Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Recapitulando los años anteriores me he dado cuenta de todos los errores que he
cometido, y ya me he disculpado y me arrepiento siempre de todos ellos, pero fuera de eso
también pensé en las risas, la alegría, las sonrisas y en general todo lo precioso que he
pasado en la vida que recuerdo, y a pesar de que los guardo con cariño y que jamás dejaría
de lado un buen momento que involucre a una persona que me haya hecho mal, se siente
bonito.
Repasar eventos viejos y recapitular mis momentos más felices me hicieron sonreír, me
hicieron sentirme alegre de haberme rodeado de personas buenas y serviciales, amables,
colaborativas y cantidad de cualidades que puedo destacar.
Debo decir que todo eso me quitó la tristeza que tenía, la nostalgia invadió mi mente y no la
pude detener, y estaba tan contenta de volver a ver a mi persona, feliz, radiante, luchadora
y a pesar de la adversidad, llena de resiliencia.
Sin embargo me dí cuenta de que no puedo dejar atrás el pasado.
No puedo dejar de admirar los momentos en donde todo estaba bien, en donde a pesar de
saber que estaba mal, podía estar bien, y sobre todo, en donde lo único que me preocupaba
era completar el objetivo del juego que me encontraba disfrutando.
Todo estaba tan bien, había cosas que me jodían pero que podía lidiar, cosas que podía
controlar.
Y así como no puedo dejar de mirar hacia atrás, mis decisiones también afectaron lo que
venía en el camino. Todas las decisiones que tomé y sigo tomando me llevaron a donde
estoy ahora, y joder, joder que es mi culpa estar donde estoy.
Todo lo que ha pasado en mi vida al final me plantó cara y junto a la verdad me lo dijo de
fuerte y sin tacto:
“No estás hecha para vivir.”
No quiero que tomen esto como una carta de despedida, porque no es esa la intención.
Sólo quiero que sepan que ya no puedo más.
Llegué al límite de mi vida y finalmente logré llegar a algo bueno después de tantos años.
La guerra en contra de mi propia cabeza acabó, y gané, logré vencerlos con mis armas más
potentes. ¿pero a qué costo? Gané en vano. Tras de haberse ido, también con ellos se fué
todo lo que me hizo querer enfrentarlos en primer lugar.
Todas mis convicciones se fueron al carajo, y al final destruir a mis demonios fue una
decisión estúpida, ya que ¿por qué destruir algo que compone principalmente tu identidad?
Y de ahí, en vez de acabar bien, nació o apareció el demonio más fuerte de todos, el vacío.
Ya directamente estoy destrozada, toda mi vida me convencí de que no podía contra mis
demonios porque al final eran más fuertes que yo, pero me probé que estaba equivocada y
por primera vez en mi vida cumplí una promesa, pero al costo de deshacerme tanto de mi
identidad como de mis ideales, y me hizo darme cuenta tarde de la pregunta que fué el
golpe de gracia contra mi:
“¿Por qué lucho ahora?”
Gané la guerra, los derroté, pero sin saberlo también perdí todo.
Perdí lo que me hacía especial, perdí mi voluntad y capacidad para levantarme de nuevo y
peor aún, perdí mi identidad.
Todo se ha ido, y no tiene sentido luchar por una nueva identidad o por nuevas
convicciones, porque directamente ya no hay por qué.
Ya no tiene sentido despertar otro día más y saber que realmente estoy vacía, que ya no
hay nada que hacer por mí y que ya no tengo ni la capacidad de sentir otra cosa más que
un vacío gigante.
Me demostré que a pesar de que gane llegan enemigos más fuertes para destrozarme, y
que al final no fué nadie más que yo la que me juzgó y la que me terminó de matar
definitivamente, que fuí yo la que al final hizo que mi mayor miedo se hiciera realidad.
Es curioso y hasta irónico. La misma persona que se echó la culpa de todo en su vida
terminó teniendo la culpa de habérsela arrebatado.
No quiero volver a sentir nada nuevo, porque no hay motivos, y también son los
sentimientos los culpables de mis demonios, no quiero volver a crearlos.
No quiero volver a levantarme, porque al final la rutina es la misma, ¿por qué me esforzaría
en ser repetitiva y por qué no cambio la rutina a algo más monótono?
No quiero volver a pensar, porque ya no tengo nada que pensar más que en el pasado, y
eso solo me hará expresar tristeza por volver a recapitular momentos felices que ya no
puedo experimentar.
No quiero volver a dormir, los sueños van a causar el mismo efecto que pensar.
No quiero volver a despertar, no quiero recordar que a causa de mis errores estoy muerta
en vida.
No quiero cambiar.
¿Para qué?
Cambiar solo hará que pasen de nuevo las cosas que me destrozaron en primer lugar.
No quiero vivir.
¿Para qué?
Es el recordatorio eterno de que causé todo el desastre que acabó con todo mi mundo.
No quiero morir.
¿Para qué?
Al fin y al cabo morir solo hará que rompa promesas que hice a gente que amo, aunque a
este punto dudo que les importe.