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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL ALTIPLANO PUNO

ESCUELA PROFESIONAL
DE
INGENIERÍA MECANICA ELECTRICA

“PRÁCTICA CALIFICADA LAS REGLAS TRANSFORMACIONALES”

PRESENTADO POR:
QUILLE CARPIO HENYI
QUISPE YANA ROQUE EVER
CASTILLO PUMA JUAN RENSON
ARIZAPANA QUISPECONDORI RICHAR
MAMANI SANCHEZ RONNI JHON
CACERES PINEDA YAHEL SEBASTIAN

DOCENTE:

LIPE IQUIAPAZA HONORIA GABY

SEMESTRE:
I-B

PUNO - PERÚ
2022

2022 - I
PRÁCTICA
Leer y aplicar las reglas transformacionales en los siguientes
textos:
Texto 1
a) Supresión y selección
LA NUEVA RELIGIÓN
Mario Bunge
1. A mediados de nuestro siglo surgió una religión que hoy cuenta con
millones de fieles. Como toda religión, es un sistema de mitos que
atribuyen propiedades extraordinarias a los seres que adora. Como
toda religión, ha acabado por institucionalizarse en poderosas
organizaciones. Como toda religión, ha penetrado en hogares y
escuelas. Como toda religión, alienta en algunos respectos y ata en
otros.
2. A diferencia de las demás religiones, la que nos ocupa rinde culto a
ciertos artefactos que encontramos en lugares no consagrados, tales
como laboratorios, comercios y oficinas estatales. Y, a diferencia de
las demás religiones, ha captado a las personas más prácticas del
mundo: los científicos, ingenieros y administradores. El lector ya
adivinó: se trata del culto de los ordenadores.
3. Sería ridículo poner en tela de juicio la potencia y versatilidad de los
ordenadores, y por consiguiente su utilidad. Sería absurdo negar que
su difusión masiva está revolucionando la vida diaria, la economía y
la cultura. Lo discutible es la ideología que suele acompañar a la
revolución de marras.
4. Son artículos de fe de la nueva religión: que los ordenadores pueden
hacer cuanto hacemos los humanos, sólo que mucho mejor; que el
cerebro no es sino un ordenador, de modo que la mejor manera de
entenderlo es estudiar cómo funcionan los ordenadores; y que los
ordenadores terminarán por dominar al hombre. T
5. Es verdad que los ordenadores pueden almacenar y elaborar
(“procesar”) cantidades prodigiosas de información. Pero es falso que
puedan reemplazar con ventaja al cerebro humano en todos los
campos. Esto se debe a que tiene, entre otras, las siguientes
limitaciones.
6. Primero, los ordenadores no plantean problemas nuevos, sino que
nos ayudan a resolver problemas de ciertos tipos. Esta es una
limitación clave porque toda investigación o exploración, sea
científica, técnica, humanística o artística, consiste en investigar
problemas.
7. Segundo, los ordenadores carecen de iniciativa y de originalidad. Más
aún, no queremos que las tengan; se los diseña para que obedezcan
instrucciones, no para que las inventen.
8. Tercero, los ordenadores carecen de intuición (flair, insight) para
imaginar y evaluar ideas nuevas. Más aún, no nos gustaría que
poseyesen intuición, ya que entonces no serían de fiar. Por el
contrario, hacemos uso de ordenadores para controlar nuestras
corazonadas. En resumidas cuentas, no es verdad que los
ordenadores puedan hacer todo lo que podemos hacer los humanos.
9. Tampoco es cierto que los cerebros funcionen como ordenadores. No
podrían hacerlo puesto que están compuestos por células vivas que
satisfacen leyes biológicas, no por objetos físicos. Para refutar la tesis
de la semejanza esencial entre cerebros y ordenadores basta
recordar que éstos sólo elaboran información: no la crean. Los
ordenadores son dispositivos combinatorios carentes de
espontaneidad y creatividad. Incluso la memoria humana difiere de la
de un ordenador. La primera borra, agrega, reorganiza y a menudo
embellece, en tanto que el segundo conserva fielmente cuanto se le
ha confiado.
10. Como si esto fuera poco, la inteligencia humana no es puramente
combinatoria ni, en general, puramente racional: está íntimamente
ligada a la percepción y la afección. A diferencia de los ordenadores,
somos capaces de tomarnos algunas ideas a pecho y aun con pasión,
lo que a veces nos ciega y otras nos ilumina. Dadas estas diferencias,
la estrategia de buscar entender el cerebro en términos informáticos
es fundamentalmente errada. El cerebro y sus funciones mentales se
van entendiendo a medida que se profundiza el estudio del ser
humano vivo.
11. Finalmente, el temor (o la esperanza) de que los ordenadores
terminen por dominarnos es absurdo, ya que, en últimas instancias,
quienes los controlan son seres humanos. Basta desconectarlos para
inactivarlos.
12. Lo que sí debemos temer es que se abuse de los programas que dan
como resultados finales decisiones que afectan a nuestras vidas. Esto
es de temer porque, al habituarnos a delegar decisiones a
ordenadores, podemos delegar nuestra responsabilidad,
convirtiéndonos en seres amorales. Al obrar de esta manera
olvidamos que los programas respectivos suponen principios
científicos, tecnológicos o morales falibles, por lo cual debiéramos
revisarlos de cuando en cuando. En otras palabras, el abuso de los
ordenadores nos torna dogmáticos sin advertirlo: nos acostumbramos
a aplicar (vía ordenadores) principios científicos, técnicos o morales,
olvidando la necesidad de controlarlos, revisarlos, enriquecerlos o
abandonarlos.
13. En resolución, los ordenadores no sienten ni dudan: no formulan
problemas ni tienen “olfato” para “ver” y sopesar ideas o actos: no
tienen corazonadas ni escrúpulos. Ni siquiera calculan por cuenta
propia, esto es, independientemente de los programas que los
alimentan. Por estos motivos no se equivocan al ejecutar
instrucciones (a menos, claro está, que se les dé alguna instrucción
errada o se descompongan). Por los mismos motivos los ordenadores
son incapaces de crear y evaluar ideas y métodos radicalmente
nuevos: son, por decirlo antropomórficamente, conservadores y
dogmáticos.
14. La vida, en cambio, exige innovación y flexibilidad, y por esto
también crítica, permanentes. Y éstas no son computables, aun
cuando el cálculo interviene a menudo en la innovación y la crítica. El
cálculo vale plata, pero la intuición vale oro, y la originalidad – sea
intelectual, artística o moral – no tiene precio.
15. Dado el enorme valor instrumental de los ordenadores, honremos a
sus diseñadores, constructores y programadores, y difundamos esas
máquinas maravillosas en fábricas, oficinas, escuelas y hogares. Pero
impidamos que contribuyan a aumentar el paro, y no tomemos en
serio la religión del ordenador. Este no es sino un auxiliar neutro. Al
igual que las tijeras, puede usárselos para trabajar o para herir; al
igual que la escritura, puede usárselos para iluminar o para ofuscar.
El buen o mal uso que hagamos de los ordenadores depende
exclusivamente de nosotros.
(El texto La nueva religión es un artículo publicado en el libro “Vistas y
entrevistas. Opiniones impopulares sobre problemas de actualidad, del
filósofo Mario Bunge, publicado en Buenos Aires, a través de la editorial
Siglo XXI, en 1987).

