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14.1 Sucesos fisiológicos y comportamentales durante el sueño.

Las tres medidas


psicofisiológicas habituales
del sueño
Durante el sueño tienen lugar
muchos cambios en el cuerpo.
En el transcurso de una noche
de sueño se producen grandes
cambios en el EEG humano.
Aunque las ondas EEG que
acompañan al estado de sueño
son en general de alto voltaje y lentas, a lo largo de la noche hay períodos dominados
por ondas rápidas de bajo voltaje, similares a las que se observan en sujetos
despiertos. En 1953, Aserinsky y Kleitman descubrieron que durante estos períodos de
actividad EEG rápida y de bajo voltaje se producen movimientos oculares rápidos
(MOR) [rapid eye movements] (REM) bajo los párpados cerrados de los sujetos
mientras duermen. Y en 1962, Berger y Oswald descubrieron que hay asimismo una
pérdida de actividad electromiográfica en los músculos submentonianos durante esos
períodos. Posteriormente, el electroencefalograma (EEG), el electroculograma (EOG) y
el electromiograma (EMG) submentoniano se convirtieron en las tres medidas
psicofisiológicas básicas que habitualmente se utilizan para definir las fases del sueño.
Las cuatro fases EEG del sueño
En el EEG se distinguen cuatro fases de sueño: fase 1, fase 2, fase 3 y fase 4. Tras
cerrar los ojos y disponerse la persona a dormir, las ondas alfa —salvas crecientes y
menguantes de ondas EEG de 8 a 12 Hz— empiezan a inundar el EEG de bajo voltaje
y alta frecuencia propio de la vigilia activa. Luego, cuando la persona se duerme, hay
una repentina transición a un período de fase 1 EEG de sueño. La fase 1 del EEG de
sueño consiste en una actividad EEG de fondo de bajo voltaje y alta frecuencia similar a
la de la vigilia activa, aunque más lenta. A medida que la persona pasa
progresivamente de la fase 1, a las fases 2, 3 y 4 se da un aumento gradual del voltaje
EEG y una disminución de su frecuencia. La fase 2 del EEG de sueño tiene una
amplitud ligeramente mayor y una frecuencia más baja que el EEG de fase 1. Además,
está salpicada por dos ondas características: los complejos K y los husos del sueño.
Cada complejo K es una única onda grande negativa (deflexión ascendente), seguida
de inmediato por una gran onda positiva (deflexión descendente). Cada huso del sueño
es una salva creciente y decreciente de ondas de 12 a 14 Hz, que dura entre 1 y 2
segundos. La fase 3 del EEG de sueño se define por la presencia ocasional de ondas
delta —las más grandes y lentas de las ondas EEG cuya frecuencia oscila entre 1 y 2
Hz—, mientras que la fase 4 EEG del sueño se caracteriza por el predominio de las
ondas delta. Una vez que los sujetos alcanzan la fase 4 del EEG de sueño,
permanecen en ella un cierto tiempo para luego retroceder, atravesando las distintas
fases del sueño hasta fase 1. Sin embargo, cuando vuelven a la fase 1, las cosas no
son como eran la primera vez. El primer período de fase l durante el sueño de una
noche (EEG de fase 1 inicial) no está marcado por ningún cambio electromiográfico o
electroculográfico llamativo, mientras que los períodos siguientes de la fase 1 del EEG
del sueño (EEG de fase 1 emergente) se acompañan de movimientos oculares y de
pérdida del tono en los músculos axiales [o principales] del cuerpo. Tras el primer ciclo
EEG del sueño —de la fase 1 inicial a la fase 4, y vuelta a la fase 1 emergente—, el
resto de la noche se pasa yendo hacia delante y hacia atrás de una fase a otra. Los
ciclos EEG del sueño nocturno típico, así como la estrecha relación entre la fase 1
emergente, los REM y la pérdida de tono en los músculos axiales. Repárese en que
cada ciclo suele durar unos noventa minutos y que, a medida que avanza el sueño
nocturno, se pasa cada vez más tiempo en fase 1 emergente y menos en las otras
fases, especialmente en fase 4. Obsérvese también que hay breves momentos durante
la noche en los que el sujeto está despierto; estos períodos de vigilia no se suelen
recordar por la mañana.

