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Ya se ha aprendido en este
capítulo que, cuando se
duerme menos de lo
acostumbrado, uno no se
siente bien ni funciona
adecuadamente. Estoy
seguro que el lector ha
experimentado estos efectos.
¿Pero qué significan? La
mayor parte de la gente —
expertos e inexpertos por
igual— cree que los efectos
adversos de la falta de sueño indican que se necesita el tiempo de sueño que
normalmente se tiene. Sin embargo, existe una interpretación alternativa, que es
coherente con la nueva conciencia de la plasticidad del cerebro humano adulto. Quizás
el cerebro se adapta lentamente a la cantidad de sueño que habitualmente obtiene —
incluso si está cantidad está lejos de lo que necesita— y se altera cuando se produce
una reducción repentina de la cantidad de sueño esperada
Hay una manera de determinar cuál de estas dos interpretaciones de los efectos de la
pérdida de sueño es correcta y de averiguar cuanto sueño necesita en realidad la
gente. La clave está en estudiar los efectos de programas sistemáticos de reducción de
sueño a largo plazo. Por ejemplo, si se redujera la cantidad habitual de sueño de ocho
horas y media por noche a cinco horas por noche, al principio se podrían tener algunos
problemas. Pero si se durmieran habitualmente seis horas y media por noche durante
un par de meses. Lo principal aquí es que si es posible adaptarse a un programa
regular de seis horas por noche sin consecuencias adversas, entonces es absurdo
creer que se necesitan ocho horas y media. Puesto que requieren tanto tiempo, se han
llevado a cabo pocos de estos estudios tan esenciales; pero se han realizado los
suficientes como para que haya surgido un claro modelo de resultados. Pienso que el
lector se sorprenderá con los resultados Han habido dos tipos de estudios de reducción
de sueño a largo plazo: estudios en los que los sujetos duermen por la noche y estudios
en los que los sujetos duermen siesta.
Reducción prolongada de sueño nocturno
Se han llevado a cabo dos estudios en los que sujetos sanos han reducido su sueño
nocturno a lo largo de varias semanas o más tiempo. En uno de ellos un grupo de 16
sujetos durmió únicamente durante cinco horas y media cada noche durante 60 días, y
sólo presentaron una alteración detectable en una amplia batería de pruebas sobre
estado de ánimo, estado de salud y pruebas de rendimiento: una ligera alteración en
una prueba de atención auditiva.
En otro estudio metódico sobre reducción de sueño nocturno a largo plazo ocho sujetos
redujeron su sueño nocturno a razón de 30 minutos cada dos semanas hasta que
alcanzaron seis horas y media por noche, luego a razón de 30 minutos cada tres
semanas hasta que alcanzaron cinco horas y luego siguieron reduciendo a razón de 30
minutos cada cuatro semanas. Después de que un sujeto manifestara su deseo de no
seguir reduciendo su tiempo de sueño, durmió durante un mes el menor tiempo de
sueño nocturno que había alcanzado y luego durante dos meses el menor tiempo, más
30 minutos adicionales. Finalmente, cada sujeto durmió cada noche, a lo largo de un
año, tanto como quiso. La duración mínima del sueño nocturno alcanzada durante este
experimento fue de cinco horas y media en el caso de dos sujetos; cinco horas en el
caso de cuatro sujetos y, sorprendentemente, cuatro horas y media en el caso de dos
sujetos.
Reducción prolongada de sueño mediante siestas
La mayoría de los mamíferos y bebés humanos muestran ciclos de sueño polifásicos,
es decir, duermen habitualmente más de una vez al día. En cambio, la mayoría de los
seres humanos adultos muestran ciclos de sueño monofásicos; es decir, duermen una
vez al día. Sin embargo, la mayoría de los humanos adultos muestran ciclos polifásicos
de somnolencia, con períodos de somnolencia que tienen lugar a última hora de la tarde
y de la mañana. Las investigaciones han demostrado que las siestas tienen un poder de
recuperación desproporcionado con respecto a su brevedad, lo que sugiere que el
sueño polifásico podría ser particularmente eficaz.
Interés en el valor del sueño polifásico fue estimulado por la leyenda de que Leonardo
da Vinci logró generar un torrente continuo de logros artísticos y de ingeniería durante
su vida durmiendo quince minutos cada cuatro horas, con lo que limitaba su sueño a
una hora y media al día. Por increíble que parezca, esto se ha replicado en varios
experimentos. Aquí se presentan los principales hallazgos de estos experimentos,
verdaderamente complicados. En primer lugar, los sujetos requirieron mucho tiempo,
unas dos semanas, para adaptarse a un horario de sueño polifásico. En segundo lugar,
una vez adaptados al sueño polifásico, los sujetos estaban satisfechos y no mostraron
alteraciones en las pruebas de rendimiento que se les aplicaron. En tercer lugar, el
programa de sueño de cuatro horas de Leonardo funciona bastante bien, pero en
situaciones de trabajo no estructuradas sujetos a menudo cambian la duración del ciclo
sin sufrir consecuencias adversas. En cuarto lugar, la mayoría de los sujetos muestra
una fuerte preferencia por duraciones de sueño determinadas y se abstienen de dormir
demasiado poco, lo que les deja con sensación de no haber descansado, o de dormir
demasiado, lo que les deja aturdidos durante varios minutos cuando se despiertan —un
efecto llamado inercia del sueño. En quinto lugar, al principio el sueño consiste en su
mayoría en sueño de ondas lentas, pero finalmente los sujetos vuelven a su habitual
proporción relativa de sueño REM y sueño de ondas lentas. No obstante, el sueño REM
y el de ondas lentas rara vez ocurren durante la misma siesta
Reducción prolongada de sueño un caso clínico personal
Empecé este capítulo hace cuatro semanas con fervor y temor al mismo tiempo. Estaba
fascinado ante la idea de poder arrebatar dos o tres horas adicionales de vida cada día
al dormir menos, y confiaba en que el hecho de apuntarme a un programa de privación
de sueño mientras escribía sobre el sueño produciría un entusiasmo por el tema que
daría color a mis escritos y se transmitiría al lector. Por otro lado, estaba bastante más
que preocupado por los efectos negativos que podría ejercer sobre mí perder tres horas
de sueño cada noche. Ahora, tras experimentar de primera mano la reducción de
sueño, me siento menos inclinado a creer los tópicos argumentos endebles acerca del
sueño. El hecho de que la mayoría de los sujetos entregados a su trabajo que
permanecen activos durante el día puedan reducir su sueño a unas cinco horas y media
por noche sin gran dificultad ni graves consecuencias me sugirió la idea de que la
respuesta es cinco horas y media de sueño por noche. Pero eso fue antes de que
revisara las investigaciones acerca de los programas de siestas y sueño polifásico.
Ahora tengo que revisar esta estimación a la baja sustancialmente. Este capítulo
terminaría con un importante nuevo descubrimiento sobre el sueño, que cuestionaría la
idea del lector sobre este tema. Aquí está. Durante décadas se ha dicho que dormir
cada noche ocho horas o más se asocia con salud y longevidad. Actualmente una serie
de estudios a gran escala, realizados en Estados Unidos y Japón nos cuentan una
historia diferente. Los escasos fallecimientos ocurridos en sujetos que dormían entre
cinco y siete horas por noche son, con mucho, menos que los producidos en los que
dormían ocho horas.