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una obra maestra que todos los arquitectos admiran, y que a mí en particular
nunca deja de conmoverme. En éste escrito, que me llevó un buen tiempo
elaborar y terminé recientemente, intento explicar porqué.
Nota: Tuvo su origen, mucho mas breve, en la charla que dí hace cinco años
titulada La Decisión proyectual, a la que me referí en publicaciones anteriores.
Con los años se desvió de la finalidad que tenía para dicho audiovisual y siguió
un camino propio, donde indagué sobre otros temas que creí fundamentales
para su comprensión integral. Espero que les guste, ténganle paciencia porque
es un tanto extenso para éste medio. Decidí subir de internet más fotos que las
habituales para que puedan apreciarla desde todos los ángulos, en distintas
épocas, estaciones, y con distintas calidades de luz.
Ayuntamiento de Säynätsalo.
proyecto-1949 construcción 1950-1952
Säynätsalo es una isla de un lago finlandés, donde viven menos de cinco mil
personas, trabajando mayoritariamente en una industria de madera
contrachapada localizada ahí. La isla es de una topografía variada, con cambios
de nivel en un entorno boscoso. En un plan original, concurso que ganó, el
arquitecto proponía una sucesión de edificios similares de distintos usos
separados unos de otros, y cuyo remate hubiese sido el ayuntamiento, que
finalmente fue el único en construirse.
El proyecto comprende el consejo, la biblioteca municipal, oficinas, comercios,
una pequeña vivienda y dormitorios. Aalto ordena éstos elementos
categóricamente, definiendo un todo armonioso, variado y sin embargo de gran
unidad formal logrando implantarse en el bosque con fuerte presencia. No deja
dudas, se evidencia como un edificio institucional sin apelar a monumentalismos
o contrastes disonantes con el medio. Las decisiones de proyecto apelan a
resolver cuestiones de un alto nivel de complejidad, tales como la
representación simbólica, la relación dialéctica con el bosque y su perfil de altas
coníferas, la convivencia de usos disímiles y no del todo complementarios en un
mismo edificio, y la formalización de sus sistemas de acceso.
El arquitecto propone sobre un basamento comercial un claustro elevado al que
se puede acceder por dos escaleras enfrentadas y muy distintas una de otra.
Definido el edificio por una "c" y una tira aislada donde se resuelve la biblioteca
(insertas entre éstos dos bloques se proponen las escaleras referidas) y una
torre donde se aloja el consejo. Un edificio unitario que resuelve bien
necesidades aparentemente contrarias, como por ejemplo el aislamiento (la
negación) y a la vez la continuidad con el bosque; o la elocuencia de un
reconocimiento institucional del edificio (fundamentalmente debido al carácter
jerárquico de la torre del consejo) y a la vez una escala amable, doméstica, en el
jardín central y el perímetro de comercios a nivel cero; o la doble interpretación
del ladrillo como representante de solidez y nobleza, y a su vez sugerente de
calidez y rusticidad.
Los accesos por escalera al patio central, como se dijo, son dos: Uno ordenado,
de escalera ancha, severa, de piedra gris y con el alto muro de la torre de
consejo que acompaña en el ascenso y una galería vidriada que nos recibe,
anuncia el acceso al edificio y nos conduce al interior. Establece en suma un
discurso institucional, ordenado, decodificado: se dirige al representado por el
edificio con autoridad y sentido cívico. Enfrentada a la anterior, una escalera-
anfiteatro verde integra patio elevado y bosque, da la sensación vital y
descontrolada de derramarse al nivel cero y salir al encuentro de la gente que
transita el bosque: Se dirige a los ciudadanos en sus actividades cotidianas y
festivas, que como las fotografías lo testimonian, usan sus gradas para reunirse,
cantar y jugar.
