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FORMACIÓN ÉTICA Y CIUDADANA

5° AÑO

ACTIVIDAD
GUIA N° 14 kant

Fecha de presentación

Profe Aguilar Marcos


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una nueva respuesta.

2
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La Ética kantiana: una teoría centrada en el concepto


del DEBER
Immanuel Kant propone una teoría ética muy distinta. Mientras que Aristóteles partía de la
idea de que la felicidad es el bien más alto al que podemos aspirar y el fin último de nuestras
acciones, Kant sostiene que esta no puede ofrecemos criterios adecuados parar determinar si
nuestras acciones son moralmente correctas, o incorrectas. Kant parte de la idea de que
existen desacuerdos profundos e insuperables acerca de aquello en que consiste la felicidad: no
solo distintos individuos pueden tener ideas incompatibles acerca de este asunto, sino que
incluso un mismo individuo puede pensar en un momento de su vida una cosa y luego otra muy
distinta. Recurrir en este punto al concepto de virtud no ofrece mucha ayuda. Por una parte,
nos encontramos con el mismo tipo de desacuerdos ahora relativos a qué virtudes son
importantes y cómo deben ser coordinadas y jerarquizadas entre sí. Por otra, muchas virtudes
parecen compatibles tanto con acciones moralmente correctas como con acciones incorrectas.
Kant afirma que algunas de las virtudes más apreciadas por los filósofos morales de la
antigüedad no son buenas en sí mismas porque pueden contribuir a alcanzar indistintamente
fines morales e Inmorales. Aunque muchos, escribe Kant, creen que: “el dominio de sí mismo y
la reflexión desapasionada no solo son buenos en muchos aspectos. Sino que hasta parecen
constituir una parte del valor interior de la persona, están muy lejos de poder ser definidos
como buenos sin restricción, aun cuando los antiguos los hayan apreciado así en forma
absoluta. Pues (…) pueden llegar a ser malos en extremo; y la sangre fría de un malvado no solo
lo hace mucho más peligroso, sino mucho más despreciable inmediatamente a nuestros ojos de
lo que sin eso pudiera ser considerado”. Un ladrón o un mentiroso capaces de controlar sus
miedos y de reflexionar desapasionadamente podrán ser seguramente más eficaces para
cometer, delitos y engañar a las personas. De igual modo, la valentía también puede estar al
servicio del crimen.

Kant redefine el concepto de virtud como “fortaleza moral de la voluntad de un hombre en el


cumplimiento de su deber”. Lo que queda claro en esta definición es que el asunto clave para
la ética es el fenómeno del deber. Solo una vez que hayamos definido un criterio para
determinar cuales son nuestros deberes, será posible establecer si la conducta de un individuo
puede ser llamada virtuosa.

El principio moral kantiano: el imperativo categórico


Para Kant, la cuestión central a la que debe dar respuesta la ética está contenida en las
siguientes preguntas: ¿Qué debo hacer? ¿Cuál es el criterio para determinar si una acción es
moralmente obligatoria o, por el contrario, debemos considerarla moralmente prohibida?

Kant sostiene que hay un criterio racional, válido universalmente, que permite responder a esas
preguntas. Se trata de un principio moral al que denomina imperativo categórico.

Para explicar en qué consiste el principio moral propuesto por Kant es necesario definir
primero máxima de la acción. Si, por ejemplo, un tiempo después de recibir dinero prestado lo
devolvemos a su dueño, puede decirse que estamos actuando según la máxima: "cuando
alguien nos presta dinero debemos devolvérselo". Si, por el contrario, no devolvemos un
préstamo porque decidimos seguir gastando en cosas que necesitamos comprar, puede
afirmarse que actuamos según la máxima: "cuando alguien nos presta dinero es correcto no
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devolverlo si, por el contrario, hacerlo implicara un esfuerzo considerable". Las máximas son la
expresión de reglas en las que podemos encuadrar nuestras acciones.

Kant propone dos formulaciones fundamentales del imperativo categórico. La primera afirma:
"Debemos obrar de modo tal que podamos querer que la máxima de nuestra acción se
convierta en ley Universal.

El imperativo categórico exige actuar únicamente según máximas que sean universalizables, es
decir, máximas que cada uno de nosotros pueda aplicar no solo a la regulación de su propia
conducta, sino, al mismo tiempo, desear que se conviertan en leyes generales, leyes morales
que regulen las acciones de todas las personas.