14.6 Efectos de la privación del sueño


Teorías circadianas y de
recuperación hacen
predicciones específicas
sobre los efectos de la
privación de sueño. Dado
que las teorías de
recuperación se basan en
la premisa de que el sueño
es una respuesta a la
acumulación de algún
efecto debilitador de la
vigilia, predicen: 1) que los períodos largos de vigilia producirán alteraciones fisiológicas
y conductuales; 2) que estas alteraciones empeorarán a medida que continúe la
privación de sueño y 3) que, una vez finalizado un período de privación de sueño, se
recupera gran parte del sueño perdido
Experiencia personal de privación de sueño: nota de advertencia
Cuando se duerme bastante menos de lo acostumbrado, al día siguiente uno se siente
malhumorado e incapaz de funcionar como normalmente lo hace. Aunque tales
experiencias de privación de sueño son impuestas, hay que ser cauto a la hora de
interpretar las propias experiencias y experiencias similares de los demás. Explica que
mucha gente en la sociedad moderna trabaja tanto tiempo y con un horario tan irregular
que no duerme lo suficiente y, como resultado, padece todo tipo de efectos adversos.
Hay dos cosas que no se les ocurren nunca a los periodistas ni al experto. Primera,
nunca se les ocurre que la mayoría de las personas que duerme poco o irregularmente
lo hace porque están estresados. Segunda, nunca se les ocurre que las personas que
se ven obligadas a cambiar su horario de sueño experimentan también una alteración
importante de sus ritmos circadianos. De manera que el estrés y las alteraciones
circadianas podrían ser responsables, o al menos contribuir, de muchos de los efectos
adversos frecuentemente atribuidos a la pérdida de sueño. Complicando estas dos
posibles causas está el hecho de que la mayoría de la gente ha demostrado ser malos
jueces de la repercusión de la privación de sueño en su rendimiento. Se ha informado
de dos tipos de errores: en algunos casos la gente afirma que no puede funcionar tras
privación de sueño pero que rinden normalmente; en otros casos, la gente sostiene que
la falta de sueño no ha afectado negativamente su rendimiento, aun cuando los datos
dicen otra cosa. En consecuencia, nuestras propias experiencias de falta de sueño y los
testimonios de otros que también las han experimentado han de interpretarse con
precaución. Para comprobar los efectos de la pérdida de sueño se requiere una
investigación metódica.
Estudios experimentales de privación de sueño en seres humanos
Las investigaciones han evaluado los efectos en seres humanos de programas de
privación de sueño que van desde una ligera reducción del tiempo de sueño en una
noche hasta una privación total durante varias noches, y han evaluado los efectos de
estos programas sobre docenas de medidas: medidas de somnolencia, de estado de
ánimo, cognición, rendimiento motor y funciones fisiológicas. Se ha visto que incluso
niveles moderados de privación de sueño —por ejemplo, tres o cuatro horas en una
noche— ejercen tres efectos consistentes. En primer lugar, el sujeto privado de sueño
manifiesta un aumento de somnolencia: dice que está más somnoliento y se duerme
con mayor rapidez si se le da la oportunidad de hacerlo. En segundo lugar, los sujetos
privados de sueño presentan alteraciones en varias pruebas objetivas de estado de
ánimo. Y en tercer lugar, tienen un rendimiento deficiente en pruebas de vigilancia, tales
como escuchar una serie de tonos y dar una respuesta cuando hay uno que difiere
ligeramente del resto después de dos o tres días de privación de sueño continuada, los
sujetos experimentan microsueños. Los microsueños son periodos breves de sueño, de
2 ó 3 segundos de duración, en los que los párpados se cierran y los sujetos son menos
sensibles a los estímulos externos, incluso cuando están sentados o de pie. Los
microsueños alteran el rendimiento en pruebas pasivas, como son las pruebas de
vigilancia, pero no son necesarios para que dichas alteraciones ocurran.