"la mejor arquitectura pública aspira a ser justamente eso: un edificio para el
ritual que haga de cada usuario, por un breve instante, una persona más grande
de lo que es en su vida diaria, llenándola de orgullo de ser de ese lugar"
Así, en Säynätsalo conviven muchos temas: están presentes sus viajes a Italia,
país que amó gracias al entusiasmo transmitido por su profesor-y socio de Eliel
Saarinen- Armas Lindgren (recordemos que alguna vez Aalto entrevió en la
ciudad de Jyäskylä una Florencia finlandesa) Está su pasión por las ciudades de
las colinas Toscanas "para mí se han convertido en una religión, una
enfermedad, una obsesión...la forma más pura, la forma única y natural de
urbanidad" y cuánto de ellas hay en su patio y en su torre. (Cuando le
preguntaron por la necesidad de una torre tan alta contestó: "si la torre de la
alcaldía de Siena tiene 16 metros, la de Säynätsalo podía tener un metro más de
altura"). Sea la torre de Siena o la de San Pietro, sean las torres de esos
pequeños emplazamientos y sobre todo los macizos montañosos que
acompañan a Cristo en los cuadros de su admirado Mantegna - que comparten
una simétrica tonalidad con el ladrillo - aflorando del verde y recortando el cielo.
Cuánto del anfiteatro de Fiesole, con sus pedadas ganadas por el pasto de los
siglos, tiene la escalera que se derrama al bosque, y cuánto acaso haya querido
el arquitecto subrayar con ese césped la noción de decadencia rústica y
atemporal de las ruinas históricas. Cuánto asocia nuestra mente con esas ruinas
salpicadas en el paisaje una vez que subimos por la otra escalera, la ordenada de
piedra, y descubrimos otra de sus sutilezas espacio-temporales: primero
ascendemos pegados al omnipresente ladrillo, y luego, una vez arriba, cuando se
abre nuestro campo visual ganando la meseta del patio que es todo sol, verde y
cielo, de ladrillo ya no queda nada salvo una "aparentemente" descuidada
composición de tres elementos de ese material, presentados como manchas en
un cuadro: la chimenea junto al cielo y dos solados cuadrados, de distinto
tamaño y composición, incrustados en el césped. Con éste proceder el ladrillo,
que en derredor del edificio y particularmente en la torre se nos presentaba
masivo y tectónico, ya atomizado en la serenidad del patio se transforma en
tema de una composición plástica bien distinta. En otro orden de cosas,
volviendo al exterior, cuánta de esa atemporalidad gana el edificio cuando los
muros de ladrillo apenas se retranquean y adelantan en cada hilada,
movimiento que el arquitecto reitera en numerosas obras, diluyendo cualquier
prolijidad aparente que denuncie un acabado llamativo o estricto. Y cuánta
naturalidad gana el proyecto cuando al anfiteatro verde lo acompaña a su lado
una mínima escalera doméstica que sirve de ingreso a una dependencia menor.
Y, en fin, cuánto soñaba con la Roma antigua ya desde su propuesta inicial que
finalmente ganara el concurso, cuando la bautizó "Curia".
Podríamos decir que Aalto juega dos cartas que permiten el éxito de la obra.
Una de ellas es el resultado necesario tras cargar con alforjas repletas de
estímulos en viajes (fundamentalmente viajes por su Italia siempre presente) y
querer plasmarlos en su tierra. Decide entonces, revelando intenciones
proyectuales similares en otras obras suyas, la translación a escala diminuta de
un paisaje soñado. El edificio así recrea en miniatura un pueblito medieval, el
patio una piazza, el estanque un lago, la escalera verde un anfiteatro clásico, y
así... Ya no es una ciudad amurallada sino una nave que convoca e invita a bordo
a quienes quieran protegerse de la anarquía y los peligros del bosque, en
resguardo común e identitario bajo la pertenencia y las leyes cívicas. (Las casas
de Héctor "Coco" Rossi en Mar del Plata tienen mucho de eso, siempre naves de
autonomía formal, aún estando muchas entre medianeras, con sus dormitorios
basamentales como camarotes y sus estares y terrazas dominando todo en
planta alta, sus volúmenes verticales como grandes torretas o chimeneas, y su
paciencia para realizarlas como si de construir artesanalmente un barco se
tratara. Los comitentes "se subían a bordo" con el arquitecto y lo navegaban en
Fe común desde antes de comenzar los cimientos) Los volúmenes cambiantes,
las sombras variadas, los planos recortados, los elementos menores; todo
persigue un delicado equilibrio cuyo fin era darle a un sueño materialidad.