Hay muchas máximas que, aunque pueden ser seguidas por una o por algunas personas, se
destruirían a sí mismas si fueran seguidas por todos los individuos. Tomemos como ejemplo,
primero, una máxima que no se relaciona directamente con las cuestiones morales: "cuando
asistas al colegio no lleves el libro de historia, sentáte junto a un compañero que lo haya traído
y pedíle que te permita leer con él". Es evidente que si todos los alumnos siguieran esta
máxima sería imposible cumplir lo que ella manda hacer; por lo tanto, se trata de una máxima
que se destruye a sí misma. Si todos la cumplieran, nadie llevaría su libro de historia, con lo cual
ningún estudiante podría sentarse junto a un compañero para compartir el libro. Kant sostuvo
que lo mismo ocurre con las máximas que nos ordenan realizar acciones moralmente
incorrectas. Sometamos a examen la siguiente máxima: "cuando necesites eludir una dificultad
o te beneficie hacerlo, hacé promesas que sabés que luego no cumplirás". Después de
reflexionar, cada uno de nosotros llega rápidamente a la conclusión de que aun cuando pueda
querer exceptuarse a sí mismo de cumplir una promesa, en una ocasión o en varias, porque
dicha conducta lo beneficia, no puede querer que todas las personas actúen de ese modo.

El problema no es que las consecuencias de la generalización de esa conducta sean


perjudiciales para todos los individuos. El filósofo sostiene que el imperativo categórico ofrece
un criterio para decidir la corrección o incorrección de una acción independientemente de las
consecuencias de dicha acción. Aunque parece muy claro que en una sociedad en que las
personas incumplieran en forma sistemática sus promesas sería muy difícil o quizás imposible
vivir, Kant apunta a algo más básico. Si la máxima examinada se convirtiera en ley universal, no
se podrían incumplir las promesas simplemente porque no habría promesas. Si todos hicieran
promesas decididos de antemano a no cumplidas, la frase "Te prometo hacer esto" no tendría
sentido. Para que sea posible hacer promesas es necesario que haya cierta confianza en la
palabra de las personas, y eso es justamente lo que destruye la aplicación universal de la
máxima en cuestión. Al universalizarla, se vuelve imposible poner en práctica la conducta que
ella nos autoriza: ya nadie creería en lo que prometemos y ya no tendríamos ni siquiera la
oportunidad de faltar a nuestra palabra.

Kant sostiene que, cuando incumplimos un deber, lo que realmente deseamos no es que la
máxima de nuestra conducta se convierta en ley universal; no queremos -siguiendo con el
ejemplo- que todas las personas hagan promesas con el propósito de no cumplirlas. Por el
contrario, esperamos que las máximas opuestas sean seguidas universalmente, "pero -como
escribe Kant- nos tomamos la libel1ad de hacer una excepción para nosotros". ¿Qué es lo
inaceptable de esta pretensión? ¿Por qué razón es incorrecto querer ser la excepción a reglas
que consideramos que los demás deben cumplir?

Para responder a esta pregunta debemos presentar la segunda formulación del imperativo
categórico: "Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona
de cualquier otro, siempre, al mismo tiempo, como un fin y nunca solo como un medio”. Kant
afirma que las personas poseen un valor absoluto: nunca debemos tratar a los otros seres
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humanos meramente como instrumentos, como medios para llevar a cabo nuestros propósitos,
sino como fines en sí mismos. Por ejemplo. Cuando hacemos una promesa a alguien para salir
de una dificultad, decididos a no cumplirla, lo estamos tratando solo como un medio para
alcanzar nuestras meta, estamos pasando por alto su dignidad como persona.

Ahora bien, afirmar que todas las personas tienen un valor absoluto y deben ser consideradas
fines en sí mismas equivale a decir que todas tienen igual dignidad. Cuando alguien procura
quedar eximido de una obligación válida para los demás, como la de cumplir una promesa, y
pretende a la vez que los otro la cumplan, está atribuyéndose a sí mismo una dignidad superior
a la del resto de las personas y violando, por lo tanto, la idea de que todas las personas tienen
igual dignidad moral. Si todas las personas tienen igual dignidad, entonces lo que constituye un
deber para un individuo en determinadas circunstancias constituirá un deber para cualquier
otro individuo en las mismas circunstancias.

Actividades
1. ¿Cómo define Kant a la persona prudente?
2. ¿Qué es la máxima de acción?
3. ¿Cuándo una acción es moralmente correcta? Según Kant.
4. ¿Cuáles son las dos formulaciones fundamentales del imperativo categórico?
5. ¿Por qué el imperativo categórico exige actuar únicamente según máximas
universalizables?
6. ¿Qué significa que las personas poseen un valor absoluto?

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