Sorprendentemente los efectos de la privación de sueño sobre las complejas funciones
cognitivas, rendimiento motor y funciones fisiológicas han sido mucho menos
consistentes. Se han observado alteraciones en algunos estudios, pero no en otros,
incluso tras periodos de privación prolongados
Estudios de privación de sueño en animales de laboratorio
Los estudios que se han servido de una plataforma giratoria para privar de sueño a
ratas sugieren que la privación de sueño podría no ser tan inofensiva como apuntan las
pruebas realizadas con seres humanos. Se coloca a dos ratas, una experimental y su
control acoplado [«yoked contro»l], en cámaras del aparato separadas. Cada vez que el
EEG de la rata experimental indica que está durmiendo, la plataforma que sirve suelo a
la mitad de ambas cámaras, comienza a girar lentamente. Como resultado, si la rata
experimental que duerme no se despierta inmediatamente, cae en una piscina de agua
poco profunda. A la rata de control acoplada se le somete exactamente al mismo tipo
de rotaciones de la plataforma; pero si no está durmiendo puede evitar con facilidad
caer al agua con sólo andar en dirección contraria a la que gira la plataforma. Las ratas
experimentales suelen morir tras varios días, mientras que las de control acoplado se
mantienen relativamente sanas.
Privación de sueño REM
Dada su asociación con los ensueños, el sueño REM ha sido objeto de minuciosas
investigaciones. En un esfuerzo por poner de manifiesto las funciones particulares del
sueño REM, los investigadores del sueño han privado específicamente de este tipo de
sueño a sujetos dormidos, despertándoles cada vez que se iniciaba un período de
sueño REM. Se ha comprobado que la privación de sueño REM presenta regularmente
dos efectos. Primero, con cada noche sucesiva de privación se da una mayor tendencia
por parte de los sujetos a iniciar secuencias REM. De este modo, a medida que
progresa la privación de sueño REM, ha de despertarse a los sujetos cada vez con más
frecuencia para evitar que acumulen una cantidad significativa de sueño REM. Por
ejemplo, durante la primera noche de privación de sueño REM en un experimento
(Webb y Agnew, 1967), hubo que despertar a los sujetos 17 veces para evitar que
tengan períodos prolongados de sueño REM. Pero durante la séptima noche de
privación tuvieron que ser despertados 67 veces. Segundo, tras la privación de sueño
REM los sujetos presentan un rebote de REM7 las primeras dos o tres noches.
La privación de sueño aumenta la eficiencia del sueño
Uno de los descubrimientos más importantes de la investigación sobre la privación de
sueño en seres humanos es que las personas que están privadas de sueño se
convierten en durmientes con un sueño más eficiente. En concreto, en su sueño hay
una proporción más alta de sueño de ondas lentas (fases 3 y 4), lo que parece servir a
la principal función de recuperación. Puesto que éste es un descubrimiento tan
relevante, veamos seis de las principales pruebas que lo apoyan. Primero, aunque los
sujetos recuperan tan sólo una pequeña parte del total de sueño perdido tras un
período de privación, la mayor parte del sueño perdido que recuperan es la fase 4.
Segundo, tras privación de sueño, el EEG del sueño de ondas lentas en seres humanos
se caracteriza por una proporción de ondas lentas incluso mayor de lo normal. Tercero,
los cortos durmientes [personas que necesitan dormir poco] por lo general tienen tanto
sueño de ondas lentas como los largos durmientes [personas que necesitan dormir
mucho]. Cuarto, si se pide a los sujetos que duerman una siesta extra durante la
mañana siguiente a una noche completa de sueño, el EEG de esta siesta contendrá
pocas ondas lentas y la siesta no reducirá la duración del sueño de la noche siguiente.