b) Generalización y relación

Secuencia 1: A mediados de nuestro siglo surgió una religión que hoy


cuenta con millones de fieles, alienta en algunos aspectos y ata en otros.
Secuencia 2: también es falso que puedan reemplazar con ventaja al
cerebro humano en todos los campos.
Secuencia 3: los ordenadores pueden almacenar y elaborar
(“procesar”) cantidades prodigiosas de información. Nos ayudan a
resolver problemas de ciertos tipos. En resumidas cuentas, no es verdad
que los ordenadores puedan hacer todo lo que podemos hacer los
humanos.
Secuencia 4: los ordenadores no sienten ni dudan: no formulan
problemas ni tienen “olfato” para “ver” y sopesar ideas o actos.
Secuencia 5: Finalmente, el temor (o la esperanza) de que los
ordenadores terminen por dominarnos es absurdo, ya que, en últimas
instancias, quienes los controlan son seres humanos.

c) Construcción y redacción
A mediados de nuestro siglo surgió una religión que hoy cuenta con
millones de fieles, se trata del “culto de los ordenadores”.
También es falso que puedan reemplazar con ventaja al cerebro
humano en todos los campos.
Los ordenadores pueden almacenar y elaborar (“procesar”)
cantidades prodigiosas de información. Nos ayudan a resolver
problemas de ciertos tipos. En resumidas cuentas, no es verdad, que
puedan hacer todo lo que podemos hacer los humanos. Estos no
sienten ni dudan: no formulan problemas ni tienen “olfato” para “ver”
y sopesar ideas o actos.
Finalmente, el temor (o la esperanza) de que las maquinas terminen
por dominarnos es absurdo, ya que, en últimas instancias, quienes
los controlan son seres humanos.

