensación de que está
más preocupado por el carácter estético de la obra, que por el beneficio económico o social
que pueda desprenderse de ella. En la novela policial, en cambio, la irresponsabilidad del
criminal parece más materialista y pragmática.
4
presentados como seres que necesitan experiencias excitantes y arriesgadas. La intolerancia a
las tareas rutinarias les habría llevado a buscar un tipo de experiencias límite que, en última
instancia, pueden degenerar en delitos.
(12) ¿Su estilo de vida es parasitario? El criminal literario cumple ampliamente con
esta característica, pues el delito, en cualquiera de sus formas (robo, secuestro, soborno o
delito), es una de las formas básicas del parasitismo humano. Lo cierto es que el asesinato,
aun cuando no conlleve un robo, es la forma más extrema del parasitismo, pues, más allá de
la sustracción económica, representa una apropiación de la totalidad de una vida, con el
consiguiente aumento de la propia sensación de poder.
(13) ¿Tiene metas poco realistas a largo plazo? Podemos decir que el criminal literario
no tiene planes a largo plazo, en el sentido de que no quiere acumular dinero o poder mediante
un esfuerzo sostenido, sino mediante la vía rápida, que, en su caso, suele ser la vía criminal.
Cabe señalar que esta tendencia al beneficio inmediato no se debe exclusivamente a una
codicia desmedida, sino también, y a veces fundamentalmente, a su impulsividad, que lo
incapacita para diseñar y cumplir planes de forma realista y a largo plazo.
(14) ¿Su carácter es impulsivo? En la literatura detectivesca, el criminal suele ser una
persona reflexiva, que planea, espera, disimula y se contiene, si bien, en numerosas ocasiones,
el detective logra que éste explote de rabia, y se equivoque llevado por la impaciencia o se
delate por algún tipo de pasión, obsesión o compulsión. En cambio, en la tradición de la novela
negra, es mucho más habitual que el criminal sea una persona impulsiva, que actúa sin
examinar los pros y los contras, llevado por la rabia, el entusiasmo, la codicia o, cuando siente
que está acorralado, por el miedo.
(15) ¿Tiene reacciones poco meditadas? El criminal literario también presenta una
baja tolerancia a la frustración, la crítica o el rechazo, lo cual puede llevarle a tener explosiones
de ira incontrolada, que suelen constituir el error, muchas veces buscado o inducido, gracias
al cual el detective lo descubre o atrapa. Por otra parte, cuando el criminal siente que la víctima
se le resiste, tiende a enfurecerse, lo cual puede llevarle a ensañarse con la misma. Algo
semejante le sucede con el detective, quien suele tratar, justamente, de exasperarlo, con el
objetivo de que cometa algún error que delate su identidad o su paradero.
(16) ¿Es irresponsable a la hora de actuar? La irresponsabilidad del punto 10 se
refería a la incapacidad del psicópata para responder o asumir las consecuencias de los actos
realizados; en este punto nos referimos, más bien, a su irresponsabilidad a la hora de actuar.
En este caso, su falta de empatía se proyecta hacia el futuro, impidiéndole realizar una
valoración moral de las consecuencias que puedan derivarse de sus acciones. Ciertamente, ése
parece ser el caso de buena parte de los criminales literarios, que, dejando a un lado los
crímenes cometidos en caliente, normalmente por cólera o por celos, donde no hay posibilidad
de evaluación posible, suelen actuar sin cuestionarse desde un punto de vista moral la
consecuencia de sus acciones.
5
reflexiones sobre la infancia y la adolescencia del criminal literario. En las ocasiones en que
esto sucede, puede distinguirse entre aquellas novelas que muestran al criminal como el
resultado de una serie de vivencias traumáticas y situaciones injustas, y aquellas que lo
muestran como un ser originariamente narcisista, manipulador y poco empático, que apunta
ya desde la infancia hacia la psicopatía.
