Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Espacio geográfico, concepto utilizado por la ciencia geográfica para definir el espacio
organizado por la sociedad. “En su sentido más amplio, el espacio geográfico es la epidermis del
planeta Tierra”, según Jean Tricart. El espacio geográfico abarca dos dimensiones
fundamentales, la locacional y la ecológica, que definen dos grandes sistemas que interactúan
entre sí y que conforman el espacio geográfico; se trata del sistema espacial por un lado y del
sistema ecológico-ambiental por el otro.
El espacio geográfico es
organizado por la sociedad, quien
transmite sus valores; en consecuencia
se puede afirmar que el espacio es un
producto social.
Desde un punto de vista histórico,
el espacio geográfico es acumulativo,
pues atesora las huellas de las diferentes
sociedades que lo organizaron en el
proceso histórico. En muchas regiones y
en antiguas ciudades se superponen los
espacios organizados por las sociedades
medievales, imperiales, barroca o
industriales en sus distintas etapas; a
todo ello hay que agregar que, en la
actualidad, está tomando forma una
nueva organización del espacio producto
de la sociedad de la información o del
conocimiento.
El espacio geográfico requiere diferentes escalas para su análisis, desde lo global, el
sistema mundo, hasta lo local, el espacio de las identidades.
Tres visiones del espacio geográfico son necesarias para interpretarlo; la biótica, la abiótica y la
antrópica.
El espacio geográfico es el objeto de estudio de la Geografía, pero para su explicación,
interpretación y generalización se requiere de una visión interdisciplinaria.
Cada momento, cargado de historia, produce sus formas de organización, es decir su propia
“lógica espacial”, racional para cada época.
Aquellas porciones del espacio geográfico que se encuentran bajo un orden
administrativo llevan el nombre de territorio, conformado por municipios, estados, provincias y
naciones.
El análisis del espacio geográfico puede desarrollarse desde distintas perspectivas;
desde la teoría de la localización; desde la temporal (geografía histórica); desde las tecnologías;
desde los conjuntos espaciales; desde la configuración de las redes y los movimientos, o a partir
de la dualidad entre espacios urbanos y espacios rurales.
En la actualidad, el análisis del espacio geográfico presenta ante la globalización de la
sociedad una interesante dicotomía. Por un lado, el espacio mundial, caracterizado por redes y
flujos globales y, por otro, el espacio de los lugares, espacio de las regiones, de las ciudades y
de las identidades. Así, el espacio geográfico se observa entre lo global y lo local. El espacio
debe ser entendido como una instancia, un hecho social, así como historia y estructura; y, hoy
día, como un espacio total.
El lugar y la Localización
El lugar, el sitio, es en la geografía la primera unidad de análisis, como lo es el átomo en
la física o la célula en la biología. Desde el análisis del lugar y la localización comienza a tejerse
la organización del espacio. Richard Hartshorne decía que “la geografía es la ciencia de los
lugares”. Sin embargo, todas las ciencias del territorio han mostrado una permanente
preocupación por dilucidar las cuestiones concernientes a la localización de las actividades en el
espacio. El sitio, es decir, el lugar que ocupan los objetos en el territorio, es el comienzo del
eslabón del análisis espacial. ¿Qué mueve a los órganos de decisión a elegir, para localizar una
actividad, un determinado sitio en lugar de otro?
Las razones que llevan a decidir las
localizaciones varían en el tiempo, lo que
queda patente en la localización industrial a lo
largo de la historia, pues existe una lógica de
localización en la sociedad industrial y otra en
la post – industrial. Muchas teorías han tratado
de encuadrar el tema. Un concepto central hoy
es el de sostener que la localización no es un
problema estático sino dinámico, y el mismo
varía en el tiempo.
En la actualidad aparecen nuevos
factores para la localización, con una
preeminencia de los factores cualitativos sobre
los cuantitativos, una mayor flexibilidad
motivada por factores tecnológicos. La dotación
de los lugares mueve a la competitividad de los
mismos, en los cuales se ponderan atributos
territoriales específicos.
Tiempo y Sociedad
Lo temporal y lo espacial son dos condiciones a las que no escapa el ser humano. Ambas
adquieren gran relevancia en el análisis del espacio. Una dimensión es histórica y surge del
análisis de geografías pretéritas, es decir de cortes históricos que permiten conocer los grados
de organización espacial de la sociedad en dichos periodos. Peter Haggett sostiene que el
tiempo incide de manera trascendente en la organización del espacio; el tiempo de observación,
aquel lapso que se analiza para detectar tendencias.
Otra dimensión es el análisis de la relación espacio-tiempo en la vivencia diaria de la
sociedad. Los avances técnicos desde comienzos de la revolución industrial produjeron
crecientes modificaciones en la relación espacio-tiempo. La Globalización se caracteriza por la
instantaneidad del funcionamiento de la sociedad mundial, de nuestro sistema. Los modernos
sistemas de transporte y comunicación hacen posible estos fenómenos. Infraestructura e info-
estructura han revolucionado actualmente las relaciones sociales espacio-tiempo y modifican
profundamente los criterios de localización y organización espacial.
Espacio y Tecnología
PRINCIPALES ECOSISTEMAS
No obstante, el concepto de ecosistema ha demostrado su utilidad en ecología. Se aplica,
por ejemplo, para describir los principales tipos de hábitats del planeta. Ecosistemas terrestres:
árticos y alpinos, propios de regiones frías y sin árboles; bosques, que pueden subdividirse en un
amplio abanico de tipos, como selva lluviosa tropical o pluvisilva, bosque mediterráneo
perennifolio, bosques templados, boreales y bosques templados caducifolios; praderas y
sabanas; y desiertos y ecosistemas semiáridos. Ecosistemas de agua dulce: lagos, ríos y
pantanos. También hay ecosistemas híbridos, terrestres y de agua dulce, como las llanuras de
inundación estacionales.