Quinto, los sujetos que reducen gradualmente su tiempo habitual de sueño tienen
menos fases 1 y 2 del sueño, pero la duración de su sueño de ondas lentas sigue
siendo aproximadamente la misma que antes. Y sexto, despertar repetidamente a los
sujetos durante sueño REM produce un escaso aumento, si es que alguno, de la
somnolencia que sienten al día siguiente; mientras que despertar repetidamente a los
sujetos durante el sueño de ondas lentas tiene consecuencias notables. El hecho de
que el sueño alcance más eficiencia en personas que duermen menos significa que los
estudios convencionales de privación de sueño carecen prácticamente de valor para
averiguar cuánto necesitan dormir los seres humanos.

14.11 Efectos de la reducción de sueño prolongada

Ya se ha aprendido en este
capítulo que, cuando se
duerme menos de lo
acostumbrado, uno no se
siente bien ni funciona
adecuadamente. Estoy
seguro que el lector ha
experimentado estos efectos.
¿Pero qué significan? La
mayor parte de la gente —
expertos e inexpertos por
igual— cree que los efectos
adversos de la falta de sueño indican que se necesita el tiempo de sueño que
normalmente se tiene. Sin embargo, existe una interpretación alternativa, que es
coherente con la nueva conciencia de la plasticidad del cerebro humano adulto. Quizás
el cerebro se adapta lentamente a la cantidad de sueño que habitualmente obtiene —
incluso si está cantidad está lejos de lo que necesita— y se altera cuando se produce
una reducción repentina de la cantidad de sueño esperada
Hay una manera de determinar cuál de estas dos interpretaciones de los efectos de la
pérdida de sueño es correcta y de averiguar cuanto sueño necesita en realidad la
gente. La clave está en estudiar los efectos de programas sistemáticos de reducción de
sueño a largo plazo. Por ejemplo, si se redujera la cantidad habitual de sueño de ocho
horas y media por noche a cinco horas por noche, al principio se podrían tener algunos
problemas. Pero si se durmieran habitualmente seis horas y media por noche durante
un par de meses. Lo principal aquí es que si es posible adaptarse a un programa
regular de seis horas por noche sin consecuencias adversas, entonces es absurdo
creer que se necesitan ocho horas y media. Puesto que requieren tanto tiempo, se han
llevado a cabo pocos de estos estudios tan esenciales; pero se han realizado los
suficientes como para que haya surgido un claro modelo de resultados. Pienso que el
lector se sorprenderá con los resultados Han habido dos tipos de estudios de reducción
de sueño a largo plazo: estudios en los que los sujetos duermen por la noche y estudios
en los que los sujetos duermen siesta.
Reducción prolongada de sueño nocturno
Se han llevado a cabo dos estudios en los que sujetos sanos han reducido su sueño
nocturno a lo largo de varias semanas o más tiempo. En uno de ellos un grupo de 16
sujetos durmió únicamente durante cinco horas y media cada noche durante 60 días, y
sólo presentaron una alteración detectable en una amplia batería de pruebas sobre
estado de ánimo, estado de salud y pruebas de rendimiento: una ligera alteración en
una prueba de atención auditiva.
En otro estudio metódico sobre reducción de sueño nocturno a largo plazo ocho sujetos
redujeron su sueño nocturno a razón de 30 minutos cada dos semanas hasta que
alcanzaron seis horas y media por noche, luego a razón de 30 minutos cada tres
semanas hasta que alcanzaron cinco horas y luego siguieron reduciendo a razón de 30
minutos cada cuatro semanas. Después de que un sujeto manifestara su deseo de no
seguir reduciendo su tiempo de sueño, durmió durante un mes el menor tiempo de
sueño nocturno que había alcanzado y luego durante dos meses el menor tiempo, más
30 minutos adicionales. Finalmente, cada sujeto durmió cada noche, a lo largo de un
año, tanto como quiso. La duración mínima del sueño nocturno alcanzada durante este
experimento fue de cinco horas y media en el caso de dos sujetos; cinco horas en el
caso de cuatro sujetos y, sorprendentemente, cuatro horas y media en el caso de dos
sujetos.