La otra carta de éxito se relaciona con esto último: La posibilidad justamente de
materializar un programa plural que excede las necesidades que en primera
instancia un municipio de esa escala se podría creer que tiene. La escala
particular resultante (tan tensionada entre lo doméstico y lo institucional, tan
"de juguete" para un edificio cívico; eludiendo los infelices extremos que serían
el anodino y mínimo galpón multipropósito y la agresiva y aplastante obra
monumental) quizás se posibilita porque el edificio cívico en sí, como ya se dijo,
se completa con otros usos (usos domésticos o comerciales algunos de los
cuales mutarían a oficinas con el futuro crecimiento de la municipalidad, cosa
que efectivamente ocurrió) y sobre todo los unifica en una obra que claramente
se aísla en su implantación de edificios próximos, lo que la hace tan singular, y
posibilita el tan sugerente y ya comentado simbolismo de la nave que resguarda
y hermana "a bordo", nave que por cierto se ha relacionado históricamente con
la Iglesia. (recordemos también que el claustro en occidente tiene ineludibles
connotaciones monásticas).
De todo esto se deduce que la grandeza no sólo fue del genial Aalto (que no se
limitó en absoluto a desarrollar un programa encomendado) sino además de un
comitente colectivo que entendió cuál es la dimensión cívico-institucional que
mejor puede representar sus ideales, y acompañó en su materialización y
cuidado. Ésta dimensión no solo aloja o representa, sino que además permite en
su contacto y uso diario no olvidar la grandeza a la que una comunidad siempre
debe aspirar. Observemos el siguiente salto cualitativo: de desarrollarse antes
del proyecto los eventos municipales en una habitación ubicada en un sótano de
la casa de ancianos, a la obra Aaltiana que se inauguró con el mayor compositor
Finlandés Jan Sibelius dirigiendo en el patio su "andante festivo", una pieza
dedicada especialmente al edificio . En ese instante, dos de los más grandes
próceres de la historia del país unían su arte en un momento único y permitían
que la isla y su gema trasciendan por siempre.
Los pobladores de Säynätsalo -en su mayoría trabajadores- pueden sentirse
orgullosos de heredar con su edificio una representatividad que ya cuenta con
muchas décadas, pero no es la única herencia: Está la herencia de Aalto como su
célebre arquitecto y su pensamiento vivo. Y, también, hay que decirlo:
faltaríamos a la verdad si nos quedamos con un arquitecto que sólo buscó
traducir las obsesiones de sus experiencias de viaje, es decir un paisaje
determinado y sus elementos formales, su imagen acaso pintoresca, acaso
vívida. No, Aalto fundamentalmente hereda los sueños y las convicciones
poéticas de una cultura mediterránea y cuna de todo el Occidente culto, y
materializa sus mayores deleites con elementos a su vez irrenunciablemente
modernos y sin tiempo . Ésta voluntad ecuménica no debería olvidarse. Un
escrito biográfico lo cita al arquitecto todavía muy joven, junto a Aino Marsio (su
primera y muy amada esposa, compañera de viajes, aventuras y socia
incondicional que Aalto ponía siempre a su mismo nivel) señalando muchos años
antes de Saynatsalo unas monumentales escalinatas descendientes en la ciudad
de Jyväskylä. Le comenta indignado: "el primer paso debería ser demoler éstas
horrorosas escaleras: prueban cuán acertado estaba Dante: incluso en el
infierno, no hay nada peor que escalones mal proporcionados"
Luciano Rossi