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EL HERMANO RICO Y EL HERMANO POBRE

Había dos hermanos, uno pobre y otro rico. El hermano pobre iba a la casa del rico a buscar
alguna comidita. En la casa del rico hacían cortar la leche para hacer quesillo. Hacían esto los
sirvientes del hermano rico. El hermano pobre iba allá a tomar el suero, lo que sobraba. Viendo
esto, dijo el hermano rico a los sirvientes, delante de su hermano pobre: “Este suero sirvan a los
perros”. El hermano pobre se entristeció. Y dijo: “Ah, así todavía dice”. Formando sentimiento
se fue a su casa. “Esto ha pasado”, le dijo a su mujer. Agarró su hacha, su soga, su qepi y se fue
a hacer leña. A su mujer le dijo: “Voy a hacer leña”. Cuando estaba en el cerro, haciendo leña,
anocheció. “¿Qué voy a hacer? ¿Me tendré que quedar esta noche en el cerro a dormir?”, dijo el
hombre. Al poco rato, escuchó conversar a los cerros El, callado no más, escuchaba a los cerros.
Un cerro dijo: “¿Tienes visita” y otro le contestó: “Sí hay”. Entonces, éste le preguntó al
primero: “¿Tú qué cosa le vas a mandar?” Y el otro le contestó: “Yo le voy a mandar paru sara”.
Este le dijo al otro: “Yo le voy a mandar almidun sara”. El hombrecito había escuchado la
conversación de los cerros y dijo: “Me regalarán paru sara y almidun sara”. Y amaneció. “Voy a
irme ya, pues”, dijo. Se levantó y se acercó a su qepi. Junto ; su qepi estaba amontonado el paru
sara, el almidun sara. “¡Qué rico esto que me voy a llevar!”, dijo, y lo puso todo en su qepi.
Juntó la leña, la amarró, agarró su qepi y partió. Pero el qepi se iba haciendo más pesado. Como
pesaba tanto, lo abrió y vio que solo había oro y plata. Como no podía llevar todo, ya que era
muy pesado, enterró una parte al lado del camino y allí lo señaló. Cuando regresó a su casa, el
hombrecito le dijo a su mujer: “Esto me ha pasado, mira lo que he traído”. Y le entregó su qepi,
diciéndole: “Cuando estuve viniendo, empezó a pesar mi qepi y por eso he separado una parte”.
Después, el hombrecito regresó a donde había enterrado el oro y la plata y trajo el resto a su
casa. El hombrecito empezó a comprar cositas, a reparar cositas. Después, apareció su hermano,
el rico, diciendo: “¿Con qué cosa se ha levantado? ¿Con qué cosa se ha vuelto rico?”. Con
envidia, con rabia, hablaba. Pero el hombrecito le había contado a otras gentes: “Los cerros me
han dado esto”. Y la gente le había contado al hermano rico, tal como lo había dicho su
hermano. Le habían dicho de esta manera: “Dice que los cerros le han traído oro y plata”. El
hermano rico dijo: “Con eso es, seguramente, rico”. Y el que le contó al hermano rico le
contestó: “Con eso se ha vuelto rico”. Y el hermano rico dijo: “Pues yo también voy a ir”.
Soberbio, con rabia, así dijo. 31 Perú, Cuento Popular El rico fue una tarde al cerro, con su qepi.
Cuando oscureció, escuchó que los cerros conversaban. Un cerro dijo: “¿Tienes visita?” Y otro
dijo: “Sí hay”. El primer cerro preguntó: “¿Qué cosa le voy a mandar?” Y el otro le dijo: “Yo le
voy a mandar lana. ¿Y tú?”. Y el primer cerro dijo: “Yo le voy a mandar cuernos”. El hombre
escuchaba, callado. Cuando amaneció, el hombre se dio cuenta que tenía lana y cuernos: se
había convertido en carnero. Y dijo: “¿A dónde voy a ir ahora? Ya no puedo volver a mi casa
así”. En el cerro había una cueva. A esa cueva entró el carnero. De allí no más había hecho
llamar a su mujer, pero a su casa no volvió. Y así, pues, todas sus pertenencias se terminaron
porque se quedó a vivir en el cerro.
Es feo tener envidia

LUNES

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