(18) ¿Tuvo problemas de delincuencia juvenil? Buena parte de lo indicado en el punto
anterior es aplicable a este punto. De un lado, en la novela detectivesca no se habla del historial
delictivo del criminal literario, ya que su identidad suele permanecer oculta hasta el final,
cuando el detective reconstruye el crimen, pero no suele detenerse en reconstruir su pasado
criminal, menos aún, el de sus inicios delictivos. Por otro lado, en la novela negra, donde la
identidad del criminal puede conocerse desde un inicio, y el policía suele analizar su historial
delictivo, sí pueden vislumbrarse detalles de su iniciación delictiva, que suele consistir en
delitos menores (posesión de drogas, robos menores, agresiones, alborotos callejeros) o
mayores (homicidios, agresiones, robo con intimidación, conducción temeraria, atropellos).
Ahí es donde, nuevamente, podemos distinguir entre el criminal psicópata, que nace como tal,
y se expresa ya en su juventud mediante un comportamiento irresponsable y poco empático,
y el criminal normal, que es más el resultado de unos condicionamientos y/o de unas malas
elecciones.
Una vez considerados los veinte puntos de la Escala de Hare, realizaremos algunas
consideraciones que quizás puedan aportar nuevas perspectivas al estudio de los modos de
representación del criminal literario en la literatura detectivesca, policial y neopolicial.
En primer lugar, recordemos que no era nuestra intención realizar un diagnóstico del
criminal literario. Esa es una tarea que quizás podría tener sentido, quién sabe si también
utilidad, si estudiásemos a un único personaje. En todo caso, resulta indudable que el criminal
literario cumple, de forma general, muchos de los rasgos de la Escala de Hare, de modo que
si nos detuviésemos a hacer las cuentas, es muy probable que se acercase a los treinta puntos
que definen al psicópata.
En segundo lugar, podemos distinguir entre psicópatas integrados o funcionales y
psicópatas forenses o criminales. La gran diferencia entre ambos tipos de psicópatas radica en
que los primeros no tienen problemas de impulsividad (puntos 14 y 15) ni tendencia a los
comportamientos antisociales (puntos 16 al 20), lo cual les permite ser personas de éxito,
6
especialmente en el ámbito de las finanzas, la política, el ejército o la universidad, donde la
frialdad emocional y la falta de escrúpulos suelen ser útiles desde un punto de vista egoísta, y
dentro de unos límites, que, una vez sobrepasados, pueden poner en peligro tanto al individuo
como al sistema huésped en el que está instalado. Los segundos, en cambio, presentan una
menor capacidad de autocontrol y de previsión, lo cual suele llevarles a caer en
comportamientos antisociales y, en último término, criminales. Esta diferencia no sólo nos
resultará especialmente interesante a la hora de comparar el tipo de criminal de la novela
detetivesca, más frío y calculador, y el de la novela negra, más impulsivo y violento, sino
también para comprender aquellas obras que presentan al psicópata de éxito como herramienta
o símbolo de un sistema socioeconómico injusto o, incluso, psicopático.
En tercer lugar, tal y como señalamos más arriba, nuestra intención no es, en absoluto,
sugerir que todos los criminales literarios son psicópatas. Si esto fuese cierto, la narrativa
policial no tendría demasiado interés, puesto que vehicularía una representación demasiado
estrecha del mal humano. Lo cierto es que, a pesar del interés morboso que puede despertar el
criminal psicópata, no deja de ser un personaje plano desde el punto de vista filosófico y
literario, puesto que no presenta ningún tipo de tensión moral. Los personajes no psicopáticos,
en cambio, devienen o no criminales en virtud de una mezcla inextricable de
condicionamientos externos y decisiones personales, que les otorgan un carácter complejo y
trágico, mucho más interesante desde el punto de vista literario y filosófico.