Reducción prolongada de sueño mediante siestas
La mayoría de los mamíferos y bebés humanos muestran ciclos de sueño polifásicos,
es decir, duermen habitualmente más de una vez al día. En cambio, la mayoría de los
seres humanos adultos muestran ciclos de sueño monofásicos; es decir, duermen una
vez al día. Sin embargo, la mayoría de los humanos adultos muestran ciclos polifásicos
de somnolencia, con períodos de somnolencia que tienen lugar a última hora de la tarde
y de la mañana. Las investigaciones han demostrado que las siestas tienen un poder de
recuperación desproporcionado con respecto a su brevedad, lo que sugiere que el
sueño polifásico podría ser particularmente eficaz.
Interés en el valor del sueño polifásico fue estimulado por la leyenda de que Leonardo
da Vinci logró generar un torrente continuo de logros artísticos y de ingeniería durante
su vida durmiendo quince minutos cada cuatro horas, con lo que limitaba su sueño a
una hora y media al día. Por increíble que parezca, esto se ha replicado en varios
experimentos. Aquí se presentan los principales hallazgos de estos experimentos,
verdaderamente complicados. En primer lugar, los sujetos requirieron mucho tiempo,
unas dos semanas, para adaptarse a un horario de sueño polifásico. En segundo lugar,
una vez adaptados al sueño polifásico, los sujetos estaban satisfechos y no mostraron
alteraciones en las pruebas de rendimiento que se les aplicaron. En tercer lugar, el
programa de sueño de cuatro horas de Leonardo funciona bastante bien, pero en
situaciones de trabajo no estructuradas sujetos a menudo cambian la duración del ciclo
sin sufrir consecuencias adversas. En cuarto lugar, la mayoría de los sujetos muestra
una fuerte preferencia por duraciones de sueño determinadas y se abstienen de dormir
demasiado poco, lo que les deja con sensación de no haber descansado, o de dormir
demasiado, lo que les deja aturdidos durante varios minutos cuando se despiertan —un
efecto llamado inercia del sueño. En quinto lugar, al principio el sueño consiste en su
mayoría en sueño de ondas lentas, pero finalmente los sujetos vuelven a su habitual
proporción relativa de sueño REM y sueño de ondas lentas. No obstante, el sueño REM
y el de ondas lentas rara vez ocurren durante la misma siesta
Reducción prolongada de sueño un caso clínico personal
Empecé este capítulo hace cuatro semanas con fervor y temor al mismo tiempo. Estaba
fascinado ante la idea de poder arrebatar dos o tres horas adicionales de vida cada día
al dormir menos, y confiaba en que el hecho de apuntarme a un programa de privación
de sueño mientras escribía sobre el sueño produciría un entusiasmo por el tema que
daría color a mis escritos y se transmitiría al lector. Por otro lado, estaba bastante más
que preocupado por los efectos negativos que podría ejercer sobre mí perder tres horas
de sueño cada noche. Ahora, tras experimentar de primera mano la reducción de
sueño, me siento menos inclinado a creer los tópicos argumentos endebles acerca del
sueño. El hecho de que la mayoría de los sujetos entregados a su trabajo que
permanecen activos durante el día puedan reducir su sueño a unas cinco horas y media
por noche sin gran dificultad ni graves consecuencias me sugirió la idea de que la
respuesta es cinco horas y media de sueño por noche. Pero eso fue antes de que
revisara las investigaciones acerca de los programas de siestas y sueño polifásico.
Ahora tengo que revisar esta estimación a la baja sustancialmente. Este capítulo
terminaría con un importante nuevo descubrimiento sobre el sueño, que cuestionaría la
idea del lector sobre este tema. Aquí está. Durante décadas se ha dicho que dormir
cada noche ocho horas o más se asocia con salud y longevidad. Actualmente una serie
de estudios a gran escala, realizados en Estados Unidos y Japón nos cuentan una
historia diferente. Los escasos fallecimientos ocurridos en sujetos que dormían entre
cinco y siete horas por noche son, con mucho, menos que los producidos en los que
dormían ocho horas.

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