La gama de ecosistemas marinos es amplísima: arrecifes de coral, manglares, lechos de
algas y otros ecosistemas acuáticos litorales y de aguas someras, ecosistemas de mar abierto o
los misteriosos y poco conocidos sistemas de las llanuras y fosas abisales del fondo oceánico.
El término ecosistema puede también utilizarse para describir áreas geográficas que
contienen un espectro amplio de tipos de hábitats mutuamente vinculados por fenómenos
ecológicos. Así, la región del Serengeti-Seronera, en África oriental, una de las regiones salvajes
más espectaculares del mundo, suele considerarse como un único ecosistema formado por
distintos hábitats: llanuras herbáceas, sábana arbórea, espesuras, manchas de bosque,
afloramientos rocosos (localmente denominados koppies o kopjes), ríos, arroyos y charcas
estacionales. Asimismo, las zonas más productivas de los océanos se han dividido en una serie
de grandes ecosistemas marinos que contienen hábitats muy variados.
Son ejemplos de grandes ecosistemas marinos de características muy distintas: el mar
Negro, el sistema formado por la corriente de Benguela frente a la costa suroccidental de África,
o el golfo de México.
CAMBIOS NATURALES
El mundo natural está en perpetuo estado de transformación. El cambio opera a todas las
escalas de tiempo, desde las más cortas a las más largas. Los cambios a corto plazo,
observables por las personas, suelen ser cíclicos y predecibles: noche y día, ciclo mensual de
las mareas, cambio anual de las estaciones, crecimiento, reproducción y muerte de los
individuos. A esta escala, muchos ecosistemas no expuestos a la acción humana parecen
estables e invariables, en un estado de ‘equilibrio natural’.
Cada vez es más evidente que esto no es así. Pero los cambios a largo plazo, los que
actúan durante décadas, siglos, milenios y hasta decenas de millones de años, son más difíciles
de seguir. La propia ecología es una ciencia con menos de un siglo de antigüedad, un simple
guiño en la historia de la mayor parte de los ecosistemas naturales. Además, es evidente que
casi todos estos cambios a largo plazo no son ni regulares ni predecibles.
En conjunto, el clima es, sin duda, el factor más influyente a corto y medio plazo. En
tierra, la temperatura, la precipitación y la estacionalidad son los tres factores que más afectan a
la distribución de ecosistemas. Los cambios de cualquiera de ellos pueden tener consecuencias
duraderas. En tiempos geológicos recientes, el ejemplo más visible de esto es, sin duda, la serie
de glaciaciones que han caracterizado a gran parte del pleistoceno. Estos prolongados periodos
de enfriamiento global han afectado profundamente a los ecosistemas de todo el mundo, han
provocado la invasión por los casquetes de hielo polares de regiones templadas y la contracción
de los hábitats forestales húmedos en partes del trópico.
A escalas temporales más
cortas pueden también producirse
alteraciones climáticas de influencia
geográfica amplia. Uno de los
ejemplos más espectaculares es la
corriente del niño, una corriente de
agua cálida que recorre
periódicamente el Pacífico. Ejerce una
influencia enorme sobre los
ecosistemas marinos y provoca, por
ejemplo, la muerte de arrecifes de
coral en muchos lugares del Pacífico o
la pérdida de productividad de las
pesquerías del ecosistema de la
corriente de Humbolt, frente a las
costas de Perú y Chile. La corriente de
El Niño sigue un ciclo irregular y varía
en cuanto a intensidad e impacto;
raramente pasan más de veinte años
sin que se produzca, pero en
ocasiones el fenómeno se ha repetido
con un intervalo de sólo uno o dos
años. Afecta también a los
ecosistemas terrestres, pues altera las
pautas de precipitación, sobre todo en
América.
Ciertos episodios locales también afectan con fuerza a los ecosistemas: incendios,
inundaciones y corrimientos de tierras son fenómenos naturales que pueden tener repercusiones
catastróficas a escala local. Este impacto no es necesariamente negativo: de hecho, muchos
ecosistemas necesitan estas perturbaciones periódicas para mantenerse. Ciertos ecosistemas,
una vez alcanzado el estado óptimo o climax, son dependientes del fuego, ya que los incendios
periódicos forman parte esencial del ciclo de crecimiento; estos ecosistemas son muy comunes
en áreas semiáridas, como gran parte de Australia.
A escalas de tiempo más prolongadas, los fenómenos geológicos y la evolución
desempeñan una función crucial en el cambio de funcionamiento de los ecosistemas. La deriva
continental altera, literalmente, la faz de la Tierra, destruye paisajes y crea otros nuevos,
mientras que la evolución da lugar a nuevas formas de vida que, a su vez, pueden crear
ecosistemas nuevos al tiempo que inducen la extinción de otras especies y la pérdida o
transformación de los ecosistemas de los que formaban parte.
Pero esto no significa que los ecosistemas naturales carezcan de continuidad. Muchos
han demostrado una elasticidad y una persistencia enormes durante millones de años. Son
ejemplos de ecosistemas que se han mantenido aparentemente estables durante mucho tiempo:
las extensas llanuras del fondo oceánico, los ecosistemas de tipo mediterráneo del sur de África
y el oeste de Australia y algunas áreas de selva tropical lluviosa o pluvisilva, como las del
Sureste asiático continental o las montañas del este de África.
Todos los medios y ecosistemas naturales se enfrentan ahora a una dificultad sin
precedentes: la humanidad. El ser humano ha comprimido en unos pocos siglos cambios que en
su ausencia hubiesen exigido miles o millones de años.