Llegados a este punto es fundamental no confundir la psicopatía con la sociopatía y el
narcisismo perverso. Lo cierto es que, la Escala de Hare presenta un enfoque
fundamentalmente conductista. El hecho de que se ocupe, sobre todo, de cuestiones
comportamentales, y desatienda los aspectos genéticos o contextuales, puede llevarnos a
confundir a los psicópatas con los sociópatas o los narcisistas perversos, con los que forma
una especie de trinidad demoníaca
Lo cierto es que, aunque la psicopatía, la sociopatía y el narcisismo perverso son
trastornos de la personalidad antisocial, que según el DSM-V comparten un buen número de
rasgos, como la falta de empatía, la ausencia de culpa, la irresponsabilidad, la mentira, el
desprecio por los derechos de los demás o la tendencia a establecer relaciones parasitarias,
existen diferencias fundamentales entre estos tres tipos de trastorno. La más importante,
quizás, es que la psicopatía es vista como el resultado de una predisposición genética, que
implica una menor activación de las áreas del cerebro que regulan las emociones y/o el control
de los impulsos, mientras que la sociopatía y el narcisismo perverso son el resultado de una
mezcla inextricable de condicionamientos sociales (pautas de educación poco empáticas,
desatención en la infancia), psicológicos (pautas de educación disfuncionales, abuso físico,
abuso emocional, trauma infantil severo) y decisiones personales.
Podríamos decir, en resumen, que el psicópata nace, puesto que no posee esos
mecanismos de regulación emocional e impulsiva; mientras que el sociópata y el narcisista
perverso se hacen, porque el primero bloquea dichos mecanismos con el objetivo de adaptarse
a un determinado ambiente, mientras que el segundo los bloquea con el objetivo de que la
imagen que tiene de sí mismo no se vea amenazada.
El psicópata quedaría, pues, fuera del terreno de la moral, e, incluso, de la humanidad,
puesto que no tiene elección; actúa así por naturaleza, como el escorpión de la fábula. El
sociópata y el narcisista perverso, en cambio, aun siendo en parte víctimas de una historia y
un contexto, poseerían un cierto grado de libertad que los haría permanecer dentro del reino
de la moral. No es extraño, pues, que la mayor parte de los criminales literarios sean más bien
sociópatas o narcisistas perversos, puesto que son personajes mucho más complejos y
humanos, y, por lo tanto muchos más interesantes desde el punto de vista filosófico y literario.
Recordemos cómo en la novela negra “lo determinante para el acceso al crimen reside en las
carencias de la Depresión y no en una codiciosa o ególatra ansia de poder” (Coma, 1980: 28).
7
Eso no quita que muchas obras policiales se ocupen de la figura del psicópata, en sí
mismo, por ver en dicha figura una herramienta conceptual que nos permite reflexionar sobre
la figura del criminal normal; por considerar que el psicópata es un símbolo de la sociedad del
capitalismo, temprano o tardío; o por el interés que despierta, ya sea por su morbosidad, ya
sea por esas oscuras fantasías psicopáticas que nos llevan desear tener menos restricciones
emocionales y morales (cf. Dutton, 2015 y Kotsko, 2016).
8
BIBLIOGRAFÍA
AUDEN, W. H. (1999). “La vicaría de la culpa”. En La mano del teñidor, pp. 175-191. Buenos
Aires: Adriana Hidalgo Editora.
COMA, Javier. (1980). La novela negra. Barcelona: El viejo topo.
DUTTON, K. (2015) La sabiduría de los psicópatas. Barcelona: Ariel.
FOLINO, J.O. y CASTILLO, J.L. (2006). “Las facetas de la psicopatía según la Hare
Psychopathy Checklist-revised y su confiabilidad”. Revista Argentina de Psiquiatría, 17:
PP. 325-330.
KOTSKO, A. (2016) Por qué nos encantan los sociópatas. Santa Cruz de Tenerife: Melusina.
LE GOFF, J. (2008) Lo maravilloso en el Occidente medieval. Barcelona: Gedisa.
LYKKEN, D. (1994). Las personalidades antisociales. Barcelona: Herder.
MARTÍN CEREZO, I. (2006). Poética del relato policiaco. Murcia: Universidad de Murcia.
THOMPSON, J. (2004). 1280 almas. Barcelona: El País-Serie Negra.