Texto 2
A la deriva
Horacio Quiroa
a) Supresión y generalización

El hombre pisó algo blanduzco y enseguida sintió la mordedura en el pie. Saltó


adelante y al volverse con un juramento, vio a una yararacusú que, arrollada
sobre sí misma, esperaba otro ataque.
El hombre echó una ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban
dificultosamente y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza y
hundió más su cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó
de plano dislocándole las vértebras.
Él hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre y durante un
instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violeta y
comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su
pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba con sensación de tirante abultamiento, y de
pronto el hombre sitió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos,
habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna
con dificultad; una metálica sequedad de la garganta, seguida de sed
quemante, le arrancó un nuevo juramento.
Llegó por fin al rancho y se echó sobre la rueda de un trapiche. Los dos
puntitos violeta desaparecieron ahora en una monstruosa hinchazón del pie
entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a
su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo
devoraba.
—Dorotea—alcanzó a lanzar un estertor —¡Dame caña! Su mujer corrió con un
vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos.
Pero no había sentido gusto alguno.
--¡Te pedí caña, no agua! –rugió de nuevo--, ¡dame caña! --¡Pero es caña,
Paulino! –protestó la mujer, espantada.
--¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras
otros dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
--Bueno; esto se pone feo. Murmuró—entonces mirando su pie lívido y ya con
lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo la carne desbordaba
como una monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban
ahora hasta la ingle. La atroz sequedad de garganta, que el aliento parecía
caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse un fulminante
vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir y descendiendo hasta la costa subió a su canoa.
Sentose en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la
corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre a seis millas, lo
llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pacú.
El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llagar hasta el medio del
río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un
nuevo vómito –de sangre esta vez—dirigió una mirada al sol, que ya trasponía
el monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era un bloque deforme y durísimo que
reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su
cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado con grandes manchas lívidas y
terriblemente dolorosas. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a
Tacurú- Pacú y decidió pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho
tiempo que estaban disgustados.
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre
pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba; pero a los
veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
¡Alves! –gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.
--¡Compadre Alvez! ¡No me niegues este favor! – clamó de nuevo-, alzando la
cabeza del suelo.
En el silencio de la selva no se oyó ni un solo rumor. El hombre tuvo aun valor
para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo la llevó
velozmente a la deriva.
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de
cien metros, encajonan fúnebremente el río. Es desde las orillas, bordeadas de
negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los
costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado
se precipita en grande murmullotes de agua fangosa. El paisaje es agresivo y
reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría
y calma cobra una majestad única.
El sol había caído ya, cuando el hombre semitendido en el fondo de la canoa,
tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombró, enderezó pesadamente
la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su
pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no
tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para
reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pacú.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía
ya nada ni en la pierna ni en el vientre.
¿Viviría aun su compadre Gaona en Tacurú-Pacú? Acaso viera también a su
expatrón Mr. Dougald y al recibidor del obraje ¿Llegaría pronto? El cielo, al
poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado
también.
Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río
su frescura crepuscular impenetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una
pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.
Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa deriva velozmente, girando a ratos
sobre sí misma, ante el borbollón de un remolino. Hombre que iba en ella se
sentía cada vez mejor, y pensaba entre tanto en el tiempo justo que había
pasado sin ver a su expatrón Douglad. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos
años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
De pronto sintió que estaba helado el pecho. ¿Qué sería? Y la respiración
también…
Al recibidor de maderas de Mr. Douglad, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en
puerto Esperanza un viernes Santo…
¿Viernes?, sí o jueves… el hombre estiró lentamente los dedos de la mano. Un
jueves… y cesó de respirar.
b) Generalización y relación

Secuencia 1: El hombre sintió la mordedura en el pie, echó una ojeada


a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente y
sacó el machete de la cintura.
Secuencia 2: llego a su rancho, Quiso llamar a su mujer, y la voz se
quebró en un ronco arrastre de garganta reseca.
Secuencia 3: Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos
relampagueos y llegaban ahora hasta la ingle.
Secuencia 4: él no quería morir y descendiendo hasta la costa subió a
su canoa. Sentose en la popa y comenzó a palear hasta el centro del
Paraná. Con sombría energía, pudo llegar hasta el medio del río; pero allí
sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa.
Secuencia 5: pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú- Pacú y
decidió pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo
que estaban disgustados.
Secuencia 6: semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento
escalofrío. Y de pronto, con asombró, enderezó pesadamente la cabeza.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos, De
pronto sintió que estaba helado el pecho, la respiración también… el
estiró lentamente los dedos de la mano, y cesó de respirar

c) Construcción y redacción
El hombre sintió la mordedura en el pie, echó una ojeada, donde dos
gotitas de sangre engrosaban dificultosamente. Los dolores fulgurantes
se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora hasta la ingle.
Él no quería morir y descendiendo hasta la costa subió a su canoa.
Sentose en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Con
sombría energía, pudo llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos
dormidas dejaron caer la pala en la canoa. Pensó que no podría jamás
llegar él solo a Tacurú- Pacú y decidió pedir ayuda a su compadre Alves,
aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados. semitendido en el
fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con
asombró, enderezó pesadamente la cabeza. El bienestar avanzaba, y con
él una somnolencia llena de recuerdos, De pronto sintió que estaba
helado el pecho, la respiración también… el estiró lentamente los dedos
de la mano, y cesó de respirar.

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